Liza White Y tan pronto como hube pasado del dolor a la ira, en aquella ruleta de emociones que me estaba destrozando fue el turno de la incredulidad. Fui consciente entonces del temblor en el cuerpo de la joven que tenía frente a mí, su mirada esquiva y sus sollozos silenciosos. Y a pesar de que mi primera reacción fue chasquear la lengua con disgusto, no queriendo seguir viéndola en aquel deplorable estado, mi estúpido altruismo arrugó mi corazón y me hizo sentir empatía por aquella persona que me había hecho perder la paciencia. A pesar de que estaba bastante herida por sus bruscas palabras, verla abrazarse a sí misma mientras luchaba contra las emociones que la atormentaban acabaron por destensar mi cuerpo, de desfruncir mi ceño, terminando por relajar el rostro ligeramente. Cuando me preguntó si quería saber lo que le pasaba, estuve por responderle que no. Que no quería saber nada de ella, que había colmado mi paciencia. De hecho tuve que hacer un esfuerzo por no recoger mis cosas y regresar con Dante, que es donde verdaderamente debería estar. Pero, por supuesto, no podía. Porque era estúpida, y no acababa de aprender. Y permanecí allí, de brazos cruzados, escuchando cada una de sus palabras con severidad. A pesar de que no me estaba mirando, de que era incapaz de ver por sí misma la decepción que reflejaban mis orbes, era incapaz de volver a mostrarme amable con ella. No se lo merecía. Pero, a pesar de todo, no pude evitar sentir lástima por ella. Sentí lástima por todos los problemas que parecían estar aquejándola, y que llevaba conteniendo quién sabía cuánto tiempo. Sentí lástima porque yo no era ni por asomo la persona a la que quería contarle todo aquello, pero no había podido soportarlo más. Sentí lástima porque Emily no estaba ahí para ella. Simplemente estaba yo, y lo único que había conseguido había sido hacerla llorar. Sin duda, era una excelente persona. ¿Qué demonios se suponía que debía hacer? Aquel ya no era mi problema, ella... Ella me había... Me había... ¿Por qué tenía que ser buena con ella después de que me tratase así? Cuando quise darme cuenta, me encontraba rodeando su cuerpo con mis brazos. No razoné mis pensamientos, solo dejé que el corazón guiase mis pasos. Mi gesto no se había relajado, seguía molesta con ella, pero aquello no me impidió intentar reconfortarla con mis brazos. Su cuerpo temblaba entre hipidos y espasmos por el llanto, pero parecieron calmarse ligeramente cuando me aproximé hasta ella. No quería añadir nada, y aún así, solo bastaba mi presencia para intentar calmar su llanto, en una especie de arrullo maternal que invitaba a la calma. Sentí, de hecho, mi propio corazón calmarse lentamente con aquel abrazo. Sus palabras, por primera vez, habían sonado realmente sinceras. Y no podía ignorar eso sabiendo de quién se trataba. —...Está bien, está bien. Ya pasó, te creo. No necesitas disculparte más —murmuré cerca de su oído, y mi mano inconscientemente comenzó a acariciar su cabeza, movida por el mismo cariño que Togekiss impregnaba en mí cuando me encontraba tan desconsolada como ella. Era una faceta que estaba comenzando a adoptar... y que no me desagradaba del todo. Permanecí en silencio durante el tiempo suficiente como para que Mimi calmase su respiración, y entonces, volví a alzar la voz. Desde luego que no sonaba tan amable como antes, pero sin duda había abandonado gran parte de la seriedad anterior—. Supongo que todos decimos cosas que no queremos cuando nos dejamos dominar por nuestras emociones. Tenías un gran nudo y simplemente explotaste... Pero yo no podía saberlo, Mimi. Yo solo... quería ayudarte. Me duele que creas que alguna vez haría algo con la intención de perjudicarte. Ni a ti ni a nadie, jamás. A pesar de todo, no me separé de ella. Quizás porque ambas necesitábamos en ese momento aquel abrazo, movidas cada una por sus propias emociones. Y al igual que antes permanecí a su lado hasta que se hubo tranquilizado, volví a hacer lo mismo, solo que esta vez rodeándola con mis brazos. A la espera de que se sintiese mejor para asegurarme de que se encontraría bien si la soltaba. —No puedo ayudarte con tus problemas, así como tú tampoco puedes encargarte de los míos... Pero supongo que puedes aprovechar para escupir todo lo que te frustra. No me moveré de aquí, puedes estar segura de ello.
