Club de cocina

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 16 Abril 2020.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Emily Hodges

    Suspiré cuando vi que el chico desviaba la conversación hacia Anna, logrando calmar mis nervios cuando el chico aseguró que no diría nada. Realmente, mientras no se enterasen Mimi o Aika, no me importaba. Liza no me preocupaba, era mucho más tranquila y no tan inocente, pero...

    Me dejé caer sobre una silla, apoyando la mejilla sobre el frío metal de la mesa, mirando como los dos hablaban de algo que no lograba del todo pillar. Eran amigos de antes, ¿verdad? Así que era lógico que hablasen de cosas que no me incumbían y en las que no pensaba meterme.

    Suspiré mientras me incorporaba, cambiando la mejilla a mi mano y dejando el codo sobre la mesa. Asentí ligeramente.

    —Hay más clubs, podríamos visitar alguno si quisieseis.

    Katrina estaba en el de arte, ¿cierto? Su aula estaba en este mismo piso... ¿estaría... ahí?

    Negué con la cabeza, de manera casi imperceptible, con los ojos cerrados en un intento de borrar aquella idea de mi mente. Céntrate, Em.

    >>Así es~ —le dije al chico, con una sonrisa—. ¿Especialidad? Uhm... no diría que tengo alguna. T-tampoco cocino tan bien, ¿sabes? Solo aprendí a prepararle el almuerzo a mi hermano... A veces me gusta hacer algo de repostería, ¡pero cosas básicas!

    Solté una risilla mientras decía aquello y volví a mirarlo, con curiosidad, intercalando de nuevo miradas entre los dos.

    >>¿No quieres unirte, Ishikawa-kun? Y, ¡ah! Anna, ¿sabes cocinar~? Nos vendría bien otra mano que sepa lo que hace, pero si no, no pasa nada~

    Uy y este drama *sips tea*
     
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    Gigi Blanche

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    La idea de visitar otros clubes sonaba interesante, en especial para él que era su primer día. Lo sopesó unos segundos, viendo al aire, y sonrió.

    —Puede ser, aunque Anna y yo somos nuevos. Tendrías que ser nuestra guía turística, Hodges-san~

    Hiradaira asintió emocionada, secundando la idea, aunque Kohaku mantuvo su atención puesta sobre Emily mientra seguía hablando. Se la oía modesta y eso le daba ternura, era el tipo de cosas que diría una niña humilde cuando, de hecho, cocina muy bien pero es incapaz de verlo, ya sea por falta de autoestima o por las ansias de perfección empujándola constantemente a la inconformidad.

    —Oh, ¿tienes hermanos? —murmuró, con voz suave—. Es muy bonito de tu parte que le prepares el almuerzo, Hodges-san~ ¿Algún día harías uno para mí?

    Estaba bromeando, claramente, y lo comprobó la risa baja que acompañó a sus palabras. No había virado su atención hacia Anna ni por un momento, de lo contrario habría sido capaz de ver su expresión. Hiradaira no le quitaba la mirada de encima, con aquella mezcla de preocupación y tristeza impresa en el rostro.

    —¿Repostería? ¡Me encantan los postres! ¿Qué te gusta cocinar? —agregó, emocionado; había empezado a balancear las piernas como un niño pequeño—. Ah, ¿yo? Nah, nunca fui muy hábil en la cocina y tampoco me interesa tanto. Pero a Anna sí que le vendría bien, así deja de comer sopas instantáneas todos los días.

    —¡Oye! —se quejó la menor, frunciendo el ceño—. ¡Eso es... eso es cierto, pero oye!

    Kohaku volvió a reír, con la suavidad usual. Realmente tenía talento para mantener aquella paz, como si portara una máscara inmutable sobre el rostro. Su naturaleza tranquila volvía demasiado difícil notar las filtraciones de tristeza o melancolía que podían colarse a través del ámbar blanquecino de sus ojos.

    Las palabras, sin embargo, seguían rebotando en sus oídos.

    Ella también solía prepararle el almuerzo... ¿verdad?
     
    Última edición: 8 Septiembre 2020
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    Amane

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    Emily Hodges

    —¡Me encantaría haceros un tour! —exclamé, repentinamente emocionada, dando una palmada.

    Por suerte, así como me avergonzaba con terrible facilidad, me olvidaba de ello con la misma velocidad así que no era de extrañar que aquella repentina idea me hiciese reaccionar así.

    Asentí con fuerza cuando preguntó lo de mi hermano pero de nuevo el rubor me asoló cuando escuché su pregunta. ¿P-prepararle el almuerzo? P-pero eso... Ah, tenía que ser broma, ¡tenía que serlo!

    Intenté seguir el hilo de la conversación después, con una sonrisa ligera mientras volvía a tranquilizarme y tampoco pude evitar una risilla baja al escuchar las quejas de Anna.

    >>Me gusta mucho hacer postres extranjeros. Son mucho más difíciles pero el resultado es tan satisfactorio que merece la pena~ ¡Aunque también soy muy partidaria de las galletas! —volví a reír ligeramente—. Quizás algún día podríais venir a mi casa a merendar~

    Quizás fue la normalidad con la que la conversación fluía o por ver a alguien interesado en lo que me gustaba hacer, pero no fui consciente de lo que dije hasta que las palabras habían salido ya de mis labios.

