Club de cocina

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 16 Abril 2020.

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    Insane

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    Le recibí el tenedor sin mucha complicación, ya qué putas, si ya había agachado las orejas como un marica por un poco de comida qué me iba a poner a arrebatarselo de patán o algo similar, aunque si me quedé de pie.

    —En otro plato, ni que fuéramos cercanos...

    Saqué el móvil que me llevaba vibrando un par de veces en el bolsillo. Eran notificaciones de Instagram como tal, a las cuales les eché una ojeada superficial para luego dejar el celular sobre la isla, recibiendo su pregunta.

    —¿Eh? —murmuré incrédulo, pues hasta los perros tenían nombres, pero no veía nada importante el saberlos—. Aleksander... Hal —continué en el mismo estúpido tono de voz, dudando como tal si devolver la pregunta—. ¿Y usted?
     
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    Había dejado de resistirse, no a mí, si no a sí mismo con tanta fuerza y eso me permitió aflojar un poco las contenciones que había colocado en mi propio comportamiento para evitar detonar el suyo. Su respuesta me hizo asentir con la cabeza y le dediqué una sonrisa antes de retirarme para buscar otro plato. Habían repuesto los que yo había destrozado hace semanas, así que era como si no hubiese pasado nada.

    Regresé con el plato y una cuchara para poder pasar la comida. Le puse la porción de pollo, junto a una buena cantidad de todo lo demás mientras escuchaba que me decía su nombre por fin, a pesar de que no le parecía necesario o lo que fuese. Dejé el plato frente a él para buscar uno de los bancos altos y sentarme, era más baja así que no sonaba tan rentable quedarme comiendo de pie, si él quería hacerlo pues era libre.

    —Espero te guste la comida, Hal-senpai —dije bastante más tranquila al poder asignarle un nombre al sufijo por fin. No me preocupé demasiado de que acababa de tratarme de usted, aunque sí al hecho de que se había presentado en el orden occidental así que hice lo mismo, para evitar algún lío como el que había pasado con Zoldryck—. Shiori Kurosawa.

    Tomé los palillos que había dejado sobre la isla y acerqué el bento, revolví un poco el arroz antes de llevarme el primer bocado.

    —¿Eres nuevo? —pregunté sin sacar la atención de la comida y sacudí un poco la cabeza al darme cuenta de que estaba metiéndome demasiado para su gusto, quizás—. Lo siento, solía pasar mucho tiempo con los de tercero, los conozco a casi todos de vista.
     
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    Insane

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    Seguí sus movimientos con la expresión de desconfianza, como siempre, en lo que servía la comida en otro plato tal y como lo había dicho, por lo que terminé deslizando las pupilas nuevamente lejos de ella en lo que terminaba. El estómago me sonó una vez más y ya por pura manía rezongué en voz baja.

    Tenía la puta vergüenza plasmada en las mejillas tenuemente coloradas, pero más que eso, tenía la jodida hambre alborotada, lo que me produjo algo de la jodida ansiedad, viendo cómo ella ya me dejaba el almuerzo al frente.

    No había tenido ni una mierda de delicadeza en esperar a que ella trajes el banco o algo, puesto que ya llevaba la primera cucharada a la boca; mastiqué y tragué en lo que entornaba los ojos.

    Sabía jodidamente bien, y no tenía ni puta idea si era por las tripas vacías o porque en realidad está niñita cocinaba bien, o su familia, vete a saber.

    En lo que me metía la segunda cucharada a la boca pestañeé, recorriendo ahora sí sus facciones para luego tragar y volver a hablar.

    —No eres la típica idiota japonesa —susurré volviendo las pupilas a la comida—. Esto... No se lo comentes a nadie —casi que siseé, metiéndome un pedazo del pollo en la boca.

    ¿Nuevo?

    Estuve por responder de puro impulso como el idiota que era pero ella misma me frenó, así que apenas y logré de forma inútil seguir el hilo.

    —No me hablo con los de otras clases, así que ni puta idea porque ni de vista me fijo en los de tercero —me relamí los labios en lo que trataba de coger una de las estúpidas verduras, ya que a decir verdad, si lo pensaba, ni con los idiotas de mi clase hablaba—. ¿De qué grado sos?
     
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    Entendía que el pobre desgraciado seguía avergonzado por todo el rollo de la comida, por eso seguía sin mirarlo más de un par de segundos, porque no venía al caso. Tampoco me importó que hubiese empezado a comer sin mí ni nada, había comido sola tantas veces que ese tipo de cosas dejaban de importar y a la larga lo único que implicaba algo era compartir el mismo espacio con alguien, aunque los tiempos no coincidieran.

    Mis tiempos nunca coincidían con los de nadie de por sí.

    Estaba masticando el arroz que me había llevado a la boca cuando su comentario atrajo mi atención, lo tosco del mismo me arrancó una risa baja y tomé una verdura con los palillos para llevármela a la boca. Apoyé el peso del costado del cuerpo contra el borde de la isla de la cocina, me desinflé los pulmones y volví a hablar.

    —No lo soy —atajé a la primera parte, lo de que no era la típica idiota japonesa—, de hecho podría ser debatible que sea incluso más idiota que el promedio. En cualquier caso, no voy a decirle nada a nadie, no es como que tenga a quién decírselo tampoco.

    Volví a revolver el arroz para poder tomar un puñado con los palillos mientras escuchaba el resto de su respuesta, no era ninguna sorpresa en sí misma con lo huraño que parecía. No hacía falta que respondiera a eso como tal, lo sabía, pero no podía quedarme quieta y eso era algo que ya este chico había notado, de allí su comentario de que no era como el resto de japonesas.

