Ciudad Témpera

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 27 Agosto 2013.

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    Andysaster

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    La negativa de Mimi me devolvió a la realidad. Realmente la que estaba de vacaciones era yo... Pero la vida de adulto continuaba para los demás. Mimi tenía sus cosas raras de modelo, y Magi le había concedido el día a Dante, pero era evidente que no podría aprovecharse de su amabilidad mucho más.

    Suspiré, sintiendo que la euforía del momento se apagaba lentamente. Yo no tenía mucho que hacer hasta que regresase a Almia... ¿Quizás debería ir al Frente? ¿Regresar a casa y pasar el resto de los días libres allí? Suponía que sería un problema de la Liza del futuro.

    —Nos vemos mañana para el desayuno al menos, ¿verdad? —le dediqué una pequeña sonrisa a Dante, apenada, y fue entonces que reparé en el Komala que se me había engachado de repente. Solté el aire por la nariz, picándole la mejilla—. ¿Y quién te dio permiso a ti para colarte en mi habitación?

    Negué con la cabeza, restándole importancia. Suponía que podía concederle al menos eso, ¿no?

    >>Descansa, Dante —Le deseé cuando recogimos todo, dirigiéndome hacia la puerta junto a Mimi. La sonrisa se amplió en mis labios, genuina—. Me ha hecho muy feliz verte de nuevo. Gracias por hacer un hueco para mí.


    ***​


    Abrí la puerta de la habitación 102, agradeciendo haber decidido pillar una habitación con dos camas sin saberlo. En cierta medida prefería estar ahí por si a Mimi le daba resaca, así que su idea resultó ser bastante conveniente en sí.

    —Me pillé la que está al lado de la ventana, así que te toca aguantarte —bromeé, y la dejé ir mientras soltaba mis pertenencias sobre la mesilla más próxima. La tarjeta, la cartera y el dichoso ticket.

    Me estiré, notando la pereza repentina asolarme el cuerpo, y decidí ir al baño a mojarme un poco la cara y a ponerme cómoda de paso. La rutina de skin care no me la podía saltar bajo ningún concepto.

    Decidí charla desde la distancia, dejando la puerta un poco entreabierta.

    >>Entonces... —rompí el silencio, abriendo la llave del agua—. ¿Cómo te encuentras después de tu primera experiencia bebiendo alcohol?
     
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    Cuando Liza me cuestionó me limité a sacarle la lengua burlonamente y a aferrarme más a su brazo. ¿Quién decía que era su habitación?

    —Buenas noches, Dante—me despedí con la mano guiñándole resuelta uno de mis ojos desde la puerta—. Ha sido divertido.

    La verdad es que no esperaba que el día acabase... así. La incorporación de Dante a nuestra quedada fue inesperada y al principio no lo tomé muy bien. No sabía que esperar. Sin embargo llevaba bastante tiempo queriendo disculparme por mi comportamiento en ese entonces. Quizás White tenía razón y Dante y yo podíamos llevarnos bien. Ser... amigos.

    —Tramposa—bufé cuando Liza mencionó que su cama era la que estaba más cerca de la ventana—. Eso no estaba en el contrato que me acabo de inventar. Tendrás noticias de mi abogado.

    Me reí al dejar mi bolso en la mesa. Entonces vi el ticket de la cena. Una idea repentina y estúpida me cruzó la mente y estuve por tomarlo para saber cuando había pagado. Esa tonta. Seguro se había gastado mucho más de lo que pretendía. Y había... algo más que quería comprobar.

    >>No tardes mucho. Tengo que desmaquillarme o pareceré un Pancham mañana.

    Pero no era asunto mío.

    Me solté el cabello antes de dejarme caer hacia atrás en la cama con un profundo suspiro. Mi cuerpo rebotó ligeramente contra el colchón y mi centro de gravedad dijo adiós por unos instantes. Cuando el mundo dejó de parecer una noria, abrí nuevamente los ojos.

    ¿Cómo me encontraba?

    —Me siento libre—le respondí a media voz—. Como si... nada pudiera contenerme, ni siquiera yo misma. Es raro, ¿sabes? No suelo permitirme ser así.

    Solía guardármelo todo siempre, encerrando mis sentimientos bajo llave y presa de un orgullo férreo. Para mí esa sensación de libertad era... un alivio extraño. Como si me hubieran soltado las cadenas que yo misma me había impuesto.

    No estaba atada a ningún lugar y podía correr a donde quisiera.


    En ese momento me imaginé a mí misma en unos años, con la ropa sucia y rota, llevando un carrito de la compra lleno de cartones mientras trataba de conseguir dinero para otra botella de vino.

    Ugh.

    Hice una mueca.

    >>¿Estoy hablando como una borracha?
     
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    Andysaster

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    Cerré la llave del agua y comencé a limpiarme el rostro, escuchando a Mimi de fondo. Recogí mi cabello en un pequeño moño para facilitarme la tarea, y una vez sequé la piel comencé a aplicarme el tónico.

    Libre, ¿eh? Suponía que para alguien como ella tenía sentido. Los efectos del alcohol podían ser impredecibles, pero a Mimi parecía deshinibirla de manera positiva. Era una buena forma de comprobar cómo se comportaría el mundo si uno fuese un poco más transparente con su entorno.

