Ciudad Témpera

Dante Miles

Con la primera confirmación fue suficiente para él para comenzar a montar el tiramisú, primero comenzó sumergiendo los profiteroles por el cafe para después colocarlos en el refractario, seguido de la mezcla que habían completado las chicas en un ciclo hasta que pudo completar todo el contenedor, luego colocó una fina capa del relleno al final, tratando de que fuera absolutamente parejo y liso para el paso final: Cubrirlo con una capa de cacao en polvo.

Sonrió bastante complacido de su creación y con cuidado terminó por finalmente guardarlo en el refrigerador.

—Te puedo asegurar que a veces el pescado crudo con arroz puede saber exquisito, quizás no has probado un buen sushi. —Comentó con una sonrisa divertida ante la clara oposición de Liza hacia esa sugerencia —Pero bueno, ustedes decidan lo que cenaremos, no tengo problema~

Comenzó a lavar los platos para dejar todo limpio antes de que tuvieran que irse y tampoco tuvieran que lavar mucho después de que comieran el postre y asintió bastante complacido de la selección de la cena, una pasta sonaba bastante bien a decir verdad.

—Pues bueno, vayamos por una pasta para calmar el hambre~ —Dijo una vez que cerró la llave del lavabo y terminaba de acomodar los últimos platos en la rejilla para que se secaran —. Oh y Liza, se me olvidó darte esto.

Se acercó a ella, tomó su mano y allí colocó el dinero que le había dado en la palma de su mano para luego sacarle la lengua —El desayuno estaba invitado.

 

Liza White

—¿Qué problema tienes con las pizzas? —le espeté en cuanto escuché semejante ofensa—. Es tan válida como cualquier otra comida y sirve para todo. Hasta como desayuno, si me apuras.

Probablemente me estaban mirando feo en ese momento, pero yo estaba bien tranquilita preparando la ruleta, y no les concedí ese gusto. En el ámbito de la comida nunca nos pondríamos de acuerdo. No tenía caso; nadie entendía mejor la buena comida de Teselia que sus propios ciudadanos.

Una vez nuestro destino fue decidido ayudé a Dante con la limpieza de la cocina, pasando un trapo por la encimera para eliminar todo rastro de suciedad que pudiésemos haber dejado durante la preparación del postre. La amabilidad de la hermanastra de Effy debía pagarse de la misma forma, suficiente que nos había hecho el favor de facilitarnos la cocina no en una, si no en varias ocasiones.

Estaba terminando de recoger los últimos ingredientes para guardarlos en la despensa cuando el chico se me acercó, y me miré la palma de la mano por unos segundos. ¿Eso era... el dinero de la merienda?

Solté una risa nasal, resignada.

—Otra similitud entre vosotros: no dejar que Liza pague nunca la comida —Meneé la cabeza y dejé el trapo en el fregadero, limpiándome las manos sin borrar mi expresión de circunstancias—. Ya podríais pareceros en otras cosas, ¿no?

***​

El restaurante se encontraba tan solo a unas calles de distancia. Su fachada, iluminada por una hilera de pequeñas bombillas que decoraban la entrada, le confería un ambiente cálido y hogareño. Numerosas mesas se encontraban ya ocupadas, y la cacofonía de voces nos dio la bienvenida al ingresar en el establecimiento.

Paseé la mirada con interés, reparando en los cuadros que adornaban las paredes, con diferentes tipos de pastas en todas sus formas y tipos, y en la colorida selección de tonos para las sillas y las mesas, rojas y blancas. Palmeé el hombro de Dante al localizar sitio para los tres. Una familia abandonó su lugar junto a la ventana, y no creí que hubiese mejor sitio que ese.

Tomamos asiento, y les tendí la carta que adornaba la mesa con tranquilidad. Subí a Inari a mi regazo, quien se encontraba un tanto inquieto ante tanta gente congregada en el mismo lugar, y acaricié su pelaje con movimientos cuidados.

—No estoy acostumbrada a venir a este tipo de sitios —comenté y me encogí de hombros, con una sonrisa liviana—, así que os encargo la labor de recomendarme algo que esté rico. Sin presiones~.

 

Mimi Honda

¿Una... pizza como desayuno? Palidecí, turbada. Oh, por supuesto si querías morir joven era el mejor desayuno posible. Sobre todo si lo acompañabas con un refresco azucarado con más azúcar que agua carbonatada. Arceus, había formas más sanas de morir.

—¿¡H-huh!?

No se lo dije en voz alta porque estaba bastante tranquila haciendo su ruleta improvisada y era algo que necesitábamos los tres, pero por mi reacción debía saber muy bien lo que pensaba. ¿Qué podía esperar de alguien que creía que el sushi era simple pescado crudo? ¿Lo había probado siquiera alguna vez?

A juzgar por el reducido horizonte gastronómico de Liza, esperé que me preguntase que eran los trenette y los pansotti. No lo hizo, así que debía darle cierto crédito por eso.