Dante Miles Los minutos siguieron pasando y él, después de haber acabado la crema batida y lavar de nuevo lo último que había usado se había quedado frente al horno con sus brazos cruzados sobre sus rodillas, viendo como comenzaban a crecer los cupcakes debido al calor cada vez más y más hasta que formaron aquel pequeño y caracteristico domo que indicaba que ya habían tenido su punto máximo para crecer. Sonrió, se sentía un poco mejor de que tan siquiera los cupcakes salieran como se había planeado. Se levantó del suelo y una vez que sonó aquella alarma de que el tiempo necesitado había acabado, tomó un par de guantes de cocina para sacarlos de allí y dejarlos reposar sobre aquella mesa, primero los dejaría enfriar allí un poco antes de sacarlos y dejarlos enfriarse por completo. Apagó el horno y de nuevo, tan solo le tocaba esperar en silencio.
Mimi Honda Era agradable. Siempre era agradable, conciliador y confortable recibir un abrazo. Aunque no fuese la persona que realmente quería que me lo diese. Liza me abrazó y como sumida en una desbocada tormenta en mitad del océano me aferré a ella, como lo haría un naúfrago a un salvavidas. No podía dejar de llorar de todas formas. Sollozaba de forma incontrolable y era tan patético porque en las últimas veinticuatro horas ya había llorado dos veces. Creía que era fuerte. Que podía mantener las apariencias y fingir estar bien. Que podía mantenerme estoica aunque quisiera romperme a gritos la garganta. Pero eso era una mentira. Otra de tantas. Yo era la mentirosa. No había crecido nada. Seguía siendo una niña de corazón frágil. Más frágil que el mismo vidrio. Poco a poco mis sollozos se calmaron y aunque no dejé de llorar, mis hombros dejaron de convulsionarse de forma errática. Escuchaba las palabras de Liza y asentía a ellas con el rostro sobre su hombro, sus brazos alrededor de mi espalda. Me limitaba a asentir porque tenía razón y ya que el muro que me protegía estaba en el suelo y hecho polvo, ¿por qué iba a negárselo? Casi quise agradecerle que se quedara conmigo y me abrazase en lugar de darme la espalda e irse como hubiera hecho cualquiera. Yo misma me hubiera dado la espalda y me hubiera ido. Me sentía tan... patética. Probablemente también me lo reprocharía. "Mimi, eres patética. Deja de llorar de una maldita vez y haz algo". "—No puedo ayudarte con tus problemas, así como tú tampoco puedes encargarte de los míos... Pero supongo que puedes aprovechar para escupir todo lo que te frustra. No me moveré de aquí, puedes estar segura de ello" Hacer algo. Debía hacer algo. No lo había contado todo, aún había cosas que me guardaba. Algo que ocultaba, que había descubierto recientemente y no lo había comentado con nadie... porque solo tenía confianza para hablar de ello con una persona. Y esa persona no debía saberlo bajo ninguna circunstancia. Ya estaba allí. Entre los brazos de Liza, con el rostro hundido en su hombro, porque no había apenas diferencia de estatura entre nosotras. ¿Qué importaba si lo decía? ¿Qué más daba si lo había contaba? Me había pedido que lo dijera. Ella estaba allí porque quería consolarme nuevamente... ¿por qué iba a callarme una de las cosas que más de lastimaban? Me daba vergüenza. Me daba mucha vergüenza porque apenas conocía a Liza y mis cuerdas vocales casi se negaban a hablar, oponiéndose sistemáticamente a que ella lo supiese. Pero finalmente lo hicieron. Ocultando el rostro entre su cuello y su hombro, con la voz aún congestionada por el llanto, simplemente dejé que aquellas palabras abandonaran mis labios. —Me gusta Emily—musité, quebradiza—. Me gusta mucho. No quiero decir que simplemente me gusta. Es... mucho más que eso. Suspiré temblorosamente. Con temor, con miedo... casi era un suspiro de circunstancias. A la mierda. Ya estaba hecho. >>No sé que hacer—admití, ocultándome aún más en su hombro. Mis manos arrugaron su blusa— Tengo miedo. Estoy aterrada. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué se supone que haga? Sé que lo he fastidiado todo entre nosotras. Contenido oculto Booom! Con Dante en la cocina, muy bien Mimi (?)
