Liza White Aparté la mano de mi rostro cuando la escuché, ceñuda y ruborizada hasta las orejas, y llevé ambas manos hasta sus mejillas, estirándolas a modo de réplica. —Deja de ver esas dichosas películas porno —le pedí, con un tono autoritario medio impostado—. Son una mala influencia. Aunque habían sido sumamente convenientes, dado el caso. Me sentía francamente agotada. Había sido un día extenuante, desde el viaje de regreso a Galeia con la estúpida escala y el retraso del avión, hasta la infinidad de actividades que habíamos hecho en un solo día. Algunas más educativas que otras. Pero me sentía feliz de regresar y de volver a ver a los míos, de modo que en uno de mis arranques caprichosos particulares rodeé su cuello con mis brazos, y la atraje hacia mí con suavidad, hasta quedar tumbadas sobre el colchón. Aún tenía que completar el maldito tema para el examen, pero me permitiría estar así un ratito. Solo un poquito. —Dudo mucho que queden porciones de pizza de sobra en la mañana, así que desayunarlas no es una opción —murmuré, acurrucándome contra ella de manera distraída—. Pero seguro que debe haber pastelerías cerca. Podría comprarme una berlina rellena de chocolate blanco. O un donut con virutas de frutos rojos. O quizás un bizcocho, o también... Si no me detenía iba a empezar a babear ahí mismo, metida en mis propias ensoñaciones como estaba. Mi voz iba perdiendo volumen por momentos, pero no parecía darme cuenta. Era tal la paz que sentía, arropada por el calor que irradiaba su cuerpo, que cerré los ojos en algún momento, sin pretensiones de irme a dormir realmente. Aún tenía... Aún tenía que... >>...Al final no me sacaste una nueva tarjeta —musité, recordando la infinidad de preguntas esparcidas por el colchón, las cuales su mayoría yacían ahora en el suelo, junto a nuestra ropa—. El libro no debe... haber acabado demasiado lejos. Déjame recargar energías cinco minutos más y entonces... entonces... Mimi pudo notar cómo los brazos que la rodeaban fueron perdiendo fuerza, hasta que mi voz fue sustituida por mi respiración acompasada en su lugar. Probablemente a la mañana siguiente me frustraría por haber perdido esa pelea contra el libro, pero en ese instante me sentía feliz y arropada. No podía pedir más.
Mimi Honda —¡O-oye!—me quejé con voz aguda, quejumbrosa, cuando su respuesta fue estirar mis mejillas. Eso no era lo que debía pasar… ¿qué con eso? ¡Repentinamente parecía más Mimi que yo! Ni siquiera me pasaba la vida viendo ese tipo de películas, también leía mang- Oh por Arceus, estaba cavando mi propia tumba. Me atrajo nuevamente hacia ella y nos quedamos tumbadas allí con mi mejilla sobre su pecho. Podía escuchar su corazón con claridad. Era curioso, sonaba agitado aún, pero me resultaba soporífero y me ayudaba a calmarme. Me sentía profundamente relajada y en paz, tanto que mis ojos luchaban por mantenerse abiertos. Tras algunos segundos volvió a hablar y abrí los ojos con contrariedad. ¿Porciones de pizza? ¿De qué estaba hablando ahora? ¿Tanto le había fundido el cerebro que creía que habíamos comido pizza para cenar? No se lo dije aún así. Me hizo cierta gracia pero solo le seguí la línea de pensamiento porque estaba olvidando el mejor desayuno de todos. —Un éclair—apunté—. Un éclair es siempre una buena opción. Había dicho que me traería el desayuno a la cama… ¿de verdad iba a hacerlo? Si me traía a la cama un éclair y una taza de té en la mañana… me sentí enrojecer aún más y con un pequeño gimoteo volví a buscar refugio en su cuello. No, no, demasiado caballeroso por su parte. Era ella la que quería matarme, ¿verdad? Era sibilina como un Seviper, pero su verdadero objetivo era causarme un infarto. Fruncí ligeramente el ceño y la rodeé con más fuerza con mis brazos cuando insinuó que iba a seguir estudiando. ¿Ahora? Ni de coña. A la jodida terca le quedaba cero de energía, tanto física como mental. No iba a permitirle que se forzase a estudiar en ese estado. Si pensaba que habíamos cenado pizza, no tenía la mente para más conocimientos. Ese cerebro estaba fuera de servicio por ahora. No tuve que insistir porque el cansancio hizo el resto del trabajo y cuando sus brazos perdieron fuerza y su respiración se tornó profunda y acompasada, supe que se había quedado dormida. Solté un pequeño suspiro de circunstancias. Arceus, ¿qué iba a hacer con esta idiota? La miré en silencio repasando sus facciones relajadas en la penumbra y el rubor que pintaba sus mejillas. La imagen me hizo sonreir. Extendí mi mano para apartarle el flequillo de la frente y dejé un pequeño beso ahí. —Te quiero mucho Liz. Mucho. Mucho. Repetí las palabras exactas que le había dicho en el restaurante antes de apartarme finalmente y tumbarme a su lado. No les condecí mayor importancia a las preguntas que zumbaban en mis oídos como un enjambre de Combee furiosos. No quería. Estaba feliz y mi pecho se sentía cálido. La felicidad solía ser un sentimiento que se me escapaba. De modo que ignoré todo lo demás y me acurruqué a su lado. En cuestión de segundos yo también me quedé dormida.