El restaurante era pequeño pero poseía cierto entando rústico, como si nos hubiéramos teletransportado desde Galeia a otra región. Los cuadros de la pared me parecieron pretenciosos, por no decir directamente cutres. No necesitaban vanagloriarse de su comida por todo el restaurante, bastaba demostrarlo en los platos que pusieran en la mesa. Y quizás poner esas mismas fotos en la carta de menú como ilustración a los clientes.

Había platos y tipos de pasta que no conocía. Y otros que conocía por otro nombre.

Penne. ¿Macarrones?

... Sugerente.

—Creo que pediré un plato de pansotti. ¿Por qué no te pides lo mismo?—le pregunté a White, señalándole el nombre en el menú—. Tienen un aspecto medio raro, pero están muy buenos.

Enarqué una ceja.

>>O puedes irte por una lasaña. Eso es más de Teselia, ¿no?

 

Liza White

Mi sonrisa liviana mutó en una inocentona y parpadeé, despacio, cuando Mimi me mostró su sugerencia en la carta.

—¿Pan...sotti? —Definitivamente me había tenido mucha fe si creía que sabría a lo que se estaba refiriendo—. ¿Qué es eso? ¿Trozos de pan con relleno dentro? Suena muy mono.

Su otra opción, la lasaña, me hizo palidecer de súbito y sentí cómo se me cerraba el estómago de golpe. Negué con la cabeza con vehemencia.

—El "plato especial" de mi padre es la lasaña. Y es de todo menos lasaña —Cada vez que mi padre se metía en la cocina temía que estuviese preparando algo así. No quería ver ninguna, incluso las verdaderas, ni en pintura—. Si tengo que comerme los pancitos me los comeré, pero aparta eso de mi vista.

Apoyé la mejilla en la palma de mi mano, repentinamente drenada. Una lasaña no llevaba lonchas de bacon, ni frituras, ni tanto queso fundido dentro. Que hasta yo me horrorizase con eso debía decirlo todo. Miré a Dante observar la carta en silencio, y opté por confiar en su criterio.

>>¿Qué hay de ti, Dante? ¿Tienes algo en mente?

 

Mimi Honda

Definitivamente le había tenido mucha fe. Cerré los ojos y fruncí ligeramente el ceño, levemente crispada.

—¿Qué trozos de pan relleno ni qué Ditto muerto?—le dirigí una mirada de circunstancias como si acabase de decir la mayor tontería del mundo y no pudiese dar crédito a mis oídos. Dejé la carta sobre la mesa con la palma de la mano—. Es pasta, como los raviolis. Pero más grandes y rellenos de verduras.

>>Pansotti significa algo así como 'panzudo' porque parecen exactamente eso. No los calificaría como 'monos' precisamente.

De hecho no tenían un aspecto agradable, menos aún con la salsa pesto. Era un gran ejemplo de que no debía juzgarse un libro por su portada. Las verduras y las hierbas frescas que llevaban dentro le daban un sabor muy natural.

Que incluso la propia Liza rechazase la lasaña me hizo temer el engendro culinario que preparaba su padre. No quería ni imaginarlo. La gente de Teselia eran un mundo a parte.

White se giró para buscar consejo en Dante y yo crucé los brazos.

>>La otra opción que se me ocurre son los trenette—ante su expresión perdida, añadí, con un suspiro de circunstancias—. Son como los spaghetti. Sí sabes lo que son los spaghetti, ¿verdad?

 

Liza White

Tomé una servilleta y la arrugué hasta formar una pelotita, apuntando a su frente en el momento en que dijo la tontería de los spaghetti.

—Eres idiota —le reproché soltando una risa baja, incrédula. ¿Se estaba riendo de mí acaso?—. Sí, sé lo que son. No es mi culpa que tengas un gusto extraño por las comidas pomposas de nombre raro.

La había escuchado hasta entonces con una mezcla de gracia y genuina curiosidad. Al menos se dignaba a explicarme qué era cada cosa, pudiendo hacerme una imagen mental de si me agradaría o no probarlas. Pero en el momento en el que su tonito cambió y noté ciertos resquicios de condescendencia en la voz, mi gesto mutó un poco.

Un tanto frustrada, en lo que esperaba que Dante me respondiese, decidí que me apetecía pincharle de igual forma.

>>Además, ¿de la enorme carta que tienes delante solo tienes las mismas dos recomendaciones para darme? —señalé, enarcando una ceja. Creí que me daría más opciones que las que mencionó en la cocina del centro—. ¿No será que es lo único que el exquisito paladar de Honda conoce?

Pijos, quién los entiende.

Contenido oculto

Ya estaban tardando mucho sin discutir-

 

Mimi Honda

En el momento en que lanzó la bolita de papel a mi frente, supe que la cena sería de todo menos tranquila. Solté una exclamación ahogada y me llevé la mano a la zona golpeada, frustrada con la situación. ¿Pero qué...? ¿Comidas pomposas? ¡Ni siquiera eran platos caros en primer lugar! ¡Era de lo más simple que podías encontrar en un restaurante de pasta como ese!

