Me encogí de hombros cuando Kakeru me "incriminó" en nombre de mi hermano, sonriéndole con una cuota extra de inocencia que pretendió dejar clara mi opinión al respecto, y después la conversación de centró en el otro trozo de información que le había proporcionado. Mi explicación de cómo conocía a su hermano pareció colar sin mayor problema, aunque su comentario final sí que me hizo dudar durante breve segundo; uno en el que tuve que hacer un esfuerzo enorme para que no se me notara demasiado. ¡Con lo bien que lo había hecho hasta ahora! ¡No podía fallar en el último momento! —¿Creo que sí? La verdad, Fred no me ha querido contar mucho, así que ni idea... Quizás haya alguna sorpresa más, pero una que yo tampoco sé —añadí, junto a una sonrisa ligera. Después Kakeru me aseguró que no pasaba nada si no esperábamos a Kohaku para comer, pero la verdad era que seguía sintiéndome un poco mal por la idea de hacerlo sin él. Por suerte para todos, el nombrado apareció justo en ese momento por la puerta del club, casi como si lo hubiese invocado con mi mención, y no pude evitar levantar la vista para seguir su camino hasta nosotros con la mirada. Kohaku se acomodó a mi lado, lo que inevitablemente me sacó un leve sonrojo en las mejillas, y tuve que hacer uso de las barritas que nos entregó para bajar la vista, intentando disimular así toda aquella reacción. No sabía si esa idea había sido muy buena, de todos modos, porque el hecho de que se hubiera parado a medio camino para traernos aquellos dulces hizo que me sintiera un poquito más emocionada. Al menos estaba aprendiendo que, a pesar de todo, aquellos sentimientos se anteponían a cualquier otra cosa. Me tuve que obligar a levantar la mirada no mucho después, para no atraer demasiado la atención, y, por fortuna, la mirada que Kakeru me dedicó fue suficiente para que recobrase gran parte de la compostura. Le sonreí, ligeramente divertida por el teatro, y luego me permití llevarme algo de comida a la boca antes de volver a centrarme en el recién llegado. >>Estabas en el invernadero, ¿verdad? Espero que todo estuviera en orden —murmuré, con una sonrisa algo más tímida. Contenido oculto buuu, annita le pidió no decirle nada a kakeru y se va a llevar esa info to the grave unu also, this girl is a mess (?) no creo que nos dé tiempo a rolear mucho más por aquí so aprovecho para darte las gracias por haberme dejado caerte con la niña, me lo pasé muy bien uwu <3
—Los ricachones y sus gustos estrafalarios —apañé a su comentario junto a una risa, regresando los pocky al lugar de donde los había sacado. Este chico era prejuicioso de forma abierta, seguro tres cuartos de las personas que se juntaban con él debían terminar ofendidas, pero yo no tenía tiempo para debates morales llegados a este punto. Luego de que uno recibiera llaveros ensangrentados y esas mierdas muchas cosas perdían su hilo conector, su asociación a la moralidad esperada. Por eso todo estaba como estaba. Pasamos el segundo piso, seguimos al primero y cuando llegamos a la puerta me miró por encima del hombro, así que me colé en el espacio para sacar la llave y abrir la cocina. Mientras giraba el cerrojo, con tal de distraerme, respondí su pregunta. —Nunca dije que iba a cocinarte, para empezar —corregí con suavidad—. Aunque ahora que lo pienso, ¿significa eso que tu paladar de ricachón está dispuesto a probar que los onigiri no fueron pura suerte de principiante o algo así? Con la puerta abierta regresé la llave al bolsillo, di un paso dentro de la sala y disimulé la tensión que sentí en el cuerpo al entrar, ya sin que hubiese alguien dentro desde antes. Caminé hasta una de las islas, dejé allí el almuerzo y me caminé por el espacio para ir revisando las cosas disponibles, sin prisa real. Todo seguía siendo una distracción del hecho de que era consciente de que ya no era la persona que había presidido este club. Que había una versión de mí que había sido apuñalada y arrojada a un rincón de esta sala, condenada a morir.
