Mimi Honda —Pero tú lo has dicho, es cuestión de suerte. No puedes evaluar tus habilidades como entrenadora en función de tu desempeño en la ronda de capturas. Es pura probabilidad. Si quieres un consejo, dales una comida que les guste, acércate despacio y si ves que se ponen nerviosos, dales algo más de comer. La escuché con atención mientras tomaba una galleta. ¿Chisp? ¿El Grande de tipo eléctrico? No sabía nada de ese. Mi último combate había sido contra una tal Charlotte y no parecía Grande de nada. Lo único que tenía enorme era el ego y la brutalidad. Había logrado mantenerme estoica ante la mayoría de sus provocaciones y quizás fue el karma lo que me hizo ganar. Ugh. Que se joda. Entonces Liza tuvo la fantástica idea de desafiarme y despertar a las dos bestias competitivas que vivían dentro de nosotras. No vi por donde negarme. Ser la cara de Dazzleberry me traía sin cuidado, pero quizás pudiera hacerlo interesante. Enarqué una ceja. —¿Cualquier cosa?— la miré con atención repasando sus facciones como si quisiera comprobar si hablaba en serio. Por supuesto que lo hacía. Me recliné en el asiento y esbocé una sonrisa desafiante—. ¿Estás segura? Deberías tener cuidado con lo que apuestas, White. Y con quién lo haces.
Liza White —¿Quién ha dicho que deba ser una competición? —recibí su sonrisa desafiante con tranquilidad, abriendo ligeramente los ojos, como si la propia palabra me tomase por sorpresa—. Nadie dijo que deba haber una sola ganadora. Quizás ganamos tú y yo, y todas felices —solté el aire por la nariz, divertida—. O quizás no gane nadie, y no haya premio que pensar. Nunca se sabe. Los premios eran solo una excusa para hacerlo todo más interesante. Quizás ella iba sin ninguna motivación a lo de la dichosa Dazzleberry, y ahora, de repente, no sonaba tan mal conseguir el puesto, después de todo. Igual, ¿qué clase de idea se estaría pensando? Yo solo iba a pedirle un éclair si ganaba… Como si fuese a hacer eso. Mira que me gustaban los dulces, pero esa cosa estaba demasiado seca para mi gusto. Parpadeé entonces, batiendo las pestañas con una mezcla de inocencia y expectación. —¿Y bien? —volví a preguntar, con calma. La sonrisa me bailó en los labios—. ¿Aceptas, entonces?
Mimi Honda Solté una pequeña risa. No era exactamente lo que pensaba, pero era suficiente. Si pretendía motivarme, lo había conseguido. Descrucé los brazos y le guiñé un ojo, divertida. —Por supuesto. Tenía muy claro lo que iba a pedirle. Si realmente pasaba ese casting y me convertía en la cara de Dazzleberry, había algo que quería de ella. Aunque pedirle que dejara de tomar pizza para desayunar también sonaba tentador.
Liza White Mimi aceptó y mi sonrisa se ensanchó, una sonrisa satisfecha que me cerró los ojos. Si había algo que me gustaba de verdad, eso era salirme con la mía, no importaba de qué forma. Suponía que eran los resquicios de haber sido la niña consentida de la casa. Esa faceta caprichosa nunca se iba del todo. Estaba terminándome mi "humilde platillo" cuando reparé por primera vez en el extraño desayuno que había escogido Dante. Lo había llamado tamagoalgo (algo me decía que era originario de Sinnoh o similar, a juzgar por el nombre raro), y parecía consistir en unos trozos de tortilla con algún que otro condimento encima. Había comido huevos con tocino antes para desayunar (en Teselia era demasiado popular), pero no había probado una tortilla en sí como desayuno antes. Otra cosa nueva para añadir a la lista. —¿Está bueno? —cuestioné con curiosidad, inclinándome hacia él, con los codos sobre la mesa. Era evidente que estaba bueno, o al menos a él le gustaba, a juzgar por cómo lo estaba disfrutando. Miré al plato y luego a él—. ¿Puedo probar? Así llevaré una racha de dos días consecutivos probando cosas nuevas, hehe. En ese momento, mientras esperaba una respuesta de su parte, con mi atención posada en él, recordé algo que había olvidado hasta entonces. Me brillaron los ojos de la emoción. >>¡Ah, Dante! No te lo vas a creer, pero yo también te traje un regalo. Digamos que para celebrar tu... ¿no cumpleaños, o algo así? —meneé la cabeza, risueña, y volví a encontrar sus ojos—. Estuve haciendo limpieza en casa y simplemente apareció. Te lo daré cuando terminemos de comer, eso sí. El color del objeto misterioso no es demasiado amigo de las manchas.