    Era demasiado metiche, ¿cierto? Insistía en ofrecerme a los demás y a derribar las paredes de esos capaces de arrancarme la mano de un mordisco.

    —No te pierdes de la gran cosa, si debo ser honesta —dije como si nada, antes de pasar a lo otro—. Voy en segundo. Tampoco me detengo demasiado en relacionarme con mis compañeros, así que al menos estamos en la misma página.
     
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    ¿Más idiota que el promedio? Bueno, si ella lo decía había de ser por algo, pero en lo que respectaba a mi imagen de ella era mucho menos idiota que el resto. La amabilidad era algo en lo que no solía confiar, de por sí prefería ver lo peor de alguien que lo mejor, porque a la final les ponía un puto manto encima que lo encubría para no creerle a nadie las intenciones.

    Vaya mierda.

    —¿Mucho perdedor en tercero? —pregunté porque sí, pues si decía que no me perdía de nada debía ser por algo, y la curiosidad de mierda un poco si que se asomó en lo que buscaba las últimas verduras, masticándolas al llevármelas a la boca—. Y yo que te veía como una reinita más, este colegio de mierda está lleno de gente rica.

    Solté con la brusquedad de costumbre, limpiándome el borde de la boca con el pulgar derecho, poco me imaginaba que la niñata esta pertenecía a esa bola de gente que mencionaba.

    >>Estar en segundo debe ser una porquería.

    En realidad, quería que la maldita escuela se acabara rápido para buscar un mejor trabajo, así que entre más atrás se estuviese, más lo veía como lo harto del mundo.
     
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    Mi comentario había sido un poco ambiguo, eso lo sabía, y es que su única raíz era precisamente la forma en que me acercaba a personas como él sin que siquiera se me alterara el pulso. Ya había visto el resultado, lo había palpado de forma más real de la que me hubiese gustado, y aunque sabía que no todos los amargados tenían que estar metidos en rollos raros, bueno, como mínimo debía comenzar a mostrarme recelosa o algo.

    Pero allí estaba, tan fresca.

    Eso era de idiotas o de suicidas, vete a saber.

    Su comentario de que me veía como una reinita más me sacó una risa, no fue especialmente estridente ni nada, pero me relajó el cuerpo y balanceé las piernas suavemente en lo que negaba con la cabeza.

    —Podría decirse. No todos son malos, vaya, solo digo que... una mayoría o son promedio o son un problema —respondí a la primera parte, lo de si habían muchos perdedores en tercero—. Hay muchos ricachones, sí. Yo entré por una beca en realidad, en primero era un poco chocante. Los ricos, bueno, solo digo que parecen ignorar que es difícil vivir en sí.

    Había sonado como una vieja, ¿no? Qué más daba.

    Revolví un poco la comida que me quedaba, me acabé el arroz y las verduras, dejando el pollo para el final sin razón en especial. Acababa de llevarme el primer trozo a la boca cuando soltó lo de que estar en segundo era una porquería y me encogí de hombros mientras masticaba.

    —Es aburrido, eso es todo. No diría que sea una tortura, pero me entiendes. —Me desinflé los pulmones y ahora sí busqué sus ojos—. Ahora es cuando me dices que tercero es igual de sin gracia, ¿a que sí?
     
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    Me tensé ligeramente en cuanto se empezó a reír. No entendía el chiste así que solo chasqueé la lengua mientras continuaba comiendo, relajándome apenas en cuanto dijo que estaba por una beca. No sabía exactamente por qué me hacía un mapeo de que quizá la tipa no era muy social y mantenía sola -y podía estar más equivocado que la mierda-, y vete a saber por qué mierda eso me hacía sentir menos arisco que con el conejo blanco de 3-2. Quizá porque esa si era una reinita de arriba a abajo, y las reinitas en lo que respectaba eran lo más hipócrita que me podía encontrar por el camino.

    —Sí, es bastante harto —murmuré deparando apenas en sus ojos, por primera vez en la tarde—. Shiori dijiste, ¿no? —desvié los ojos entonces, de nuevo—. ¿Qué significa tu nombre?

    Finalicé el almuerzo que me había dado la chica esta y dejé el tenedor sobre el plato, casi con recelo busqué el lavaloza. Era un testarudo de mierda, pero casi toda mi vida había trabajado en restaurantes o comida rápida, y sabía lo harto que era estar lavando así que la miníma mierda que podía hacer era dejar las cosas que había utilizado limpias.

    >>¿Dónde encuentro una estúpida esponja?
     
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    Si hubiese sabido que una parte de él me estaba comparando justamente con Jezebel Vólkov, hubiese tenido que derrumbarle un poco las ideas, sí era cierto que Vólkov podía permitirse pagar esta escuela, su tío trabajaba para el padre de Altan después de todo, pero era mucho más transparente y genuina en su actuar de lo que podía ser yo la mayoría del tiempo. Era, de hecho, demasiado transparente para su propio bien.

    Yo podía no estar forrada en dinero, pero las circunstancias me habían moldeado y de ahí que dudara de mi propio altruismo, si es que existía. Era posible que para el final de la tarde me estuviese preguntando si le había compartido mi almuerzo para no desperdiciar y porque era claro que estaba buscando algo de comer, o si lo había hecho para hacerlo comer conmigo, así no lo conociera de nada y fuese un amargado.

    Una opción era algo más desinteresada que la otra y eso me perseguía.