Al llegar al lugar y soltar la tontería Shiori no demoró en corregir, la sombra de una sonrisa me alcanzó en el proceso; estaba siendo generoso en permitirme probar sus alimentos, pero si ella se negaba nada qué hacer. Abrió la puerta, el silencio se centralizó al entrar dejando el eco de las voces externas afuera, lo que agradecía en sosiego. No la miré ni nada luego de dar un par de pasos por el espacio, ubiqué los asientos de manera visual pero preferí continuar con la vista. El lugar estaba limpio pese a que se notaba que no se usaba muy seguido, lo cual era una lástima el tener una cocina sin aparente uso. —Probablemente te iba a evaluar nuevamente, pero ya que no es el caso me retracto —. Era totalmente ajeno a lo que su cabeza pensaba en este momento, ni lo que significaba este lugar para ella, aún así ella debía estar clara como el agua sobre que no era el mejor hombro para escuchar caos ajenos. Me importaba poco y nada, porque a la final había sido claro en la cafetería con respecto a lo que podía suceder entre los dos, lo que me interesaba de ella, y lo que no me interesaba en absoluto. Deslicé las pupilas negras de regreso hasta su cabello azabache, parecía revisar lo que estaba disponible, por lo que decidí caminar hasta posicionarme tras ella e imitar lo que hacía de visualizar lo utilizable. —Ya que no cocinarás tú supongo que podría hacerlo yo. pero dudo en darte el beneficio de probar lo que preparo, a menos que puedas darme algo a cambio que me sirva de algo. De igual forma ella traía su almuerzo, pero no se comparaba con lo que podría darle a probar, pecando de soberbio y sincero.
Una cosa era llevar comida a la casa a la que me habían invitado aunque no pintaba en la reunión, otra cocinarle específicamente a Paimon y aunque no dudaba de mis capacidades, sí que trazaba límites. Nuestra suerte de acuerdo tácito eliminaba ciertas cosas que para mí implicaban colar más sentimientos de los necesarios, porque no tenía ganas de cometer los mismos errores. Si había podido enredarme con Altan sin que implicara nada era justo porque sabía hasta dónde llegar. Era el control que poseía sobre mi propia telaraña. Aunque un bicho se me había escapado, ¿no? Zeldryck podía llegarle a Zold con el chisme de que me había visto ir por Paimon a su salón, era una pequeñez, casi una tontería viendo que Zoldryck parecía confiar en mí de forma casi ciega, pero ese era su problema más grande de hecho. Nada tenía un nombre, por rebote nada me contenía y pasaba lo que pasaba. —No tengo muchas ganas de ser evaluada con un proyecto escolar corriendo en paralelo, la verdad —respondí solo porque me dio la gana, tragándome una risa, y fue una mentira grande como una casa. Sentí que me seguía mientras yo revisaba las cosas, desconectada de lo ajena que me sentía en la cocina, y cuando terminé giré el cuerpo para enfrentarlo, alzando la vista a él. Su comentario de que podía cocinar él, pero que no podría probar lo que hiciera de no ser que le ofreciera algo a cambio me sacó una risa nada y no respondí de inmediato, me limité a atarme el cabello en una coleta alta con una liga que traía en la mano derecha. —Incluso si tu comida fuese capaz de cambiarme la vida, ¿no crees que deberías ofrecerme algo más para pensar en qué puedo poner en la balanza? Al terminar de acomodarme el pelo estiré las manos en su dirección, encontré su pecho y las deslicé a sus hombros, despacio. Eso fue todo lo que hice, porque tampoco era estúpida, las salas de los clubes tenían cámaras y no era yo de comerme sanciones de gratis como otros que me conocía.