Liza White "Me gusta Emily" Todas las dudas, todas las piezas restantes de aquel extraño puzzle que la llegada de Mimi había creado acabaron por encajar una a una, esclareciendo aquello que se me escapaba. La necesidad por distraerse, la vorágine de emociones, la reacción al ver a mi Espeon... Todo tenía sentido ahora. La joven que sollozaba entre mis brazos estaba terriblemente asustada y confusa por unas emociones que parecían ser nuevas para ella. Y esta vez no tenía a su mejor para consolarla, porque era ella precisamente la causante de su crisis emocional, sin ser siquiera consciente de ello. Mimi apretó el agarre de mi blusa entre sus dedos, su voz ahogada por el llanto, y se sinceró. Se sinceró por completo, enterrando su rostro en mi hombro y rindiéndose así al llanto. La abracé con más fuerza, y comencé a acariciar su cabellera rubia con suavidad. Así como Dante hacía conmigo, y yo hacía con él. Ese gesto que solía calmar nuestro corazón desconsolado, y que ahora sentía la necesidad de pasárselo a ella. Mimi lo necesitaba ahora más que nunca. —Oh, Mimi... Mimi, pero si el amor es algo precioso —susurré, de tal forma que solo ella me escuchase. Mis manos no dejaron de moverse sobre su cabello, en un gesto tranquilizador que buscaba cesar su llanto—. No hay forma de halagar más a una persona que estar enamorada de ella, de todas esas pequeñas cosas que la hacen ser quien es. —A medida que intentaba consolarla con mis palabras, no pude evitar verme reflejada en Mimi. Ese temor por ser rechazada, por no saber cómo tratar con la persona, ni cómo reaccionar cuando la mirase. Con los ojos cerrados, sin cesar el gesto, mis labios acabaron por moverse solos. Y no entendí la razón, pero comencé a sincerarme yo también en medio de aquel abrazo—. Sé cómo te sientes. Yo me he sentido igual en un momento de mi vida, cuando descubrí que estaba enamorada de Bruno. Era más pequeña que tú por aquel entonces, pero la experiencia fue la misma. Me desvivía por intentar que todo volviese a la normalidad, pero ya era demasiado tarde para verle de otra forma. No podía vivir con aquel desasosiego para siempre, no podría resistirlo mucho más, y entonces... Simplemente me sinceré. Me armé de valor y le dije lo que sentía. Y fue en ese momento, en medio de todas aquellas cavilaciones y recuerdos, que noté que había uno que no encajaba con el resto. Que no se sentía igual. Y ese era Steve. Por un instante me sentí abrumada. Abrumada porque todos los recuerdos que tenía con él eran escasos, así como lo fueron nuestros encuentros. Y sentí una punzada en mi pecho ante la sola idea de imaginar que me había aferrado a él al sentirme desolada por la pérdida de Bruno. Que me había aprovechado de él, y que en verdad mis sentimientos no eran reales. En ese mismo instante me sentí confusa y una horrible persona por siquiera replantearme que aquello pudiese ser posible. No... Aquello seguro que era producto de mi cansancio. No sería capaz de perdonarme de ser así. Negué con la cabeza, intentando despejar aquellos extraños pensamientos. No, no era el momento, Mimi estaba ahí. —Mimi, mírame —le pedí, separándome con suavidad de ella, esperando que alzase la cabeza para verla a los ojos. Le dirigí una pequeña sonrisa, sosteniéndola de las mejillas mientras secaba con mis pulgares sus lágrimas—. Lo mejor que puedes hacer ahora es ser sincera con tus sentimientos. Sacarlos de tu pecho. Eso te dará una libertad que no puedes llegar a imaginar. Seas correspondida o no, al menos lo habrás hecho. Y Emily jamás se alejaría de tu lado por algo así. Eres su mejor amiga, y te quiere mucho. No permitiría que unas simples emociones echasen a perder la amistad que habéis construido después de tantos años. >>No tengas miedo y díselo, ¿sí? Tienes todo mi apoyo, sé que te irá bien.
