Ciudad Témpera

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 27 Agosto 2013.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Ese... era el motivo porque el tomaba baños calientes tan largos. Porque de forma tan ridícula como absurda buscaba reemplazar el calor que me faltaba y que necesitaba desesperadamente. Era como si tuviera un vacío enorme en el pecho, una carencia emocional incompensable, un hueco que no se llenaba con nada... o al menos nadie se quedaba el tiempo suficientemente o yo le permitía acercarse lo necesario para llenarlo.

    O intentarlo siquiera.

    No confiaba en la gente, ni siquiera confiaba en la palabra confianza. Sabía que todo el mundo me abandonaría en algún momento, me rechazaría o se cansaría de mí. Tenía la certeza de que absolutamente nadie estaría conmigo para quedarse.

    Reconocer eso, siquiera ante mí misma, me hacía sentir patética. Sin defensas, expuesta y desnuda en alma. No me gustaba esa sensación, no me gustaba mi propia vulnerabilidad. Detestaba reconocer que en el fondo de todo era un desastre lleno de inseguridades y carencias. De decepciones, abandonos y traumas.

    Cuando me abrazó de forma tan repentina no supe reaccionar. Ahogué una exclamación de sorpresa en la garganta y dejé que me rodease y me estrechase entre sus brazos. La escuché sin pronunciar palabra porque de todos modos no sabía que decir. Lo único que hice fue acurrucarme aún más, mis dedos temblaron ligeramente antes de rodearla también y simplemente me quedé allí y asentí, hundida contra su hombro como si ese fuera mi pequeño refugio del mundo.

    Muy probablemente lo era. Con toda seguridad.

    Parpadeé para apartar las lágrimas de mis ojos, abrumada, y volví a asentir. Se lo había pedido y ahora que ella estaba dispuesta a cumplirlo no sabía qué demonios hacer conmigo misma. Quería correr y esconderme en la zanja más profunda y desaparecer del mundo, pero contrario a todo lo único que hacía era apretarme contra su cuerpo y hundirme en su abrazo como si quisiera fundirme con el calor de su piel.

    Y en algún momento en mitad del silencio, mis palabras tan bajas como vulnerables brotaron por sí solas.

    —Liz—esperé a que ella hiciera un sonido para saber que tenía su atención—. ¿Qué somos ahora?
     
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    —No lo sé —respondí con total honestidad. Era lo único que sabía con certeza: no tenía la menor idea. Mi tono comprensivo y afectuoso no lograba esconder la inquietud que la propia situación me generaba, de modo que abrí y cerré los labios varias veces, buscando las palabras adecuadas. Probablemente no las hubiese; yo no las encontré—. ¿Qué es lo que quieres que seamos?

    Quizás ella estuviese perdida al ser su primer encuentro de ese estilo, pero también era una situación nueva para mí. Explorar un terreno inestable y desconocido como ese no era la gran cosa para un alma intrépida como la mía... si no hubiese algo que me importaba de verdad de por medio. Algo que pudiese perder si no hacía las cosas bien.

    Necesitaba ser prudente.

    —Supongo que la definición más acertada sería... ¿Amigas con derecho o algo así? —teoricé al aire, dudosa de mis propias palabras. A pesar de todo le brindé caricias conciliadoras mientras hablábamos, sintiéndome reconfortada por su calor y cercanía. Hacían la situación menos incómoda. Más... humana—. Resulta una obviedad decir que me gustas a estas alturas, pero sucedió y no hay gran cosa que pueda hacerle. Contigo sentí una comodidad que no experimenté nunca y estaré conforme tanto si decides ampliar los límites como si lo dejamos así. Lo único que quiero es que nuestra amistad no se resienta. Y si lo ha hecho ya, que no sea demasiado.
     
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    Yugen

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    Ella no lo sabía y yo tampoco. No tenía la más mínima idea. Estábamos en una especie de tierra de nadie porque éramos más que amigas pero menos que una pareja. ¿Qué quería que fuésemos exactamente? Tampoco tenía ni idea de eso. Lo único que sabía era que no quería perder lo que teníamos, fuera lo que fuese. White era una presencia demasiado importante en mi vida.

    Amigas con derecho quizás era el término más apropiado pero lo sentía demasiado físico, demasiado sexual para definir nuestra relación en toda su extensión y complejidad. Para mí y mi inexperiencia, las relaciones o eran o no eran románticas y me costaba encontrar los tonos de gris entre el blanco y el negro. Si lo que había entre nosotras no era romántico pero tampoco era puro deseo carnal, mi cerebro no lograba comprenderlo del todo. No había un término, una etiqueta bajo la que clasificar nuestra relación. No había una dirección, ni una pauta. No tenía referencias.

    Y era una de las cosas más maravillosas y más estúpidamente aterradoras que me habían ocurrido nunca.