    —Quizás deberías permitirtelo más a menudo —Le respondí con calma. Me incliné frente al espejo, abriendo el bote de la hidratante—. Si las cosas han salido aparentemente bien hasta ahora, siendo honesta, quizás no sea tan malo. Siempre buscando el punto medio, claro. No queremos que de repente les reveles tu número de tarjeta al primer tipo que te trate amable por la calle.

    Solté una risa baja. Mientras extendía la crema por cada zona de mi piel, me pregunté si yo también me sentía libre. Era una pregunta que, quizás en otro momento, no me habría atrevido a cuestionarme. Quizás porque era muy consciente de la respuesta. Pero ahora las cosas estaban cambiando... Cambiando de verdad. Sí, aún tenía ciertas presiones y voces que silenciar de vez en cuando. Una de ellas era la razón de ese estudio nocturno de tres al cuarto. Pero al menos estaba haciendo lo que quería.

    Lo que yo quería en realidad.

    —Estás bastante más sobria de lo que creí en un principio —dije con cierta gracia en la voz. Aparté un mechón castaño que se había adherido a mi frente—. Me preocupabas más en el restaurante, de hecho. Pero no me importaría convivir con la Mimi adorable más a menudo —Mi sonrisa se curvó, traviesa—. ¿Cuánto dijiste que me querías~? ¡No escuché muy bien!
     
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    Giré la cabeza hacia la puerta del baño aunque no podía verla desde ahí. ¿Que me hiciera alcohólica decía? Anotado, pero no gracias. Ya tenía bastantes problemas con los excesos de por sí. Había llenado mis vacíos con materialismo toda mi vida, no necesitaba pensar que podía llenarlos con alcohol también.

    Aunque quizás no estaba mal de vez en cuando. Al menos sabía cuando parar y Liza no tendía que estar sosteniéndome el cabello mientras vomitaba patéticamente inclinada sobre la taza del váter. Ya podía imaginar los futuros artículos: "Mimiko Honda, ex-estrella mundial, pasa por su tercer centro de desintoxicación. Imágenes exclusivas en la página treinta y cinco".

    —...

    Alcé mi mano frente a mí y extendí los dedos como si quisiera alcanzar el techo. Como si tratara de alcanzar algo que estaba muy cerca... y a la vez tan lejos.

    Mimiko Honda estrella mundial... huh.


    En ese momento la voz de Liza volvió a imponerse con la bromita del restaurante y rodé los ojos con cierta gracia. Bueno, no se lo iba a negar. ¿Quería honestidad? Toma dos tazas.

    —¡Mucho!—repetí lo suficientemente alto para que me escuchara y aunque no podía verme extendí los brazos hacia el techo y los separé, como si quisiera abarcar toda la habitacion. O el techo, en este caso—. ¡Mi cariño por ti es como a~sí de grande!

    ... ¿Qué decía de que estaba sobria?

    >>¡Y soy adorable siempre! ¿Qué quieres decir con eso?
     
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    Si pudiese leer sus pensamientos, le habría aclarado que debía permitirse ser más honesta a menudo, no beber más. Quizás no me había explicado bien o... Quizás no estaba tan sobria como creía en un principio.

    "Mi cariño por ti es como a~sí de grande!".

    No, no lo estaba.

    —Mimi, eres como un Litten por norma general —comencé con mi metáfora, dejando el neceser a un lado cuando finalicé para quitarme la ropa—. Chiquitito y adorable, pero como estrujes demasiado te araña. Ahora mismo te comportas como... Como... ¡Como un Igglybuff! Así, blandito y rosita.

    No era como que a mí en particular me negase muestras de afecto, pero como norma general era más reaccia a darlas. Y eso no era malo per sé. De hecho, si fuese así siempre, me habría matado de un ataque al corazón hace mucho.

    Salí del baño no mucho después. Había escogido mi pijama predilecto del momento, uno con motivos de Vulpix alola que me causaba demasiada ternura. En casa me importaba entre poco y nada tener dieciocho años: los pijamas adorables nunca pasaban de moda. Punto.

    >>Listo, todo tuyo —Le hice un gesto con la mano para que pasase al baño, y dejé mi ropa del día en el armario. Saqué de una de las baldas el libro de bolsillo y lo lancé a la cama libre, rebuscando un poco más—. Me voy a preparar un té. Y no —Me giré para verla, consciente de la cara que iba a poner—, siguen sin gustarme. Te explicaré si quieres más tarde, ahora solo dime si quieres que te prepare uno también.
     
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    Cuando ella salió del baño y me cedió el lugar, me incorporé de la cama y entré dentro dejando la puerta entreabierta como ella para que pudiéramos hablar. No me había traído ningún pijama, así que tendría que prestarme uno de sus infantiles—aunque adorables— pijamas de pokémon. ¡Ah~ , estaba muy linda! Esperaba que tuviese alguno de Shinx. Aunque honestamente, ¿quién querría ponerse un pijama de un Vulpix teniendo uno de Shinx?

    —O sea, que normalmente soy chiquita y tengo malas pulgas y después me convierto en la mascota de una caja de cereales—comenté ante sus palabras mientras me recogía el pelo frente al espejo con una diadema para ocuparme de mi rostro—, ¿y ahora soy gorda, canto mal y tengo ojos de huevo? Creía que ya era lo suficientemente malo que Alpha me comparase con un Gyarados.

