Mimi Honda El resto del tiempo se pasó en un silencio extraño pero no incómodo. A veces no eran necesarias las palabras. A veces era suficiente disfrutar de la compañía ajena sin añadir nada más, como quien se sienta a la orilla del mar y disfruta del murmullo de las olas. Lo agradecía porque me daba tiempo para calmarme. —Mhm. Un poco—le respondí suavemente y dejé la taza de té sobre la mesita. Procedí a tumbarme en la cama y giré mi cuerpo para mirarla—. Pero no quiero dormir aún. Estaba pensando en que si vas a llevarme a un acuario yo también debería llevarte a algún sitio. Pero solo se me ocurre salir de compras juntas... y no te gusta. Hice una pequeña mueca de circunstancias. Ya lo había demostrado en Gérie cuando hicimos turismo en Ciudad Libertad. Aunque había cambiado en ese tiempo, no sabía si ese detalle lo había hecho también. Pasar un día entero en un centro comercial era sinónimo de un gran día para mí... ¿pero lo era para ella? >>Ni si te ocurra decir que lo harías por mí—frunciendo el ceño, le avisé rápidamente—. Voy a morderte si lo haces. Se trataba de hacer algo que ella realmente quisiera hacer.
Liza White —¿Se supone que eso es una amenaza? —La piqué un poco ante su advertencia de morderme, burlona, y dejé la tacita en la mesa de igual forma antes de tumbarme a su lado, de costado para poder verla a los ojos. Agradecía su interés por compensarme por el plan que había organizado a sus espaldas, pero no era necesario llevarme a ningún lado. Disfrutaba de su mera compañía en su totalidad, sin aditivos de ningún tipo. En ese momento no estábamos haciendo nada más que charlar y ya me sentía acompañada y cobijada. Era más que suficiente. Pero la conocía tanto como me conocía a mí misma y por muy filosófica que me quedase mi reflexión, no iba a hacerle cambiar de parecer. Éramos esa clase de tercas. De modo que suspiré y me dispuse a pensar alternativas junto a ella. —Bueno, podríamos... Y también eso otro que... O quizás... —solté una risa baja, completamente en blanco; definitivamente eso no era lo mío. Bromeé entonces—. ¿Llamamos a mi padre para que te busque un plan para ti también?
Mimi Honda Se me escapó una risa cuando puso en duda si mi aviso había sido o no una amenaza. Por supuesto que lo había sido. ¡Una muy peligrosa! —¿Y eso algún tipo de reto?—enarqué una ceja, burlona—. El masoquismo tiene sus límites, Liz. No me hagas pedirte que ladres. Guardé silencio después de eso. Se había tumbado a mi lado de costado para mirarme y su presencia me relajó. Lo único que quería hacer era volver a buscar refugio entre sus brazos, hundir mi rostro en su cuello y quedarme ahí por quién sabe cuánto. Cerrar los ojos y dejar que todas las tensiones del día se disolviesen como un azucarillo en una taza de té. Quizás me había puesto celosa porque temía perder este tipo de cosas. No quería ser "una" más en su vida, quería ser especial. Y no especial como lo era para mis fans, si no genuinamente especial. Probablemente esta dinámica entre nosotras fuese algo temporal hasta que Nikolah estuviese preparado para una relación o hasta que ambas encontrásemos una pareja como tal. Igual que sus líos esporádicos con sus compañeros rangers, la camarera o la propia Ai. Pero fuera o no temporal era importante para mí. Después de todo, una amistad con derechos no era algo que podía mantenerse a largo plazo. Ella estaba enamorada de Nikolah aunque no fuera el momento, yo estaba fluyendo con la situación, y me preocupaba pensar qué pasaría entonces. ¿Volveríamos a ser amigas sin más? No era tan preocupante como pensar en qué nuestra relación podía romperse para siempre. Había muchas cosas que podían ponerla en riesgo. Prefería no pensar en ello. Negué con la cabeza ante su sugerencia. ¿Qué gracia tendría si Edward decidía eso también? —Pensaré algo, no te preocupes—le aseguré y me acurruqué un poco más—. Aún hay tiempo para eso.