Mimi Honda —¿Tampoco has comido tamagoyaki nunca?—inquirí alzando una ceja, inquisitiva—. Ni sushi, ni tamagoyaki... ¿Es algo típico de los teselianos o solo de Liza White? Me di cuenta de que había apoyado los codos en la mesa y fruncí ligeramente el ceño. Mientras se comía jamás se ponían los codos en la mesa, ¡era etiqueta básica! Pero aunque me crispaba quizás un poco, aquella no era una cena de gala ni nada similar. No importaba realmente. Además, aunque se lo dijera no me haría caso. Mientras Liza y Dante charlaban sobre algo de un regalo para este último—no era de mi incumbencia—, terminé la galleta que estaba comiendo y mi mirada se dirigió al reloj de pared. Aún faltaba una media hora pero quizás debería ir apurando el desayuno. Tenía que pasar a comprar un pañuelo antes de ir a Udan. Captaba pequeños detalles de la conversación y cuando preguntó si podía probar, solté el aire por la nariz. Dos días seguidos probando cosas nuevas... solo había comido la pasta de la noche anterior, exagerada. La que había probado cosas nuevas era... yo. El pensamiento me hizo enrojecer súbitamente y tensé los labios tras la taza de té. Tenía mil preguntas, mil dudas rondándome la cabeza. Aparentábamos estar como siempre, pero eso era porque éramos expertas en hacer la vista gorda. ¿O era la única que estaba sobre pensando la situación? Si Liza había hecho algo así antes tanto con chicas como chicos sin apenas conocerlos, eso implicaba que no debía de tener más trascendencia para ella... ¿O sí? ¿Le atraía la gente por su físico? ¿Había estado flirteando con esa camarera la noche anterior? ¿Era de las que se enamoraban a primera vista? Su situación con Nikolah no aparentaba haber sido así. Pero si no había pasado algo entre ellos a esas alturas, era solo porque él se comportaba como un niño, no porque White no lo quisiera. Repentinamente una sensación de inquietud me recorrió la espalda y fue como si esa misma tensión me susurrase al oído: Había dicho mi nombre mil veces la noche anterior... ¿pero de verdad estaba pensando en mí? Urgh. ¿Por qué le estaba dando tantas vueltas? Parecía idiota. Aparté ese pensamiento como un insecto molesto. Miré mis uñas mientras ellos se entretenían con su charla: mi fina manicura rosa. No estaban particularmente largas, solo un poco más de lo usual. Pasé el pulgar sobre la punta de la uña del índice. No necesitaba hacerlo para comprobarlo: sus hombros y su espalda parecían haber sido atacados por un Litten furioso. Le dirigí una mirada de soslayo, cauta. ¿Qué éramos ahora? ¿Amigas con derechos? ¿Se iba a volver algo usual? ¿Debería limarme las uñas?
Dante Miles Se alzó de hombros con la primera pregunta de Liza, no tenía ni idea de lo que hablaba ni qué consejos podría darle para eso en concreto y como Mimi tomó las riendas de esa vertiente de la conversación, siguió comiendo con tranquilidad mientras las escuchaba bastante atento, a fin de cuentas nunca sabía lo que podía deparar el destino y tener información extra siempre era bueno. Quiso comentar algo con respecto a la Dazzleberry sobre que, muy probablemente, si deseaba ser competencia de la Frizz! Era bastante probable que necesitaran igualar el mismo nivel de energizante y que, si le preguntaba, era bastante conveniente que la receta fuera secreta para tratar de tener una imagen "más limpia" que la Frizz! Pero para evitar asustarla o preocuparla un poco más con el tema en el caso de que le pidieran beberla en el casting, prefirió guardar esa información. Y conforme la conversación se iba desarrollando en caminos curiosos, encontró bastantes cosas interesantes como para hacerse el loco de los pequeños contextos que parecía ir entendiendo de lo que interpretaba como indirectas o coqueteos entre ellas, como que el piso estaba mucho más limpio ese día, las charolas de los alimentos eran nuevas, la mesa tenía patrones interesantes... ¿Qué tanto debía... fingir que el estira y afloja de la cena no parecía ser más intenso este día? —Prueba, prueba, no me molesta y se que te va a gustar porque es algo que ya has probado pero en otra presentación~ —Cortó una porción de su tamagoyaki y la colocó en su plato con una sonrisa que se ensanchó cuando escuchó que le había traído un regalo —. No tenías que traerme nada... pero en serio agradezco que tuvieras este detalle. —Y bueno, volviendo al tema de la comida, creo que Mimi y yo te tendremos que dar un paseo culinario a más cosas de Sinnoh, seguro es entretenido.