Liza White Cuando abrí los ojos de nuevo, sintiendo los párpados pesados por la somnolencia y la pereza, la habitación ya se encontraba bañada por los primeros haces de luz de la mañana. A juzgar por la claridad del cielo aún debía ser temprano, quizás las siete o las ocho de la mañana. Aunque me acurruqué y traté de seguir descansando me fue imposible hacerlo; mi reloj biológico había sido alterado por el estúpido entrenamiento matutino desde hacía un par de meses. Sabía que no tenía caso. Me erguí sobre el colchón, frotando mis ojos mientras se me escapaba un ligero bostezo. Mimi continuaba durmiendo profundamente a mi lado, en completa paz, y la imagen me resultó entrañable. En mi caso había dormido... francamente bien. Me atrevería a decir que mejor de lo que lo había hecho en mucho tiempo. Las pesadillas habían disminuido considerablemente con el tiempo, y con ellas el sonambulismo que las acompañaba. Pero, aún así, solía encontrarme a mí misma despertando con el mismo cansancio que cargaba en la noche anterior, aunque durmiese durante horas y horas. Hoy, en su lugar, me encontraba fresca y llena de energía. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando me alcanzó la brisa fresca de la mañana, y recordé que Mimi se encontraba justo debajo de la ventana. Me aproximé para cubrirla con la sábana, y aproveché la cercanía para apartarle un mechón de cabello del rostro, con una caricia suave. Hasta las personas como ella podían estar así de tranquilitas de vez en cuando, ¿eh? La gracia me bailó en los labios y salí de la cama finalmente, cubriéndome con algo de ropa que pillé por ahí. Tenía tiempo para darme una merecida ducha y pensar qué me pondría el día de hoy. Abrí la llave del agua tarareando una alegre cancioncilla, usando mis dedos como batería contra la superficie de la mampara. La caricia del agua se sintió refrescante, y aproveché ese tiempo de autocuidado para reflexionar lo que haría el día de hoy. El Frente Batalla me atraía, si bien hacía mucho que había dejado de combatir como tal. Pero eso era como quien montaba en bici, ¿no? Era algo que no se olvidaba. Las únicas zonas que no había probado aún habían sido la Plataforma y la Fábrica Batalla; quizás pudiese intentarlo. La idea me emocionaba, y con eso resuelto y los ánimos renovados, procedí a echarme champú sobre el cabello. Era un gustazo tenerlo tan corto, por Arceus. Ya no tenía que luchar contra los rizos y perder todos y cada uno de los enfrentamientos. Tras disfrutar de mi tiempo de paz en la ducha, me anudé la toalla al cuerpo y fui a elegir el conjunto del día al armario. Años atrás no le había dado nada de importancia a mi imagen; pillaba la primera camiseta y short que encontraba, y a correr. Con el tiempo había ido cambiando eso, y ahora ponía algo de cuidado en lo que elegía. Seguía teniendo cero nociones de moda, pero Mimi me había recomendado conjuntos en su día, los había anotado todos y cada uno de ellos, y los había estado siguiendo a pies juntillas. Blusas, alguna que otra falda, pantalones anchos, monos... Me sorprendía lo mucho que cambiaba una con alguna idea en lo que hacía. De vez en cuando me daba pereza y seguía vistiendo casual, pero el día de hoy me apetecía darle algo más de vueltas. Opté, tras revisar la lista largo y tendido, por escoger un top de un tono negro, una blusa abierta de color beige, que caía de forma relajada a ambos lados, y unos vaqueros azules desgastados. Era una opción desenfadada, moderna y adaptable, o algo así dirían en su jerga, a saber. Seguía siendo una newbie, a fin de cuentas. Me estaba colocando los pendientes de aro, girando ligeramente el rostro para poder engancharlos bien, cuando noté en mi reflejo en el espejo algo en lo que no había reparado hasta entonces. Dejé lo que estaba haciendo y me incliné hacia delante, frunciendo ligeramente el ceño mientras me acariciaba la zona con la yema de los dedos. ¿Por qué tenía marcas tan rojas en el cuello...? Abrí los ojos cuando comprendí de lo que se trataba. Dejé mis cosas en el lavabo y me dirigí con rapidez hacia la cama donde Mimi aún se encontraba, subiéndome al colchón de un salto, aterrizando en él de rodillas. Ni siquiera reparé en el susto que tuve que haberle dado a la pobre, teníamos cosas más importantes de las que preocuparnos en ese instante. —Mimi. ¡Mimiko, despierta...! —La insté, zarandeándola un poco. Cuando pareció medio ubicar el mundo, señalé mi cuello, con la urgencia impresa en mi voz y en mis gestos—. Dime que tienes maquillaje para esto. Yo no y no pienso ir al encuentro de Dante a... sí... —Mi voz perdió fuerza cuando reparé en que no era la única en esa situación. Coloqué mis manos en sus mejillas, girándole el rostro hacia un lado. La dejé ir al poco tiempo, soltando un suspiro de circunstancias. Ah, maravilloso—. ...Olvídalo. Saldré a comprar más.
Mimi Honda El resto de la noche transcurrió en un apacible y confortable silencio. No solía dormir mal, pero esa ocasión dormí mucho mejor de lo que había dormido nunca. Ya fuera porque estaba relajada hasta límites ridículos o por la agradable compañía, lo cierto es que disfruté de una noche de descanso reparador. Dormir bien era extremadamente importante para la piel, pero siendo Holder esa era una misión imposible más veces de las que me gustaría admitir. Repentinamente, mientras mi mente se perdía en un sueño de lo más agradable, el mundo me cayó encima. Mi corazón dio un vuelco repentino y abrí los ojos de golpe, conteniendo una exclamación ahogada de puro espanto. Liza. Todo el tiempo que estuvo hablando, girando mi rostro para comprobar las marcas que ella misma había dejado me mantuve con los ojos cerrados y el ceño fruncido, y eso no era una buena señal. Antes de que pudiera reaccionar le había dado un almohadazo en la cara que la lanzó hacia a un lado. —En primer lugar, ¿qué forma de despertar a alguien es esa?—le espeté con los puños apretados. Me incorporé de la cama, airada, para recoger mi ropa interior del suelo— Y en segundo lugar, ¿qué crees que es mi estuche de maquillaje? ¿El almacén central de Maybelline? No había suficiente maquillaje en el mundo para ocultar esas mordidas caníbales. —Mira esto—apunté señalando un lado de su cuello. Recordar que eran culpa mía hizo que un ligero rubor me subiera al rostro en medio de un acceso de verguenza. Me había desmaquillado antes de ir a la cama o sí no tendría todo el cuello lleno de marcas de pintalabios. Y no solo el cuello—. Y esto. ¡Y esto! Oye… ¿y esto? ¿En qué momento…? Suspiré derrotada dejando caer los hombros. No tenía caso, si me ponía a buscar más no acabaría nunca. Lo más productivo sería ocuparnos de las que eran más visibles. >>Déjame ver que puedo hacer—hice una mueca al recoger mi sujetador de encima del televisor y desaparecí dentro del baño. No tenía ninguna experiencia ocultando chupetones con maquillaje, era literalmente la primera vez, así que no sería raro buscar la ayuda de Dex ¿verdad? Ignoré sus aviesos comentarios—estúpida inteligencia artificial demasiado inteligente—y me detuve frente al espejo para observar mejor aquellas marcas. Mi cuello, las clavículas, los… ¿senos también? Oh, rayos. Nos habíamos vuelto locas esa noche. Por suerte tenía todo lo necesario en mi estuche así que tras darme una ducha que me reconfortó y ayudó a aclarar ideas, regresé al cuarto en ropa interior y me senté en la cama palmeando el lado del colchón junto a mí. —Ven. Déjame hacer magia. Cuando se sentó a mí lado alcé ligeramente su mentón con la punta de mis dedos para tener mejor acceso a su cuello. Las marcas, de un color rojo intenso, empezaban a tornarse moradas en algunas partes—qué brutalidad—. Apliqué un poco de corrector rojo en mi dedo índice y lo apliqué sobre los mismos con ligeros toquecitos, extendiendo el maquillaje sobre su piel. Mi mirada de tanto en tanto se desviaba de su cuello a sus ojos y nuevamente a su cuello por… ninguna razón particular, quería creer. Era extrañamente íntimo. Pero resultaba ridículo ponerme nerviosa por ello después de todo lo que habíamos hecho la noche anterior. Estuve varios minutos allí, difuminando las marcas visibles, al menos las más evidentes con mis dedos y una esponja. El silencio, tan solo perturbado por su respiración y la mía, resultaba extrañamente reconfortante. De vez en cuando tarareaba alguna melodía clásica, de esas que me gustaba interpretar en el piano. Cuando terminé sonreí, francamente orgullosa de mí trabajo. —Et voilá. C’est magnifique—imité el acento de Kalos solo porque sí— ¿No soy increíble? Procura no sudar mucho hoy.