Evidentemente no conocía todas las pastas del mundo y prefería decantarme por platos menos conocidos, porque a diferencia de ella yo sí pretendía ampliar mis horizontes gastronómicos. ¿Casi veinte años y la única pasta que conocía era el spaghetti? Y además el trenette y el pansotti eran pastas sencillas y de fácil digestión, ¿por qué iba a elegir otros platos si me apetecían esos?

Solté una risa sin gracias por la nariz cuando buscó picarme. El problema era que sabía cómo hacerlo... y yo caía cada vez.

—Hmph—bufé volteando el rostro—. Bueno, al menos conozco algo más que hamburguesas y hot dogs, miss "la pizza es una buena opción para desayunar." No es mi culpa si tu limitado paladar teseliano es incapaz de apreciar la frescura del sushi.

 

Dante Miles

De la similitud que parecía compartir no dijo nada, tan solo se limitó a sonreírle libre de culpas y orgulloso de regresarle el dinero que le había dado, a fin de cuentas con el tiempo que no se habían visto no deseaba en lo absoluto que pagara por una merecida reunión entre ambos cuando ella había tenido que viajar hasta allí para eso.

Era lo mínimo que podía hacer.

El restaurante en si le parecía bastante lindo, le gustaba la fotografía de los cuadros en las paredes y los colores en general, sentía que le daba un aspecto bastante cálido y acogedor en cierto modo.

Tomó asiento y no tardó demasiado en servir un poco de aceite y vinagre balsámico en uno de los pequeños platos para picar algo del pan que les ofrecían mientras las chicas... expresaban sus diferencias, sí. Era como ver un juego de ping pong donde su cabeza iba volteando hacia aquella que estuviera hablando para reaccionar a todo lo que decían con una mueca divertida, ¿así sería cada vez que se veían? Lo consideraba bastante entretenido.

—Siempre podrías pedir algo clásico como cualquier estilo de pasta que te llame la atención, o espagueti que suele ser lo más común a la carbonara, siento que es una opción que no falla, también se me ocurre el fettuccine alfredo no es lo más extravagante del mundo como las opciones de Mimi pero están bastante bien—Dijo apenas encontró la ventana para hablar —. Yo estoy más inclinado a pedirme un farfalle con salmón, ese tipo de pasta son los que parecen pequeños moñitos, o bien, "mariposas" que es de donde viene el nombre en realidad.

—Sugeriría algún licor para acompañar pero creo que si las dejo consumir una gota las puedo perder en el abismo de discusiones curiosas, que vaya, no me quejaría porque sería tremendamente entretenido pero... no es lo ideal así que... ¿quizás algo cítrico? Sería un buen contraste con las pastas...

 

Liza White

—¿Limitado paladar teseliano? ¿Cómo te atreves? —le espeté, francamente indignada—. Al menos a mí no me sale arroz hasta por la nariz. ¡Encima uno bien insípido y básico!

Desvié la mirada hacia la ventana, molesta, como si de repente fuera la cosa más interesante del mundo. Vale que nunca había sentido especial interés por salir de mi zona de confort alimenticia, pero había otras formas de decirlo. A pesar de lo absurdo de la situación al menos teníamos la madurez suficiente para saber cuándo parar; ya podía sentir alguna mirada sobre la mesa y no pretendía darles el gusto de ofrecerles un espectáculo por una tontería como esa.

Dante trató de aportar algún ejemplo más a la lista de sugerencias y me volví para verle, obligándome a mí misma a dejar de fruncir el ceño. Me tragué las ganas de señalar que hasta para Dante las elecciones de Mimi eran extravagantes y reparé en el nombre del plato que me ofrecía, el cual curiosamente sí tenía imagen en la carta.

Parecía especialmente famoso.

—Se ve rico —afirmé, volviendo a notar el hambre hacer acto de presencia. Me tomó unos segundos pensarlo, pero terminé dejando la carta y asentí, satisfecha de haber resuelto esa pequeña encrucijada—. Pediré el fettucho... chi... Pediré eso —rodé los ojos. Deberían ponerles nombres más sencillos, por el amor de Arceus.

La apreciación de Dante sobre la bebida a elegir me causó cierta gracia, y rebusqué en la parte trasera de la carta con renovado interés. Una de las ventajas de ya ser mayor de edad era este tipo de cosas, heh.

>>Yo no debería tomar demasiado alcohol, no si quiero ser una estudiante responsable esta noche —Dibujé una media sonrisa hacia el chico—, pero hay opciones sin demasiada graduación y hoy es un día especial, ¿no? Escogeré un vino para mí.