Liza White Dante me partió un trocito de su tamagocosa y mientras tanto inflé mi pecho con orgullo ante el comentario de Mimi. —Cosa de Teselia, por supuesto. Tenemos tantas cosas ricas que nos olvidamos que existe más mundo allá fuera. No se nos puede culpar~. ¿Y me enorgullecía de mi reducido bagaje culinario, encima? Definitivamente era un caso perdido. Mientras lo probaba, masticando lento como si quisiese hacer una valoración completa de su sabor y textura, Dante sugirió que debían hacerme un mejor recorrido por las comidas de Sinnoh en otro momento, haciéndome cierta gracia. Le dirigí una mirada a Mimi, imaginándola más que dispuesta a fardar de su querida Sinnoh, pero para mi sorpresa la pillé mirándome de soslayo en ese momento. Alcé las cejas, intrigada, cuando nuestras miradas se encontraron. ¿Tenía... algo en la cara? ¿Me había manchado? ¿O simplemente me estaba observando? Como no sabía la causa a ciencia exacta, decidí inventármela porque sí. —Si es por el regalo, a ti ya te regalé otra cosa antes. No puedes quejarte —bromeé, dirigiéndole una sonrisilla en concreto. Cuando tuvo tiempo para pensar en lo de anoche me apresuré a corregirla, completamente a propósito—. Espero que guardases el dibujito que te hice. Seguro que te da suerte el día de hoy~. Contenido oculto El otro día encontré un post de Liza en Twitter.
Mimi Honda Le dirigí una mirada de circunstancias que hablaba por sí sola cuando comentó las comidas ricas de Teselia. ¿Qué comidas ricas? ¿Las hamburguesas o los hot-dogs? No, no, perdón. Debían ser los mac'&cheese de caja. Quizás sabían bien, pero carecían de creatividad y pasión. Y mostraban una completa falta de algo que se conocía como "ser saludable". De cualquier forma, después de esa pequeña intervención, estaba demasiado ocupada disfrutando del sabor dulce del tamagoyaki como para notarme. Quizás si lo hacía podía pensar que estaba esperando una valoración por su parte del plato, orgullosa como era de mi propia gastronomía. Probablemente ni siquiera se había parado una sola vez a pensar en la clase de cosas que me rondaban la mente. Cuando se dio cuenta de que la estaba mirando y tuvo la fantástica idea de mencionar el regalo que me había hecho me atraganté con mi propia saliva. Tosí, angustiada, pero por suerte pasó rápido. Alcancé a escuchar que se refería a su dibujito del Lilipup y el Glameow y una extraña sensación, mezcla de vergüenza, cierta ternura y molestia me burbujeó en el pecho. Lo había doblado apropiadamente y lo había guardado dentro de mi estuche de maquillaje porque era lo que tenía a mano en ese momento. Era feo hasta decir basta, pero no lo iba a tirar porque sí. Fruncí ligeramente el ceño y cerré los ojos, tensa. —Tienes chocolate por toda la cara—dije con calma, con tanta que pareció verdad. Quizás le diera algo en lo que pensar. Me incorporé de la mesa entonces y me eché el bolso al hombro. No quería llegar tarde. Gunter Hoffman tenía fama de ser bastante exigente con los tiempos. —Tengo que irme, chicos. Cuando regrese, seré la cara de Dazzleberry y alguien, no miro a nadie, me deberá un pequeño favor—comenté completamente a propósito porque vivíamos para devolvernos nuestras jugadas particulares. Me había hecho pensar mal, ahora era su turno. Le guiñé un ojo a ambos, resuelta, antes de girar sobre mis talones—. See ya~! Contenido oculto Liza: estadunidense Mimi: Británico-japonesa Madre mía que combinación-
Liza White —¿E-eh? ¿De verdad? —Cuando me dijo que tenía chocolate por toda la cara palidecí, apresurándome a encender la cámara del teléfono para comprobar si era cierto. Hice una mueca al ver que no hablaba en serio, reprochándole el farol por lo bajo—. ...Mentirosa. No podía molestarme, en cualquier caso. De nuevo, más que merecido. Así, al tiempo en que terminé mi propio plato, Mimi se levantó de su asiento. Ya se acercaba la hora del casting, de modo que tocaba despedirla aquí. Me rasqué la mejilla ante su indirecta, pero no tuve tiempo de avergonzarme demasiado por las implicaciones que tuviese, porque la chica dio la vuelta y se marchó tan tranquila. ¿Eh...? ¿Planeaba despedirse así, sin más? ¡Ni siquiera sabía cuándo la vería de nuevo! —¡Hey, quieta ahí! —Me levanté de mi asiento y correteé hasta alcanzarla. Me coloqué frente a ella, con los brazos extendidos a ambos lados, cortándole el paso. Fruncí ligeramente la nariz—. ¿Quién ha dicho que te puedes marchar así, sin más? Serás descariñada. No le di tiempo a replicarme nada; cuando quiso darse cuenta la estaba abrazando, con el mismo afecto que solía mostrarle siempre. Y sin embargo, aunque desde fuera se viera como un abrazo más de tantos, en cierta medida se sintió... Distinto. O quizás así lo sentí yo. Me tardé un poco más de tiempo del habitual, la apretujé con algo más de fuerza, nada del otro mundo. Quizás era yo la que le estaba dando más vueltas de las necesarias. Mi cabeza no estaba tan llena de aire como parecía a simple vista. >>Ya me cuentas más tarde —Le sonreí con dulzura al separarme de ella—. Nos vemos. La chica