    Su confirmación de que tercero era igual de harto me hizo suspirar con pesadez, no había molestia real. Había reparado en mis ojos por primera vez, me había dado cuenta, y la tontería me alegró un poco aunque no lo demostré, antes de desviarlos preguntó por mi nombre y quedé algo fuera de base. No entendía del todo por qué preguntaría eso, con lo huraño que parecía, pero tampoco vi por dónde negárselo así que utilicé la mano libre para trazar el Kanji sobre la superficie de la mesa con la yema del dedo.

    —Significa guía —dije en voz baja, volviendo la atención a los últimos bocados de comida que me quedaban—, o marcapáginas.

    Había pretendido vivir bajo las expectativas de un solo kanji desde hace años, ¿no?

    Su pregunta de la esponja era obvia, pretendía lavar el plato y pensé que era más grosero pretender detenerlo, así que me quedé quieta. Me puse a hacer memoria, eso sí, porque llevaba semanas sin estar allí y algunas cosas menos importantes de la ubicación de las cosas se me olvidaban.

    —La puerta bajo el fregadero, debería estar la esponja y el jabón.

    Me llevé el último trozo de pollo a la boca, mastiqué con calma y solté el aire con la nariz, satisfecha. Le di vueltas a un pensamiento varias veces, pensando si me estaba pasando de idiota o no, pero acabé por soltarlo de todas formas.

    —Hal-senpai. —Lo llamé, no pretendía que voltease a mirarme ni nada y de hecho yo misma arrojé la vista a cualquier otra parte que no fuese su silueta en lo que soltaba la pregunta—. ¿Si otro día vuelvo a traer comida de más almorzarías conmigo de nuevo?
     
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    Insane

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    Los nombres japoneses eran por demás extraños, sin embargo en el trabajo de mierda que tenía en la pizzería se volvían muy comunes, aún así el suyo si que no lo había escuchado ni en las calles que concurría, y vaya que los putos japoneses tenían esos prefijo extraños para decorar los nombres luego de mencionarlos. Y a la final como perro arisco seguía teniendo una puta nariz curiosa, recibiendo su respuesta a lo que me pareció simple pero... de igual forma bastante extraño.

    Porque un marcápaginas; tenían que estar drogados sus viejos para eso, al menos guía sonaba más acorde a no sé qué de la realidad.

    Me giré entonces con el plato en la palma de la mano derecha. Estaba acostumbrado a cargar con bandejas así que casi y fue en automático. Busqué donde la niñita me dijo y efectivamente encontré el jabón y la esponja, abrí entonces la llave y me puse a lavarlo ya con la boca cerrada, reinando el silencio por varios minutos hasta que finalicé, enterrando las manos en los bolsillos con todo el propósito de largarme sin más, pero me llamó de esa forma rara que solía escuchar, haciéndome que frunciese el ceño ligeramente hasta que continuó con la pregunta y mi cara terminó siendo de confusión pura.

    ¿Qué putas le beneficiaba el invitarme otro almuerzo?

    Me quedé quieto por unos minutos y terminé relajando los hombros en lo que desviaba la mirada. No solía tener mucho dinero en el bolsillo desde las últimas llamadas de mi vieja, así que si podía aprovecharme de ella aunque fuese en pocas ocasiones teniendo la propuesta en bandeja, ni que fuera idiota para negarme.

    >>Si somos solo los dos, sí, boba.

    Le di la espalda entonces, enterrando las manos en los bolsillos. No era bueno despidiéndome, ni saludando, ni hablando ni ni mierda, así que tan solo la miré por un momento antes de salir por la puerta y luego me largué. Había sido extraño, como su nombre, pero ya tenía el estómago lleno, al menos...

    Por aquí cierro con Aleksander <3
     
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    Insane

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    Mi padre había decidido que el día de hoy sería gracioso para mí, sarcásticamente hablando, claro. Cada cierto tiempo tenía la manía de empacarme algo curioso en de almuerzo, la última vez había sido hace tres meses, y en esta ocasión parecía que se había esforzado más de lo esperado. No tener una mujer al lado como que le dejaba mucho tiempo libre. Bajé las escaleras con el bento en mano, noté al chico tatuado subir las escaleras con la rubia que me había contado Craig en su momento, y seguí de largo en el pasillo del primer piso.

    Recordaba ver un panfleto el primer día de clases, claro, un panfleto que parecía y cogería moho en cualquier momento, por lo que suponía y dicho sitio estaría más abandonado que la habitación que guardaba mi padre para mi hermana en casa, según él, ella planeaba visitarnos en vacaciones, según yo, ella planeaba irse de fiesta, viaje, playa y chicos para dichas fechas, pero cada quién pensaba lo que prefería, y no me metería en eso.

    Encontré dicho lugar y me adentré. A diferencia de lo que había pensado había un muchacho dentro, además de que el lugar estaba claramente limpio, habían quitado cualquier rastro de polvo y las ventanas estaban abiertas, más de lo que quisiera con el sol que estaba haciendo, pero ni modo, si pensaba hacer lo que mi papá me estaba diciendo necesitaba luz, no iba a ser tan tonto como para lastimarme en el proceso. Saludé de un movimiento de cabeza al chico y me posicioné en la mesa de la esquina del lado contrario a él. Dejé el bento sobre la superficie plana, sacando el móvil para ver la conversación con mi progenitor.

    No tenía problema con más personas por ahí, asumía que venían también a algo en concreto.

     
    Última edición: 24 Septiembre 2023
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    Gigi Blanche

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    Las clases transcurrieron con normalidad, suponía, aunque había perdido parte de los ánimos que había conseguido fabricar hasta ayer. Escaparle a la realidad era una ilusión, bien lo sabía yo. Siempre encontraba la forma de morderte los talones, de relampaguear y oscurecer el mundo. Fuera súbito, fuera constante, le bastaba un parpadeo para afianzar el recordatorio e irse. Dejaba mal sabor de boca.

