Dante Miles —Que no estemos juntos no implica que no la quiera, no es una cosa u otra...—¿Era demasiado tarde para que Liza simplemente volviese a aparecer? Probablemente, pero sabía muy bien que era solo cuestion de tiempo para que todo eso sucediera solo porque no estaba en sus planes negar que quería a Emily. Respiró hondo antes de suspirar, tan siquiera tenían cupcakes para pasar el rato. —No conoces toda la historia, ni siquiera me conoces a mí o todo lo que rodeó la relación—Sonaba tranquilo, mil veces más tranquilo que la primera vez que habían discutido —, pero, no es necesario que te explique el porqué decidí hacerlo, porque diga lo que pudiera decir, tú solo explotas y explotas y explotas con todo lo que no sea tu historia, piensa lo que quieras con lo poco que sabes, no debe ser tan dificil. Luego tendría que disculparse con Liza, algo le decía que no estaría nada feliz de saber que de nuevo, estaba allí presente discutiendo.
Mimi Honda —¿Y qué te hace pensar que quiero conocerte?—le espeté, ácida— ¿Crees que tengo un mínimo de interés en saber de ti o tu vida? Ojalá tuviera uno de esos perfectos cupcakes para arrojártelo a la cara y disimular esa expresión sobria y aburrida que tienes siempre. Mi ira no hacía más que crecer. Me sentía furiosa con esta situación. Todo iba tan bien... ¿por qué tenía que mencionarla? ¿Por qué tenía que arrojar toda la paz por la ventana? ¿Qué sabía él? ¡Me importaban una mierda sus razones! Él no había visto a Emily sufrir, ocultando su dolor bajo sonrisas falsas como siempre hacía. Él no había visto el dolor en sus ojos... yo sí. Yo había vivido todo eso porque yo estaba con ella cuando sucedió. Nos quedamos juntas a ver una película, compartiendo la misma manta sobre la cama del Centro Pokémon. —¡Por supuesto que exploto porque también la quiero!—exclamé. Tomé la taza de té y golpeé con la misma la mesa, iracunda— ¿Crees que voy a permanecer ajena a su dolor? ¿Dejando que un soso pusilánime como tú le rompa el corazón? ¿Quién diablos te crees que eres?
Dante Miles —Porque si tuvieras un mínimo de interés sabrías porqué en ese momento hice lo que hice, o serías capaz de ver que no voy cambiando de pareja como si fuera la cosa más productiva que tengo que hacer en todo mi día—Le señaló la mesa a su lado, prácticamente apuntando cada uno de los pequeños postres que habían sobrado —, puedes ponerte de pie y hacerlo, solo demostrará más quien eres realmente, porque yo...lleno de pastel seguiría siendo la misma persona con todos. ¿Invitarla a eso era adecuado? No. ¿Le importaba que lo llegara a arrojar alguno de ellos? Tampoco. —¡Adivina qué! ¡Todos los holders la quieren! —Eso fue lo único que se permitió gritarle aunque estuviera comenzando a frustrarse un poco, fuera románticamente o no, todos la querían y de eso no cabía duda —, es la clase de persona que hace que tu día valga la pena porque ves esa sonrisa en su rostro, a la que quieres saludar todo el tiempo, quieres hacerla reir, quieres que esté bien, quieres escucharla todo el día...—apretó ligeramente sus puños —¿Y tú te crees que yo soy ajeno a su dolor? La conozco por más tiempo y creeme que jamás he sido ajeno a lo que ella siente, siempre he tratado de hacer lo mejor para ella. >>Creí de manera estúpida que estaría bien, realmente no era algo común que nos mintiéramos y quizás lo hizo en ese momento pareció adecuado para yo sentirme tranquilo, no lo se. Jamás planee romperle el corazón, pero no es algo que tú puedas entender y yo, no me creo nada, porque no actué creyendome "algo", hice lo que creía que sería lo mejor para que ella pudiera seguir recorriendo la región y ayudando a los demás sin tener un obstáculo en el camino.
Mimi Honda Me detuve un momento a escucharle hablar. A escuchar como me invitaba a lanzarle un cupcake a la cara. De hecho me acerqué hasta allí y estuve por hacerlo, consumida por la rabia. Preguntándome internamente si me estaba retando, si creía que no era capaz. ¿Quién se creía que era? ¡Estaba jugando con fuego e iba a terminar quemándose! En último momento me detuve. Cuando Dante habló de Emily, cuando mencionó el tipo de persona que era. Como verla sonreír hacía que el día mereciese la pena. Como te hacía querer mantenerla segura y asegurarte de que estaba bien. Eso era lo que inspiraba. Ella era esa clase de persona. Una persona genuina, única, más valiosa que un diamante. Siempre lo había pensado. >>¿Te nombras a ti mismo un obstáculo?—le pregunté. Y volví a reír como antes—. Definitivamente lo eres. Quizás si hayas hecho bien saliéndote de su camino. Una persona que se ve a sí misma como un obstáculo no puede ser menos que eso. No podía creer lo que Dante estaba diciendo. ¿Por qué se compadecía de esa forma de él mismo? Era patético. >>Todo esto es ridículo—bufé—. No pretendías romperle el corazón pero lo hiciste. ¿Y todo por qué? ¿porque pensaste que eras un obstáculo en su vida? ¿De verdad tuviste en cuenta sus deseos o necesidades? ¿O solo te preocupaste por ti mismo y tu propia inseguridad, porque así era más fácil? Lo miré a los ojos, irritada. Tensa. Todo mi cuerpo estaba en tensión, pero mis palabras eran calmas. Aunque en mi tono vibraba una rabia sorda. Era Emily de quien hablábamos. No me iba a quedar de brazos cruzados. >>Nunca pensaste en ella. ¡Deja ya de excusarte!—le espeté con fiereza—¡Decidiste por tu propia inseguridad que lo mejor era dejarla sola! Porque en el fondo te sentías inferior a ella. Eres un maldito cobarde que huyó con el rabo entre las piernas como un Ratatta usando fuga. Eso es todo lo que eres. Si realmente la quisieras no la hubieras dejado. Si realmente la quisieras hubieras estado a su lado cuando tan mal lo pasó. No te hagas la víctima conmigo, Dante. Yo no soy tan fácil. Con eso di por terminada la discusión. No lo miré una última vez. Irritada, molesta, abandoné la cocina... y la puerta se cerró a mi espalda con estrépito.
Dante Miles Se mantuvo allí, viendo como se acercaba a la mesa que estaba a su lado para que agarrara lo que quisiera. En ningún punto esperó que se detuviera o no le hiciera algo, pero luego de escucharla hablar no tenía duda del porqué había parado tan de repente, no le decía nada que no se había dicho antes para convencerse que era correcto salir del camino de Emily para que no tuviera aquella mirada triste cada que él tenía ese impedimento propio de acompañarla, para que ella no se preocupara de que se sintiera dejado de lado o algo similar, para dejarla ir y disfrutar las cosas que sabía tanto le gustaban. —Si supieras algo de mí te aseguro que podrías constestarte más de una pregunta que estás haciendo al aire, pero, si no te sirven, no te importa. —¿Qué iba a saber ella sobre las cosas que él hacía para si mismo? ¿De las intenciones que había tenido? No sabía nada del contexto pero aun así, allí estaba frente a él tratandolo como si lo conociera. —¡Deja de creer que lo sabes todo, por Arceus! —Pensaba en ella siempre y por eso había sido un gran alivio ver que no lo odiaba, que le había sonreido, que le había alegrado el hecho de que estuviera frente a ella, pero antes de que pudiera añadir otra cosa, ya se había marchado. Revolvió sus cabellos con cierta frustración, no la había dejado sola, la había dejado con ella, incluso cuando había estado con Alpha se había asegurado de que estuviera bien con Mimi aunque luego hubiera pasado lo de su secuestro, no sabía que muchas veces solo mandaba a su Staraptor a que la buscara por las rutas y le dijera que estaba bien, no sabía nada. No creía que nunca hubiese jugado un papel de víctima con alguien, solo decía la realidad que había tenido en esos momentos. Pero allí, ¿qué importaba? Su palabra y conocimientos parecían ser totalmente inválidos bajo su punto de vista porque simplemente no encajaban en su historia. Salió de la cocina solo para encontrarse con la enfermera Joy —Buenos días enfermera, en la cocina le hemos dejado unos cupckes como agradecimiento por dejarnos hacer todo esto, espero que le gusten...—Con aquel aviso, finalmente se retiró hacia donde estaban sus pokémon, con todo aquello, seguro aquel dulce le terminaría con un sabor amargo en su boca.
Mimi Honda Abandoné el Centro Pokémon a paso rápido. Conocía muy bien esa sensación en mi pecho. Esa rabia, esa impotencia. Ese odio visceral. Eran... celos. Gran parte de todas mis discusiones con Dante estaban motivadas por los celos. Eran una mezcla insana entre unos abrumadores celos y mi parte más sobreprotectora. Mi intento de mediar en una situación que no me correspondía en lo absoluto, porque yo no sabía nada de ella, yo no conocía los detalles de la misma, ni siquiera la razón que lo llevó realmente a cortar su relación con Emily. Pero estaba tan... celosa. Por lo que resolví, antes de terminar arrojándole realmente un cupcake a la cara, alejarme. Irme a Udan cuanto antes. Desaparecer por unos días, quizás unos meses. Solo... necesitaba tiempo. Estaba segura.
