Mimi Honda —Entonces deja de huir de mí—la frase sonó casi lapidaria por su contundencia y seriedad—. No soy psíquica, no leo la mente. Si tienes algún problema solo dilo. Si algo te molesta dilo. Si hay algo que quieras, dímelo. No entendía la razón de su actitud pero sabía que buscaba alejarse y encerrarse en sí misma. Lo sabía porque yo solía hacer exactamente lo mismo cuando me sentía vulnerable. Había algo que la estaba inquietando, algo que no quería contarme y no iba a presionarla para que lo hiciera. Si se lo estaba guardando debía tener una razón. Pero tenía que ver conmigo, era evidente por su actitud y no me gustaba esa sensación de inseguridad. Solíamos contarnos todo. Aunque había cosas que no sabíamos de la otra porque simplemente no lo habíamos hablado, no había secretos entre nosotras como tal. El pilar en nuestra relación era la confianza y siempre nos apoyábamos sin importar qué. Ese era nuestro sello de identidad. Sin embargo, la situación había cambiado casi de la noche a la mañana. Había muchas cosas que desconocíamos y otras tantas que apenas estábamos descubriendo ahora. Y no quería imaginar, ni por un solo instante, que una relación que parecía unirnos terminara por separarnos aún más. >>Yo puedo ser deshonesta y correr a ocultarme en mí misma—me llevé la mano al pecho. Mis dedos arrugaron ligeramente la tela del suéter—, pero estoy segura de lo que quiero. Solo quería asegurarme de que lo estabas también.
Liza White Mis ojos se abrieron ante la contundencia de su petición. Me sostuvo la mirada, sin flaquear en ningún instante, y supe que hablaba en serio. La realización me golpeó con tanta intensidad que sentí náuseas. La ironía de la situación era inconmensurable. Fue como verme a mí misma en sus ojos. Ya habíamos tenido conversaciones como esas, demasiadas como para que mereciese la pena siquiera contarlas. Y en todas ellas yo estuve en su lugar. Luché, insistí y aguardé con paciencia del otro lado, buscando que confiase en mí lo suficiente como para que fuese clara conmigo. Como para que me dejase entrar al otro lado de sus murallas. Y ahora era yo quien las alzaba. ¿Qué tan hipócrita podía llegar a ser? Extendí mi mano y en un movimiento involuntario, un impulso del momento, acaricié su sien con una sonrisa ligera de ojos cerrados. Una sonrisa orgullosa y honesta, de la que no pude esconder del todo la tristeza y culpabilidad que sentía en el fondo de mi corazón. —Mírate. Cuánto has cambiado —Murmuré. Las palabras me nacieron de dentro, incontenibles. Me sentía francamente orgullosa de ver cuánto habíamos avanzado. De saber que mi lugar estaba ahora en el interior de sus murallas. Fue una sensación demasiado agridulce como para que pudiese soportarla—. Sería hipócrita no contarte todas esas cosas cuando yo te pedí eso en su día, ¿cierto? Lo siento. Lo siento muchísimo, Mimi. Pero sé que se me pasará. En algún momento remitirá. >>Quizás tan solo tuviste mala puntería y me pillaste con la regla —Aparté mi mano de su sien, soltando una risa baja y queda. No era mentira, pero tampoco verdad del todo—. Se me pasará. Ya sabes cómo funciona esto. En algún momento comprenderé qué es lo que está mal conmigo.
Mimi Honda Me sonrió y extendió su mano en mi dirección. Rozó mi sien con los dedos y la sensación cálida de su tacto envió una ligera ola de calor rápida y centelleante por mi cuerpo que me encendió las mejillas y me hizo cerrar ese ojo. Había orgullo en su expresión pero no del tipo que cerraba puertas si no del que las abría y conectaba. Era el orgullo genuino que tendría una madre por su hijo al verlo crecer. Honestamente era un poco vergonzoso. Pero me dejé hacer con una sumisión estúpida y apenas contuve el impulso de inclinarme hacia su mano y buscar más contacto. Era como un Glameow buscando las caricias conciliadoras de su persona favorita en el mundo. Y entonces, de forma brusca y cruda, fui muy consciente de una realidad atroz. Estábamos jodidas, ¿verdad? Estábamos jodidas en grado sumo. No creía que si todo salía mal pudiéramos volver a ser solo amigas. Y eso era aterrador. Apartó su mano entonces y sentí que el oxígeno me regresaba a los pulmones. Pero antes su respuesta solo bufé soltando el aire por la nariz en un gesto desdeñoso. —Creía que esa excusa solo la usaban los hombres cuando no sabían que hacer con nosotras—crucé los brazos y enarqué una ceja con suspicacia. Pero terminé por suspirar. Un suspiro profundo que me estremeció el pecho. Aún si solo era una excusa, no era del todo falsa. Era muy común que hubiera cambios de humor, a veces muy drásticos, durante el ciclo menstrual. ¿Acababa de venirle ahora? No la tenía durante la mañana. Eso explicaría su actitud del día anterior, cuando parecía desesperada porque la tocase—. Pero está bien, te creeré. Lo único que quiero es que estés segura. >>Si en algún momento dejas de estarlo, solo dímelo—mi voz perdió fuerza—. Estaría bien con eso, ¿sabes? Prefiero perder esta relación con derechos antes que perder una amiga.