    >>... N-no digas que te gusto así como así, suena a otra cosa—carraspeé sintiendo las mejillas arderme fieramente hasta las orejas y me aparté ligeramente, al menos lo suficiente para mirarla a los ojos—. Entonces... ¿amigas con derecho? ¿Cómo... funciona eso?

    >>Quiero decir... sé como funciona. Es... —desvié la mirada de sus ojos, abrumada por mi propia idea—. ¿Eso significa que lo de anoche volverá a ocurrir...? N-no ahora. Solo... ya sabes, ¿en algún momento?
     
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    —Perdón, perdón~ —Le dirigí una sonrisa apenada, con los ojos cerrados, enternecida con su propio rubor. Su nerviosismo me ruborizó a mí misma en consecuencia, como un manto espejo de lo más efectivo—. Sí que suena raro, sí. ¿Supongo que la palabra "atraer" queda mejor aquí?

    No era necesario puntualizarlo, ella ya lo sabía. Ambas habíamos sido conscientes de la situación desde mucho antes, pero suponía que era mucho más sencillo ignorar el donphan en la habitación que etiquetar algo que no tenía nombre ni identidad en sí mismo. Y eso no tenía por qué ser intrínsecamente malo. No tener etiquetas nos otorgaba cierta libertad añadida para adaptarnos al ritmo y las necesidades de la otra.

    Buscó mis ojos y los desvió al poco tiempo, incapaz de asimilar la situación. Su pregunta hizo que me revolviese un poco en el lugar, avergonzada de igual forma con la idea, pero decidí tomarlo con un poco más de naturalidad. O, al menos, me obligué a verlo de esa forma. A tomar el Tauros por los cuernos.

    —Si ambas estamos bien con eso, y no hacemos daño a nadie, ¿entonces qué más da? —Fue todo cuanto dije. Mi mano se ancló a su mejilla y la obligué a mirarme con suavidad. Le dediqué una sonrisa pequeña desde allí, antes de depositar un beso sobre su frente—. Una personita me confesó que le encantaba besarme. Yo le dije que pensaba lo mismo —Mi voz adquirió cierto tono jocoso, a pesar del insistente rubor en mis mejillas. Me encogí de hombros, liviana—. ¿Será que puedo tomarme esas libertades también de vez en cuando? ¿Podrías preguntarle?
     
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    ¿Estaba bien con eso? ¿Qué pregunta idiota era esa? Sí, obviamente. Ella también me atraía, así que estaba bien con el sexo y el contacto físico. Su actitud fue desenvuelta y directa incluso cuando el rubor le resaltaba en las mejillas. Me preguntaba si estaba tan nerviosa como yo, pero actuaba el papel para no reflejarlo como había hecho la noche anterior. Había pensado que tenía mucha más experiencia de la que tenía realmente porque lo tomaba con una naturalidad que yo no podía. Y no es porque no fuera natural, ese no era el problema, si no porque... me daba vergüenza.

    Una ridícula, patética y abrumadora vergüenza.

    Entonces tuvo que traer a colación mi confesión de la noche anterior y el corazón se me detuvo una milésima de segundo. Apreté ligeramente los labios cuando los suyos se posaron en mi frente.

    Incapaz de soportar la vergüenza que sentía o el peso de una situación sobre la que realmente no tenía ningún control, le puse rápidamente la mano sobre el rostro cubriendo sus boca con mis dedos y mi palma. No podía soportar que siguiera hablando en esa situación y fue un impulso más que una reacción lógica.

    —Esa...—mascullé atropelladamente— esa persona estaba ebria cuando te lo dijo.

    Pero no era mentira.
     
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    Mis cejas se alzaron cuando me tapó los labios con la mano. La miré desde allí; estaba tensa y ceñuda por los nervios, de modo que en respuesta a la imagen que me brindaba dejé caer los hombros, resignada. No podía disimular la vergüenza que me daba todo eso si ella no ponía un poco de su parte, pero no podía culparla tampoco. Cada quién tenía sus formas de responder ante la vida.

    —Claro —dije como toda respuesta, desviando la mirada de sus ojos, turbada. Algo me decía que no había entendido la situación ni mi sutil forma de pedirle un beso en ese instante; si lo había hecho, ahí tenía una clara respuesta. No podría cerrar la conversación como me gustaría—. Supongo que con eso ya está todo hablado, ¿cierto? Si me necesitas, estaré dándome una más que merecida ducha.

    Me solté del abrazo entonces, siempre cuidadosa, y me abrí paso para salir de la cama. Le agradecí que hubiese compartido parte de su cena conmigo y fui directa a mi armario, a por mi pijama de turno y mi ropa interior.

    Ah~, solo esperaba que quedase suficiente agua caliente. Pensar lo contrario hizo que un escalofrío me recorriese la espalda.

    Brrr.
     