    Con claro nerviosismo me giré hacia Anna, cambiando rápidamente de tema.

    >>¡A-Anna! ¡A-a ti podría traerte el almuerzo algún día!

    Espera... ¿¡n-no era eso peor que lo que había dicho antes!?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    —Uy, ¿galletas y almuerzo de Emi-chan? Yo quiero~

    La idea le gustaba en demasía, nunca había sido muy modesta en cuanto a rechazar invitaciones. No sabía diferenciar la cortesía de la verdadera intención, de hecho, varias veces sus padres la habían regañado al respecto. ¿Cómo le habían dicho aquella vez? "No tienes que aceptar todo sólo porque te lo ofrezcan".

    Mierda, las personas podían ser tan complicadas.

    Pero ya lo había dicho y era, si se quiere, su cuota de egoísmo. ¡Quería probar las galletas y la comida de Emily! Buscó apoyo en Kohaku, quien sonrió animado y asintió varias veces; ésto la relajó. Bueno, si iban a ser unos maleducados al menos lo harían juntos.

    —¿Por dónde podríamos comenzar el tour, Hodges-san? —preguntó el muchacho.

    por los baños de planta baja we
     
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    Zireael

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    So you can throw me to the wolves.
    Tomorrow I will come back, leader of the whole pack.
    Beat me black and blue.
    Every wound will shape me, every scar will build my throne.
    .
    The sticks and the stones that you used to throw have
    built me an empire.
    .
    I'll leave you choking on every word you left unspoken.
    Rebuild all that you've broken and now you know.
    Shio 2-1.png
    Avancé por el pasillo hasta las escaleras sin prisa, con pasos amortiguados como si fuese un fantasma, y subí a la primera planta ya jugando con la llave del club de cocina entre los dedos, casi con ansiedad.
    Sonnen me había dicho que no anduviera sola, bueno, de nuevo con ese montón de gente alrededor aunque fuese en sus propias cosas no contaba como estar sola. Me dio el margen suficiente para abrir la puerta, colarme dentro, cerrar de un portazo y pasar llave.

    Apoyé la espalda contra la puerta, sentí los delantales colgando allí pero me dio igual, para cuando me di cuenta prácticamente me había derretido hasta llegar al piso y estaba allí, sola como había pensado en el primer minuto y aún así... ¿Dónde cojones estaban mis lágrimas? ¿Estaba seca por dentro? ¿No tenía nada, absolutamente nada?

    Nada que no fuesen lenguas de fuego.

    El mundo seguía siendo rojo, de aquel horrible rojo profundo, parecido al de la sangre y sentía las gotas oscuras caerme encima, directo de la boca del kitsune. Sentí al monstruo rodearme, encerrarme con sus nueve colas con corazón y cerebro propio cada una, y solo el calor de la bestia, de mi ira desmedida, me hizo olvidar el frío del mundo exterior que no había notado del todo hasta ahora.

    Lo siento.

    Lo siento.

    No puedo meter a nadie aquí.

    No puedo dejar entrar a nadie.

    A nadie.

    A nadie.

    Todo lo que se acerca a mí termina consumido.

    Muerto.

    Enterrado bajo tierra.

    Y luego todos ven a sus muertos a través de mí.

    La que nunca debió salvarse.

    De nuevo los dos bocados me escalaron por la garganta y ahora que solo estaba yo, me incorporé a la carrera para lanzarme al lavabo y vacié el estómago, joder, sentí que iba a volverme al revés. Regresé hasta lo que debió ser el desayuno, algo que seguramente debían ser mis malditas bilis y los dos mordiscos del onigiri. Abrí el grifo, dejé que todo se fuese por la tubería antes de enjuagarme la boca una y otra y otra vez.

    Y seguía sin poder soltar una puta lágrima.

    El cuerpo me siguió funcionando en automático, no sé cómo mierdas, pero cuando me di cuenta estaba buscando cosas en la cocina. Harina, mantequilla, azúcar, huevos, polvo de hornear, la batidora.

    Negro.

    Rojo.

    Oscuro.

    Más oscuro.

    Ya lo decía mamá antes de la muerte de Kaoru, batir la mezcla de un pastel es cosa de un abrir y cerrar de ojos cuando sabes lo que haces, así que más pronto que tarde el molde estuvo en el horno. Me puse una alarma en el móvil para no ir a olvidarlo como una estúpida, caminé entre las islas de la cocina, deslizando los dedos por su superficie.

    Me lo había buscado yo.

    Siempre me lo había buscado yo.

    Como una jodida suicida, ¿cierto? Amansar a los lobos, atarlos, dominarlos y poseerlos. Por eso estaba Altan, por eso estaba Katrina, por eso me había revuelto con Shimizu y Dunn con facilidad, por eso me había colado bajo todas las murallas de Hiroki.

    Necia.

    Funcionaba cuando estaba lidiando con uno solo, no con toda una puta manada.

    Jodida estúpida.

    A ver, ¿a quién fastidié para recibir una oreja cortada?

    ¿Una pandilla entera resentida?

    ¿Un hermano que se sintió traicionado?

    ¿Una zorra celosa?

    ¿Cuál era? ¿Todas las anteriores?