Soltó que no le interesaba ser evaluada, lo cual tenía su lógica. se giró en un momento con un movimiento suave, descendí las pupilas negras hasta las suyas manteniendo las manos en las bolsas del pantalón en lo que ella comenzaba a atarse el cabello. Norma básica de la cocina, cabello recogido, pulcritud sobre la mesa, mangas recogidas y ropa impecable. Habló de una balanza y me sonreí con un deje de arrogancia en lo que estiró las manos, recorriendo un pequeño tramo hasta mis hombros. Ya había notado las cámaras la primera vez que entramos aquí, por lo que tampoco tenía intenciones de alguna acción que mancharan mi paso por el instituto, así que daba un poco lo mismo. —Imagino que sería un problema para ti que alguien pase por el pasillo y vea tus manos sobre mí —solté con la indiferencia usual, haciendo referencia a la puerta abierta del club—. Y con respecto a lo otro —regresé la vista tras ella, mirando lo que parecían tener disponible en este lugar. A la final, parecía que terminaría comiendo de lo que traía en su bento como almuerzo y preparando un postre para que lo comiéramos luego. —Te enseñaré a preparar algo para que dejes de comer esas mediocridades —murmuré en referencia a los Pockys—. Pero esto saldrá más caro que un almuerzo. La rodeé para alcanzar los ingredientes, observé primero las fechas de vencimiento, luego si estaban o no sellados los productos y por último tomé lo que consideré necesario dejándolo sobre una de las mesas, tomándome el tiempo de quitarme el blazer, luego desprendí la liga con la que tenía atado el cabello debido a que con el paso de la mañana tenía algunos mechones por fuera. La hilera negra descendió hasta la mitad de mi espalda, desordenada. Debía volver a cortarlo. Parpadeé con lentitud en lo que comenzaba a atarlo de nuevo, de manera prolija como acostumbraba cada que estaba en el restaurante de mi padre antes de cocinar. Revisé los botones de la camisa, y ya luego comencé a lavarme las manos, apliqué jabón y volví a abrir el grifo del agua para terminar el preparativo de mi propia limpieza. Regresé mi atención visual hasta ella, y una sonrisa ladina se me dibujó en los labios sin intenciones particulares. Quizá se debía a que no creí que terminaría cocinando hoy, y mucho menos un postre. >>¿Sabes preparar crema batida o debo enseñarte también a hacerla?
Su apunte de que sería un problema si alguien pasaba y me veía con las manos encima de él quiso hacerme reír, me contuve sin motivo particular y alcé las manos como si me hubieran pedido que mostrara que no cargaba un arma. Las probabilidades tenían que estar demasiado en mi contra como para que pasara eso, pero entre la posibilidad que nunca era cero y las cámaras tampoco iba a jugar tanto a la intrépida. Aunque realmente no debía lealtad alguna. Luego soltó tan pancho que iba a enseñarme algo para que dejara de comer las, repito, mediocridades. Dios mío, pobre Zoldryck que iba por la vida dejándome dulces y chocolates para que el otro viera los pocky como si fuesen radioactivos; no recordaba siquiera que Altan fuera tan delicado con sus selecciones culinarias, siendo que era el otro niño pijo con el que podía compararlo. Que saldría más caro que un almuerzo. Vaya, qué problema, ¿no? Seguí sus movimientos una vez me rodeó, revisó ingredientes, fechas de caducidad, cierres y solo después tomó lo que necesitaba. Se soltó el cabello, que se desparramó hacia su espalda, como una cortina negra, pronto lo ató de forma más pulcra. Se lavó las manos, volvió la atención a mí y su sonrisa me hizo soltar el aire por la nariz. —Sé cómo se prepara —respondí sin dificultad y cuando terminó de lavarse las manos lo imité—. Imagino que no comes mucho dulce. Digo, se ve que te falta en la vida.
En lo que Shiori se lavaba las manos encendí el horno, lo dejé precalentando en lo que pesaba los granos de cacao para tener una medida exacta, la escuché hablarme de dulce y me recordó a Rockefeller en el proceso. No la miré ni nada, apropiándome de una bandeja para esparcir el cacao sobre ésta, di unos minutos de silencio porque sí y sujeté el azúcar, tomando 1/2 de ésta. —No me gusta el dulce. Pero podía hacer excepciones, todo dependía. —¿Y a ti la cocina? —murmuré mirando el reloj del lugar, contabilizando el tiempo luego de dejar dentro la bandeja. Por lo poco que duraba el receso, debía poner a mayor temperatura y jugar con la cocción sin disminuir demasiado la calidad—. Porque te siento desconectada de este lugar —continué con la indiferencia usual—, y soy exigente cuando tengo un ayudante a cargo. Como ya se sabía, me daba lo mismo cualquier cosa que pasara por su cabeza con respecto a estar aquí, pero había sido ella quien me había buscado y quizá yo me estaba imaginando su desapego con el espacio o no; pero este lugar era una representación de a lo que me dedicaba la mayor parte del tiempo, así que la requería centrada en las tareas minímas que le estaba pidiendo, bueno, si quería probar algo que valía la pena. Me dirigí a la nevera, busqué la leche y saqué una que estaba sellada, hice lo mismo que al inicio de revisar la fecha y la llevé con el resto de ingredientes recolectados, la destapé pasándola a una jarra medidora, siendo 650 ml de leche lo que requeríamos.