    Hice una mueca y solté un suspiro de circunstancias mientras me ocupaba de quitarme el maquillaje. Por supuesto que sabía perfectamente a lo que se refería. A la dicotomía entre la Mimi sobria—con su terquedad y orgullo—, y esta Mimi ebria, honesta y sin pelos en la lengua que no dudaba en compartir su afecto. Eran dos mundo a parte. No dudaba que para la propia Liza debía resultar... ¿extraño? Pero quizás debería aprovecharlo, porque muy probablemente negase todo en la mañana.

    Tarareé sonriente alguna melodía clásica mientras me ocupaba de que mi rostro estuviese limpio y fresco.

    —Mhm-mhm. Té Pu-erh—respondí con una risita a su sugerencia. ¿Esa Liza? ¿Tomando té? La última vez que tomamos té juntas perpetuó un crimen de lesa humanidad contra las pastas—. Sin azúcar, gracias~

    Imagínalas de roomies y haciendo estas pendejadas todos los días JAJAJA
     
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    —Eres una exagerada —solté una carcajada sonora. ¿Y ese atentado contra el pobre Igglybuff? ¡Con lo monísimo que era!—. Usaría otro pokémon de ejemplo, pero seguro le encontrarías pegas a todos y cada uno de ellos, y los usarías en mi contra. Hmm... Me pregunto si te atreverías a sacarle alguna pega a Shinx.

    Lo dudaba muchísimo. Y si lo hacía, Amber y Raiden le mirarían muy feo. Hablando de esos dos, ¿para cuándo iban a tener hijitos? ¡Mimi y yo queríamos ser abuelas de una vez!

    Saqué la caja de té del armario y rodé los ojos al escuchar su respuesta. ¿Era el único té que bebía esta chica?

    —Lamento decirte que no tengo de eso —le informé y saqué varios sobres, dirigiéndome a la pequeña cocina equipada de la habitación. No tenía mucho, pero un microondas y dos tazas serían suficientes. Tenía la mía propia, igualmente. Yo y mis manías—. Solo tengo pasiflora para paliar mi insomnio y té negro para las noches de estudio. Te calentaré el agua igualmente.

    Dejé la primera taza en el microondas y me tiré en la cama, abriendo el libro mientras tanto. No le había dado demasiados detalles a Mimi sobre el desastre que era mi mente por las noches. Suponía que quedaba más gracioso imaginar que la enemiga de los tés y amante de la mermelada con pastas había perdido por completo la cabeza.

    Estiré y recogí mis piernas de forma distraída, apoyando mi mejilla en la palma de mi mano. Arceus, apenas había avanzado nada en las vacaciones. Vaya desastre.

    >>¿Te imaginas cómo sería tener que compartir por mucho rato una habitación entre nosotras? O mejor aún, una casa —La idea me causó cierta gracia—. Definitivamente tendríamos que poner alguna norma para el baño. Siento que esa cosa es demasiado codiciada —Bajé la voz, tapándome un poco con la mano—, y tú lo acapararías todo el rato.
     
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    —¿Por qué iba a sacarle pegas a Shinx?—pregunté abriendo la llave del agua—. No se le puede encontrar fallos a algo perfecto.

    ¿Que era demasiado lindo? ¿Que daban ganas de abrazarlo y no soltarlo nunca y que eso era peligroso por la electricidad estática que te dejaba el cabello como si acabases de meter los dedos en el enchufe de la luz? No, no había nada que reprocharle. Shinx y toda su línea evolutiva eran taxativamente perfectos. Ningún tipo tierra iba a hacerme pensar lo contrario.

    Terminé de aplicar agua micelar para eliminar el mínimo rastro que pudiera quedar de maquillaje sobre mi piel. Odiaba usar discos o toallitas desmaquillantes por sus ingredientes agresivos, ahora más que nunca necesitaba mantener mi piel en condiciones óptimas y genuinamente disfrutaba esos instantes de relax y autocuidado. Mi pequeño momento del día conmigo misma antes de ir a dormir. Cuando terminé dejé escapar un suspiro profundo y deslicé la cinta, dejando mi cabello libre. Ahora solo necesitaba un pijama.

    ''Lamento decirte que no tengo de eso.''

    Como no.


    —Negro, entonces—acepté—. Pero ponle un poco de leche. Sería demasiado amargo hasta para mí.

    Salí del baño en ese momento y me acerqué a su armario como si aquella fuera mi habitación—que lo era técnicamente. Al menos por esa noche— rebuscando entre los pijamas de White algo que ponerme. Chasqueaba la lengua y me quejaba en voz baja cada tanto, frustrada con mi búsqueda infructuosa. No, no. Demasiado abrigado, demasiado fresco, demasiado... ¿huh? Al fondo del armario, oculto entre perchas, encontré algo. Lo saqué para verlo mejor. Era una pijama color verde-menta con la cara de los tres iniciales de Kanto—Charmander, Bulbasaur y Squirtle—, y dibujitos de pokéballs aquí y allá en el pantalón. La tela era suave pero lo suficientemente fina para no pasar calor... y tenía el toque infantil justo para no desentonar. Sonreí para mí misma.

    Perfecto.

