Ciudad Témpera

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 27 Agosto 2013.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Parpadeé.

    —¿E-eh?—murmuré con un hilo de voz completamente compungida por sus palabras.

    ¿Si esa fuera la última vez que hablásemos...?

    Repentinamente sentía que no tenía suficiente oxígeno en los pulmones y separé apenas los labios, contrariada, pero volví a cerrarlos y a apretarlos, boqueando por encontrar tanto las palabras como el oxígeno que sentía se me estaban escapando.

    La última vez.

    Eso no era una discusión típica, era un ultimátum. Y lo sentí, nuevamente de forma visceral, como un eco funesto en cada una de mis células. Honestamente esperaba muchas cosas pero no... eso. Quizás nuestras diferencias si eran realmente irreconciliables. Tal vez éramos demasiado diferentes para coexistir juntas.

    ...

    No. Esto no se trataba de diferencias. Era yo quién la estaba alejando, esto era mi culpa. Yo era quien estaba haciendo las cosas difíciles. Yo era la que era incapaz de asumir mis errores.

    Que le diría... ¿si fuese la última vez? ¿Qué quería decirle exactamente? Había cientos, probablemente miles de cosas, pero repentinamente eran una madeja de pensamientos enredados que me sentía incapaz de desentrañar. Estaba en shock. Me sentía desvanecida como un maldito fantasma.

    El labio inferior me tembló cuando finalmente pude reaccionar de alguna forma y agaché la mirada, ensombrecida, sintiendo todo el peso de la situación sobre los hombros.

    Si esa fuera la última vez... ¿qué demonios quería decirle?

    —¿De verdad quieres irte?—con el cerebro saturado fue lo único que logré articular en un primer momento. No había ninguna emoción discernible en mi voz. O al menos intenté que no la hubiera pero me estaba costando un esfuerzo titánico el solo hecho de mantenerme en pie—. Porque si realmente quieres, ahí tienes la puerta.

    Si eso era lo que quería hacer no iba a detenerla. Si estaba cansada de mí y no quería volver a verme, tenía vía libre. No sería la primera ni la última persona que me diera la espalda.

    Tomé una bocanada de aire. Sonó temblorosa porque me dolía genuinamente el pecho. Era como si el corazón se me estuviera partiendo en dos.

    Me estaba quebrando.

    >>Pero si realmente no quieres... quédate. Por favor quédate—le pedí—. Sé que soy un desastre, que mi orgullo es mi peor enemigo y que mi incapacidad para reconocer mis errores termina alejando a todo el mundo de mí. Y no... no quiero alejarte a ti también. No quiero—negué con la cabeza, angustiada, luchando contra mis propias emociones—. No sé si podría soportarlo.

    >>Siempre tengo esta idea de que nadie se quedará conmigo, de que me abandonarán y en un intento por evitar ese dolor alejo a todo el mundo de mí y lo convierto en una profecía autocumplida. Ni siquiera sé por qué estamos discutiendo en primer lugar. Lo odio. Oh Arceus, ¡lo odio tantísimo!—la voz se me quebró, tintada de una rabia sorda que solo iba dirigida a mí misma. Apreté los dientes y hundí mis uñas en mis propios brazos hasta el punto de causarme dolor—. No lo soporto. Siento que discutimos aún más desde que empezamos todo... esto. ¿Cuál es el punto entonces?

    Alcé la mirada hasta ella, a su espalda porque era todo lo que podía ver ahora. Quizás eso fuera lo último que viera de ella. El pensamiento me agrió el gesto, contrayéndolo en una expresión amarga.

    Repentinamente quería salir corriendo porque estaba desnuda en alma y la vulnerabilidad y yo eramos enemigas acérrimas. No sabía si en su dirección o en la opuesta, pero sin saber qué hacer solo me quedé allí abrazada a mí misma y estremeciéndome entre sollozos ahogados.

    Era una maldita hipócrita, ¿verdad? Le había pedido que no huyera de mí... pero era yo la que lo estaba haciendo.

    >>¿Qué... qué me has hecho?—sollocé patéticamente tratando de contener mis lágrimas con el dorso de mis manos y mis muñecas— Aún si te quedaras y quisieras regresar a como estábamos antes, ¡no podría volver a ser solo tu amiga ni queriéndolo!
     
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    Los sollozos de Mimi se extendieron a través del silencio, pesado y asfixiante que sucedió a sus palabras. No hubo una sola más de mi parte. El tiempo corrió, el mundo no se detenía ante nadie, y entonces lo notó. Al tratar de ver a través de la cortina de lágrimas, buscando saber quizás si había terminado por marcharme, ya no fue mi espalda lo que vislumbró.

    En su lugar encontró mis ojos, aquella mirada azul que tal vez podría reconocer en cualquier parte, reparando en sus gestos con actitud circunspecta y reflexiva. Meditando, tal vez, un sin fin de cosas.

    Sus últimas palabras hicieron tambalear mi aparente firmeza por un instante, pero decidí hacer oídos sordos por el momento. Apagué mi cerebro y las resguardé, en algún lugar de mi mente para más tarde.

    Separé mis labios finalmente.

    —No voy a irme a ningún lado. No de momento, al menos —aclaré. Había suavizado ligeramente mi voz, pero mi tono seguía siendo severo. No hice ademán de apartar sus lágrimas en ningún momento—. Pero sí que el pensamiento me estremeció por primera vez por dentro. A veces la vida se sucede tan deprisa, que cuando nos damos cuenta de estas cosas es demasiado tarde. Digamos que te planteé un escenario viable... en alguna realidad posible.

    Se trataba de una suerte de aviso, si se quería. Lo tenía escrito por todo el rostro. Tal vez en mi mirada impasible o en mi expresión intransigente y adusta. Se lo había dicho antes, ¿cierto? Podía ser un cachorro de Lillipup la mayor parte del tiempo, pero yo también sabía poner límites. Aún si en esos límites también se encontraba ella.

    Era una sentencia firme.

    "Si no me cuidas, yo también voy a marcharme".

    El problema allí no eran nuestras diferencias, nunca lo habían sido. Nuestros roces seguían siendo estúpidos y banales en comparación. Como mi berrinche en la mañana, que hubiese pasado tal vez sin pena ni gloria con un par de cosquillas y almohadazos en la cara. O cuando me distancié emocionalmente de ella en la tarde y en lugar de suavizar sus gestos y tratar de indagar el origen, su primera reacción fue buscar más guerra.

    Tal vez aquella discusión, sin ir más lejos. Había reconocido mi error, me había disculpado y comprendimos el origen del malentendido, y sin embargo fue incapaz de dejarlo estar. De admitir tal vez su propio error o en su defecto calmar las aguas. El problema aquí era su carácter imposible y la forma que tenía de volver unas insulsas brasas todo un incendio sin control.

    Nuestra amistad o aquella relación de amigas con derechos solo era un chivo expiatorio.

    El verdadero monstruo allí se escondía aún debajo del colchón.

    —Es normal que notes que discutimos más ahora. Esa no es la cuestión. Llevamos meses sin vernos y estamos conviviendo ahora las veinticuatro horas del día; vamos a vivir juntas sin ir más lejos, por el amor de Arceus. Los roces entre dos personas bajo un mismo techo son el pan de cada día —Tensé los labios ligeramente, irritada con la situación. Por supuesto que me dolía verla así, pero por una vez prioricé mi propio corazón resquebrajado. Necesité poner primero mis emociones en orden antes de amagar por contener las suyas—. El problema es que, tenga o no la razón en esas discusiones, Mimiko Honda no va a hacer nada por arreglar la situación. Se sentará en su solitario trono en una espiral de autocompadecencia, consciente de sus defectos, pero sin la intención de mover un solo dedo para luchar contra ellos.

    Su actitud conformista me asqueaba profundamente. Era completamente opuesto a mi naturaleza rebelde y contestataria. Había crecido y madurado, pero parte de su mentalidad se había quedado estancada tal vez en sus catorce. Se defendía diciendo que su orgullo era su mayor enemigo pero jamás la había visto luchar contra él, ni siquiera hacer el amago cuando tuvo la oportunidad.

    Había tenido que simular mi partida para que lo barriese a un lado de una vez, por amor de Arceus.

    >>Ya no puedes seguir con la mentalidad de que te importa un cuerno de Tauros que la gente se aleje de ti sin hacer nada por evitarlo. Ya no estás sola, ahora tienes cosas que deseas mantener. Tus... lágrimas son la prueba suficiente de ello —Me mordí el labio inferior, desviando la mirada de nuevo—. Tienes que pasar página de una vez, idiota.

    Si no buscaba cambiar también eso, si seguía escudándose en que era así y no había nada ni nadie que pudiese cambiarlo, nuestra amistad no llegaría a ningún lado. Me negaba sistemáticamente a seguir haciendo el esfuerzo por ambas. Era injusto e inhumano, no importaba cómo lo mirase.

    >>No voy a correr tras de ti eternamente —murmuré entonces, afligida, haciendo tambalear mi postura hasta entonces. Las lágrimas me ardieron detrás de mis cuentas, lágrimas de pura frustración—. Quiero correr a tu lado, Mims.