Liza White Su ácido comentario me redobló la gracia en el cuerpo. Tenía razón, ¿qué tan desesperada tenía que estar para aferrarme a una excusa como esa? Al menos se veía más tranquila, y como un manto espejo la tranquilidad, si bien sabía que era pasajera, se extendió por mi propio cuerpo como un manto cálido. —Bueno, si ahora vamos a seguir ese tipo de clichés, ¿dónde están mis tabletas de chocolate y mis bombones? —bromeé, poniéndole ojitos, con esa actitud mimosa y exigente—. Deberías estar consintiéndome, tengo antojos~ —Entonces reparé en la pizza que seguía en la mesa y me encogí de hombros, tomando de nuevo la porción que había dejado a la mitad—. ¿Sabes qué? Olvídalo, soy una chica independiente. Con estas dos pizzas estaré feliz el resto del día. Aunque el ambiente recuperó parte de su liviandad usual Mimi volvió a insistir, su voz perdiendo parte de su fuerza. Verla así de preocupada era como clavarme un puñal en el corazón. No quería verla así. No sabiendo que era por mi culpa. >>Deja de preocuparte tanto, ¿quieres? Estaré bien. Estaremos bien —Volví a repetir, casi como un mantra. Quizás así terminaría por creerlo del todo. La sonrisa se extendió en mis labios, dulce y fresca, dándole un toquecito ligero en su frente con mi mano libre—. Te saldrán arrugas de tanto fruncir el ceño. No querrás desperdiciar esa cara bonita, ¿verdad?
Mimi Honda Su repentina seguridad era apabullante, pero al menos parecía que acabábamos de superar una crisis. El ambiente se relajó, mis propios músculos se destensaron y rodé los ojos con cierta gracia cuando habló de sus antojos. ¿Tabletas de chocolate y bombones? Ah, ni hablar. —Se han terminado—dije simplemente—. Lo máximo que obtendrás ahora será un Ibuprofeno. Pareció recordar las pizzas en ese momento y caminó hasta la mesa para tomar otra porción. Era realmente fácil de contentar. Pizza, bombones... el camino a su corazón era su estómago. Éramos completamente opuestas en ese sentido. ¿Cual era el camino hacia el mío exactamente? Cualquiera podría pensar que al haber nacido en cuna de oro sería el materialismo y aunque tenía una parte de verdad, nadie me conquistaría jamás comprándome cosas. Qué estupidez, podía comprármelas yo. Mi punto débil eran las acciones desinteresadas, los pequeños gestos y el cariño genuino. Apreciaba el interés y la paciencia. Nadie que no tuviera de esta última llegaría a conocerme jamás. —Hmph. Quizás deberías besar mi cara bonita entonces—me di cuenta tarde de lo que acababa de decir y mi rostro enrojeció como una chispa. Fruncí el ceño y el labio inferior me tembló al tiempo en que volteaba el rostro. La hipotética corona estaba en algún lugar de la habitación, lejos de mi alcance—. N-no es como si quisiera que lo hicieras ni nada así. Es solo... ya sabes, una sugerencia aislada. Aquí íbamos otra vez.
Liza White Evidentemente rechazó mi petición, estaba escrito en las estrellas, pero aún así me permití mirarle mal desde mi lugar junto a las pizzas. Por seguir el papel de ofendida otro rato. Sabía que estábamos en el ojo de la tormenta pero quería aferrarme a eso. Quería disfrutar de su presencia un poco más, aferrarme a esos momentos de paz que se asimilaban tanto al pasado que deseaba recuperar. De alguna forma parecía que la vida me había puesto en el camino de Mimi a propósito. Tenía todos los requisitos para ablandar su férreo orgullo y ni siquiera era algo que buscaba activamente. Me salía casi tan natural como respirar. Toda la paciencia que no lograba guardar para mí misma y mi culo inquieto la reservaba para los demás; tenía ese carácter cálido, despreocupado y genuino que parecían ser especialmente efectivos contra personas como ella. Era... curioso si me detenía a pensarlo. Era efectiva contra Mimi. Pero yo era débil contra ella y los momentos en los que actuaba tan suavecita y dulce a su vez. ¿Acaso eso tenía algún tipo de sentido? ¡En las tablas de efectividad no aparecía nada similar! Como si me estuviese leyendo el pensamiento decidió ignorar su corona un rato y ser franca conmigo nuevamente, atinando otra vez en la diana. Aunque se le hubiesen escapado realmente las palabras de la boca, daba lo mismo. No podía hacer nada contra eso, era superior a mis fuerzas. Enrojeció, trastabilló con las palabras y yo dejé de beber el refresco de cola para volver a sentarme en el suelo frente a ella. Repasé sus facciones, con una sonrisa estúpida incapaz de disimular. Me encantaba cuando hacía eso. —Qué injusta eres —murmuré, pero mi rostro indicaba lo opuesto a mis palabras. Me brillaban los ojos cuando sostuve sus mejillas con delicadeza—. Pidiéndome esas cosas cuando sabes que no podría negarme aunque quisiera. Solté una risita dulce y la acerqué a mí, repartiendo besos por todo su bonito rostro. Las mejillas, la nariz, sobre el cabello rubio de su frente. El tacto insistente le cosquilleó sobre la piel, y cuando bajó la guardia y se quejó entre risas por la estupidez ralenticé mis movimientos, suspendiendo mi rostro a centímetros de sus labios. Como atraída por un imán acabé con la distancia que nos separaba, disfrutando con lentitud de su boca.