Liza White La broma quedó suspendida en el aire así, entre risas distendidas, y la noté acurrucarse al poco tiempo. Mi cuerpo reaccionó solo e imité su gesto, con la salvedad de que también rodeé su cuerpo, atrayéndola hacia mí. Quizás estaba actuando un tanto clingy el día de hoy, pero Mimi había abierto una puerta que hasta entonces se había mantenido cerrada y había dejado la llave sobre mi palma, confiándome una parte de aquello que resguardaba con tanto recelo. Me había permitido entrar y salir a mi antojo, confiando que dejaría todo como estaba, y ahora que sabía que necesitaba esa clase de cariño desinteresado tanto como yo lo hacía, no veía razón por la cual volver a contenerme. Me preguntaba, eso sí, de dónde surgía mi repentina necesidad de sentirla cerca. Era una persona cariñosa y sociable; tanto, que en ocasiones rayaba lo absurdo. Siempre que lo deseaba obtenía lo que quería de los demás, así fuera un abrazo o cualquier clase de mimo; “necesitada” no era una palabra con mucha lógica en lo referente a mi persona. Y sin embargo a su alrededor nada parecía ser suficiente, como si hubiésemos pulsado por error algún tipo de botón la noche anterior y fuese imposible restaurarme de fábrica. La respuesta era la misma de siempre: en tanto no hiciésemos daño a nadie o a nosotras mismas, no había por qué tenerle miedo. ¿Quizás, el hacer esa clase de cosas con alguien a quien de por sí querías llevaba la relación a otro estadio? Como si nos hubiésemos comprendido a un nivel que escapaba nuestra comprensión. No lo sabía, pero en momentos como ese era así como me sentía. Mimi encontró refugio nuevamente en mi cuello y cerré los ojos, enredando mis dedos en su cabello como lo había hecho la noche anterior. Me llegó nuevamente el olor dulzón de su perfume, típicamente femenino, y el calor que transmitía su cuerpo me resultó soporífero. Me pregunté, allí a solas con mi mente, si de conocer sus inseguridades le habría admitido lo especial que lo que sucedió anoche había sido para mí. No por lo que hicimos en sí, porque ambas técnicamente éramos aún inexpertas en esa clase de cosas, si no por la absurda química que resultamos tener. No estaba ciega y yo también lo había sentido, con tanta intensidad que había llegado a asustarme. Las otras veces no habían sido nada en comparación a esa, pero decírselo le subiría el ego y me mataría de la vergüenza en el proceso. A pesar de ser una persona transparente yo también tenía mis reservas. Mi respiración fue relajándose lentamente, acunada por el abrazo y su simple compañía. Mis labios se movieron solos, tan cómoda que ni siquiera razoné lo que decía. —No me importaría volver esto una costumbre —murmuré, con un tono de voz apenas audible, soltando un arrullo mimoso. Era la segunda vez que dormía acurrucada con ella y sentía que no iba a cansarme nunca. Sean las dudas e inseguridades que sean, ya habría tiempo de asentarlas en el futuro. Por el momento, prefería disfrutar de momentos como estos siempre que pudiese. Y esperaba que fuese así por mucho tiempo. Contenido oculto Resumen: Liz, dear, you are hopelessly falling in love. Don't lie to yourself.
Mimi Honda La noche transcurrió en un apacible silencio. El peso de un día agotador ganó terreno y no fui consciente de cuando mis ojos se cerraron ni de en qué momento me quedé dormida. Lo único que supe es que cuando los abrí de nuevo los rayos de sol se colaban a través de la ventana. Parpadeé con lentitud, adormilada aún, tratando de despejar las nieblas del sueño. Podía sentir el brazo de Liza alrededor de mi cintura y su cuerpo apretado contra mi espalda. Su respiración profunda y calmada sonaba tan cerca de mi oído que me produjo un escalofrío. Habíamos dormido abrazadas. Otra vez. Eso... eso era normal entre amigas. Las amigas dormían así todo el tiempo. Nada fuera de lo común. Al menos lo prefería a que me despertarse de golpe saltando en la cama como el día anterior. Aún seguía dándole vueltas a la idea. ¿A dónde podía llevarla? ¿Al cine? Quizás eso sonase demasiado parecido a una cita—por si la idea de ir juntas a un acuario no sonaba ya como tal—, y el cine era demasiado común. Necesitaba algo diferente. Algo... como unas aguas termales en las montañas de Ciudad Puntaneva. El problema es que Ciudad Puntaneva estaba en Sinnoh y no tenía registros de que hubiera aguas termales en Galeia. No había nada como disfrutar de un baño caliente bajo la luz de la luna con vistas a la montaña. Era otro pedacito de mi cultura que me gustaría compartir con ella.
Liza White Fruncí la nariz ligeramente, notando la claridad del día amenazando con arrancarme de mi sopor. La noche transcurrió a través de un sueño profundo y de lo más agradable, de esos que se me habían escurrido de las manos durante tanto tiempo. No sabía si llevaba una buena racha por mera cuestión de suerte o dormir acompañada me estaba ayudando en algo, pero tampoco había tenido episodios de sonambulismo, y eso era de agradecer. Que durmiese bien tampoco quería decir que fuese a desaprovechar la oportunidad de continuar remoloneando, de modo que al notar algo de movimiento enterré mi rostro en lo primero que encontré, la espalda de Mimi, y froté mi nariz contra ella, soltando un quejido bajo y pueril. —Apaga la luz... —protesté, como si alguien se hubiese dejado la bombilla de la sala encendida y no fuese el sol haciendo su trabajo.