Orgen Salí de la torre derrotado nuevamente, sin embargo, estaba satisfecho con el entrenamiento adquirido por mis pokémon a través de las diversas batallas que hemos tenido hasta ahora como equipo. Decidí ir hasta el cafetín popular de la ciudad, donde al llegar me atendió un camarero u ordené un club house y un sandwich especial para Ches. Debía intentarlo nuevamente en la torre, no obstante, deseaba seguir adelante y no quedar atrás de los demás holders, asi que tenía que buscar alguna forma de volverme más fuerte por otros medios y no solo en la Torre Desafío. Saqué un mapa de mi mochila y comencé a inspeccionarlo poco a poco, observando las posibles rutas a seguir.
Dante Miles Al final, el default había llegado, obligandole a tener que abandonar la torre no sin antes decirle a Amalia que realmente no importaba mucho como terminaban desenvolviendose las cosas si al final tenías la confianza con tus pokémon, siendo él el ejemplo del mismo, realmente no sabía mucho como desenvolverse con las peleas pero la confianza que le tenía a sus pokémon era suficiente para que poco a poco descubriera lo que tenía que hacer. También le aseguró que se convertiría en una gran entrenadora por la forma que veía que estaba relacionada con su Sylveon, después de que le dieran sus respectivos puntos, volvió a Témpera tranquilamente felicitando a los dos pokémon aunque no hubiesen podido pelear demasiado, todo esfuerzo terminaba contando al final de cuentas. —Hicieron un buen trabajo, les agradezco mucho. Llamó a Staraptor y luego de guardarlos en sus pokébolas para iniciar su viaje a Lienzo y luego de eso, se marchó.
Mimi Honda Témpera. El solo hecho de pisar un suelo que no se hundiese bajo mis pies me hizo sentir mejor. Pero no iba a quedarme allí, en mitad de la calle, con aquella ropa tan... corta. Me apresuré a entrar en el centro y subir las escaleras hasta mi habitación. Lo primero que haría sería ducharme. Me quité aquella ropa una vez estuve en el baño, doblándola como pude y apartándola de la ropa limpia que iba a ponerme. Sabía que no debía dejarla muy lejos porque iba a necesitarla próximamente. —Tsk... sabía que iba a quemarme—murmuré observando mis omóplatos y antebrazos en el espejo del baño. Dolía ligeramente y sentí arder aquellas leves rojeces bajo mis manos cuando les apliqué una loción que lograse aliviarme. Nota mental "Aplicarme protector solar antes de regresar mañana a Udan" Aprovechando el espejo me tomé un leve tiempo para mirarme. Estaba incluso más alta que la última vez que me había parado a observarme a mí misma con tanta atención y detenimiento. Mi cabello dorado más largo, casi a la altura de mi cintura. Pero sin embargo, había algo en mi cuerpo que se negaba a crecer de la misma forma. Chasqueé la lengua con disgusto y me aparté del espejo. Para aquel momento ya había abierto el grifo y esperado que el agua templase. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y un suspiro agradecido y aliviado abandonó mis labios cuando sentí el agua correr sobre mi piel. Era como si hubiera regresado de la playa y ni siquiera me había metido en el agua. Era una sensación familiar y cercana, tan sumamente agradable que logró destensar mis músculos y apartar el calor, el sudor y la arena de la isla. Enjaboné y enjuagué mi cabello con aquel champú con olor a jazmín que tanto me gustaba. Era un olor agradable que lograba relajarme. Aunque si había un solo olor en el mundo que arrojase todos mis temores por la ventana ese era... el olor del champú de Emily. ¿Cual usaba? ¿Se lo había preguntado alguna vez? Siempre lo sentìa impregnado en la almohada cuando dormíamos juntas. Era un olor que invitaba al sosiego y la calma. ... Lo echaba de menos. "No, no. Calla estúpida" Me forcé a mí misma a dejar de pensar en ella. No era el momento de llenar mi mente de nuevo con pensamientos que me crispaban. ¡Si estaba haciendo el Desafío de las marcas era solo para despejarme! Cambié bruscamente la temperatura del agua. ... No fue una buena idea. —¡Agh fría!—chillé casi sin aire— ¡Fría! ¡Maldita sea está helada! ... Pero ayudó a que mi mente se centrase.
Mimi Honda No pasé mucho tiempo en la ducha después de aquel shock gélido. Abandoné la misma y cubrí mi cuerpo con una toalla—una blanca y suave que encontré en el armario— mientras secaba mi cabello con el secador. El sonido tan molesto del aparato ocultó por unos momentos el rumor de mis pensamientos. Ya no eran una leve llovizna de verano... eran una tormenta tropical torrencial. Recordaba lo que Liza me había dicho, sus palabras de ánimo, tratando de darme el coraje necesario para dar ese paso. Pero no podía darlo. Aún tenía miedo, eso no había cambiado en lo absoluto. Estaba asustada y confusa y la única persona a la que quería contárselo no podía saberlo. No era como si me negase a reconocer lo que sentía... pero era completamente distinto ocultar algo por dignidad y orgullo—como solía sucederme—, que ocultarlo por miedo. La situación me generaba una enorme angustia. No sabía como actuar ni qué pensar ni qué hacer ni qué... nada. Era completamente sofocante y agotador sentirte completamente acorralada y perdida. Presionada y aterrada... sabiendo que el único camino posible podía cambiarlo todo para siempre. Apreté un botón. El ruido del secador también se hizo más fuerte. Mierda. Cerré los ojos y fruncí el ceño. No quería volver a pasar por eso. No quería sentir lo que sentía. Aquellos malditos sentimientos solo lo complicaban todo. Volvían las relaciones turbulentas e incómodas. Me hacían pensar cosas que no debía. Desear cosas que no sucedían. Aplastaban mi orgullo como si estuviese hecho de papel porque ni él, tan enorme y férreo como era, podía hacerles frente. Lo derrumbaban todo a su paso. Me dejaban vulnerable y expuesta como nunca... y me hacían actuar como una estúpida. Apagué el secador y me vestí. Había pensado en bajar a la cafetería y cenar algo, pero estaba agotada. Aquella ducha me había hecho darme cuenta de lo exhausta que me sentía en realidad. Los dos días en Udan no ayudaban. Ni siquiera iba a tomarme un tiempo en recoger mi cabello de nuevo. Mis coletas podían esperar a mañana. Cuando despertase, volviera a Udan y siguiera fingiendo que no pasaba nada y que mi relación con Emily no estaba jodida. Cuando abandoné el baño en pijama las luces del alumbrado eléctrico de la calle ya se colaban por la ventana. Me senté en la cama y mis ojos viajaron a mi pokédex-holomisor sobre la mesita. Ni siquiera había saludado a mi equipo. Todos los huecos de mi mente eran ocupados por el mismo nombre. ... Quería llamarla. Deseaba como nunca escuchar su voz. Saber si estaba bien y cómo le estaba yendo en la Sede del Campeonato. Quería contarle que me había decidido a hacer el Desafío de las Marcas en Udan... y esperar que aquello la alegrase porque parecía amar aquella isla en mitad de la nada. Quería decirle que estuve cerca de obtener una marca... —No, eso no. La llamaría cuando tuviera una marca. Cuando tuviera las cuatro marcas. ¿Eso la haría feliz...? ... Mi corazón se apretó en un puño. No iba a hacer nada de eso. No podía hacer nada de eso. Si hablábamos probablemente terminaría sucediendo como en la pradera. De nuevo le pediría que se quedase conmigo. Que la necesitaba. Que quería abrazarla. Pasar tiempo a su lado sin hacer nada realmente. Pero Emily no quería eso. Contuve un suspiro y me dejé caer hacia atrás. Mi espalda rebotó ligeramente sobre el colchón mullido. ¿Cómo podía extrañar tanto a alguien que tenía tan presente? Me giré y recogí mis piernas, doblando las rodillas. En la oscuridad de la habitación la soledad volvió a pesarme como una losa. Aquella cama no olía a nada. Quizás a sábanas limpias... estaban frías al contacto. Aquel toque helado me hizo ser aún más consciente del vacío que sentía. Me preguntaba que tan normal era esa sensación. ¿Era normal o estaba sacando las cosas de quicio? ¿De nuevo hacía montañas de granos de arena? En la oscuridad mis problemas parecían mucho mayores. El silencio solo enardecía el ruido de mi mente. Pensé en Tau. Recordé nuestra última misión. La enorme desesperación que sentimos. Los llantos. Los gritos. Mi dolor. Ese dolor emocional tan intenso, tan visceral... que me partió el alma en dos. No quería volver a sentir algo así jamás. —Em...—susurré con un hilo de voz. Y deseé que sus brazos se cerrasen en torno a mi cintura y me rodearan en un abrazo cálido que alejase el frío, como solo ella sabía hacerlo. Nunca le había dicho lo mucho que adoraba sus abrazos. Lo mucho que la adoraba a ella. ¿Podía hacerlo ahora? ¿Podría hacerlo algún día? ¿Por qué me empeñaba en hacer las cosas tan difíciles siempre? Ojalá todo pudiera seguir como hasta ahora. ¿Para qué cambiar las cosas si el resultado era tan incierto? Sintiendo el corazón pesado, el frío intenso y el cansancio, solo cerré los ojos y me quedé dormida. Contenido oculto El drama de DMW me está afectando (?)