Mimi Honda A veces era muy honesta, a veces era honesta a medias y a veces era honesta sin quererlo. Esta fue una de esas veces. Ni siquiera fui del todo consciente de cuando se me escapó la estupidez, no pude detenerla, y mis intentos por dejarlo correr fueron tan inútiles como lanzarle un placaje a un Gastly. Liza puso esa sonrisa boba y sentí incluso mis orejas arder del puro bochorno. ¿Injusta? ¿Yo? Perdón, pero no era yo la que estaba sujetando su rostro entre mis manos con ese cariño ridículo y esos ojos brillantes llenos de admiración. Mírala a esa tonta. Haciéndome sentir tan vulnerable. Me besó todo el rostro. Las mejillas—debía notar lo calientes que estaban, ¿no?—la punta de mi nariz—la arrugué ligeramente—, mis párpados cuando cerré los ojos y mi frente después. —¿Qué estás haciendo?—me reí. Era tan ridículamente dulce y mi corazón se sentía tan pletórico que solo pude soltar una risa. Me removí bajo su asalto estúpidamente tierno—. P-para idiota. Lo sabía, esto es vergonzoso. Ya. Ya es suficien— Mis palabras murieron en sus labios cuando me besó. Por un instante me paralicé. Fue como si el mundo se congelada por un solo nanosegundo. No era como si no lo hubiera esperado, tampoco como si me sorprendiera. De hecho una parte de mí había estado esperando justo eso. Pero sentí esa chispa volátil, esa electricidad incontenible sacudiendo mis nervios; y supe que un beso jamás sería suficiente. Y una mierda. Si besarla era un crimen sería la rea con más años presa. Me separé de sus labios tras un breve roce y cuando nuestros ojos volvieron a encontrarse el mundo se fue a negro. Rodeé sus cuello con mis brazos y la atraje más hacia mí buscando más de su calor y cercanía. Necesitaba sentirla cerca, que sus suspiros murieran en mis labios y los suyos en los míos. Sería un beso nada más, pero tenía la capacidad para cortocircuitar mi cerebro. Amigas. Más que eso. Algo gris sin etiqueta ni identidad. Me daba igual. Mi única certeza es que la quería cerca. Y cuanto más cerca, mejor. Mordí ligeramente su labio inferior con un suspiro apenas contenido y busqué acceso a su boca para profundizar el beso. Contenido oculto Mimi baja las revoluciones you horny bish, no es el momento-
Liza White Nos separamos tras un beso pausado y superficial, saboreando los labios de la otra sin prisa, como si el mundo permaneciese en stand by por y para nosotras. Entonces nos miramos a los ojos, me abstraje en el color de los suyos y me atrajo hacia sí con ganas, rodeando mi cuello con sus brazos. Por supuesto que me dejé llevar. Me acomodé sobre su regazo, rodeé su cintura con mis piernas y me anclé a sus mejillas, permitiéndole fácil acceso a mi boca. Suspiré contra sus labios al notar el roce de su lengua y desconecté el cerebro, dejándome invadir por cientos de sensaciones distintas. El rostro me ardía, el corazón me golpeaba frenético en los oídos y el vello se me erizó en la piel. De nuevo ese estúpido magnetismo que me instaba a sentirla más y más cerca, a no abandonar su boca como si fuese un Spoink y mi vida dependiese de ello. Abrí ligeramente los ojos en algún momento, en aquella sesión de besos cada vez más intensos cuando noté una sombra en nuestra ventana. Mi cerebro, ralentizado por el efecto de su cercanía, tardó unos segundos en procesar que había una joven mirándonos fijamente tras la ventana. No fue si no hasta que el Chatot en su hombro soltó un "Cruack!" que nos separamos con brusquedad. Me levanté con dificultad, agitada y desorientada. Trabajaba bien bajo presión, era algo necesario en mi oficio y se hizo evidente cuando, sin permitir que el shock me robase más segundos cruciales, corrí directa hacia la ventana. —¿Qué demon...? —mascullé, confusa e irritada a partes iguales—. ¡Oye, tú! —Oh —murmuró la chica, inmutable. Se giró hacia el Chatot sobre su hombro, sin aparente prisa—. Poly, aquí no es. El Chatot aleteó con agitación en el sitio, haciendo volar varias de sus plumas. —¡Llevo cinco minutos diciéndotelo! ¡Cruack! El Staravia en el que se encontraba subida emprendió el vuelo al enfocarme, buscando posarse en el techo del edificio, lejos de mi alcance. Me subí al alfeizar de la ventana sin pensarlo. El viento me agitó el cabello con virulencia. —¡Eh! ¿¡A dónde crees que vas!? —exclamé, saltando hacia el vacío sin pensarlo dos veces. Mimi pudo ver, tras unos segundos de completa tensión para ella, cómo Zazú se materializaba a tiempo, sobrevolando la zona conmigo en su lomo. Para cuando Mimi quiso darse cuenta, los gritos se alejaron en la distancia, quedándose repentinamente sola en la habitación. ¿Qué... demonios acababa de pasar? Contenido oculto Sujétense que se viene el arco Miki- xDDD
Mimi Honda Era algo magnético e irresistible hasta el punto de resultar adictivo. Honestamente no era como si fuera a decirle eso, pero era lo que sentía. Besarla estaba muy cerca de los éclairs en la lista de cosas que me gustaban. Separó los labios y mi lengua se deslizó entre estos buscando el tacto de la suya de forma ciertamente ansiosa. Ahogué un suspiro entrecortado contra sus labios cuando sus piernas rodearon my cintura. Ugh, de acuerdo. Estaban por encima de los éclairs. Mi cerebro se había desconectado, pero una parte de mí aún estaba lo bastante despierta para sentir aquella presencia, porque era algo que no encajaba en la escena. Como modelo estaba acostumbrada a la mirada de la gente. Desde miradas de admiración a miradas lascivas, pero no... así. Abrí levemente mis ojos y de soslayo dirigí la mirada a la ventana con la mente aún desconectada de toda fuente racional. Y entonces la vi. Una chica de cabello azul con un Chatot sobre su hombro y subida a lomos de un Staravia. Su mirada gris era completamente vacía. Nos miraba sin ninguna expresión discernible en el rostro. ¿H-huh...? —¡¡Kya~h!!—chillé casi apartando a Liza de un empujón. Todo ocurrió demasiado deprisa para que pudiera procesarlo. La que reaccionó más rápido fue Liza saliendo inmediatamente tras ella a lomos de Zazú. Pero yo simplemente me quedé allí, en estado de shock. ¡¿Quién era esa voyeur de pelo azul?! Contenido oculto Tuve que volver a discord a leer el chat-rol porque me dio en toda la nostalgia y me ha alegrado toda la mañana. Dios mío que maravilla hicimos en su día JAJAJAJA