Mimi Honda Sería buena idea ver si había alguno por ahí más tarde incluso si el agua no era de origen volcánico. ¿Galeia tenía algún volcán siquiera? Ahora mismo no lograba recordarlo. Ah~ de verdad que quería ir a un onsen. En Sinnoh, era lo único bueno que tenía Ciudad Puntaneva para mí. Detestaba el frío y adoraba los largos baños calientes. Y luego pasear por el hotel en yukata. En ese momento sentí movimiento a mi espalda y la voz de Liza me llegó quejumbrosa y amortiguada. Rodé los ojos con cierta gracia y me giré para mirarla. —Ya bueno, No tengo la habilidad para apagar el sol. Rise and shine, pumpkin.
Liza White Mi supuesta almohada se giró para mirarme y deshice con suavidad el agarre, refregándome los ojos con ademanes perezosos. Fruncí la nariz ligeramente. —No me llames así~ —Hice un mohín lastimero, pero no sonaba enfadada realmente. Tan solo me daba vergüenza. Abrí los ojos para enfocarla, aún a medio camino entre el sueño y la vigilia—. ...Mi padre me llamaba así porque de pequeña amaba tallar calabazas en Halloween. Sigue siendo mi celebración favorita. Había concursos en el pueblo y gané uno ese año, aunque mi calabaza de Litwick no se parecía en nada. Solté una risita baja, divertida con mi propio recuerdo. Me removí un poco, estirándome mientras soltaba un bostezo. Parecía que ponerme a rememorar cosas me espabiló lo suficiente como para enfocarla del todo cuando volví a buscar sus ojos. Suavicé mi expresión, acurrucada aún a su lado. >>¿Consultaste nuestro plan de hoy con la almohada?
Mimi Honda —Venga, suena lindo—convine—. Aunque no te pareces en nada a una calabaza. Me causaba cierta ternura imaginar a una pequeña Liza tallando calabazas en Halloween y haciendo un completo desastre. Ni siquiera sabía como funcionaba exactamente, nunca había hecho algo así. Yo tocaba el piano y ganaba concursos en Ciudad Corazón, poco más que eso. No éramos el tipo de familia que hacía cosas juntos. Solté una risa distendida y estaba por responder sobre que no tenía la más mínima idea cuando al dirigir mi mirada a la mesita me di cuenta de que tenía un mensaje. Una sensación extraña me sacudió por dentro... ¿un mensaje tan temprano? Curiosa estiré el brazo para tomar a Dex y lo leí por encima. Al hacerlo mi rostro mudó de color. —¿¡Ah!?
Liza White Nuestra conversación se vio interrumpida por la notificación de un mensaje, uno que pareció captar la atención de Mimi. Tomé aquello como una señal para empezar a levantar el vuelo antes de volver a amodorrarme de nuevo y me senté sobre el colchón, abrazándome las rodillas mientras me replanteaba mi existencia. Paseé mi mirada por la habitación, y el libro abandonado sobre la cama restante hizo que un escalofrío me recorriese la espalda. Mierda, otro día que se iba sin estudiar. Y sin hacer mi ejercicio matutino. Miré el reloj de pared. ¿Quizás aún tenía tiempo de...? "¿¡Ah!?" —¿¡Qué...!? —exclamé como un resorte, alarmada por el exabrupto de la chica. Dejé de abrazarme las rodillas y me incliné hacia ella, algo aturdida aún—. ¿H-Ha pasado algo?