    No podía haber sido por puro deporte, me lo estaba oliendo, me estaban cobrando algo a mí y a él a la vez. Habían derramado el rojo sobre el mundo por ello, lo habían esparcido por la calle, por la escuela, por todas partes. Era como nadar en un océano de sangre apestosa, asquerosa y espesa.

    Subí la pierna a uno de los bancos altos y me apoyé en él para subir todo el cuerpo a una de las islas, acostándome de costado. El cabello se esparció en la superficie, las tablas de la falda siguieron el camino y sentí el frío contra la piel de las piernas. Me dejé el móvil al lado, junto a la cabeza. Sentí el impulso de volver a marcarle a pesar de que sabía que no iba a contestar, luego pensé en escribirle a Altan pero deseché la idea, después recordé a Katrina... y como la había abofeteado.
    Desbloqueé el móvil y envié dos palabras.

    Lo siento.

    Mi mente aturdida y repentinamente apática me regresó la silueta del mondadientes que ahora tenía un nombre.

    Tomoya Hideki.

    Casi pude jurar que escuché que el kitsune descubrió los colmillos para después relamerse los bigotes, ansioso, y se me escapó una risa vacía, ronca y terrible que hizo eco en las paredes.

    Ven, hiena.

    Bailemos.

    Ya verás quién mierda marca el ritmo, hijo de perra.

    El mundo sigue el tempo del corazón de los Kurosawa.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Salió del baño con la vista clavada en el piso, aunque ahora si estaba más atenta de no chocar contra alguien. Tenía pensado en ir a buscarla a su salón como primera opción y luego intentar con los de tercero si no la encontraba, a pesar del nerviosismo que le pudiera generar eso, pero fue cosa de poner el pie en el primer escalón para acordarse de algo. Volteó a ver la puerta del club de cocina con clara preocupación, a pesar de no estar del todo convencida de que estuviera ahí sería mejor intentarlo ahora que estaba cerca.

    Inhaló profundo una vez frente al lugar, exhalar el aire estuvo lejos de quitarle la tensión. Giró el pomo de la puerta, percatándose así que estaba cerrada, ¿por qué? No sonaba tan ilógico si lo pensaba, sería peligroso dejar algunos implementos de cocina al alcance de cualquiera. Soltó un pesado suspiro, casi dándose por vencida, pero un pequeño impulso la llevó dar golpecitos suaves a la puerta con los nudillos.

    —Di-disculpen, ¿hay alguien dentro? —logró hablar con buen volumen, aunque su voz estaba algo gangosa.

    Apretó los labios preocupada llevándose las manos empuñadas cerca del pecho, con el corazón latiendo al mismo ritmo nervioso que había estado llevando. Optó por posar una oreja en la puerta, con la esperanza de escuchar algo. Nada, absoluto silencio.
     
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    Zireael

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    ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Diez minutos, veinte? No estaba cerca de la media hora porque la alarma seguía sin sonar pero ya la cocina olía a pastel, dulce sin resultar empalagoso. Era reconfortante de alguna manera, a pesar de que seguía echada sobre la isla de la cocina sin haberme movido un solo centímetro. Por la ventana se colaban los rayos de sol que no habían bajado de intensidad.

    ¿Hacía calor? Qué iba a estar sabiendo yo.

    No había recibido respuesta de Katrina, lo que no era nada nuevo y la verdad es que tampoco la esperaba, conociéndola debía estar en la azotea aprovechando que hacía sol.

    Me llegaba el ruido de afuera, de las personas pasando, de conversaciones distantes y todo lo demás, pero todo sonaba como venido de otro mundo. Un mundo al que yo nunca había pertenecido realmente a pesar de haberme movido en él con maestría, hablando con todos, sincronizándome con corazones ajenos y moviendo hilos cuidadosamente. No había nada en ese maldito mundo exterior que me perteneciera o con lo que me sintiera conectada más allá que el idiota de Hiroki y...

    Nagi.

    Su voz se coló mezclada con el ruido de afuera, se había alzado lo suficiente para hacerse oír pero se escuchaba diferente. ¿Había estado llorando o algo?

    Maravilloso, Shiori.

    Qué increíble.

    Fue un reflejo, pero pretendí hacerme pequeña allí sobre la isla, como si planeara desaparecer y guardé silencio tanto rato que cuando por fin abrí la boca consideré la posibilidad de que la chiquilla no estuviese ahí ya.
    La verdad es que necesitaba estar sola, era lo que quería. No era capaz de funcionar correctamente en ese estado, sabía que era como una maldita bomba de tiempo, cuando el cronómetro lo indicara iba a estallar llevándome a todos por delante, sin distinción alguna. Pero quizás incluso más que esa necesidad de repente enfermiza de no ser vista por nadie y no tener contacto con el mundo, lo que más en la mierda me tenía respecto a Watanabe era que no había manera posible en que la chiquilla pudiese lidiar con la información, con la realidad de lo que había ocurrido y me estaba consumiendo como un maldito relámpago al golpear un árbol, incendiándolo desde adentro.

    —Watanabe-chan, me disculpé con los chicos por ti... Deben estar esperándote. —Ni siquiera me enderecé, hablé allí, acostada sobre la superficie de la isla que ya había absorbido el calor de mi cuerpo—. No creo que necesites nada de la cocina. Además el club está cancelado.