    Me levanté con cierta pereza tras oír la campana, resoplando. Sentía las manos atadas y era frustrante, la verdad. No creía que me correspondiera meter el hocico y temía empeorar las cosas si lo hacía, pero tenía ojos y sentido común; tenía, lamentablemente, un archivo especial para el tal Sonnen, y verlo tan quieto durante todo este tiempo me había encendido de por sí las alarmas. La sutil advertencia de Kohaku acabó de alimentar la paranoia. La despertó de su letargo y ésta se sacudió, nerviosa.

    Salí del aula y mientras alcanzaba el primer piso colé la mano en el bolsillo, haciéndome con las llaves que Emily me había facilitado. Tampoco quería recibir a Verónica con esta cara, así que tocaba barrer la mierda bajo la alfombra y fabricar una sonrisa. Era experto en eso, ¿no?

    Me había tomado la tarde de ayer para venir, ventilar, limpiar un poco y revisar tanto los ingredientes como los utensilios disponibles. Dejé la mochila sobre la mesa y comencé a extraer aquello que había traído para hacer las galletas. La sala estaba bien equipada, no hizo falta mucho. Acomodé un bowl con su batidor de mano, los medidores, la harina, el azúcar, la sal, los colorantes. Busqué una bandeja metálica y dejé precalentando el horno. Caminé un poco en línea recta, indeciso, mientras el silencio de la habitación se agolpaba contra mi cuerpo. Me detuve, acomodé apenas un frasquito y suspiré. ¿Por qué estaba dudando?

    ¿Por qué era tan imbécil?

    El sonido repentino de la puerta me sobresaltó. Un chico, un compañero de clase, más bien, se coló en la sala y lo saludé por inercia con un asentimiento de cabeza. No quise husmear mucho, sólo noté que se ubicó al otro extremo de la mesa y me pregunté si sería miembro del club. Aunque... se había transferido apenas el otro día, ¿no? Descarté las divagaciones, en sí no eran importantes, y carraspeé en voz baja. Clavé los codos en la superficie y me incliné en consecuencia, desbloqueando el móvil. Ubiqué el chat de Verónica.

    Ya se lo había prometido, no iba a echarme atrás.

    Asumiré que no olvidaste mi solicitud de esta mañana
    Puedes bajar al primer piso, te estaré esperando
    Ojalá vengas con hambre, Shiro-chan


    Le agregué el sticker de un perrito y volví a resoplar, intentando una y otra vez quitarme aquel peso del pecho. Confiaba, al menos, que pasar el receso con ella me ayudaría a distraerme, aunque no sabía hasta dónde eso era justo.
     
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    Zireael

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    Me tomé unos minutos antes de salir de la clase, no estaba segura de querer asolearme tanto pero al final decidió por lo menos cambiar de espacio. Con el buen tiempo mucha gente comía afuera, así que la cafetería estaba un poco menos saturada y era más sencillo encontrar algún asiento, así que por lo menos podía intentarlo. Recogí mi almuerzo, la botella de agua y dejé el salón sin prisa.

    No usé el ascensor porque me pareció una tontería para el trayecto que iba a hacer, en su lugar bajé por las escaleras y al husmear el pasillo de la primera planta fruncí el ceño cuando vi a Paimon entrar al club de cocina sin más. A ver, imaginé que podía haberle dicho a algún funcionario que le abriera y habían accedido como solían hacerlo si el estudiante no tenía pinta de hacer cosas raras, pero a mí me pareció extraño igual porque solo entró como si nada.

    Apresuré un poco el paso, pero comencé la frase un instante antes de corroborar si había alguien aparte de Paimon, así que no me di cuenta de ello hasta que ya había soltado todo con cierta urgencia.

    —No sé por qué está abierto, hace mucho le di las llaves a Hodges-san. —De no haber notado al otro chico seguro habría seguido hablando diciéndole que podía quedarse en tanto limpiara antes de irse. En cualquier caso, el otro muchacho era cabello oscuro también y no me sonaba de nada—. Perdón, no quise interrumpir.

    Me mirara o no de inmediato el caso fue que hice una reverencia bastante automática, a ver se suponía que había pasado mucho tiempo en este club y tal pero entrar cuando había alguien adentro me pareció feo. De verdad esperaba no haberlo molestado, si estaba allí era porque Emily le había dado las llaves de por sí o por la otra opción que había pensado, de la manera que fuese el punto era que él estaba primero y por tanto la disculpa me parecía la opción decente.
     
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  13.  
    Insane

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    Lo cierto era, que solía ensimismarme fácilmente, por ende al ver el espacio con la puerta abierta asumía que era algo a lo que cualquier persona tendría acceso, aún no conocía la dinámica de los clubes y al no ver un grupo pensé que el muchacho estaba por algo puntual ahí dentro -como yo-, tampoco tenía interés como tal en ello pero recordé lo que me había dicho Craig, que tuviese encuenta que todo acá era muy protocolario, y con la entrada abrupta de Shiori di cuenta de ello.

    Subí inicialmente la mirada hasta ella, dando con la reverencia por lo que luego la posicioné en mi compañero de clase. No era bueno con los nombres, pero si recordaba los rostros.

    —Por cierto, ¿puedo usar este espacio? —pregunté entonces al chico, vete a saber si tenía todo reservado y no me lo decía de entrada por pena o algo.

    El mensaje de papá era bastante largo, tanto así que el rato que me la pasé con la mirada en el móvil no había terminado de leerlo, por lo que preferí validar si podría o no hacer lo que él me indicaba, de lo contrario terminaría comprando algo en la cafetería.
     
