Ciudad Témpera

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 27 Agosto 2013.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Enloquecerme era un eufemismo. Probablemente no existía una palabra apropiada para lo que sea que me hacía sentir, pero estaba segura de que sobrepasaba los límites de la locura.

    Era crudo y visceral. Me hacía temblar desde dentro, me hacía querer gritar, me hacía desear empujarla contra la cama, sentarme sobre ella con mis muslos a ambos lados de sus mejillas y que me devorase como lo estaba haciendo hasta que perdiese por completo la razón.

    —C-cállate—le recriminé en un jadeo tembloroso, casi un siseo, completamente fuera de mí. No podía contener mis gemidos ni el volumen de mi voz—. Esto es tu culpa.

    Sigue llamándome "princesa" y vamos a tener problemas graves, Liz. Si quieres que termine por atarte las manos al cabecero de la cama esa es una gran forma de lograrlo.

    Pero sí, era caprichosa. Era estúpidamente egoísta, especialmente cuando se trataba de ella. Y lo quería todo. Quería toda su atención. Quería sus más y sus menos. Quería que me llevase al cielo y al infierno al mismo tiempo. Le había dicho que le pondría un collar, pero honestamente me importaba bastante poco si quería ponerme uno ella y atarme con una bonita correa a juego con mis ojos. La idea era humillante, de hecho, pero al mismo tiempo increíblemente estimulante y me erizaba la piel el pensar en darle una patada a mi trono y mandarlo a la mierda. Luego lo recuperaría con más fuerzas que antes, retomaría mi orgullo y mi corona y me sentaría en él, devolviéndole con creces hasta el último orgasmo.

    Pero tendría que ganárselos primero. No podía repetir mi nombre las veces suficientes. No había un suficiente.

    Si realmente quería jugar con el poder no tenía intención alguna de negárselo. Pero debía ser consciente de las consecuencias. Había límites muy peligrosos en juego.

    Sin embargo, no podía pensar en límites, ni en el poder, ni en mi estúpido orgullo de plástico cuando tenía sus dedos dentro de mí y mi cuerpo se apretaba a su alrededor reclamando más y más, negándose a dejarla ir. Cuando su lengua parecía haber encontrado su entrenamiento particular en mi clítoris y mi cuerpo sofocado y en llamas no podía procesar nada más. Estaba abrumada, sobrecargada de sensaciones. Nunca había experimentado nada igual. Mis momentos de autodescubrimiento no podían compararse. ¿Siempre era así? ¿Era tan jodidamente intenso todo el tiempo? ¿O había alguna otra variable porque... era ella y nadie más?

    Mis piernas se apretaron en torno a sus hombros rodeándola y negándose a permitirle apartarse de mí. La necesitaba casi con desesperación y no había un solo centímetro de mi cuerpo que se lo negase.

    —Liz... N-no puedo...—mi voz se cortó bruscamente cuando volví a gemir, mi respiración era un desastre pesado y turbulento. Todo era tan intenso que podía sentir lágrimas acumulándose en mis ojos—. Tu boca... n-no, maldita sea... se siente increíble. Voy a... ¡Voy a...!

    Incluso los dedos de mis pies se curvaron cuando mi espalda se arqueó en un arco casi perfecto. Mis caderas se elevaron de forma involuntaria y el último cable que ataba mi raciocinio se cortó.

    Casi grité.

    Puro éxtasis recorriendo mi cuerpo.
    DESHO? Jokes on you si piensas que no está en la playlist ya uvu. Esa y las dos de Zolita que te pasé. Aquí vivimos for the sapphics-
     
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    Andysaster

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    Sus piernas se tensaron en torno a mis hombros y su espalda se arqueó, presa de una descarga eléctrica sin precedentes. Me sonreí contra su piel, satisfecha y victoriosa, pero seguí insistiendo un poco más. Hasta que el agarre de sus piernas se aflojó lo suficiente y sus brazos se desplomaron sin fuerza sobre el colchón.

    Me relamí, algo más acostumbrada que antes a ese sabor dificil de definir y me erguí del todo, sintiendo los músculos algo entumecidos. Acaricié sus muslos con suavidad y los sostuve hasta dejarlos con una delicadeza absurda sobre las sábanas, permitiéndome observarla durante unos instantes.

    Se le habían cristalizado los ojos y respiraba con dificultad, saturada de neuroquímicos y sensaciones viscerales. Distaba tanto de la imagen que le daba usualmente a los demás que se sentía casi prohibido. Entonces reparé en que temblaba ligeramente y el corazón se me encogió en el pecho, dominada por una inusitada ternura y sentimiento de protección.

    Había cambiado en muchas cosas, pero seguía siendo esa clase de tonta después de todo.

    —Ya, ya —Me recosté a su lado y la atraje hacia mí, cerrando los ojos con una ligera sonrisa. Estaba ardiendo, su cuerpo perlado en sudor pero yo no distaba mucho de su situación. Estábamos hechas un absoluto desastre—. Estoy aquí. No voy a irme a ningún lado.

    No es como si hubiese transmitido algo así per se, pero recordé las intensas sensaciones que simularon ahogarme cuando yo estuve en su lugar. Te dejaba en un estado de vulnerabilidad tal que te sentías completamente desprotegida, como un recién nacido dependiente de su progenitor. Era vergonzoso, te dejaba a merced de las circunstancias y quise que al menos me sintiese cerca.

    Era lo que ella me había permitido hacer antes, al fin y al cabo, en un arranque de excesiva consideración y amabilidad por su parte.

    Acurrucarme junto a ella el tiempo que hiciera falta.

    >>¿Me... he pasado un poco? —cuestioné al cabo de un rato, cuando su respiración se fue calmando lentamente y los temblores disminuyeron en intensidad. Acaricié su cabello como solía a hacerlo, soltando el aire por la nariz en una risa baja—. Ni siquiera sabía que se podía hacer eso. Solo... s-solo se me ocurrió sobre la marcha. ¿Algo así?