Liza White —¡W-Wah! El golpe con la almohada fue tan repentino y contundente que me desestabilizó, haciéndome caer hacia el costado. Me aparté el cabello del rostro desde abajo, conteniendo una exclamación de pura indignación. La molestia mutó en comprensión al poco tiempo, atendiendo a su reacción con mayor claridad, y terminé rindiéndome sobre el colchón como un peso muerto, resignada. No había sido la persona más amable despertándola, ¿cierto? Lo tenía más que merecido, suponía. Mimi comenzó a reparar en todas las zonas afectadas, haciendo que la sangre se me subiese a las mejillas. Había estado tan entretenida con mis propios pensamientos en la ducha que no había reparado en las marcas hasta que estuve vestida, cuando empecé a colocarme los pendientes frente al espejo. ¿Cuánto aire debía de tener en la cabeza para pasar algo así por alto? Era francamente imbécil. Abrí los ojos, esperanzada, cuando dijo que intentaría encontrar una solución a pesar del escenario nefasto que nos rodeaba. Me erguí mientras la seguía con la mirada, en dirección al baño, y me llevé la mano a la oreja al recordar algo. —¿Me puedes lanzar mi pendiente? Creo que lo he dejado en el lavab… —Antes de completar la frase me lo lanzó, y pude pillarlo al vuelo desde mi lugar. Sonreí de lado, girándolo en mi dedo, satisfecha—. Eso sí que es eficiencia. Gracias. El tiempo que Mimi pasó buscando la solución a nuestros problemas lo invertí en terminar de prepararme y en ordenar la habitación un poco. Intuía, viendo que aún seguía sin vestirse, que si llegaba a tiempo para el desayuno lo haría saliendo con prisas. Y ya que el esfuerzo que estaba haciendo también me favorecía a mí, suponía que podía ayudarla de igual forma desde este lado. Trabajo en equipo y esas cosas. Cuando salió había terminado ya de hacer la cama y de recoger las estúpidas tarjetas del suelo. Me pidió que me sentase a su lado y acudí, diligente, colocando las manos sobre mi regazo. No sabía muy bien cómo iba a ocultar todo… eso, pero tenía fe en ella y en sus capacidades. Me sentía segura en sus manos. Comenzó a aplicar así el maquillaje con cuidado, alzando mi mentón con los dedos, y me dejé hacer sin oponer resistencia. Al principio me quedé bien quieta, respetando su trabajo. Pero como era una culo inquieto, con el pasar de los minutos empecé a removerme, sin saber dónde posar la mirada o qué hacer con las manos. La miraba a ella, miraba al techo, me preguntaba si estaba habiendo algún avance o si podía escuchar el rugido de mi estómago. Tenía hambre. —¿Te queda mucho? —pregunté, y no tardé en recibir su reclamo por mi evidente impaciencia, haciendo que cerrase los ojos, como una niña regañada. La Mimi ebria me trataba mejor, ¿por qué no podía volver? No era justo. Estaba disociando bastante cuando me llegó el anuncio de que había terminado, por lo que tardé un poco más en procesarlo. Al hacerlo me levanté de la cama como un resorte y fui directa al espejo del baño, repasando la piel de mi cuello y el tono tan natural que tenía con asombro. Solté un silbido. Dex habría hecho parte del trabajo, sí, pero la Honda tenía talento para eso. —Mims, eres una genia —La halagué al salir, sintiendo cómo me quitaba un enorme peso de encima. No me importó que pudiese subírsele a la cabeza, me apetecía valorar su esfuerzo como se merecía—. ¿Qué hay de ti? ¿Te lo harás sola o necesitas ayuda? Soy un desastre para eso, pero tendré que aprender a aplicar maquillaje en algún momento. Eché un vistazo al reloj de soslayo y enarqué una ceja, repasándola con la mirada después. >>¿...Cuánto decías que tardabas normalmente en arreglarte?
Mimi Honda Alabó mi trabajo y mi pecho de hinchó de pura soberbia. A este Litten orgulloso le gustaba mucho que le dorasen la píldora. Puse los brazos en jarra y alcé el mentón, sonriendo con los ojos cerrados. Si realmente fuese un Litten estaría moviendo la cola en un gesto altivo. —Lo sé, lo sé~. Se había movido más de la cuenta porque era más inquieta que un Spoink con sobredosis de cafeína, pero me las había arreglado para hacer un trabajo particularmente decente. El maquillaje ocultaría las pruebas de nuestra aventurilla nocturna y nos evitaría preguntas incómodas. No me arrepentía de nada pero prefería evitar miradas aviesas y preguntas malintencionadas. Mi vida personal era solo mía. —Puedo sola—le respondí con simpleza cuando se ofreció a ayudarme y me incorporé de la cama para acercarme al espejo del baño. No es como si no confiase en sus habilidades pero no... confiaba en mi capacidad para mantenerme estoica mientras estaba literalmente a milímetros de mí. Si no controlaba ese estúpido impulso salido de quién sabe dónde, iba a besarla de nuevo. Uuurgh. Me encargué de tener a punto todo lo que iba a necesitar para prepararme. Tenía trabajo ese día y luego iría a Udan a por Lurantis. Ese Pokémon era mi salvación para superar la entomofobia. Parecía tipo bicho, pero no lo era. ¡Mejor terapia imposible! Por lo demás, todo estaba bastante… normal. No había cambiado nada entre nosotras. Le dirigí una mirada de soslayo a través del espejo. De verdad todo... ¿seguía igual? —¿Por qué tienes tanta prisa siempre?—cuestioné con cierto tono de circunstancias mientras aplicaba corrector en una marca particularmente visible a un lado de mi cuello—. ¿Vas a comisión?