    No había sido grosera ni nada, pero la verdad era que el tono de voz me había salido estúpidamente plano, vacío. En tanto la castaña no estuviera viéndome directamente, ¿qué importaba? Podía ser perfecta a medias.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Esperó con el corazón agitado, impaciente por escuchar algo, cualquier cosa que le indicara que alguien estuviera ahí dentro. Inhaló con fuerza cuando la voz de Shiori hizo presencia, separándose un poco de la puerta en el proceso. La chica habló con una voz que nunca la creyó capaz de usar; plana y carente de la calidez que la caracterizaba, asegurando con eso que algo en verdad le pasaba.

    ¿Había sido su actitud?, ¿se había molestado con ella? El nudo en la garganta volvió a aparecer, procesando las palabras ajenas mientras negaba despacio con la cabeza y la vista clavada en la cerámica. No sabía por qué, pero algo le decía que su actitud no se debía a ella, no se creía capaz de ejercer tanto peso en Shiori como para eso.

    Sorbió con la nariz al sentir sus ojos otra vez cristalinos, mientras apoyaba las manos empuñadas en la puerta, al igual que su frente, olvidando de momento que estaba en un pasillo repleto de otros alumnos. Escucharla así había sido algo doloroso.

    —Yo... —sonó baja y temblorosa, solo atinó a tragar al percatarse de ello, para luego volver a inhalar hondo y soltar lo más despacio posible el aire por sus fosas— ¿Pu-puedes abrirme, por favor? —preguntó más alto con claro nerviosismo, sin poder simular lo más mínimo la voz temblorosa y débil.

    Las posibilidades las veía muy bajas y temía al efecto de una respuesta negativa, pero a esas alturas no podía quedarse sin intentarlo.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    It may be rage or maybe hope.
    I'm at the stage that I fear the most.
    .
    Green light, red wine, and I don't feel fine.
    I lost a life a line ago.
    You might be here, but I just don't know.
    .
    Go on, press like and make my clicks spike.
    I lost the plot or maybe two.
    Remind me, who the fuck are you?
    Shio 2-1.png
    ¿Era suicida o qué cojones? De verdad, no la creía tan tonta para no haber notado el tono de mi voz, pero quizás sí lo suficiente terca quedarse allí a pesar de ello y me lo estaba demostrando. En otras condiciones se lo hubiese aplaudido, pero que se quedara allí, que me dejara escucharla sorber por la nariz, la voz baja y temblorosa.

    No puedo.

    Ya basta.

    No puedo escuchar un llanto que no sea el mío.

    Si alguien tiene razones para llorar soy yo.

    Y no he podido hacerlo.

    No puedo escuchar un llanto por el que soy culpable.

    Basta.

    Basta.

    Basta.

    Era un combo peligroso, porque sentí las lenguas de fuego lamerme la piel y justo tras ella el recorrido de la víbora eléctrica que no me pertenecía, si me empujaba solo un poco más Nagi iba a conseguir que le mordiera la mano con tal de apartarla, con tal de alejarla lo suficiente para evitarle lidiar con una verdad que no sabría sopesar.

    ¿Decirle que estaba en el centro de un encontronazo con pandillas? ¿En qué puto mundo?

    —No quiero —solté de golpe. Ah, vaya, parece que me empujé sola. Había sido extrañamente brusca, tosca, casi agresiva—. No quiero. Fui con ustedes porque creí que estaría bien, pero solo quiero estar sola.

    Apártate.

    Dios, voy a quemarte.

    Apártate de nueva vez.


    Había empezado y ya no podía parar. No encontraba por dónde hacerla a un lado, salvarla del desastre, que siguiera creyendo que yo era esa muñeca perfecta que le había hecho de tutora, la que la cuidaba siempre y no flaqueaba nunca.

    ¿Qué me quedaba?

    Romper el espejismo.

    Y arrojarme a mí misma al otro espectro.
    Vamos, míralo.

    Al maldito monstruo.

    No hay nada más aquí, Nagi.

    —Los usé, ¿entiendes eso? Solo los usé para intentar sentirme mejor y no sirvió de nada. —No estaba hablando yo, ¿cierto? Era la ira y el miedo los que estaban moviendo las articulaciones de mi máscara, la voz pertenecía directamente al kitsune, al monstruo, y por eso no tenía calidez alguna... Porque no era mía. Se me escapó otra risa extraña, ronca y hueca—. Los usé.

    Me enderecé a cámara lenta, la cascada de carbón se deslizó por la superficie de la isla hasta regresar a mi espalda y me senté al borde de la superficie, con las piernas colgando. Clavé la vista en alguna parte del suelo, sin enfocarlo realmente.

    —Te lo dije. Regresa con ellos. —Detallé el mechón azul en mi propio cabello.

    No hay nada que valga la pena el llanto aquí dentro.
    Ah, mira.

    Incluso el azul parece rojo en este mundo.
    god Shiori STOP
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Las voces de los alrededores le llegaban como un murmullo, incapaz de discernir quien hablaba a sus espaldas respecto al numerito que estaba por marcarse. La respuesta se hizo esperar un poco, tiempo suficiente para que sus miedos se incrementaran y aún con eso la respuesta que llegó le hubiera sido imposible de imaginar.