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    Liza se apartó del abrazo y aunque era esperable quizá, su reacción me tomó por sorpresa. No podía culparla. Suponía que lo último que querías era seguir abrazada a alguien que te acababa de tapar la boca con la mano. Era la maestra en las señales cruzadas. Pero me pregunté, contrariada ante su actitud derrotista, si su pregunta jocosa había sido algo más que una pregunta.

    La seguí con la mirada brevemente echando en falta enseguida el calor que su cuerpo me proporcionaba. No tenía frío, pero en ese momento sí que lo sentí. Como si mi reacción hubiera creado una brecha invisible entre nosotras de la que ni siquiera era consciente.

    Probablemente si íbamos a sacar adelante esa... relación de amigas con derechos, mi férreo orgullo sería uno de los mayores obstáculos. Y el pudor. Y la falta de honestidad. Y—

    Volví la mirada al sushi abandonado en la mesa. Solo habíamos comido unas seis piezas, tres y tres, y el resto seguía intacto. Eran unas diez en total. Suspiré con resignación y me eché hacia atrás en la cama.

    —¿No vas a comer más?—pregunté al cerrar los ojos—. No quiero tirarlo, es mucho más caro de lo que mi sueldo puede permitirse.

    Compartirlo con nuestros equipos era inviable cuando solo quedaban cuatro piezas. No había suficiente para todos.
     
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    Andysaster

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    —Te ayudaré a acabarlo más tarde —Fue lo último que dije antes de cerrar la puerta. Aunque se me había ido un poco el hambre, había que valorar el dinero invertido. Esa mierda era demasiado cara.

    Abrí la llave del agua y relajé los hombros, soltando un pesado suspiro. Fue como si la burbuja de alivio y paz hubiese explotado y regresase a mí el cansancio acumulado del día. Por mucho que quise mantener la mente en blanco y dejar que el agua caliente relajase del todo mis músculos, tenía demasiados sentimientos encontrados dentro, revoloteando en un incansable frenesí dentro de mi pecho.

    Me centré en el olor del champú de lavanda (mi favorito), en el hecho de que no moriría de hipotermia esa misma noche y en el sonido del agua fluyendo hacia el desagüe. Apoyé mi frente contra los azulejos frios del baño y cerré los ojos.

    Nadie dijo que aquello iba a ser fácil, ¿no? Pero en situaciones como esa, cuando creía entenderla al fin, regresaban las contradicciones y volvía a sentirme un poco demasiado. Demasiado intensa, demasiado efusiva, demasiado... ¿Deshinibida? ¿Qué parte de ser prudente no había entendido?

    Me di un ligero golpecito a modo de reproche contra el azulejo que me sostenía. A veces me gustaría ser un Pokémon Psíquico y leer la mente de los demás. Me ahorraría muchos quebraderos de cabeza.
     
    Última edición: 21 Julio 2025
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    Asentí con un "mhm". La puerta del baño se cerró y poco después escuché correr el agua de la ducha.

    En cuanto me quedé sola fue como si todo el peso de la situación me cayera encima de golpe. Técnicamente todas las dudas estaban resueltas y al menos tenía una idea más general de lo que éramos, aún si sentía que el término no nos hacía justicia en su totalidad.

    Agarré una almohada y la abracé contra mi pecho buscando ese calor perdido.

    Siempre que pensaba en el término amigos con derechos asumía relaciones puramente físicas donde el componente emocional o no era importante, o se ignoraba o se evitaba a toda costa. Para mí, la parte emocional de las relaciones era crucial. Y nuestra relación, dejando de lado el hecho de no ser romántica, era pura emoción. Era tan visceral a veces que me asustaba.

    No estaba acostumbrada a esa intensidad, aunque no me molestaba como tal. No, molestar no era el término adecuado. No... me abrumaba como tal. No era algo que no quisiera y tampoco era algo que prefería evitar. Simplemente no estaba acostumbrada.

    Solté un quejido por lo bajo. Mi voz sonó ahogada contra la almohada.

    Me preocupaba pensar que haber cruzado esa línea iba a traernos problemas.

    Eso sí que me asustaba.
     
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    Andysaster

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    La puerta del baño volvió a abrirse a los quince minutos, probablemente menos. A diferencia de Mimi, mis duchas siempre eran rápidas. Me había puesto una camiseta oversize de mi equipo favorito, los Sky Blitz, cuyo Pokémon insignia era un Kilowatrell. La equipación era muy similar a sus motivos: amarilla, con el cuello negro y la silueta del pokemon entre nubes de tormenta como emblema del equipo sobre mi pecho.

    Coloqué una toalla pequeña sobre mis hombros, dejándome el cabello mojado. Desde que lo tenía tan corto podía permitirme algo así; resultaba cómodo poder secarlo con tanta facilidad. De vez en cuando me daba por agitarlo, como si fuese un Arcanine sacudiéndose el agua del pelaje. Pero algo me decía que si hacia eso al lado de Mimi iba a terminar por lanzarme algo más que la almohada.