Mimi Honda Desperté sintiendo un peso sobre el estómago. No era demasiado pesado ni molesto pero sí... inusual. Definitivamente no era algo que sucediese cada día. Abrí lo ojos con pesadez solo para encontrarme con otro par de orbes azules que me observaban con curiosidad. Di un respingo repentino, exaltada. "¡Kyah!" —¡Daichi!—exclamé cuando pude reconocer a mi Meowstic. Estaba sentado sobre mi estómago. A su lado, en el borde de la cama estaba su hermana Ai, mirándome de reojo con el mismo gesto desdeñoso de siempre y las piernas elegantemente cruzadas. ¿Qué... diablos? ¿Qué hacían ahí? ¿En qué momento habían escapado de sus pokéballs? Me incorporé un poco. Aún confusa, entre las neblinas de un sueño profundo pero poco reparador. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. No había parado de dar vueltas y vueltas en la cama durante la noche, nerviosa e incómoda, buscando una postura que me hiciera conciliar el sueño. El calor que hacía tampoco contribuía demasiado a ayudarme a dormir. Y cada vez era más y más sofocante. Suponía que debía tener ojeras de nuevo. Fue en ese momento que me di cuenta de que me pesaban las piernas. Y al dirigir mi mirada hacia abajo me encontré con Latias dormida plácidamente sobre estas. Tenía una pequeña sonrisa en los labios mientras su cuerpo se movía al compás de su respiración sosegada y profunda. —¿Eh? La confusión y la contrariedad se apoderaron por completo de mi mente. Ahora que estaba despierta y las sábanas no me pedían volver a dormir, pude echar un vistazo más detallado a mi alrededor. Mi sorpresa no se hizo esperar. Básicamente casi todo mi equipo estaba descansando allí, en el suelo. Renjiro y Tsuna dormían muy juntos sobre la alfombra, la cabeza de mi Ninetales sobre el lomo de mi Arcanine. Un bostezo llamó mi atención y vi a Katze desperezarse y estirarse en toda su extensión de Lierpard. El ronquido proveniende de mi derecha me hizo notar a Kichiro junto a Monomaru. Y a Genji y Haru sentados juntos con la cabeza de uno apoyada en el otro, frente al armario. ... ¿Estaban todos...? ¿Qué hacían allí? ¿Acaso habían pasado toda la noche conmigo? En ese momento las piezas del puzzle parecieron encajar de golpe. ¿¡Por eso sentía tanto calor?! No había parado de dar vueltas, asfixiada... ¿y era porque mis pokémon habían dormido conmigo? La puerta se abrió justo en ese momento y una melodía alegre y liviana se apoderó del ambiente del cuarto. Se llevó con ella el leve enojo que me causó aquel inesperado descubrimiento. Meloetta, feliz, cantaba mientras llevaba una bandeja en sus manos. Tras ella entró Momo, mi Lilligant, con otra bandeja. Y detrás de esta, cerrando la comitiva, por si aún tuviese alguna duda de que todo mi equipo había estado a mi lado toda la noche, entró Raiden, siempre sereno. Sus ambarinos ojos se abrieron ligeramente de la sorpresa al verme. —¡Melo~♪! Meloetta sonrió dulcemente al ver que estaba despierta. Flotando en el aire me acercó la bandeja. Era un desayuno. Una taza de té, algunos pasteles... ¡Ah, éclairs! ¡Mi postre favorito...! ¿Me habían traído el desayuno a la cama? ¿Acaso... habían notado mi agitación y angustia y querían animarme? Se habían dado cuenta de que no me sentía bien, de que necesitaba compañía y me sentía vacía y sola. Lentamente mi confusión fue sustituida por un agradable sentimiento de calor, de agradecimiento y de alegría. Mi equipo, mi familia. Aquel pequeño nido de respeto y cariño mutuo que se hacía más grande con los pokémon de Udan. Estaba tan orgullosa de ellos... Aquel calor no tardó de alcanzar mis mejillas, enrojeciéndolas. Estaba tan emocional y sensible que sentí mis ojos aguarse ligeramente. —C-chicos... no teníais por qué molestaros—les dije enjuagándome una lágrima traicionera. Pero la emoción era palpable en mi voz de todos modos—. Estoy bien. Estaré bien... espero. Meloetta infló las mejillas como una niñita regañada y sacudió la cabeza, tomando un pastelito de la bandeja para acercármelo a la boca con insistencia."Come" parecía estar diciéndome. Cierto era que no había comido nada el día anterior... y que todo tenía una pinta estupenda. El té era rojo, uno de mis favoritos. Y los pastelitos en su mayoría eran aquellos que nombré el día que preparé cupcakes con Liza y Dante. Esos que al entrenador le sonaban a un idioma desconocido. Pero aquel desayuno... era demasiado hipercalórico. ¿Cómo iba a comer algo así nada más levantarme? Y aún sentía unas ligeras naúseas por el calor y la angustia. Le dirigí a Raiden una mirada de circunstancias. Pero él me miró con severidad y asintió solemne. No iba a librarme de esa. No me dejarían ir si no comía... eran como los padres atentos que ya no tenía. Unos padres un poco estrictos y medio molestos a veces... pero no concebía mi vida sin ellos. Además, tampoco quería desmayarme mientras recorría los vastos y sofocantes territorios de Udan... —Hmph—bufé finalmente, rendida. Impuse un tono orgulloso en mi voz mientras cruzaba los brazos. No me daría tan fácilmente por vencida sin oponer un poco de resistencia. Aunque fuese una resistencia más falsa que Ellie McRoy—. Está bien, de acuerdo... comeré. No hay de otra ¿cierto?—abrí un ojo y los miré, solícita—. Pero no espereis qué me trague todo esto yo sola... Celebraron como si hubieran ganado la Liga de Sinnoh.
Mimi Honda Terminamos desayunando juntos. Yo me tomé el té y algunos pastelitos... los éclair estaban tan buenos como los recordaba. Él resto de comida fue despachada por el tragón de Kichiro. Decían que los Aggron comían el acero de trenes y vías... así que no tuvo problemas en zamparse de un bocado la bandeja de pastelitos, galletas y frutas que trajo Momo. (La bandeja no logró comérsela porque Meloetta lo regañó, pero seguro que también se la tragaba. ¡No sabía si tenía un Aggron o un maldito Swalott!) En cualquier caso nada más desayunar me preparé para marcharme. Me vestí con la ropa que había traído de Udan—rompí mi propio código de vestuario que me imponía no usar el mismo conjunto dos veces seguidas—y recogí mi cabello como solía hacerlo. Me sentía mucho más animada y enérgica. Quizás por el subidón de azúcar que tenía en las venas. Cuando me miré en el espejo parecía tener mejor cara. Más luz en los ojos. Y sorprendentemente no tenía ojeras, aunque podría haberlas ocultado igualmente con un poco de maquillaje. Le sonreí a mi reflejo decidida. Una verdadera sonrisa que la imagen del espejo me devolvió. Iba a conseguir esas dichosas marcas. No importaba cuanto tardase. Me adaptaría a la vida isleña. Podía hacerlo, estaba segura de eso. Había pasado y salido ilesa de cosas mucho peores. Y solo si lograba acabar todo el desafío sin rendirme—teniendo en cuenta que se trataba de una isla atrapada en la prehistoria— se lo diría a Em. Se lo diría... y lo que pasase no era algo que debiese preocuparme ahora. No iba a pensar en cosas que aún no sucedían. Me hice esa promesa a mí misma. Emily y yo teníamos una conexión demasiado profunda para que algo así la rompiese... Quería creer en eso. Regresé a mi equipo antes de abrir el portal. Pero entonces, cuando me disponía a marcharme sentí una presencia familiar a mi espalda. No hizo el menor ruido, silencioso y sigiloso como una etérea sombra... y solo se sentó allí. Mi atento vigía. —Estaré bien Rai—le dije sin volverme—. Volveré antes de lo que piensas. Y cuando lo haya hecho te presentaré a ti y a los demás al resto del equipo. Uno de ellos es un poco... ugh—gruñí recordando a Mukka, tensa—. Pero tienen un gran potencial, a estas alturas sé notar esa clase de cosas. Fue entonces que lo miré por encima de mi hombro. Raiden no se movió. Solo me miraba con cierta nostalgia, tristeza y una preocupación casi paternal en los ojos. Aunque todo lo demás fallase... sabía que siempre lo tendría a él. La conexión entre un entrenador y su pokémon —pensé en Alpha y Flame, en Emily y Espeon— no podía romperse con el tiempo. Estaba segura de que nada podía quebrarla. Cuando desaparecí a través del portal solo pude pensar en que yo también iba a echarle de menos.
Nikolah Cruz Estaba tomando mis rodillas, encogido, intentando recuperar el aliento. Correr tanta distancia de golpe y con el estómago vacío no era bueno. Además, el cansancio que había acumulado debido a todos los eventos recientes me estaba cobrando bastante factura. Necesitaba encontrar comida y un lugar para descansar rápido. Sin embargo, el hecho de volver a la ciudad en donde había vivido tantas cosas me daba energías, y además, puede que allí me encontrara a alguien que esperaba ver hace un tiempo. Además, tenía que devolver los dos pokémon que nos acompañaban. Fue bueno que me hubiera acordado justo de ellos antes de salir de la caverna. Había vuelto corriendo y los había puesto bajo mi brazo, también. Deje a todo mi cargamento en el suelo, e inspiré con fuerza. — Ah, al fin llegamos Tali. ¡Es hora de ir a comer y descansar! ¿A dónde quieres ir primero?— dije, con una sonrisa, mientras extendía los brazos en el aire. Sin embargo, algo estaba raro. El piso se estaba acercando con demasiada rapidez.— ¿Eh, por qué el piso se mueve? Lo último que recuerdo fue que mi cara besó el suelo, y luego todo se volvió negro.