Liza White —Porque soy un... ¿Lillipup con hiperactividad, supongo? Creí que ya me conocías —comenté, inventándome la comparación sobre la marcha, y me dejé caer de nuevo sobre la cama, viendo la ligereza con la que se estaba tomando todo. Esto iba para rato—. Y porque habíamos quedado con Dante para desayunar. Supongo que le mandaré un mensaje, para avisarle de bajar más tarde. No tardé demasiado en hacerlo, y pronto me quedé sin cosas que hacer. Suspiré, mirando el techo con aburrimiento. Era... extraño. Me había quejado y costado acostumbrarme a la rutina de ser un Ranger principiante, correteando de aquí para allá con decenas de trámites por finalizar, y ahora que finalmente tenía tiempo libre... echaba en falta parte de la adrenalina. Eso no estaría a medio camino de convertirse en una adicción, ¿no? No quería ser una adulta adicta al trabajo de aquí a diez años, gracias. Me llevé las manos a la nuca, contando las manchas del techo como si fueran la cosa más interesante del mundo, cuando empecé a hilvanar ideas aleatorias en mi mente. Ideas demasiado geniales como para privarle al mundo de ellas. Y, cómo no, tenía que molestar a alguien con la verborrea. —...Lo estoy pensando bien, y a ti no te pega nada ser un Litten —inicié mi argumento, con la misma seriedad de quien defendía una tesis frente al tribunal—. Osea, sí debería ser un felino, pero Litten es demasiado... ¿tosco? para ti. Estoy segura de que debe haber algo mejor por ahí. Como... Como un Purrloin. Esos son más presumidos, pero son de Teselia. Y tú discriminas a los teselianos, así que ese tampoco cuenta —Evidentemente no discriminaba a nadie, pero seguía ofendida con la tontería—. Tiene que ser uno más pijo... Glamuroso, quiero decir. Uno al que le pegue ponerle un lacito. >>¡Ah! —exclamé entonces, habiéndose encendido la bombilla en mi cabeza—. ¡Un Glameow! Son de Sinnoh, como tú, y son coquetos y elegantes. Además, el shiny es rosa, ¿no? ¡Es perfecto para ti! Y yo sería un Lillipup porque son marroncitos, una bola de energía infinita con patas, y porque son tan cute como yo —dije tan tranquila, medio en serio medio en broma. Y luego me quejaba de mi padre. De tal palo, tal astilla. Solté una risita al visualizar la imagen en mi cabeza, entretenida con mi propia tontería (y porque no tenía nada mejor que hacer), y entonces noté por el rabillo del ojo un bolígrafo sobre la mesa y una servilleta limpia. ...Oh. No lo dudé un segundo y me fui directa hacia allí. Le dije a Mimi que estaba por observar la creación más espectacular que vería en su vida, aunque lo cierto es que dibujaba horrible. Ojalá tuviese un mínimo del talento que tenían mi madre o Cheren, pero la vida a veces no era justa, nada que hacerle. Así estuve, entretenida durante un rato, mientras Mimi terminaba de prepararse, y cuando tuve mi creación lista extendí los brazos al frente para contemplarla, con el orgullo que una madre sentía hacia su hijo. Arceus, era una cría cuando quería. —Contempla mi obra magna —Aparecí al rato por el baño, tan casual, y le tendí la servilleta con ademanes grandilocuentes. Cuando la sostuvo le guiñé uno de mis ojos—. Más te vale que la conserves. Valdrá un pastizal de aquí a varios años, recuerda mis palabras. La confianza que tenía en mí misma para soltar esa clase de cosas ante semejante aberración era envidiable cuanto menos. Hasta yo era consciente de lo horrible que era, por lo que si bien aguardé a su reacción fingiendo un gesto solemne, expectante, la comisura de mis labios me tembló con el inicio de una risa. Contenido oculto Mi hija es una artista: Como se supone que lo imagina: Contenido oculto
Mimi Honda Un Lilipup con hiperactividad no alcanzaba a describir tan solo una décima parte de su carácter inquieto pero estaba demasiado entretenida disimulando sus besos caníbales como para darle importancia. Mientras seguía hablando, su monólogo me llegaba un poco a lo lejos porque mi tren de pensamiento era uno muy distinto. ¿Quizás usar un poco de polvos traslúcidos evitaría que se corriese el maquillaje? No confiaba demasiado en eso... Si iba a Udan, iba a achicharrarme de calor y el sudor disolvería la base. ¿Un pañuelo? Un pañuelo me cubriría el cuello y era fresco y adaptable, así que no resaltaría en una isla tropical. Debía tener algunos en mi propia habitación. Y si no, no perdía nada por pasar por una boutique y comprar uno. Sonreí ante la genialidad de mi propia idea. A veces me sorprendía a mí misma con mi ingenio. Volví a mirar mi reflejo en el espejo a medida que hablaba y enarqué una ceja con curiosidad. ¿Un Litten era demasiado tosco para mí? El tosco era la mascota de una caja de cereales que tenía por última evolución, Litten era adorable. Una bola de pelos que podía quemarte si quisiera. A mi mente acudió su descripción en la Pokedex: Si alguien que no sea de su confianza intenta acariciarlo, se arriesgará a conocer de primera mano lo afiladas que son sus garras. Encajaba conmigo como un guante. Aunque, al parecer, incluso las personas de confianza podían conocer cuan afiladas eran mis garras, tanto las reales como las metafóricas. Miré mis uñas en ese momento y enrojecí, el rubor de nuevo encendiéndome las mejillas. Debería... darle una pomada o algo para que se aplicara en la espalda. Mi mente se perdió en esas cuestiones hasta que por el rabillo del ojo la vi ingresar en el baño llevando algo consigo. Giré lo suficiente para encararla y cierta curiosidad me pintó el semblante cuando mencionó que se trataba de su obra magna. ¿Eh? Nunca había visto a Liza dibujar. ¿Se le daba tan bien como la fotografía? ¿Era una genio aún por descubrir de las artes plásticas? ¿Iba a poder dibujarme a parte de fotografiarme? Todas aquellas ideas se disolvieron como un azucarillo en una taza de té. Parpadeé lentamente, como si mi cerebro no pudiera procesar lo que estaba viendo. —... ¿huh? Un dibujo feo hasta decir basta de lo que se podía adivinar eran un Glameow y un