se marchó así y regresé con tranquilidad a la mesa, pero no me senté. En su lugar recogí mis cosas, colocándolas sobre la bandeja, y me dirigí hacia mi mochila. Mientras tanto, le dirigí una expresión un tanto culpable a Dante, de soslayo. —Espero que no te haya molestado mucho todo este plan —Le dije, optando por mostrarme un poco mas sincera ahora que volvíamos a estar solos. Abrí la cremallera, sacando el misterioso objeto de dentro—. Sé que si te hubiese dicho la verdad hubieses aceptado, pero... No sé. Simplemente fue un impulso del momento. Te agradezco mucho que la tratases así de bien a pesar de todo. Era Dante de quien hablábamos. Jamás le haría daño ni a una mosca a no ser que le sacasen de sus casillas... y eso ya era francamente difícil. Tampoco quería aprovecharme de su excesiva bondad, y esa fue la razón por la que necesité agradecerle así. Personas como él no merecían menos. >>Es una tontería, pero cuando me encontré esto en casa supe que debías tenerlo tú. De hecho, no sé cómo no te lo di antes —Solté una risa baja, avergonzada. Había sido tan tonta—. Quizás he estado tan ocupada en crecer que no me di cuenta del significado que algunas cosas tenían para los demás. Qué se yo. Saqué de detrás de mi espalda mi antigua gorra rosa y se la coloqué. La imagen me arrancó una sonrisa, y me nació el impulso de sacársela, revolverle el cabello y colocársela de nuevo... Tal y como él había hecho conmigo tantas veces. Me llevé las manos tras la espalda, entrelazando mis dedos. De repente sentí un absceso de timidez, usualmente ajeno en mí, pero no aparté la mirada de sus ojos. >>Esa gorra fue un regalo de mi hermano... Pero con el tiempo y tu amistad aprendí que la sangre no siempre lo es todo —Sentí que los ojos me ardían pero contuve la emoción lo mejor que pude. Tenía la mirada vidriosa a pesar de todo, pero sonreía de manera genuina—. Creo que si hay alguien que merece tenerla de recuerdo, ese eres tú.
Dante Miles —Que tengas una excelente audición, Mimi. —Dijo en respuesta a su despedida, tratando de no mirar a Liza para que no pudiera notar en sus expresiones si estaba o no manchada de chocolate y lo descubriera por su cuenta, ¿quién era él para arruinar una pequeña bromita? Contempló la despedida de las chicas con cierta ternura, como les había dicho, le parecía bastante lindo la amistad que tenían e incluso si no podía simplemente asumir que algo pasaba de estiras y aflojas, no podía evitar que le parecieran adorable esa clase de interacciones. Acabó su desayuno y comenzó a juntar la comida sobrante en el plato más arriba de la pila que había hecho y colocado sobre la charola que había traído, los cubiertos los había colocado en su taza vacía y reacomodó algunas cosas que Liza había colocado para que fuera más fácil de cargar y llevárselo, porque estuvo a punto de hacerlo hasta que notó que Liza tenía intenciones de platicar. —Me sorprendió el plan, de eso puedes estar segura. Pero no fue un plan que considerara malo, hubiera aceptado porque era algo que deseabas, incluso aunque estuviera escéptico o inseguro, sí... así que fue un buen impulso tuyo —Confesó con tranquilidad, apartando la charola a la orilla de la mesa y estuviera un poco más despejado —. Se notaba que estabas esforzándote, no podía dejarte sola en eso y creo que nos fue bastante bien. Te agradezco a ti por hacer que eso pasara, Liza. Sentía que definitivamente las asperezas se habían limado y podía imaginarse haciendo algo como eso de nuevo para seguir conociendo más a Mimi. Liza comenzó a hablar y poco a poco se fue inclinando hasta apoyar sus codos sobre la mesa con intriga, casi se sintió un poco tonto de no haber podido adivinar lo que sería hasta que lo vio e incluso se paralizó un poco cuando se la colocó e hizo el pequeño ritual que solía hacer cuando la veía en el pasado. Casi fue instantáneo el cúmulo de lágrimas que se formaron en sus ojos, pero no dejó de mirarla y ni su sonrisa desapareció. Estaba demasiado conmovido en su corazón. Se levantó con lentitud sin decir nada, rodeó la mesa y sin pensarlo demasiado la rodeó con fuerza con sus brazos, incluso terminó por alzarla un poco del suelo por unos segundos —Sabes que esto lo cuidaré siempre, es un gran tesoro y guarda mucha historia de ambas partes... —murmuró sin separarse de ella, su voz estaba algo quebrada pero todavía era entendible —Lo agradezco mucho, Liza... es un muy lindo detalle. —Se separó lo suficiente para limpiarse una que otra lágrima que se le escapaba, pero nada le borraba la sonrisa de niño pequeño emocionado que tenía. —¿Si eres consciente que tienes un cuarto propio en mi casa para cuando lo desees, verdad? Porque no necesito la sangre para verte como mi familia, mi hermana... —Volvió a abrazarla, apoyando su mejilla sobre su cabeza —Te quiero muchísimo y agradezco cada segundo poder verte crecer hacia donde tu corazón desea, y siempre te estaré apoyando en todo lo que necesites o hagas, ¿si? Dio un beso sobre su cabello y la apretó un poco más. En serio apreciaba bastante ese detalle.