Mimi Honda Escuché a Liza. Escuché todas y cada una de sus palabras. ¿El amor era algo precioso? ¿Qué sabía yo del amor? Nada. No sabía absolutamente nada de él, era un eterno desconocido. Juzgué erróneamente mis sentimientos por Alpha. Porque lo que sentía ahora era muchísimo más fuerte. Era un sentimiento abrumador que aceleraba mi pecho al evocarlo y me hacía sentir minúscula en comparación. ¿Eso era amor? ¿Estaba enamorada de Emily? No podía saberlo. Era consciente de mis sentimientos pero no podía ponerles un nombre. ¿Y Alpha? Por Alpha sentía un gran cariño y estaba segura de que sí me atraía físicamente, de qué hubo un momento en el que lo vi como algo más que un amigo... Pero Emily... con ella era distinto. Porque todo parecía que estaría bien solo porque estábamos juntas. Porque podría escucharla hablar, con esa emoción suya tan característica, por horas sin aburrirme. Porque quería protegerla aunque era bien consciente de que podía de sobra defenderse sola. Porque era tenaz e inteligente y poseía un coraje admirable. Y al mismo tiempo era amable y gentil y ponía a todos por delante de sí misma. Era tozuda, determinada y cuando algo se le metía en la cabeza no paraba hasta conseguirlo. Pero tenía un corazón frágil que estaba lleno de cariño por todos... Verla feliz me hacía feliz a mí. Yo quería proteger su sonrisa. Eso... ¿era amor? Sentía que ni siquiera esa palabra abarcaba la magnitud de mis sentimientos. No lo entendía. Solo entendía que me asustaba y que no podía evitarlo. Porque cambiaba todo lo que creía que sabía. En determinado momento, cuando Liza mencionó aquel nombre... sentí una repentina presión en el estómago. ¿Bruno? ¿Bruno Black? ¿El mismo Bruno Black que fue poseído por Darkrai y cayó en coma? ¿El que dio su vida por liberarnos del Laberinto de las Pesadillas? La sensación se extendió, lúgubre y sentí lástima por él y por Liza. La persona que amó era un héroe... pero ya no estaba entre nosotros. Me pregunté si debía decírselo... pero entonces ella me pidió que la mirase y obedecí tímidamente, porque estaba segura de que mis ojos seguían empañados por las lágrimas. Fue mi turno de sacudir la cabeza. Negué con obstinación. —No. No puedo decírselo—murmuré, tomando sus manos con las mías para apartarlas de mis mejillas. Y entonces di un paso atrás—. No puedo hacerlo. Eso nunca sale bien. ¿Cómo podría esperar que ella me correspondiese? Si no lo hace nuestra amistad terminará para siempre. Todo se volverá incómodo entre nosotras. Me llevé la mano al ojo derecho y dejé escapar una risita amarga mientras enjuagaba el resto de mis lágrimas. —Es... tan injusto. Yo no quiero sentirme así... ¿Era mucho pedir que todo siguiera cómo hasta ahora? ¿Por qué tuvo que pasar esto? Sé que Emily no me juzgaría pero... Sacudí la cabeza otra vez. Y entonces sentí unos pasos pesados y supe enseguida de quien se trataba. No lo había devuelto a su esférico. Acercó su cabeza a mí y yo acaricié el frío acero, agradeciendo el apoyo que Kichiro pretendía darme. —Gracias—hablé entonces, mirando a Liza a los ojos—. Al fin lo dije. Ahora soy yo la que se siente mareada. Demasiada tensión acumulada en tan poco tiempo, supongo. También me dolía un poco la cabeza. Y tenía algo de sueño porque no había dormido nada. Y sin embargo me sentía muchísimo más tranquila, liviana, ahora que al fin lo había sacado de mi pecho. Ahora que al fin lo había admitido en voz alta. >>No sé lo que voy a hacer. Necesito tiempo. No quiero molestarla ahora que está peleando en el frente—dije con resolución—. Quizás solo viaje a Udan. Necesito serenar mi mente, alejarme de ella... tiempo para mí. Y unas vacaciones. Sobretodo unas vacaciones. El mar azul, arenas blancas... necesitaba un cambio de aires, algo que realmente me permitiese despejar la mente. Galeia no era una opción. Kichiro dejó escapar una especie de arrullo, feliz por las caricias. Pasé mis dedos sobre sus cuernos distraídamente. Perdida en mis propios pensamientos. Todo se había complicado tanto en tan poco. No podía actuar de forma impulsiva. Era una situación delicada. >>Eso es lo que haré ahora—sentencié finalmente alzando la mirada al claro cielo del mediodía. Un Talonflame pasó volando frente al sol—. Después... lo desconozco. No puedo saber lo que va a pasar mañana.