Lilipup lado a lado. El Glamaeow, que según sus discurso me representaba a mí, tenía los ojos cerrados en un gesto de serena contemplación. El Lillipup, ella en el papel, definitivamente había tenido días mejores. Parecía sacar la lengua y tener abierto un ojo, pero sus orejas era amorfas y dispares y no había concordancia estética. Era un desastre. No quería ser hiriente pero me fui imposible contener la risa. No sabía si era la imagen en sí, la estupidez intrínseca del momento o el hecho de que Liza estuviera también a punto de reírse, pero no pude aguantarme. Me reí a carcajadas, una risa genuina y transparente, cristalina y desenfadada, y cuando finalmente pude recomponerme me di cuenta de que se me habían saltado las lágrimas. Aún me estaba riendo cuando me enjuagué una traicionera con el dedo y le sonreí con completa y absoluta honestidad. No sabía cómo sentirme exactamente, así que el momento tierno duró poco. Simplemente... tenía demasiadas cosas dentro e hice lo que solía hacer siempre: Tomar todos esos sentimientos, comprimirlos hasta hacerlos una pelota y patearlos lejos. Extendí mi mano y le di un golpe en la frente al hacer resbalar sobre mi pulgar la uña del índice. —Eres idiota. Contenido oculto Don't mind me i'm just here, shipping in silence
Liza White Solté un "pfft" cuando empezó a reírse a carcajadas, y contagiada por su propia risa y la gracia que me causaba toda la situación, yo también acabé haciéndolo. Nos reímos hasta que se nos saltaron las lágrimas, dejándome al finalizar una sensación agradable en el pecho. La observé en silencio mientras se recomponía pensando que, quizás, nada había amenazado con cambiar entre nosotras en ningún momento. Todo se sentía tan natural como siempre. Lo agradecía en el alma. Mimi terminó por sonreírme, una sonrisa genuina y brillante que me suavizó los gestos. Eran pocas las veces que sonreía así. Su orgullo solía impedírselo, pero no pude evitar pensar que debería hacerlo más a menudo. Reparé en sus facciones relajadas, en mitad del mapeo mis ojos se detuvieron en sus labios y desvié la vista hacia cualquier otro punto, desechando el impulso salido del momento. Aún no sabía cómo catalogar todo lo que sucedió ni cuáles eran los límites ahora. Preferí simplemente no cagarla. El golpecito que me dio en la frente me hizo volver en mí y sonreí, divertida, frotándome la zona afectada. —Lo tomaré como un "Lo guardaré como oro en paño, muchas gracias por tu enorme generosidad". En esa ocasión no me salí del baño, si no que decidí quedarme allí, sentada sobre la tapadera del inodoro, observándola hacer sus cosas como una presencia silenciosa pero insistente. Una forma de hacer presión sutilmente. Pero sabía que a ella le resbalaba ese tipo de cosas en el fondo, así que no tendría demasiado efecto. Al menos me podía hacer compañía mientras tanto. Apoyé la mejilla en mi puño, conteniendo un bostezo. —¿Qué planes tienes para hoy? —cuestioné, por hablar de algo—. ¿Tienes sesión de fotos o algo así?
Mimi Honda —Faltaría más—convine con cierta gracia y doblé la servilleta para que no se rompiera antes de dejarla a un lado, con solemnidad impostada—. Es un White auténtico. Lamentablemente para ti, me comparaste con un Litten, así que ahora te aguantas. Probablemente un Glameow fuese más acertado. Eran conocidos por ser imprevisibles. Cuando estaba enfadados le gustaba arañar a los demás y cuando estaba contento ronroneaban cariñosamente. Eran de carácter rencoroso, una actitud que le hacía rasguñar la nariz de su entrenador si este no les daba de comer. Pero, en serio... ¿qué menos que eso? Ya que lo sacas de su hábitat natural arrojándole una bola de metal encima, lo menos que deberías hacer es asegurarte de que está bien alimentado. Yo también le arañaría la cara. Liza se sentó sobre la tapa del inodoro aguardando a qué terminase de prepararme. La miré de soslayo a través del espejo antes de seguir con el maquillaje, aplicando iluminador sobre mi piel. Iba para largo y no tenía intención alguna de apresurarme. —Un casting para un comercial—respondí sin mayor alarde, centrada en lo que hacía. Hice una pequeña mueca—. El productor, Günter Hoffman, solo va a estar unas horas en la ciudad. El resto de chicas de la agencia están locas por trabajar con ese hombre, pero a mí me trae sin cuidado. Si quieres hacerte una idea de como es, piensa en un Diggersby.
Liza White Su comentario, si bien cargaba un tono jocoso evidente, captó parte de mi interés. Si mi madre usase su apellido de casada, un White definitivamente valdría mucho más de lo que Mimi imaginaba en ese instante. Pero, en lugar de eso, Elizabeth firmaba todas sus obras bajo el pseudónimo de Azalea, por el significado que esa flor tenía para ella. Fue la flor que mi padre le regaló en su primera cita, escogiendo en el lenguaje de las flores el significado que creyó más preciso en su relación: "Cuida de ti mismo por mí". También simbolizaban la femineidad, la elegancia, la nostalgia o la promesa del primer amor, dependiendo de la cultura de la que hablásemos. Siempre me había gustado escucharla hablar de esas cosas. Sonaba... muy profundo y trascendente, de alguna forma. Mimi me mencionó entonces que tenía entre manos un casting para un comercial, y que todas las chicas de la agencia estaban loquitas por ese hombre menos ella. Enarqué una ceja, repentinamente interesada. —¿Es mono? —cuestioné, con cierto tono pícaro, pero ella misma se encargó de desechar la idea al compararlo con un Diggersby. Solté una risa por la nariz. Vaya diferencia tan diametral de opiniones—. ¿Y por qué esa emoción por trabajar con él, entonces? ¿Es muy famoso o algo así? Sabía que en el mundo del modelaje a veces tenías que poner tu mejor sonrisa y soportar trabajos que no te interesaban en lo absoluto solo por poder avanzar algo más en tu carrera. Imaginaba que Boris estaría detrás de eso, pero me causaba curiosidad saber cuál era la perspectiva de ella en este caso.
