Mimi Honda —Es solo...—dudé. No sabía exactamente cómo explicarlo pero no me gustaba esa sensacion. De alguna forma era como estar contra la espada y la pared—. Me siento como si estuvieran intentando comprarme. Pero en lugar de dinero, me ofrecen algo por lo que sí estaría dispuesta a negociar. Si me hubieran ofrecido una compensación monetaria los hubiera mandado a pasearse entre tinieblas con Giratina. Pero el trato era justo: yo retiraba la mala prensa en mis redes y la revista retiraba las fotografías editadas, tanto las mías como las de otras modelos en la misma situación. Lo que me hacía preguntarme: ¿Cuántas veces llevaban haciendo esto impunemente? Vivían obsesionados con la imagen de un cuerpo perfecto cuando ellos mismos estaban a años luz de la perfección. Mi espíritu de artista me decía que no existía algo así como un cuerpo perfecto, que la perfección como tal no podía ser medida por aquello que era deseable o atractivo a ojos de alguien más. Que lo verdaderamente perfecto no podía medirse bajo patrones tan mundanos. La belleza existía, por supuesto... pero la perfección no. Liza buscó mis ojos y añadió que estaba dispuesta a acompañarme y ser mi apoyo moral. El último aporte que hizo me sacó una risa baja y sin gracia de la garganta. Claro que Boris no contaba como compañía. Era un booker, y uno pésimo dicho sea de paso. Además, la profundidad emocional le brillaba por su ausencia. >>Tranquila, tendré compañía—me alejé de la pared para sentarme a los pies de la cama. Parecía más que dispuesta a sacrificar aún más horas de sueño por mí y no estaba por la labor—. No solo han pedido reunirse conmigo, si no también con otras seis chicas de la agencia en la misma situación. No soy la única que ha estado exponiendo sus chanchullos en redes y quieren evitar que la cosa escale a mayores. La gerente estará con nosotras y la directora de la revista es también una mujer. No era necesario que viniese. No teníamos que hacer todo juntas. Y por su expresión cansada, podía intuir que necesitaba más horas de sueño. Si la reunión se alargaba, probablemente regresase tarde. >>Agradezco el interés, Liz—le dije inclinando ligeramente la cabeza para colocarme los pendientes de aro—. Pero esto es algo que prefiero hacer sola. Además, has tenido una noche de mil demonios. Te vendría bien descansar el resto de la mañana. Y esto no era, en ningún caso, un intento por alejarme de ella después del sobresalto del beso en la mejilla de la noche anterior. En lo absoluto.
Liza White Podía comprender su inquietud. Era evidente que el alto al fuego no lo hacían de buen grado, si no porque las afectadas en esta situación los tenían cogidos por las pelotas. Si nunca hubiesen manchado la imagen de la revista por redes sociales, jamás se habrían visto en la tesitura de tener que cambiar la situación de ninguna forma. —¿Eh? Abandoné mi postura relajada en el momento en el que me sacó de la ecuación, alarmada. Aseguraba que no me requería allí, que estaría bien acompañada y que necesitaba descansar, pero la indignación no estaba por la labor de desaparecer por mucha razón que tuviese. No teníamos que estar pegadas como siamesas, pero esto era trascendental para ella, y... Y solo me quedaban cuatro días más a su lado. >>Eso no es justo. Tú tampoco has podido descansar por mi culpa —repliqué, terca como solo yo podía serlo. Tenía las ojeras de un Pancham, la energía por los suelos y una migraña del copón, y aún así estaba determinada en querer acompañarla. Mi mirada no daba espacio a réplicas—. Esto es importante para ti. No voy a quedarme descansando sin hacer nada cuando tú estarás allí velando por vuestros derechos, ¿me oyes? Pero aquello era una batalla de tozudez similar a la que tendrían dos Metapods usando Fortaleza. Le sostuve la mirada durante quién sabe cuánto tiempo, ceño fruncido, y en algún momento recordé las palabras de la noche anterior. El hecho de que prometí comenzar a cuidar mejor de mí a partir de hoy. Desvíe la mirada, acorralada, y fruncí los labios con evidente impotencia. Comprendía y respetaba que quisiese hacerlo sola, y si ese era su deseo no podía hacer más que hacerme a un lado. Total, yo tampoco podía hacer mucho allí aunque pusiese toda mi voluntad en ello. Pero. —No voy a dormir —sentencié, tajante. Me dejé caer de espaldas a la cama y cubrí mi rostro con el antebrazo, dejando que se alistase para salir por la puerta sin detenerla en ningún momento—. Una vez despierta me cuesta mucho conciliar el sueño. Pero me quedaré en la cama si eso te hace sentir más tranquila. Tal vez estudie un poco más tarde. Una promesa es una promesa, después de todo.