    Excelente servicio miss uvu
     
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    Yugen

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    Solté un sonido entrecortado y casi mimoso cuando me abrazó sosteniéndome entre sus brazos y buscando calmarme. Me acurruqué contra su cuerpo con la respiración pesada buscando el refugio de su tacto. En medio de mi vulnerabilidad, de alguna manera, siempre encontraba refugio en ella. Era irónico. Era mi perdición y al mismo tiempo la solución a todos mis problemas.

    Hundí mi rostro en su cuello y dejé un pequeño beso allí, casi un agradecimiento mudo mientras mi mente en órbita regresaba a la tierra.

    Sentía que había tocado la morada de Arceus con los dedos.

    —Te has pasado siete pueblos—le reproché a media voz, agitada aún. Había fruncido el ceño ligeramente pero el gesto no duró. No tenía absolutamente nada que reprocharle. En lugar de eso mi voz fue apenas un murmullo contra su cuello cuando continué—: Me sorprendió, pero... ha sido increíble. Nunca había sentido nada igual. Me gusta... mucho la forma en la que me tocas.

    Incluso mis orejas estaban enrojecidas.

    —La próxima vez te lo devolveré con creces, ¿me oyes? Más vale que te prepares.

    Aún me temblaban las piernas y no creía que pudiera sostenerme de pie aunque quisiera. De modo que cerré mi mano en un puño sobre su pecho y apoyé mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro. Froté mi nariz contra su piel en un ademán ridículamente tierno y abrí los ojos, entrecerrados por las intensas sensaciones. El corazón se me iba a salir del pecho.

    >>Pero ahora, ¿puedes quedarte así y abrazarme un poco más? Solo... un poco más será suficiente.

    uvu7
     
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    Se acurrucó como un Purrloin mimoso buscando nuevamente refugio en mi cuello y no se lo negué. Adoraba que hiciese eso. Que acudiese allí siempre que necesitase un descanso del mundo, como si fuese su único lugar seguro.

    Me recriminó lo mucho que me había pasado y enrojecí, presa de la vergüenza y la culpabilidad. Su habilidad con los dedos era insuperable y solo... solo quise asegurarme de que le devolvía lo que me había hecho sentir, ¿bien? Antes de siquiera poder justificarme, Mimi decidió seguir hablando. Decidió seguir siendo absurdamente honesta, demasiado para tratarse de ella, y mi corazón eludió un inesperado latido.

    Agradecí que no pudiera ver mi rostro en ese preciso instante.

    Siempre había deseado ver su lado más genuino y sincero. Me había adentrado con paciencia y tesón entre sus murallas en los últimos años, y ahora que por fin recogía los frutos de mi esfuerzo quería retroceder con todas mis fuerzas en el tiempo. Pulsar... alguna especie de botón y revertir aquel cambio en ella, que volviese a ser puramente tsun. Pero era demasiado tarde para eso.

    E irónicamente, como si de psicología inversa se tratase, no supe qué demonios hacer con el fruto que ahora sostenía entre mis manos. Uno que ya no quería.

    ¿Cómo iba a saberlo cuando suavizaba su mirada al verme sin darse cuenta? ¿Qué se suponía que debía hacer ante tal cantidad de honestidad salida de sus labios? ¿La excesiva ternura, el mimo y la dulzura con la que me trataba, como cuando rozaba su nariz contra mi cuello de esa forma? ¿Pidiéndome que la abrazase cada vez que la viese? Me desestabilizaba. Me desarmaba y me dejaba sin palabras. A mí.

    Era incomprensible. No lograba encontrar excusas que explicasen mi comportamiento o el por qué me sentía de esa forma y eso me ponía nerviosa. Porque implicaba enfrentar a los pensamientos intrusivos y las suposiciones que revoloteaban en la trastienda de mi raciocinio, latentes. Esperando el momento exacto para salir a la superficie.

    Y no deseaba permitírselo.

    —...Mhm —musité, con aire distraído, apoyando mi mejilla contra su sien. Mis pupilas vibraban cuando abrí los ojos, enfocando la habitación algo desconectada de la realidad. El corazón me latía acelerado en el pecho e intenté respirar hondo, calmando el repentino sofoco que asolaba mis mejillas—. Aquí estaré hasta que lo necesites.

    Me aterraba no saber cómo enfrentar esa versión de ella a la que yo misma le había concedido su espacio seguro. Aún más lo hacía saber que ese lado suyo iría aflorando con mayor intensidad con el transcurrir de los días. Pero, a su vez, haciendo a un lado la vorágine de sentimientos encontrados, me hacía... feliz. Demasiado feliz como para poder describirlo con palabras.

    Estaba tan confusa que me acabaría dañando a mí misma.
     
    Última edición: 8 Agosto 2025
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    Uno de mis brazos se movió de su posición y rodeé su cintura. ¿Todo el tiempo que lo necesitase?

    —Si ese fuese el caso estaríamos días así—le respondí con un murmullo ahogado contra su cuello, tan bajo que apenas se escuchó—. Pero no hay forma de que eso sea posible.

    Lo nuestro tenía fecha de caducidad. No sabía cuando ni de que forma, pero tenía la seguridad de que en algún momento ella buscaría a quien realmente amaba cuando el tiempo fuese el adecuado y ambas volveríamos a ser solo amigas. No... no estaba tan mal, ¿no? Seguiríamos igual pero sin él sexo, ni los besos, ni este tipo de momentos de absoluta fragilidad. Ignoraríamos todo como si nunca hubiera pasado, lo guardaríamos en un cajón y volveríamos a hacer la vista gorda con todo. Fin.

    Dear, the show must go on.


    En algún momento regresaría con Nikolah, ambos se confesarían porque sentían lo mismo—aunque él estaba más perdido que un Spinda con amnesia—, y entonces ella sería la que estaría en mi posición actual, agotada y mimosa entre sus brazos después de—

    Tsk.

    El pensamiento me tensó todos los músculos del cuerpo. Fue agudo y visceral y me hizo apretar los labios, víctima de un chispazo de rebeldía y posesividad. No quería eso. No quería que se fuese, no quería que le mostrase esa faceta suya a nadie más. Lo quería para mí, absolutamente todo. Era esa chica egoísta.