Contenido oculto Liza White Dante me rodeó con sus brazos y me alzó del suelo, como había hecho tantas veces desde que era una cría. El hecho de que llevase mi gorra encima me arrancó una risa fugaz que se solapó con las lágrimas, y escondí el rostro en el hueco de su cuello, negando ligeramente con la cabeza. —Dante~ —Repliqué, alargando su nombre con voz quejumbrosa—. Ya no soy una niña. Pero para él siempre lo sería, ¿cierto? Su niña. A mi mente vinieron recuerdos aislados que redoblaron el calor que sentía en mi pecho. Recordé a la chiquilla que decidió que era buena idea trepar un árbol fuera de la seguridad que me confería mi propio bosque, y el chico desconocido que terminó sujetándome en sus brazos, cuando una de las ramas quebró bajo mi peso y me precipitó al vacío. Rememoré las noches más agitadas, aquellas donde el miedo y la incertidumbre por nuestro futuro como Holders no me dejaban dormir, y cómo todos mis miedos desaparecían cuando Dante decidía darme la mano y dormir conmigo, asegurándome que no se iría a ningún lado. Recordé nuestras aventuras, los amigos que hicimos en el camino, nuestros amores y rupturas y cómo, a pesar de todo, aún seguíamos aquí. A pesar de que éramos una versión muy distinta de nosotros mismos, cuando nos mirábamos aún reconocíamos la esencia del otro en algún lugar recóndito de nuestro ser. Era la sensación de nostalgia y familiaridad que solo sentías al regresar a casa. Quizás la comparación no se alejaba demasiado de la realidad. Me dejé hacer con un cariño ridículo, enternecida con la emoción que sentía. Volvió a abrazarme y a apoyar la cabeza en mi sien y yo rodeé su espalda, confiriéndole caricias suaves mientras hablaba. Sentí un nudo en la garganta cuando me aseguró que siempre tendría un espacio en su casa reservado para mí, y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, silenciosas. En su lugar lo abracé con algo más de fuerza, cerrando los ojos. Me dolían las mejillas de tanto sonreír. —Mhm —murmuré. Fue un sonido afirmativo bastante escueto, pero le aseguraba que había escuchado todo, si bien no era capaz de articular palabras en ese instante. Me aclaré un poco la garganta al poco tiempo, buscando sus ojos. Ambos estábamos llorando y la imagen me causó aún más ternura si cabía—. Yo también te quiero, Dante. Muchísimo. Gracias por... Por estar ahí. No podría haber deseado nada mejor nunca. En un arranque distendido estiré el brazo hacia la visera de su gorra, cubriéndole los ojos con ella, y solté una risa nasal, volviendo a abrazarle de vuelta, con todo el cariño del mundo. Quién lo diría. Si le quedaba mejor que a mí y todo. *** Después del conmovedor abrazo, y cuando ambos nos sentimos algo más tranquilos, ayudé a Dante a recoger todos los platos y llevarlos a su lugar. Despedimos a quienes se encontraban tras el mostrador e Inari nos siguió a la salida, aliviado de no ver a Mimi por los alrededores. Tendría que... huh... hablar con él más tarde, suponía. Aún corría algo de brisa fresca cuando salimos a la calle, y me estiré con pereza al recibir los rayos de sol de la mañana. El cielo se encontraba despejado, y teníamos ante nosotros todo un día cargado de posibilidades. Me sentía llena de energía; definitivamente nadie iba a pararme el día de hoy. —Volverás a Lienzo, ¿cierto? —Me volví hacia Dante con curiosidad, cargando al pequeño pokémon en brazos, quien se mostró algo sorprendido por mi gesto—. Mándale recuerdos a la señora Magi de mi parte. Aún me quedan varios días de vacaciones, así que que no te sorprenda que me pase por allí para hacerte compañía. Espero que no te ponga nervioso que te observe~. Estaba bromeando, por supuesto. Además, Dante era ya todo un profesional, solo había que verlo llevando a la mesa todos esos platos en la cafetería. Dudaba mucho que tenerme por allí le afectase negativamente. Le miré por unos instantes, sintiendo algo de tristeza por tener que despedirlo allí. Si por mi fuera pasaría mucho más tiempo a su lado, pero la vida seguía y no se detenía por nadie. En lugar de abrazarle, porque Inari echaría a correr como con Mimi, le di un golpecito cariñoso con el hombro, recargando la cabeza sobre su hombro unos instantes. —Nos vemos pronto, ¿sí? Cuídate mucho, Dant —Al separarme le guiñé uno de mis ojos, con cierto aire cómplice—. Recibirás noticias mías dentro de poco, en forma de fotos. Ya lo verás. Con esas, terminé de despedirme del chico, y me dirigí hacia el centro Pokémon para hacer una llamada a casa. Iba a necesitar a algunos miembros de mi equipo si quería llegar a la sede antes de que acabase el año.
