Clitia

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Sheccid, 12 Noviembre 2012.

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    Sheccid

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    Título:
    Clitia
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    980
    Capítulo 1:AMOR DE FUEGO



    - Pobre de nuestro hermano- comentó la rosada Eos a Selene, mientras la primera acomodaba su carruaje para descansar los dorados caballos de crines naranjas.- La amaba.



    Helios enjuagaba unas lágrimas que se convertían en vapor gracias a la proximidad de su carro de fuego. Selene, con sus vestiduras de plata, dijo:

    - Yo no podía salvarla y mira que descaro ¡Traicionar a su propia hermana!

    - Le va a costar salir a flote – continuo la Aurora

    - Pero lo logrará- terminó la Luna viendo desaparecer el carro del Sol.

    Al pasar junto al reino de Órcamo, de nuevo el dios lloró. Desvaneció un poco su tristeza, pensando que por lo menos nunca olvidaría a Leucótoe. Con el rabillo del ojo observó el palacio real. En uno de los jardines llenos de los perfumes que emanaban una hermosa princesa de rubio cabello y ojos verdes se lanzó sobre el pasto, desesperada. La linda cabellera estaba llena de pasto y enredada, y los ojos lloraban arrepentimiento puro. Helios pudo ver como una Erinia, torturadora del Hades, atormentaba con un látigo a Clitia. Después de todo, esa era su misión: castigar al malvado.

    - ¡Helios!- gritó con toda su alma la princesa, ansiando que el hermoso dios la mirara y le diera su perdón.

    - Eso no es suficiente para pagar lo que me hiciste. ¡Tu arrepentimiento no me la devolverá!- dijo apretando aún más las riendas, tratando de controlar su ira.

    Flashback

    El Sol como siempre salía a su misión diaria : iluminar el mundo Al sentir el viento silbar en sus oídos, el dios no podía hacer otra cosa que disfrutar de la anchura del cielo, sin casi preocuparse por lo de abajo. Sólo de vez en cuando observaba la Tierra. Y Esa fue una de esas veces.

    En una fértil tierra, dentro de un palacio ornamentado de plata, oro y joyas, con elegantes frisos y múltiples patios, dos bellas jóvenes jugaban, cortaban flores y cantaban alegremente. La que parecía la mayor llevaba una tiara de diamantes que refulgía entre su dorado cabello y daba realce a la túnica blanca que llevaba puesta. Sus ojos, húmedos, de un verde vibrante, miraban con amor a su hermana menor, a la que ponía rosas rojas sangre y de blanco puro en su cabello azabache. Los ojos de la menor eran iguales a los de su hermana, aunque un poco más grandes .El peplo verde los resaltaba y delineaba su frágil silueta.

    Helios se quedó sin habla.

    - ¿Sabes, hermana? El Sol es hermoso

    - Así es, Leucótoe.

    - Desearía que adoptara una figura humana. Y bajara.

    - A mi también.- coincidió Clitia, no haciendo caso a la herida que se había hecho con una de las espinas que se afanaba por quitar de las rosas.

    - Si tuviera que escoger a alguien para que me amará, escogería a Helios.

    - Leucótoe ¡Eso es un sacrilegio!- dijo escandalizada la rubia

    - Se vale soñar ¿no es así? ¿A ti quién te gustaría?- pregunto volteando a ver a su compañera con unos ojos soñadores .La entrevistada se puso nerviosa y sus mejillas se tornaron de un tono un poco más bajo que las flores que arreglaba

    - Vamos, hermanita.

    - Estamos en confianza. Nadie va a decir nada.

    - La verdad es…Escogería también a Helios.

    - Lo bueno es que sólo es una suposición.- terminó la princesa pequeña alzando un poco los níveos hombros.- Aunque ¿verdad que nunca nos pelearemos por un hombre mortal o inmortal? Los hombres van y vienen, pero sólo te tengo a ti como hermana.- La princesa de oro se conmovió y besó a la ojiverde en la frente.

    - Si, es verdad.- Tan pronto acababan de decir esto, una mujer de unos cuarenta años apareció en el jardín. Sus ojos eran idénticos a los de las niñas, pero tenía más parecido con Clitia por el color de su pelo.

    - Niñas, necesitan entrar. Deben practicar su bordado.- dijo con un tono cariñoso

    - En un instante, mamá – respondieron al unísono a la reina Eurínome. Luego de terminar de poner las fragantes flores en su sitio, las dos hermanas entraron al palacio.