    "Quiero estar sola", "los usé para intentar sentirme mejor", sintió cada una de las palabras llegar con fuerza, agresivas y duras, la risa del final logró rayarle los oídos, aunque era incapaz de ver siquiera un pequeño rastro de burla. Desesperación, rabia, aunque fue incapaz de procesar al completo lo dicho los sentimientos habían sido claros.

    Estaba enfurecida y no quería a nadie con ella. Rabia y soledad, dos cosas que no lograba soportar; una le atemorizada y detestaba cuando la invadía, la otra, a pesar de todo, pocas veces estuvo presente en su vida, pues sin alguien que la soportara no podía ser una carga. En verdad era incapaz de verse sin nadie con quien contar.

    Sorbió un par de veces con la nariz encorvándose más, aún apoyando ambas manos y frente en la puerta, sus piernas en cualquier momento podían dejar se sostener su peso. Las lágrimas surcaron su perfil, los sollozos volvieron manteniendo un volúmen bajo. Recordó que estaba en el pasillo frente a otros estudiantes, guiando más ojos hacia Kurosawa a pesar que nadie podía verla a través de las paredes o puerta, vaya vergüenza. La mente abrumada le dificultó encontró las palabras para responder, el nudo en la garganta tampoco ayudaba, aunque no se le pasó por la cabeza que lo mejor podría ser guardar silencio.

    "Regresa con ellos", como si tuviera el valor para hacerlo, o de volver como sí nada sabiendo que la dejó atrás.

    —Lo... lo siento, si hice algo mal en verdad lo siento —soltó en un tono más bajo, incapaz de esconder los efectos del llanto, sin saber si Shiori era capaz de oírla. Sorbió un par de veces más, sin lograr detener las lágrimas ni el nudo en su garganta. Tragó grueso—, ya me voy —murmuró, esta vez siendo imposible que la escuchara, pero sus suelas resonando por el pasillo delataba su acción.

    La estaba dejando sola, pero su preocupación por ella estaba lejos de esfumarse tan fácil.

    Con esto ya puedo dar finalizadas mis acciones con la niña (?)
     
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    Cold petales scatter into the night,
    they're just like snow, so heartbreaking
    but I just want to fend off all the sorrows
    that come floating down upon you.
    There's no way I can ever forgive
    anyone who tries to hurt you.
    I want to go back to those gentle days so badly I could cry
    standing here together, the petals we saw above scattered.
    Shio 2-1.png
    Bajé de la isla con movimientos mecánicos, rígidos, como si tuviera las articulaciones herrumbradas. El llanto de Nagi me martillaba en los oídos como un jodido taladro, una y otra y otra y otra vez.

    Escuchaba su voz gangosa, cómo sorbía por la nariz, todo se repetía como una maldición. No estaba llorando a lágrima viva pero no era que necesitara eso para continuar sintiéndome culpable, como si no cargara suficiente culpa ya de por sí. Por no haber estado de necia con Hiroki, por no haber podido alcanzar a Altan cuando se desplomó como un edificio, por haberme ido a mitad del almuerzo y ahora por haberla hecho llorar.

    El sonido de sus zapatillas terminó por indicarme que en efecto se había ido, como se supone que debía hacer.
    Le había soltado todas esas mierdas, esas mentiras, para que me odiara y pusiera distancia. Porque no había manera de que Watanabe Nagi fuese a poder lidiar con semejante información, con saber que estaba metida hasta el cuello en mierdas de pandillas de un día para otro y porque su madre iba a puto colgarme si se enteraba del tipo de chica que había resultado ser.

    Saliendo con un pandillero.

    Follando en la puta enfermería.

    Fumando en el baño.

    Capaz de asfixiar a otra chica.

    Rompiendo los espejos de la escuela y mis propios nudillos.

    Pensando en desollar a un jodido estúpido, sin atisbo de culpa siquiera.

    No era el tipo de chica que debía ser tutora y mucho menos amiga de su hija.

    Era… Un maldito peligro.


    Una bomba nuclear.

    Un cilindro de gas defectuoso.

    Arrastré mis pasos hasta los estantes, abrí el primero y saqué un plato de vidrio. Lo sostuve entre mis manos lo que me pareció una eternidad, al final lo sujeté solo con los dedos de la mano izquierda, la lastimada y… Lo dejé caer.

    Se hizo trizas contra el suelo, las esquirlas fueron a esparcirse por todas partes y me hice con otro. Lo dejé caer justo después, seguí aquella cadena del desastre. Platos, tazas, vasos, lo que hubiese, todo lo que tuviese al alcance fue a dar al suelo para terminar hecho añicos.

    Justo como había terminado yo.

    Era como si yo misma me hubiese convertido en un trozo de vidrio.

    El siguiente sonido que me sacó de mi trance, que me detuvo justo de antes de haber destrozado un tercio de las cosas de la cocina fue la alarma del móvil, me paró en seco mientras un vaso estaba por resbalárseme de las manos y lo dejé sobre la encimera.

    Caminar sobre las esquirlas era un poco como caminar sobre hielo, no resbalaba como tal pero crujía. Con mis movimientos mecánicos me las arreglé para llegar hasta el horno, sacar el molde con ayuda de una toalla de cocina y dejarlo también en la encimera para que se enfriara.