 

Mimi Honda

Me mordí la lengua para no replicarle y seguir aquella absurda discusión más tiempo. El arroz era la base de muchas gastronomías en el mundo, no solo en Sinnoh. En Kanto, Hoenn, Johto e incluso Alola si me apuras. ¿No conocía la pirámide nutricional? Estaba abajo del todo, en la lista de aquellos que debían ser más consumidos para una alimentación sana y equilibrada.

Pero suponía que los teselianos no sabían ni lo que era eso.

Lo dejé correr para no armar un espectáculo. La Mimi de hace unos años hubiera seguido, pero la Mimi de ahora tenía una imagen y una reputación que mantener. No quería imaginar los titulares: "Modelo en ciernes causa altercado en un restaurante de pasta popular". No me interesaba ese tipo de atención mediática. Mi profesión era arte, no polémica.

Dante ofreció algunas opciones más y los escuché hablar sin especial interés. Al menos Dante sí conocía más tipos de pasta... aunque no pude evitar enarcar una ceja, suspicaz, cuando él también mencionó que mis opciones eran extravagantes. ¿De verdad nadie más había probado los pansotti y los trenette? ¡Estaban ahí, en el menú!

Cuando Liza terminó de decidir lo que tomaría para beber—un licor, ¿huh?—extendí la mano para recibir la carta. La única opción para tomar sin alcohol era agua. Alcé la mirada para dirigirle a White una expresión interrogante—. Ya, ¿pero qué tipo de vino? ¿Chardonnay, Merlot?

Aún me encontraba ligeramente crispada.

>>Ya que os empeñais con que mis gustos son extravagantes, mi elección será lo que suene más extravagante del menú. Pediré un Sauvignon Blanc.

 

Liza White

—Moscatel —Le respondí sin mayores miramientos. Era un vino blanco, por lo que tenía menos graduación que el vino tinto, y también era dulce y con un fuerte sabor afrutado. Sonaba perfecto para mí. Ignoré debileradamente el comentario belicoso de turno y le tendí con movimientos cuidados la carta a Dante, solo cuando Mimi hubo terminado—. Cuando estés listo pedimos, cielo.

El chico hizo lo propio, y giré el rostro para llamar la atención de alguna de las personas encargadas de atender las mesas. Una chica que no debía alejarse mucho de nuestra edad me avisó que iría en seguida, y le sonreí agitando mi mano, restándole importancia. Se la notaba saturada y pareció agradecer mi paciencia, pues me devolvió la sonrisa al llegar a nuestra mesa.

Qué mona, ¿no?

—Disculpad. Estamos que no damos a basto —Sacó su libreta e intercambió miradas entre los presentes—. ¿Qué vais a pedir?

—Tranquila. Suficiente que estás… —eché un vistazo alrededor, y me sorprendí al ver que solo ella atendía las mesas tanto del interior como de la terraza—, …¿sola? Te encasquetaron el turno de mierda, ¿verdad? —La chica me dio la razón con una risilla y me apresuré en no entretenerla demasiado—. Vamos a pedir una ración de pansotti, un farfalle de salmón y un fetuccine alfredo —Evidentemente esta vez sí me esforcé en leerlo bien desde la carta.

Solo restó indicarle las bebidas, y la joven asintió desde su lugar.

—Todo anotado —La camarera cerró su libreta, entrelazando las manos sobre su regazo—. Intentaremos no tardar mucho, pero ya habéis visto lo necesitado de personal que está este turno.

—No tenemos prisa —aseguré, liviana. Le guiñé uno de mis ojos, con un tono bromista que esperaba aliviar un tanto su nerviosismo—. Estaremos por aquí el resto de la noche.

La chica nos agradeció con una ligera inclinación, y me pareció adivinar bajo la luz de los focos cómo cierto color cubría sus mejillas antes de marcharse. Bueno, no había sido mi intención en realidad, pero no era como si fuese a quejarme tampoco, ¿no?

La sonrisa aún me bailaba en los labios, si bien con menor intensidad, cuando me volví de nuevo hacia ambos.

—¿Habéis visto al resto de los Holders en este último tiempo? —cuestioné con curiosidad—. Yo he estado de vacaciones unos días en Kalos, con Destiny, antes de venir aquí. Pero de los demás no tengo demasiadas noticias.

 

Mimi Honda

Vaya. Para alguien que había parecido un Octillery cocido cuando tratamos por primera vez este tema, Liza se veía particularmente resuelta. Observé el intercambio entre ella y la camarera con curiosidad y una ceja alzada, tratando de entender si Liza White —esa Liza White—, estaba flirteando o solo siendo amable. Para un ojo no entrenado podía parecer lo primero, pero me decantaba más por lo segundo. Aunque cuando la camarera se marchaba, pude notar como sus mejillas habían tomado color.

Eso no era un juego de luces.

Esbocé una sonrisilla traviesa que oculté apenas detrás de los dedos de mi mano.

—¿Huh~? No te cortas un pelo—dije con un tono claramente burlón—¿Tal vez quieres que Dante y yo nos busquemos otro sitio y os dejemos cenar juntas cuando acabe su turno?