Liza White Aquel Staravia no tenía nada que hacer contra su evolución. Sobrevoló el edificio, buscando darnos esquinazo, y se posó sobre la azotea del centro tras rodearlo en su totalidad, creyéndose lejos de nuestro alcance. Pero Zazú poseía un cuerpo mucho más grande y aerodinámico, batiendo sus alas con una velocidad excepcional. No fue difícil darles alcance. La joven bajó del lomo del ave y su Chatot se posó sobre su cabeza, mostrándose visiblemente inquieto, bastante contrario a su entrenadora. —Nos han visto —Se lamentó, aleteando ansioso una vez más. A este paso iba a quedarse calvo de tanto soltar plumas—. Vamos a acabar en la cárcel. Cuando salga del módulo Pokémon tendré nietos, ¡cruack! ¡Nietos, te digo! —Hemos aprendido lo suficiente de la gente que huye de la ley —Se encogió de hombros sin más. Cerró los ojos, negando con la cabeza—. Dudo que nos den alcance, Poly. En ese momento la silueta de Zazú se alzó en el cielo, a contraluz, haciendo que todos se paralizasen en el acto. El ave de Sinnoh se removió aterrado sobre su cabellera. La peliazul soltó un silbido de admiración como toda respuesta. >>Ups. Me equivoqué. —¡Alto ahí! —exclamé, saltando con maestría de su lomo para aterrizar sobre el suelo de la azotea. Alcé la mirada, enfocando a la chica con severidad. Esta alzó las palmas de sus manos hacia mí, en señal de rendición. El hecho de que no parecía tomárselo en serio avivó la molestia que me repiqueteaba en las venas—. No te atrevas a huir de nuevo. —No planeaba hacerlo, agente. ¡Cruack! —El Chatot se apresuró a corregir a su entrenadora. Enarqué una ceja con suspicacia. ¿Agente?—. Verá, es todo fruto de un enorme malentendido. Mi compañera y yo estábamos buscando a alguien y entonces... —¿Ah, sí? —Le interrumpí entonces cruzándome de brazos, intransigente—. A mí me parecía que más que buscar estábais observando a alguien —Fruncí aún más el ceño, notando mis mejillas enrojecidas. Escupí mis siguientes palabras con ironía—. ¿Disfrutando del espectáculo, asumo? —Es una forma de decirlo —convino la peliazul. —¡M-Miki! —exclamó el Chatot, alarmado. ¿De dónde había salido esa voyeur y cómo podía admitir sus prácticas de dudosa moralidad con tanta tranquilidad? Mi irritación y vergüenza solo iban en aumento y Zazú se colocó a su espalda con una señal de mi mano, bloqueando entre ambos toda escapatoria posible. —Espero que seas consciente de que el delito contra la intimidad existe —Le recordé, extendiendo mi amenaza en el aire, latente. Di un paso al frente—. ¿Acaso eres una fan de Mimiko Honda? ¿Alguien que busca una exclusiva? ¿Cómo demonios llegaste a parar ahí? La chica me miró, inclinando su cabeza hacia un lado, como si no entendiese mi idioma de repente. Entonces separó los labios, y volvió aquella situación aún mas surrealista, si acaso eso era posible. —Oh. Ya entiendo lo que pasa —Me apuntó con un dedo, haciendo que tensase los músculos de repente. Su dedo se desvió y señaló detrás de mí, haciendo que me volviese un instante sin comprender—. Poly dijo la verdad. Estábamos buscando a alguien. Pero tras asegurarnos de que no érais nuestros objetivo, me sentí atraída por la escena. No pude evitarlo. Fue... como un oasis en mitad del desierto. Mi rostro se prendió en llamas. Creí oir mal por un instante. —¿¡Pero qué demonios estás dicien...!? Su dedo siguió señalando detrás de mí. Y entonces interrumpió mis palabras, haciendo énfasis en el gesto que lo que le interesaba de verdad estaba detrás de mí. —...La pizza. —...¿Eh? El silencio se extendió entonces en la azotea, pesado y desconcertante. Entonces las tripas de la joven rugieron y el Chatot suspiró, tapándose el rostro con el ala, preso de una absoluta vergüenza. —...Miki no os estaba mirando a vosotras —Aclaró finalmente, derrotado—, si no a las pizzas detrás de vosotras. La enorme carga de trabajo no le ha dado tiempo de comer hoy. Esto no me podía estar pasando. A mí me estaban grabando o algo.
Mimi Honda Cuando finalmente pude racionalizar la situación fue como una chispa repentina. Todo mi cuerpo tembló preso de una ira con pocos precedentes. Había dos cosas en mi vida que eran sagradas: Aquellos que me importaban y mi privacidad. Por supuesto que sabía que el hecho de buscar la fama como lo hacía haría peligrar esta última, pero tenía muy claros cuáles eran mis límites. Mi vida privada era mía. No estaba por la labor de permanecer inmutable ante cualquier tipo de cotilleo mediático. De todos modos tampoco era tan famosa aún. Así qué... ¿qué demonios? ¿Era solo una pervertida que decidió mirar a través de una ventana cualquiera? ¿Nos había tocado a nosotras como podría haberle tocado a cualquier otra persona? Era repugnante fuera como fuese. No iba a quedarme allí como una idiota esperando averiguarlo por obra y gracia divina de Arceus. Esta situación también tenía que ver conmigo. —Isamu. Braviary planeó sobre la azotea. De todas las aves presentes era la más grande. Aún más incluso que Zazú. Aterrizó poco después y yo descendí de su lomo acomodándome el cabello sobre el hombro. Intercambié una mirada con Liza antes de dirigir mi atención a aquella tipa de cabello azul. —Tú—me crucé de brazos irritada. Aún era visible un ligero rubor en mis mejillas. Por el temblor de mis manos era evidente que me estaba conteniendo—. ¿Te ha enviado la agencia para que me espíes o eres solo una pervertida al azar? Dame una buena razón para no llamar a la policía. O en su defecto, para no arrojarte de una patada de esta azotea.