    Era muy tarde para Helios

    . De repente, una de las flechas del emisario alado del Amor había penetrado profundamente en su ser. La ahora dueña de su corazón era Leucótoe

     
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    Capitulo 2: El amor de Selene

    Ya era hora de que Helios regresase. Llevaba tres semanas de no comer la eterna ambrosía ni de pronunciar palabra alguna. Sus hermanas cómo siempre lo esperaban, aunque Selene ya estaba sentada encima de su carruaje, esperando el momento de sustituir al Sol en su tarea de iluminar al mundo.

    Helios se encontraba cabizbajo. El cabello rubio y largo tapaba en mechones su rostro, mientras acariciaba el hocico de uno de sus caballos. La Dama Blanca se acercó a su hermano y puso su pálida mano encima del hombro del dios.

    - Todo esta bien. No es el fin del mundo, hermano.

    - Mi mundo se ha acabado a su muerte, Selene.- murmuró con voz rota el Sol mientras entraba al palacio. La Aurora y la Luna se observaron.

    - Yo me encargo- dijo la diosa de la mañana.- Vamos, haz lo tuyo.

    - Nos vemos, Eos- gritó Selene ya perdiéndose en la lejanía.





    Sola, la Reina de Plata se observó en el reluciente y pulido carro. Ya era el momento.

    Toda su larga cabellera era nívea y suave. Sus ojos, grandes y soñadores, así cómo dulces tenían un aire infantil que hacía sonreír a quién la viera. Su boca, en forma de corazón, pequeña pero rellena, suspiró un nombre, mientras sus ojos se volvían húmedos :

    - -Endimión… - La Princesa del Cielo después de algunas horas descendió a una pequeña caverna. Sobre un lecho de seda blanca un joven de extrema hermosura dormía plácidamente, inocente. Selene se agachó a su lado y empezó a acariciar los hilos de noche que eran sus cabellos.

    - -Selene…- musitó entre sueños Endimión. La diosa se enterneció y deposito un nostálgico beso en sus labios. No quería despertarlo. Aún no podía despertar su esposo de el trato hecho con Zeus. Pero se acercaba la hora… Entonces, recordó

    - Flashback

    Selene viajaba por la bóveda celeste, triunfal y alegre, ajena a los males de amores. De pronto, al voltear a ver la tierra, sus ojos se encontraron con la cara de un apuesto pastor que dormía sobre un tronco de árbol. Las ovejas, parecidas a trozos de nubes, pacían por todo el verde prado.

    La hermana de Helios no se pudo resistir. El amor, esa arma de doble filo, esa cárcel de oro, le había atravesado el corazón y hecho su esclava.

    Y a partir de ese momento, sólo el joven pastor vivía en sus pensamientos. A él dedicaba sus suspiros, a él cantaba, por él el mundo que antes había visto cada noche en sus excursiones ya no estaba tan lleno de maldad.

    Miles de veces bajo a velar el sueño del muchacho que supo que se llamaba Endimión.

    Tantas ocasiones quiso despertarlo y contarle de sus sentimientos, y estar junto a él toda la eternidad…

    ¡Sólo los inmortales saben cuantas lágrimas amargas sus ojos de noche soltaron por él!

    Solo alguien que haya amado puede entender el sentimiento que sentía la Princesa Celeste, sus preocupaciones y alegrías.

    Un día, por fin se decidió.

    Al llegar la noche, se detuvo como de costumbre en el campo dónde dormía el guapo

    chico.

    Y se acercó más de lo que se había atrevido en todo ese tiempo y tocó su hombro suavemente.

    No despertó.

    Acaricio su cabello y sus mejillas.

    Nada sucedió.

    Se decidió a besarlo…Y los ojos de Endimión se abrieron y volvieron a cerrar, dejándose llevar por la ternura y la entrega que demostraba ese beso.

    Nunca supieron cuanto duraron ¡Parecía tan corto y a la vez tan largo!

    Cuando por fin sus bocas se separaron, la arriesgada diosa, sin más preámbulos, confesó con toda la pasión que su pecho encerraba:

    - Te amo

    *+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

    La de los ojos de ébano se acercó a Endimión.

    El pastor estaba serio desde hacia un mes.

    - Endimión ¿Te pasa algo?¿Qué piensas en tus ratos de silencio?- preguntó Selene mientras acariciaba sus mejillas.