Liza White Finalmente la dejé ir, sin oponer ningún tipo de resistencia. La seguí con la mirada, mientras se enjuagaba las lágrimas con amargura, pero el tono de su voz y el brillo en su mirada me hacían sentir que estaría bien. Que ya no debía preocuparme más, que había hecho, sin quererlo ni beberlo, la parte más fácil pero la que más se le había resistido a Mimi: ser simplemente un apoyo, el necesario para sacar todo lo que la estaba ahogando hasta que ya no quedase nada más. Y ahora que la tormenta se había disipado, podía volver a pensar con claridad, podía reordenar sus pensamientos, buscar una alternativa temporal. Escuchar acerca de sus planes me confirmó que todo estaría bien de ahora en adelante, y sentí cierto orgullo en el fondo. Como quien observaba cómo su hija dejaba de necesitar su cuidado para emprender su camino por sí misma. Era curioso, aquella joven obstinada y brusca podía llegar a mostrar una faceta completamente distinta de la que aparentaba ser. Y por mucho que me hubiese sacado de mis casillas, por mucho que me hubiese gustado soltarle una bofetada y que se percatase de lo que estaba diciendo, después de que se sincerase así era incapaz de reprocharle nada. Yo podría haber sido ella, si las circunstancias se hubiesen dado de esa forma. Alcé la mirada hacia el cielo, imitando su gesto, y suspiré. Ya no quedaba nada más que hacer allí. Ella misma había encauzado sus pasos, y ahora solo quedaba ponerse en marcha. Recordé entonces que Dante estaba aguardando en la cocina y me apené, había tardado mucho más de lo que esperaba. Pero al volver la mirada hacia Mimi, sentí que había merecido completamente la pena. Esperaba que pudiese disculparme por mi ausencia. —Has dado el primer paso, eso será suficiente por el momento —comenté entonces, recolocando mi cinturón de balls tras incorporar la de Espeon en su lugar. Me volví en dirección hacia la cafetería, girándome lo suficiente para observar a Mimi de soslayo una última vez antes de comenzar a caminar de regreso—. Los cupcakes deben haber salido ya del horno a estas alturas, así que creo que es hora de regresar a la cocina. Si necesitas un poco más de tiempo para respirar, o quieres marcharte ya, lo entenderé. En caso contrario, tus cupcakes esperan en la cocina. Y, con todo listo, giré sobre mis pasos y comencé a caminar de vuelta, recuperando la serenidad con la que había llegado. No quise decirlo, pero yo también me sentía mareada, esta vez de verdad. Habían sido demasiadas emociones en tan poco tiempo. Sin duda, yo también necesitaba un descanso.
Mimi Honda Regresé a Kichiro a su pokéball tras abrazar su enorme cabeza dándole las gracias por animarme. Siempre podía contar con mi equipo. Les estaba inmensamente agradecida. También a Liza, por supuesto. Haría eso. Necesitaba tiempo para pensar, tiempo para mí. Udan parecía una gran opción. Tras unos segundos decidiendo que hacer, seguí los pasos de Liza. Podía haberme ido pero no lo hice. Ya que había estado en la cocina preparando cupcakes, lo menos que podía hacer era ir a ver como habían quedado... ¿verdad? Quizás disculparme con Dante por mis palabras bruscas. Quizás. No era tan fácil decirlo como hacerlo pues nuestra relación seguía siendo tirante. Es decir... aún me molestaba todo el asunto de Emily, porque la había lastimado. Pero esa era la única razón por la que no lograba que me cayese en gracia. Aunque parecía un chico tranquilo, parsimonioso incluso. Me preguntaba si habría terminado de decorar los postres. —¡Ah, son cupcakes de crema batida y fresas!—exclamé nada más entrar en la cocina, acercándome prácticamente corriendo a la mesa—. ¡Como las panna cotta! ¡Se ven deliciosos! En ese momento miré de reojo a Dante y me incorporé, con las mejillas ardiendo ligeramente. —Vaya, realmente sí sabes cocinar—le comenté—. Es toda una sorpresa.