Dante Miles La apretó un poco más en su abrazo cuando dijo que no era una niña, era algo que sabía perfectamente pero no podía evitar verla de esa manera. Todos sus éxitos, aprendizajes y nuevas metas le hacían saber cuánto había crecido y progresado pero su corazón la mantenía de aquella manera sin importar lo que le dijera o todo el orgullo que sintiera por todos esos logros ajenos. Con todo lo que ella lo había ayudado a sanar ciertas cosas de su historia sin siquiera saberlo, estando allí para él, viajando juntos, los tiempos de vulnerabilidad donde compartían consejos, sus miedos, expectativas... poder redimirse en ser un buen apoyo y consuelo para ella, aprender a volver a estar en el presente, pasar de ser amigos a ser familia. Todo eso y más hacía que su corazón la mantuviera de aquella manera. Soltó una carcajada cuando Liza, sin previo aviso, luego de su comentario cubriera sus ojos con la gorra y volvió a darle otro beso en su cabeza cuando volvieron a abrazarse. Definitivamente necesitaba esa pequeña risa para aligerar todo. -- —Muy probablemente sí regrese a Lienzo, y no te preocupes, la señora Magi estará encantada que la famosa Liza White esté mandándole sus saludos —Le mostró su lengua en un gesto juguetón y terminó de ajustar la gorra sobre su cabeza —. Pero si me muevo a otro lugar me aseguraré de mandarte un mensaje para que puedas localizarme sin problemas~ y si llegas a ir a la cafetería, mas que nervioso te podría dar un tour por mis dominios, así que sería interesante. Su pequeño futuro, un futuro ciclo que se iba a cerrar con la misma señora que lo mantuvo alimentado y seguro de niño, que también quería mantenerlo seguro de adulto. —Las esperaré, mucho éxito Liza. Revolvió su cabello y también se dirigió al Centro Pokémon para recoger sus cosas, no sin antes hacerle una señal a Staraptor para que acompañara a Liza por un par unas cuantas rutas a cualquiera que fuera su destino, tal y como solía pasar hace algunos años.
Liza White —Ya te pedí perdón como diez veces, ¿de verdad vas a seguir enfadado? —cuestioné con hastío. Nada. Silencio. Fruncí ligeramente el ceño—. ¿Qué más quieres de mí? ¿Que me humille en mitad de la calle o algo así? >>¡Oye, que te estoy hablando! El viaje de regreso al Centro Pokémon tras nuestra victoria en el Parque Batalla estuvo acompañado por ciertos... contratiempos. Mi idea había sido encargar una pizza más que merecida y tirarme a la cama a dormir, pero parecía que el final del día no iba a ser tan sencillo como creía. Inari llevaba molesto conmigo desde que casi me olvido de él por haberlo llevado oculto en mi mochila, y mi equipo pokémon quería una compensación por no haberles llevado a combatir como habían creído desde un inicio. La situación me llevó hacia una encerrona de la que no tuve escapatoria. Apoyé mi frente sobre la mesa del restaurante de un lugar de comida rápida cualquiera, exhausta. Me dolían los pies de la exagerada caminata pero sobre todo me dolía mi cartera. Los que parecían satisfechos eran los pokémon que me rodeaban y se atiborraban de comida en una especie de banquete de disculpas del que para nada fui presionada a aceptar. Ahí se iban buena parte de mis ahorros, de modo que en lugar de mi ansiada pizza tuve que contentarme con un insulso menú infantil. Si seguía gastando iba a tener que vivir a base de pasta el resto del mes. Estúpida vida adulta. Me encontraba allí, prácticamente derretida sobre la mesa cuando me llegó un mensaje. A pesar del cansancio y de la molestia, me permití sonreír un poco. Tampoco había dudado en que lograría el puesto, pero al releer el mensaje terminé por parpadear, irguiéndome como un resorte de la mesa. ¿Huh? ¿Lo rechazó? Contenido oculto: Mensajito para Mims
Liza White Observé la alita de Pidgeotto entre mis dedos con una mirada de circunstancias. La intercambié entre ella y la diminuta cajita de la que provenía, completamente vacía ya. El estómago me rugió, casi tan molesto como yo lo estaba en ese instante, y me pregunté qué necesidad tenía de señalar lo obvio. Sí, ya sabía que seguía teniendo hambre. Tenía ojos para ver la miseria en la que consistía el menú infantil de Mime Donalds. Pero si me pedía algo más, mis pokémon también lo harían. Podía sentir sus miradas en mi nuca, acechantes, disfrutando de su ingente cantidad de comida por mí. ¿De verdad que no les daba pena la carita que les estaba poniendo? ¿Ni un poco? Eran unos monstruos desalmados. Me había acabado la última alita y estaba limpiándome las manos cuando mi teléfono sonó una vez más. Al leerlo me quedé perpleja. Mi expresión tuvo que ser un completo cuadro. ¿Eh? ¿¡Eeeeh!? Contenido oculto