Liza White —Las... pizzas —repetí, tentativa, conteniendo apenas mi irritación. Transcurrieron unos segundos eternos donde intenté digerir la situación, o al menos buscarle su lógica. No tuvo caso. —Mhm —La chica asintió. Volvió a rugirle el estómago en ese momento y se llevó la mano a la tripa, poniendo una mueca falsa que buscaba dar lástima, dentro de su rango de inexpresividad particular—. Tengo hambre. —Sé... Sé que parece una excusa demasiado pobre. ¿Pero acaso la estás viendo? —El Chatot sobre su cabeza la señaló con las alas, haciendo énfasis con el gesto—. ¡Tiene cuatro Slakoth jugando dominó en su cabeza! ¡Cruack! —Creí que tú ya ocupabas suficiente espacio ahí arriba —Rebatió la chica, quizás de forma demasiado literal. ¿Había entendido la expresión de su pokémon siquiera? Me llevé dos dedos al puente de mi nariz, exasperada, mientras seguían discutiendo sin descanso de fondo. Estaba demasiado molesta de por sí como para hacer un esfuerzo en creerles, pero la situación desde luego que no ayudaba. La ceja me tembló cuando tuve suficiente. —¡Ya basta! —Mi grito hizo que el Chatot y la chica permaneciesen congelados en el sitio, mientras esta lo sostenía entre sus brazos extendidos en el aire. Mis orbes centellearon bajo el sol de la tarde, desconfiados—. ¿Qué os hace pensar que voy a creer algo así? Nadie se queda mirando unas pizzas ajenas tras la ventana y mucho menos en una situación así —Me tragué la vergüenza como pude y corté el aire con un movimiento de mi brazo, sentenciando su destino—. Decid toda la verdad, y no os dejéis nada en el tintero. En caso contrario tendréis que acompañarme a la comisaría de policía más cercana. —¿¡Q-quéeeee!? —El ave se removió atemorizada entre sus brazos. Se zafó de su agarre y comenzó a sobrevolar la cabeza de la chica, dándole picotazos sobre su sien—. ¡Miki, por lo que más quieras! ¡Dale todos los detalles! ¡Cruack! ¡Bartolomeo y Enriqueta me necesitan, ¿me oyes? —Otro picotazo. Cerré uno de mis ojos. Auch—. ¡Cruaaack! La tal Miki se llevó las manos a la cabeza, cubriéndose del ataque de su acompañante mientras soltaba por lo bajo ligeros "Auch. Poly. Para". Lo atrapó en algún momento, reteniéndolo contra su pecho. Una gota de sudor frío recorrió la frente de Staravia y de Zazú, mirándose apartados de la escena sin creer lo que veían sus ojos. —Está bien. Todo sea por conservar mi integridad física —La chica de repente cambió el mood, y me hizo una señal con el dedo para que me acercase, buscando discreción con la mirada. Parpadeé, y terminé por fruncir un poco más el ceño, escéptica. Miki suspiró—. Somos inofensivos. Lo máximo que puedes llevarte es un picotazo de Poly. Bueno, no sonaba apetecible tampoco... Pero suponía que no tenía demasiado que perder. Dejé caer los hombros, resignada, y comencé a caminar hacia ella. Zazú siguio mis movimientos con cautela, atento. Y fue entonces cuando Mimi entró en escena. Intercambiamos una mirada rápida y se dirigió hacia Miki, irritada de la misma forma. Su ira asesina contenida hizo que Poly se escondiese detrás de su dueña, temblando de miedo. El pobre no salía vivo de aquí hoy, desde luego. —¿La... agencia? —La peliazul se llevó una mano al mentón, reflexiva—. Bueno, algo así. Pero tú no eres nuestro objetivo. O puede que sí —señaló su cabello, sin temer por su vida por lo que podía entrever. No sabía si era muy valiente o muy estúpida. Tal vez ambas—. ¿Eres rubia teñida en realidad? Tragué saliva al mirar a la Honda de soslayo. Oh, no. Como no hiciese algo iba a terminar haciéndola volar en serio, y no a lomos de su Staravia. Impulsada por la tensión del momento me deslicé hasta colocarme entre ambas, extendiendo los brazos hacia ambos lados, firme. Le sostuve la mirada con determinación. —Mimi, es posible que sea distinto a lo que imaginamos —Le aclaré, si bien aún no poseían mi confianza del todo. Me estaba guiando por una corazonada... Y era algo que no solía fallarme—. Permítele que se explique —Miré al dúo entonces, amenazándoles con mi expresión—. Aunque la situación actual es bastante difícil de salvar, si me preguntan. La chica asintió, consciente de la gravedad del problema que la rodeaba, pero ni por asomo tan consternada como su plumoso amigo. Sacó un teléfono de su bolsillo y acortó ella misma las distancias, extendiéndolo en nuestra dirección. Ambas nos inclinamos, desconcertadas, para ver la imagen de una joven pelirroja de nuestra edad, junto a algunos de sus datos personales en pantalla. ¿Qué significaba es...? —Vengo de una familia de ornitólogos —comenzó a explicarse—. Ellos aman el estudio y el cuidado de las aves, y aunque me gustan, yo no tengo su don. Así que aporto mi grano de arena llevándoles su página web de productos relacionados. Se me da mejor ser una chica de negocios —Pudo notarse cierto orgullo en su sonrisa tras eso último. —Ajá —asentí, no demasiado impresionada con su historia—. ¿Y? La joven peliazul prosiguió. —Esa chica que veis ahí nos lleva estafando mucho tiempo. Con diversas subcuentas. Para evitar eso introduje chips localizadores en mis último pedidos, sospechando que en alguno de ellos mordería el anzuelo —Cambió de pestaña, y vimos un plano del centro pokémon a escala. Un punto rojo parpadeaba en su interior—. El dispositivo nos dijo que esa chica estaba aquí. En el centro Pokémon. La expresión de la chica se tornó algo más decisiva. >>Y queremos encontrarla. Cueste lo que cueste. El silencio volvió a extenderse en la azotea. Sonaba a una historia de película más que a un suceso cotidiano, pero no sabía por qué, sentía que algo así le pegaba a alguien tan extravagante como ella. Suponía que no tenía tanto aire en la cabeza como parecía si era capaz de trazar un plan así. ¿Sería algo así como una tapadera, para que la subestimasen? Miki decidió que era buena idea romper el silencio. Su tripa volvió a sonar, insistente, y agregó. >>Os sobró pizza. Eso era lo que me interesaba en realidad —Batió las pestañas, buscando una vez más darnos lástima, si bien su rostro no se inmutó demasiado—. ¿Podríais colaborar de esa forma a la causa? Fue un visto y no visto. Su Chatot le encajó otro picotazo justo en la sien, uno más que merecido. Auch, indeed.