Su respuesta absurdamente predecible sobre los dulces me estiró una sonrisa divertida en el rostro, porque el chico era terriblemente amargo si uno se ponía a pensar en sabores. Iba por la vida con cara de moco, respondía con indiferencia y no se molestaba en protocolos sociales, de allí justamente que el hecho de que una chica tan aparentemente dulce como la rubia que lo saludó se mantuviera con él era casi risible. Ella soportaba su amargura o él se adaptaba a ella, quizás era un poco de ambas. ¿Se habría dado cuenta? —Si fallara por mi desconexión tendría las manos llenas de cortadas y quemaduras —resolví con simpleza a su comentario que fue tan feo como tantos otros—. Lo que sienta en el espacio nada tiene que ver con cómo me desenvuelva en él al final, para tu fortuna. Ostentaba cierto grado de desconexión, ya no del lugar, si no de mí misma. Luego de haber tragado tanto fuego sabía dónde desentenderme de lo que sentía, lo había hecho desde que Kao murió, era así como cocinaba, limpiaba y ayudaba en la tienda, era así como hacía los deberes de la escuela, iba y venía. Lo hacía todo como si no tuviera una sombra encima. —La crema batida en esta temperatura es algo más difícil de mantener —resolví aunque Mr. Master Chef sabía esas cosas y más mientras regresaba al espacio, esperando, ni idea, una indicación inicial porque solo él sabía qué estaba haciendo—. Incluso si está más fresco que ayer.
Ni aceptó ni negó su desconexión con el espacio, lo resolvió -en otras palabras- con un simple "no me ha pasado nada hasta ahora por eso", por lo que di vuelta a la página con ese tema. Habló sobre la crema batida y di un sonido afirmativo de nada, no sabía realmente que tan bien se desolvivía ella en la cocina, y tampoco podía juzgar por probar dos cosas que habría preparado en algún momento, porque de lo contrario diría que lo hacía normal, pero bueno, apegándome a eso supuse que podía otorgarle otra tarea: —¿Haz preparado antes Crepes? —deslicé la derecha tras ella, rozando su cintura en el proceso. Sujeté la escencia de vainilla que había dejado en ese espacio de la mesa y retorné la mano a mi lugar, solo por la necedad de tener mis ingredientes en mi espacio, la miré luego—. Será algo sencillo, con chocolate, y crema batida. Igual hay unas fresas en la nevera, también picalas luego de preparar la base. Ya con las instrucciones estaba clara la tarea: Shiori, crema batida, crepes y picar la fruta. Ya yo me encargaría del chocolate. Retrocedí un par de pasos para recostar la cadera en la mesa que estaba contra la pared, por mi parte debía esperar a que se tostaran los granos crudos de cacao. Me crucé de brazos y eche las pupilas negras de nuevo hacia el reloj, en unos quince minutos los sacaría, mientras tanto, vería a Shiori cocinar.
—Una vez —respondí a lo de las crepes, sin reaccionar en realidad al roce en la cintura—. Con mermelada de fresas y helado. Helado económico, claro. La aclaración la solté con algo de diversión impresa en el tono, cualquiera se habría sentido cohibido u ofendido por estar metido aquí con Paimon y sus comentarios, pero a mí me daba algo de risa. La suficiente para bromear con la calidad o lo que fuese de los ingredientes que usaba o las cosas que comía. Ya de por sí estaba claro que no estábamos en la misma esfera social. Asentí cuando recibí instrucciones, así que tomé las cosas que necesitaba para la base de las crepes. Ingredientes, medidas, a batir y sin mucha ciencia. En sí era un postre relativamente sencillo, donde te podías poner más complicado era con lo que decidieras usar de relleno. —¿Qué sabores te gustan entonces? —pregunté en un espacio de silencio mientras estaba con lo de la base—. Si no comes dulces.