    Pero... esa posesividad estaba fuera de lugar. No era ni conveniente ni adecuada y tampoco justa. Sabía lo que ocurriría justo antes de empezar todo... esto. Yo misma parecía la persona más interesada en que Liza y Nikolah estuviesen juntos, por Arceus. Estaba obsesionada con eso. Había movido cielo y tierra por lograr que se confesase, la había animado a hacerlo en más de una ocasión, había apoyado su relación con todo lo que tenía, pensando que si yo no podía ser feliz en el amor porque este era el eterno desconocido, al menos quería que ellos lo fuesen.

    Que ella lo fuese.

    Pero cuando me miraba a los ojos como si fuera un tesoro invaluable y me abrazaba con tanta ternura y remendaba lentamente los pedazos rotos y dispersos de mí ser, no podía evitar sentir celos de cualquiera que tuviera la osadía de acercarse demasiado. Nikolah. Ai. Daba igual quien fuese. Despertaba esa parte feral y primitiva en mí.

    Cerré los ojos y hundí más el rostro en su cuello como si quisiera escapar o esconderme de mis propias emociones. Me sentía fuera de mí, perdida y sin dirección. Estaba dando palos de ciego como una maldita masoquista. ¿Qué iba a hacer entonces?

    No estaba bien, no... debería pensar esas cosas. No me correspondía a mí hacerlo.
     
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    ¿Qué mosca le había picado, en cualquier caso? Se había comportado más suavecita en los últimos días que en los últimos meses siendo ya íntimas amigas. ¿Tendría algo que ver con el nuevo paso en nuestra relación? Era posible. Después de todo le habíamos mostrado una faceta mucho más íntima y profunda a la otra. Si atreverse a hacer algo así no bajaba sus murallas, no sé qué más lo haría.

    Rodeó mi cintura, se enterró aún más en su refugio particular y la estreché contra mí, tensando los labios lejos de su mirada, cada una con su propia lucha interna que enfrentar. ¿Días... así? No me importaría. Había dicho que podía pasarme la mañana haciendo... otra clase de cosas con ella, pero también podía permanecer así el resto del tiempo y estaría bien con eso. Me relajaba sentirla cerca. Tenía un poder extraño pero gratificante sobre mí.

    Nos mantuvimos así durante quién sabe cuanto tiempo, dentro de aquella burbuja particular donde solo estábamos ella y yo y nadie más. La mañana transcurría sin detenerse por nadie pero no nos importaba. Dentro de esa habitación era como si el tiempo se hubiese paralizado. Mis dedos trazaban dibujos abstractos sobre su espalda, acariciando su piel con delicadeza cuando el estómago decidió que era buen momento para pedir la palabra, irrumpiendo así en nuestro pequeño paraíso de paz.

    Ah, mierda.

    —Tengo una idea —Le dije entonces, al cabo de un largo y cómodo silencio. Retomé las caricias de manera distraída mientras hablaba—. Me daré una ducha rápida y bajaré a por el desayuno, en vistas de que sigo teniendo energías para dar y regalar —Le dejé un beso sobre su sien al separar mi mejilla de esta, para poder mirarla—. No hace falta que hagas lo mismo: lo traeré aquí. Podemos tomarnos el resto de la mañana con calma y así recuperas fuerzas para el resto del día.

    Porque definitivamente iba a aprovechar cada segundo que me quedaba de mis vacaciones haciendo mil cosas, eso estaba claro.

    Sonreí entonces.

    >>¿Qué te parece?
     
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    Hubo un silencio largo y apacible después de eso. Había decidido dejar de ahondar en mis pensamientos. No les daría poder para fastidiarme el día ni el tiempo que tuviésemos por delante. Como había dicho antes, si nuestro tiempo era prestado más valía hacerlo valer.

    Con su respiración tan cerca de mi oído y aquella sensación soporífera que precedía al clímax me sentía más relajada cada vez. Probablemente podría volver a quedarme dormida en sus brazos y no me importaría. Y si además empezaba a trazar patrones sin identidad con sus dedos en mi espalda, ya era el acabose. Mi mente había empezado a hundirse plácidamente en las nieblas del sueño.

    Solo un poquito más de esto.

    Nosotras consentimos pero había alguien que tenía algo que decir al respecto. Desde el sushi de la noche anterior no habíamos comido nada y nuestro estómago protestó a la vez.

    Mi rostro se encendió. ¿Me iba a traer el desayuno a la cama? Eso era exactamente lo que había pensando que haría la otra noche pero fue un malentendido. Ni siquiera sabía por qué la idea me hacía reaccionar así en primer lugar. Quizás porque me encantaba que me mimaran y consintieran, probablemente eso no cambiaría nunca. Era al tipo de persona que disfrutaba de la atención y los detalles.

    Especialmente cuando eran tan honestos.

    —Yo también debería ducharme—le respondí. Energía para dar y regalar decía la muy tonta... ugh, como iba a devolvérsela—. Pero por culpa de alguien no confío en mis piernas lo suficiente para mantenerme de pie aún. Así que...

    Tracé uno de sus brazos distraídamente con el índice y al detenerme enarqué una ceja.

    —El desayuno en la cama. ¿Me vas a traer una pizza?

    ¿Iba a seguir molestándola con eso? Absolutamente.
     
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    —¿Traerte el desayuno a la cama no te vale como disculpa? —Me quejé, haciendo un mohín lastimero. ¿Iba a recordarme el desastre que había dejado en ella cada vez que pudiera? Me iba a matar de la vergüenza a este paso.

    Trazó mi brazo imitando mis caricias distraídas e irregulares, y su apunte me relajó las facciones lo suficiente como para que una risa baja me vibrase en el pecho. Lejos de molestarme me hacía bastante gracia.

    >>Te traeré algo mejor que una pizza —Busqué sus labios y le dejé un beso corto y superficial antes de separarme, con la gracia escrita por toda la cara. Extendí el silencio con intención—. Dos.

    Me separé antes de que me lanzase una almohada o algo así y comencé a recoger mi ropa del suelo. Enseguida extrañé la calidez de sus brazos, pero era eso o morir de inanición. Sonaría muy bonito y todo lo que tu quieras, ¿pero perderme mi ingesta de dulces mañanera?

    Mimi, know your place.

