Mimi Honda —No me gusta que me hagan llorar—repliqué rápidamente tras una exclamación ahogada—. ¡Lloro porque soy un ser empático! Que te gusten las películas de terror demuestra muy poca empatía. ¿Te la pasas viendo a un grupo de personas morir de formas horribles? ¿Eso es normal? Probablemente en el fondo ambas fuéramos igual de masoquistas pero nos gustaba discutir por simple amor al arte. Quizás mientras nos arrojábamos almohadas la una a la otra como dos idiotas sin nada que perder, nuestra niña interior era feliz. Lo cual era un poco deprimente. En cualquier caso el pad thai no pasó la inspección culinaria denominada Liza White. Vio la imagen, cruzó los brazos y casi hizo un mohín. No era la comida más saludable del mundo, de hecho solía llevar un montón de salsas y su contenido en sodio era similar al del mar muerto, pero ella prefería la pizza. Enarqué una ceja con suspicacia y le dirigí una mirada de "no estoy impresionada". —... Si extiendes los brazos y pones un poco los ojos en blanco mientras lo dices puedes parecer un zombie—repliqué con pasmosa calma—. Luego solo tienes que decir "Pizza" de la misma forma que ellos piden, no sé, cerebros. Se me escapó una risa por la nariz entre liviana e irónica y regresé la mirada al teléfono. Yo podía hacer exactamente lo mismo con los éclairs. >>¿Entonces? ¿De qué la quieres? Contenido oculto En mi defensa diré que como mis pelis de terror favoritas son las de posesiones no me gusta ver gente morir, me gusta ver gente poseída unu Pero pos también c mueren-
Liza White La miré con intención, impertérrita, aguardando por alguna de las innumerables quejas que estaban por venir. Toda mi expresión parecía gritarle un terco y caprichoso "No me moveré de aquí hasta que consiga lo que quiero". Pero, contra todo pronóstico, Mimi bromeó un poco e instantes después accedió. Así, sin más. Parpadeé sin moverme de mi lugar por unos segundos, desconfiada, como si aún tratase de procesar la situación y lo fácil que había resultado todo para mí. Entonces descrucé los brazos y relajé mi expresión, aliviada, como una cría que había conseguido salirse con la suya. Mi Odisea personal para llevarme un trozo de pizza a la boca finalmente había llegado a su fin. Repentinamente me sentí lo suficientemente feliz y liviana como para bromear un poco y me acerqué a ella, extendiendo los brazos hacia delante mientras ponía una expresión bobalicona en mi rostro. —...Pizza... —murmuré, con voz átona y carente de emoción. Cuando la tuve lo suficientemente cerca la rodeé con mis brazos, haciéndole cosquillas en los costados sin dejar de interpretar mi papel—. Necesito... Pizza... Aargh~ No tardé mucho en contagiarme por sus propias risas y el papel se me fue a la mierda, pero fue divertido mientras duró. Mimi se retorció un poco y aproveché para quitarle el teléfono, sentándome sobre su regazo como Pedro por su casa. —Vamos a ver~ —Repasé las opciones con dedicación, barajando con cautela los pros y los contras de cada una. Si pusiese el mismo empeño que ponía para una elección tan absurda y banal en mis propios estudios, alcanzaría el rango tres probablemente pasado mañana. Pero priorities—. Hm... Quiero esta, sí. La carnívora de masa doble. Sus ingredientes: cuatro tipos de carnes distintas acompañadas de salsa de tomate y una mezcla de 5 quesos. Pulsé lo opción y le extendí el teléfono a Mimi con una sonrisa inocente, ajena probablemente a sus opiniones al respecto. Ah~ Se me estaba haciendo la boca agua. ¡Qué hambre! >>¿Qué pedirás tú? ¡Puedes pedirme consejo si quieres! Puedo decir con orgullo que las he probado todas, heh. Contenido oculto No le pidas consejo, por lo que más quieras.