Mimi Honda Diggersby tenía algo que me resultaba perturbador y era la misma sensación que me producía Hoffman. Algo en sus ademanes, en su sonrisa excesivamente bondadosa o en todo el envoltorio general me ponía los pelos de punta. Si no pasaba el casting, me importaba nada y menos. Pero era una oportunidad destacable y yo era una profesional... o por lo menos intentaba serlo. Si mi agente decía que era una buena oportunidad para mí, la tomaría. Llegaría allí, posaría con resolución y diría las estúpidas tres frases de turno. Hasta el momento solo había tenido unos diez trabajos esporádicos, la mayoría en campañas bastante pequeñas. La frase que más escuchaba era: "Gracias por su interpretación señorita Honda, ya la llamaremos". En más de una ocasión me habían dicho que no daba el perfil por no ser lo bastante alta o delgada—¿perdón? Tenía el peso y la complexión adecuadas para mi estatura—, o que me faltaba algo más. Me irritaba. Odiaba lo competitivo y depredatorio que era el mundo de mi profesión. No se parecía en nada a mis sueño de niña. Estaba harta de la misoginia, los micromachismos y ser vista como un simple trozo de carne vacío y sin alma. Una modelo era una persona. No una muñeca con accesorios intercambiables. —Es un pez gordo elitista como la mayoría de empresarios y está forrado—eso incluía a mi padre. La comparación me hijo apretar mis dedos algo más de la cuenta en torno a la esponja de maquillaje—. Es el productor, director del comercial y dueño de la marca a la vez. Quiere promocionar una nueva bebida para hacerle competencia a Frizz!. Odio esa cosa. Ni siquiera sé por qué la venden.
Liza White La escuché hablar en silencio, prestando atención a lo que decía. Se lo había dicho muchas veces, pero el mundo por el que Honda trataba de abrirse paso me… preocupaba. Confiaba en que sabía defenderse y retroceder de ser necesario, ese no era el asunto aquí. El problema residía en toda la mierda que tenía que oír y aguantar cada día, y en cómo eso amenazaba con repercutir en su psique a largo plazo, aunque ella misma me lo negase. Conocía tan solo la punta del iceberg, pero podía hacerme una idea general; los comentarios sobre su físico, sobre su aspecto, sobre cómo debía lucir o comportarse para conseguir un determinado papel de mierda. Las chicas como ella debían tragarse su orgullo y en casos extremos hasta su dignidad por obtener unas migajas de fama, y yo no quería eso para Mimi. Podía fingir que todo ese mundo le resbalaba y que ella era más fuerte, pero… seguía siendo humana. Había superado muchas inseguridades recientemente. No quería que ese mundo le generase más. Pero era su vocación, su sueño, y no me quedaba más que respetarlo. Mi propio oficio no estaba exento de corrupción en cualquier caso. Con un solo vistazo podía diferenciarse a los Rangers novatos de los más veteranos, prestando atención únicamente a su actitud excesivamente optimista y determinada. Los principiantes como yo aún teníamos esperanzas, la inocencia de pensar que realmente podíamos cambiar el mundo de alguna forma. Al parecer, con el tiempo, esa ingenuidad solía perderse. Ya fuese al tener contacto directo con situaciones duras, de esas que te enseñaban lo podrido que en realidad estaba el mundo, o por los numerosos sacrificios por los que pasaba uno durante su ascenso en el cuerpo. Era la parte cruda de mi profesión, pero ninguna se salvaba de algo así en realidad. Estábamos en la edad de darnos cuenta de cómo funcionaba el mundo. Cómo enfrentásemos esa verdad dependía tan solo de uno mismo. Por eso, porque quizás era una ingenua, una estúpida o ambas cosas, yo decidía seguir creyendo en que había algo bueno allí fuera, a pesar de todo. —¿Qué es lo que te hace feliz de ser modelo, Mims? —cuestioné, con tono sereno. A pesar de estar mirando lo que hacía, mi mente estaba muy lejos de allí—. Cuando me siento frustrada, agobiada y con ganas de tirar la toalla, es lo que siempre me viene a la cabeza. Algo bueno debe tener si me estoy esforzando hasta el cansancio, ¿no? Da igual si es físico o mental, como te sucede a ti. >>En mi caso, me hacen feliz muchas cosas. Por ejemplo… cuando salvo a un grupo de pokémon, poniendo en peligro mi vida, y uno de ellos regresa a los pocos días a mi encuentro, presentándome a sus crías —Esbocé una sonrisa ligera, perdida en mis propios recuerdos—. O cuando ayudo a algún niño y este me devuelve su gratitud con un dibujo, diciéndome que algún día quiere ser como yo. Esas cosas, por pequeñas y desinteresadas que parezcan… hacen que las heridas, el agotamiento o la frustración dejen de tener peso. Porque en el fondo sabes que, por esa clase de cosas, todo el esfuerzo ha merecido la pena. No sabía cuáles serían las cosas positivas que Mimi sacaría de todo eso, pero sabía con certeza que debían existir. Por algo lo había elegido. Su mundo seguiría repleto de toxicidades y de podredumbre, nada ni nadie la libraría de eso. Pero de ella dependía bajo qué prisma desease ver su trabajo. —Cuando vayas al casting piensa en esto e intenta visualizarte a ti misma en ese anuncio insulso, habiendo sido elegida. Piensa en la gente que te verá, y sobre todo en esas pocas a las que conseguirás llegarles de verdad. Quizás, de esa forma… sí que merezca la pena aguantar a ese imbécil de Hoffman, después de todo.