    Coge al tauros por los malditos cuernos y espabila de una vez.
     
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    Estuve llorando no sé por qué cuanto tiempo. Tal vez unos minutos, tal vez una eternidad. El tiempo de verdad que era relativo. Escuchaba el murmullo de la gente y de los coches al otro lado de la calle y odié la idea de que alguien pudiera verme así. En cierta forma agradecía estar en un callejón con la espalda apretada contra la pared, porque no sabría cómo actuar si alguien me viese rompiéndome en pedazos. A veces ni siquiera yo me entendía a mí misma, era verdad. Pero no le había mentido cuando le dije que podía ser deshonesta pero tenía muy claro lo que quería.

    Y luchaba por ello. El problema es que solo los idiotas peleaban guerras perdidas.

    Sorbí por la nariz y se me escapó una risa sin ninguna gracia, áspera y desencantada.

    ¿Esta era... una guerra perdida?

    —Esto es patético.

    Eso que dijo de que las personas que convivían tenían sus roces no era del todo cierto. Habíamos pasado días juntas cuando exploramos la Isla Milagro y jamás tuvimos una discusión similar. El problema ahora era que habíamos sobrepasado los límites y no podíamos volver a atrás. Cualquier paso en falso y todo entre nosotras, nuestra amistad, nuestros momentos de llantos y risas, todo lo que habíamos construido quedaría en nada. Sería un visto y no visto. Si todo se rompía, literalmente se rompería todo. Y era justamente lo que estaba pasando ahora.

    Aunque el motivo era uno muy distinto.

    —¿Qué sabes tú de lo que puede o no puede hacer Mimiko Honda?—le espeté. Ojalá supiera siquiera que emoción había en mi voz pero estaba bastante segura de que no había nada discernible—. No me conoces ni la mitad de lo que crees, Liz. ¿Piensas que no lucho contra mi orgullo cada día? ¿Crees que es fácil para mí abrir mi corazón como lo estoy haciendo? Tienes esta idea estúpida que no hago nada, pero si realmente no hiciera nada ni siquiera te hubiera dicho todo esto. Si no hiciera nada me hubiera dado igual que Alpha viviera aterrado de mí o no me hubiese disculpado con Dante. Que no veas la lucha no significa que no exista.

    >>Vete si eso es lo que quieres hacer, no voy a detenerte. Si crees que es lo que correcto, lárgate. Nadie te obliga a quedarte si sientes que estar conmigo es una molestia. Tienes amigos que te entienden, ¿no es verdad? Tienes a Aika y a Miki... tienes a Nikolah. Incluso a Emily. Eres más similar a ellos que a mí. Quizás no te hagan sentir deseos de marcharte al primer inconveniente.

    Eso no era honestidad. Era resquemor.

    >>Da igual lo mucho que me esfuerce, nunca será suficiente. Eres la persona en la que más confío, pero eso no te basta. No puedo ser tan alegre como Aika ni tener contactos con la NASA como Miki, ni ser una boba adorable como Nikolah. Así que dime qué quieres exactamente. Porque si querías que fuese honesta ya lo he sido.

    Eso tampoco era honestidad.

    >>Quiero correr a tu lado, Mims.<<
    Nadie en toda mi vida me había dicho algo así. Resonó como una única gota de agua en un estanque creando ondas en la superficie que alcanzaban la orilla; o como la tecla de un piano bien afinado. Rebotó e hizo eco con el acorde más hermoso que había oído nunca. Una frase tan simple que podía significar tanto... tal vez en ese momento ni siquiera comprendiera la totalidad de su magnitud, pero fue suficiente para tambalear las paredes del castillo y derribarlas.

    Por primera vez en mucho tiempo la princesa obstinada en su solitario castillo sintió de verdad que no estaba sola.

    —Entonces hazlo, idiota—la miré directamente en los ojos pero no había ni rastro de esa frialdad ni de la ira capaz de consumirlo todo. Estaba frustrada, por supuesto, pero no era una mirada que buscaba avivar el conflicto si no apaciguar las llamas que se habían salido de control. Dudé brevemente, un solo instante, pero extendí mi mano en su dirección y le sonreí entre las lágrimas—. Dejemos de discutir por tonterías y hacer montañas de granos de arena y corramos juntas. Esta melodía conjunta no tiene ningún sentido sin ti.

    Crea puentes, no murallas.

    Eso era honestidad.

    Ay wey
     
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    Fue como si despertase de un mal sueño. La bruma de mi raciocinio se despejó lo suficiente como para reparar en su sonrisa y mi corazón, recubierto hasta entonces de una capa de escarcha que amenazaba con recrudecerse por momentos, volvió a latir. El hielo se deshizo a su alrededor y su calidez finalmente me alcanzó. Volví a sentir.

    Entonces lo comprendí. Al regresar en mí me encontraba al otro lado del abismo, de la enorme brecha que nos separaba, y de su fortificación había surgido un puente levadizo. La bandera blanca ondeaba desde el torreón y Mimi aguardaba al otro lado, con la mano extendida en mi dirección. Esperando por mí.

    Crea puentes, no murallas.

    Quise poner en funcionamiento mis piernas pero mis músculos se resintieron. Los sentí rígidos, oxidados, resentidos por la frustración y la ira. Pero quería moverme. Quería atravesar ese maldito puente. No pertenecía a este lado del abismo, atrapada en el vórtice de las emociones crudas y viscerales. De la penumbra y de la soledad.

    Mi lugar estaba allí, junto a ella. Junto a la calidez, la suavidad, el cariño desinteresado y la confianza.

    Crea puentes, no murallas.

    Di un paso. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, extendiendo aquel sentimiento cálido y genuino por cada célula de mi ser. Era el motor de mi vida. De mis impulsos y de mis convicciones. Se sucedió otro paso, y luego otro más. Cuando quise darme cuenta había atravesado el interminable puente y mis dedos rozaron los suyos, se entrelazaron y la atraje hacia mí, rodeándola con fuerza entre mis brazos. Busqué contenerla, contener sus emociones y las mías propias, como tuve que haber hecho desde el mismo instante en el que se quebró ante mí.

    La bandera blanca se alzó. Ambas lloramos en el hombro de la otra, acompañadas y cobijadas en la seguridad que nos confería nuestra compañía.

    Y entonces aquella guerra fría llegó a su fin.

    —Lo siento —sollocé, enredando mis dedos en su cabello dorado—. Lo siento muchísimo. No quiero irme, Arceus, ¿cómo iba a hacerlo si eres de lo más importante en mi vida? —La rodeé con más fuerza, enterrando mi rostro en su cuello, buscando ocultarme del mundo tal y como ella lo hacía conmigo—. Jamás había pensado algo así y hacerlo, ser consciente de ese pensamiento por primera vez… Me aterró. Nunca había sentido tanto miedo. Creí que… Creí que compartiéndote ese miedo, asustándote de la misma forma te haría reaccionar. No quería… No quería hacerte sentir así.

    La ira y la impotencia primaron en mi reacción y nublaron mi juicio, pero no era un monstruo. No quería volver a verla así, odiaba verla llorar. Quería que me sonriese como lo había hecho, sin lágrimas tiñendo su expresión. Tenía una sonrisa preciosa, la adoraba y no quería que la tristeza la profanase de ninguna forma.

    >>Sé que te esfuerzas, me lo demostraste el otro día con Dante y lo haces cada vez que eres honesta conmigo. Y lo valoro muchísimo. Tan solo… —boqueé por algo de aire, tratando de articular las palabras de forma correcta—. Tan solo me gustaría que así como lo hiciste con Alpha y con Dante, también te esfuerces conmigo cuando discutimos. Esforcémonos juntas en mantener esto a flote. No quiero perderlo por nada en el mundo, Mimi.

    No quiero perderte por nada en el mundo.

    >>Me da igual que no seas similar a Miki, ni a Aika, ni a Nikolah. No quiero que te parezcas, quiero que seas tú. Te quiero a ti, con tus defectos y virtudes, sin necesidad de asemejarte a nadie más —Las palabras escaparon de mi boca, y a pesar de que en ese instante no comprendía la trascendencia que había detrás, lo sentí francamente correcto–. Deja de apartarme de tu lado por creerte insuficiente. Eso no es así.

    Quiero estar contigo.

    No compliques más las cosas y entiéndelo, idiota.
     
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    Yugen

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    Esperé. Y esperé. Probablemente habría esperado una eternidad a que se decidiese a cruzar el puente.

    No la quería lejos de mí y no quería estúpidas murallas ni muros ni barreras entre nosotras. Lo habíamos compartido todo, joder. Incluso nuestra más absoluta intimidad. Quería creer que no había secretos entre nosotras y que nuestras peleas eran absurdeces en comparación con las grandes cosas que podíamos hacer juntas.

    Ahogué una exclamación ahogada cuando tiró de mí y un sollozo contra su hombro cuando me abrazó, sosteniéndome entre sus brazos como si tratase de contener los pedazos rotos de ambas. No era una suposición lejana de la realidad; genuinamente sentía que me estaba rompiendo. En el momento en que me abrazó y la oí sollozar, las grietas no pudieron soportar el peso y mi sonrisa se quebró y se tornó en llanto.