    - Tengo miedo, Selene.

    - ¿De que?

    - De que cuando pase el tiempo tú sigas igual y yo envejezca hasta que me rechaces y ya no me ames- dijo preocupado el joven

    - Eso no pasará.- prometió la Luna. Su esposo la volteó a ver con decisión :

    - Selene, por favor, si en verdad me amas y quieres hacerme feliz, dile a Zeus que me conceda la inmortalidad y la eterna juventud. También quiero volver a dormir, y luego encontrarte al despertar, cómo antes.

    - ¿Por qué me pides esto?- susurró tratando de no llorar, la del Cabello de Nieve.

    - Mi vida, sabes que soy un mortal. Ese es mi destino y quiero ser tuyo toda la eternidad. No quiero que me pase cómo a tu hermana Eos que despreciaba a su esposo cuando este se volvió viejo. Y …mi bella Selene, jamás hubo algo más mágico que la primera etapa de nuestro amor. Si me quedo contigo día y noche, quizá te aburra y la costumbre transforme tu cariño en odio. Por favor, haz lo que te pido.

    - Lo haré- respondió la Soberana de las Estrellas mientras besaba las manos de su amado. Luego se puso de pie y lo besó en los labios dulcemente, antes de buscar al Padre de los Dioses

    - **********************************************************+++++

    - Por eso es, Padre Zeus, que lleva la égida, que te pido estos tres favores.- El Dios del rayo observó a la pequeña diosa ,tan delicada. Recordó los tiempos pasados, cuando antes había sido él quién la había tenido entre sus brazos. Sonrió y sus ojos azules eléctricos chispearon. Comprendió entonces que realmente ella amaba a Endimión.

    - Selene, preciosa Señora de las Constelaciones, se hará lo que haz dicho. Ahora regresa al lado de tu esposo, que todo esta hecho ya. Lo encontraras dormido, pero cuando sea la hora en que tu carro se encuentre más espectacular que nunca, el despertará y te amará. Ahora ve con él, pequeña.- Los oscuros ojos brillaron de alegría, y después de regalarle una graciosa reverencia al Cronión, salió en busca de Endimión. El de la Barba de Nube suspiró mientras acariciaba el águila dorada que descansaba en su fuerte brazo.

    *************************************************************+++

    - Desde entonces así ha sido- susurró la diosa

    - ¿Qué ha sido?- indagó el pastor abriendo los ojos de golpe. La boca de la Princesa del Cielo se estiró formando una angelical sonrisa.

    - Nada, sólo recordaba- respondió cariñosamente

    - ¿Y cómo están las niñas?

    - De maravilla. Zeus y las demás dioses, así cómo los humanos, las llaman Menáes.

    - ¿Cuándo las piensas traer? Ya las extraño.

    - ¡Oye, no me puedo traer a las 50 de un jalón!

    - Bueno, con que te traigas cinco cada semana- se “resignó” medio bromeando con su esposa Endimión, para luego acariciarla y besarla apasionadamente
     
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    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Saludos:

    Dos historias en una, espero la siguiente sea de otro Dios.
    Fue una bonita historia de amor, aunque 50 hijas O.o, alguien estuvo ocupado.
     
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    Sheccid

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    CAPITULO 3.- HERMANOS Y HERMANAS

    - Vamos, Helios. Come un bocado si quiera- rogó la Aurora

    - Ya déjame en paz, Eos- la diosa hizo a un lado el plato y la cuchara con violencia

    - ¡Escúchame bien, cabezota!¡No permitiré que te dejes caer!¡ Te lo debo!

    - No me debes nada, hermana.

    - Claro que si. Tú nunca me dejaste hundirme cuando elegí convertir a Titono en grillo. Nunca apartaste tu mano de la mía ni por un solo instante, y si lo hiciste, fue para conducir tu carruaje- Exclamó conmovida la de los Dedos Rosados, con los ojos llenos de lágrimas.



    Flashback

    Eos, un poco más joven, si eso se puede decir de los dioses, se inclinaba desde la venta del palacio. Sus lágrimas, al llegar a la Tierra, se convertían en gotas de rocío.

    - Toc- toc –dijo el Gobernador del Día- ¿Cómo esta hoy la más preciosa hermana del universo?

    - Mal. Y eso se lo debes de decir también a Selene

    - Ah, así que mi princesa esta celosa.