Dante Miles Después de haberse enfriado, por fin pudo sacar uno a uno aquellos cupcakes, alineandolos en la mesa una vez que lograba hacer aquella forma de espiral con la crema batida. Uno a uno fue haciendo aquella espiral sin mucha prisa para gastar su tiempo y mantenerse ocupado mientras esperaba la llegada de las chicas, al tiempo que cumplía el encargo que le habían hecho. Luego, no hizo más que adornarlos con las frutas y chocolates que había cortado Liza hasta que no quedó ninguno. Se veían bien, olían bien y tenía la impresión de que también debían saber bien así que se sentía tranquilo, sentía que había hecho su parte de una buena manera, y ahora solo le quedaba esperar. Llevó una silla detrás de la mesa y recostó allí sus brazos con la mirada clavada en la entrada para ver si venían o no hasta que finamente sucedió. Pero si tan solo hubiera sido Liza la primera en entrar con un comentario amable, habría tenido otra reacción que no fuera solo ver los cupcakes y alzarse de hombros. —Supongo que es normal sorprenderse de que haga algo bien—Sonrió más por compromiso que otra cosa —. Espero que les gusten.
Mimi Honda —Supongo que es normal tomar todo lo que digo como un ataque personal cuando eres una persona tan pesimista—repliqué con simpleza, observando la crema batida y los trozos de chocolate de los cupcakes. ¡Se veían riquísimos!—. Lo decía en serio... Estos postres están muy bien... y eso es un gran cumplido viniendo de mi persona. No mentía. La crema batida tenía un tono blanco impoluto y se veía suave y apetitosa. Estaba perfectamente distribuída sobre la masa tierna, en la justa medida. Ni un solo cupcake era diferente al resto. Como salidos de un clonador o de la mano de un repostero experto, todos eran absolutamente perfectos. Volví a mirar a Dante. —¿Has pensado en dedicarte a la repostería?—inquirí curiosa—. Pero deberás conocer lo que son las panna cotta y los éclairs...
Dante Miles Respiró profundo, ahorrandose sus comentarios. Era fácil tomar todo de un ataque cuando la persona jamás se molestaba en ser amable, pero para ese punto sabía que era poco probable que terminaran teniendo una buena interacción. Que creyera lo que quisiera, no creía que de igual forma cambiara de opinión. —No, me gusta más tomar fotografías, cocinar solo lo hago para gente cercana a mi. —Las comidas pequeñas para el viaje siempre las hacia para sus pokémon o los acompañantes que tendría, terminando con él siempre comiendo en algún centro, quizás solo en lienzo se cocinaba algo par si mismo. —Pero, yo no cocine todos, tú hiciste la mitad de ellos, prueba tus creaciones.
Liza White —¡Hey, yo quiero probar! —exclamé, apareciendo de un momento a otro, apoyando mi barbilla en el hombro de Dante aprovechando que estaba inclinado. Pasé mis brazos alrededor de su cuello, dejándolos en el aire—. Todos tienen una pinta buenísima, me da hasta algo de lástima tocarlos. Lo cierto era que me daba cierta lástima no haber podido ayudar demasiado, pero más lástima me daba haber dejado a Dante hacerlo todo solo. Después de todo, la idea era hacerlo juntos... Los planes se habían acabado estropeando, pero al menos podríamos resolver una de las cosas que teníamos pendiente: comer dulces juntos. Y desde luego que después de ver su aspecto, no podría quejarme. La espera había merecido completamente la pena. —Tengo que dejarle al menos uno a Nikolah, y otro a Talía, así que solo me comeré uno —pensé en voz alta, contando con los dedos cerca del rostro de Dante. Después de todo, la idea era devolverle el detalle al rubio, así que mi prioridad era él. Ya comería cupcakes otro día—. ¿Quién quiere hacer los honores? ¿O lo hacemos a la vez?