    Solo los idiotas peleaban guerras perdidas.

    Era cierto.

    No tenía ningún sentido levantarse en armas contra un destino inamovible.

    Pero aquella no era una guerra perdida.

    Ni siquiera era una guerra en primer lugar.

    —No. Yo... yo soy la que lo siente—sorbí por la nariz sollozando sobre su hombro. Mi voz sonó ahogada y frágil como un cristal—. Yo soy la que complica las cosas con mi carácter de mierda. Es mi culpa que hayamos llegamos a este punto. Si hubiera sido honesta desde un principio jamás te hubiera empujado a esto.

    Estábamos en el mismo bando. Siempre lo habíamos estado. Nuestra relación nunca había funcionado de otra forma. Incluso cuando competíamos por tonterías y era algo que solíamos hacer muy a menudo, jamás habíamos sido rivales. Por supuesto que teníamos nuestros problemas y nuestros roces, éramos humanas, no muñequitas de exposición. Tau pretendía que fueramos solo herramientas para sus fines pero sus amasijos de energía vital le habían salido muy rebeldes.

    Muy rebeldes y emocionales.

    >>Yo... yo tengo... tengo miedo, Liz—hipé cuando finalmente pude encontrar mi voz. Mi dedos se cerraron en la tela de su blusa, en torno a sus omóplatos, mis uñas también aunque jamás se le clavaron en la piel—. Estoy jodidamente aterrada. Están pasando cosas y siento que no tengo el control de ellas y me frustro y hago un mundo de todo cuando ni siquiera hay motivos. No quiero perderte, eres un mundo para mí. No sé cómo ni cuando pasó pero pasó y ahora siento que mi vida no sería lo mismo sin ti en ella. Y eso me aterra... no tienes idea de cuánto. Porque siento que acabarás por irte al final, que cuando pase tal vez ni siquiera sea mi culpa pero lo harás. Y volveré a estar sola porque esa es mi maldición y mi única realidad. Constantemente tengo este miedo, interiorizado en lo más profundo, y cuanto más tiempo pasamos juntas y más amable eres conmigo peor se vuelve.

    Esta es tu maldita culpa, papá. Gracias por joder mi vida.

    >>Puedes pensar que soy dramática y que estoy traumatizada y no te equivocarías. Y sin embargo quiero... quiero creerte. Y quiero darte motivos para que te quedes. Si de verdad quieres estar con esta idiota deshonesta, esta idiota deshonesta quiere dejar de ser deshonesta contigo.

    >>Así que...

    Tomé una bocanada de aire. Aún me dolía el pecho, lo sentía apretado. Las manos me temblaban y aunque me sentía absolutamente desnuda y vulnerable, por primera vez no odié el sentimiento.

    No porque no había otro maldito lugar en el mundo que quisiera estar antes que entre sus brazos.

    >>... Quédate. Por favor, quédate conmigo. No te vayas a ninguna parte.

    Si esto no es amor que baje Arceus y lo vea-
     
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    Nos mantuvimos allí, abrazadas, sosteniendo los pedazos de la otra por si nuestras propias piernas llegaban a fallar. Sollozamos como niñas, completamente rotas y aterradas, pero a pesar del miedo y de la intensidad de nuestras emociones, se sintió profundamente catártico. Habíamos discutido innumerables veces, pero solo en ese momento noté que algo estaba empezando a cambiar en ambas de manera significativa.

    Que nuestra voz al fin había alcanzado a la otra. Esta vez de verdad.

    La escuché hablar sobre sus miedos, sintiendo que me veía en cierta medida reflejada en un espejo. Eran esas estúpidas y convulsas emociones, esas nuevas experiencias las que me habían llevado a tratar también de alejarla de mí en la habitación. Si ese era el motivo de sus exabruptos, de su carácter especialmente irascible y belicoso, podía llegar a entenderlo. Quizás odiaba pisar suelo inestable pero estábamos juntas en esto; en el mismo barco, rumbo a un destino incierto.

    Era una estupidez darnos la espalda cuando podíamos correr, equivocarnos y tropezar, juntas.

    El corazón me dio un vuelco en el pecho cuando, a pesar de sus traumas y experiencias de vida, aseguró que quería creerme. Que quería confiar en que no me marcharía de su lado. Lo trascendental de su decisión me golpeó con contundencia y me hundí más en el abrazo, soltando un sonidito ahogado entre los sollozos, asintiendo contra su hombro. Saber que confiaba en mí de esa forma me hizo sentir una felicidad inusitada. Me repiqueteó en la piel, en cada célula de mi cuerpo, y el aleteo incesante desembocó en la boca de mi estómago.

    "Quédate. Por favor, quédate conmigo. No te vayas a ninguna parte."
    Arceus. Quería a esta niña con cada fibra de mi ser.

    Tomé una bocanada de aire, sintiendo que me temblaban las piernas, y aparté el rostro de su hombro para poder mirarla, sin romper del todo el abrazo. Estábamos echas un absoluto desastre, pero qué más daba. Era genuino y arrollador; estábamos poniendo nuestro corazón en las manos de la otra, confiando en que no resultaría dañado.

    Si ella confiaba en mí, quería creer en ella de la misma forma.

    Confiar en que me daría motivos para quedarme a su lado.

    —Siempre que desees tenerme cerca, no me iré a ningún lado —murmuré, sonriéndole a pesar de las lágrimas. Llevé mis pulgares a sus mejillas y las aparté con suavidad; cerró uno de sus ojos bajo el tacto, y deposité un beso allí, sobre su párpado—. Si tu destino es que todos se alejen de ti, entonces yo seré la excepción. Soy lo suficientemente terca e insistente como para combatir una maldición de diecinueve años, ¿acaso no me ves? —solté una risa nasal, embotada, y uní nuestras frentes en un gesto cargado de dulzura. Cerré los ojos, sin borrar mi sonrisa—. Lo hemos entendido mal todo este tiempo. Enfrentar este miedo solas es la verdadera guerra perdida... Así que hagámoslo juntas.

    No teníamos que sufrir en solitario. No cuando ambas compartíamos las mismas emociones y miedos. Quizás mi cariño fuera distinto al suyo, quizás fuera más intenso y desmedido... Pero podría vivir con eso. No tenía por qué convertirlo en un miedo como tal.

    Empujé ligeramente su frente, en un ademán juguetón.

    >>Después de todo —añadí—, hacemos un buen equipo, ¿no?
     
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    >>Lo hemos entendido mal todo este tiempo. Enfrentar este miedo solas es la verdadera guerra perdida... Así que hagámoslo juntas.<<

    Fue un momento de completa realización. Era todo lo que quería y necesitaba escuchar.

    No necesitábamos seguir huyendo y luchando cuando el verdadero enemigo no éramos la una de la otra si no nuestros propios demonios. Ambas estábamos en la misma situación. Ambas compartíamos las mismas preocupaciones y miedos.

    Me dio un golpe juguetón con su frente sobre la mía que me hizo sentir absurdamente cálida por dentro y sonreí en respuesta al cerrar los ojos. Era ese tipo de calidez inocente y pueril. Un sentimiento hermoso y brillante como las estrellas fuera de este callejón vacío.

    —Claro que hacemos buen equipo, boba—convine con una risa ahogada, aún entre las lágrimas. Pero ya no eran lágrimas de tristeza. Eran profundamente cálidas—. ¿Lo has dudado alguna vez?

    Mi corazón había sido durante años como este mismo callejón. No estaba completamente cerrado pero no era fácil llegar hasta él. Apartado y escondido de las mirada de la gente, pasaba los días oculto en sus propias sombras.

    Mas, a diferencia de este callejón, mi corazón nunca había estado vacío.

    Ella hablaba y me derretía como mantequilla sobre unos hotcakes. ¿En qué momento me había vuelto tan débil por esta tonta y por qué empezaba a no importarme en lo absoluto?

    Cuando nos conocimos... Ah, ese primer día fue un desastre. Pasamos un breve tiempo juntas, compartimos habitación y me enojé con ella porque su Raichu me electrocutó y arruinó mi cabello. Probablemente en ese momento pensó que era una mimada egocéntrica sin remedio y no estaba lejos de la realidad. Habíamos estado juntas muchas veces, en múltiples misiones conjuntas donde se requería la ayuda de todos los holders, pero no fue hasta el viaje en Gérie que nos permitimos hacer un hueco para la otra.

    Desde entonces... habíamos estado juntas incluso cuando no lo estábamos. Nos manteníamos en contacto cuando la vida adulta se hacía pesada y hablábamos de las cosas que nos estaban pasando en nuestro día a día. Como cuando ella sufrió aquella crisis existencial y decidió buscar ayuda psicológica o como cuando yo decidí incursionar en el mundo del modelaje porque ella me había dado esa confianza.

    En lugar de replicar su gesto, sostuve sus mejillas entre mis manos y la atraje hacía mí hasta que mis labios encontraron los suyos.

    No fue solo un beso. Fue un agradecimiento, una confirmación y una promesa todo a la vez, regado con la ternura y cargado de la trascendencia que implicaba este momento de conexión y entendimiento para nosotras.