Honestamente me sorprendía. Y no me iba a contener de picarla con eso.

>>Sé donde están Alpha y Drake—afirmé sin más tomando un poquito de pan de la cesta. Tenía hambre, ¿vale?—. Decidieron probar suerte en la Sede del Campeonato. Pero todos sabemos ya como es Alpha y si no, aquí va: Le han vetado la entrada a la cafetería del centro por diez días después de que él y su Rypherior acabaran con todas las reservas de carne.

Podía entenderlo de Hound, al menos. Kichiro se suponía que solo comía metales, pero era un pozo sin fondo para cualquier cosa que pudiera meterse en la boca —Chatarra, bayas, pizzas, una pokochera entera... ¡Mi propia ropa!—. Por eso no estaba en ese momento conmigo allí, cenando en ese restaurante. Pero Alpha... ¿Cómo podía comer tanto? ¿Dónde metía toda la comida? ¿Era un Swalot disfrazado y yo nunca me enteré?

No me molestaba asegurarme de que comiera, simplemente... no lo entendía.

Y me frustraba no hacerlo.

>>Pero sé como es y aunque esté por desfallecer no va a moverse de ahí hasta que gane otro símbolo— solté todo el aire de golpe en un bufido, mordiéndome la lengua para no decir verdaderamente lo que pensaba de la situación. Eso era en realidad lo que más me molestaba de todo—. En cuanto a Drake, ha pasado una larga temporada en Udan y volvió hace poco.

Contenido oculto

 

Liza White

Solté una risa nasal como toda respuesta. Por el tonito y la mirada que me echó pillé al vuelo sus intenciones, y si bien me dio algo de vergüenza que malpensase la situación (y con mi suerte de hermano mayor delante), traté de disimular el sobresalto lo mejor que pude.

—Gracias por el ofrecimiento, pero prefiero quedarme con ambos —respondí, tratando de recuperar la actitud relajada de antes, mientras jugaba con Inari en mi regazo, para disimular mejor. Alcé la mirada para verla entonces, empleando el mismo tono jocoso que había estado usando conmigo—. Siempre hay tiempo para esa clase de cosas, ¿no es así?

Era evidente que no hablaba en serio. La chica era mona y mi tipo, sí, pero no era algo que buscase activamente. Dejaba que las cosas fluyesen con naturalidad en su lugar. Si Mimi pretendía sacarme los colores era algo que hubiese logrado con la Liza de hacía unos años, sí. Pero para esas alturas ya lo había normalizado lo suficiente como para simplemente avergonzarme por la situación sacada de contexto, nada más

Además, ¿estaba intentando picarme después de nuestra mini-discusión de hacía unos minutos? ¡Como si fuese a dejarle hacerlo!

Desde que la crisis existencial que pasé amenazó con hacer temblar todos los cimientos de quien creía ser, muchas cosas habían cambiado en mi forma de ver la vida. Seguía enamorada de Nikolah, y eso no iba a cambiar nunca. Pero no era el tiempo correcto para ninguno de los dos, y no deseaba que los resquicios del caos que aún guardaba dentro amenazasen con hacerle daño. No podría perdonarme jamás algo así.

Una cosa no quitaba la otra, sin embargo. Las cosas sin compromiso estaban bien siempre que hubiese respeto de por medio. Y la vida eran dos días, Arceus. Más valía disfrutarla como se debe.

—¿Alpha? ¿Siendo vetado de una cafetería? —La noticia me causó entre gracia y sorpresa—. No sé por qué no me sorprende, en realidad. Me alegra ver que sigue teniendo la misma energía de siempre.

>>Me causa cierta gracia, y no sé si esto os lo conté en su momento —Miré a Dante, porque si había alguien que me había acompañado desde mis inicios y podría tener alguna idea era él—, pero al comienzo del viaje me sentí... Eh... ¿celosa de Alpha? —Ahora sí se me subió el color al rostro. Me daba mucha vergüenza admitirlo, pero el ambiente distendido de la cena (el de ese momento, claro) propiciaba una confesión de ese tipo—. Al inicio Destiny y yo estábamos muy unidas, éramos prácticamente inseparables. Pasaba mucho tiempo con ella y en cierta forma me acostumbré a esa rutina.

>>Entonces llegó Alpha, y... tuve que compartir esa rutina —solté el aire por la nariz, en una risa nasal sin gracia. No le sostuve la mirada a ninguno, no fui capaz—. A mi manera infantil y egoísta de verlo temí que terminase por reemplazarme por él. Pero ella siempre se aseguró de que formase parte de todo, y nunca me dio motivos para pensar así. Aún así no podía quitarme esa sensación y... Bueno, eso. Detalles de una cría de trece años, ¿no?