Mimi Honda La pregunta de Liza me tomó por sorpresa y tardé un poco en reaccionar después de haberme perdido en mis pensamientos. Me gustaba escucharla hablar de su pasión, estaba llena de virtud y coraje y eso era algo que apreciaba genuinamente. Esbocé una sonrisa algo amarga a medida que hablaba porque ella era puro altruismo y mis razones, en su mayoría, eran egoístas. No había dicho nada realmente, pero ella sabía qué se me pasaba por la cabeza, ¿verdad? A veces parecía saberlo incluso mejor que yo misma. —¿Ahora eres psíquica y lees la mente? No contaba con que esa habilidad estuviese en tu currículum—solté un risa por la nariz desenfadada pero sin gracia y me giré para encararla apoyando mi espalda contra el lavabo. Guardé silencio durante unos segundos escogiendo con cuidado mis palabras. ¿Qué decir? Había demasiadas cosas y no quería dejarme nada en el tintero—. Lamentablemente mis motivos no son tan altruistas. Me gusta ser admirada, los halagos sinceros y disfruto el apoyo y el cariño de las personas que ven en mí un referente. Siempre ha sido así. Me gusta la atención pero no la busco obsesivamente y quiero ser admirada y querida, pero no hago méritos para serlo. Cuando era pequeña, me atraía la fama porque me hacía pensar que siempre que alguien supiese quién era, jamás estaría realmente sola. Me sentía emocionalmente desnuda aunque tenía ropa puesta pero era algo que podía manejar. No le había contado a Liza sobre eso... no le había a hablado a nadie sobre eso. Ni siquiera a mi terapeuta, aquella vez que regresé a Sinnoh después de lo sucedido con Emily. Sabía que era ridículo y estúpido, pero mi vida había sido tan solitaria que me había aferrado a las migajas de atención como quien se agarra a un clavo ardiendo. Ya no más. Después de Gérie y de haber bebido de esa copa llamada "fama", sabía que era lo que me gustaba hacer genuinamente. Los focos sobre mí, el calor del público, las sonrisas y los gritos emocionados de los fans. Ese era mi pequeño pedazo de Edén particular. Detestaba los convencionalismos, la vida sencilla y el trabajo de un oficinista no eran para mí. Al igual que tampoco lo era para White, incluso si teníamos formas muy diferentes de ver el mundo. Ambas coincidíamos en un punto en común: No éramos aves para estar enjauladas. >>No todo son cosas malas—cerré mi estuche de maquillaje y esbocé una pequeña, aunque genuina sonrisa—. Aunque hay una notable competitividad, mi relación con las demás chicas de la agencia es agradable. Conozco a todo tipo de personas, tengo un horario flexible que me permite tener tiempo para mí y mi equipo y la posibilidad de viajar y conocer otras culturas, gastronomías y lugares. Me fascina la parte artística. Y no hay nada que me suba más el ego que ver una de mis fotografías en la página de una revista. Y luego veo a esas chicas, niñas con el mismo sueño y pienso... ¿qué demonios? ¿Por qué no van a serlo si es lo que les gusta? ¿Por qué debería nadie de creerse con el derecho de impedírsel0 solo porque no alcanzan un perfil determinado?—apreté los puños, repentinamente irritada. Mi voz se llenó de una rabia sorda que no pude ni contener ni ocultar. Pensé en la niña que se acercó a pedirme un autógrafo el día anterior y mis uñas se clavaron dolorosamente en mis palmas— ¿Qué más da si se ve egoísta y vacío a ojos de los demás? Es su maldito sueño. No soy una mujer sumisa ni tienes el derecho de objetificarme solo porque me guste posar. Si nadie se queda y trata de cambiar ese mundo desde dentro, ¿qué clase de futuro le espera a esas niñas? Contenido oculto
Liza White Ser una esper no estaba entre mis cualidades, pero no lo necesitaba para saber que algo iba mal. Al final del día, tratar con una persona generalmente cerrada te volvía observadora y hábil en captar otra clase de detalles, que ni siquiera la propia persona sabía que estaba mostrando. A Mimi le pasaba mucho eso; cuando terminabas por comprenderla, el lenguaje no verbal la delataba. No esperaba, eso sí, todo lo que había bajo la superficie en realidad. Mi discurso había sido un intento por aliviar cualquier incomodidad con respecto a su casting de hoy... pero suponía que mi atrevimiento en asumir cómo se sentía le había dado alas para sincerarse del todo. Valoraba enormemente cuando lo hacía. Por ello la escuché, largo y tendido. Le permití desahogarse, sacar de dentro todo lo que le molestaba o le dolía, y las dudas que tuviese enquistadas en su pecho. Cuando lo hizo, cuando me expresó sus motivos para amar su profesión, las cosas malas y buenas que tenía y su loable propósito, me levanté del inodoro con tranquilidad y me acerqué a ella. Coloqué una mano sobre su mejilla, con suavidad, y le sonreí desde allí. Podía adivinar en mis ojos gratitud y comprensión. —Tu sueño también es altruista —repliqué entonces. Desde fuera podía verse una profesión egocéntrica, pero ahora que había expuesto lo que verdaderamente sentía me negaba a aceptar algo así. Era mucho más que eso—. Te gusta recibir atención y que reconozcan tu trabajo, pero no estás pensando solo en ti aún cuando tu carrera es tuya y de nadie más —Ese mundo era una completa jungla donde trataban de pisarse unos a otros todo el tiempo, pero Mimi no era así. Y eso me enorgullecía enormemente—. No estarías tan molesta si no te preocupasen esas niñas de verdad, ¿no es así? A tu manera intentas salvar a las nuevas generaciones de algo que estás sufriendo en tu piel en el presente. Ese coraje y determinación... ¿Estás segura de que no quieres ser una Ranger? Solté el comentario como una suerte de alivio cómico para la frustración que podía estar sintiendo con la situación que exponía, y dejé ir su mejilla al poco tiempo. Había cerrado su estuche, de modo que supuse que habría terminado por ese lado. Me llevé las manos a la nuca, rebasándola hacia la salida del baño a paso lento, con aire despreocupado. Seguramente aún le quedasen cosas que hacer, pero me estaba entumeciendo ahí sentada. Necesitaba estirar las piernas un poco. Aún le daba la espalda cuando decidí soltar algo más, algo que su confesión sincera me había hecho pensar. Me detuve junto al marco de la puerta. —Ya eres admirada, querida y notada por otros sin necesidad de las cámaras o de la fama. Tienes gente a tu lado que no va a dejarte sola, de modo que esos vacíos ya no deberían existir —Me mantuve unos segundos allí, rumiando mis propias opiniones al respecto en silencio. Retomé la marcha al poco tiempo—. Si disfrutas de tu profesión por amor al arte y no como medio para llenar carencias de ningún tipo, tu voz le llegará a todas esas niñas algún día. Estoy segura de ello.