    La ducha me sirvió para aclarar un poco mis ideas, o al menos a no concederles mayor importancia. Procuraría no cometer ninguna estupidez y me adaptaría a ella en su lugar, sin buscar nada activamente. Suponía que ese era el curso de acción más prudente... Aunque no es que fuera muy ducha en eso. Más bien era un absoluto desastre.

    —Bueno —Me dejé caer en el suelo, de piernas cruzadas frente a la mesita. Coloqué mis manos sobre mis muslos, inclinándome hacia delante con renovada energía—. Hora de terminarse esto, ¿no? Pero tú también tienes que ayudar; es tu cena, al fin y al cabo. Y esas piezas... ¿Nigiris? Aunque quisiera no podría ayudarte a acabarlas. Demasiado pescado crudo.

    Había optado por seguir comportándome con normalidad a su alrededor porque no veía por qué no hacerlo en realidad. Habíamos dado un pequeño paso en la dirección correcta, ella se había sincerado incluso y ahora teníamos algo así como una etiqueta. Me había chocado contra una pared imaginaria al tomar su brazo cuando lo que me estaba extendiendo era su mano (o eso creí por su reacción; me encontraba lejos de saber que había sido todo un malentendido), pero podía reponerme a eso.

    No obstante no me pasó desapercibida la forma en la que me la encontré al principio, con su rostro enterrado sobre la almohada, de modo que sentí la necesidad de preguntar.

    >>¿Todo bien?
     
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    Mientras me perdía en esa espiral fatalista, la puerta del baño se abrió. ¿Menos de quince minutos? ¿En serio? Mis baños usuales duraban el doble de tiempo.

    Aparté el rostro de la almohada para mirarla cuando se dejó caer al suelo frente a la mesa. Se había puesto un pijama de una equipación deportiva que no reconocí. Bueno, no sabía gran cosa sobre deportes en cualquier caso, aunque había practicado tenis en más de una ocasión. Pero no seguía a deportistas ni equipaciones determinadas ni entendía la afición desmedida por estos. Era solo pan y circo para mí.

    —No es mi cena, se supone que es de las dos—le respondí soltando la almohada e incorporándome—. ¿Crees que normalmente me como yo sola diez piezas de sushi?

    Tomé nuevamente lo palillos antes de pillar un poco de gari. ¿Dónde estaba el sabor a jabón? No lo entendía. Definitivamente tenía un paladar rudimentario.

    >>¿Huh?—mientras tomaba uno de los nigiri la miré de soslayo cuando preguntó. Suspiré— ¿Por qué no iba a estarlo? Lo único que está mal es el hecho de que ahogas completamente el sushi en la salsa de soja. Cada vez que haces eso muere un itamae.
     
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    —No le veo lo malo —Me encogí de hombros con simpleza, esbozando una sonrisa orgullosa de dientes descubiertos—. Yo me como una pizza familiar solita. Aunque supongo que en parte es porque es mi comida favorita. ¿El sushi es la tuya?

    Tomé otra pieza de las que había comido anteriormente y la mojé en la salsa. La chica me aseguró que no pasaba nada y no vi por qué no creerla, pero aunque pasase algo sabía que no me lo diría. Era, probablemente, la mayor amenaza que podía interponerse entre nosotras ahora mismo, lejos de aquella extraña relación de amigas con derecho.

    La falta de honestidad.

    —¿Ita... qué? —repetí, mirándola como si lo hiciese por primera vez. Fruncí ligeramente la nariz antes de tragar la comida, pero lejos de replicar que no le había entendido nada, se me vino una tontería a la cabeza.

    Tomé el resto de la pieza que tenía entre mis dedos, y la mojé con excesiva lentitud y cuidado en la salsa de soja, mirándola con expectación, como quien espera una valoración de su parte. Alcé mi meñique solo por reafirmar mi punto, con aquella burda imitación de las altas esferas que ni venía al caso, y el gesto me tensó los labios, aguantando el inicio de una risa.

    Arceus, era tan estúpida.

    >>¿Mejor así?
     
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    —El sushi me gusta pero no es mi favorita—respondí sin darle mayor importancia al hecho de que era capaz de comerse una pizza familiar entera—. Si tuviera que elegir una favorita creo que me quedaría con el tournedó Rossini o el quiche Lorreine. Son recetas típicas de Kalos porque nuestra cocinera era de allí. Marie preparaba los mejores éclairs que he comido nunca.

    La mayoría de platos que llevaba comiendo desde mi infancia eran extremadamente variados. A mis padres siempre les había gustado variar las cena y nunca había un plato repetido en la mesa más de una vez a la semana. Eso sí, el té no podía faltar cada tarde.