Contenido oculto Talía Wells~ ¡Estaba pensando, de verdad que sí! O eso intentaba, ¿cómo planeaba que me centrase en nuestro repentino combate si me contaba una leyenda tan chuli y curiosa como aquella? Y encima decir que mi propio Gengar... podría ser un humano castigado. ¿Sería posible? En tanto Nikolah me cargaba de nuevo bajo sus brazos cientos de pensamientos recorrían mi mente mientras retomábamos nuestro camino dirección a Témpera. Mis manos se encontraban en mis infladas mejillas, queriendo así tratar de disminuir aquel calor que se había instalado en ellas tras la innecesaria despedida de Kai. ¡Ya se las verá conmigo la próxima vez! Ya que... nuestra promesa seguía en pie. De pronto volví a sentir el suelo bajo mis pies, escuchando los jadeos pesados de Nikolah mientras trataba de recuperar el aliento. Estaba ya acostumbrada a que me cargase, así que no llegué a pensar en ningún momento en lo cansado que debía de estar el pobre. Sonreí ante su pregunta, y me puse a observar en qué parte de la ciudad estábamos. Claramente lo más importante y urgente era encontrar un lugar para curarle las heridas, alimentarnos y poder dormir todo lo que el cuerpo pida. Un sonido seco a mi lado hizo que diese un respingo, tomándome por sorpresa. Al girar mi rostro vi a Nikolah tirado en el suelo. Ya no era una sorpresa. —Hey, ¿estás bien? Comencé a inquietarme al ver que no se levantaba como siempre que se tropezaba, con su sonrisa tontarrona y sus rasguños inocentes. Rápidamente me agaché a su lado, preocupada, y le di la vuelta solo para ver cómo respiraba con total tranquilidad mientras un par de hilos de sangre le caían por la nariz. E intuía que eso iba a dolerle cuando despertase. —¡No me des esos sustos, será posible! Me llevé una mano hacia el pecho, sintiendo los fuertes latidos. Después de los últimos eventos mi corazón se había vuelto aún más sensible, anticipándose rápidamente a lo peor. Acuné las mejillas de Nikolah, sintiéndome realmente mal por él. Me tuvo que cargar demasiadas veces en todo el viaje y luchó con todas sus fuerzas, claramente iba a estar demasiado agotado. Pero se había sobre esforzado. —¡Tranquilo, esta vez seré yo la que te cargará! Tras limpiar con cuidado su nariz, traté con mis pocas fuerzas de apoyar a Nikolah contra mi espalda, rodeando sus grandes y fuertes brazos en mi cuello, cogiéndolos con fuerza. Lamentablemente sus piernas quedaban en el suelo, forzadas a ser arrastradas. ¡Pero él era mucho más alto que yo! —Uh... va-vale, esto cuesta... cuesta lo suyo —murmuré dando el primer paso, con algunos de nuestros pokémon y transeúntes observando con curiosidad. ¡Sí, una niña cargando a otra persona, pero no era cualquier niña! Lo iba a lograr… quizá—. El Centro Pokémon está... está solo a unos pasos... ¡venga! Pero no, no lo iba a conseguir. Al segundo paso las piernas me fallaron, y acabé tirada en el suelo junto a Nikolah. Con algo de suerte no llegué a hacerme daño, pero estaba preocupada por si le hubiese provocado alguna herida más al chico. Antes de levantarme, una mano amable se posó frente a mí, y pude ver a Gallade acuclillado, cargando a Nikolah en su hombro como si fuese un saco de patatas, y algo avergonzada la acepté, caminando junto a él hacia el Centro Pokémon sin soltársela. Era afortunada de que ese pokémon fuese mi compañero. Sin prestar atención a las miradas curiosas me coloqué frente al mostrador, poniéndome de puntillas y apoyando mis brazos encima de este, así podría ver a la enfermera Joy con más comodidad. —¡Hola! ¿Podrías… darnos una habitación, por favor? Mientras recibía la llave, Gallade comenzó a acercarse ya hacia las escaleras del edificio, notándose que era algo más bajo que Nikolah, y el Minccino que Lucas me había dado se encontraba siguiéndolo con curiosidad. Antes de poder seguirlos yo también Joy me dio un plato junto con una nota, sonriente. —Alguien me pidió daros esto, están muy buenos. Se llevó una mano a la boca, como si hubiese sido sorprendida por algo, y se apresuró a atender a otro entrenador antes de que pudiese preguntarle nada más. Sin entender mucho cogí el plato de plástico y la nota y me dirigí a la habitación que nos tocaba junto a los demás. Gallade procedió a dejar con cuidado a Nikolah en la cama, y exhausta me senté a su lado tras dejar aquellos cupcakes en la mesita de noche. —Y yo qué hago ahora… Acerqué una de mis manos a la mejilla de Nikolah, tibia, y observé su rostro lleno de suciedad y algunos rasguños. Acaricié con suavidad su cabello, no quería realmente despertarlo viéndolo descansar plácidamente después de haber pasado por tanto. Cogí con curiosidad el trozo de papel que la enfermera Joy me había dado, sorprendida por su contenido. Una inevitable sonrisa se formó en mi rostro, y volví a mirar al chico a mi lado. —Seguro tendrás un buen despertar con esta bonita nota y unos pastelitos hechos por Liza. La habitación volvió a sumirse en el silencio. Algunos de los pokémon se habían acurrucado en la cama también, durmiendo, y otros volvieron a las pokéball por decisión propia. Un bostezo se escapó de mi boca, y todo el cansancio acumulado se vino encima de mí de golpe. Temblé un poco por el repentino frescor que comencé a sentir en el aire, y antes de permitirme descansar ni un minuto me dirigí al botiquín de primeros auxilios que había en el cuarto y traté como pude las heridas que tenía Nikolah en sus manos. Se veían mejor que antes, por suerte. Con otro bostezo me hice un hueco entre los pokémon que rodeaban a Nikolah, y con cuidado apoyé mi cabeza en uno de sus hombros, rodeando su abdomen con uno de mis brazos. Había pensado que esto me iba a dar vergüenza, y que seguro me arrepentiría de este impulso. Pero el hecho de sentir su calor y escuchar su respiración me tranquilizaba de sobremanera. Me aseguraba que Nikolah ahora estaba bien, que no ocurriría ningún desastre más que pusiera nuestras vidas patas arriba. —Gracias por siempre cuidarme, Nikolah. No supe que tener un hermano fuese algo tan bonito hasta que te conocí— murmuré, algo adormilada, y con mi mano libre cogí una de las suyas, sintiéndome algo triste por un momento—. Sigamos... viajando juntos... Con un pequeño suspiro dejé que el sueño se apoderase de mí rodeada de la calidez de Nikolah y nuestros compañeros de viaje.