    Salí de la ducha en diez minutos contados esta vez. Tenía el cabello limpio, de modo que no fue necesario mojarlo, tan solo quise sacarme el sudor de encima. Decidí que hoy iría más urbana y escogí unos cargo verdes y una camiseta negra y básica, de tirantes. Me gustaba no casarme con un estilo concreto e ir variando un poco, pero no podía evitar regresar a mi estilo holgado y cómodo aunque mi armario ahora tuviese alguna que una que otra falda de por medio.

    —Digamos que dejas tu desayuno a mi elección. ¿Confías siquiera en mi criterio? —cuestioné, casual, acomodando mi cabello frente al espejo antes de salir. Me volví para verla, descansando una de mis manos sobre mi cintura—. No se admiten sobras. Si no te acabas la comida no hay plan para más tarde, aún si son dos riquísimas pizzas familiares.

    Le guiñé un ojo, claramente bromeando. Sabía lo que le gustaba, y si no, había tenido tiempo de retener la información la mañana anterior. Tomé la tarjeta de acceso y tras hacerle un saludo militar me despedí, cerrando la puerta tras de mí.
     
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    Yugen

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    A veces de verdad era idiota, pero la quería así. Su tontería de que dos pizzas eran mejor que una hizo que una ceja me temblase. Al menos el beso que me había dado antes fue lo suficientemente efectivo para que la almohada que le lancé impactase en la pared y no en ella.

    Tenía suerte de que mi cerebro aún estuviese offline.

    Le dirigí miradas de soslayo desde la cama cada vez que iba de aquí y allá por la habitación, desde que entró en el baño y volvió a salir y pensé en lo bien que le quedaban aquellos pantalones cargo.

    —Confío en que eres lo suficientemente inteligente para no traerme una pizza para desayunar. Lo de confiar en tu criterio es relativo—bromeé.

    Desde que pasábamos tiempo juntas su estilo había variado mucho. A menudo se dejaba influenciar por mi propio estilo, mis consejos y sentía que lo había tomado como una parte más de sí misma. Por ejemplo, esos pendientes de argolla que solía llevar. Pero otras veces era fiel a su estilo original desenfadado y urbano y no podía evitar pensar que le quedaba increíble.

    Aunque honestamente me gustaba más cuando no tenía ropa en lo absoluto.

    Ni muerta iba a decirle eso en voz alta.

    Giré sobre mi misma y fijé la mirada en el techo cuando la puerta se cerró. Realmente mi mente no estaba en ningún lugar o quizás estaba en cientos al mismo tiempo, pero era difícil para mí procesarlo. Una parte no podía evitar preguntarse qué sentido tenía todo... esto. ¿Cual era el propósito? ¿Pasar el rato? ¿Ayudarnos mutuamente a olvidar los problemas? ¿Ser un placeholder para la otra mientras esperábamos a encontrar el amor? Eso último sonaba horrible, me hacía sentir enferma.

    Pero por el otro lado sentía que no era así en lo absoluto. Había respeto, complicidad y nos queríamos. Sentía que no debía pensarlo demasiado y simplemente fluir con la situación, dejar de intentar controlarlo todo todo el jodido tiempo. ¿Cual era el problema si ambas estábamos bien con esto?

    ...

    El aire frío que entraba por la ventana me hizo ser consciente de que el sudor de mi piel se había enfriado y cuando un escalofrío recorrió mi espalda me apresuré a abrazar la almohada más cercana.

    No estaba interesada en el amor, no confiaba en él y tenía la seguridad de que mis sentimientos por White no eran románticos. Pero algo me decía que lo que sea que tuviéramos podía acabar muy mal. Era una sombra pesarosa y catastrofista que me tenía el corazón en un puño.

    ¿Qué íbamos a hacer con la atracción mutua cuando empezase a salir con Nikolah de verdad? No iba a desaparecer mágicamente como si tuviera un interruptor, y yo no quería ser la razón de que le fuera infiel a Nikolah. No se lo merecía, nadie lo hacía. Pero, ¿podríamos seguir siendo amigas sin más? ¿Y cuando yo misma encontrase el amor qué demonios pasaría? ¿Reemplazaríamos la posición de la otra con otra persona? ¿Iba a poder contener esas estúpidas ganas de besarla?

    Ugh.


    No entendía las relaciones en lo absoluto. ¿Por qué no podía ser todo más fácil?

    Solté un gemido de frustración ahogado contra la almohada, largo y quejumbroso.

    Me iba a explotar la cabeza.

    Debía dejar de darle tantas vueltas a todo, suponía. Ese sería un problema para la Mimi del futuro. De momento, estaba bien con esto. Sexo casual, abrazos eternos y besos en la frente.

    Y el desayuno en la cama.

    Me hice un ovillo sobre mí misma y aún abrazaba a la almohada rodé hacia el otro lado.

    Sonaba tan bien.

    —¡Wah!

    Terminé por caerme de la cama.

    Mimi: Esto no es amor-
    Also Mimi:
     
    Última edición: 9 Agosto 2025
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    Bajé las escaleras con energía, saltando los últimos dos escalones con un aterrizaje perfecto y giré los talones hacia la cafetería. Mientras tarareaba una cancioncilla animada, eludiendo con sencillez a la marabunta de entrenadores congregados en el vestíbulo, fui consciente de que me sentía radiante. Saludé a Joy con una amplia sonrisa y parte de esta se mantuvo por largo rato sobre mis labios, mientras merodeaba por la cafetería con la bandeja en mano.

    Nada ni nadie podría arruinarme el buen humor. Ni siquiera yo misma.

    Similar a Mimi, si bien de una manera completamente distinta a la suya, yo también había sido una niña mimada. Ser la hija menor solía implicar recibir toda clase de atención y caprichos, y eso era algo que no se perdía de adulta. Me gustaba que me cuidasen aunque no soliese reflejarlo, pues con los años había descubierto que adoraba aún más ser yo quien mimase al resto. Tenía gran facilidad para retener y almacenar los gustos e intereses de mis seres queridos, y servirme de ellos para ocasiones como esta. Era esa clase de persona detallista.