    Enarqué una ceja cuando la vi tratar de imitar el supuesto comportamiento apropiado al comer sushi. Ni siquiera era una comida elegante para empezar y el dedo meñique se levantaba al tomar té, no comer. ¡Y ni siquiera era una demostración de buenos modales en primer lugar! No era elegante ni refinado, no te hacía ver sofisticado y de hecho, en las antiguas cortes de Kalos implicaba que la persona que lo hacía tenía sífilis. Rodé los ojos. Se me escapó una risa por lo bajo y decidí darle un ejemplo práctico.

    Tomé un tekka maki con mis propios palillos, lo mojé ligeramente en el cuenco de soja por la parte del pescado y se la extendí.

    >>Aah~
     
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    La tontería le hizo reír un poco y me arrancó una risa a mí en consecuencia. Tomó una de las piezas restantes con los palillos, con tanta maestría que lo hacía parecer fácil, y la observé con asombro hacer su movimiento. Creí que iba a comérselo, pero desvió su recorrido hacia mí y tardé unos segundos en procesar que estaba ofreciéndomelo.

    Al principio la miré con cierta vergüenza, pero pronto la arrojé lejos y me incliné, feliz, abriendo la boca como me lo pedía. Si tuviese cola la estaría agitando en ese instante.

    —Mmm~ —Asentí, satisfecha con su ejemplo visual. Con cada nueva probada su sabor me agradaba más y más. Me preguntaba si era por el hambre, por el sushi en sí o si de alguna forma lo relacionaba a la persona y la situación en la que me encontraba probándolo por primera vez.

    Solo quedaba una pieza en la bandeja, la que le pertenecía a Mimi, y tras su ejemplo práctico me sentí envalentonada como para hacer el cafre un rato más. Cogí los otros palillos, los despegué con un movimiento torpe y miré fijamente los dedos de la chica; la forma en la que los sostenía era clave, y yo debía imitarlo de igual manera.

    Coloqué los palillos entre mis dedos índice y el pulgar, usando el del medio para hacer presión como ella estaba haciendo... o al menos esa era la teoría. La práctica fue un absoluto desastre. Intentaba coger el nigiri pero era como levantar un peluche con el gancho de una máquina de feria; no tenia fuerza ninguna y caía a los segundos de levantarlo. Opté por cogerlo de una manera rudimentaria y poco ortodoxa, mojándolo un poco en la salsa y colocando la mano debajo, para no manchar con el goteo.

    Al ver que estaba aguantando la sujeción abrí los ojos, extendiendo rápidamente el brazo hacia Mimi. ¡Era ahora o nunca!

    >>Probablemente no vuelva a llegar tan lejos nunca más, así que corre —la insté con urgencia, divertida con la situación. El nigiri comenzó a escurrirse lentamente frente a nuestros ojos—. Di ahh~
     
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    Fue más un impulso que una reacción lógica pero cuando comió el sushi como debía hacerse, sin impregnar de soja toda la pieza, pareció contenta con el resultado. Era mucho mejor disfrutar del arroz y del sabor del pescado con solo un poco de salsa, resaltaba los sabores en lugar de ahogarlos. Quizás lo que no le gustaba no era el pescado crudo si no el atentado que estaba causando con la soja.

    Igual que las pastas con mermelada en los camerinos de Gérie.

    Entonces intentó imitarme y usar los palillos—muy mal, cabe decir— y contuve la risa como buenamente pude. Era un desastre, pero apreciaba el esfuerzo. Comprendía que no era fácil, se requería una determinaba habilidad con los dedos.

    Aunque ya tenía de eso.

    Cuando la vi tomar el sushi y acercármelo como yo había hecho con ella, carraspeé para aclarar mis ideas más que la garganta y cerré los ojos sintiendo algo de calor en el rostro. Técnicamente no tenía ningún sentido, pero era algo que podía tolerar.

    —Ah~

    De modo que me incliné hacia delante atrapando el sushi antes de que se resbalara de los palillos.
     
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    Había algo extrañamente íntimo en darle de comer a otra persona y ni sabía bien por qué. Solo supe que la miré atrapar la pieza que le tendía, inclinándose con suavidad para poder alcanzarla, y el cabello imitó su acción con un movimiento sedoso y sutil. Cuando se irguió de vuelta tragué saliva y aparté la mirada con rapidez, logrando que no se diese cuenta.

    Disimulé el rubor en mis mejillas volcándome en la tarea de recoger los desperdicios de la mesa. Guardé todo en la bolsa de donde vino y me levanté para buscar la basura.

    —Pues... no ha estado tan mal —Comenté poco después, de espaldas a ella, cerrando el cubo de basura y guardándolo de vuelta a su lugar. Al girarme hacia ella me llevé las manos a la cintura, dedicándole una sonrisa franca desde allí—. Gracias por compartir tu cena conmigo, Mims. Y por venir a rescatarme también.

    En ese instante sonó un mensaje en mi teléfono. Lo tomé de la encimera con un movimiento vago y le eché un vistazo por encima, curiosa. Mi expresión se iluminó al instante cuando supe que se trataba del mensaje que había estado esperando, y lo mejor: la petición que le había hecho a esa persona me había sido concedida.