    Regresé al baño para vestirme y apenas había terminado de ponerme el pijama cuando le escuché decir eso. Fue tan repentino e ineludible como un golpe aéreo. ¿Compartir casa? ¿Las dos? Sería un desastre. Aunque al menos tendría un lugar propio al que regresar cada noche y me recibiría alguien y no el silencio opresivo de una habitación vacía. Aun si ninguna habitación estaba realmente vacía cuando tenía a mis pokémon, no podía... tener conversaciones con ellos. O molestarlos como hacíamos White y yo.

    —¿Decías algo?—pregunté como si no la hubiera escuchado y subí a su lado en la cama para echarle un ojo al libro que estaba leyendo. Tuve que hacer algo más de esfuerzo para ver claramente las letras. A media voz, recité:— Compresión directa. Hay que hacer fuerte presión a la herida con una gasa o gasas. Aunque esta presión directa se puede sustituir por un vendaje cuando la herida pare de sangrar y bla bla bla.

    Ya, suficiente. Me dejé caer hacia el lado, quejumbrosa.

    >>... ¿De verdad vas a estar toda la noche con eso?
     
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    Pero bueno, ¿y esas confianzas? ¡De repente se había puesto a rebuscar en mi armario y todo! La miré desde mi cama, enarcando una ceja sin creer lo que veía, y terminé negando con la cabeza antes de volver al libro. No tenía caso.

    —Espero que me hayas dejado todo tal y como te lo encontraste —le advertí, y pasé a la siguiente página. Suerte para ella que teníamos prácticamente la misma talla.

    Escogió mi pijama de Kanto y se tumbó a mi lado, haciendo un esfuerzo por ver lo que leía. Se cansó al poco rato, comprensible, y se dejó caer sobre el colchón, agotada. Le estrujé las mejillas aprovechando la cercanía y me incorporé cuando el microondas dejó de sonar.

    —Eso parece —suspiré, sin demasiados ánimos en realidad. Saqué la taza, puse una nueva y cogí una caja de leche de la nevera—. Pero tú puedes irte a dormir cuando quieras, no tienes que esperarme. Agradezco tu compañia aún así.

    Le tendí la taza con una sonrisa y me llevé las manos a la cintura, haciendo tiempo hasta que mi taza estuviese lista también. Si volvía a tumbarme en la cama no iba a ser capaz de levantarme de nuevo.

    —Tenemos un examen para escoger la especialidad a la que queremos dedicarnos —Le conté mientras tanto, balanceando el peso de mi cuerpo entre el talón y la punta—. Todos los rangers son expertos en algún área. Quizás en un tipo pokémon en específico, en ciertos biomas, o está preparado para ciertas tareas en concreto. Yo decidí que quería aprender a curar a los demás.

    La mención de primeros auxilios no requería conocimientos demasiado profundos en enfermería, pero me permitía hacer algo por alguien más. A veces, rescatar o proteger a otras criaturas no era suficiente. A veces uno no llegaba a tiempo, o perdía minutos vitales por no saber cómo estabilizar a nadie. Mi expresión se ensombreció un poco, pero las patitas de Inari sobre el suelo de madera me llevaron lejos de los recuerdos.

    >>Ah, Inari es mi enfermero ayudante, ¿sabes? —Le hice un gesto al Zorua para que se acercase y lo tomé en brazos. Abrí la mochilita amarilla que llevaba el pokémon siempre encima, y saqué de ella algunas tiritas y gasas—. Él también quiere ayudar a los demás. Es muuuy tierno.
     
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    Mimi Honda

    Me quejé cuando tuvo la genial idea de apretarme las mejillas—"Para, idiota...!"—y probablemente eso le recordó más a mí yo sobria, al menos hasta que resolví todo riéndome cuando finalmente se incorporó. Aunque no era como si mi yo sobria fuese una amargada ni nada así.

    Me quedé tumbada allí, boca-arriba, siguiéndola con la mirada cuando fue a por la taza. Sentía un calor agradable en el pecho, una sensación de plenitud y felicidad a la que no estaba acostumbrada. No había experimentado la felicidad propiamente dicha muchas veces en mi vida y en ocasiones ni siquiera me lo permitía. Sabía que no era solo cosa del alcohol. Era la compañía, la seguridad y la naturalidad que teníamos. La forma en la que fluíamos como un río en calma.

    Probablemente tener una familia que se preocupa por ti se sintiese muy parecido a esto.

    —¿Qué clase de amiga sería si me voy a dormir mientras tú te torturas?—repliqué con cierto tono de circunstancias y me senté para tomar la taza—. Soy un ser empático, ¿sabes?

    Me llevé la misma a los labios y le di un pequeño sorbo pero me arrepentí toda mi vida porque me quemé la lengua. Cerré mis ojos, dolorida, y me cubrí la boca con la mano.

    Mierda.

    Al menos me repuse lo suficiente para mirarla y prestarle atención cuando me habló de la especialización que había escogido dentro de los Rangers. Enfermería. Le quedaba bien. Siempre había tenido ese instinto maternal y esa necesidad por cuidar de otros. En ese sentido me recordaba a Emily. En mi caso, yo también me preocupaba por los demás, pero la profesión por la que me había decantado era quizás menos altruista.

    ¿Quizás? ¿Qué tenía que ver el modelaje con el altruismo?