Nikolah Cruz — ¡Atrás, Sargento Marshall! ¡No eres el primer Pangoro contra el que lucho por esta provisión de bambús, y no serás el último!— grité, mientras elevaba el torso de manera automática, abriendo los ojos y levantando un puño en el aire.—...¿eh? Miré a mi alrededor, extrañado. ¿Dónde puñeteras estaba? A ver, estaba sobre algo suavecito. Esto era...¿una cama? ¿La calle se había transformado en una cama? Vaya, eso sí que era extraño. Y otra cosa que era extraña era lo que estaba sintiendo en el rostro. ¿Qué sensanción rara podía ser esta...? ¡AH, DOLOR, ERA DOLOR! ¡MI NARIZ! ¡DOLOR! Todo el rostro me dolía, como si me hubieran pegado con un bloque de concreto directamente a la cara. Me toqué apenas la nariz, y el tacto solo era suficiente para enviarme una oleada por la espalda. Mecachis, esperaba que no estuviera quebrada. Ese sería un problema. Pero podía respirar con normalidad, así que suponía que estaba bien. Suponía. Quería creer. Miré a mi alrededor, mientras hacía muecas de dolor al seguirme tocando la nariz. Era como cuando uno se descubre un moretón, que no puede dejar de apretarlo, a pesar de que duele. Bueno, era una habitación, de un Centro Pokémon parecía. Debería ser el Centro Pokémon de Témpera. Eso quería decir que... Me tapé la boca rápidamente, al ver como Talía dormía a mi lado, un gesto que hizo que una oleada de dolor de recorriera el cuerpo al volverme a tocar la nariz, lo cual obligó a que soltara un quejido, lo que hizo que me tapara la boca con más fuerza. Bueno, al parecer, la niña estaba con un sueño bien profundo. Me alegraba no haberla despertado. Acaricié su cabello con una sonrisa tierna, mientras le quitaba el flequillo del rostro. Me quedé un rato en silencio, hasta que mi estómago me llamó la atención. Cierto, no había comido en bastante tiempo. E iba a volver a desmayarme si no lo hacía. Bueno, tal vez tendría que bajar a comprar al...No iba a hacer falta, parecía. Sobre la mesita de luz, se encontraba un plato lleno de cupcakes. ¿Tali los había comprado? Vaya, iba a tener que agradecerle. Ella parecía más la hermana mayor que yo. Con una sonrisa, me acercé al plato, levantándome de forma cuidadosa, para no molestar a Tali, y mientras me relamía los labios, tomé uno de los cupcakes. Sin embargo, eso reveló una nota, que había quedado oculta. Curioso, la tomé, mientras le daba un mordisco hambriento al cupcake, acabando con más de la mitad del bocadillo de una sentada. Me atraganté al leerla, no obstante. Tosí un poco, golpeándome el pecho con un puño para liberarme. Por alguna razón, me había tomado por completa sorpresa, y no pude evitar sonreír como un idiota al releerla. Y, por extraño que pareciera, aquellos cupcakes salían diez veces mejor después de leerla. Huh, que raro. Me encogí de hombros, mientras seguía comiendo, y leía la posdata. "¡Eh, si yo siempre mastico bien!", pensé mientras me mandaba un cupcake entero a la boca, "¿y cómo no le voy a dejar a Tali? Eso sería muy egoísta de mi parte." Arrugué la nariz, enojado, pero el gesto me envió otro choque eléctrico. Me sequé las lágrimas que me habían salido, mientras reflexionaba que debía dejar mi nariz en paz por un tiempo. Bueno, tenía cosas que hacer. Me desperecé y miré por la ventana. Bueno, parecía que la tarde se había asentado. Todavía tenía tiempo. Me troné el cuello y me puse mi chaqueta, llevándome un cupcake extra y guardando la nota en mi bolsillo. Liza me había dado su número de videomisor, y yo no tenía puñetera idea de que era un videomisor, así que tenía que averiguarlo. Además, debía llevar a Florencio con aquel científico. Y hacer unas compras. Iba a tener que devolver esa sorpresa, y prepararle algo a Tali para cuando se despertara. Antes de salir, me agaché al lado de la niña, y con una sonrisa, le acaricié el rostro, para luego darle un suave beso en la frente. ¿Eso es lo que hacía un hermano mayor al despedirse, no? Suponía que era así. Había visto a varias familias haciendo eso mientras observaba por la ventana. Debía ser el procedimiento correcto. Salí de la habitación para hacer mis quehaceres, dejando una nota en la bandeja de cupcakes: "Tali, me fui a hacer unos mandados y ya regreso. ¡Voy a tener una sorpresa para ti cuando despiertes!" ... Inspiré de forma profunda, llenándome los pulmones del aire ocioso de la ciudad. Luego tosí un poco e hice una mueca de dolor. Cierto, mi nariz. Corrí el interior del Centro Pokémon de vuelta, y volví a salir después de unos minutos, con la nariz vendada. Bueno, así al menos iba a recordarme a mí mismo que no debía tocarla. Tomé mi pokédex, revisando la información que tenía sobre la misión. Vaya, no era un científico, era simplemente una entrenadora novata. Bueno, podía ser científica, la verdad, eso no quitaba nada. Me encogí de hombros. Tal vez era una científica experimentada, pero una entrenadora novata. O una científica Y entranadora novata. O tal vez no era ni científica. Bueno, tal vez sí. Agité la cabeza, confundido. Caminé con paso decidido hasta la dirección que se indicaba, y llamé a la puerta. En cuanto me abrieron, pregunté, con voz llena de confusión. — ¿Al final eres o no una científica? Oh, y vengo por lo del Machoke. Contenido oculto GalladeLucario te taggeo a vos, pero no sé si alguien más me atiende o que onda (?
La muchacha, al ver a Nikolah, esbozó una sonrisa. No era más que una muchacha que tendría unos veinte años. —¿Científiqué...? ¡Ah, vienes por el anuncio, qué bien! Ya pensaba que nadie me ayudaría. ¿Sabes cómo evolucionar a Machoke? ¿Me ayudarás? Tras explicarle que el proceso para evolucionar era un intercambio, la chica frunció el ceño, desconfiada. —Uy, uy, uy, ¿evolucionar por cambiar pokémon? ¡Eso es un disparate! ¿Cómo se justifica eso? ¡Contradice toda la lógica humana posible! Tsk, me quieres timar seguro, ¡¡habrase visto yo, un pokémon evolucionando por ser intercambiado!! Te crees que soy tonta, vaya —tomó un dispositivo similar a un móvil, que llevaba encima, y empezó a escribir algo—. Hmpf, voy a buscar ahora mismo eso en internet, ¡a mí no me timas! Tras unos segundos, pareció encontrarlo. —Oh. Pues sí, evoluciona por intercambio, según esto. ¡Vaya! ¡Pues entonces lo siento! ¡Venga, corre, corre, intercambiemos! ¿... y por qué no había buscado el método de evolución antes? Uh... e-en fin, tras intercambiar y hacer que los pokémon evolucionasen, la chica tomó de vuelta la pokéball de su Machoke original, ya Machamp, y sonrió profundamente. Luego le devolvió el Machamp original de Nikolah a su dueño (que bastante sufrió para encontrarlo) y dijo: —¡Yay, genial! Ahora tendremos muchos más clientes, ¡Machamp es mucho más solicitado! Extrañado, Nikolah no sabía muy bien de qué hablaba, pero... ... p-pronto se haría una idea. —Gracias por todo. Ten, tu dinero, y... si te interesa contactar con nosotros, ¡aquí tienes la tarjeta! Le dio una tarjeta de visita y, correteando alegre, se marchó. Al mirar la tarjeta... pudo ver la foto de un Machoke con una máscara de cuero y un látigo en las manos, un número de teléfono y unas letras estilizadas que escribían la frase "El rey del dolor. Vive una sensación brutal". ... ... ... ... m-mejor no preguntar más de la cuenta. +200 puntos. Recibirás a Machamp en tu ficha pronto.
Nikolah Cruz Vaya, la chica era muy joven. ¡Tenía que ser muy inteligente para ser una científica! Aunque el conocimiento le fallaba en ciertas áreas, porque no sabía como evolucionar por intercambio. Bueno, a cualquiera le podía pasar, la verdad. Todos nos podíamos olvidar de ciertas cosas. Luego de entregarle su Machamp, la joven agradeció, me entregó el dinero acordado...y una tarjeta. La miré curioso, mientras la chica se despedía. "El rey del dolor. Vive una sensación brutal". Incliné la cabeza levemente hacia un costado, confundido. El Machoke de la ilustración tenía una máscara de cuero y un látigo. ¿A qué me recordaba eso...? ¡Ah, sí! Seguro que eran...¿cómo se llamaban? ¿Luchadores profesionales? Esos que iban todos enmascarados y con disfraces y peleaban en un ring. Seguro que hacían eso. Con razón necesitaba un Machamp. ¡Cuatro brazos eran mejor que dos, en esos casos! Me encogí de hombros y me guardé la tarjeta en el bolsillo. A mí no me atraían esas cosas, pero Alpha tenía pinta de gustarle esa forma de entretenimiento. Seguro que agradecería saber que había uno de esos luchadores aquí en Témpera. — Bueno.— mientras me tronaba el cuello, levanté los puños al cielo, para estirarme.