Mimi Honda Por un instante mi corazón se detuvo. Fue solo una décima de segundo y entonces una sensación amarga me escaló por la garganta y me descubrí a mí misma apretando los dedos en torno a Dex de pura y genuina ira. —Hace un mes hice una entrevista por todo el tema de Gérie y hoy han sacado la revista con el artículo publicado—le respondí a Liz con un tono lleno de una rabia sorda, sombría. Le extendí el aparato para que lo viese por sí misma—. Estas son las fotos que han incluido. Era un artículo de la Glam Sinnoh, yo misma compraba esa revista. Mencionaba lo mismo de siempre, una entrevista al uso. Que como había empezado a ser entrenadora, que cuáles eran mis metas... sobre lo que pensaba del panorama Pokémon actual y de ciertas polémicas suscitadas por colectivos que veían las batallas como explotación en lugar de como una forma de fortalecer el vínculo entre ambas partes. Y todo eso estaba bien, era justo lo que yo había respondido. Pero... ¿la chica de las fotografías era siquiera yo? Era difícil decirlo cuando habían aumentado mi pecho varias tallas, me habían hecho más alta... incluso habían editado mi peso y adelgazado mi cuerpo cuando era perfectamente normal de por sí. Eran fotos que me había tomado a mí, recordaba estar posando para ellas... pero no me reconocía en las mismas. Esa joven que sonreía desde el papel era una versión idealizada de mí para cualquier persona a la que interesaba cualquier cosa de mí salvo lo que yo tuviera para decir. Mi profesión me había hecho sentir como un objeto a veces... pero nunca lo sentí con tanta fuerza como en ese momento. Arrojé una almohada con un grito de rabia contra la pared. La sangre me hervía en la venas y el corazón me martilleaba en el pecho con una mezcla de impotencia y profunda frustración. —Le dije a esos imbéciles que no iba a permitir que editaran mis fotos. ¡Se lo dije por activa y por pasiva pero sonríen como estúpidos fingiendo que respetarán mi decisión!
Liza White El corazón aún me latía inquieto en el pecho por lo repentino del asunto cuando me extendió a Dex, sombría. El tono de su voz, un claro presagio de lo que se avecinaba, hizo que me obligase a mí misma a recomponerme antes de lo previsto. Algo... no parecía estar bien con esa revista. Vaya si no lo estaba. Me sorprendí a mí misma viendo fotos de una Mimi de plástico. Tenía sus facciones, su mirada y su sonrisa, pero su cuerpo no se correspondía con el de la realidad. Lo habían editado hasta el punto donde se hacía dolorosamente evidente si conocías a la modelo como yo lo hacía. Me preguntaba cómo sus fans actuales no iban a percatarse del evidente cambio en su físico, por amor a Arceus, pero suponía que los altos cargos tenían su atención y sus preferencias puestas en la retención de nuevos consumidores de contenido. El simple término me dio náuseas. Sentí una impotencia visceral bullir en mi pecho mientras la escuchaba gritar y dejarse llevar por la rabia. No la detuve; cualquiera en su situación reaccionaría de la misma forma. —Tu agente tuvo que haber aceptado esto —apunté, lanzando el aparato sobre el colchón con desdén. Coloqué mis manos sobre sus hombros, haciendo que me mirase. En mis ojos compartía parte de su rabia, pero también brillaba la determinación que me impulsaba a no contentarme con menos de lo que merecía—. Mimi, llámalo ahora mismo. Tú dijiste que tu trabajo era un tipo de arte, ¿no es así? Entonces sal de ahí, maldita sea.
Mimi Honda —La revista no contactó con mi agente, si no conmigo de forma personal—le respondí tratando de calmar la rabia en mi voz. Fue inútil. Cerré los ojos y conté mentalmente los segundos—. Tengo derecho sobre mi propia imagen y puedo demandar a la revista, pero las denuncias de modelos rara vez prosperan. Especialmente si provienen de personas pocos conocidas en la industria. Y yo no era nadie en realidad. Quizás si hubiera aceptado ser la imagen de Dazzleberry podía haber hecho algo más, pero la justicia parecía favorecer a las coorporaciones. Contactar a un abogado debía ser el paso adecuado, buscar asesoramiento legal y demandar a la revista por derechos de imagen, pero les había cedido los derechos de mi imagen cuando les permití tomar esas fotos y publicarlas. Era mi palabra contra la de un puñado de directivos y un contrato con claúsulas fácilmente explotables. ¿Qué podía hacer entonces? ¿Quejarme de la situación en internet mientras esperaba que la justicia hiciera lo que tenía que hacer? ¿De qué serviría eso? No era la primera y desgraciadamente no seria la última modelo que pasaba por algo similar. Esto no tenía que ver con mi agencia. Tenía que ver con el mundo y con el hecho de cómo la imagen de la mujer en nuestra sociedad era un producto al que explotar y consumir. Estaba realmente cansada. Estaba furiosa, tanto que sentía la ira bullir en mis venas de la misma forma que un cilindro de gas. Ya tenía bastantes problemas y falta de confianza de por sí, ¡no necesitaba esta mierda! No me di cuenta de lo que estaba haciendo, solo quería acallar las voces en mi cabeza. Cuando quise darme cuenta había empujado a Liza de regreso sobre la cama y me senté sobre sus caderas desabrochando apresuradamente los botones de la camisa de mi pijama. Mi voz sonó agitada, casi sin aliento. >>Liz, bésame. Contenido oculto Dios mío el drama-