    Me hacía feliz verla así, sin embargo, como una especie de reacción espejo. Como el sonido del piano, claro y melodioso, haciendo eco en una sala vacía y expectante. La aparición de Inari me calentó el corazón.

    Solté una pequeña risa.

    —Bueno, eso es algo que comparte con su entrenadora—hice una pequeña pausa y la miré simplemente ponderando sobre lo mucho que ambas habíamos cambiado y crecido en ese tiempo, y como aún podíamos permitirnos actuar como niñas tontas cuando estábamos juntas. A pesar de los desafíos de la vida y nuestras propias visiones del mundo, tan diferentes, seguíamos ahí. Y repentinamente una emoción visceral me sacudió por dentro y no pude contenerme. Dejé la taza en la mesita y me incorporé, rodeándola con fuerza entre mis brazos—. Estoy muy orgullosa de ti, Liz. Mucho.

    Le dije a media voz cerca del oído. No me importó que Inari estuviese ahí y no pudiese devolverme el abrazo porque lo estaba sosteniendo.

    Solo... necesitaba abrazarla.
     
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    Suavicé mis facciones cuando me aseguró que se quedaría conmigo pese a todo, sintiendo sus palabras como un abrazo al corazón. No muchas personas estaban dispuestas a algo así por mí, pero hacía tiempo que Mimi ya no era "una persona más". Si se había ganado un hueco tan grande no era si no por cosas como esa.

    Por el cariño y el apoyo incondicional que me demostraba cada día.

    Le dirigí una sonrisa afable cuando aseguró que Inari y yo nos parecíamos, y estuve por girar sobre mis pasos para dirigirme al microondas cuando la propia Mimi se levantó de la cama y me rodeó con fuerza entre sus brazos. Abrí un poco los ojos por lo repentino del gesto, notando al Zorua agobiarse un poco. ¿Había dicho algo que...?

    "Estoy muy orgullosa de ti, Liz. Mucho"

    Escuchar esas palabras me desarmó. No... estaba acostumbrada a que me dijesen algo así. No con tanta honestidad. Había deseado durante tanto tiempo escuchar algo así de labios de mi madre, que valorase el esfuerzo que hacía o que aceptase simplemente quién era en realidad. Lo busqué también en mi hermano ausente, quien fue mi modelo a seguir durante tanto tiempo.

    Pero escucharlo de manos de Mimi ahora... simplemente se sintió correcto. Como una pieza de puzzle que encajaba tras años agarrando polvo en un cajón.

    El hecho de que me lo susurrase al oído hizo que me recorriese un escalofrío repentino, pero el movimiento de Inari entre mis brazos me distrajo lo suficiente como para no concederle importancia. El pobre se zafó del agarre y saltó al suelo, correteando hacia quién sabe donde. Ahora que no tenía esa barrera le devolví el abrazo y apoyé la mejilla en su hombro con mimo.

    Se sentía tan cálido.

    —Yo también estoy orgullosa de ti. Muchísimo —murmuré, cerrando los ojos. No saber cuándo sería la próxima vez que nos veríamos (probablemente en meses), me hizo sentir una repentina chispa de egoismo y apreté con algo más de fuerza, deseando quedarme un poco más allí—. Verte interactuar con Dante hoy me demostró lo mucho que has cambiado. Estoy feliz de ver en primera fila la persona en la que te estás convirtiendo.

    Froté un poco mi mejilla en su hombro, imitando con una risita baja el gesto que había hecho en el restaurante. Quizás era una forma de aligerar todo ese remolino de emociones, quién sabía.

    >>Me alegra mucho que nos hiciésemos amigas, Mims. Mucho, mucho.
     
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    Mimi Honda

    Esbocé una sonrisa genuina profundamente agradecida cuando me dijo que también estaba orgullosa de mí y que se sentía feliz de ser mi amiga—yo también. Definitivamente jamás me arrepentiría de habernos acercado más en Gérie—, y apoyé mi cabeza en su hombro como ella había hecho conmigo. Me llenaba de una calidez abrumadora y sin precedentes, se entremezclaba con el calor que sentía en la piel por el alcohol y me hacía sentir ligeramente mareada.

    Aunque no era una sensación desagradable.

    —No lo habría logrado sin ti—convine en un murmullo suave—. Tu organizado plan secreto salió a pedir de boca. Dante es una buena persona y no merecía menos.

    Había sido una estúpida terca por no haber resuelto ese asunto antes. El puro egoísmo y los celos me habían impedido dar el paso primero y pedir disculpas. Si lo hubiera hecho, quizás seríamos amigos ahora.

    Me mantuve allí, fundida en aquel abrazo en medio de la habitación por quizás más tiempo del que debería. Era cálido y agradable. Repentinamente parecía el mejor lugar del mundo.

    En el momento en que pensaba alejarme mis labios casi rozaron su mejilla por accidente y me percaté, como si acabara de ser consciente, de lo cerca que estábamos. Podía sentir el calor de su cuerpo a través de la fina tela del pijama y el perfume de su cabello, dulce y fresco. Lavanda. Una chispa repentina me recorrió la piel como una corriente de electricidad antes de literalmente cortocircuitar súbitamente. Como si hubiera habido un apagón, mi tren de pensamiento se detuvo.

    Pueblo atracadero. El callejón. Y...

    En ese momento el microondas sonó indicando que su té estaba listo. El sonido me devolvió a la realidad de golpe y me di una bofetada mental.