    Coloqué sobre la bandeja un cuenco pequeño, con fruta variada. Las conversaciones de las personas a mi alrededor me llegaron mezcladas entre sí mientras hacía memoria de lo que Dante le trajo a Mimi para desayunar ayer. Reparé en la zona de yogures y decidí escoger un bol también, con un poco de avena y frutas del bosque. Suspiré. Si fuera una persona mucho más sencilla, como yo, acabaría bastante antes. Un buen puñado de dulces, algo de beber y estaríamos listas. Pero no~. Tenía que salirme así de exquisita.

    Tomé una serie de dulces variados en cualquier caso, un gofre con sirope de chocolate para mí y un par de galletas para compartir. Busqué una taza de leche para mí y un té rojo para Mimi, y recorrí la zona por última vez, indecisa, cuando reparé en un detalle crucial aguardando por mí en la vitrina. Solté una risa cristalina, divertida con la ironía del asunto y sacudí la cabeza con incredulidad mientras me acercaba.

    ¿Había estado a punto de marcharme sin un par de éclairs? ¿En serio? Debía ser idiota para presentarme en la habitación sin el plato estrella.

    ***​

    —Servicio de habitaciones~ May I come in?

    Hice malabares para sostener la bandeja con la mano contraria y accedí con la tarjeta hacia la habitación. El sonido de la ducha me llegó amortiguado de fondo mientras me adentraba en el espacio y supuse que el tiempo extra para reponer fuerzas le había terminado sirviendo. Deposité la bandeja sobre la cama, la sonrisa me regresó al rostro y repentinamente me sentí impaciente. Era absurdo, pero me ilusionaba especialmente hacer algo así por ella. No que no me pasase antes, pero aquel día lo sentía con mayor intensidad.

    Alisé las sábanas, en un ademán distraído, y entrelacé las manos tras la espalda al erguirme mientras daba vueltas por la habitación, haciendo tiempo hasta que saliese.

    Parecía un cachorro esperando con energía tras la puerta, por Arceus.

    >>¿Te queda mucho~? —cuestioné no mucho después, alargando la palabra con intención.
     
    Última edición: 10 Agosto 2025
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    Dejé que el agua caliente de la ducha se llevara tanto el sudor que me perlaba la piel como aquellos indeseados pensamientos. Prefería no pensar en nada, todo era mucho más fácil cuando la mente estaba fuera de servicio. No me gustaba estar empapada en sudor, me daba repelús. Por suerte mis piernas ya habían dejado de temblar y no parecían dos palitos endebles así que mi primera parada había sido la ducha.

    Suspiré profundamente bajo chorro de agua caliente.

    Ah~ el paraíso en la tierra.

    El champú de Liza olía a lavanda. Suponía que si íbamos a seguir compartiendo habitación hasta que pudiéramos compartir piso debería traerme mis propias cosas. Mi champú de jazmín, mi acondicionador con aceite de karité y un sinfín de productos de skincare para ocupar las baldas. Tomé un mechón de cabello rubio sobre mi hombro y lo acerqué a mi nariz.

    No me desagradaba realmente, olía como ella. Era femenino y juvenil y tenía un particular efecto calmante. Pueblo Lavanda era el peor lugar del mundo, ¿pero por qué le habían puesto ese nombre? ¿Porque no había nadie más relajado que un muerto?

    ...

    A veces pensaba cosas muy estúpidas. Quizás ese era el efecto de haber pasado tanto tiempo con Alpha.

    El constante rumor del agua me impidió oír la puerta cerrarse pero cuando escuché su lastimosa pregunta abrí los ojos. Se estaba convirtiendo en un Lillipup de verdad por momentos, ¿qué pasaba con eso? Era... extrañamente adorable.

    —Liz, preguntarme por el tiempo que me queda en la ducha y preguntar la edad a una mujer mayor son los mismo—le interpelé desde el otro lado alzando la voz lo suficiente para que me escuchase—. No lo hagas.

    Cerré la llave tras un par de minutos más. Me puse algo cómodo que le había robado del armario—debería traer mi ropa también. ¿Qué hacía en otro cuarto si dormía aquí?—y me sequé el cabello con una toalla. Aún la llevaba sobre los hombros cuando abrí la puerta.

    Dirigí una mirada a la bandeja sin muchas expectativas, algo tensa... pero mi corazón dio un salto repentino. Confiaba en ella pero su criterio para la comida era... cuestionable. Por eso la imagen que me devolvieron mis ojos tuvo la belleza de un cuadro renacentista.

    —¡Ah, éclairs!—exclamé.

    Y fruta. ¡Y té pu-ehr! No había llenado la bandeja de bollería y cantidades ingentes de azúcar.

    Casi podía ver estrellas destellando alrededor. Era la visión más hermosa que habían contemplado mis ojos.

    B-bueno, tal vez la segunda.

    Solté una risita y me senté de regreso en el borde de cama repentinamente impaciente por empezar a desayunar.

    —¿Te he dicho alguna vez lo mucho que te quiero?
     
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    Andysaster

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    Me recriminó el haberle cuestionado el tiempo que le quedaba en la ducha y suspiré. De haber sido un Lillipup de verdad estaría agachando las orejas en ese momento. Ahora que me detenía a pensarlo, no recordaba comportarme alrededor de ella así con anterioridad. Al menos, no de forma tan asidua y notoria. El cambio en nuestra relación la había vuelto más sincera y suavecita conmigo y a mí, al parecer, mucho más clingy que antes. Pero parecíamos estar bien con eso.

    Para mi sorpresa salió del baño no mucho tiempo después. Me había robado de nuevo algo de ropa del armario y se le iluminaron los ojos al reparar en lo que le había traído. Me llevé una mano a la cintura y con la mano libre me froté la nariz, cerrando los ojos con un ademán jactancioso. Heh, por supuesto que iba a traerle sus éclairs. No había estado a punto de olvidarlos ni nada similar, ¿cierto?

    Que me dijese que me quería con tanta sencillez, sin medias tintas como solía ser su caso, me desequilibró lo suficiente como para hacer a un lado mi expresión vanidosa y sustituirla por una que rezumaba cierto desconcierto, ternura y un poco de timidez. Tenía respuestas para todo cuando se trataba de la Mimi que conocía, pero aún... aún me costaba un poco acostumbrarme a su nueva versión.