Recordar esos momentos se sentía como si hubiesen pasado mil años. Habíamos prácticamente crecido y madurado en ese viaje; no éramos más que unos niños cuando cuando nos conocimos, y solo había que vernos ahora, entrando en la adultez temprana como si el tiempo nunca hubiese pasado para nosotros.

Me dejé caer sobre el respaldo del asiento, e Inari siguió mi movimiento con curiosidad, buscando mi mano con cierto aire juguetón. Se lo concedí, con una sonrisa más tranquila. Se sentía bien sacar esas cosas de dentro.

—Espero poder saludarlo algún día de estos. No estaría nada mal —concluí y busqué la mirada de ambos de vuelta—. A él y al resto, claro. Una reunión de Holders al completo, ¿os imagináis? Sería perfecto.

 

Mimi Honda

La reacción de Liza casi me hizo rodar los ojos. Eso era... demasiada naturalidad. No podía molestarla ni tan solo un poquito así. Me alegraba por ella, pero por otra parte, algo dentro de mí no terminaba de encajarlo. Una parte de mí se sentía... ¿frustrada? Yo seguía siendo exactamente igual de fácil de ruborizar que antes. Podía disimularlo, pero era muy fácil avergonzarme o ponerme nerviosa. ¿Una insinuación aviesa como la tontería de las películas? Suficiente para ruborizarme hasta las orejas.

Y ella ni siquiera... titubeó.

Teníamos la misma edad y me hacía sentir como una niña torpe e inmadura.

Apreté los puños sobre mis muslos por debajo de la mesa, tratando de contener mis emociones antes de acercar la mano para tomar otro trocito de pan. Íbamos a terminarnos la cesta entera como no nos trajeran la comida pronto. Al menos, mientras Liza hablaba, la chica regresó y con una sonrisa de disculpa distribuyó las bebidas sobre la mesa.

¿A qué sabía exactamente un Sauvignon Blanc? Tomé la copa y la acerqué a mi rostro, curiosa, pero el olor ya era lo suficientemente desagradable como para hacerme arrugar la nariz.

Ew.

Dejé la copa a un lado con una expresión de circunstancias y me centré en escuchar como Liza contaba como le había tenido celos a... ¿Alpha?

Si recordaba nuestra última conversación y el motivo que nos llevó a terminar en la situación en la que terminamos, sabía que White había tenido sentimientos por Destiny durante años. Sentimientos que no había sabido como manejar y de los que jamás le había hablado. Esa fue la chispa que lo inició todo. La insidiosa pregunta de: "¿Y si me gustan las chicas?", y era ahora cuando se estaba permitiendo abrirse a esa posibilidad.

Me preguntaba si nuestra conversación y posterior beso en Atracadero tenían que ver. Si ese momento de locura transitoria le había dado el valor necesario o la confirmación que buscaba para reafirmarse en su sexualidad y aceptar una parte de sí misma que había mantenido oculta años.

¿Había sido todo... gracias a mí?

—Creo que reunirnos todos es cada vez menos probable a medida que nuestras vidas se complican—comenté poco después—. Pero estaría bien. Quizás podamos sacar tiempo algún día.

Tomé nuevamente la copa pero nada más acercarla a mis labios y tomar un pequeño sorbo, el sabor ácido del vino me irritó la garganta. Era ácido y fuerte, como un puñetazo en el estómago.

—¿¡Q-qué diablos es esta cosa horrible!?—pregunté entre toses, cubriéndome la boca con el dorso de la mano.

Sí, eso lo resumía muy bien.

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Baby, you're a hopeless bottom, acéptalo ya de una vez (?)

 

Dante Miles

Sonrió cuándo su propuesta fue aceptada y fue la qué Liza terminó pidiendo, pero, cuando notó que las chicas se decantaban por pedir alcohol, terminó por ordenar el vino de la casa, porque una parte de el sentía que lo iba a necesitar y también seguramente todo iba a fluir mucho mejor si todos se encontraban en las mismas condiciones.

—Me refería a que eran pastas extravagantes porque muchas personas no reconocerían ese tipo de pastas de buenas primeras... —Aclaró ese tema con tranquilidad, en el imaginario de las personas que comían eso de vez en cuando no iban a estar las pastas más elaboradas o de formas más curiosas a su parecer.

Liza llamó a la mesera y observó bastante interesado su interacción, principalmente porque no creía recordar alguna vez haber visto aquella parte de su personalidad y también era curioso ver esa clase de situaciones ya sin ser el mesero.

—Sabes, muchas veces los clientes dan propinas más grandes cuando te coquetean —Dijo luego de permitirse reír de la pregunta de Mimi sobre dejar a Liza sola para coquetear con la mesera —, o cuanto pretendes coquetear con ellos, así que quizás debamos tomar eso en cuenta para cuando paguemos~

Escuchó de las chicas con quienes se habían visto y se alegró que Liza siguiera teniendo contacto con Destiny y le causó bastante gracia saber que Alpha seguía siendo un peligro para las cafeterías por su insaciable hambre que parecía no desaparecer incluso con el tiempo que había transcurrido.