    —Mimi —La llamé, aunque no le di tiempo a responderme. Me senté de un saltito a su lado en la cama, girando el torso para poder encararla. La ilusión brillaba en mis ojos en mitad de su desconocimiento—. No he tenido mucho tiempo para pensar en la recompensa que quería tras lo del parque, en parte porque me enteré hace muy poco que no nos veríamos en meses como creí en un principio —Negué con la cabeza, sintiéndome una tonta aún por eso—. El caso es que le mandé un mensaje a mi padre con una petición y acaba de aceptármela, pero quería contarme más detalles en una videollamada, aprovechando que aún es de día por allí. Como también te involucra, ¿quieres aprovechar para saludarle? ¡Se muere de ganas de conocerte!
     
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    Enarqué una ceja.

    —¿Qué parte de no es solo mi cena es la que no entendiste?

    Al menos había disfrutado del sushi y aprendido a comerlo, que era mucho más de lo que esperaba que hiciera. Y no habíamos desperdiciado nada. Ahora que debía manejar mis propias finanzas era consciente de que debía ser cuidadosa con el dinero. No más dinero de papá, ese era mío. Lo había ganado con dedicación y esfuerzo y Jamás volvería a depender del dinero de mi padre.

    La ilusión en sus ojos me desconcertó y me pregunté, algo inquieta, si eso era bueno o no. Quiero decir... podía esperar literalmente cualquier cosa viniendo de ella.

    —¿Tu padre?—repetí algo extrañada—. ¿Qué tiene que ver tu padre con—?

    ¿De qué forma estaban el padre de Liza y su petición hacía mí relacionadas? ¿Le había hablado a su padre de mí? Hey, eso era... bastante lindo. Ojalá pudiera hablar con mi padre de las cosas que hacía y los amigos que había hecho aquí. Pero nuestra relación era distante, casi impersonal y podía contar con los dedos de una sola mano las veces que me había preguntado como estaba, porque parecía olvidarse de que tenía una hija.

    La relación de White con el suyo parecía ser completamente lo opuesto. Lo que me reconfortaba. Me alegraba que no tuviera que pasar por lo mismo que yo, aunque la distante en su familia era su madre. No nos librábamos de problemas con nuestros progenitores al parecer.

    >>La verdad es que me causa curiosidad...—mencioné poco después, intrigada. Y esbocé una sonrisa honesta, guiñándole divertida uno de mis ojos— ¿Sabes qué? Vamos a saludarlo.

    Aquí conociendo al suegrito-
     
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    Andysaster

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    Mimi aceptó conocer a papá y la noticia me estiró la sonrisa en los labios. Edward y yo habíamos estado siempre muy unidos de niña; era mi suerte de confidente en ese entonces, mi referente en la vida, y ahora podía ver con claridad lo estúpida que había sido por haberme distanciado de él desde la desaparición de Lucho y mi acto de rebeldía escapando de casa.

    Quizás para la chica fuese su primera vez viéndolo en persona, pero él ya la conocía. O, al menos, de vista. Cuando mi mundo se cayó a pedazos hacía un año, decidí reconstruirlo teniendo a papá entre mis pilares fundamentales, como siempre tuvo que haber sido. Le hablé de Mimi, de Dante, de Nikolah y del resto de Holders que había conocido en Galeia. Le conté de mis aventuras y desventuras, siempre poniendo cierto filtro en los detalles más escabrosos de ser un holder.

    Me aparté del borde de la cama y me interné hacia el centro, piernas cruzadas, palmeando el colchón a mi lado para animarla a que se acercase.

    —Viendo la hora que es, seguramente esté cerrando la guardería —Le expliqué mientras se acomodaba. Todo cuanto interrumpió el silencio de la habitación fue la musiquita de espera de la aplicación.

    Y entonces, cuando cesó, fue sustituido por una serie de vivaces ladridos al otro lado de la línea.

    —¿...veces os he dicho que no debéis comer del cuenco que no os pertenece? —La cámara no estaba enfocando a nadie en concreto en ese momento, como si la persona al otro lado no se hubiese percatado de que ya había iniciado la videollamada. De vez en cuando se veían los hocicos de los Stoutlands guardianes, la puerta de la guardería Sunshine de fondo y un brazo colocando el cartel de cerrado sobre esta. Contuve una suerte de risa; aquí íbamos de nuevo—. Las chuches están agotadas hasta nuevo aviso. No, Scotty, no me olfatees los bolsillos; no hay nada para ti. Scruffy, ponerte en medio del camino no va a hacer las cosas más fáciles para ti.

    —Papá —Lo llamé, con cierto tono de circunstancias. No tuvo caso. Intercambié una mirada de disculpas con Mimi, pero la diversión que me causaba aquel caos era innegable. Alcé un tanto la voz; Ed seguía regañando a los Stoutlands de fondo—. Papá, tienes puesta la cámara. ¿Me oyes?