    Estúpido Moscato.

    Di un paso atrás y desvié la mirada, tensa. Al menos estaba lo suficientemente sobria para no cometer una imprudencia.

    —... Yo iré. Deberías buscar a Inari.

    Pon distancia. Por distancia ya mismo, idiota.

    Me alejé de ella luchando por aclarar mis pensamientos a flor de piel debido el efecto del vino, y fui a por su taza de té al microondas.

    A

    Como diría Dross: Coño, ya vamos a empezar con las mariqueras-
     
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    Andysaster

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    Mimi imitó mi gesto y nos mantuvimos allí, abrazadas, sin reparar demasiado en el paso del tiempo. La calidez de sus brazos y la ternura del momento restauró mis energías por completo, y de repente sentí que podría hacer frente a la sesión de estudios de verdad. O a cualquier cosa que se me pusiese por delante, en realidad.

    Solíamos demostrar nuestro cariño hacia la otra de muchas maneras, pero nunca con tanta honestidad. Si quedaba alguna duda en mi corazón, Mimi se encargó de hacerlas desaparecer, dejándome una sensación de plenitud y de absoluta paz en su lugar.

    Sus brazos perdieron agarre y comprendí que era buen momento para regresar a la realidad. Alcé el rostro y fue entonces cuando me encontré con sus ojos, a escasos centímetros de mí. Los abrí ligeramente por la impresión. Fue como si ambas nos hubiésemos congelado en el mismo instante, conscientes de la cercanía, de la presencia de la otra y de ese extraño magnetismo que surgía en ocasiones, como una chispa volátil. Una a la que no le concedíamos nombre ni identidad.

    "Tú... Me pones nerviosa todo el tiempo".

    Retrocedí casi al mismo tiempo, como si su tacto de repente quemase. Noté que desviaba la mirada y me llevé una mano a la nuca, tratando de tragarme la vergüenza como pude. Vale, eso había sido... raro. Pero no era algo con lo que no pudiese lidiar. Honda decidió encargarse de mi taza, y buscar a Inari se me antojó la tarea más interesante del mundo en ese instante.

    —Habrá ido a esconderse debajo de la cama. Dame un momento.

    Me acuclillé para buscar primero bajo mi cama. Lo único que encontré fue polvo y una goma del pelo. Giré el rostro hacia el lado contrario, y tal y como suponía, allí estaba. Bajo la cama más apartada, asomando sus ojillos entre la mata de pelo níveo que hacía las veces de bufanda.

    >>Los humanos son criaturas muy extrañas, ¿verdad? —Me tumbé por completo en el piso cuando lo alcancé, de lado, haciéndole compañía como si de repente fuese un Ditto fundido con el suelo. Inari se relajó al ver que era solo yo esa vez, pero seguía un tanto tenso—. Hoy has tenido que convivir con un montón de ellos. Yo creo que es razón suficiente para sacar ese capricho, ¿no?

    Alzó las orejas, como si de repente estuviese interesado en lo que decía. Sonreí; lo tenía dónde quería. Me dejé caer a un lado hasta quedar boca arriba y me incorporé, haciendo un pseudo abdominal. ¿Dónde había metido las galletas favoritas de Inari ahora que lo pensaba?

    >>Mimi, ¿puedes mirar si he dejado un paquete de galletas pokémon en la nevera? Hay un par de cachorros dibujados en el paquete.

    Esto como que se ha vuelto muy gay de repente, ¿no?
     
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    Mimi Honda

    ¿Qué hacía pensando en esas cosas justo ahora? ¿Era estúpida? Lo que sucedió en Atracadero sucedió en ese momento y punto. Un beso no tiene más importancia de la que quieras darle.

    Aunque no fue un beso inocente en lo mínimo.

    Un escalofrío me erizó la piel mientras abría el microondas, uno que no me era ajeno, y apreté los labios. Debía... ser el vino. Me ponía más honesta de lo que debería. Si mis inhibiciones estaban bajas, aquella situación era muy peligrosa. Porque normalmente podía ignorar ese magnetismo extraño entre nosotras, fingir que no estaba ahí y hacer la vista gorda. Pero... ¿podía hacerlo ahora?

    Toqué la taza y recibí el mismo golpe de realidad que al probar mi propio té. Un ardor repentino en la punta de mis dedos me hizo retirar la mano bruscamente.

    Mierda.

    Escuché a Liza justo en el momento en que maldecía mi propia estampa y decidí que cualquier cosa que me sacara de mi tren de pensamiento disonante era buena idea.

    Vale, ¿pero cachorros de qué? ¿Eran Lilipup, Growlithe, Yamper...? Había varios Pokémon que entraban en esa categoría. Parpadeé cuando me di cuenta de que se trataban de un par de Zorua, uno normal y uno variocolor, uno al lado del otro.

    Bueno, eso lo hacía más fácil.

    —Aquí—caminé de regreso y le extendí tanto la taza como el paquete de galletas—. ¿Planeas sobornarlo para que salga de debajo de la cama?
     
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    —No realmente.

    Sostuve la taza por el asa, dejándola con cuidado sobre la mesilla de Mimi por el momento, y sujeté el paquete con un suave "gracias". Saqué un par y volví a tumbarme en el suelo.