— ¡El primer caso de la Compañía de Detectives Talía, Nikolah & Mimo se encuentra oficialmente cerrado! Eso hay que festejarlo. Vamos a tener que ir de compras. Algo brilló en mi cinto, y Florencio apareció a mi lado, con sus flagrantes, nuevos, cuatro brazos. Era muy gracioso verlo, la verdad, teniendo en cuenta que tenía como treinta o cuarenta centímetros más de altura. Era un enano musculoso. Incluso parecía un poco más bajito que otros Machamp que había visto. Sin embargo, a pesar de que nuestro único momento juntos había sido una pelea para hacerlo entrar en la pokéball, parecía mirarme de forma expectante. — Vaya, escuchaste la palabra compras y saliste, ¿eh? ¿Quieres acompañarme, Florencio?— pregunté, a lo que el Machamp respondió de forma afirmativa, mientras guiñaba un ojo, sonreía, y levantaba uno de sus cuatro pulgares.— ¡Genial! Porque voy a necesitar todas tus manos. Pienso comprar varios ingredientes. Comenzamos la marcha, pero me detuve luego de un par de pasos. Me giré hacia Florencio, con gesto pensativo, notando que algo le faltaba. Chasqueé los dedos al recordar, y con un folleto que había recibido en el camino, hice una flor de papel, que le entregué a Florencio. Este la miró curioso, para luego ponérsela detrás de la oreja, mientras me sonreía y me daba una palmada en la espalda. Una palmada que me tiró al suelo. Mi cara volvió a besar el piso, y esta vez no volví a levantarme. Florencio se encogió de hombros, extrañado, y me levantó por el cuello de la camisa, para luego llevarme arrastrando mientras hacíamos las compras. ... Me acomodé la nariz, mientras, cargados con bolsas, nos dirigíamos hacia nuestro último destino. Llevábamos chocolate repostero, harina, azúcar común e impalpable, margarina, nueces, huevos, café, y varios limones. Había sido una compra productiva, y agradecía haber tenido dinero extra, aparte de lo que había ganado con la misión. Tal vez me había pasado un poco con la cantidad, ¡pero quería asegurarme! De improviso, me frené y alcé la cabeza al cielo, lanzando un gruñido. ¡Me había olvidado de la esencia de vainilla, la crema de leche, el dulce de leche, la leche evaporada, y las frutillas! Bueno, íbamos a tener que volver. Maldición, esperaba que todavía me sobrara dinero. Tenía que todavía comprar un videomisor. Aunque no supiera que puñetas era un videomisor. Pegué media vuelta, seguido por Florencio, y me dirigí de nuevo hacia aquellos almacenes en donde habíamos comprado las anteriores provisiones. Agradecía a quien fuera que hubiera diseñado la ciudad, para poner todo bien cerquita. De paso, aprovecharía para preguntar sobre que era un videomisor. ... Miré el nuevo artefacto que tenía alrededor de mi muñeca curioso. Habíamos decidido hacer una pausa con Florencio para descansar un poco de nuestra vuelta de compras. Al Machamp de verdad le gustaba dar vueltas entre negocios, y algunas veces prefería incluso quedarse fuera del almacén en donde me encontraba yo, para mirar vitrinas. Sin embargo, todos teníamos que hacer una pausa cada tanto. Mientras Florencio revisaba todas las bolsas, para ver que nuestras compras todavía siguieran allí, me dediqué a intentar averiguar como Giratinas hacer funcionar el dispositivo. Después de mucho toqueteo (habiendo ignorado de soberana manera el manual de uso) logré hacer que apareciera un teclado numérico. ¿Supongo que ahora tendría que escribir el número que Liza me había dejado en la nota? No iba a mentir, estaba muy nervioso. Aunque no tenía por qué. Me puse a rebuscar entre mis bolsillos, pero en cuanto lo encontré, pude ver que el teclado había desaparecido, y ahora había otra función que no lograba reconocer. No, no quiero poner mi ubicación, ¿para qué diablos quiero eso? Yo ya sé donde estoy, no necesito que me lo digan de nuevo. ¿Y esto que era ahora? ¿Quiere descargar...? ¡No, no quiero! ¡Solo quiero marcar un número! ¡No, basta! ¿Qué es esto? ¿Términos y condiciones? Bueno, esto sí parece importante, tendría que leerlo. Luego de unos quince minutos de lectura (tuve que releer un par de veces) en los cuales no entendí absolutamente nada, decidí no aceptar esos términos. ¡No iba a aceptar algo que no entendiera! Bueno, tal vez sí, pero no ahora. Lo bueno es que después de rechazar los términos, volví a lo que parecía la pantalla de inicio. Suspiré aliviado, y activé el teclado numérico nuevamente. Vaya, era difícil marcar con los dedos tan nerviosos. Supongo que era el cansancio de llevar tantas bolsas y tan pesadas. Pero eso no explicaba el por qué sentía un nudo en el estómago y en la garganta. Al final, terminé de marcar, y pulsé el botón de llamada. Estuve esperando unos segundos, hasta que al parecer, el dispositivo se logró conectar. Bueno, ¿y ahora que hacía? ¿Debía hablar? Podríamos probar. — ¿Hola, Liza? — ¿Hola, quién habla? — Tú no eres Liza.— dije, decepcionado, y corté, antes de que la otra persona pudiera responder. Extrañado, revisé el número del papel, y lo comparé con él que había ingresado. Oh, le había errado a un par de cifras. Bueno, nada que no se pudiera solucionar. Borré lo que había puesto, y comencé a escribir el otro. Sin embargo, metí un dedazo, lo que provocó que la pantalla se cerrara y otra se abriera. — ¿Qué? ¿De vuelta los términos y condiciones? ¡Pero si ya les había dado recha...! Oh, no, estos son distintos. Bueno, tal vez estos sean importantes, debería leer... ¡No, no! ¡Estoy perdiendo mucho tiempo! Las dejaré para después.— de alguna manera, logré cerrar la ventana, volver al teclado, y marcar. Comprobé que el número estuviera bien escrito, y pulsé llamar.— ¿Hola, Liza? — Comisaría de Témpera, Precinto Cinco. No hay aquí ninguna Liza, señor. ¿Puedo ayudarlo en algo?— dijo la voz al otro lado, claramente masculina. ¿Qué? ¡Pero si había marcado bien el núm...! Oh, tenía el papel al revés. ¡Un segundo! Esto podría ser productivo. — Hola, ¿oficial? De hecho sí, puede ayudarme en algo. — Por favor, comuníqueme la urgencia. — Verá una amiga me hizo unos cupcakes, como agradecimiento al parecer por una manta que yo le cosí, que yo había roto cuando me caí de un árbol, y que ella me había dado, incluso después de que nos peleamos y yo le embadurnara el pelo con miel, que teníamos para atraer un Machoke, pero atrajimos un Tauros y nos persiguió por la Pradera y nos hicimos amigos de unos Linoone porque les di cigarrillos de chocolate y luego pude domar al Tauros. Y me dejó una nota con ellos. Con los cupcakes, no los Linoone. Y en ella me dejaba su número de videomisor, pero yo no tenía, así que compré uno, y ahora estoy hecho un lío para usarlo, y ya me leí los Términos y Condiciones de Uso, pero no los entiendo, y aparecen unos nuevos además, y la verdad que estoy completamente perdido. ¿Me podría ayudar? Del otro lado solo se escuchaba el silencio. Luego de una pausa prolongada, un rostro cansado y algo irritado apareció al otro lado de la pantalla. — ¡Arceus, se puede llamar con videos!— exclamé, sorprendido. — Sí, niño. Es un VIDEOmisor, justamente. Eso hace.— oh, vaya. Debí haber pensado en eso antes.— Escucha, si bien te agradezco la historia, estamos muy ocupados aquí, con todo el tema de las elecciones y demás. Así que si no tienes una verdadera emergencia. — ¡Pero es una verdadera emergencia! Tengo todavía sus pokémon y si no le aviso...! — Suerte con eso, niño.— se despidió el cansado uniformado, y cortó la transmisión. Me quedé observando la pantalla, ahora apagada. Bueno, eso no había sido productivo. Bueno, no me iba a quedar más que seguir intentando. Luego de llamar otras tres veces a números equivocados, logré al fin marcar el número correcto. Lo chequeé tres veces antes de apretar el botón de llamada. Y, nervioso y con la respiración agitada, esperé. Y esperé. Y esperé. Pero nadie atendió del otro lado. Extrañado, comprobé que el número fuera el correcto. Sí, lo era. Bueno, puede que no escuchara o no tuviera el videomisor encima. No iba a quedar otra que volver a llamar. Y así hice. Unas cinco veces. Bueno, siete. Diez no iban a hacerle daño a nadie. ¿Tal vez en la decimoquinta atendería? Estaba seguro que en la vigésima lograría escuchar el sonido de llamada. ¿Estaba en silencio? Bueno, entonces debía llamar una vez más, solo para comprobar. Iba ya por la llamada número treinta y dos cuando apareció un mensaje. ¿Saldo insuficiente? ¿Qué era eso? ¿Por qué no me dejaba seguir llamando? Ah, que problema. Ya estaba harto. Supongo que intentaría de vuelta más tarde. Me giré para ver a Florencio, que se encontraba leyendo una revista. ¿De dónde había sacado esa revista? ¿Y esos lentes? Lo miré confundido, y al notarme, me explicó que había aprovechado el tiempo que había pasado absorto con el videomisor para ir a comprarse la revista y unos lentes. Bueno, con eso me había dejado completamente sin fondos. Genial. Me incorporé y me troné la espalda. Florencio miró por encima de sus anteojos, y también se levantó de su asiento, enrollando la revista y guardándola en una de las bolsas. Iba a necesitar nuevos fondos ahora, no podía volver con las manos vacías. Y sabía donde conseguirlos. Con paso decidido, me dirigí hacia la enorme Torre que se elevaba en la ciudad.