    En realidad no había pasado tanto tiempo pero habíamos encajado como las piezas de un puzzle. Ahora era mi mejor amiga, un pilar fundamental en mi vida y alguien a quien quería profundamente.

    Tracé su labio inferior con el dedo índice.

    —... Quiero besar esta boba sonrisa tuya todos los días hasta que mi pintalabios sepa como el tuyo—le dije como si fuera un secreto entre nosotras, allí contra sus labios y el calor que irradiaba su piel. Le dirigí una sonrisa traviesa—. Considéralo una amenaza.

    La dejé ir pero mis dedos jamás dejaron de entrelazar los suyos ni siquiera cuando di media vuelta. Me sentía tan liviana, tan relajada que solté una pequeña risa. La felicidad era un sentimiento que se me había escapado en más de una ocasión y como al amor, no lo conocía tanto como pudiese.

    —Volvamos. Tenemos una quedada en el parque de atracciones que celebrar, ¿no es verdad?

    Pero probablemente se pareciese mucho a esto.
     
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    Embargada probablemente por un sinfín de emociones, Mimi me sostuvo de las mejillas y me besó. Sus labios estuvieron cargados de agradecimiento y de una profunda honestidad; me parecieron completamente irresistibles. Le devolví el beso sintiendo el corazón pletórico, amagando por estallar de pura felicidad.

    Al separarnos trazó el contorno de mi labio inferior, en un gesto cargado de intimidad y complicidad, y la mezcla de su sonrisa y sus palabras le hicieron un serio daño a mi autocontrol. Enrojecí vivamente, separando apenas los labios, con la intención de añadir algo pero volví a cerrarlos al momento, incapaz de encontrar mi voz. Aquella idiota sabía tocar las teclas correctas para dejarme sin habla y eso era mucho decir, pues hablábamos de mí.

    Mimi fue la primera en deshacer el abrazo, pero sus dedos continuaron entrelazados junto a los míos pese a todo. Me sequé con la mano libre cualquier resto de humedad en mi rostro, y mis ojos se abrieron de la impresión cuando me instó a volver junto a los demás. La realización hizo que una nueva oleada de felicidad me recorriese el cuerpo y alcé la voz, sin ser capaz de contenerme.

    —¿Vas a venir? —cuestioné, mi voz tintada de una ilusión pueril. Había asumido que nos despediríamos allí, y hubiera estado bien con eso. Verla de repente tan alegre y liviana me recordó que había aceptado venir también al día siguiente y me sentí la chica más afortunada del mundo. Era demasiado fácil de contentar, después de todo—. ¡Vas a venir de verdad!

    Motivada por un impulso infantil correteé hasta ella, pues había empezado a tirar de mi mano para liderar la marcha hasta el Mime Donalds, y solté su mano para rodear su cintura, alzándola un poco en el aire mientras daba una vuelta. La dejé en el suelo al poco tiempo, compartiendo una breve risa.

    Un Meowth que pasaba por el lugar, rebuscando entre los cubos de la basura tuvo la mala fortuna de conectar miradas conmigo, y corrí hasta alzarlo también a él.

    >>¿Has oído eso, Meowth? ¡Mimi va a venir con nosotro-! ¡Wah!

    Evidentemente al felino no le agradó que una humana desconocida lo sujetase en brazos, de modo que asustado y en guardia me arañó la cara, zafándose con brusquedad de mi agarre. Me llevé las manos al rostro, soltando pequeños quejidos de dolor, pero cuando Mimi se acercó a ver si estaba bien la sonrisa boba no desapareció del todo. Nada ni nadie iba a arruinarme el buen humor.

    >>Igual no tuve que hacer eso —Solté una risita ligera, adolorida. Tomé de nuevo su mano cuando el dolor remitió un poco, entrelazando de nuevo mis dedos con los suyos, y tiré de ella hacia fuera del callejón—. Vamos. Miki y Poly estarán encantados de volver a verte.


    ***

    El restaurante de comida rápida seguía igual o más vivo que cuando lo abandonamos. No fue difícil localizar nuestra mesa, pues estaba ocurriendo en ella un suceso... Particular.

    La mesa se encontraba repentinamente repleta de vasos, y Miki había sacado de cada uno de ellos una pequeña pegatina, extendiendo todas sobre la mesa y valorándolas detenidamente. Cuando una de las mesas aledañas se despejaba, y si alguno de sus consumidores se olvidaba de quitar la pegatina, Poly revoloteaba disimuladamente y se llevaba el vaso ajeno a la mesa de su entrenadora.

    Lo entendí entonces, sintiendo una gota de sudor recorrerme la mejilla.

    Ah, el evento ocasional de Monopoly en los Mime Donalds.

    —¡Señorita benefactora! ¡Señorita agente!

    Poly se mostró contento de vernos regresar. O más bien se le veía con la urgencia de contarnos algo. Miki alzó la mirada también de la mesa y levantó la mano, tan escueta como siempre.

    —Ah. Habéis vuelto.

    —¡No se lo van a creer! ¡Cruack! —El ave revoloteó hacia nosotras—. ¡Miki ha conseguido un premi...! —Se interrumpió al verme más de cerca, consternado—. ¿Por qué tienes el rostro repleto de arañazos, agente?

    Estuve por contarle cuando una encargada del establecimiento se acercó a Miki, otorgándole... ¿Un vale de algo?

    La chica nos sonrió desde su asiento cuando esta se marchó, victoriosa. Alzó el papel desde allí.

    —He conseguido 5000 pokédolares —Nos informó. Así, sin más.

    Mimi y yo nos miramos sin comprender.

    ¿¡Quéeeee!?
     
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    A veces de verdad que era una niña. Sabía que la tontería del Lillipup y el Glameow era una estupidez pero cada vez podía ver con más claridad las similitudes. Podía imaginar las metafóricas orejas de cachorro elevándose sobre su cabeza y la cola agitándose con emoción a su espalda cuando comprendió que iba a unirme a la celebración. Especialmente cuando había estado tan en desacuerdo con la idea de que Miki viniera con nosotras.

    Pero... repentinamente la idea no me desagradaba tanto. Estaba dispuesta a hacer el esfuerzo y no desconfiar de "voyeur por una pizza" aunque se me fuese la vida en ello. Al menos le daría el beneficio de la duda.

    En algún momento White me sujetó de la cintura y me elevó dando un giro sobre sí misma. Ahogué una exclamación de sorpresa.

    Mi corazón eludió un latido.

    —¡O-oye!—solté atropelladamente al sentir mis mejillas arder con más fiereza... como si eso fuera siquiera posible. Pero estaba demasiado feliz como para que me importase realmente la audacia del gesto. Compartimos una risa desenfadada, breve pero significativa.

    El problema era que miss Lillipup pecaba de confianzuda en su deseo de compartir su alegría con el mundo. Un Meowth callejero definitivamente no coincidía con el sentimiento. Se libró de su agarre después de arañarle la cara y alejarse de un salto entre bufidos.

    Me acerqué a ella con una expresión de circunstancias aunque no podía evitar estar preocupada por su estado físico y su capacidad de razonamiento.

    —¿Qué haces boba?—la interpelé— ¿Estás bien?

    Seguía sonriendo y como un manto espejo me reflejó la misma emoción. Incluso a través de su rostro magullado brillaba con luz propia. Era... su propia luz interna, ¿verdad? Como una estrella que no necesitaba la luz de nadie para brillar.

    No, definitivamente no tenía que haber hecho eso.

    Parpadeé contrariada por mis propias emociones y desvié la mirada de sus ojos en un ademán vulnerable.

    Pero maldita sea, era jodidamente adorable.

    ***
    El regreso al Mime Donalds fue tranquilo. El callejón no estaba lejos así que solo tuvimos que dar unos cuantos pasos por la acera para regresar. Y así el mundo seguía bullendo a nuestro alrededor—la gente iba y venía, atareados en sus particulares vidas ordinarias— pero no le estaba prestando atención. En realidad, todos mis sentidos estaban centrados en la forma en la que sus dedos se entrelazaban tiernamente con los míos, sujetándome con la firmeza suficiente para hacerme sentir que todo estaría bien.

    Era una seguridad a la que no estaba acostumbrada. Yo, que solía aparentar una inmunidad que no sentía, me sentía segura de verdad por una vez.

    Dentro del Mime Donald's la situación era caótica. Me gustaría comprender el desastre que estaba haciendo Miki con las pegatinas de los vasos pero ni siquiera iba a preguntar.

    No solía frecuentar este tipo de locales en general así que no sabía nada de ninguna promoción ni evento. A mis ojos era solo una rarita haciendo... bueno, rarezas. Liza quería que intentara llevarme bien con ella pero, ¿cómo demonios iba a hacerlo? Es decir, solo... ¡miradla! Estábamos en puntos completamente opuestos del espectro.

    Cinco mil no era una cantidad tan grande, pero debía ser un mundo para alguien que se ganaba la vida tocando el bajo en la calle y vendiendo pienso para pájaros. ¿Qué había hecho? ¿Tocado una de las patas de Victini?

    —¿C-cómo?—parpadeé con contrariedad, en shock. Me llevé la mano al puente de la nariz y cerré los ojos, tensa—. Ah, ni de coña. Definitivamente tienes conexiones con la mafia.
     