Mimi Honda >>¿Eres rubia teñida en realidad?<< —¿¡Huh!? No había forma de que aquello pudiera acabar bien. Mi paciencia tenía un límite muy corto que buscaban descaradamente sobrepasar. No era la persona más comprensiva del mundo, mi mecha era muy corta. Y ya estaba bastante irritada de por sí con todo el numerito de voyeurismo. Liza se apresuró a colocarse entre ambas tratando de calmar las aguas y mediar la situación, porque yo no iba a hacerlo. Era evidente que tampoco se fiaba, pero tenía un punto válido. Quizás todo era un malentendido aunque no podía imaginar siquiera cómo. No estaba por la labor de darle tiempo para pensar una excusa, pero accedí a escuchar su explicación porque no me parecía adecuado patearla de la azotea. Incluso si su Staravia corría a rescatarla. Miré a esos dos de soslayo antes de apartar el rostro en un gesto desdeñoso, hosca. —Tenéis cinco segundos para darme una respuesta válida o sereis la próxima comida de mi Luxray. Entonces miss voyeur nos extendió su teléfono. Tanto Liza como yo giramos ligeramente la cabeza al tratar de comprender la imagen que teníamos delante. Era una chica pelirroja de nuestra edad con una serie de datos adjuntos. ¿Productos relacionados con la ornitología? ¿Como jaulas? ¿O libros sobre las distintas especies? ¿Documentales sobre la época de anidación de los Pidgey? ¡Nada tenía sentido! Me llevé dos dedos al puente de la nariz y cerré los ojos, harta. —Déjame ver si he entendido bien. Estás buscando a una tipa que te estafó en este mismo centro, ¿porque colocaste un chip rastreador a los pedidos que hizo como en una mala película de espías? La chica asintió. >>Liz, ¿esto es real?—me incliné hacia ella hablándole en confidencia y usando la mano para ocultar mis labios—. ¿Crees que la pizza llevaba alguna sustancia alucinógena? El queso era tan malo que podría ser ilegal.
Liza White Mi primera reacción, mientras Miki se reponía del picotazo y Mimi recapitulaba lo surrealista del asunto, recibiendo una afirmación de su parte, fue buscar por toda la azotea algo que me indicase que aquello era una broma oculta demasiado bien orquestada. Tal vez de algún programa cutre que buscaba ponerle el foco a estrellas de menor popularidad, porque salían más baratas. Lo único que encontré fue a Isamu, a Zazú y al Staravia de la chica poniendo los ojos en blanco. Oh, Arceus mio de mi vida. Esto NO era una broma de cámara oculta. —No culpes a la pizza. Estaba en perfectas condiciones —le reproché en el mismo tono, inclinándome de la misma forma—. Igual fue el desayuno. El señor que me atendió en la cafetería me dio un poco de repelús —Extendí mi brazo hacia ella, sin variar mi expresión ni dudar por un solo instante—. O tal vez estamos en un sueño compartido. Pellizquémonos a la de tres, no te contengas conmigo. Había empezado a hacer el amago de sujetarle del brazo, forcejeando un poco en mitad de nuestra estupidez porque no parecía del todo convencida, cuando el extraño dúo volvió a captar nuestra atención. —Poly. Nuestro objetivo se está moviendo. El Chatot salió de su escondite, receloso, y observó por encima del hombro de su entrenadora su teléfono. Tal y como decía, el punto rojo comenzaba a abandonar el centro en ese momento. —¡Cruack! —exclamó, presa del asombro—. ¡Es nuestro momento! La chica asintió, decidida. Se volvió hacia nosotras, quienes nos habíamos detenido en el lugar tirando aún del brazo de la otra, e hizo una inclinación respetuosa en nuestra dirección. —Lamentamos los inconvenientes. Os dejaré mi tarjeta —Poly la sujetó con su pico y voló hacia nosotras. Cuando intercambió miradas con Mimi se tensó, soltando un par de plumas en mitad de su agitación, y dio media vuelta rápidamente. La tarjeta salió volando hacia nuestros pies—. Tendréis un 25% de descuento en cualquier producto de mi negocio por las molestias. Chigusa Miki jamás deja a un cliente insatisfecho. Aprovechando nuestro estupor compartido se subió a lomos de Staravia, y tras agitar su mano hacia nosotras en señal de despedida, salió volando con el Chatot sobre su hombro, lejos de nuestra vista. Parpadeé, sintiendo que me habían volado por completo la cabeza en menos de diez minutos. ... —¿Qué... acaba de pasar, exactamente?