    En determinado momento los pokemon guardianes se alejaron de él, dándole tregua, y Edward reparó al fin en que su querida hija estaba al otro lado del teléfono. La cámara enfocó así a un hombre robusto, de sonrisa afable y rebelde cabello castaño, que debía rondar el final de sus cuarenta. A pesar de todo, no los aparentaba. El árduo ejercicio al que se exponía diariamente lo mantenía en buena forma, si bien algunas arrugas se entremezclaban con sus cicatrices de sus años de servicio, o como él las llamaba "sus pequeñas heridas de guerra".

    Hi there, pumpkin Me saludó al reconocerme tras la pantalla, con el mote cariñoso con el que me llamaba desde que era una enana. Me ruboricé un poco. Se le notaba el acentazo Teseliano a leguas—. ¿En qué momento empezó la llamada? No me di ni cuenta. Creí que ya lo harías mañana, viendo la hora que debe ser por allí.

    —He cenado algo tarde hoy y quise aprovechar —Me encogí de hombros, restándole importancia al asunto—. Bueno, más bien hemos cenado tarde. ¡Mira a quien tengo por aquí!

    Estiré el brazo hacia arriba, y la cámara frontal encuadró entonces también a Mimi. Los orbes azules del hombre al otro lado de la pantalla se abrieron con una mezcla de sorpresa y gozo. La chica pudo adivinar entonces de quién los había heredado; honestos, afables y llenos de vida.

    ¡Ah, mira tú por dónde! La famosa Mimi Honda en persona —Era evidente que se refería a las innumerables veces que le había hablado de ella y no a su fama actual. Pero Edward White poseía una labia excepcional y sabía usar bien sus cartas. No por nada notaba ciertas semejanzas en ellos; ambos amaban los focos y el reconocimiento de la misma forma—. Me alegra conocerte al fin. Liza me ha hablado mucho de ti. Soy Edward, pero puedes llamarme Ed.

    >>¿...Cuánto debo pagarte por cuidar a este trasto? ¿Te está dando muchos quebraderos de cabeza?


    Abrí los ojos, entre indignada y ofendida por sus palabras.

    —¡Papá! —exclamé.

    El hombre se echó a reír.

    Es broma, es broma —Alzó la palma de su mano en señal de inocencia. Su sonrisa bonachona se suavizó—. Me alegra saber que cuenta con buenos amigos para que la cuidéis por mí. Quiero decir, sé que puede cuidarse sola, pero a veces puede ser demasiado... —Le miré con intención; como si, de soltar una sola palabra más, tuviese un speech preparado que no le convenía que soltase frente a Mimi. Después de todo, éramos igual de temerarios y descuidados en ese sentido. El hombre lo entendió al instante—. Bueno, bueno, mejor cambiemos de tema antes de que me caiga una buena bronca. Imagino que ya te habrá contado lo que se trae entre manos esta chica, ¿cierto?

    Me apoyé en el hombro de mi amiga, con una sonrisita inocente y despreocupada.

    —No, no realmente.

    ¿Ah, no? —El hombre parpadeó, intercambiando una mirada con la rubia. Enarcó una ceja, suspicaz. La situación parecía causarle cierta gracia—. Bueno, Mimi, en ese caso dime. Del uno al diez: ¿cuánto te gustan los acuarios?

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    Más salao el suegrito.
     
    Última edición: 22 Julio 2025
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Me senté junto a ella en el centro de la cama y aguardé sintiendo el corazón acelerado ante la perspectiva. Me preguntaba qué tipo de personas sería. Aunque me había hablado de él alguna que otra vez, especialmente el tiempo que había estado en Teselia para recomponerse, no tenía una imagen clara. Pero parecía una persona extrovertida y agradable.

    Cuando la llamada inició lo primero que escuchamos fueron ladridos. La imagen no estaba encuadrada en nadie en particular como si la persona al otro lado no se hubiese percatado de qué estaba en una videollamada. Cuando finalmente se centró, un hombre de mediana edad y ojos azules le devolvió la mirada.

    Pumpkin? ¿Ponerle motes cariñosos a los hijos también era algo de Teselia? Me preguntaba por qué pumpkin. Liza no se parecía en nada a una calabaza.

    La cámara nos enfocó a ambas y esbocé la mejor sonrisa que tenía en mi arsenal, aunque no fue actuada. Me sentía genuinamente feliz de conocer una figura tan importante en la vida de White.

    —El famoso Edward en carne y hueso—respondí con naturalidad, resuelta—. Es un placer conocerle señor White.

    Su relación era algo que jamás había vivido en mi propia piel pero me resultaba reconfortante. Sabía que era así como debían ser las relaciones entre padres e hijos, con esa cercanía emocional y la capacidad para bromear de vez en cuando. Era incapaz de imaginar al regio y distante Moura Honda en un contexto similar.