Mimi Honda Isamu aterrizó suavemente a las afueras de Ciudad Témpera. No era como si fuera a generar una conmoción al descender en el centro de la ciudad, no era el Rayquaza de Alpha, pero prefería no molestar a la gente. Ciudad Témpera siempre bullía de vida nocturna y los locales del centro se llenaban a rebosar de clientes. Lo sabía porque bueno, trabajaba allí. Justo en el centro estaba mi agencia. Sin embargo, ahora lo único que quería era ducharme y comer algo. Me negaba a morir de inanición solo por ser modelo. Iba a comer todo el sushi que pudiera. Apenas había agradecido a Isamu por traerme cuando Dex volvió a llamarme. Hice una mueca. ¡Pensaba que lo sabía! ¿Qué iba a hacer durante meses enteros sola en Udan? Era una urbanita de pura cepa, había nacido en Ciudad Jubileo que era la urbe más grande de Sinnoh. Por mucho que pasase tiempo en la isla, jamás me alejaría demasiado tiempo de la civilización. Y... espera, ¿qué? Contenido oculto
Liza White Repentinamente recuperé los ánimos que creí perdidos. Si Mimi iba a hacer las veces de caballera andante y me rescataba de esta metafórica torre, ya no habría nada de qué preocuparse. Los chicos se entretendrían con ella, bajarían la guardia y podría pedirme algo más saciante mientras no miraban. En cierta medida podía comprender su molestia: me había retirado de los combates desde hacía meses, y extrañaban disfrutar de aquello que habíamos compartido alguna vez. Había estado muy ocupada, lo sabía, y hacía todo lo que podía para cuadrar mis tiempos y seguir viéndolos siempre que podía. Estaban bien cuidados y atendidos por mis padres, y nunca les faltaba de nada, pero seguían necesitando cerca a su entrenadora. Pero de ahí a amotinarse contra mí... ¡Y que Inari se sumase porque creía que le había abandonado a posta en el parque era para pegarse un tiro! Paseé la mirada de un lado al otro, impaciente, como un cachorro esperando por su dueño en la entrada de un supermercado. Pero por más que la buscaba entre el gentío no había ni rastro de Mimi. Solo parejas disfrutando de alguna cita nocturna, o un grupo de amigos tomando... ¿¡Eso era un helado!? El teléfono sonó de nuevo y fue como si alzase imaginariamente mis orejas, esperanzada. Contenido oculto
Mimi Honda Solté una pequeña risa al leer el mensaje. De verdad, que exagerada podía ser a veces. No era posible que fuese tan malo, ¿verdad? Sus pokémon estarían molestos por cualquier cosa y la estaban reteniendo en contra de su voluntad, nada de lo que preocuparse. Pero... había dicho que iría a rescatarla, así que interpretaría mi papel. Solo necesitaba un corcel... y daba la casualidad de que tenía uno perfecto. Me subí sobre el lomo de Raiden y palmeé su flanco derecho con la palma de la mano. —Vamos a buscar a esa boba, anda. El centro estaba atestado de gente y las luces del alumbrado público y los locales se reflejaban en el río que cruzaba Ciudad Témpera como un espejo. Había dicho que estaba en el Mime Donalds, pero como hacía calor y la temperatura en la calle era agradable, probablemente se hubieran sentado en las mesas de fuera. No era muy difícil localizar el local, tenía una ''M'' amarilla y enorme que brillaba con los neones de la urbe. Era la ''M'' en las pesadillas de mucha gente. Como si Mr.Mime no fuese lo bastante aterrador de por sí, encima tenían que hacerle una franquicia de comida rápida a su nombre. La busqué por los alrededores con la mirada mientras Raiden corría entre la multitud. No había querido aterrizar en el Centro de Témpera por no molestar a la gente y ahora estaba corriendo por el centro de la ciudad a lomos de un Luxray enorme. Lo que esta chica me hacía hacer. Repentinamente en medio de la gente y los locales localicé una corta cabellera castaña y los reflejos del alumbrado nocturno arrancaron destellos dorados de sus ojos. Raiden saltó unos bancos a toda velocidad y casi derrapó al girar bruscamente en mitad de la carrera en lo que yo extendía mi mano en su dirección. —¡Liz!