    Desvié la mirada al suelo luego de eso, viendo el reguero de vidrios, y volví sobre mis pasos hasta la isla, volví a subir con ayuda del banco y me eché de costado una vez más.

    Desconectada.

    Inservible.

    Y sola como la mierda.

    Como había estado desde que Kaoru había terminado molido bajo los neumáticos de aquel coche. Lo que apestaba a muerte no era la sangre de mi hermano ni la de Hiroki, ahora impregnada en el llavero que nos había dado Aika.

    Era yo.

    Siempre había sido yo.

    Una esquirla de las que se había enterrado en mis zapatos se había zafado sobre la isla cuando subí y al mover las piernas se me enterró en la piel, luego de haber abierto un agujero en la media. Ni siquiera reaccioné a pesar de que sentí la calidez del hilillo de sangre que empezó a fluir.

    Era un maldito cadáver y aún así el fuego, el desgraciado fuego, me lamía la piel con insistencia. Era lo que no me dejaba morir realmente, pero tampoco que dejaba hacer mucho más o sentir nada que no fuese ira, a pesar de que no había sido capaz de identificarla hasta la semana pasada.

    .
    .
    .

    A alguna hora noté que el sol había empezado a descender, haciendo que el naranja se filtrara por las cortinas, y me obligué a levantarme para terminar lo que había empezado. Después de todo tenía que llevarme el pastel a casa.

    Me saqué el trozo de vidrio de la piel, al hacerlo el fluido de sangre se reinició y me patinó entre los dedos mientras dejaba la esquirla caer para revolverse con las demás.
    El ruido blanco estalló como los vidrios y consumió mi mente en cuestión de segundos.

    Negro.

    Rojo.

    Negro.

    Rojo.

    Como un tablero de sangre.

    god: cuánto quieres que te duela el post?
    yo, poniendo Hana no Uta a las 3 de la mañana porque no sabía si salía post o ficazo: yes

    Also me clavé ahí un time skip para que mi post cuando termine el receso tenga sentido dont mind me (????

    Y esto termina con el breakdown del receso de la pendeja. Luego vamos cerrando lo demás (?
     
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    Amane

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    Vagué un poco sin rumbo desde la salida del invernadero, sin ninguna especie de destino en mente. El patio no era una opción, desde luego, porque estaba abarrotado de alumnos, y la cafetería estaba casi igual o peor. No, de hecho era peor, porque al pasar para dirigirme al interior del edificio distinguí la cabellera cian de Kohaku junto a, supuse, Morgan y una chica que creía estaba en mi clase.

    Realmente no sabía si tenía las fuerzas para fingir que estaba todo bien y, de todas formas, seguro se daba cuenta por su sexto sentido aquel todo extraño y puede que no fuese a preguntarme ni nada por el estilo, pero prefería no romper una reunión que parecía tan distendida.

    No tenía muchas opciones, a decir verdad, y cuando distinguí la puerta del club de cocina en el primer pasillo... no lo pensé demasiado. Kurosawa no se había aparecido por la academia al final así que digamos que no me sentía muy mal por apoderarme de su refugio durante unos minutos, así como había acabado haciendo ella el otro día.

    Cerré la puerta con llave y pensé que había sido realmente oportuno que la chica hubiese decidido dejarme a mí al mando. Era gracioso, ¿verdad? Que repitiese un poco sus pasos de esa manera. Ni que lo hubiese sabido de antemano o algo.

    Me subí a una de las encimeras y saqué la caja de bento que había empezado a comer antes, abriéndola sobre mi regazo para seguir llevándome bocados de comida hacia los labios, en una especie de piloto automático.

    Comer por comer, porque era lo que tenía que hacer y ya.

    Lo siento, Anna, te he mentido.

    No solo preparo almuerzos porque me hace feliz ver a los demás disfrutándolos, lo hago para obligarles a almorzar conmigo.

    Porque comer sola es jodidamente triste, pero quizás me lo merecía por ser tan egoísta.

    Al final que no podía dejar a Emi vagando por ahí y me tenía que aventar más relleno cuz im that ✨✨✨desperate bitch✨✨✨
     
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    Insane

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    Salí del salón de clase pese a pensar que me podría dormir y ya sin más, pero la mierda que traía como tripas no hacía más que sonar dentro del estómago, así que ni puto modo, tenía que solucionar.

    Sino mal recordaba un par de bobas se la pasaron hablando del olvidado club de cocina, a lo cual no paré mucha bola hasta que las neuronas me conectaron por el hambre, porque bueno, ni por el putas buscaría a Katherine para quedarle debiendo más de lo que ya le debía. Bajé entonces las escaleras con la típica cara de perro rabioso hasta el primer piso, desplazándome por el pasillo en lo que buscaba con las pupilas rubí el letrero correspondiente.

    Y lo encontré.

    Abrí la puerta para meterme dentro con el fastidio innato, sintiendo mis córneas arder ligeramente, obligándome a entrecerrar los ojos. La luz que se colaba por la estúpida ventana era demasiada, a tal punto que probablemente era el punto dónde pegaba la luz del sol pese a los vientos fuertes que se estaban viendo.

    —Estúpido sol de mierda.