    - Hermano, no quiero hablar con nadie.- el Sol olvidó su tono bromista y abrazó a La de los Cabellos de Oro.

    - Todo va a estar bien. Hiciste lo correcto, sabes bien que no podía morir.- la Hija de Hiperión y Tía empezó a llorar a lágrima viva, cada una transparente y brillante cómo un pequeño diamante.- Ya, ya. Mañana te acordará y te reirás- Eos hizo un puchero que parecía decir “no lo creo”.- Pues dime lo que sientes, te desahogarás.

    - Desearía ser pequeña, para que mamá me abrazara, me diera un beso y un chocolate caliente mientras que me diría que no me preocupara. Pero ya no lo soy.- dijo con un hilito apenas perceptible de voz la de Los Ojos de Cielo.

    - Oye, pero soy tu hermano mayor. Ocupo ahora el lugar de nuestros padres. Y siempre te protegeré porque eres mi hermanita.- Luego, la besó en la mejilla.

    - Gracias Helios.- hizo una pausa y siguió- No puedo creer que lo haya olvidado. Pedirle la eterna juventud…Me alegra saber que Selene no cometió el mismo error que yo. Definitivamente Afrodita es terrible. Buena maldición me puso:. Enamorarme siempre de mortales. Ja, y sólo por divertirme un poco con Ares.- los ojos de la de Mejillas Carmesíes estaban perdidos, viendo todo y a la vez nada.- Nunca confíe mucho en sus poderes y ahora descubro que sus castigos pueden ser incluso más terribles que los de Zeus.

    - Nunca menosprecies a los demás, muñeca.

    - Hace mucho que no me decías así.- reflexionó la bella diosa, perdida en sus recuerdos.-Detesto oírlo cada mañana, me parte el corazón oírlo decir “Morir, morir” y saber que yo soy la culpable.

    - Debes ser fuerte, nena. Quiero verte alzarte de nuevo. Y se que lo harás. Ya encontrarás al indicado, y cantarás, bailarás y reirás cómo nunca.- Aseguró el Astro Rey. Entonces la Princesa del Rocío se paró y enjuagó sus lágrimas.

    - Tienes razón, hermano

    - *******************************************************************************+

    - ¡Me dijiste que querías ver a la mujer valiente, alegre y fuerte que habías conocido antes!¡Y fue por ustedes dos, par de bebés, que pude salir! Es cierto que aún lloro, pero he conseguido no dejarme vencer. Ahora te lo digo a ti, Helios ¡Sal a flote!¡ Cuéntame que piensas! Quiero ver en ti a ese sonriente hermano mayor que creía que nada era tan malo cómo para no afrontarlo. – Eos estaba llorando ya. El Portador de la Luz la observó tristemente.

    - Ya lo sé. Era tan hermosa…- musitó el dios

    - ¿Qué paso luego de que oíste esa conversación y supiste que ella te correspondía?

    Flashback

    Helios de pronto ideo un plan…

    Tenía que esperar hasta el día siguiente para llevarlo a cabo…Aunque podía usarlo ese mismo día, después de dejar su carro de fuego y darle paso a su hermana.

    Apuró su deber diario y corrió veloz a su palacio de puertas de oro. Después de dejar los caballos en los establos, bajó a la tierra, pero no con la forma de hombre, si no con la de a madre de Clitia y Leucótoe , Eurínome.

    Con la seguridad de su hábil disfraz, se adentró en el palacio del rey Órcamo. Cada sala le parecía más suntuosa, hasta que llegó a la habitación número doce.

    Bueno, era más bien un pasillo con una puerta que llevaba al parecer a otro lugar. Helios se acercó y entrando suavemente en el cuarto, se encontró cara a cara con Leucótoe. La joven, creyendo que era su madre, preguntó amablemente:

    - Mamá ¿Está todo bien?- El dios solar miró el dormitorio de la princesa. Era de un blanco brillante que aún en la noche parecía resplandecer. En una esquina se apreciaba una ventana que permitía dominar la calle y entrada principal de la ciudad. En la justa mitad se encontraba el lugar dónde dormía la hermana de cabellos oscuros, con sábanas de perfectas labores de flores y otros motivos .

    Al principio él no supo que responder. Estaba demasiado emocionado al tenerla tan cerca y poder oír su voz a tan poco distancia.

    - ¿ Te sientes mal, madre?- indagó la princesita, preocupada al ver las raras expresiones de la reina.