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    Miki decidió emplear generosamente su botín en pedir una tanda de helados para todos, e invitarnos ella misma al parque de atracciones en compensación por todo lo sucedido en la tarde. Su misterioso contacto le había dejado las entradas a un módico precio, y aún después de comprar cuatro le seguía sobrando dinero del premio para, probablemente, comer hasta final de mes.

    Su amabilidad me reafirmó en el hecho de que no me había equivocado con ella al dejarme guiar por mi corazón a ciegas. Podía ser una criatura extraña e incomprensible, con prácticas o contactos de dudosa procedencia y moralidad.... pero era una buena persona a fin de cuentas. A las pruebas me remitía.

    Me llevé una cucharada de helado a la boca y cerré los ojos, dejando salir un sonidito de pura felicidad. Pizza, helados... Quitando la seguidilla de discusiones, no me importaría repetir de manera infinita este tipo de días. Me había encargado de despejar la mesa de los vasos robados de Miki, con algo de ayuda, de modo que ahora volvíamos a ser nosotros cuatro y nuestros helados, celebrando como se debía nuestra incursión de mañana.

    —Hay algo que quería preguntarte, Miki —Saboreé un poco más el helado antes de ir al grano. La miré con curiosidad desde mi asiento—. Evidentemente no eres de aquí, por tu nombre y tu acento. Si tuviese que apostar, diría que eres de... ¿Hoenn? —Miki negó con la cabeza—. ¿No? ¿Johto, tal vez?

    —Soy de Sinnoh —aclaró la joven con tranquilidad.

    El detalle me hizo abrir los ojos y volverme hacia Mimi, emocionada por ella.

    —Hey, ¡igual que tú! —Me llevé otra cucharada a la boca mientras reflexionaba acerca de algo. Solté una risa nasal ante mi propia tontería—. Mimi, Miki... Ambas sois de Sinnoh y compartís tres de cuatro letras en vuestro nombre. Yo digo que es el destino.

    —Yo también soy de allí, ¡cruack! —El Chatot, no queriendo ser excluido de la reunión de Sinnoh, agitó las alas en un ademán que buscaba llamar la atención. Estiré el brazo y le acaricié entre las plumas, risueña, en un ademán conciliador—. Nací de un huevo que obtuvo uno de sus hermanos mayores, pero se lo dieron a Miki para enseñarla a tratar con pokémon desde pequeña. Desde entonces somos compañeros, ¡cruack!

    —Qué lindo —convine, imaginándome a una pequeña Miki y a un Chatot bebé, mucho más desplumado que ahora—. Supongo que soy la única que no es de allí. Yo vengo de Teselia.

    —Wow. De Teselia —Miki pareció impresionada y saqué pecho con orgullo. Entonces prosiguió, ladeando el rostro con la misma inexpresividad de siempre—. ¿...Dónde está Teselia?

    ...

    —¿¡Perdón!? —exclamé, indignada. Como si me tomase aquello como una ofensa comencé a explicar uno por uno todos mis argumentos de por qué venía de la mejor región del mundo—. Para tu información Teselia es la primera potencia mundial y tiene una enorme influencia en el resto de regiones. Empezando por...

    Ah, no. Aquí íbamos de nuevo.

    Sálvese quien pueda.
     
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    Yugen

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    —¡Mmm~!

    Tal vez no era un éclair pero el parfait de fresa estaba muy cerca en la lista de cosas con las que ganarse mi corazón. En un primer momento se me pasó por la cabeza rechazar el ofrecimiento, pero honestamente no quería hacerlo. Debía hacer el esfuerzo por Miki y por Liza. Y me apetecía un helado.

    La conversación fluyó sin inconvenientes aunque aporté entre poco y nada, atenta al desenlace de los acontecimientos pero limitándome a simplemente degustar el postre. Tenía un sabor ligeramente amargo... ¿Era licor? ¿Un parfait de fresa con licor?

    Entonces salió a la luz la región natal de Miki y mi interés subió unas décimas.

    Sinnoh. Ya decía que tener un Chatot no era algo muy común si no eras de ahí. Drake también tenía uno. ¿La única persona de Sinnoh que no tenía un Chatot en su equipo era yo? Eran de los pocos Pokémon que podían hablar el lenguaje humano exceptuando algunos singulares y legendarios, y los tipo psíquicos con su telepatía, así que era agradable tenerlo cerca.

    Para cualquiera que pudiera soportar su cháchara las veinticuatro horas del día, claro.

    —¿De qué parte de Sinnoh?—pregunté por curiosidad mirándola con tan solo uno de mis ojos abierto vagamente. Aparentaba desinterés pero en realidad me gustaría saber más de una compatriota—. En mi caso, yo nací en Ciudad Corazón pero viví mi infancia y adolescencia temprana en una mansión a las afueras de Ciudad Jubileo.

    >>¿Conoces a Moura Honda?—inquirí—. Es mi padre. Ganó una fortuna millonaria creando Honda Industries y todo tipo de productos para entrenadores. Mi Pokedex no es solo una Pokedex, es un asistente virtual y una IA que puede hacer prácticamente de todo. En realidad es un producto Beta, concretamente la Beta 0.0.8 de PADEX: proyecto asistente descentralizado E.X o Dex, para abreviar. Algunos tienen una Pokedex con un Rotom... yo tengo una Pokedex con una IA.

    Hinché el pecho francamente orgullosa. No eran mis logros personales, eran los logros de mi padre... pero que nos llevásemos como el Zangoose y el Seviper—o ni siquiera eso porque su presencia en mi vida era tan inexistente como las plumas que le faltaban a Poly—, no implicaba que no pudiera estar orgullosa de su trabajo. Incluso si lo odiaba por haberlo apartado de mí durante años y obligado a recluirme en mí misma como un Shuckle en su caparazón, seguía siendo mi padre. Y Honda Industries era la empresa que llevaba mi apellido.

    Poly pareció necesitar unirse a la conversación a como diese lugar y me hizo cierta gracia. Claro que era de allí, era un Chatot. Sus antepasados habían aparecido en la región por la gracia divina de Arceus desde los lejanos tiempos de Hisui. Aún así... suponía que era un poco adorable.

    Y me causaba curiosidad la historia. ¿Poly era el único pokémon de Miki? También tenía un Staravia pero... ¿era entrenadora? No parecía tener aspecto de ponerse por ahí a combatir con otros entrenadores al azar.

    El exabrupto de Liz me hizo suspirar con resignación aunque me sorprendió un poco que Miki no conociera Teselia. ¿Vivía en una cueva como un ermitaño? Me esperaba cualquier cosa de esta mujer.

    La mejor región del mundo... ¿eh?

    Tomé un poquito de helado de mi parfait de fresa y lo desgusté en la boca antes de dar mi propia aportación a la causa.

    —Teselia es la autoproclamada mejor región del mundo solo por la gente que vive allí—expresé con cierto tono de circunstancias aunque había firmeza en mis palabras. Dirigí la mirada a mi parfait, al helado derritiéndose bajo las luces halógenas y mi expresión se ensombreció—. En realidad, la mayoría de teselianos elegirían morir antes que pagar los gastos de un hospital. La pésima comida y la privatización de la sanidad han convertido a la autoproclamada región de la libertad en un paraíso pero las farmacéuticas, las cirugías estéticas y las empresas de comida rápida. Y en un infierno para sus ciudadanos.

    Esta conversación sí que era una lucha entre verdad e ideales.

    ...

    Al notar el cambio de ambiente repentino me apresuré a añadir incorporándome de un salto de mi asiento:

    >>... ¡P-pero hacen muy buenas películas! ¡Cualquier persona que quiera incursionar en el mundo del cine debería viajar a Teselia! ¡Y es de las regiones más multiculturales de todas!

    Teselia siendo literalmente estados unidos
    Yo: Que me queje dise-
     
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    Andysaster

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    Miki escuchó la explicación de Mimi sobre su origen mientras sorbía de la pajita de su batido helado. De vez en cuando asentía, aparentemente volcada en el relato, aunque me daba la sensación de que no tenía la menor idea de quién era Moura u Honda Industries, en general.

    En serio, ¿de dónde había salido esta chica?

    —Soy de Pueblo Caelestis —resolvió su duda entonces—. Es un pueblo demasiado pequeño y rústico, muy anclado a las tradiciones y a la conexión con el pasado de la región. No tenemos mucha relación con ese tipo de empresas... Pero suena genial —Se inclinó un poco sobre la mesa, mirando su bolso con interés—. ¿Puedo ver a Dex?

    —Al tener un enorme patrimonio cultural gracias a sus ruinas y al instituto de investigación —añadió Poly, prosiguiendo con la explicación de su entrenadora—, han logrado que las empresas más poderosas no dejen su huella en él, aunque fue una lucha larga y difícil. Quieren que Caelestis se mantenga como un pueblo detenido en el tiempo, así que no permiten que nadie amenace con modernizar esa aldea, ¡cruack!