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    Bruno TDF

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    Descendí por las escaleras tarareando una canción por lo bajo, con una expresión tan embelesada en el rostro que llamaba la atención de algunos estudiantes que se cruzaban conmigo. Me sentía muy animada, no cabía duda de que estaba siendo uno de mis días más alegres desde que entré a la academia. ¡Y como para no disfrutar de este buen humor...! Si todo el asunto tenía que ver con artes marciales y mi oportunidad de enseñar técnicas emocionantes. Considerando lo transparente que solía ser mi carácter, debía notarse un poquitito de más esta alegría que me impulsaba, de ahí el recibimiento de miradas tan variadas, como cuando repartía los folletos.

    Al alcanzar el pasillo del primer piso, caí en cuenta de que no sabía a dónde debía dirigirme específicamente. Miré a mis alrededores con ojo avizor, bien dispuesta a hallar algo que me diese una pista para encontrar a Fuji. No la encontré enseguida, pero tuve la fortuna de distinguir un hermoso manto de cabello a la distancia. Tan oscuro que casi no reflejaba la luz que lo alcanzaba; era imposible no adivinar quién era la persona que avanzaba por el pasillo. Me sentí ciertamente ilusionada por verla de vuelta. Seguí los pasos de Shiori con la intención de saludarla y preguntarle si necesitaba algo de su valerosa senpai, pero entonces desapareció de mi vista tras atravesar una puerta.

    No me sorprendí al leer el cartel que rezaba "Club de Cocina". Porque, para ser honesta, algo estuve sospechando desde la mañana. ¿Significaba eso que la emoción fue un poco más leve? ¡Nop, para nada, porque llevaba varios días esperando que este momento llegara! La alegría no tardó en trasladarse a la sonrisa con la que abrí la puerta.

    El club de cocina se veía resplandeciente de tanto orden y brillo, supuse que había pasado por una limpieza reciente. Había mucho equipamiento, varios utensilios a la vista y, en general, era muy amplio. Muy, muy bonito lugar.

    Recorrí a los presentes con la mirada, sin abandonar mi sonrisa. Además de Shio, Pai también se encontraba en el lugar; los saludé a ambos con un movimiento suave de la mano, acompañado de un jovial "Good afternoon!". Fuji aguardaba desde el extremo opuesto de la mesa que ocupaban. Al posar los ojos sobre él, en mi expresión brilló una cuota extra de alegría. Había muchas cosas enfrente suyo y todo indicaba que este momento finalmente había llegado.

    La clase de hornear galletitas.

    Alcancé al chico en unas pocas zancadas.

    —Hola de nuevo, Fuji —dije, mientras lo tomaba de la mano como solíamos hacer; le sonreí con calidez—. No llegué a decirtelo, pero gracias por ayudarme esta mañana con los folletos, creo que hemos hecho un excelente trabajo —levanté un pulgar para aprobar nuestro desempeño en los casilleros, tras lo cual eché una miradita a los ingredientes y utensilios de la mesa: azúcar, harina, sal, batidor y más elementos que se veían demasiado complejos para mí—. Mmh, cuántas cositas —sin darme cuenta, mi mano se afianzó un poco más en la suya, ya que me sobrevino una oleada de ilusión. Volví a mirarlo—. ¿Falta algo? ¿O está todo listo para comenzar esta master class?

    Últimamente utilizaba más expresiones en mi idioma natal, se ve que me había quedado la costumbre desde la conversaciòn en inglés con Ali-chan.
     
    Última edición: 25 Septiembre 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Tanto el chico como yo estábamos básicamente pegados a nuestros móviles, así que no pasó nada hasta que la puerta se abrió. Verónica aún no había respondido mis mensajes y de todos modos esperé que se tratara de ella, pero no fue el caso. Una muchacha ingresó hablándole directamente al otro tío, luego reparó en mí y le dediqué una sonrisa sosegada de inmediato. Las llaves me habían quedado en la mesa, así que las enganché en mi índice y se las mostré, agitándolas suavemente en el aire.

    —Misterio resuelto —bromeé con liviandad.

    Tanto su disculpa como la pregunta del otro moreno se solaparon, a su vez el móvil me vibró en la otra mano y le eché una ojeada a la vista previa de los mensajes antes de contestarles. Bueno, eso respondía a mi duda de si eran miembros del club o no; el muchacho, al menos.

    —Claro —accedí, de todos modos no tenía potestad alguna sobre ese espacio y si tocaba compartirlo, pues tocaba compartirlo—. No te preocupes, técnicamente yo también ando de colado.

    Más allá de lo que dijera o la liviandad que le imprimiera a mi voz, sí me incomodaba un poco encontrarme con más gente ahí. Pero bueno, no había nada que hacerle. Dejé las cosas en la mesa y me sobé brevemente el tatuaje en la nuca sin ser del todo consciente, volteándome luego con la excusa de revisar los ingredientes dentro del refrigerador que había dejado allí porque necesitaban cadena de frío. Por suerte, Vero vino rápido.

    Ya para la tercera apertura de puerta me esperaba al presidente de los Estados Unidos antes que a la chica, pero sí fue ella. La recibí con otra sonrisa sosegada y sentí que el nudo de mi estómago se relajaba un poco, ahora que estaba ¿justificada? mi presencia allí. Me tomó de la mano al instante, el gesto me pilló un poco en frío por el cacao mental reciente pero no lo demostré ni dije nada. Vero siguió hablando y me distraje allí, riendo brevemente al verla alzar el pulgar.