—En cuanto a holders... solo he hablado con Ukita por teléfono, me pone al día de sus viajes por las regiones, fuera de eso realmente no mucho. —Pero tampoco era el más social así que no se debía esperar un resultado especialmente diferente. —Bueno, puede que tuvieras celos de Alpha pero tan siquiera siento que te llevabas relativamente bien con él, no como Des y yo que tuvimos una pequeña fricción por la cercanía que tenía contigo, por suerte lo resolvimos bastante rápido.

Siguiendo el ejemplo de Mimi tomó un pequeño sorbo del vino de la casa e hizo un gesto aprobatorio, era dulce y afrutado que no se sentía seco a la hora de que lo pasaras al contrario, te dejaba una sensación algo fresca en la boca por los tonos de melocotón y albaricoque que se quedaban en tu garganta.

—Seguramente es muy seco, ¿quieres cambiar? Este está bastante bien, estoy seguro que debe ser Moscato.

 

Mimi Honda

¿Cómo la gente tomaba eso? Era fuerte, ácido y te quemaba tanto la garganta como el paladar. ¿De verdad había personas que se sometían a una tortura tan gratuita por placer? La vena masoquista ni siquiera la disimulaban.

Seguí tosiendo asqueada por algunos instantes más, hasta que la voz de Dante se impuso por encima de mi propia repugnancia.

¿Moscato...?

Lo miré con lágrimas saltadas en los ojos, luchando por recomponerme y no armar una escena en mitad del restaurante. ¿Seco simplemente? El veneno de un Skorupi probablemente tuviese mejor sabor que eso. Y me había picado uno cuando era niña.

—Cielos...

Tomé la copa que me ofrecía con cierta suspicacia y la acerqué a mi rostro para olerla, tensa en un inicio. No tenía el mismo olor, era un aroma afrutado, dulce. Ya de por sí resultaba más agradable que el Suavignon Blanc.

Tomé aire llenándome de valor—porque el orgullo era el que me había llevado a probar el Suavignon aunque su olor me había repugnado—y me mojé apenas los labios con el licor. Mis dedos se pusieron ligeramente blancos alrededor de la copa, tensos. Y entonces sucedió algo... inesperado.

Sabía... bien.

Ahogué una pequeña exclamación, abriendo los ojos repentinamente.

—Está dulce.

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We've lost her

 

Liza White

¿Te... Tenía que dejarle una mayor propina a la camarera? ¡Pero si no le estaba tirando los tejos en primer lugar, solo era amable! ¡Amable, te digo! Desvié la mirada hacia la ventana, haciendo un ligero mohín contra la mano en la que me apoyaba. Suponía que, quitando la tontería del flirteo, la chica agradecería algo así. Menuda noche le esperaba a la pobre.

La mención a Ukita me ilusionó, y escuché con atención los reportes acerca de sus avances y de sus viajes en solitario. Hacía mucho que no sabía de él, pero me hacía muy feliz saber que estaba bien, y que aún conservaba su amistad con Dante. Destiny para mí había sido lo que Ukita para él, así que no podía esperar menos de un vínculo así.

—Espera, ¿discutiste con Destiny por mí? —Aquello me pilló por sorpresa. Habían pasado tantos años que, de haberme enterado, lo había olvidado por completo. Solté una risita baja, dándole un sorbo a la copa cuando la tuve delante. Estaba muy dulce, tal y como me gustaba—. Al menos lo resolvisteis relativamente rápido, pero ahora me da curiosidad saber cómo llegasteis a esa situación. No te veo siendo tú el que iniciaría algo así.

Dante y yo habíamos terminado pidiendo el mismo vino y observé en silencio, entretenida, las reacciones de Mimi acerca de su licor kalosiano. Oculté una pequeña sonrisa presuntuosa tras la copa, sin añadir nada realmente. Mi expresión tenía un "te lo dije" escrito por toda la cara, pero no pretendía remover más las aguas. La batalla contra su orgullito la llevó a escoger algo que debía saber asqueroso, y no le quedaba más remedio que lidiar con las consecuencias.

O eso creí, hasta que Dante le ofreció cambiar sus bebidas, y Mimi pareció encantada con el Moscato. Rodé los ojos. ¿Así pretendía que la chica aprendiese? ¡Era demasiado bueno hasta para mí!

La rubia apuntó lo dulce del sabor y asentí al poco tiempo, no sin cierta gracia, dejando mi copa sobre la mesa.

Qué remedio.

—Bienvenida al lado del buen gusto, Honda —bromeé—. Haremos una excepción y te permitiremos estar aquí por hoy.

 

Mimi Honda

Decidí intercambiar mi Suavignon Blanc por el Moscato de Dante. Al menos podía beberlo, eso ya era un gran avance. A medida que lo probaba, podía notar toques de frutos secos y albaricoque. Era dulce y afrutado, pero sin resultar empalagoso.