    Dejé caer los hombros, tomando una bocanada de aire, y me senté a su lado tratando de recuperar la liviandad de siempre. No me costó demasiado.

    —Bueno, se ve que no lo suficiente —Le guiñé uno de mis ojos, ajustándome la faceta easygoing como si nada. Tomé la bolsa de papel en la que había metido tooodos mis dulces, camuflándolos de su vista para la primera impresión, y me mecí de un lado al otro, felizmente, mientras le daba un mordisco a un donut de chocolate blanco—. He procurado traerte un poco de todo, así que no puedes quejarte. ¿Qué nota me pones? ¡Y no seas injusta!

    La había señalado con un amenazador dedo índice, con mi mano libre. Bajé mi brazo al poco tiempo, sin apartar la mirada de ella y relajé las fracciones al poco tiempo, consciente de algo. Tragué el trozo que me había llevado a la boca y entonces hablé; no quería que me recriminase por hablar con la boca llena. No sería la primera vez, como con los codos en la mesa. Ugh~.

    >>Te queda muy bien mi ropa —Le aseguré con franqueza. Había escogido ropa cómoda y casual, pero el sueter blanco y abierto dejando uno de sus hombros al descubierto le quedaba incluso mejor que a mí. Teníamos suerte de compartir talla—. ¿Dónde tienes tu equipaje, a todo esto? Hay espacio de sobra para que traigas tus cosas aquí. Así yo también podré robarte —bromeé.
     
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    Los éclairs me ponían más honesta de lo usual, era culpa de la pasta choux. Y también que me sentía liviana y ridículamente feliz. Eso también tenía que ver.

    Siempre me había gustado la idea de tomar el desayuno en la cama. Que me despertaran con un beso y un "buenos días princesa" y una bandeja de postre con una rosa. Era esa estúpida romántica. Tenía esa concepción del amor pueril e inocente, del amor perfecto y sin fisuras. Pero quizás... no existía algo así. Tal vez no había algo como un amor perfecto con miradas eternas y sonetos dedicados y largos paseos de la mano a la orilla del mar. Y si existía, yo no me había cruzado con él.

    Tampoco era como si quiera hacerlo.

    Se sentó a mi lado y la vi devorar un donut que había guardado convenientemente para que no lo viese. Fruncí ligeramente el ceño. Cómo si fuera a reprocharle nada. Me preocupaba su salud, pero no era su madre para decirle lo que tenía que hacer. Además, a mí me encantaban los éclairs y eran dulces. Los comería todo el día si me descuidaba un poco.

    —¿Injusta? Yo siempre soy ecuánime y objetiva—le respondí cuando me pidió que calificara el desayuno. Cerré los ojos con absoluta felicidad al morder uno de los éclairs—. ¡Mmm~! ¡Un diez sin dudas!

    Eso no era muy objetivo por mi parte.

    Bueno, no podía ser objetiva. No podía ser realista en esta situación. No eran solo los éclairs—aunque eran una parte importante—, era el hecho de pensar en que no me importaría desayunar con ella todos los días. Apreciaba esos momentos de intimidad inocente. Ese tipo de cosas que quizás no significasen nada para otras personas... eran un mundo para mí.

    Eran el tipo de cosas que me faltaban.

    Su apunte me hizo esbozar una sonrisa orgullosa. Teníamos la misma talla después de todo. Estaba acostumbrada a que la ropa me quedase bien, era modelo. Pero su inesperado comentario me dio un boost de ego.

    —¿En serio?—inquirí y le dirigí una mirada de soslayo, una media sonrisa después. Giré la cabeza para mirarla—. A ti también te queda bien. Cuanto más te veo más pienso que no te importaría pasar un día entero conmigo de compras. Quizás debería comprarme unos cargo también.

    Tomé la taza de té y le di un sorbo. Té rojo. Había pensado en todo.

    >>En la segunda habitación de este pasillo empezando por la derecha. Está ahí desde que llegué a Témpera, pero no he vuelto a dormir en ese cuarto desde que me propusiste compartir habitación.
     
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    Andysaster

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    ¿Me acababa de... dar un diez? ¿Así, con tanta facilidad? Igual no era un simple cambio, igual era algo más serio y tenía fiebre. Pero la observé por unos segundos comerse su adorado éclair, irradiando felicidad por cada poro de su ser, y esbocé una sonrisa de circunstancias, enarcando una ceja desde mi lugar.

    Ella... también podía ser una niña cuando quería, ¿eh?

    Me llevé la taza de leche a los labios, dándole un sorbo, satisfecha con cómo había resultado todo. Le había echado miel para endulzarla antes de subir... pero me había vuelto a pasar con las cantidades. Para mí estaba perfecta, pero si Mimi le daba un sorbo probablemente le provocaría diabetes tipo dos.

    —En sí no es la ropa lo que me molesta. Me gusta probarme prendas nuevas —Dejé la taza sobre mi lado de la bandeja y saqué otro dulce, encogiéndome de hombros. No, no era solo un donut lo que había guardado. Ojalá—. Es el entorno de los centros comerciales. Me agobia la gente, las colas y la eterna espera. Prefiero comprar la ropa por internet. O en tiendas más pequeñas.

    Me explicó entonces que su habitación estaba cerca de aquí y solté el aire por la nariz ante su último añadido. Le había propuesto compartir habitación esta noche, pero la anterior...

    >>Técnicamente te colaste en mi habitación ese día —señalé, con calma, aguantándome la gracia como podía. El glaseado del bollo me hizo cerrar los ojos por un instante, soltando un sonidito de puro gusto—. Pero como soy una persona generosa y considerada, te acompañaré cuando acabemos de desayunar a traer tus cosas. Pero nada de apropiarte de todas mis estanterías.
     
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    —¿Cómo te puede gustar comprar ropa en internet? ¿Qué emoción tiene eso?—le dirigí una mirada de circunstancias, enarqué una ceja y apoyé mi mano en la mejilla—. ¿No te preocupa pedir algo en línea y que te envíen una cosa completamente diferente?