    - Estoy bien…es sólo qué…Yo no soy su mamá, princesa.- ella retrocedió unos pasos atrás, visiblemente asustada- No, por favor no huyas, no te haré daño- suplico con voz suave Helios. Hubo algo en esos ojos que hicieron que Leucótoe no llamara a los guardias o intentara golpear a el ¿sujeto? que estaba frente a ella. La mirada de él se volvió poco a poco azul de un cielo despejado, dejando atrás el color verde que había heredado la hermana menor. Aumento su estatura y fue perdiendo los contornos de una figura de mujer hasta lograr una espalda ancha. Los brazos blancos y finos se volvieron musculosos y un poco bronceados. El cabello rubio largo se volvió corto y de un tono más luminoso. Leucotóe entonces comprendió que tenía frente de ella a Helios, el dios del que estaba enamorada. Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo.

    - Leucótoe, sólo te pido una cosa: que me ames.- La princesa no supó que decir. Era demasiado bueno para ser verdad. Simplemente sintió y dejó atrás sus pensamientos. Acarició la mejilla ardiente del Sol

    - Eso será por siempre.- contestó, mientras un raro cosquilleo que nunca había sentido antes lleno todo su cuerpo y convirtió su sangre en ardientes llamaradas que corrían por sus venas al sentir los labios del dios en su cuello…

    Cuando la bella princesa despertó a la mañana siguiente, creyó que todo no había sido más que un sueño.

    Sin embargo, al darse la vuelta se dio cuenta que estaba desnuda y sintió una agradable sensación en su piel cuando los primeros rayos entraban a su habitación hasta su cama.

    - Te amo, Helios.- dijo volviendo a acostarse en el lecho, con una dulce sonrisa en los labios. Muchos podrían decir que como era posible poder enamorarse de alguien con el que nunca había hablado antes de esa noche. El amor es inexplicable: no tiene principio ni final. No tiene razones, no tiene lógica alguna.

    - Hermana…- empezó tímidamente la poseedora de las trenzas de ébano, al acercarse a Clitia. Sus mejillas enrojecieron, no sabiendo como confesar lo que repentinamente había cambiado su vida.

    - Vamos, dilo ¿es algo malo?- apuró la mayor visiblemente temerosa y preocupada de que algo terrible le hubiera pasado a su hermanita

    - Soy toda de Helios – confesó abochornada. La princesa de rubios cabellos repitió las palabras hasta encontrarles un sentido. Al comprender todo sus ojos se llenaron de odio y ganas de venganza, sin faltar la sorpresa. Pero escondió todo en el fondo de su corazón.

    - ¿Cuándo fue? Sabes bien que ninguna chica decente hace eso. Ahora no vales nada como mujer. – respondió fríamente y con desprecio Clitia. La sonrisa de Leucótoe desapareció.

    - No creo lo que dices. Fue por amor .Y no me arrepiento. Lo que se hace por amor siempre es lo correcto- dijo decidida. Esas palabras aumentaron la ira que intentaba extinguir la otra chica

    - ¿Y en serio le creíste? Sólo te buscaba para lo que hiciste – espetó con tono de asco- Te apuesto lo que quieras a que no volverá, olvidará y amará a otra cómo lo hizo contigo. Es un dios ¿Cómo pudiste ser tan tonta para creerle?¿Amarte a ti? ¿Una simple mortal? Ja.- la joven princesa, no pudiendo aguantar más y asaltada por dudas, salió al jardín y puesta de rodillas lloró y lloró. Todo esto lo empeoraba que su propia hermana le había dicho esas hirientes palabras ¿Y si definitivamente no volvía?¿Y si sí la había utilizado? Se sintió sucia y despreciable. No encontraba como mitigar su dolor. No comió ni bebió, no salió de su cuarto más que lo necesario. Sentía las manos del dios en su cuerpo, algo que le era un recordatorio doloroso de sus dudas, Volver a vivir en su mente sus deliciosos besos , rompía su corazón en mil pedazos.

    Espero en la silenciosa noche, atenta a cada sonido. Por fin, se abrió la puerta con un rechinido leve y una figura se acostó a su lado, dándole caricias que la llevaban al mismo Olimpo.

    - Volviste – susurro en su éxtasis la princesa

    - No estar contigo cada momento que pueda es morirme poco a poco.- exclamó en el mismo estado Helios.