    —De hecho, me ofende no haber recibido una invitación formal —bromeé en voz baja, refiriéndome a la repartija de folletos, y luego repasé los elementos de la mesa junto a ella—. Pues... sí que falta algo~

    Le lancé una mirada de soslayo, divertido, y me desprendí de su mano. Me agaché frente a la mochila que había quedado a mis pies e hice un bollo lo que había agarrado para que ella no lo adivinara. Me erguí, entonces, y me posicioné detrás suyo para desplegar el delantal frente a su cuerpo, acomodándolo en su cuello y quitándole el cabello con delicadeza. Era de su talla (o más o menos, por lo que había podido calcular) y no me había resistido a comprarlo cuando vi el motivo. Tenía, literalmente, mini uniformes de artes marciales repartidos por toda la superficie blanca.

    —No queremos que se ensucie tu uniforme, ¿verdad? —convine en voz baja, tras pasar las manos por su cintura para pillar las cintas y anudarlas a su espalda—. ¡Listo! Totalmente protegida y preparada para hornear galletas.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    El muchacho no puso problema y yo no era de darle vueltas a los asuntos, me apegaba a lo que me decían si tenía un interés de por medio, por lo que regresé la vista al móvil. Repasé los ingredientes que me había escrito enlistándolos, los cuales ya traía en lo que debería ser el bento. La cuestión fue que llegué hasta el final, leyendo la nota que contaba con un sticker de un guiño.

    Te recomiendo compañía, de lo contrario no almorzarás hoy.

    Quería decir que... alcé la mirada de nuevo dando con Verónica al abrirse la puerta. Le saludé también con un asentimiento de cabeza; la recordaba de unos días atrás, y bueno, la muchachita era muy dulce, para qué mentir. Noté también que iba hacia el muchacho de mi clase por lo que la descarté, y repasé a Shiori con la vista, llamándola con un movimiento de mano, invitándola realmente aunque ésta osara a creer que alguien como yo podría dejar algo sucio luego de utilizarlo. Esperé a que estuviese lo suficientemente cerca para no tener que alzar la voz.

    —¿Me ayudas? —pregunté con la tonalidad fría de costumbre, girando el móvil hasta su vista. Era, como ya había pensado, un mensaje muy largo, por lo que esperaba y solo leyera el final, aguradé con calma a que sus ojos ascendieran a los míos, para demandar en lo que sacaba una liga de mi bolsillo al acostumbrar llevar un par por tener el cabelo medianamente largo, y aunque ya lo traía recogido ella no, por lo que se la extendí—. Necesitamos dos delantales, una tabla, un cuchillo, un sartén, y una cuchara... por ahora.
     
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    Zireael

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    Vete a saber si mi comentario o la urgencia en mis palabras le habían dado algo de consciencia de los alrededores a Paimon, porque le preguntó hasta ese momento al chico si podía usar el espacio y yo me quedé quieta, esperando por si tenía que llevármelo o algo. Técnicamente el otro muchacho estaba primero, si prefería que nos fuéramos la verdad era que estaba en su derecho decirlo porque si era honesta suponía que debía ser incómodo que dos personas salieran de la nada a invadirte el espacio que habías reservado con antelación.

    La livianidad de su respuesta al mostrarme las llaves resolvió la incógnita, pero me añadió esa otra duda existencial y aunque dijo que Paimon podía quedarse, bueno, yo me pregunté hasta dónde era cortesía para ahorrarnos la parte de "No, vete". Igual no le iba a debatir nada a un desconocido, esa decencia me quedaba, así que solté el aire por la nariz.

    —Gracias —le dije porque el otro no lo hizo.

    Cuando otra persona ingresó estuve por sentir pena por el pobre muchacho, porque había acabado un montón de gente aquí metida y le íbamos a joder el rato de cocina terapéutica o lo que fuese. El caso era que la que había llegado era Verónica, la albina que se nos había sumado en los casilleros el otro día, nos saludó le regresé el gesto y la muchacha siguió hasta el chico al que ahora pude darle un nombre. En realidad asumí que no era su nombre o su apellido completo, viendo la actitud de la chica, pero era mejor que nada.

    No les presté más atención porque me sentí muy chismosa, pero también porque noté el gesto de Paimon y me acerqué todavía algo contrariada con la idea de interrumpirles la reunión a... Pues vaya, no me quedaría más que referirme a ambos por los nombres que había conseguido, Fuji y Verónica a secas. En fin, que no quería estorbarles pero el otro ya estaba bien pancho aquí.

    Preguntó si le ayudaba, la solicitud fue media extraña viniendo de él pero cuando leí el final del mensaje digamos que tomó algo de sentido, aunque casi nada. Suspiré con algo de resignación, dejé mis cosas en la mesa que había ocupado Paimon y mapeé el espacio para recordar dónde estaba cada cosa. Un poco sin querer había ignorado la liga para el cabello que me ofreció, me puse en marcha y mientras me movía había alzado toda la cascada de carbón, la giré sobre sí misma y la sostuve con otro mechón. Cualquiera diría que se desarmaría al instante, pero no fue el caso.

    Con el cabello fuera del camino me lavé las manos, busqué lo que había pedido y lo posicioné todo en el espacio. Lo miré entonces, serena, y deslicé la vista hasta el gancho donde descansaban los delantales.

    —¿Y bien? —pregunté, reposando el peso del cuerpo en el borde de la mesa.
     
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    Bruno TDF

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    Contuve la risa suave al oír su broma, ante la que respondí con una marcada expresión de inocencia y poniendo ojitos brillosos como para reafirmarla. Noté cómo repasaba los elementos de la mesa y, al imitar la dirección de su mirada, volvió a vibrar la emoción dentro de mí… Llevaba bastantes días esperando esto, prácticamente desde nuestro encuentro en el Dojo. Pensé que no podía sentirme más encantada de lo que ya me estaba sintiendo ahora mismo…

    Pero eso fue una feliz equivocación de mi parte.