    >>No es la primera vez que sucede. A veces necesita tiempo a solas para recargar su batería, y yo no voy a obligarle a salir de su lugar seguro si no quiere —Extendí el brazo por debajo de la cama y le dejé varias galletas cerca. Inari me miró, luego a las galletas, y tras procesarlo durante unos segundos las recogió rápidamente con el hocico, para llevárselas lejos de mi alcance—. Solo quería recompensar su esfuerzo el día de hoy. Tendrás que compartir la cama en cierta medida con él.

    Me erguí de vuelta, limpiando el polvo de mi pijama. Me recordó un poco a la época en la que vivió en la guardería de mis padres. Solía esconderse de todos los pokémon, hasta de sus cuidadores, y se encerraba donde nadie pudiese encontrarlo. Había avanzado mucho desde ese entonces, y era algo que debía aplaudirle de vez en cuando.

    Tomé la taza que me había traído, soplando un poco para enfriar el té, y en mitad de la conversación reparé de manera inconsciente en sus facciones, sin atender realmente lo que me decía. No recordaba si se lo había dicho alguna vez, pero me agradaba cómo le quedaba el cabello suelto. Le daba un aire mucho más maduro, enmarcando sus facciones. Aunque tampoco deseaba borrar su seña de identidad, no iba a ignorar que tenía mis preferencias.

    Parpadeé cuando me percaté de que había disociado bastante, y me obligué a cambiar el chip antes de perderme de nuevo entre pensamientos que no venían al caso.

    —Bueno... —Comencé a caminar hacia mi cama, dirigiéndole una sonrisa renovada. Éramos expertas en fingir demencia, después de todo—. ¿Me ayudas a estudiar, entonces? Me hice unas tarjetas con conceptos y definiciones que puedes ir preguntándome, si quieres.
     
    Última edición: 23 Mayo 2025
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    Mimi Honda

    Desde mi posición no podía ver a Inari y no iba a agacharme para empeorar más la situación, pero podía imaginarlo hecho un ovillo, tenso y tembloroso, moviendo sus orejas con cautela. Ese había sido un día duro para él.

    No podía culparlo, era un Pokémon muy tímido y había sido culpa mía que se hubiera asustado. Porque aparentemente no podía controlarme a mí misma. La realización me tensó y abracé mi brazo derecho con el opuesto.

    —¿Lograsteis descubrir por qué había Pokémon de Hisui en aquella isla? No sé mucho de la antigua Sinnoh, pero estoy segura de que la especie de Inari está extinta.

    Había dejado la Isla Milagro y regresado a Galeia mucho antes de siquiera saber el misterio que guardaba sus contante cambio de biomas y los pokémon Delta. Los descubrimientos que hicimos y las nuevas especies de Pokémon fueron muy estimulantes, pero quizás era lo mejor, después de todo iba a terminar por darle una bofetada a Blake en algún momento.

    Además, no... encajaba allí. Ni siquiera tragaba al profesor Abeto.

    La propuesto de White me sacó de mis pensamientos y una emoción repentina me hizo sonreírle con decisión, muy segura de mis palabras.

    >>Déjalo en mis manos.

    ***

    Me había tumbado boca-abajo en la cama con las piernas alzadas y estaba ojeando las tarjetas en ese momento. La mayoría eran definiciones, fechas—¿para qué necesitaba saber la fecha exacta en la que Edward Jenner inventó la primera vacuna?—, y conceptos básicos sobre los Rangers, su función y objetivo.

    Hmm.

    En principio no parecía algo complicado, pero tenía una idea mucho mejor que hacer una simple sesión de estudio. Solo responder preguntas con hechos no tenía ningún tipo de emoción.

    Y si esa era nuestra pequeña noche de chicas, podíamos aprovecharla.

    >>Te voy a preguntar lo más fácil y a medida que aciertes, iré subiendo el nivel—le informé—. Si fallas, tendrás que contarme algo que no sé de ti. Si aciertas, te contaré algo que no sabes de mí.

    Giré la cabeza para mirarla.

    >>¿Tenemos un trato?
     
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    —Me fui al poco tiempo, así que nunca lo descubrí —Me encogí de hombros ante su pregunta, caminando hacia mi propia cama. Le eché un vistazo a donde Inari se encontraba escondido, cerrando el puño sobre mi pecho—. Extintos o no, su grupo le rechazó por su color inusual. Así que quizás el destino quiso que nos encontrásemos.

    Ahora era su familia. Y le prometí que nunca más iba a dejarle solo.

    Mimi se tumbó en mi cama y yo me senté con las piernas recogidas y la taza entre las manos, usando la pared como apoyo. La ventana se encontraba al lado y cerré los ojos, sintiendo la brisa fresca de la noche mecer las cortinas y llegar hasta nosotras. Se respiraba una paz suma.

    De vez en cuando fui dándole sorbos al té, haciendo tiempo mientras Mimi revisaba las tarjetas. Se la veía muy metida en la tarea, así que no iba a apresurarla. Hice una mueca cuando me llegó el sabor amargo del té a pesar de haberle añadido algo de leche también, pero no podía quejarme. Yo había elegido eso, después de todo. Papá me había recomendado hacer las paces con los tés e infusiones para solventar algunos problemas... Pero la lucha continuaba a día de hoy.

    Ew.