    - ¿Me amas?

    - Más que a todo. Nunca había sentido algo así, nunca…- suspiró el Rey Solar.

    Entonces una figura delgada salió del lugar sin hacer ningún ruido, perdiéndose en la oscuridad.

    ************************************************************+

    Absortos en su amor, ninguno de los dos se dio cuenta de los sentimientos de Clitia.

    Los celos la envolvían convirtiendola prácticamente en una infatigable Erinia, o algo peor. Al parecer en su alma no estaba el recuerdo de todo el cariño que sintió alguna vez hacia su hermana. Sólo sentía ahora un deseo indomable de hacerle daño y obtener el amor de Helios. No le importaba ahora su dolor ¿Acaso ella había sentido compasión hacia lo que sabía que sentía por el dios? No.

    Clitia pidió audiencia con su padre, el rey Órcamo. Sentado en un esplendido trono de mármol egipcio blanco, el monarca esperaba. Ella se postró.

    - Levantate y dime que pasa- pidió el rey, envuelto en su manto púrpura

    - Padre, al que doy homenaje y obedezco, mi respeto hacia ti me empuja a decirte cierta información. Es sobre Leucótoe, a la que dejarás de llamar hija después de lo que voy a decir…

    - Habla ya, por Zeus y todos los inmortales

    - Leucótoe ha estado manteniendo un completo amorío con un hombre.

    - ¿¡QUE HAZ DICHO!?- gritó perdiendo su compostura Órcamo-¿Acaso no sabe que el amor es la cosa más traicionera entre mortales e inmortales? ¿Será que no la eduqué adecuadamente para ser más cauta? Es demasiado joven, inexperta. Prefiero verla muerta a lastimada ¡Si!- Así fue como en bata y rodeada por guardias, la asustada princesa fue llevada ante el rey

    - ¿Es cierto?¿Es verdad que mantienes relaciones con un hombre?- exclamó el padre de Leucótoe. Ella no sabía mentir. Por eso respondió:

    - Si, padre. Pero él no es…

    - Cállate y vete de mi vista. -Luego se acercó a su soldado más fiel y ordenó- Quiero que abran un pozo profundo, y antes de que el Sol de paso a la Luna quiero que pongas a esa y la entierres

    - Pero, mi rey…- protestó el soldado

    - El que manda aquí soy yo. Haz lo que te ordenó

    - Cómo quiera, mi señor. Que los Inmortales lo perdonen y no lo condenen

    No sabiendo el veredicto de su padre, Clitia tenía una mueca de superioridad que podía convertir a la más bella diosa en un monstruo deforme, que le dedico a su asustada hermanita.

    - Adiós, Leucótoe, salúdame a Helios de mi parte.

    - ¡Clitia!- lloró ella descubriendo todo, pero los soldados se la llevaron, aunque ella aún logró gritar:- ¿Cómo pudiste?¡Dijiste que nunca me traicionarías y que ningún hombre nos lograría separar!¿ Acaso siempre me mentiste, Clitia?

    Ciega todavía en su odio, la princesa mayor se mantuvo inmóvil, más fría que el hielo.

    En tanto, como siempre, Helios en su carro surcaba el cielo, feliz gracias al amor que sentía por la princesa de negros cabellos. En ese preciso momento pensaba en pedirle a Zeus la inmortalidad de ella, y si no se la daba, suplicarle la mortalidad para él…

    Ya pasaba sobre el país de Leucótoe, y como cada mañana, bajó la vista al jardín del palacio. Pero en lugar de encontrar en él a su amada, la vio en una vereda pedregosa que daba a un bosque cercano, rodeada de hombres que la sujetaba. Más adelante estaban más mortales, terminando de cavar una fosa. La risa del Sol se esfumó mientras una barra de hierro atravesaba su corazón.

    - ¡NO!- gritó con toda su alma.- ¡NO!- repitió- ¡Leucótoe!- esta vez los diamantes salados caían de los azules ojos del dios, que comprendía todo. Su desesperación llegaba al limite, haciendo que deseara morir en esos momentos. Perdía el control de los caballos, pero se obligaba a seguir, faltaba poco…Los recuerdos y promesas se arremolinaban en su mente. Siempre dijo que la iba a proteger, a cuidar por toda la eternidad. Juró amarla toda su vida y proporcionarle todo, estar todo el tiempo posible con ella…

    Los mortales veían como el Sol se ocultaba a una hora poco normal, con una velocidad vertiginosa.