    Si mi padre preguntase cuanto debía pagarle a mis amigos por cuidarme, estaba completamente segura de que no sería una broma.

    —Los... ¿acuarios?—repetí parpadeando con lentitud como si esa posibilidad jamás hubiera estado contemplada en mi cabeza. No había acuarios en Sinnoh así que nunca había estado en uno. Quizás, la única vez en la que había estado había sido cuando hablé con Nim en Gérie, pero no tenía una experiencia como tal—. Mm... ¿un seis?
     
    Última edición: 23 Julio 2025
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    Andysaster

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    —¿Un seis? —repetí, apartándome de su hombro para mirarla con un mohín desaprobatorio—. ¡Eso apenas roza el aprobado, Mimiko!

    Bueno, ya es más de lo que sacabas en la escuela —Edward trató de restarle hierro al asunto con una risotada campechana, que no cargaba maldad alguna—. Si lo miras desde esa perspectiva, no está nada mal.

    —No estás ayudando —Le recriminé, ceñuda, pero lo cierto es que sí que había tenido su gracia. De cría habría recibido ese seis como un regalo caído del cielo. Sacudí la cabeza, dejando la dichosa calificación a un lado—. Sea lo que sea, estoy segura de que el sitio a donde vamos a ir se llevará más que un seis de tu parte. Y si no, pues nada que hacerle —Le saqué la lengua, divertida—. Sigue siendo mi capricho, después de todo.

    Pero entonces supe que igual era hora de darle una explicación, así que relajé mi postura un poco. Me rasqué la mejilla con mi mano libre, sintiéndome un poco avergonzada por la elección de mi recompensa en sí. Mimi se había sincerado antes, así que sentía que yo tenía que hacer lo mismo. Se lo debía.

    Con todo y el metiche de mi padre de fondo.

    >>Quería pedirte pasar un día juntas. Las dos solas, como en los viejos tiempos —inicié entonces. Aparté la mirada por un segundo, en mitad de un absceso de pudor repentino, pero respiré hondo y saqué el valor de encararla de nuevo, con algo más de resolución en la mirada—. Hemos estado tan ocupadas estos meses que cuando nos vemos suele ser por poco tiempo. Y ayer, encima, te invité a venir cuando sabía que también estaba Dante presente. Así que decidí aprovechar la ocasión y quitarme las ganas de encima con esta idea repentina. Y ahí es donde entra mi padre.

    Elisabeth y yo tenemos una vida bastante holgada desde que el negocio de la guardería ha ganado popularidad en ciudades aledañas —Viendo que tenía ventana para explicarse, mi padre le contó a Mimi el motivo por el que se encontraba allí. Adiviné cierta sonrisilla ligera en sus labios antes de que empezase a hablar, como si le estuviese enterneciendo sobremanera vernos convivir por primera vez frente a él—, de modo que solemos viajar con frecuencia a otras regiones durante nuestras vacaciones. Liza sabe que yo soy quien organiza las actividades entre los dos, así que me pidió consejo sobre dónde podía llevarte.

    Edward posó su mentón en el hueco entre el pulgar y el índice, con una sonrisa brillante y presumida. Pensar la de veces que le había servido esa sonrisilla en sus años mozos (y que él mismo lo sabía y alardeaba a menudo de ello) me hizo rodar los ojos.

    >>¿Qué puedo decir? Mi sabiduría siempre estará disponible para mi querida niñita.

    —Me arrepiento de haberte preguntado nada —suspiré, y busqué el bolso de Mimi con la mirada, con renovada ilusión—. Mims, ¿crees que puedes alcanzar a Dex? Quiero mostrarte fotos del lugar.

    Se llama Aqua Poképolis —añadió el hombre con voz serena, reponiéndose bastante rápido del golpe que era haber sido ignorado. Vaya, qué capacidad—. Se trata de un acuario que lleva ya unos años en ciudad Acuarela, en vuestra Galeia. Es el más reconocido de la región, y ha ganado bastante fama fuera de ella en los últimos años. Quizás por las amplias instalaciones, las curiosas especies de Pokémon que viven dentro y los cientos de espectáculos que llevan diariamente.

    >>¿Y lo mejor? —apuntó, entretenido con nuestras expresiones al otro lado de la pantalla—. Tenéis una zona acuática para bañaros junto a los pokémon del acuario si os interesa. Me atrevería a decir que ese es su principal atractivo, si me permitís opinar.

    —No sé si tienes bikini aquí o si te apetece siquiera esa parte —señalé, un poco más bajo hacia la chica—. Si es lo primero, podemos ir a comprar alguno en algún momento. Eso asumiendo que iremos pronto, claro —solté una risa baja—. Creo que lo primero antes de tirar la casa por la ventana sería conocer tus horarios esta semana.
     
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