Nikolah Cruz Luego de buscar a Florencio (que seguía leyendo tranquilo en la sala de espera) y salir de la Torre, me estiré completamente, haciendo tronar mi espalda. Había guardado a Chimuelo en su pokéball, para que recibiera su merecido descanso. Inspirando profundo, tomé las bolsas de compra que quedaban, y emprendí mi regreso. El sol ya se estaba ocultando tras los edificios, y la ciudad comenzaba a dormirse. No tenía mucho tiempo que perder, más con todo lo que tenía por hacer. Mis piernas me llevaron de vuelta hacia el Centro Pokémon. Luego de curar mis pokémon y fijarme de que Talía seguía dormida, bajé a la planta baja, seguido de Florencio, cargado de bolsas. — ¡Buenas noches Joy! ¿Podemos usar la cocina? ¡Gracias!— y antes de que la enfermera pudiera decir cualquier cosa, me metí en la cocina. La pobre mujer no pudo hacer más que suspirar derrotada y rascarse la nuca. Si ese muchacho hacía un desastre, iba a tenerlo limpiando allí hasta que el suelo se pudiera usar de espejo. ... Dejé todas las bolsas en la mesada, siendo imitado por Florencio. Me dispuse a ordenar todo, separando los ingredientes, y buscando lo que necesitaba en la repisa y los almacenes. Una vez que ya tuve todo, me saqué la chaqueta, me puse un delantal, le alcancé otro a Florencio, y mientras me lavaba las manos, comencé a hablar. — Bueno, tenemos mucho trabajo por delante. Debemos hacer al menos tres postres distintos, aunque un par pueden ser similares. Compré suficientes ingredientes para alimentar al menos tres personas desayunando, y un poco de extra para nuestros pokémon, obviamente. No me voy a olvidar de ustedes. Lo bueno es que, a pesar de ser dos, tenemos la misma cantidad de brazos que si fuéramos tres, lo cual agiliza mucho las cosas.— me giré hacia mi pokémon, que me contemplaba curioso, con el delantal puesto y todo.— Bueno, hace un par de años que no cocino nada, así que tengo la memoria algo oxidada. Lo bueno es que creo que aquí...¡Eureka! Hay un libro de cocina. Y debería tener recetas para todo lo que necesitamos. Comencé a pasar páginas y páginas, revisando en el índice. Hice una mueca. Una de las recetas que necesitaba no se encontraba allí. Bueno, iba a tener que usar la pokédex. Que bueno que aquel aparato era tan multiuso. Pero apenas lo saqué y comencé a toquetearlo, escuché un carraspeo atrás mío. Florencio, con sus lentes, me miraba severo, y me señalaba algo que tenía en la mano. ¿Qué era ese papel...? ¡Oh, el manual de uso del videomisor! Me quería señalar algo, pero no lograba entenderlo. Luego de muchas idas y venidas, y múltiples facepalms de parte del Machamp, pude comprender lo que me decía. — ¡Oh, así que puedo buscar cosas también por aquí! Que cosa tan inútil que nunca necesité hasta ahora. Que rara es la tecnología.— razoné, para luego encogerme de hombros y comenzar a buscar la receta.— ¡Muy bien, aquí ta! Vamos a comenzar con esto, va a ser mucho más sencillo, y además, no será muy sencillo irnos pasando el aparato de un lado a otro. >> Muy bien Florencio, separa diez nueces del montón, pesa en la balanza cien gramos de dulce de leche, y cincuenta de azúcar impalpable, busca un huevo en la heladera, extrae su clara, y ya que estamos ahorremos tiempo rayando limones, aunque tan solo necesitamos unas gotas.— una vez que el pokémon hubiera separado todos los ingredientes, continué mi explicación, tomando unas nueces.— Bueno, ahora debemos partir las nueces para quedarnos con el fruto, pero de tal manera que lo de adentro quede lo más intacto posible, ya que así será más fácil distribuirlas luego. Puedes usar un cascanueces, si quieres, debería haber uno por allí. Yo simplemente voy a... Tomé una nuez en la mano, y la cerré, apretando con fuerza. La nuez crujió bajó mi puño cerrado, y abrí la mano para extraer el fruto. Bueno, no había quedado perfecto, debía apretar más en la unión, así se había en el medio. No importa, todavía había varias. Florencio agarró cuatro nueces, una en cada mano, y con la delicadeza de una brisa primaveral, abrió las nueces. Simplemente asentí, mis labios en una mueca de asombro. Eso ahorraba tiempo. Yo me ocupé de otra nuez, mientras el Machamp abría las otras. Luego de eso, separé todos los frutos en mitades, de modo que quedaran veinte, y le di diez a Florencio, instruyendo de que las picara. Mientras se dedicaba a eso, yo me ocupé de hacer el glacé real, colocando la clara, un par de gotas de limón, y azúcar impalpable en un bol, batiendo con fuerza. Había maneras más simples de hacerlo, pero quería que todo tuviera un excelente sabor y consistencia. Estos dulces tenían que ser especiales. Como Florencio terminó antes, le indiqué que cubriera las nueces restantes con dulce de leche, y cuando eso estuvo listo, espolvoreé las nueces picadas sobre la mezcla. Luego de eso, con mucho cuidado, tomé el glacé, improvisé una manga con material de la cocina, y cubrí todas las nueces, que previamente ubiqué en una bandeja, con ellas. — Bueno, a la heladera, sé que son diez y parecen pocas, pero son extremadamente empalagosas. Tal vez hagamos más si nos sobra más nuez. Ahora, pasamos a lo otro. Esto será un poco más complicado. Lo bueno es que, como se encuentran en el libro de cocina, será más fácil trasladarnos de una receta a la otra. Bueno, para esto vamos a necesitar...media taza de manteca, tres cuartos de taza de harina, dos huevos, ralladuras y jugo de limón, tres cuartos de taza de azúcar, y media cucharadita de sal. Para estos no vamos a hacer glasé, vamos a espolvorear la harina impalpable. Así no empalagamos tanto. Cuando todos los ingredientes estuvieron sobre la mesa, me dispuse a seguir las instrucciones. Pero de repente, me vino una idea brillante. Tan brillante, que me asusté. No parecía una idea mía. Tomé el libro y lo pasé hasta la otra receta que buscaba. >> Florencio, ¿quieres ocuparte de esto? Pareces bastante hábil y cuidadoso en la cocina, y con todos esos brazos, seguro hasta terminas antes que yo. No te preocupes por mí, yo me recuerdo la receta de memoria. Me encantaban los postres de limón, y en eso me especializaba.— dije, con una sonrisa. El pokémon tomó el libro, se acomodó los anteojos, y luego de pegarle una rápida lectura, me levantó dos pulgares, indicando que él se ocuparía. Le sonreí, y me di la vuelta, para llevar a cabo la tarea que tenía enfrente. Me limpié las manos con un repasador, despejé la mesa y tomé un bowl. Gracias a todo lo que habíamos caminado, la manteca ya se encontraba a temperatura ambiente, así que no tuve que esperar. La coloqué en el bowl, junto al azúcar, el harina y la sal, y lo mezclé vigorosamente, hasta que todo estuviera unido. Me pasé una mano por la frente, para luego volverme a limpiar. Vaya, cocinar cansaba mucho. Tomé otro recipiente y allí me dispuse a mezclar los huevos, el jugo y las ralladuras de limón. Tuve dosificar un poco la porción de limaduras. No quería que fuera demasiado amargo. Uní ambas preparaciones una vez estuvieran listas, y tomé la batidora manual. Contemplé la batidora automática que se encontraba en la cocina, pero nunca había aprendido a usarlas, además de que ya tenía por costumbre hacerlo todo a mano. Así que suspiré, y comencé el duro labor de batir manualmente ambas mezclas, hasta que lograra una consistencia suave y cremosa. Tuve que frenar un par de veces para cambiar el brazo. Hacía mucho que no cocinaba, y tenía los músculos tensos y cansados por todas las idas y venidas durante el día. En cuanto terminé, puse el bowl a un lado, tomé un poco de manteca, papel de su envoltorio, y comencé a enmantecar un molde. Torcí el labio, mientras luego le espolvoreaba un poco de harina encima, para que fuera más fácil desmoldar. Hubiera comprado papel manteca, me hubiera sido más sencillo. Añadí la preparación al molde, asegurándome que no quedara nada con una espátula, y lo llevé al horno. Florencio ya había terminado con lo suyo, y ya había puesto el aparato a unos ciento ochenta grados. Vaya, no sabía que tenía ese conocimiento. Florencio tenía demasiadas aseses bajo su manga. Bueno, no era difícil, teniendo en cuenta que tenía cuatro mangas. ¿Habría camisas para Machamp? ¿Cómo serían? ¿Quienes las harían? ¿Se podrían comprar en...? Agité la cabeza. Todavía tenía cosas que hacer. Coloqué la bandeja en el horno, junto con la de Florencio (¡que tenía una excelente pinta!). Como teníamos que esperar de unos veinte minutos a una media hora, dediqué ese tiempo a lavar todo lo que habíamos ensuciado. La regla de oro de la cocina era dejar todo más limpio de como lo habías encontrado. Al menos, eso era según mi instructora. Sabía que otras personas tenían otras reglas. Había demasiadas reglas. ¿Por qué había tantas reglas? El olor de los brownies en su punto hizo que volviera a la realidad. Florencio, con guantes, se ocupó de sacar las bandejas del horno. ¡Vaya, que aroma despedían! — ¡Se ven geniales, Florencio!— exclamé.— Ahora, hay que esperar que se enfríen, y les daremos el toque final. Mientras tanto, sequemos y ordenemos todo. Luego de que eso estuviera resuelto, me puse a espolvorear los brownies de limón con azúcar impalpable, y le instruí a Florencio que pusiera las nueces que sobraban sobre los brownies con dulce de leche, asegurándolas con más dulce de leche. Sin embargo, lo detuve a media faena. — ¡Qué idiota!— dije, mientras me golpeaba la frente con la mano.— ¿Y si Liza o Talía son alérgicas a las nueces? Que bueno que limpiamos todo, al menos. Tendría que haber preguntado. Bueno, deja la mitad sin nueces, Florencio. Al menos, así podrán probar de la mayoría. Cuando terminamos de preparalos, los cortamos en cuadraditos, y los pusimos en la heladera, junto con las nueces confitadas. Me saqué el delantal y me froté los ojos. Vaya, estaba sumamente cansado, y estaba adolorido, como si una manada de Tauros me hubiera pasado por encima. Suspiré, y con una sonrisa fatigada, saludé a Florencio, metiéndolo en su pokéball. >> Bueno, toca subir y acostarse en la camita. Hora de descansar. Sin embargo, no llegué demasiado lejos. Mis piernas se rindieron allí mismo, y quedé dormido en la cocina, sentado en un banquito, apoyado sobre la mesa.