    - ¡ESPERA LEUCOTOE!- exclamó en algo más parecido a un rugido salvaje. Maldijo mil veces a los hados por haberle dado la tarea de alumbrar al mundo y tener que cumplir con su deber,lleno de furor que parecía querer hacerlo explotar. Los sucesos después de eso parecían pedazos de un cristal roto. Primero vio a Selene con expresión preocupada preguntándole si estaba bien. Luego se encontró en el bosque, ante una tumba cubierta de tierra recién removida. A continuación estaba frente al precioso cuerpo adorado de Leucótoe, ya muerta…Lo que sintió era incontrolable, deseo correr para siempre, no sentir nada más que los vientos de Eolo despeinarlo y cubrirle la cara. Beso el cadáver, la abrazó con frenesí tratando de devolverle el calor perdido…Pero nada. Su amada inmóvil estaba pálida, blancas también sus mejillas y las rosas de sus labios.

    La acarició. La llamó con las más bellas palabras, le hizo millones de promesas, y sólo la ninfa Eco contestaba, como burlándose de él y de sus sentimientos.

    Acomodó sus cabellos y se engañó haciéndose creer que la princesa dormía. Pero no. La piel de Leucótoe estaba más fría que el mar en invierno.

    Por fin el dios aceptó la cruel realidad, y lloró, lloró y desahogó un poco el dolor que e oprimía el pecho.

    Pero entonces otro personaje surgió de entre los árboles. Desordenado el cabello y con toda su hermosura aniquilada por el llanto, Clitia se presentó ante Helios

    Trató de apoyarse en su hombro, pero él se apartó bruscamente.

    - Estoy muy arrepentida. Perdoname como espero que también ella lo haga…

    - Antes de aceptar tu arrepentimiento soportaría los tormentos de Prometeo y Tántalo juntos cada dos minutos. Eso no me la devolverá. Ahora vete a hacer gárgaras al Tártaro, y ojala las Erinias te castiguen hasta el final de tu maldita vida mortal.

    - Pero yo…yo te amo.

    - Nadie puede hablar de amor si destruye lo más preciado para el ser amado. Traicionaste a tu propia sangre. Lárgate por donde haz venido.- herida, la princesa dejó solo al dios, que temblaba de ira. Más sin embargo Helios sabía que debía dejar ir a su amada.

    - Adiós Leucótoe. Estoy seguro que nunca amaré a alguien como lo hice contigo, y por eso te dejo partir al Inframundo. Mis sentimientos nunca cambiarán y sé que algún día aunque tenga que pasar infinidad de trabajos te recuperaré. Y de nuevo seremos los dos juntos por siempre. Te amo mi princesa de ojos de esmeralda.

    Entonces convirtió el cuerpo sin vida en una fina ramita, no sin antes darle un último beso. A continuación con uno de sus dedos incandescentes prendió la planta desconocida, que dio un suave olor aromático y se desvaneció, volando al viento…

    Clitia se deshizo en lágrimas, arrepentida con toda su alma de lo que había hecho. Pero ya era tarde.

    Muchas mañanas después, el Portador de la Luz hizo su recorrido cotidiano. Pensó que a Leucótoe no le hubiera gustado verlo sufrir, ni lleno de odio.

    - Lo sé, mi reina blanca- suspiró, y por primera vez en muchos días, bajó su celeste mirada, con la intención de perdonar de una vez a Clitia. Preparó la mejor de sus sonrisas, pero grande fue su sorpresa de ver en lugar de la princesa de dorados cabellos, una preciosa flor, grande y que parecía seguir sus movimientos. Su centro era café y los pétalos parecían de oro.

    - Gracias, Zeus.-agradeció su bondad Helios, de terminar con los sufrimientos de Clitia convirtiéndola en un Heliotropo o Girasol.

    Es el recuerdo de una princesa que siempre sigue con su mirada a Helios, tratando de conseguir su perdón y enmendar su culpa…
     
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  5.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    Mensajes:
    1,641
    Pluma de
    Escritor
    Muy conmovedor.
    Me encantó, T.T.
    De los mejores hasta ahora. Y creo que se porque me preguntaste aquello hace tiempo.
    Creo que solo vi una falta, pero dejando esa unica falla, como sempre tu narrativa es impecable y tu ortografía de las mejores.
    Invitame si añades otra.
     
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