Mimi Honda Alcé la mirada del teléfono cuando la vi acercarse poniendo la expresión más boba que podía y extendiendo los brazos hacia el frente. ¿H-huh...? Mi corazón dio un pequeño vuelco y palidecí al darme cuenta de lo que pretendía. —Qué- Fue tarde para escapar. No pude contener la risa. Fue a por mis costados de forma inmediata—porque la muy tonta ya sabía mis puntos débiles—y me estremecí tratando de escapar de su asalto inmisericorde. Estas eran el tipo de cosas tontas que hacíamos. Era pueril, y lo sería aún más si no hubiera esa electricidad magnética y apremiante entre nosotras. Desde que nuestra situación había cambiado ya nada parecía tan inocente. —N-no... ¡mis costillas no~...!—dije con la voz ahogada entre risas tratando de respirar mientras me carcajeaba en voz alta—. ¡P-para idiota...! Traté de sostener mi peso en mis brazos pero fue inútil cuando continuó y terminé cayendo en la cama entre risas genuinas. Al parecer no era solo masoquista, también tenía cierta cuota de sadismo. Pero me estaba divirtiendo así que importaba bastante poco. Aprovechó mi momento de debilidad para quitarme el teléfono. Aún estaba tratando de recuperar el resuello y la calma cuando se irguió sobre mis caderas. Eso era muy rastrero. Al menos dejó de hacerme cosquillas y se centró en pedir una pizza para ella. No podía verla desde mi posición pero... ese nombre. ¿Carnívora con masa doble? No quería ni imaginar los ingredientes de ese monumento a la grasa. Solo escucharlo era suficiente para taponar las dos arterias coronarias. Los teselianos sí que eran de terror. —Aprecio el entusiasmo pero voy a pasar—le dije con voz plana y me erguí para tomar el teléfono de su mano ojeando las opciones más ligeras. Pulsé sobre una simple pizza margarita antes de devolvérselo—. La verdad duele Liz, pero dar consejo sobre comida no es lo tuyo.
Liza White Se negó a mi amable y desinteresado ofrecimiento de compartir mi excelso conocimiento en pizzas con ella y se irguió para quitarme el movil. Me incliné para ver lo que hacía, intrigada, haciendo que me apartase en determinado momento porque no veía conmigo ni con mi cabello, e hice una mueca de pura decepción cuando me devolvió el teléfono y vi su elección. —A veces me cuesta comprender por qué somos amigas —Me quejé, sin esforzarme en ocultar la indignación en mi voz. ¿Que dar consejos sobre comida no era lo...? Ugh. ¿Cómo se atrevía? Me hice a un lado, sentándome sobre el colchón con una expresión enfurruñada que tenía pinta de ir para rato. Parecía que esta vez me había ofendido en serio, ¿eh? Así de sagradas eran las pizzas para mí. Le di al botón de enviar entonces y alcé la voz, con un tono carente de efusividad demasiado antinatural en mí. >>Tardará treinta minutos en llegar. Y ahí me mantuve, sentada de piernas cruzadas y de espaldas a ella, claramente molesta pero sin llegar a exteriorizarlo. Estaba actuando como una cría, pero suponía que ese tipo de diferencias irreconciliables nos harían chocar de vez en cuando. Nada nuevo bajo el sol en nuestra relación, en realidad. Abrí el libro y me puse a ojear las páginas, sin aflojar el ceño y con mi mente en cualquier sitio menos en lo que estaba. Era evidente que no estaba atendiendo porque ni de coña leía tan rápido. Encima yo, que mi velocidad de lectura y de concentración era equiparable al de un Slowpoke.
Mimi Honda Apoyé mi mentón en mi mano y la miré con una sonrisa resuelta guiñándole uno de mis ojos cuando preguntó por qué éramos amigas. Noté cierto resquemor en su tono de voz pero no le presté la debida atención en su momento. —Porque soy adorable, claro~. Obviamente estaba bromeando intentando relajar la situación a mi manera, pero no funcionó. Parecía que esta vez la había molestado en serio. Se sentó dándome la espalda y tomó el libro para fingir que estudiaba cuando claramente su mente estaba en otro lugar. Si leyera tan rápido como pretendía hacerlo, habría obtenido el rango tres hacía mucho. ¿Por qué se molestaba por una tontería así? Era la verdad. Nadie en su sano juicio tomaría consejo sobre comida de una persona que le ponía seis cucharadas de azúcar al té. —Estás actuando como una niña. Apreté los labios y me quedé allí, algo tensa, pero demasiado empecinada en que tenía razón y que era estúpido molestarse como para disculparme. Sentía una presión extraña en la boca del estómago. Liza estaba sacando las cosas de quicio... ¿pero por qué me sentía así? Como si estuviera pasando algo por alto, como si tuviera la certeza de que esa situación podía repetirse en el futuro y ya no sería una simple exageración. Mi orgullo podía hacernos mucho daño.