La única que no parecía feliz con el intercambio era White. No tenía ni que decirlo para imaginar perfectamente como esperaba que el orgullo me jugase en contra. Solo necesitaba ver su expresión de circunstancias, aquella sonrisa presuntuosa para entender que le hacía gracia mi pequeño desacuerdo con el vino.

Le hubiera pisado el pie por debajo de la mesa si tan solo no estuviese tosiendo tanto.

A veces de verdad que me irritaba.

La camarera regresó al poco tiempo con nuestros platos disculpándose por la tardanza. No había tardado tanto realmente, pero el tiempo era particularmente relativo cuando el estómago no dejaba de quejarse. Afortunadamente, todo tenía una pinta estupenda. En especial mi plato de pansotti y eso que por lo general los pansotti con salsa de almendras tenían un aspecto repugnante.

En ese momento, Liza "alabó" mi buen gusto. Estuve por rodar los ojos y soltar una risa irónica por la nariz, pero en lugar de eso la miré esbozando una sonrisa -muy bien- fingida.

—Gracias. Al parecer no tengo tan buen gusto como para comer pizza para desayunar, pero es agradable para variar—alcé la copa de vino y le guiñé uno de mis ojos con cierta gracia—. Cheers~

 

Liza White

Enarqué una de mis cejas, dirigiéndole una expresión de circunstancias que mutó rápido en una risa baja cuando nuestras copas y la de Dante chocaron con un ligero “clink”.

No teníamos remedio.

—Cheers~

Había estado tan entretenida charlando que no había probado apenas del aperitivo que desapareció en cuestión de minutos sobre la mesa. Por esa razón, cuando la camarera me puso el plato en cuestión en frente, me pareció la comida más apetecible del mundo. El fetuloquesea no eran más que espaguetis más anchos y finos de grosor, y la salsa que llevaba, espesa y cremosa, me recordó en cierta medida a la carbonara.

Pinché con el tenedor y le di vueltas sobre su eje, llevándome un primer bocado a los labios. Me llevé la mano libre a mi mejilla, soltando un sonidito de pura satisfacción.

—¡Qué rico! —exclamé, feliz. Me sentía satisfecha con la elección que había terminado tomando—. Eres el mejor, Dante. Recuérdame que te pida más recomendaciones de aquí en adelante.

También había acertado recomendando las bebidas que podían complementar bien nuestros platos. Bebí otro sorbo del licor, que me ayudó a bajar mejor la comida, y el regusto que me quedó me resultó bastante agradable en general.

En determinado momento de la cena decidí alzar la bandera blanca entre nosotras (esta vez de manera oficial, ¡lo juro!), y le dirigí una sonrisilla a Mimi, extendiendo el tenedor en el aire en su dirección. Busqué sus ojos de antemano, dejándole adivinar por los ojillos que le estaba poniendo por dónde iba a salirle esa vez.

>>¿Puedo?

Ya que estaba probando cosas nuevas, podía matar varios Pidoves de un mismo tiro, ¿no?

 

Mimi Honda

El resto de la cena transcurrió bien o al menos después de nuestros ridículos roces que nunca eran realmente serios... transcurrió bien. Chocamos nuestras copas en un pequeño brindis sin discursos grandilocuentes de por medio y nos centramos finalmente en nuestros respectivos platos.

Hacía bastante tiempo que no comía pansotti. Recordaba que Marie solía prepararlos de vez en cuando y me gustaban porque a diferencia de los raviolis estaban rellenos de verduras. Marie era de Kalos, pero sabía preparar platos de un sinfín de gastronomías. Suponía que era parte de su trabajo. En realidad nunca hablé demasiado con ella si no era para pedirle que me cocinara. Ni siquiera... conocía su apellido.

Aquel pensamiento opacó ligeramente mis ánimos y tomé un poco más de vino para compensarlo. Era dulce así que hacía un poco menos ácida la voz autocrítica en mi propia mente. Si empezaba a reprocharme cosas ahora no acabaría nunca y estaba demasiado tranquila y en paz como para que mis propios pensamientos me fastidiasen la noche.

Cuando más perdida me sentía en ese tren de pensamiento, White llamó mi atención. Había alzado su tenedor y estaba usando Ojitos Tiernos conmigo otra vez.

Alcé una ceja, suspicaz, al notar sus intenciones. ¿Le había recomendarlo pedirlo, había hecho oídos sordos diciéndome que era extravagante y ahora quería probar del mío?

La audacia de esta mujer.

—Ni hablar—sentencié de forma tajante, cerrando los ojos en un gesto aparentemente inamovible.

Aguardé unos breves instantes así y entonces abrí tan solo uno de mis ojos; mi tono de voz cambiando repentinamente, suavizándose, al tiempo en que una sonrisa cómplice se extendía por mis labios.

Solté una pequeña risa.

—Si no me dejas probar también tu fetuccini, claro.