    Ese problema no existía cuando ibas a comprar ropa personalmente. Pasarse horas de tienda en tienda probándome cosas y comprándolas aunque solo me las pusiera una vez había sido mi entretenimiento de calidad por años. Por ese mismo motivo tenía cantidades ingente de ropa que ni siquiera me había puesto nunca o recordaba tener. Compraba por el simple placer de hacerlo. Podía permitírmelo entonces y además tenía un enorme vestidor en mi casa para guardar todo. Sin embargo, ya no era una trust fund baby y mi nueva situación económica no era la más adecuada para pasarme horas comprándome cosas que no necesitaba.

    Esa emoción seguía ahí, latente. No me importaría llevarme a Liza al centro comercial más cercano y pasar horas comprando cosas como si tuviéramos nada más que hacer. Pero si las multitudes no eran de su agrado no tenía caso. Los centros comerciales solían estar masificados; más aún en un lugar tan grande como Ciudad Témpera.

    Enrojecí ligeramente y aparté el rostro en un ademán orgulloso. ¿Colarme en su habitación?

    —No sé de lo que hablas—mentí descaradamente—. Y tampoco sé si tus productos de cuidado y los míos caben en la estantería de ese baño. Necesitamos uno más grande—le di un nuevo sorbo al té—. Mucho más grande.
     
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    Andysaster

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    —Si eso sucede es tan sencillo como devolverla y pedir otra —Extendí mi mano libre hacia ella, dándole un toquecito ligero en la frente. Dibujé una media sonrisa en mis labios—. Me transmitiste parte de tu gusto por la moda, y si compro más ahora es porque me gusta verme bien con ella y que me vean. El acto de comprar en sí mismo no me puede dar más igual.

    ¿Qué sentido tenía comprar algo que no ibas a usar? Podíamos parecernos en muchas cosas, muchas más de las que creímos en un principio, pero seguíamos habiendo pasado por distintos estilos de crianza. En cualquier caso me había vuelto bastante coqueta con el tiempo, y en gran medida había sido por el tiempo que había pasado con ella. El cambio debía decir, modestia aparte, que me había sentado bastante bien.

    Además, nunca sabías a quién podías conocer al salir de casa ese día, había que estar preparada para la ocasión~.

    —Bienvenida al mundo de los mortales, Mims. Tenemos alquileres por las nubes, habitaciones de tamaños ridículos y sandwiches para cenar —Divertida, extendí mi taza hacia ella, buscando hacer un improvisado brindis. Podía parecer que me mofaba de su nueva situación económica, pero en realidad me sentía muy orgullosa de ella por la forma en la que se estaba adaptando a la normalidad—. Por nosotras. Porque confio en que con todo y sin estanterías, lograremos estar bien.

    Convivir con otra persona en un mismo hogar era una prueba de fuego en sí misma; podía reforzar mucho la relación entre ambas o podía destrozarla del todo. Quería confiar en que estaríamos bien. Esta podía ser la ocasión ideal para ver cómo se nos daba el convivir dentro de un mismo espacio por un tiempo.

    Eso, o terminaríamos discutiendo y lanzándonos productos de belleza en cuanto bajásemos la guardia. H-huh...
     
    Última edición: 11 Agosto 2025
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    Suspiré con resignación llevándome una mano a la frente que acababa de golpear de forma tan descarada. Bueno, suponía que me lo había ganado con mi ignorancia.

    Creo que era bastante evidente que no solía comprar ropa por internet, a mí me gustaba el solo hecho de ir de compras. Por supuesto que tenía un corazón sensible para la moda pero lo que realmente me emocionaba de todo eso era el hecho de comprar. Más, más y más. Nunca era suficiente. Era así de zorra materialista.

    A Liza le gustaba comprar ropa como tal.

    —Me parece una pérdida de tiempo—crucé una pierna sobre la otra con sencillez aún con la mano en mi mejilla—. La emoción de comprar es recorrer todas las tiendas, probarte toda la ropa que te gusta en un probador de verdad antes de comprarla y luego guardarla en tu vestidor y no ponértela nunca más.

    Estaba bromeando lógicamente pero sonaba tan genuina que probablemente la broma coló. En realidad yo sí que estaba mofándome de mi anterior situación económica y no de la actual. Ahora era financieramente independiente de mi padre, la fortuna de los Honda no me definía y no buscaba el materialismo de forma compulsiva. Desde que había roto las cadenas que me ataban a mi apellido era más consciente de todo. Del valor de tener un techo sobre la cabeza y comida caliente en la mesa y cosas propias y... caprichos a los que nunca le había prestado la debida atención porque eran simplemente antojos de una niña vacía y superficial que buscaba llenar sus carencias con codicia y servidumbre.

    Era curioso. Pero había empezado a cortar los vínculos con mi jaula de oro desde que nos habíamos vuelto más cercanas. Habíamos crecido juntas y seguido un camino común hacia la madurez y la realización personal que nos había llevado hasta el lugar en el que nos encontrábamos ahora. Suponía que era así como debían ser las relaciones.

    Las... las relaciones en general.

    Choqué mi taza de té con la suya con un ligero clinc.

    —Por la vida de una plebeya común—bromeé con diversión y le guiñé uno de mis ojos solo por matizar el ambiente distendido—. Cheers!

    Después de aquel pequeño momento suponía que llegaba la pregunta de rigor. Podíamos quedarnos todo el día en el cuarto haciendo el vago, ¿pero era eso lo que queríamos? Honestamente no me apetecía demasiado moverme a ningún sitio.

    Dejé la taza vacía sobre su plato en la bandeja y me dejé caer hacia atrás en la cama con un suspiro. ¿Pero había algo más que hacer?

    >>Entonces... ¿cual es el plan para hoy? Se me había ocurrido llevarte a unas aguas termales, pero ni siquiera hay volcán en Galeia así que dudo que sea una opción.

    Sad, ya Mimi no puede dedicarle a Liz esta canción unu



    (?)
     
    Última edición: 11 Agosto 2025
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    Le dirigí una mirada de circunstancias, manteniéndome en sus ojos por espacio de unos segundos, tratando de adivinar si hablaba en serio o no, y terminé por suspirar al poco tiempo, desistiendo de mi tarea y volcando mi atención a donde debía estar desde un inicio: el dulce de turno que me encontraba devorando.