Podía pecar de prejuicioso, pretencioso, odioso, grosero y clasista, pero ni modo, era lo que había, la mayoría de la gente se largaba por donde llegaba luego de socializar con una pared que apenas y hablaba cuando algo captaba mi interés, de resto mi prepotencia solía consumir los espacios, digamos que tenía su gracia el que Rockefeller parecía alguien inmune a eso, y Shiori igual, aunque en modos opuestos si lo analizaba un poco, aunque me daba lo mismo. Seguí sus movimientos en lo que comenzaba a batir, eché la cabeza ligeramente hacia atras y cerré los ojos, no estaba estresado ni mucho menos, pero me relajaba un poco. —Si quieres saber algo simple que disfruto, es el limón con sal —enderecé el cuello de regreso, recordando—. De pequeño Craig me ayudaba a alcanzarlos porque mi padre los escondía en la alacena más alta. Me subía a sus hombros, y bueno, el limón era mío. Pues qué decir, desde niño me las ingeniaba hasta para esas estupideces. >>Aunque lo picante también lo disfruto. Supongo que por eso estoy tonteando contigo, ¿no?
Tenía su gracia que la rubita y yo entráramos en la misma categoría por motivos diferentes, pero supuse que no podía ser de otra manera. Acercarse a Paimon significaba tolerarlo, aunque él no tolerara a los demás y en eso, digamos, yo me había titulado hace mucho tiempo. Era un don heredado de alguien, lo sabía y lo que dijeron los chacales de mi hermano lo confirmaba, aunque la suerte de superpoder tenía que ser más antiguo. No parecía venir de la generación anterior inmediata. —¿Limón con sal? —cuestioné un poco incrédula, pero la anécdota que incluía a Suiren me hizo reír ligeramente—. Bueno, tal vez eso explique muchas cosas. Eres la definición del que come limones de desayuno. Seguí batiendo la base, me aseguré de que no hubieran grumos y la dejé a un lado antes de sacar las fresas para lavarlas, antes de picarlas. Estaba en eso cuando su otro comentario me alcanzó, solté una risa por la nariz y medio giré el rostro para poder mirarlo. —En... ¿En biología? —dudé de dónde venía el dato, pero lo saqué de todas formas, porque podía y quería—. Como sea, el picante activa en el cuerpo los mismos receptores que el calor.
No dije nada ante su comentario de limones en el desayuno aunque me recordó la vez que mi padre se lo dijo a mi madre, vete a saber, las malas lenguas decían que mi personalidad se asemejaba mucho a la de esa mujer, pero lo dudaba. Dejó la crma batida por un momento, dirigiéndose por las fresas. Esperaba que tuviese al menos pulcritud en los cortes, aunque no dije nada, recibiendo su mirada a medias con mi segundo apunte. —He leído sobre eso —hice la acotación al respecto. Digamos que la gastronomía no se trataba solo de coger el cuchillo, cortar, echar a la olla y servir; había que leer sobre los sabores, la anatomía, la reacción del cuerpo entre otras cosas—, es un receptor lo que se activa, tiene que ver igual con hormigueo en la lengua, los labios y sudoración —me despegué de mi punto de apoyo cuando el minutero continuó moviéndose. Saqué la bandeja luego de ponerme un guante, pasando el contenido a un plata redondo, coloqué entonces la charola caliente lejos de Shiori para no causar un accidente tonto típco de cocina y busqué un mortero, regresando a su lado. De igual forma se notaba que la escuela invertía dinero en los clubes, para tener este tipo de instrumentaria. Comencé a quitar la cáscara de las avellanas, para ya luego comenzar a machacarlas. Probé el sabor amargo hecho polvo, lo pasé a baño maría y comencé a medir lo que le echaba de leche a la mezcla, preguntando en el proceso: —Del 1 al 10 ¿qué tanto te gusta el dulce, Shiori?
Uno bromeaba mucho con la estupidez de que había personas que parecían desayunar limones cada mañana, así que venir a encontrar a uno de los varios amargados de tercero diciendo "me gusta el limón con sal" era para mearse. Era el equivalente a Altan soltara la misma tontería con su eterna cara de póker, si debía ser sincera. En cualquier caso, el tema murió allí. Reforzó mi argumento de lo picante y el calor, haciéndome reír por lo bajo, pero no saqué la atención de lo que estaba haciendo. Le quité las hojas a las fresas luego de haberlas lavado, busqué la tabla y un cuchillo así que pronto estuve picando con calma. —Diría que nueve —resolví a la pregunta del dulce. Me gustaba bastante, pero trazaba ciertos límites porque tampoco me gustaba terminar empalagada. También había diferencias, el dulce de los edulcorantes era bastante feo, por eso no me gustaban las gaseosas light ni los postres que usaran eso en vez de azúcar. —¿Por qué la pregunta?