    El chico se agachó frente a una mochila a sus pies, de la misma sacó un bollito bastante llamativo y se colocó a mis espaldas sin darme la chance de adivinar la sorpresa. Un manto de tela hizo sombra sobre mis ojos, antes de ocupar la parte delantera de mi cuerpo. Una tira suave se posó sobre mi nuca y… sentí las manos de Fuji acomodando mi cabello... El contacto fue tan delicado, tan amable, que hizo descender mis párpados de forma casi involuntaria. Lo escuché hablar mientras sus dedos pasaban por mi cintura para asegurar, en mi espalda, el delantal.

    Al abrir los ojos y ver el motivo estampado en la tela… me giré hacia él, un poquito boquiabierta.

    —Fuji… Esto… ¿Es para mí? —dije por lo bajo, sorprendida; tomé la parte inferior del delantal para mirar mejor los uniformes de artes marciales reluciendo en la blancura, reconocí con facilidad las disciplinas a las que pertenecían. Cuando regresé mi mirada hacia el chico, sonreía de oreja a oreja, mientras por dentro me sentía muy suavecita— Gracias... Me encanta, es hermoso. Me encanta muchísimo —me reí por lo bajo, demasiado contenta por tan dulce detalle.

    >>Ah, pero necesitamos uno para tí también —señalé casi en un murmullo, hablaba en voz baja porque noté que Fuji hacía lo mismo y, para ser honesta, no quería distraer a Pai y Shio con mi desbordante energía.

    Detecté un gancho del que pendían delantales que, de seguro, pertenecían al Club de Cocina. Supuse que no habría problemas en tomar alguno prestado, por lo que fui y me hice con uno de elegante color oscuro, que le iba a quedar perfecto a Fuji. Al regresar a la mesa, me coloqué enfrente suyo y, poniéndome en puntas de pie, alcé los brazos para pasar el delantal por su cabeza. Estiré la tela en su torso y, como no podía ser de otro modo, tuve que colocarme a sus espaldas para anudar...

    Las serpientes de su nuca, una vez más, se abrazaban frente a mis ojos.

    Las miré con una sonrisa enternecida, mientras ataba el delantal y tarareaba algo por lo bajo. Resultaba muy raro que a esas alturas no le hubiera preguntado a Fuji por ese tatuaje tan bonito y llamativo, la curiosidad era otra de las tantas aristas de mi desenvuelta confianza hacia los demás. Y poco faltó para que lo hiciera. Sin embargo, me quedé en silencio cuando volví a colocarme frente al chico para verificar si el delantal le había quedado bien. Porque… vaya que le quedaba perfecto. Fuji era un chico muy lindo, pero el delantal lo hacía tan atractivo que mi pregunta sobre su tatuaje voló hasta algún rincón olvidadizo de mi mente. Lo miré unos instantes, con una sonrisa suave.

    —Te ves como todo un master chef —dije con una risita, aprobando su apariencia con otro alzamiento de pulgar—. Ahora que este dúo está bien protegido y preparado, podemos empezar.

     
    Última edición: 27 Septiembre 2023
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    Gigi Blanche

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    Cuando regresé junto a Verónica pude apreciar su reacción, la cual, si debía ser sincero, no me sorprendió. Era una chica increíblemente alegre y transparente, nunca me había mostrado nada diferente incluso desde la prueba de valor, y quizá por eso no dudé ni un poco al comprar el delantal. Imaginé que le gustaría, imaginé su sonrisa y el resto se hizo solo. El gesto, de hecho, le iluminó el rostro y yo me limité a asentir, disfrutando de su felicidad sin más.

    —Me alegra que te guste, Shiro-chan.

    Cuando mencionó que yo también necesitaba uno, relajé el semblante y seguí sus movimientos hacia el perchero. Fue así que noté que los otros dos estudiantes parecían estar levantando campamento. El chico, mi compañero de clase, se despidió de Verónica pero básicamente obvió mi existencia, y me pregunté si habría hecho algo para molestarlo. La chica lo siguió, lo imitó y entonces reparó en mí. Alcé ligeramente las cejas, asumiendo a velocidad que sólo tenía el apodo de Vero en su base de datos, y el detalle me hizo algo de gracia. Reí en voz baja, sin malicia, y asentí, para confirmarle que iba a tercero. Supuse, ya de paso, que estaba en segundo; además conocía a Emily.

    —De veras, no te preocupes —intenté tranquilizarla, descartando las opciones que se salieran del manual debido al espacio y la falta de tiempo. No tenía forma alguna de dirigirme a ella, pero por las cosas de la vida ya me estaba diciendo Fuji y me tomé la pequeña libertad de seguir bromeando—. La saludaré. Disfruta el receso, Kuro-chan.

    El chiste era que tenía el cabello negro y la contraposición con el apodo de Verónica, sin más, pero era bastante curioso que, de esa forma, hubiera hecho precisamente lo mismo que ella: recortar su apellido.

    El dúo se retiró del club, entonces, e incluso si su presencia no me molestaba por ningún motivo particular tampoco iría a negar que me sentía más relajado sabiéndonos solos. La cocina era... una actividad algo ¿íntima? para mí. Hasta ahora siempre me había limitado a desempeñarla en casa y si acaso mi único público era mamá, porque Hayato se aburría rápido y se lanzaba al sofá a husmear el móvil.