Liza White Era absurdo molestarme por eso, pero a veces la mente y el corazón actuaban como una pareja divorciada incapaz de verse ni en pintura. Además, Mimi llevaba ya varios días mofándose de mi gastronomía y de mis gustos como si su criterio estuviese escrito en piedra. Parecía que las cosas se habían enquistado lo suficiente como para molestarme de verdad en esa ocasión. "Estás actuando como una cría" Detuve una de las páginas entre mis dedos, haciendo una breve pausa. —Pues seré una cría, entonces. Fue todo cuanto dije, con voz plana y distante. No me di la vuelta en ningún momento, el silencio siendo interrumpido únicamente por el suave sonido de las páginas deslizándose una tras otra. El ambiente siempre distendido y alegre mutó en una atmósfera tensa y opresiva. Distaba mucho de las riñas infantiles que venían acompañadas por golpes de almohadas o cosquillas incansables. Era... otra clase de discusión. Una superficial y absurda, en este caso, pero que resultaba amenazante y aterradora, como si de una premonición susurrada por el viento se tratase. ¿De verdad... íbamos a estropear el día por una tontería como esa?
Mimi Honda Antes su parca respuesta simplemente crucé los brazos frente al pecho, extrañamente irritada, cerrándome aún más en mí misma. Había una voz en mi oído susurrándome que reculara, que no tenía nada que ganar en esa estúpida discusión. —Por supuesto que lo eres. Pero hice oídos sordos. Solo los niños se molestaban y fingían hacer algo que realmente no hacían. Había leído cinco páginas en diez segundos. Y seguía dándome la espalda ignorando mi presencia como si no soportase verme. Cualquier con dos dedos frente cedería al darse cuenta de que la había jodido y pediría perdón. Pero a veces yo no tenía dos dedos de frente. A veces mi actividad cerebral era tan inexistente que mi encefalograma sería plano. Puto orgullo de las narices. Apreté los labios y casi chasqueé la lengua. —Ah, muy bien—le dije con fingido desinterés y yo también le di la espalda buscando una lima en mi bolso para perfilar mis uñas—. Avísame cuando termines de fingir que estudias.
Liza White Que se cerrase aún más en sí misma hizo que mi irritación se recrudeciese, si acaso eso tenía algún tipo de sentido. Fue como si su estúpido orgullo avivase las llamas de mi molestia insustancial, volviendo una situación absurda y de fácil solución en una mucho más inestable y agresiva por cada segundo que pasaba. ¿Tanto se le dificultaba pedir disculpas? Hubiese aceptado cualquier cosa. Incluso si me llamaba cría mientras me hacía cosquillas para arrancarme el enfado de la misma manera infantil con la que lo resolvíamos todo. Pero en su lugar su terquedad consiguió que ni siquiera ese escenario fuese viable en aquel universo, distanciándonos aún más tras una brecha que crecía por momentos. Decía que me quería. ¿Eso era todo lo que le importaba? Cerré aún mas los ojos cuando me dijo que le avisase cuando dejase de fingir que estudiaba y aquello fue la gota que colmó el vaso. Cerré el libro con un golpe seco. —Terminé. Me levanté del colchón, encaminándome hacia la bandeja con la comida del desayuno. Repentinamente el ambiente en la habitación me resultaba insoportable y decidí aprovechar la situación para limpiar los restos de la mañana Abrí la puerta con mi mano libre, sin perder un segundo más allí dentro. >>Si llega el repartidor puedes ir comiendo sin mí —Anuncié entonces, sin girarme—. No tienes que pagar nada. Ya lo hice yo. No esperé a escuchar ninguna respuesta de su parte. La puerta se cerró con un chasquido ligero, y la habitación se sumió en un silencio sepulcral.