    Mimi se tumbó sobre el colchón al terminar su desayuno, relajada y satisfecha, y seguí su movimiento mientras partía un trozo del gofre. Preguntó por el plan de hoy y la escuché mientras masticaba, con renovado interés. ¿Unas aguas termales? Nunca había estado en unas, tan solo las había visto en series o fotos en internet. No era algo que me quitase el sueño, pero me daba curiosidad probar en mi propia piel si de verdad eran tan buenas o, como solía suceder, tan solo era la gente exagerando de más.

    La miré sin comprender, con una pequeña mancha de chocolate en mi mejilla. ¿Que no había volcán en Galeia, decía?

    —Existe un volcán en Galeia. El volcán Barniz. ¿Nunca has estado allí? —cuestioné, intrigada. Recordaba haberlo recorrido en su momento y… tirar junto a Steve a la lava la consola de Ian. ¿Por qué habíamos hecho eso, en primer lugar? Tenía que regalarle en algún momento una por Navidad. Pobre chico—. Quizás haya unas aguas termales cercanas al lugar. Déjame que lo busque en mi teléfono.

    Al poco tiempo le mostré la pantalla. No había una, si no tres aguas termales rodeando la zona volcánica, dos de ellas con aperturas bastante recientes. Comprensible; debía ser un atractivo turístico demasiado bueno como para pasarlo por alto.

    >>Así que… ¿Me llevarás a unas aguas termales, Mims? —solté una risita, repentinamente animada—. Suena muy bien, me apetece probar. Aunque si su finalidad es relajarnos, deberíamos cansarnos mucho en primer lugar para que resulte efectivo, ¿no? —Me llevé una mano al mentón, reflexiva. ¿Una actividad que nos cansase mucho y nos llevase todo el día…? Mi expresión se iluminó al poco tiempo—. ¡Mimi, vamos a la playa!
     
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    Mimi Honda

    No recordaba haber estado en el Volcán Barniz en mi vida. No parecía el tipo de sitio que me gustase visitar por simple placer y tampoco estaba en los recuerdos más recientes tras hacer un breve y conciso análisis. Pero si había un Volcán, había fuentes de aguas termales... y cerca de las aguas termales había posadas donde hospedarse.

    Liza decidió comprobar la veracidad de su teoría y resultó que no había solo una, si no tres. Lo cual estaba bien... pero quizás no era el escenario más ideal. Mi expresión que se había iluminado cuando mencionó la existencia de un volcán se agrió rápidamente.

    —No podemos ir a un onsen que haya abierto recientemente, estará masificado. Será peor que pueblo Lavacalda en temporada alta—le expresé mi desazón al incorporarme y sentarse en el borde del colchón—. La mejor forma de disfrutar de uno es hospedarse en un ryokan. Pero son caros. Y por caros, quiero decir impensables para nuestra situación económica actual.

    Le extendí un pañuelo para que se limpiase el chocolate de la mejilla y me incorporé de la cama para estirarme con un ruidito de satisfacción. Ese día no me apetecía hacer nada en particular. Quería holgazanear tan fuertemente que dejaría en ridículo a los Slakoth.

    ¿Por qué no podíamos pasar un día así? No iba a desperdiciar sus vacaciones por solo un día. ¿Era mucho pedir?

    Los planes parecían ser otros. Sus ojos se iluminaron y dirigiéndome aquella expresión de cachorro moviendo la cola me comentó su idea. La playa.

    Había venido el día anterior de allí. No había sido por amor al arte si por asuntos de entrenadora responsable, pero hacía un calor de mil demonios y la sal del ambiente me había dejado el cabello pareciendo un nido de Nidoran. No teníamos que ir a Udan para ir al mar, en cualquier caso. Galeia tenía unas hermosas playas de arena blanca y aguas turquesas en las Islas Artistas. Isamu podía llevarnos a ambas.

    Pero había un pequeño, ínfimo problema de nada.

    —¿Huh?—solté quejumbrosa—. ¿Por qué todas las actividades tienen que ser pasadas por agua? ¿Tienes complejo de Oshawott? ¿Tanto te gusta mojarte?

    Si aquello parecía haber ido con segundas no era mi culpa. Crucé los brazos frente al pecho antes de suspirar con resignación y casi mascullé mis palabras como si genuinamente me diera vergüenza.

    Enrojecí y aparté la mirada de sus ojos.

    >>Ya te dije que no sé nadar.

    Genuinamente me daba vergüenza.
     
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    Andysaster

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    Liza White

    —Pero existe un tercero que parece el eterno olvidado —Repuse ante su comentario derrotista. Las otras dos aperturas habían acabado por destrozar la popularidad de la zona más vieja, quizás de aspecto mucho más rústico y simple que las otras dos. No tenía nada que hacer contra la competencia... Pero eso quería decir que estaría prácticamente vacio, ¿no?—. Es probable que lo cierren dentro de no mucho. El precio no será muy elevado si desean captar clientes, así que podríamos permitirnos hospedarnos por la zona. Eso ya depende de ti.

    Parecía especialmente perezosa el día de hoy. Suponía que no me moriría por no hacer nada un día, ¿no? Podía descargar mi energía saliendo a correr o a hacer la compra y pasarme el resto del día en la cama. Se quejó de mi fijación por los planes de agua y le di con la almohada en la cara, ruborizada por su descarado y repentino juego de palabras.

    A veces de verdad que era estúpida.

    —Ya te dije que no me importa enseñarte —Terminé de darle un último sorbo a la taza y coloqué la bandeja sobre la mesa, tumbándome de nuevo sobre el colchón con los brazos tras la nuca—. El plan del acuario no va a esperar por ti siempre, ¿sabes? No estaré aquí mucho tiempo.

    >>Pero lo pillo —Añadí, cerrando los ojos—. Demasiados planes por mi parte. Podemos quedarnos aquí el resto del dia si eso es lo que realmente te apetece —Abrí uno de mis ojos vagamente, buscando la estantería de CDs de la habitación—. ¿Alguna película que te llame la atención?
     
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