Mimi Honda —Claro que no estaba en perfectas condiciones—repliqué casi poniendo los ojos en blanco—. El queso parecía plástico quemado. El desayuno lo comimos hace bastante. ¿Qué tiene el alucinógeno? ¿Casi cinco horas de retraso? Además, los éclairs estaban deliciosos. Jamás culparía a los éclairs. Eran completa y absolutamente inocentes. Un sueño compartido podía ser la respuesta más lógica. Quizás todo esto era alguna especie de sueño lúcido febril. Eso explicaría el extraño desenlace de los acontecimientos. Quizás todo era un sueño. Como esa película de pésima dirección de hace unos años. Liza extendió el brazo en mi dirección buscando que la pellizcara pero no estaba por la labor de hacer tal cosa... y mens permitir que me pellizcara a mí. —¿Eres idiota? ¿De qué va a servir eso?—forcejeamos estúpidamente la una con la otra mascullando entre dientes, cuando miss voyeur volvió a alzar la voz. Al parecer la estafadora estaba en ese momento dejando el centro Pokémon, lo que implicaba que ellos también iban a irse. La chica se despidió con una inclinación pidiéndonos disculpas por los inconvenientes y el Chatot que respondía al nombre de Poly nos dio su tarjeta soltando tantas plumas por el camino que terminaría calvo. Hice una mueca. ¿Para qué demonios iba a querer un 25% por ciento de descuento en productos ornitológicos? Parecía un mal chiste. Cuando nos quedamos solas en la azotea terminé por extender mi mano y tirar de la mejilla de Liza en represalia. Quería comprobar si estaba soñando, ¿no? Bueno, pues era evidente que no. —No tengo idea, pero no quiero volver a comer pizza en mi vida. La dejé ir y me agaché para recoger la tarjeta del suelo. Era una simple tarjeta de visita con un número telefónico. Miki Chigusa... ¿eh? Al menos ya podía ponerle nombre.
Liza White Me quedé allí, estática, contemplando el horizonte y replanteando mi existencia al completo. Con la mente en blanco o quizás tan llena de cosas que no me permitían razonar en general. Entonces sentí cómo me estiraban la mejilla, devolviéndome bruscamente a la realidad. —¡Auch! —Me quejé, acariciando la zona dañada con evidente indignación. La seguí con la mirada mientras se apartaba—. ¿A qué ha venido eso...? —Si iba a quejarme de su movimiento rastrero e iniciar otra de nuestras estúpidas peleas, la idea dejó de tener peso cuando aseguró que no comería más pizza. Abrí los ojos, sorprendida, recuperando parte de mi energía habitual—. Espera. ¿Eso significa que tengo dos pizzas para mí sola, esperando por mí en la habitación? Alcé el brazo en el aire, victoriosa. >>¿¡A qué estamos esperando!? Let's gooo! La extraña chica de negocios nos había generado bastante estrés, pero al final no parecía tener malas intenciones, como creímos en un principio. La situación en la que se encontraba seguía pareciendo digno de Pokéwood, pero supongo que... estaría bien. O algo así. Al menos, Poly parecía tener dos dedos de frente, a diferencia de ella. Y una más que inminente alopecia, el pobre. >>¿Crees que le irá bien con la captura? —cuestioné al aire, mientras ambas subíamos en nuestros pokémon. Acaricié el plumaje de Zazú, distraída con los colores del horizonte. Ciudad Témpera se veía bastante bien desde allí—. Me pregunto cómo no hemos venido antes. Podríamos regresar a ver el atardecer más tarde.
Mimi Honda No iba a hacer nada en particular con esa información y dudaba siquiera que volveríamos a verla, pero me gustaba tener algo a lo que aferrarme si resultaba que aquella ridícula coartada de espías terminaba siendo falsa. En cualquier caso parecía que aquel momento psicodélico había terminado y Liza lo celebraba al saber que tenía dos pizzas para ella en la habitación. También las tenías antes. No iba a comerme la otra. Ese queso pegajoso era un atentado lesa humanidad. Suspiré con cierta gracia, quizás incluso indulgencia. La miraba y pensaba en qué no había nada que yo pudiera hacer al respecto; pero tampoco me sentía particularmente inclinada porque cambiase. >>De verdad que eres demasiado fácil de contentar. Era uno de esos momentos de silenciosa comprensión. Había sido un día de lo más extraño... pero disfrutaba genuinamente mi tiempo con ella. Hacer cualquier estupidez juntas. Ni siquiera necesitaba demasiado. Incluso acurrucarnos en la cama todo el maldito día sería más que suficiente para mí. Fruncí nuevamente el ceño aún sintiendo la irritación burbujearme en las venas cuando volvió a mencionar a Miki. ¿Que si le iría bien con la captura? Bufé. —Ni lo sé ni me importa. Dirigí mi mirada a la distancia sobre el lomo de Isamu. La ligera brisa de la tarde me meció el cabello y me llenó el cuerpo de un sentimiento extrañamente cálido. —¿Es una cita entonces? ¿Otra más?—la miré de soslayo antes de girar la cabeza y esbozar aquella sonrisa traviesa de antes, buscando molestarla como lo hice en la habitación. Verla ruborizada era aliciente suficiente—. No creo que sea necesario volver luego. Mira. En la distancia el sol había empezado a ocultarse tras los altos edificios de ciudad Témpera. Como si respondiese a una llamada invisible, el alumbrado público y las luces de neón se prendían en una entropía de colores brillantes dando paso a la ajetreada noche urbana. Era una imagen con una belleza particular.