    Aguardé por Verónica, que traía un delantal oscuro, y me agaché para facilitarle la tarea de pasarlo por mi cuello. En lo que lo anudaba, yo desabotoné los puños de mi camisa y empecé a arremangarla hasta encima de mis codos. Luego se colocó frente a mí, me observó y no supe muy bien qué hacer durante esos segundos. Era como cuando te cantaban el feliz cumpleaños, ¿no? De repente te volvías terriblemente consciente de tus... manos. Sí, las manos eran las peores.

    Dijo que parecía un master chef y me reí, asintiendo. Me posicioné delante de la mesa y comencé a marcar los ingredientes.

    —Muy bien, veamos... El primer paso es derretir la mantequilla y preparar la harina, que vamos a mezclarla con un poco de pan rallado y polvo de hornear. —Me detuve un instante para mirarla de reojo—. Sí, pan rallado. Ni se te ocurra cuestionar al chef.

    Tras la broma, busqué una olla pequeña y la ubiqué sobre las hornallas eléctricas dispuestas en el centro de la mesa. Me giré al refrigerador, saqué la mantequilla y busqué un cuchillo.

    —Ah, tú acabas de llegar. Lávate las manos, Shiro-chan —le recordé, balanceando el cubierto en mi mano, y la esperé para que ella cortara la mantequilla y la lanzara dentro de la olla—. Vamos a necesitar... doscientos veinticinco gramos. ¿Probamos tus sentidos arácnidos?

    Arrimé la pequeña balanza digital en lo que decía aquello último, expectante por ver cómo le iría con la primera estimación.


    Se me acaba de ocurrir que, si querés, Verito puede lanzar dados o una lista o lo que te parezca para definir cuánta manteca corta, si le falta o corta de más, y así

    also Zireael te etiqueto nomás porque ya ahí te contesté el saludito
     
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    Bruno TDF

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    En el breve tiempo que me había demorado en elegir el delantal, noté que Pai se retiraba de la sala despidiéndome con un movimiento de mano. Su repentina marcha fue algo confusa porque creí notarlo muy concentrado en sus cositas cuando llegué yo, pero le devolví el saludo y además añadí una sonrisa dulce; me parecía una lástima que se marchara, su mezcla de seriedad y relax hacía que tuviera una presencia muy agradable para mí. Lo mismo sentí cuando mi kohai Shio siguió sus pasos; pero entre que me dijo “Verónica-senpai”, que llamó “Fuji-senpai” a Kakeru y que él la apodó “Kuro-chan”, sentí gracia y ternura a partes iguales. ¡Eran demasiado lindos todos!

    Qué hermoso día estaba teniendo, la verdad.


    Fuji y yo nos quedamos a solas, con la sala a nuestra entera disposición. No me hubiera molestado que Pai y Shio nos acompañaran desde la distancia pero, al menos, podría desplegarme con más soltura de ahora en adelante, sin el temor de incomodarlos. ¡Es que…! Mi ilusión era muy, muy grande, y me sentía feliz por el delantal que ahora vestía (ay, es tan precioso). Yo era bastante inexperta en asuntos culinarios, apenas sabía lo mínimo indispensable para permitirme una alimentación saludable, una dieta más bien orientada a lo deportivo. Por tal motivo la repostería y los dulces en general habían quedado fuera de mi radar, así que ahora tocaba ponerme en el lugar de alumna. Eso también me emocionaba, adoraba aprender cosas nuevas... Y más, sabiendo que estaba en manos de mi flamante maestro…

    Fuji-sensei.

    Tras reír por la broma del master chef, comenzó a hacer gala de sus conocimientos. Nuestro primer paso era derretir mantequilla, también preparar una mezcla de harina, polvo de hornear y... ¿pan rallado? Me sentí pillada cuando dijo que no cuestionara al chef, la sensación de que leyó mis pensamientos me hizo respingar y, a la vez, me arrancó una risa ligera. Sacudí la cabeza en otro acto de fingida inocencia, divertida. Lo escuchaba y observaba con la devota atención de una alumna perfecta, y sólo me moví cuando pidió que higienizara mis manos.

    —Como usted diga, master —sonreí, dedicándole una inclinación; era la reverencia con la que saludaba a mis maestros de karate y judo de Vancouver y me pareció lindo hacerlo con él también, así fuera en broma.

    Lavé mis manos en el fregadero de la mesita, y tras secarlas recogí mis cabellos con un lazo azul. Ahora sí completamente lista, tomé con mucho cuidado el cuchillo de la mano de Fuji y me paré frente a la mantequilla. Necesitábamos una cantidad bastante precisa, por lo que dediqué unos segundos a calcular dónde debería orientar el corte. Sentí la mirada expectante del master chef sobre mí, que me hacía sonreír por reflejo.

    Con un movimiento delicado pero no carente de firmeza... descendí el filo sobre la mantequilla, separando una parte de ésta.


    —Veamos si mis instintos no fallaron —dije, colocandola en la balanza digital.

    Esperé con expectativa que el número apareciera en pantalla:

    200 gramos.

    —Ups, me faltó bastante —mencioné con calmita.

    Había fallado, sí. ¡Pero...! Estas cosas eran buenas para el aprendizaje.


    Qué bueno que dijiste lo de los dados porque tenía ganas de dejar que éstos decidan, jajaj. Si te parece bien, voy poniendo yo los valores y resultados, basándome en que Vero está chiquita con las cosas de cocina uvu

    1 dado de 20 caras:

    1-7 Corta de menos
    8-15 Corta de más
    16-19 Corta la cantidad indicada (aproximadamente)
    20 Corte perfecto
     
    Bruno TDF ha tirado dados de 20 caras para mantequilla cortada Total: 1 $dice
    Última edición: 29 Septiembre 2023
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