    —Ambos sabemos que quien consiguió evitar que construyesen esos centros comerciales y fábricas fue Cintia —Miki y Poly compartieron una mirada cómplice. Se volvió hacia Mimi con cierto orgullo en sus ojos. ¿Estaba... alardeando?—. Somos amigas. Su abuela vive desde siempre en Caelestis y nos visita mucho. Le suelo hacer promociones especiales en piensos para su Braviary.

    Poly pareció recordar algo y se acercó a Mimi, dando saltitos sobre la mesa hasta alcanzar su posición. Repentinamente se mostraba más relajado en su presencia. Compartir origen les había acercado un poco a todos, ¿eh?

    Good for them, good for them~


    —¿Sabe, señorita benefactora? Aunque los padres y hermanos de Miki sean ornitólogos, su abuela al igual resultó ser la oveja negra de la familia —Le comentó, casi en confidencia—. Ella es una escritora famosa, y también una investigadora de renombre, ¡cruack! Miki y Cintia son amigas porque la campeona se muestra muy interesada en las nuevas publicaciones de su abuela. Tiene cierta vena historiadora y arqueóloga, ¡esa Cintia es una mujer multiusos!

    Me mantuve escuchando la conversación sin aportar nada, pero no me importó especialmente. Estaba más concentrada en disfrutar del helado, y me hacía feliz verles conectar un poco más.

    Hasta que Miki tuvo que mostrar su desfachatez desconociendo dónde se ubicaba mi querida región.

    Miré a Mimi, indignada y perpleja cuando se volcó en desquitarse contra Teselia de esa forma. Intentó arreglarlo despues, pero ya no tuvo caso. Hice un mohín, disgustada, dando vueltas a la nata con la cuchara.

    —Es cierto que el acceso a la sanidad es un problema muy grande cuando un simple hueso roto puede costarme un ojo de la cara, y que tenemos el mayor porcentaje de obesidad del mundo. Pero ninguna región está exenta de problemas, y objetivamente hablando Teselia sí es la primera potencia, lo mires por donde lo mires —Había perdido la emoción desmedida pero hablaba con verdadera convicción, demostrando que creía de verdad en lo que decía—. Tiene una economía muy fuerte con buenas salidas laborales, es líder en innovación tecnológica y con un ambiente de desarrollo científico incuestionable. Eso sin olvidar las universidades de prestigio, las infraestructuras avanzadas y su enorme cultura popular y diversidad cultural.

    >>Es probable que para crear el prototipo de Pokédex inteligente que tu padre vende, sus empleados hayan usado grandes referencias de empresas de Teselia y tenga conexiones con ellos, pues son pioneros en ese ámbito —Relajé un poco mis facciones, dirigiéndole a Mimi una sonrisa de circunstancias—. Así que no, no todo es Pokéwood en Teselia. Ya sabes que estás más que invitada a comprobarlo con tus propios ojos algún día~.

    En qué momento me creo un personaje y debo defender YO a Disparos Unidos???? Smh
     
    Última edición: 31 Agosto 2025
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    Yugen

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    Mimi Honda

    —Adoro Pueblo Caelestis—convine, sintiendo una sensación sumamente cálida recorrerme el cuerpo, una ola que traía consigo nostalgia y recuerdos. Cerré mis ojos perdida en remembranzas—. Si alguna vez regreso a Sinnoh, me parece el lugar perfecto en el que empezar una familia.

    No había estado mucho, después de todo era una urbanita de corazón. Pero Pueblo Carlestis estaba rodeado de misticismo, teñido con las voces de un pasado distante e ignoto. Pasear por él era como regresar en el tiempo. Me gustaban los lugares así. No los monumentos si no los espacios con un pasado. En la escuela para señoritas a la que asistí desde mi infancia hasta mis catorce, estudiamos en varias ocasiones la rica historia de Sinnoh y Pueblo Caelestis era un punto clave en su estudio y conservación.

    —Ah, claro—asentí ufana a la pregunta de Miki sobre si podía ver a Dex y saqué el aparato del bolso. Lo dejé en el centro de la mesa y lo prendí con un comando de voz.—Dex.

    La luz azul se encendió.

    —¿Sí, señorita Honda?

    No se me ocurría absolutamente nada que pedirle... pero queriendo demostrar su capacidad de análisis dije lo primero que me vino a la mente.

    —¿Puedes enumerar todos los decimales del número pi?

    —Por supuesto—su voz impersonal respondió con un tono metálico y digital—. Según mis datos recopilados el número pi tiene un total de 22.459.157.718.361 de decimales calculados hasta la fecha. Son los siguientes: 3.14159265358979323846264338327950288419716939937...

    No podía ni imaginar empresas como Honda Industries destrozando el paisaje de Pueblo Caelestis. Me generaba una sensación amarga y pesarosa en el pecho, una avalancha de ira y rabia contenida. A alguien como mi padre le hubiese importado una mierda destrozar las ruinas para emplazar una de sus sucursales. Me hervía la sangre el solo hecho de imaginarlo.

    Poly se me acercó en confidencia y le dirigí una mirada de soslayo, atenta a sus palabras.

    —Hmm...—murmuré en un sonido alargado llevándome otra cucharada de parfait a la boca.

    La abuela de Miki era escritora... ¿qué tipo de libros escribía para atraer la atención de Cintia? ¿Publicaciones de sus propias investigaciones? Me causaba genuina curiosidad el tipo de persona qué era.

    Es decir, no conocía mucho a Cintia. No tanto como Miki parecía conocerla. Todo lo que sabía de ella es que era la actual campeona de mi región y que su Garchomp era un completo dolor de cabeza. Si no hubiera sido por él, ahora yo sería la campeona de Sinnoh. Si había aceptado que Lucas se ganara el título de campeón de Gérie cuando había estado tan cerca de ser Alto Mando de tipo Dragón era simplemente porque estaba dispuesta a ganar la Liga de Sinnoh y alzarme con el título.

    O al menos solía ser así porque ahora no estaba interesada. Mis prioridades habían cambiado. Habían cambiado tanto que cuando Miki pretendió presumir sobre su amistad con Cintia, solo obtuvo de mí el mismo sonido que Poly.

    Pero sí había algo que había captado mi interés.

    —Miki, ¿cómo se llama tu abuela?

    Mientras Liza defendía Teselia con pasión recordé una frase que había escuchado una vez:

    "El sueño teseliano se llama así porque tienes que estar dormido para creértelo"

    Sin embargo traer ese punto a colación solo nos enzarzaría en otra estúpida discusión sin sentido y no estaba por la labor de permitirlo. No había mentido con nada de lo que había dicho, ¿verdad? Su influencia como cuna del capitalismo y su posición en la cima de la hegemonía militar, económica y política mundial era incuestionable. Aunque discrepaba en que fuera la principal potencia tecnológica cuando las Pokédex se habían inventado en Kanto, preferí dejar las cosas como estaban.

    En lugar de arrojarle leña al fuego le sonreí, desenvuelta. Con la misma soltura y garbo que mostraba para las fotografías de mis promociones.

    —No tienes que preocuparte por eso—le guiñé uno de mis ojos—. Lo comprobaré por mí misma cuando sea actriz y Pokéwood tenga una estrella con mi nombre en el paseo de la fama.

    265425278625518184175746728909777727938000816470...

    La ceja fruncida me tembló.

    —Dex, ya es suficiente.

    Mimi teniendo Chat GPT desde el 2014 estaba adelantada a su tiempo-
    La frase es real y la dijo el comediante y crítico estadunidense George Carlin. El discurso completo es un chingo de largo y medio conspiranoico, pero se entiende el punto-
     
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    Mimi colocó a Dex en la mesa y tanto Miki como Poly se inclinaron como Mothims atraídos por la luz. Yo me limité a elevar las cejas desde mi asiento, mi expresión tintada de cierta jocosidad.

    —Oh. ¿Podemos preguntarle lo que queramos? —cuestionó la peliazul con apremio. Ante la afirmativa de Honda, la chica puso sus neuronas en funcionamiento. Dex seguía enumerando los decimales del número Pi para ese entonces—. Pregúntale cuántos Ducklets de goma apilados se necesitan para igualar la altura de la torre de Ciudad Luminalia.

    —¡No, no, cruack! Tengo una mejor —Poly dio un saltito hacia el aparato, amagando por tocarlo con su pico—. Que te cuente cómo hubiera sido el pasado de Sinnoh si los Samurais hubiesen tenido espadas láser en lugar de katanas.

    —Qué poco ingeniosos —Negué con mi dedo índice, resuelta, cerrando los ojos—. Go big or go home. Que Dex nos explique la teoria de la relatividad usando solo stickers de gatitos.

    La mesa se llenó de sugerencias absurdas, a cada cual peor, cada uno tratando de convencer al resto de las nuevas ideas que se le venían a la mente. Acabamos compartiendo una risa distendida al poco tiempo, dejando al pobre aparato descansar un poco.

    Se respiraba una atmósfera relajada y liviana y mi sonrisa perduró aún cuando continuaron hablando de Caelestis y de la abuela de Miki, sintiéndome arropada y rodeada de buena compañía.

    —Mi abuela se apoda Michiko Nagai. Ese es su nombre de escritora, pero no el real —Se encogió de hombros, pues dudaba que alguien externo a su familia reconociese su verdadero nombre—. Escribe ficción histórica, pero también fue crítica literaria, y publicaba ensayos en revistas y periódicos. Cintia la conoció tras una publicación acerca de los Pokémon Señoriales de la antigua Hisui.