    Casi que fue un chasquido en lo que caminaba dentro del espacio, acercándome al refrigerador. Los japoneses eran fan de esas comidas no perecederas o instantáneas, solo esperaba que algún imbécil hubiese olvidado algo ahí dentro.

     
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    Zireael

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    Suponía que no iba a librarme del aventón de Ootori en este año, por mucho que le hubiese pateado el tablero del coche el día que el cabrón decidió escarbar en mi mierda y todo el espectáculo. De todas formas, algo en el ambiente tenso se había modificado desde ese día y aunque no era que habláramos un montón, una pared había desaparecido, quizás esa que les decía a todos los chacales que era un fantasma de Kaoru.

    Ootori había logrado extirparme de la figura de mi hermano al encontrar la espina que tenía encajada en el pecho.

    Como fuese, esa mañana en particular agradecí el aventón porque el viento afuera era terrible y así solo tuve que lidiar con el tramo del patio frontal a la entrada de la academia. No quería imaginarme haber tenido que salir de casa y caminar a la estación en esas condiciones.

    El caso es que para cuando sonó la campana del receso revisé entre mis cosas, porque recordé un poco de la nada que no creía haber empacado palillos ni nada con qué comer el almuerzo que había dejado listo desde el día anterior. Era un fiasco y aunque podía ir a la cafetería para pedir unos desechables, no se me apetecía lidiar con la fila que debía haber, así que recogí mis cosas y bajé hasta el club de cocina, cualquier conserje debería poder abrirme si estuviese con llave.

    Al llegar me di cuenta que la puerta estaba abierta, me asomé primero con cierta cautela y acabé por entrar al distinguir una silueta alta acercándose al refrigerador. Tenía pinta de ser un senpai de tercero, era un muchacho rubio e imaginé que estaba allí porque no habría querido gastar en almuerzo o lo que fuese. Mala suerte para él, claro, porque en el club de cocina pocas veces se dejaba comida ya preparada.

    Carraspeé para anunciar mi presencia y dejé el maletín sobre una de las islas de cocina.

    —Senpai —lo llamé, a falta de un apellido al cual añadirle el sufijo. Me puse a escarbar en las gavetas por un par de palillos mientras tanto, de forma que no estaba enfocada del todo en él y mucho menos había notado su cara de perro viejo cansado de vivir—. No creo que haya nada ya preparado en el refri, casi todo nos lo solíamos llevar a casa.

    Imaginaba que las cosas habían seguido iguales luego de que le cediera el control del club a Hodges, no veía por qué debía cambiar.
     
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    Al abrir la puerta de la nevera noté una que otra verdura en mediano estado, y un... Qué mierda era eso, parecía algo olvidado hace no sé cuánto tiempo. Estuve por terminar el recorrido visual en la parte inferior del refrigerador cuando escuché una garganta carraspear. No sé por qué putas sentí como si un balde de agua helada me cayera encima al pensar que sería algún docente que me cuestionaría el que hacía ahí metido, sin embargo en cuanto miré de perfil era una idiota que no había visto, y si la hubiese visto hubiese Sido desechada de mi cabeza.

    —No estoy buscando comida, boba —siseé cerrando el refrigerador.

    Casi chasqueé la lengua. Ella estaba mirando las gavetas, quizá luego de que se largara podría echar un vistazo por ahí.

    —Ni que me estuviera muriendo de hambre —murmuré con el mal humor de costumbre, enterrando las manos en los bolsillos en lo que me sonaba el estómago.
     
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    Zireael

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    Mientras estaba buscando en las gavetas me alcanzó la respuesta del chico, fue brusca y de hecho giré el rostro en su dirección, no porque me hubiese sorprendido, si no porque su manera de responder me había recordado a Hiroki, atravesándome algo en el centro del pecho. También tenía cara de perro viejo, me di cuenta en ese momento, y suspiré regresando la atención a las gavetas.

    No demostré en realidad la manera en que las figuras se superpusieron, porque ya de por sí demostraba entre poco y nada en la vida, pero lo cierto es que los chicos como este nunca habían llegado a intimidarme. Ni Hiroki, ni Altan que no pasaba por estos estados de "no voy a admitir cosas obvias", ni Katrina cuando cayó en el pozo de ira, ni las bestias del infierno que conocería después.

    No tenía mucho sentido de la autopreservación.

    —¿Tanto problema habría en admitir que buscas comida? Literalmente es la hora del almuerzo, te juzgaría más si no lo hicieras —respondí con calma, justo cuando encontraba un par de palillos por fin y cerraba la última gaveta en la que había mirado. Ni siquiera le presté atención a que le había sonado el estómago, era obvio que mordería si lo hacía. No tenía poca experiencia con perros asilvestrados—. Además, nunca dije que te estuvieras muriendo de hambre en particular. Almorzar es parte de una rutina, senpai, en teoría debería hacerse incluso antes de tener la tripa pegando al espinazo.

    Regresé sobre mis pasos solo después de sacar un tenedor de dónde había visto que estaban mientras escarbaba por la otra cosa, me acerqué a la isla de la cocina donde había dejado el maletín y luego de dejar los utensilios encima saqué el bento. Era uno de los grandes, porque me había salido comida de más, así que ni modo.

    —Como sea, traje demasiada comida y la verdad odio desperdiciar. Tú verás qué haces con la información.
     