Mimi Honda Sabía que no había gran cosa que yo pudiese hacer pero estaba harta de los prejuicios sobre mi profesión y de la actitud paternalista y condescendiente de los hombres que me rodeaban, como si necesitase que alguien me dijese constantemente lo que debía hacer porque yo no tenía criterio propio. A veces me sentía como un bonito adorno en medio de la sala. Una vez, incluso, mi codo se había encontrado con fuerza contra la mandíbula de un fotógrafo que pensó que tenía el derecho de tocarme. Eran las partes más oscuras, aquellas que se ocultaban y nadie mencionaba nunca, porque era mucho más fácil ver, oír y callar y seguir siendo el bonito adorno en la sala que perder el trabajo y enfrentar las críticas de personas que deberían apoyarte, pero te consideraban la mala de la película. Lo había visto y era algo que me quemaba por dentro. No iba a tolerar ese tipo de injusticias. Un puñado de imbéciles no mancharían mi sueño. Había agachado la mirada, así que cuando sentí la mano de Liza en la mejilla mi corazón dio un vuelco. No estaba preparada. Podía sentir mis ojos empañados por lágrimas de rabia e impotencia como una criatura enjaulada o atrapada por un cepo de caza. La miré sonriéndome con los ojos llenos de gratitud y el dique estuvo a punto de hacerse pedazos. No... no podía mirarme así. No era justo. Mientras mencionaba que yo también era altruista y que genuinamente quería ayudar a esas niñas solo pude agachar la mirada, ensombrecida por mi cabello aún suelto. Probablemente dijo lo de ser Ranger de broma, pero por un breve, brevísimo instante me lo planteé. Solté una pequeña risa y deseché la idea rápidamente al negar con la cabeza. Ya tenía un objetivo y algo que disfrutaba hacer. Que estuviese rodeada de personas malintencionadas no era culpa mía y tampoco de mi profesión. No iba a poner buena cara y permanecer impasible ante ningún tipo de injusticia. Ese pensamiento sí se adaptaba a la ideología de un Ranger. Ya no tenía esas carencias. Disfrutaba de la fama porque era lo que me gustaba hacer, porque me gustaba posar o combatir en un estadio frente a un público, no por tapar vacíos. Y era precisamente por personas como ella que ya no era una necesidad. No había abierto la boca hasta ese momento pero cuando la vi alejarse algo se activó dentro de mí. —Liz—la llamé con voz queda.
Liza White No tenía forma de saber que su malestar iba mucho más allá que eso. Por esa razón me alejé, despreocupada, volviendo a pensar en mis cosas. Podría asomarme un rato a la ventana mientras esperaba, o adelantarme yo misma a la cafetería. No recordaba el menú del desayuno, pero esperaba que tuviese dulces. De no ser el caso me pediría algo de beber y ya me pasaría por alguna tienda especializada más entrada la mañana. En esas estaba cuando su voz me alcanzó apenas. Sonó tan baja, tan queda, que por un momento pensé que lo había imaginado. Giré el rostro hacia el baño, antes de alejarme del todo, y la vi mirarme. Algo en su expresión me decía que eso no era todo, y me detuve al instante. —¿Sí? —cuestioné, dejando caer mis brazos a ambos lados de mi cuerpo. Cierta intranquilidad me bañó el cuerpo entonces—. ¿Qué sucede?
Mimi Honda No la dejé terminar de hablar. En cuanto estuvo lo bastante cerca la sujeté de la blusa y la atraje hacia mí besándola en los labios. Fue un beso ligero y corto y me separé antes de que probablemente pudiera procesar lo que estaba pasando. Y allí, aún cerca de sus labios, le susurré: —Te lo estabas ganando a pulso. No podía ser tan estúpidamente irresistible después de lo que había pasado la noche anterior. Esa era Liza White por lo general porque nuestra relación estaba cimentada en el apoyo y la comprensión mutua, y era algo que apreciaba genuinamente. Pero estaba sensible y alterada, mis sentimientos en ese momento eran un absoluto desastre. No sabía si era lo correcto o no, pero había liberado algo en mí y ahora no podía contenerme. Lo único que tenía claro es que me encantaba besarla. Me separé de ella como si no hubiera pasado nada y caminé por su lado adelantándola en el camino hacia la puerta. No la miré en ningún momento, ni siquiera me giré. Del mismo modo que cuando me molestó preguntándome por aquellas películas en la cocina del Centro, fingí demencia. >>Vamos—dije. Si mi voz no titubeó fue solo porque era buena actriz—. ¿No tenías tanta prisa? Contenido oculto Esto es oficialmente un manga yuri-
Liza White No me dio tiempo a reaccionar. De repente Mimi se acercó a mí, sujetándome de la blusa, y atrapó mis labios en un beso imprevisible. Cuando fui consciente de lo que acababa de suceder ella ya se estaba dirigiendo hacia la puerta. Lo único que supe fue que me quedé allí, entrando en cortocircuito durante unos segundos, notando las mejillas arderme y un revoltijo de sensaciones dentro de mí. ¿Esto iba a ser lo normal entre nosotras de ahora en más? Mi corazón no iba a poder soportarlo. Cuando me llegó algo de sangre a la cabeza pude poner mis piernas en movimiento, dirigiéndome de igual forma hacia la puerta. Estaba saliendo hacia el pasillo cuando recordé, y eso era un milagro teniendo en cuenta que estaba en piloto automático, que me olvidaba de algo importante en el armario. Algo que había olvidado darle a Dante el día anterior. Tomé el objeto, lo metí en la mochila, y salí ahora sí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Por olvidarme, me había olvidado del hambre que tenía y todo. Contenido oculto: Liza ahora mismo Te dejo a ti narrar la llegada a la cafetería y etiquetar a Neki, Jen. Esta está ahora mismo reiniciándose como para narrar eso (??)
Mimi Honda Fue un impulso. No estaba pensando en realidad. Haberme dejado el cabello suelto ese día era un notable plus; para ella no sería tan fácil ver mis orejas y notar lo rojas que estaban. Era lo único que podría delatarme. Aunque mis mejillas estaban en llamas no pensaba voltearme a mirarla. Me mordí el labio inferior. Ah, de verdad… ¿qué demonios estaba haciendo? Cuando llegamos a la cafetería Dante ya estaba allí con la puntualidad de un galariense. No recordaba que hubiésemos quedado a ninguna hora en particular pero todavía era temprano y tenía tiempo de sobra hasta las once. Luego de eso me iría al casting, regresaría, le llevaría los profiteroles de la noche anterior a Alpha a la Sede y me marcharía a Udan. Era un plan redondo. —Morning~—saludé alegremente tras hacer a un lado todo lo demás como una profesional—. ¿Qué tal la resaca del Suavignon Blanc? Yo me desperté sobresaltada porque alguien—no miré a nadie, al menos no directamente. Fruncí ligeramente el ceño al recordar su brusca forma de despertarme esa mañana—, desconoce el significado del término delicadeza. Ahora que lo pensaba no me sentía ni tan siquiera un poco mal. Ni siquiera me dolía la cabeza lo suficiente como para considerarlo. Contenido oculto Bueno Nekita , ya estamos aquí. Bienvenida de nuevo a este gay mess