    —La señora Michiko fue quien me enseñó la mayor parte de mi vocabulario, ¡cruack! —Poly parecía sentir especial cariño por aquella mujer—. Es un poco gruñona y estricta... Pero sí que es cierto que como profesional se ha documentado con mucho rigor, y sabe muchas cosas. A la gente le agrada especialmente por reescribir la historia desde el punto de vista de la mujer, o algo así.

    No era habitual que la historia fuese narrada por una mujer. Saber que alguien buscaba darle foco a todas aquellas voces silenciadas me hizo sentir admiración por una mujer que no conocía. Probablemente habría recibido innumerables críticas del lado más conservador de Sinnoh, aún más en el pasado, pero por como hablaban de ella, debía ser una mujer con carácter. Toda una adelantada a su época y de armas tomar; indudablemente la mejor mezcla.

    Mientras seguían hablando de Michiko y su influencia en Sinnoh me acerqué distraídamente hacia Dex y le susurré algo, mientras el resto se encontraba aún enfrascado en la conversación actual.

    Heh. Hehe.

    —Dex. Dime qué responderías si te pido que no me respondas.

    ¿Estaba intentando romper la IA con una paradoja? En efecto.

    Michiko Nagai por desgracia murió hace dos años, pero existió y todo lo que cuentan Miki y Poly es real uvu Bueno, menos lo relacionado con Pokémon claro-
     
    Última edición: 31 Agosto 2025
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    Apoyé la mano en mi mejilla y suspiré con cierta indulgencia mientras el grupo se ponía de acuerdo en pedirle cosas cada vez más absurdas a Dex. Al menos mi idea de pedirle los decimales del número pi no había sido la peor de todas.

    El ambiente se sentía distendido, como si la gélida capa de hielo que me separaba de Miki y Poly hubiera empezado a derretirse. No sabía si tenía algo que ver con el licor del parfait—aunque sería completamente ridículo si me embriagase con un helado—, pero honestamente en ese momento no me importaba mucho. La conversación era agradable y el ambiente distendido y ameno.

    Y se volvió particularmente interesante cuando Miki habló de su abuela. Mi expresión se iluminó repentinamente, embargada por una profunda ola de admiración.

    —¿Tu abuela escribió las mujeres del cantar de Heike?—más que una pregunta fue una exclamación de asombro y mis ojos se abrieron en su máximo.

    Había leído muchas veces a Michiko Nagai. El cantar de Heike era un cuento clásico que narraba el conflicto bélico entre dos familias samurái de la época de Hisui, los Taira por un lado y los Minamoto por el otro. La narración de Michiko se había centrado en contar la historia desde el punto de vista de las mujeres de la obra, especialmente de Tomoe Gozen, una samurái de la época y una de las más fieras guerreras de la historia de la antigua Sinnoh.

    —He leído muchas de sus obras—confesé con admiración—. Es una escritora maravillosa. Me pareció increíble la forma en que rehabilitó y humanizó la figura de Hino Tomiko en la Mansión de Plata cuando históricamente se tenía por una mujer malvada y avariciosa que arrastró la región a la guerra.

    En ese momento noté a Liz por el rabillo del ojo preguntándole a Dex la cosa más absurda posible. Una paradoja que pretendía generar un conflicto interno en su red lógica.

    Le dirigí una mirada de circunstancias. En serio que a veces era como una niña. Podía ver su sonrisa maliciosa, de chiquilla traviesa a kilómetros. Estaba disfrutando con la idea de volver loco a mí asistente virtual.

    —¿Se puede saber que estás haciendo?

    Dex por su parte no respondió. Pero al no responder, le dio la solución a la paradoja.
    El resto de la conversación se sucedió sin mayores inconvenientes. Ahora que el hielo parecía haberse roto y el ambiente era agradable empezaba a creer que Miki no era el tipo de persona que había imaginado. Aún tenía mis reservas... pero nadie que tuviese una relación consanguínea con una escritora tan importante podría ser una mala persona. Tenía sus rarezas y sus contactos de dudosa moralidad, pero parecía haberla juzgado precipitadamente.

    Tomé otra cucharada de parfait.

    Aunque iba a seguir llamándola "miss voyeur" en secreto de todas formas.

    No la conocía y ahora quiero leer cosis, pero todo lo que encuentro está en japo unu
     
    Última edición: 31 Agosto 2025
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    Andysaster

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    El resto de la velada transcurrió con normalidad. Charlamos de todo un poco, compartimos risas cómplices y, en definitiva, nos conocimos un poco más. La procedencia de Miki y Poly y su relación con aquella escritora aparentemente famosa de Sinnoh fue suficiente para allanar el terreno hacia el corazón de Mimi, ganándose parte de su simpatía.

    Era mucho más de lo que hubiese pedido en primer lugar, de modo que no era difícil adivinar lo feliz y satisfecha que me sentía.

    Al acabar los helados paseamos todos juntos hasta la entrada del Centro Pokémon. Miki nos explicó que residía en un piso de alquiler de un conocido suyo que le debía otro favor, durante el tiempo que permaneciese en Témpera (¿otro contacto sospechoso? ¿Y cuántos favores le debía el mundo a esta mujer? Mejor no preguntar), de modo que llegó el momento de separar nuestros caminos por el momento.

    Poly revoloteó hasta la cabeza de Miki, agitando una de sus alas en señal de despedida.

    —¡Señorita benefactora, señorita agente, ha sido un placer conocerlas! ¡Cruack! —Se asomó desde arriba, buscando los ojos de su entrenadora—. ¿A qué hora hemos quedado mañana, a todo esto?

    —Yo hasta las doce no soy persona —Nos avisó la chica, impertérrita. No había que ser un Luxray para saber que hablaba completamente en serio.

    —Sería… mejor aprovechar la mañana al máximo, Miki —añadí, con cierto nerviosismo en mis gestos—. Además, nuestra amiga no podrá quedarse durante la tarde. Quizás a las diez en la entrada sea mejor idea.

    —¿Ehh? —se quejó la peliazul, disconforme—. Qué temprano.

    —Tranquilas —Nos aseguró el Chatot—. Yo me sacrificaré por el equipo y la traeré con tiempo, aunque mis plumas dependan de ello.

    Bueno, le quedaban pocas igual, así que no sería una gran pérdida. Tenía toda la pinta que Miki era de las que las sábanas se le pegaban y nada ni nadie lograba sacarlas de la cama… Así que me apiadaba un poco del pobre de Poly.

    Di un paso hacia atrás, comenzando a movilizar la marcha.

    —Muy bien, pues nos vemos mañana —Me llevé las manos a la nuca, mostrando los dientes en una sonrisa de ojos cerrados–. Descansad todo lo que podáis. ¡Mañana no habrá piedad para nadie!

    Los parques de atracciones, después de todo, estaban para exprimirlos al máximo. Mimi y yo dimos media vuelta, internándonos en el hall del centro pokemon, y Miki y Poly se alejaron calle abajo, en mitad de alguna charla casual.

    Ah~ ¡Qué ganas de que llegase mañana!
     
    Última edición: 1 Septiembre 2025
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    Yugen

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    Los helados se acabaron y con eso concluyó nuestra charla. Entre diálogos triviales y risas inesperadas. Miki era la persona más irreverente del mundo pero tenía un sinfín de anécdotas. Cuando su inexpresividad ganaba la batalla, Poly hacía de representante. Menudo dúo tan... particular.

    Crea puentes, no murallas.

    Era una gran filosofía de vida.

    Me sentía bastante relajada. Liviana. Menuda montaña de emociones en un solo día. Habíamos tenido risas, llantos... y una nueva incorporación a este elenco tan dispar. No podía imaginar la visita al parque de atracciones y tener a Miki y a Aika alrededor... iba a ser una locura.

    Abrí la puerta con la tarjeta de acceso estirándome e ingresé dentro de la habitación dejando mi bolso a un lado. Parecía que llevábamos toda la noche afuera aunque en realidad habían sido solo un par de horas. El tiempo en serio era relativo. Einstein no se equivocaba.

    Tomé las cajas de pizza que aún estaban sobre la mesa y las arrojé a la basura sin contemplaciones.

    Nadie iba a comerse esa pizzas tiesas. No si yo podía evitarlo.

    Al final White no había estudiado nada entre una cosa y otra y los días de sus vacaciones no eran eternos. En algún momento tendría que regresar a Almia. Aunque... ¿honestamente? no quería preguntar cuando.

    Pensar que volveríamos a separarnos después de pasar estos días juntas después de tanto sonaba... desgarrador. Me llenaba de una sensación de aflicción y pesadumbre, de un vacío que pocas veces había sentido. No parecía una simple separación se sentía como una pérdida.

    —¿Cómo te sientes?—le pregunté tomando asiento en el borde de la cama. Me había dicho que estaba en esos días. Crucé una pierna sobre la otra y apoyé mi mejilla en la palma de mi mano—. ¿Quieres tomar un ibuprofeno antes de dormir? Tengo una caja en mi bolso.
     