    La propuesta de Honda hizo que la mirase con interés. Eso... sonaba bastante bien, de hecho. De alguna forma convertía una sesión tediosa y anodina en una actividad que podíamos compartir ambas.

    Bring it on —Flexioné mi brazo con el puño cerrado, mostrándole una sonrisa confianzuda, casi desafiante—. Unas preguntas de nada no detendrán a esta futura Top Ranger.

    Liza tres Doritos después, rendida en el suelo: Esto es muy dificiiiiil, traigan el examen práctico que ese sí que lo bordo
     
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    Sonreí para mí misma cuando estuvo de acuerdo sintiendo la misma emoción recorrer mis venas que cuando nos desafíabamos con las cosas más ridículas. Repentinamente aquello no era solo una sesión de estudio, si no un juego y un desafío todo en uno.

    Extendí mi mano para tomar mi taza de té de la mesita antes de que se enfriase demasiado y le di un sorbo, dejándola después en el mismo lugar. Me gustaba el sabor amargo del té, me resultaba maduro. Aunque la leche lo suavizaba ligeramente aún era evidente, especialmente en el té negro. Matizada por el sabor dulce podía notar ciertas notas de lima bergamota... ¿Era Earl Gray? Estaba en la lista de mis tés favoritos después del Pu-erh.

    Repasé las tarjetas buscando alguna sencilla por la cual empezar. Como si aquello fuese un concurso televisivo, quería optar por las más sencillas primero y aumentar la dificultad poco a poco hasta que se volviese un desafío de verdad. Cuando finalmente encontré una que vi básica—la más básica de todas—, me tumbé hacia el lado contrario, baca-arriba esta vez, y flexioné las rodillas.

    —¿Qué es un Ranger y cual es su función?
     
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    Liza White

    Aguardé por su pregunta con los ojos cerrados y la taza en los labios, dándole otro sorbo. No lo reflejaba, pero estaba bastante emocionada con la idea. La noche pintaba mucho más divertida ahora que iba a pasarla así con ella.

    —Heh. Esa pregunta es un insulto para mi persona, Mims.

    Dejé la taza junto a la suya y volví a apoyarme en la pared, con los brazos cruzados y una sonrisa de lo más ufana en el rostro. A veces me ponía un poco subidita con ciertas cosas, dejándome llevar por una emoción que me resultaba incontenible. No tenía remedio, ¿no?

    Pero los rangers siempre habían sido sagrados para mí.

    —Se trata de un guardabosques cuya misión consiste en proteger tanto a personas y pokémon como al medio ambiente. Utiliza un capturador en lugar de pokéballs debido a su eficiencia en capturas múltiples —Alcé mi dedo índice, advirtiéndola de que aún me sabía un dato más, que ni siquiera era necesario en realidad—. Y también son conocidos bajo el nombre de Guardias Pokémon.

    Satisfecha con mi respuesta, imité una pistola con mis dedos y la apunté. Le guiñé uno de mis ojos, anticipándome a la solución. No necesitaba ver el libro para saber que estaba en lo correcto; eso me lo sabia de memoria.

    >>Dispara ese dato que aún no conozco sobre ti.
     
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    Mimi Honda

    Y no la falló. No necesitaba ni volver a mirar la tarjeta para comprobar que lo había dicho todo correctamente, letra por letra y de principio a fin. Su actitud de suficiencia me hacía gracia pero también golpeaba mi orgullo dormido.

    Como si algo dentro de mí se rebelase.

    —Te puse una fácil para que acertaras—repliqué con un mohín petulante—. Lógicamente sabía que ibas a acertar esa.

    Hice una pequeña pausa ponderando sobre qué podía contarle. Incluso las cosas que estaban fuera de cuestión estaban sobre la mesa en ese momento por efecto del vino. Debía ser cuidadosa. ¿Qué cosas sabía White de mí? Que mi familia tenía dinero suficiente para comprar media Sinnoh, que mi color favorito era el rosa y que me encantaban los éclairs. Y... ¿ya? No era muy abierta respecto a mi propia persona así que estaba segura de que la lista no era larga. Decidí contarle algo sencillo, un dato curioso para empezar.

    >>¿Alguna vez te has preguntado por qué me gusta tanto el té?—suspiré y dirigí mi mirada al techo como si la respuesta o mis recuerdos estuvieran allí, flotando frente a mis ojos. Lógicamente no, pero en mi mente podía verlos con claridad—. Mi madre era de Galar, así que cierta parte de mí es de ascendencia galariense. En casa tomábamos el té todos los días a las cinco de la tarde. Pero no te voy a engañar: al principio era como tú y su sabor me resultaba repugnante, por lo que solía endulzarlo con miel y un montón de azúcar.

    Como ella misma había hecho aquella vez durante el Campeonato en Gérie. Le había reprendido por llenar las pastas de mermelada, pero fui hipócrita. Yo misma solía hacerlo en el pasado.

    —Ahí tienes tu dato curioso sobre mí. Quizás puedas contarlo por ahí y a alguien le interese. Pero, ¿será lo único que descubrirás de mí esta noche?—esbocé una sonrisa traviese entretenida con toda la situación y tomé otra tarjeta. Esta vez, me aseguré de que fuese una pregunta más difícil—. Veámoslo. ¿Cúales son los tipos de vendaje según su función?
     
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