Liza White Me tensé como un resorte, ruborizada, cuando me miró con aquella sonrisa traviesa y me preguntó si eso era una cita. —E-Eso son palabras mayores, ¿no? Una cita... Ehhh... —Cerré los ojos y fruncí el ceño, reflexiva, tratando de pensar en mitad de mi nerviosismo. Abrí uno de mis ojos y la miré—. ¿Las... amigas con derecho tienen citas? Sabía que solo buscaba molestarme, pero por un instante me lo pregunté de verdad. No sabía nada de aquella relación tan gris. Ninguna lo hacíamos, de hecho. Estábamos empezando a explorarlo juntas. La perspectiva resultaba aterradora, pero... también francamente emocionante. >>¿Hm? Sumergida en mis pensamientos, no había notado que el sol había comenzado a ocultarse en el horizonte. El tiempo transcurría en un parpadeo cuando lo pasaba con ella, ¿eh? Me apoyé sobre la cabeza de Zazú, repentinamente relajada, y observé los inicios de la puesta de sol con una sonrisa ligera en los labios. Los tonos cálidos trazaban pinceladas de colores pastel sobre las nubes, y el momento dorado tiñó los edificios de ciudad Témpera sin distinción. Nos mantuvimos allí durante un tiempo, disfrutando de la brisa y de la belleza del atardecer en compañía de la otra, en uno de esos silencios agradables. Entonces un pensamiento invadió mi mente, y sentí la necesidad de exteriorizarlo. Separé los labios con calma. —Hey, Mimi —La llamé, sin volverme hacia ella. Aún miraba distraída los edificios en la distancia, con expresión soñadora—. Gracias por pasar estos días conmigo. Sé que eres una chica ocupada, y que podrías estar haciendo cualquier otra cosa en tus días libres —Entonces giré el rostro y le sonreí. Una de esas sonrisas cargadas de honestidad—. Significa mucho para mí.
Mimi Honda >>¿Las... amigas con derecho tienen citas?<< —¿A mí que me cuentas?—repliqué rápidamente y me crucé de brazos sintiendo como el amago por molestarla se iba por el caño y mi actitud desenvuelta volvía a desequilibrarse. No tenía la más mínima idea. ¿Cuáles eran exactamente los límites en una amistad con derechos? ¿Había reglas escritas? ¿Había algo así como una guía sobre como ser "más que amigos pero menos que novios"? Estaba completamente perdida en ese sentido. No tenía experiencias anteriores con ningún tipo de relación que sobrepasase los límites de una amistad. En realidad simplemente me estaba dejando llevar porque se sentía extrañamente correcto o porque se sentía bien... o ambas. Pero estaba dando palos de ciego en la oscuridad. El espectáculo ante nuestros ojos era digno de ser fotografiado. No solía tomarme el tiempo para contemplar el atardecer pero era mágico. El tono pastel del cielo, la certeza de que después vendría la noche... aquel agradable silencio. El ocaso era la antesala de un mundo completamente diferente. El día y la noche eran polos opuestos. Exactamente como White y yo. Su voz me sacó de mis pensamientos y contesté con un "¿Mhm?" bajo dirigiéndole una mirada de soslayo. El sol moribundo y la luces de la ciudad arrancaban destellos dorados de sus ojos. Parecía completamente sumida en aquella visión y me tomé un breve momento para simplemente mirarla, contemplar su perfil sin decir nada, hasta que giró el rostro hacia mí y me sonrió. Mi corazón dio un salto tan brusco que resultó doloroso. —¿H-huh? No seas tonta—farfullé torpemente—. Eres mi mejor amiga. No hay otro lugar en el que prefiriese estar. Mis mejillas ardían fieramente esta vez y aparté la mirada de sus ojos. >>Además yo podría decirte lo mismo—atajé jugueteando con un mechón de cabello. Necesitaba recomponerme—. Estás de vacaciones y podrías estar en cualquier otro sitio, con cualquier otra persona. Pero estás aquí. ¿Cómo crees que me hace sentir eso?
Liza White "No hay otro lugar en el que prefiriese estar". Ambas enrojecimos al mismo tiempo, apartando la mirada de la otra. Su repentina sinceridad me hizo sentir absurdamente feliz, pero también tuvo la capacidad de acelerar los latidos de mi corazón a un ritmo insano. Mis dedos se cerraron en torno a mi pecho y tensé mis labios, temblorosos, lejos de su vista. Para. Cálmate, maldita sea. Llevábamos una seguidilla de meses frenéticos, sumidas en una bola de trabajo y obligaciones sin fin. Aquellas vacaciones juntas nos estaban sirviendo para ponernos al día en muchas cosas. Recuperar el tiempo perdido, suponía. Pero también nos estaban acercando aún más... Tal vez demasiado. "¿Cómo crees que me hace sentir eso?" Si acaso supieses cómo me hace sentir a mí. —Te lo dije cuando hablamos de Ai, ¿cierto? —murmuré, volviendo mi vista al frente. Apenas quedaba rastro del manto anaranjado que había cubierto la ciudad minutos atrás. Extendí el silencio un poco más de tiempo, tal vez en un intento por sobreponerme a la vergüenza que sentía al recordar esas palabras—. Siempre preferiré estar contigo. No importa de quien se trate. Las mejillas me ardían cuando añadí eso último, repentinamente envalentonada. Siempre era igual conmigo: cuando empezaba, nada ni nadie me detendría hasta finalizar. >>...Estoy donde quiero estar. No lo olvides. La valentía se me quebró como un palito endeble, haciéndome especialmente consciente de mí misma en ese instante y de las palabras vergonzosas que acababa de soltar. Nerviosa y abrumada intenté hacer lo que mejor peor se me daba: escurrir el bulto con profesionalidad, claro. —B-Bueeeno, parece que ya se acabó el espectáculo, ¿eh? M-Mira, justo Zazú me dice que tiene hambre, el pobre —Acaricié con movimientos claramente forzados la cabeza del ave, quien me miró con una expresión de circunstancias, y me aferré a su cuello entonces—. Nos vamos yendo, ¿no? ¡R-Recuperar tres días de estudio en una sola tarde no se hará solo~! Con esas, el Staraptor emprendió el vuelo, un poco perdido entre los dramas adolescentes de su impetuosa entrenadora. Las primeras estrellas se reflejaron en el firmamento, sobre nuestras cabezas, en una hermosa noche de luna llena.