Ella respondió un número bastante alto para mi gusto, por lo que comencé a mezclar el azúcar buscando un equilibrio en la preparación, preguntó luego el por qué la pregunta pero seguí revolviendo en el baño maria, apagué el fuego y con una cuchara saqué un poco del chocolate esperando a que se adecuara a la temperatura ambiente. Se veía bien la textura y el color, por lo que solo faltaba degustarlo. —Así que un nueve... Giré el cuerpo en su dirección, le llamé en un murmuro y cuando obtuve su atención con el índice izquierdo permeé el chocolate tibio sobre sus labios, con la derecha sujeté una de las bandejas libres y cubrí la visual de la cámara hacia nosotros con parsimonia, me incliné hasta dar con su boca entornando los ojos en lo que una sonrisa ladina me alcanzaba. Colé la lengua porque me vino en gana y me alejé solo cuando el dulce terminó de disolverse. Repasé sus facciones por unos segundos enderezándome y dejando la bandeja de lado. —El chocolate no sabe mal si lo como así, Kurosawa.
Comencé a cortar la fruta, escuché su comentario cuando le di mi respuesta y seguí a lo mío sin más. Estaba en eso cuando me llamó, así que bajé el cuchillo y como este chico no se quedaba tranquilo si no era un cabrón, se montó el numerito del día con el chocolate. No puse resistencia, claro, y cuando quise darme cuenta se había inclinado para besarme. Medio que me comí su sonrisa, el cabrón se coló en mi boca y lo recibí sin problema, con el sabor dulce en medio. Solté el aire por la nariz, despacio, le saqué provecho a la estupidez y cuando la cortó como si nada hubiese pasado, regresando la bandeja a la encimera, lo miré sin una pizca de vergüenza en el cuerpo. Me relamí los labios, regresé a mi tarea para terminar de cortar lo que me faltaba y reí por lo bajo. —Para ser el que recordó la existencia de la puerta abierta te estás tomando muchas libertades me parece —dije un poco al aire. Dejé las fresas a un lado, puse un sartén antiadherente en la estufa y puse el fuego sin que fuese muy fuerte. En lo que el sartén se calentaba para empezar a hacer las crepes propiamente me encargaría de la crema batida, así que saqué la batidora y tomé una de las cajas de crema, una pequeña en vistas de que éramos solo nosotros. —Aunque supongo que al menos me llevo del dato de cómo hacer que comas cosas dulces.
Retorné a mi tarea de servir el chocolate y procurar que se mantuviese a temperatura ambiente, esperando que el tiempo hiciera lo suyo para que no se fuese a dañar la base del postre. Shiori mencionó entre tanto que me tomaba muchas libertades por la puerta abierta, y en realidad lo único que me interesaba en que nadie lo supiese es que posiblemente el teatro se acabaría, pero de resto me daba lo mismo porque a diferencia de ella me daba bastante igual quién podía salir lastimado de ésto. —Supongo —murmuré con respecto a cómo podía comer dulce, y bueno, si era así el azúcar casi no me molestaba—. En ocasiones no está mal disminuir el picor de los alimentos, o eso dice mi padre. Me giré para descansar la espalda baja en nuestro lugar, con la vista hacia las cortinas de las ventanas, reposé los antebrazos de igual forma sobre el mesón, esperando debido a que solo faltaba la parte de ella y el postre estaría finalizado. Noté que el sol se mantenía a las afueras, y me pregunté como haría Craig para ir con Rockefeller al parque de diversiones si se mantenía este clima en el transcurso de los días. El terco terminería enfermo, pero bueno, era su problema.