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    La niñata había suspirado, y ni puta idea del por qué, que supiese no había dicho ni mierda para que estuviese suspirando de decepción o lo que fuese. Un poco si fruncí el ceño con fastidio, con todo el propósito de largarme por dónde entre. Por un momento creí que no me hablaría más, sino que haría algún tipo de deparo con la mirada y me dejaría en paz, pero ella siguió hablando.

    Y para colmo, se me quedaron las palabras bruscas en la garganta al escuchar algún tipo de llamado de atención de la idiota está, sonaba como un chandoso buscando sobras por ahí, y para colmo ella lo menciono con palabras más decoradas, aún así no dejaba de significar lo mismo.

    —Lo se, ni que fuera retrasado para no saber que almorzar es parte de una rutina —espeté en lo que miraba por la ventana, esperando ahora que se largara ella antes que yo.

    Y las putas tripas seguían haciendo lo suyo. Fruncí el ceño en demasía.

    ¿Que yo veía que hacer con la información?

    La estúpida se había regresado a la isla de la cocina, sacando el jodido bento, que no veía como tanta comida le cabría en ese cuerpo. Y fue entonces que el aroma no se hizo esperar, que puto estrés, girando el rostro a un costado para no mirarla al hablar.

    —... ¿Que trajiste de comer?
     
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    Las paredes de este chico, fuesen las que fuesen, si no eran más gruesas que las de los cara de moco que ya conocía, sí que eran mucho más abrasivas. Daba la sensación de tener muchas más espinas a su alrededor, o en su defecto parecían más apiñadas entre sí y reaccionaba con más facilidad, incapaz de admitir cosas tan sencillas como este tema de la comida. Seguía sin ser suficiente para echarme atrás de todas maneras.

    —¿Entonces qué problema hay con decir que viniste aquí por el almuerzo? —Con otro tono eso podía iniciar una batalla campal, pero lo había soltado con la misma calma de antes sin perder el foco de lo que hacía—. ¿Podrías no asumir tantas cosas de lo que digo, senpai? No quiero discutir ni nada de eso.

    Digamos que por mucho que yo contara con un incendio personal, no era usual que actuara de cerilla para los demás, me parecía un sinsentido. Este chico podía arrojar al aire todos los mordiscos que quisiera, pero para hacerme retroceder que tendría que esforzarse demasiado, tanto que me parecía que acabaría por aburrirse él mismo.

    Al idiota le seguía sonando el estómago, para variar, y mira es que tampoco era lo que se dice un tapón de botella. Con esa altura debía necesitar energía, sin mencionar que los hombres comían bastante más.

    De la forma que fuese, su voz me alcanzó luego de que dejara la comida sobre la isla y solo contuve la sonrisa para no ir a sacarlo más de sus casillas. Apoyé algo del peso en la superficie de la isla, abrí la caja de comida y lo miré un momento, aunque él claramente lo estaba evitando, antes de regresar la atención a mis cosas.

    —Bastante arroz, un par de porciones de pollo y algo de verduras hervidas, además de ensalada de lechuga con tomate y eso —respondí unos segundos después sin demasiado problema.
     
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    Insane

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    Era tan sencilla la porquería de pensamientos en mi cabeza que jamás en mi puta vida deparaba en pensar el ser sincero con el sentir, como lo era en este caso el hambre, porque siempre, siempre terminaba pensando en la vulnerabilidad que conllevaba cualquier mierda que supiesen de mí, y esto no era la excepción ni mucho menos, por que apenas y chasquié la lengua casi sin ganas.

    Ni que yo quisiera discutir, era tonta la niña esta.


    En cuanto sentí lejos sus pupilas me digné a mirar lo que había posicionado sobre la isla, y un poco terminé acercándome con el ceño fruncido ligeramente al sentir que la saliva se me producía como puta agua en la boca. Olía bastante bien, podía ser por el hambre que me cargaba o porque la niñata le preparaban cosas buenas en casa, y para ser sincero me daba igual mientras pudiese llenar el estómago. Y ya luego fue que recorrí su antebrazo hasta los dedos, deparando en los utencilios para quitar la mirada hacia algún lado lejos de la suya.

    —¿Tienes alguna cuchara de sobra?... No sé usar los estúpidos palillos
     
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    Zireael

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    Intuía un poco por dónde iban los tiros con este chico, como con los que se le parecían, y aunque nunca había pretendido que ninguno aflojara sus restricciones a voluntad sí que había esperado que se relajaran a mi alrededor, lo suficiente para no refunfuñar a cada rato. Como mucho esperaba poder intercambiar palabras en lugar de gruñidos, así que en ese aspecto estábamos llegando a alguna parte.

    Me di cuenta que cuando dejé de mirarlo se permitió ver la comida, así fuese por mera curiosidad o para terminar de confirmar si valía siquiera la pena. En realidad el porqué no importaba, sino lo había hecho y ya.

    Su pregunta me hizo deslizar el tenedor que había dejado del otro costado del bento, lo había traído no porque diese por asumido que no sabía usar palillos, sino por si acaso. Lo miré de costado antes de decir algo.

    —Puedes comer de aquí mismo o te puedo buscar un plato, como prefieras —comenté con el mismo tono tranquilo—. ¿Cómo te llamas, senpai?
     
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