Liza White Mentiría si dijese que no se me detuvo el corazón en el pecho al ser consciente de que había recibido casi treinta mensajes de Nikolah en mi videomisor. Las imágenes del futuro distópico que acababa de vivir se reprodujeron en mi cabeza y me hicieron estremecer, temiendo, tremendista de mí, por la integridad física de Nikolah. Después de haber sido testigo de la muerte de tantas personas, de tantos amigos y cercanos, la ansiedad burbujeaba con más fuerza que nunca, haciéndome sentir insegura incluso de mi propia sombra. La mano me temblaba mientras trataba de escuchar los mensajes de voz, pero el viento chocaba con fuerza contra mis oídos a lomos de Togekiss y fui incapaz de escuchar nada. Contuve un grito cargado de frustración, reproduciendo una y otra vez el aparato como si aquello fuese a cambiar las cosas. Victini, quien se aferraba a mi brazo libre con fuerza, alzaba la mirada con cierto brillo preocupado en sus ojos, mientras veía que no dejaba de morderme el labio inferior con fuerza. —¡Togekiss, por favor, baja! —la pokémon se volvió hacia mí, extrañada. Pensando seguramente que aquel no era el destino que le había indicado. De hecho, estábamos en medio de la nada—. ¡En cuanto lleguemos aterriza! ¡Donde sea, no importa! Y así lo hizo. Ni siquiera fui consciente de que habíamos llegado a ciudad Témpera cuando el hada maternal posó sus patas sobre el suelo con delicadeza, pues prácticamente salté de su lomo hasta alejarme del molesto ruido de los transeúntes, corriendo calle abajo. Victini miró a Togekiss en busca de respuestas, pero la pokémon acarició su cabecita con una sonrisa tranquilizadora: necesitaba dejarme sola, lo sabía bien. El pequeño legendario se removió, inseguro, hasta colocarse sobre el lomo del hada, observando perderse de vista a su nueva entrenadora. Esperaba que volviese a sonreír pronto. Llegué sin darme cuenta a un parque que parecía bastante poco concurrido a aquellas horas de la mañana. Agradecí enormemente el silencio, puesto que poco a poco los mensajes comenzaron a cobrar sentido en mi cabeza. Tensa, agudicé el oído cuando reproduje la voz de Nikolah desde el inicio, desde el primer mensaje. Aguardé, conteniendo el aliento, esperando lo peor. Pero a medida que los mensajes se reproducían (más de la mitad cortados por su notoria inexperiencia con la tecnología), mi cuerpo se fue relajando poco a poco, comenzando a comprender la verdadera realidad detrás de todos aquellos mensajes: el chico quiso agradecerme por los cupcakes, pero no sabía manejar el videomisor y ello le costó demasiados intentos y llamadas hasta que logró contactarme. Un enorme alivio inundó mi cuerpo y me dejé caer sobre el banco, recargando mi cabeza sobre el respaldo. Cuando quise darme cuenta estaba riendo de forma genuina, enternecida por aquel gesto y todo el esfuerzo que había puesto en hacerme saber que mi regalo le había gustado. Parte del malestar y del nudo que había estado asfixiándome hasta entonces se desvaneció sin dejar rastro, dejándome respirar tranquila después de tanto tiempo. Cuando todos aquellos mensajes terminaron de reproducirse y la voz de Niko se apagó me sequé las lágrimas que se acumularon en mis cuencas, sin poder borrar la sonrisa de mis labios. Respiré hondo, distrayéndome durante segundos que se me hicieron eternos, observando el contacto del chico sobre mi pantalla. Lo cierto es que me encontraba demasiado agotada como para querer pasar el tiempo con nadie, pero algo dentro de mí me decía que hablar con Nikolah me haría sentir mejor. Toda esa aura de alegría y vitalidad... se sentía cálida, visto así. Quizás eso era todo lo que necesitaba, dejar de pensar. Y quizás, movida por eso, me vi a mí misma pulsando el icono de llamada. Me removí en mi lugar, conteniendo la respiración. ¿Por qué de repente me ponía algo nerviosa llamar por videomisor? Nikolah no iba a juzgarme, ¿cierto? Él no parecía ser de esa clase de persona. ¿Entonces, qué...? Pero nadie respondió a mis llamadas. Ni la segunda, ni la tercera vez tampoco. No decidí volver a marcar, porque supuse que el chico estaría ocupado. Aún era bastante temprano, a decir verdad. Quizás aún no se había despertado. No podía evitar sentirme algo... ¿triste? No tenía a Destiny para escucharme desde hace mucho, y Dante tampoco parecía tener cobertura. ¿Quizás se habría ido a Udan de nuevo? Decidí levantarme del banco, algo alicaída, y caminé de vuelta sobre mis pasos, encontrándome poco después con Togekiss y Victini sobrevolando la ciudad. Agité mi mano, llamando su atención, y tomé al pokémon en brazos, intentando tranquilizarle un poco. Al menos, me encontraba algo mejor después de esos mensajes. Decidí así que lo mejor, quizás, sería mantener mi cabeza distraída. Y qué mejor forma de desempolvarme que yendo a la Torre Desafío.
Liza White Solté un gran suspiro nada más poner un pie en las concurridas calles de Témpera, dejando caer mis hombros, que de repente sentí liberados por toda la presión contenida hasta entonces. Pude notar al revisar mi videomisor que había pasado casi toda la mañana en la torre, tan entretenida que no reparé en el paso del tiempo. Había sido una buena decisión para mantener mi cabeza despejada, sí, pero ahora que debía pasar una semana hasta que pudiese volver... ¿Qué haría? ¿Regresar a Udan y completar la liga? ¿Continuar mi camino en el Coliseo Batalla? Lo cierto es que no lograba encontrar los ánimos suficientes para decidirme por ninguna de mis opciones; tan solo sabía con certeza que descansar de mi viaje y quedarme a solas con mis pensamientos sería lo peor que podría hacer ahora. Mientras barajaba mis opciones con cierto desgano ajusté mi chaqueta, sintiendo las manos heladas de repente tras el calor de la batalla, y comencé a adentrarme entre las bulliciosas calles de la ciudad en compañía de Victini, quien me brindaba algo de calor con su presencia, y de Glaceon, quien amaba el invierno más que ningún otro. Comencé a comprender el motivo de tanto revuelo entre las calles, los empujones y la dificultad para abrirse paso cuando mi mirada distraída se enfocó en uno de los escaparates por los que pasábamos. Me detuve sin apenas darme cuenta, con los ojos bien abiertos al contemplar las luces, los regalos y el árbol de navidad que brillaba al otro lado del cristal, ante la mirada confusa de mis pokémon y los quejidos de molestia de quienes esperaban que aligerase el paso. Rápidamente revisé por primera vez en mucho tiempo la fecha en mi videomisor, y su respuesta me dejó aún más helada de lo que estaba: ya estábamos a finales de diciembre. Mi corazón me dio un vuelco en el pecho, de repente angustiado y nervioso. El tiempo... ¿de verdad transcurría tan rápido? ¿Cómo no me había dado cuenta hasta ahora? —¿Tini? —la vocecita del legendario llegó hasta mis oídos y parpadeé dos veces antes de volverme hacia ambos, que me observaban con una mezcla de confusión y preocupación en la mirada. —...Creo que quizás debería dormir un poco, sí —sonreí ligeramente, dando media vuelta para seguir nuestro camino. La idea del paso del tiempo y la angustia que eso ocasionaba, rondando por mi cabeza tras el fatídico encuentro con los chicos del futuro, me hizo darme cuenta de que quizá me estaba haciendo mayor sin darme cuenta. Aunque prefería creer que solo estaba algo cansada y desanimada. No anticipé en ningún momento lo que Glaceon parecía estar haciendo. De hecho, ni me percaté de la soltura que parecía tener entre las calles de la ciudad, pues parecía conocer el camino para llegar al centro a la perfección. Claro, lo que no sabía era que tanto Glaceon como Sylveon habían estado todo este tiempo con Nikolah y Talía, y el pokémon había acabado encontrándome sin que me diese cuenta, tan inmersa en mis pensamientos como estaba. Cuando nos adentramos al centro, saludé a Joy con un movimiento de mano, pero la mujer parecía preocupada con algo que sucedía al otro lado del hall, en la cocina. Iba y venía intentando adentrarse en la sala, mientras los entrenadores se acumulaban en recepción sin tener en cuenta su notorio estrés. Me detuve cuando apenas había subido un escalón, llave de mi cuarto en mano, y a pesar de lo agotada que estaba decidí dar media vuelta, incapaz de dejarla con todo aquello para ella sola. No podría irme a dormir con eso en la conciencia, lo sabía bien. —¿Te importa si te echo una mano? —propuse entonces, colocando una mano sobre su hombro y captando así la atención de la mujer que pasaba por mi lado. Le sonreí ligeramente ante su expresión cansada, comprensiva, cuando me explicó que alguien parecía haber estado ocupando la cocina y aún no salía de allí. Dentro de poco sería la hora del almuerzo y necesitaba usar la sala, pero algo parecía detenerla. Sacudí la cabeza, sorprendida. ¿Cuánto tiempo llevaría esa persona ahí dentro? ¿Estaría bien? Glaceon, olfateando el aire, fue la primera en entrar a la cocina. Pronto pareció reconocer algo, pues echó a correr hasta que se perdió de vista. Victini se asomó mientras yo me encargaba de seguirles el paso a mi ritmo, y comenzó a hacerme gestos para que me acercase a ver algo. Solté un cansado "ya vooy...", buscando armarme de las fuerzas necesarias para posiblemente acabar ayudando a Joy a hacer el almuerzo (¿por qué era tan idiota para meterme así en la boca del Mightyena en primer lugar?). Pero grande fue mi sorpresa al notar que al parecer Joy no había tenido el valor de despertar a la persona que se encontraba dentro, a quien conocía bien, debido al agradable sueño en el que parecía encontrarse. Pero yo no era la enfermera después de todo. Me incliné frente a la mesa en el que se encontraba apoyado, y con una mirada cómplice les pedí a los dos pokémon que guardasen silencio. Extendí uno de mis dedos hasta picar su mejilla. Al ver que no reaccionaba ante el tacto, repetí varias veces más el gesto, insistente. —Oh, vamos, dormilón. ¿Es que no piensas venir a saludarnos siquiera? —murmuré, y esperé cualquier movimiento con un dedo sobre mis labios, mirando a Victini y a Glaceon reír por lo bajo. ¿Qué es lo que habría estado haciendo Nikolah para acabar vencido por el sueño sobre la mesa?