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    Andysaster

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    Entré la segunda a la habitación, soltando un bostezo mientras cerraba perezosamente la puerta tras de mí. Menudo día de locos. Me sentía extenuada emocionalmente, pero a su vez ufana. Nuevas experiencias, nuevos amigos, la posibilidad de pasar más tiempo con Mimi... ¿Acaso podía pedir más?

    Desvié la mirada cuando Honda tiró una maldita pizza entera a la basura, incapaz de mirar, como si me estuviesen torturando a mí misma, y entonces di por casualidad con el dichoso libro de la especialidad ranger. Aguardaba por mí sobre la mesita de noche, persistente. Recordándome que los días pasaban y yo seguía sin avanzar con el estudio.

    ...Nada que un par de días quemándome las pestañas no solucionase. Preferiblemente los últimos días de mis vacaciones... que ya no estaban tan alejados en el tiempo, en realidad. Me quedaban tan solo cinco días más en Galeia y sentía que no me alcanzaba el tiempo para todo lo que deseaba hacer allí.

    —¿Hm? —solté un monosílabo en respuesta a su pregunta, sin saber en un primer momento a qué se refería. Crucé los brazos sobre mi pecho, quitándome la parte superior una vez encontré la camiseta de mi pijama en el armario—. A decir verdad me lleva doliendo desde hace un buen rato. Tolero bien el dolor y soy muy obstinada para tomar pastillas... Pero creo que esta vez voy a aceptar tu ofrecimiento —Me quité posteriormente el cargo y cerré el armario, sosteniéndome sobre una de mis piernas para ponerme el short del pijama—. Genuinamente quiero descansar bien hoy. No puedo ir con ojeras de Pancham y la energía de un Slakoth a un parque de atracciones.

    Con esas, Mimi me indicó dónde había dejado el bolso y me llené un vaso de agua del fregadero, tomando la pastilla al momento. Al terminar lo dejé sobre la mesa y me tumbé en la cama, boca abajo, extendiendo los brazos a ambos lados y derritiéndome completamente sobre el colchón.

    >>Uuurgh... A veces odio ser mujer —Me quejé; mi voz sonó amortiguada y me mantuve allí un rato, mientras Mimi se ponía cómoda y me robaba otro de mis pijamas para variar—. Mimi~ —La llamé al cabo de un tiempo—. ¿Vas a dormir conmigo otra vez?

    Me giré hasta quedar boca arriba, soltando una risita. Era una habitación con doble cama y el único que había usado la suya había sido Inari. Resultaba cómico cuanto menos.

    >>Me voy a tener que comprar un peluche y dormir como un Komala aferrado a su tronquito cuando me de abstinencia, a este paso. Es tu culpa por ser tan achuchable, ¿sabes? —le recriminé, en tono de broma—. ¡Hazte cargo!
     
    Última edición: 1 Septiembre 2025
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    —¿Por qué no dijiste nada?—inquirí con un gesto indicándole donde había dejado mi bolso—. Tiene que gustarte el dolor para no ponerle solución antes. A veces de verdad creo que tienes cierta vena masoquista.

    Seguí de soslayo su ir y venir por la habitación tratando de no hacer tan evidente el hecho de que me estaba recreando con las vistas de su piel descubierta mientras se ponía el pijama frente a mí. No era nada del otro mundo... ambas éramos chicas, éramos amigas y nos habíamos visto más que desnudas pero no era algo que pudiese evitar, ¿de acuerdo? Me atraía, era un hecho. Y honestamente prefería que no lo notase y me molestase con ello.

    Fue a por el vaso de agua y se tomó la pastilla regresando a la cama para tumbarse bocabajo como un Staryu en el fondo del mar. Mientras ella hacía sus... cosas yo aproveché para ponerme cómoda y robarle otro pijama del armario.

    >>¿Vas a dormir conmigo otra vez?<<

    —Qué remedio—comenté como si la cosa no fuera conmigo. Crucé los brazos sobre mi pecho y me deshice del suéter paseándome en sujetador hasta el armario. El roce de la brisa y el cambio de temperatura me erizó la piel—. Refresca bastante por la noche. Es más eficiente compartir el calor.

    Era una verdad a medias.

    Probablemente hubiera querido compartir la cama aunque hubiera cuarenta grados de temperatura ambiente. Bueno, tal vez no tanto, pero se entendía el punto. Si hubiera cuarenta grados probablemente la empujaría fuera de la cama o terminaríamos empujándonos mutuamente y durmiendo en el suelo. Despertaría con su brazo extendido sobre mi cara y mi pie cerca de su cabeza.

    —¿Dónde tenías este top guardado? ¡Tiene un Shinx!—exclamé con emoción contenida tomando la prenda para verla mejor. Era un top negro de pijama con el estampado de las orejas de un Shinx y un rayo en el centro. Había tenido que buscar en el fondo del armario pero era el mejor hallazgo de podría hacer. ¡Nada, ni siquiera el mejor bolso podría compararse!

    Me apresuré a ponérmelo mientras escuchaba a Liza hablando desde la cama. La oír reír pero sus palabras, aunque tuvieron una clara intención bromista, me golpearon con más fuerza de la esperada.

    No la parte de que era achuchable, cosa que por otra parte era evidente—al menos para ella—, si no porque era una sentencia ineludible y atroz. No podía sentir abstinencia de mí teniéndome cerca. Estaba hablando del tiempo que nos quedaba juntas en estas vacaciones. El que probablemente ya fuese muy corto. ¿Cuanto exactamente? ¿Una semana, unos días quizás?

    No había sido tan consciente del paso del tiempo hasta ese momento ni de lo mucho que me pesaba la idea de que nos separásemos. Incluso si nos mantendríamos en contacto como siempre hacíamos no era lo mismo. No podría ver su sonrisa boba y la forma en la que le brillaban los ojos cuando soltaba alguna de esas tonterías que la hacían tan feliz. No podría abrazarla, o besarla... o tan siquiera rozar sus pies con los míos bajo las sábanas cuando dormíamos juntas, apenas lo suficiente para saber que estaba ahí.

    Desayunar las dos, ver películas o simplemente compartir el silencio, pero juntas. Nada de eso sería posible cuando regresase como Ranger a Almia.

    Murmuré algo en voz muy baja antes de terminar de colocarme el pijama y regresar a la cama. Un poco antes de meterme bajo las sábanas y darle la espalda le arrojé una almohada a la cara.

    —No puedo hacerme cargo de algo sobre lo que no tengo control, ¿sabes?—le respondí pero mi tono se notó forzado, falso. Jugueteé desinteresadamente con un mechón de cabello rubio solo por hacer el show—¿Puede el cielo dejar de ser azul?

    Genuinamente no me apetecía bromear y aunque fue muy leve, cualquiera que me conociera lo suficiente podría notarlo.

    Hice a un lado la manta y me deslicé bajo las sábanas buscando calor.

    En primer lugar no era adorable ni achuchable pero podía fingir serlo bastante bien. No había mejor mentiroso que un actor. Y tal vez no fuera actriz aún, pero era cuestión de tiempo. El punto aquí era... ¿por qué pesaba tanto? ¿Era la única angustiada por esta situación?

    Cerré mis dedos en torno a la almohada.

    "¿Qué voy a hacer cuando la que tenga abstinencia de ti sea yo?"
     
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  20.  
    Andysaster

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    Me resultaba graciosa la forma que tenía siempre de fingir que nada le parecía la gran cosa. Sobre todo porque, por muy bien que se le diese actuar, para un ojo experto en la materia llamada "Mimiko Honda" era demasiado evidente que se trataba de un simple guion. ¿Por qué lo haría, en cualquier caso? Con lo libre que se sentía una siendo un libro abierto.

    Ai también había mencionado algo acerca de la transparencia que adivinaba en mis ojos... ¿Cómo le estaría yendo en su floristería, en cualquier caso? Me preguntaba si me alcanzarían los días para hacerle una visita.

    La emoción que le embargó al encontrar otro de mis pijamas (¿pero cuántos tenía guardados allí dentro?) desapareció de forma extraña al poco tiempo, poco después de mi tontería del peluche. Se le notó en la voz, a pesar de intentar dejarlo correr, y sus palabras regresaron a mi mente en ese momento.

    "Si tienes algún problema solo dilo. Si algo te molesta dilo. Si hay algo que quieras, dímelo."

    La seguí con la mirada cuando se hizo un hueco en la cama, dándome la espalda no sin antes llevarme un almohadazo gratuito. Me quejé, como es evidente, pero a pesar de todo no seguí nuestra absurda pelea de siempre. En su lugar me acerqué desde atrás, rodeando su cintura con los brazos y apoyé mi frente en su espalda. Fue una especie de apoyo silencioso, antes siquiera de pronunciar palabra.

    —Tienes algo que no te deja tranquila, ¿no es así? —murmuré, al poco tiempo, cuando sus músculos se relajaron lo suficiente como para procesar mi repentina cercanía. Solté el aire por la nariz—. Usualmente se te da mejor fingir desinterés. Te daría un... seis sobre diez, a lo sumo. Y estoy siendo generosa.

    Not me muriendo de amor con el speech interno de Mimi COSITA LINDA
     
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