Liza White Cerré los ojos, dejándome mecer por la brisa nocturna. En otro contexto me habría parecido una noche hermosa. Hacía la temperatura perfecta para disfrutar de un paseo, así fuera en compañía de las estrellas. Haber vivido en un pueblo alejado de la contaminación lumínica me había permitido contemplar constelaciones de todo con excesiva claridad. Cheren me las explicaba una vez tras otra, incansable, a pesar de que la mente de mi yo de ocho años prefería retener otra clase de cosas. Me preguntaba... si aún las seguiría recordando. El desconcierto de las personas a mi alrededor me llegó amortiguado por el peso de mis propios recuerdos. Al abrir los ojos, somnolienta, una sombra negra saltaba entonces con maestría un par de bancos, dejando boquiabiertos a la familia que cenaba tranquilamente a nuestro lado. El corazón me dio un vuelco de la impresión, pero entonces encontré sus ojos. El océano insondable brillaba especialmente bajo la luz de los focos, y tuve la certeza de que los reconocería en cualquier parte. Tomé la mano que me extendía sin dudarlo un instante. —No esperaba que te lo tomases tan literal —Le dije entonces, soltando el aire por la nariz mientras subía con cuidado a lomos de Raiden. Rodeé su cintura para evitar caer en mitad de la carrera, y motivada por el cansancio y la comodidad de su propia compañía apoyé mi mejilla sobre su hombro—. Siempre imaginé esta escena bastante diferente, ¿sabes? En los cuentos suele ser un príncipe a lomos de un corcel el que viene a rescatarte —Froté mi nariz con una risita—. Pero una princesa y su Luxray suena mucho más emocionante. La situación no era tan grave ni mucho menos. Tal y como Mimi sospechaba, solo estaba siendo exagerada. Mi equipo había terminado de cenar para ese entonces y ver a la chica llegar, sumado a mi escueta petición de recogernos por hoy, fue suficiente para que regresasen a sus pokéballs; algunos, eso sí, un tanto a regañadientes. La cena estaba pagada, de modo que nada más me ataba allí. Alcé la mirada hacia el cielo nocturno cuando Raiden se puso en marcha. Reconocí la Ursaring Mayor, Orión y Andrómeda, y dibujé una sonrisa ligera pero satisfecha en mis labios. Aún las guardaba en mi memoria. Las luces del alumbrado le conferían a la ciudad de un toque distintivo y urbano y allí, desde su espalda, lo supe entonces. Era una noche hermosa.
Mimi Honda Si tenía que ser honesta... resultaba novelesco. Tomó mi mano y yo tiré de ella para subirla a lomos de Raiden. —¿Y perderme la oportunidad de interpretar este papel?—le respondí entre risas mientras el tipo eléctrico echaba a correr de nuevo. Esbocé una media sonrisa—. Creía que me conocías mejor que eso. Se supone que teníamos que ir al Centro Pokémon pero nos estábamos desviando de la ruta. Como fuese. La adrenalina y la sensación de libertad mientras Raiden corría por las calles era abrumadora. Esquivaba a la gente con celeridad, girando el rumbo por callejuelas menos concurridas y estrechas. Algunos peatones se detenían a mirarnos y escuché comentar a unos niños sobre lo majestuoso que Luxray se veía bajo el alumbrado público y las luces de neón. Era un escándalo... pero me importaba bastante poco. Una señora mayor ataviada con un pomposo abrigo y acompaña de un Furfrou nos vio pasar y me tomé la libertad de guiñarle divertida uno de mis ojos. Pareció en genuino estado de shock. La chica de los carteles publicitarios estaba corriendo con su mejor amiga a lomos de un Luxray por mitad de la ciudad y se lo estaba pasando en grande, ¿qué más daba? ¿A dónde íbamos? No tenía idea. ¿Importaba siquiera? —Entonces... ¿qué sucedió?—le pregunté a Liza en ese momento—. ¿Por qué estaban tan molestos contigo? Si me dices que es porque la comida del Mime Donalds es horrenda no dudaré un segundo en creerte.
Liza White Recorrer las calles de Témpera a lomos de Raiden no había estado entre mis planes ese año... ni en ninguno de los siguientes en realidad. Y sin embargo la adrenalina del momento, atravesando a los transeúntes sin un rumbo cierto, esa clase de planes improvisados... Eran justo mi estilo. —No están llevando demasiado bien el hecho de retirarme de los combates —Le conté entonces, alzando la voz para que pudiese escucharme en mitad de la carrera y el gentío—. Cuando os despedí llamé a casa para que me transfirieran a mi equipo y así pasar algo de tiempo de calidad con ellos, pero malinterpretaron la situación y cuando me acompañaron hasta la sede creyeron que iba a sacarlos a combatir. Ya conoces el Parque Batalla; aunque quisiera eso no iba a ser posible. Me aparté algunos mechones de cabello rebeldes de mi rostro, volviendo a acurrucarme tras su espalda. >>También colé a Inari al parque en una de las mías y lo refugié en mi mochila, pero al marcharme casi me olvido de ese pequeño detalle y ahora tampoco me habla —Suspiré—. Soy un desastre como entrenadora, Mimi. No sé cómo me soportaron durante tanto tiempo.