¿Pensaba realmente en las consecuencias de esto? No en realidad, no había títulos, nombres o ataduras de ninguna clase que restringieran mi movimientos, no había una sola cuerda capaz de retener el fuego y aquí estábamos. Igual era hasta estúpido todo el teatro este de la puerta abierta, viendo que nos habíamos comido la boca en la cafetería, pero qué más daba. Escuché mi respuesta a mi comentario, pero no contesté y abrí la crema que estaba bien fría, la vertí en el recipiente junto a algo de azúcar (bastante menos de la que habría usado, la verdad) y apenas una gotita de esencia de vainilla. La batidora habría consumido cualquier respuesta de mi parte de todas maneras, así que solo me mantuve atenta, apenas me di cuenta que la crema alcanzaba la textura correcta detuve la máquina, la aparté alcé las aspas de la batidora. Despegué una de la máquina, pues había usado la mano porque era a la que estaba acostumbrada, y me acerqué para extendérsela a Paimon. —Te daría a probar como me diste el chocolate, pero como puedes ver tengo cosas que hacer todavía —dije mientras esperaba a que tomara el objeto y le sonreí, divertida. Con la estupidez de turno hecha volví sobre mis pasos, tomé la base que había preparado de antemano para las crepes y fui vertiéndola en el sartén que ya había calentado. No creía que diera tiempo de hacerlas todas y no tenía caso tampoco, así que haría unas cuatro, como mucho, y el resto de la mezcla suponía que podía dejarla refrigerada. A este paso mi almuerzo sería un postre, pero tampoco importaba tanto. —¿Cómo está Craig-senpai? —pregunté mientras colocaba la primera en un plato y apenas preguntarlo tuve una suerte de epifanía—. Podríamos prepararle una, tal vez. Bueno, queda mezcla para varias, si quisieras traerlo después de clase puede comer lo que quiera... También la muchacha rubia del otro día, la que te saludó. Lo solté como si nada, pues porque también me hacía algo de gracia todo esto de la rubita con pintas de Tinkerbell revoloteando a su alrededor, pero también lo dije porque era esa clase de persona. Tal vez Paimon no pensara mucho en la chica, los permisos que parecía cederle, pero yo sí. Por ello venía en el paquete con Suiren.
Entre lo que pensaba un par de tonterías Shiori siguió con sus deberes. El sonido de la batidora se detuvo por lo que imaginé y ya tenía la consistencia esperada, noté que la apartaba, despegó una de las aspas y se acercó. Estiró el objeto en mi dirección, lo sujeté por no dejarla con la mano extendida más que nada y soltó que me daría a probar como lo hice yo con el chocolate pero en resumidas cuentas que no tenía tiempo ahora. —Aburrida —murmuré dejando la aspa de lado sin probar nada, porque caprichoso -aunque lo negara- se nacía, no se hacía. Luego de que regresara sobre sus pasos con la sonrisa que le surcó la cara seguí mirando al punto muerto de las ventanas. Suponía que le sobraría mezcla para los crepes, era más o menos lo mismo con el chocolate, pero podrían re-utilizarlo si alguien más usaba este espacio. Preguntó por Suiren, la miré por el rabillo del ojo, mencionó el darle una a él y la sombra de una sonrisa me alcanzó las facciones; el albino estaría contento con eso, luego mencionó a Rockefeller. —Bien, ahí andando —pasé de responder sobre guardarle a ese par, porque bueno, a Suiren no tenía problemas de darle uno, pero otra cosa sería llevarle a Ilana un postre sobre el pupitre, ni que me estuviera pagando por eso—. Supongo que Craig puede dárselo, ya la invitó a salir y todo así que se ajusta más si lo hace él —agregué como si nada, a fin de cuentas la cosa no era conmigo. Aparte de eso, este postre iría de parte de Shiori, no mía, como fuese.
Me llamó aburrida cuando no quise darle a probar la crema batida como se le habría antojado y reí para mí misma, entretenida con todo el cuadro. Visto desde fuera tenía su gracia, para que pareciera importarle tan poco el mundo que lo rodeaba o para sentirse tan superior a todos los desgraciados que lo rodeábamos parecía ser bastante caprichoso. Suponía que tenía sentido, pues al final del día seguía siendo un ricachón de estos. En lo que me contestaba lo de Suiren, porque pasó de lo demás, saqué la segunda crepe y seguí a ese ritmo. Por alguna razón dio vueltas de forma extraña sobre lo del postre para la chica rubia, dijo que Craig podía dárselo, que la había invitado a salir y yo giré el rostro en su dirección, contrariada, mientras giraba la crepe en el sartén. —¿Qué la invitó a salir? —repetí, incrédula—. ¿Y ella dijo que sí? Parpadeé, sorprendida, y negué suavemente con la cabeza volviendo la atención a mi tarea. —No quisiera llevarles ahora porque no podrán comer y la crema batida acabará derretida, así que mejor dejemos las cosas aquí y a la salida subo a buscarlos —dije después de pensarlo a fondo—. Les diré que preparé algo en el receso y que va de mi parte. De excusa para traerla a ella tengo que ya asumí que se junta con ustedes.