Mimi Honda —Yo no los cociné. Solo mezclé los ingredientes y derramé un molde, manchando la bandeja... Respondí desviando la mirada. Me daba cierta vergüenza de hecho. Si mi mente hubiera estado en calma como ahora todo hubiese ido como la seda. Al menos había logrado calmarme, mi corazón se sentía en paz. Y Dante tenía razón, todos habíamos participado en su elaboración. Cada uno había aportado cosas distintas. —"Pero yo no cocine todos, tú hiciste la mitad de ellos, prueba tus creaciones." —Debe ser por eso que tienen una pinta tan buena—comenté con orgullo, con cierto tono jocoso, burlón. Le di la espalda a la mesa, apoyándome en esta mientras cruzaba los brazos. Ahora que Liza había preguntado qué hacer, decidí que lo más adecuado era hacer lo correcto. Ya que había sido un trabajo de todos. —... Creo que deberíamos comerlos juntos—sugerí—. S-supongo que eso podría estar bien...
Dante Miles Sonrió de forma casi automática al sentir como Liza se apoyaba en él, incluso aprovechó para acariciar un poco su cabello, se veía muy bien así que no creía que el malestar que había comentado siguiera con ella y eso lo tranquilazaba mucho. Así podría disfrutar los cupcakes de una mejor manera. —Es muy seguro que tenga que ver con eso—Ni aunque estuviera en una relación tan tensa con ella dejaría que no se sintiera orgullosa de sus cupcakes. Escuchó la sugerencia de Liza y luego como Mimi parecía también gustarle aquella idea —. Entonces... Solo queda decir que aproveche... Repartió un cupcake a Liza y Mimi antes de tomar el suyo, aunque no lo hubieran podido terminar de preparar juntos, tan siquiera podrían probarlos dr esa forma.
Liza White Tomé el cupcake que Dante me acercó, y tras aguardar unos segundos a que todos tuviésemos el dulce en nuestra mano, me lo acerqué a la boca, dándole una pequeña mordida. El regusto de la crema y las frutas decoradas fueron los primeros sabores que captaron mi paladar, dándome una muy buena primera impresión. Sin duda había sido una excelente adición. La masa estaba tan tierna como aparentaba, en su punto, y en conjunto creaba un resultado realmente delicioso. En efecto, sabía tan bien como se veía, y eso era un gran logro. Sonreí, con las mejillas llenas y cierta tonalidad rosada coloreada en ellas, producto de la emoción del momento. —¡Está muy bueno! —pude articular finalmente, con algunas migajas esparcidas por las comisuras de mis labios. Revolví el cabello de Dante con mi mano libre, aún junto a él, orgullosa de su resultado—. Has sido un excelente profe, chef Dante. Voy a tener que pedirte que me enseñes a hacer más cosas, al menos contigo estoy segura —le guiñé un ojo, divertida, sentándome sobre la encimera vacía frente a la que habíamos utilizado para cocinar. Allí me permití continuar saboreando mi cupcake, mis pies danzando en el aire, mientras observaba el exterior a través de la cocina con cierto aire distraído. Había pasado ya una noche y ellos aún no habían llegado. Pensaba que ganaríamos tiempo haciendo dulces, pero ahora que habíamos acabado... Era consciente de que no permanecería mucho más tiempo allí—. Sería buena idea darle algún cupcake a Joy. Después de todo, ella ha sido la que nos ha proporcionado la oportunidad de hacerlos. Le pediré también que deje algunos de ellos en mi nombre para cuando lleguen sus dueños. Permanecí un rato mirando el techo, degustando el dulce en silencio mientras reordenaba mis ideas, y pensaba qué hacer. Ahora que había conseguido el segundo puesto en un torneo tenía derecho de entrar al frente, y tenía muchas ganas de probar sus instalaciones por primera vez. Sin duda, aquel día que había pasado con Dante me había devuelto todas las fuerzas y las ganas por avanzar, y todo se lo debía a él. Me había escuchado, me había aconsejado y sobre todo me había hecho sentir una niña de nuevo con su cariño y sus cuidados. Realmente no sabía qué haría sin él. —Oye, Dante —le llamé entonces, descendiendo la mirada del techo para posarla en él—. ¿Hay algo más que te apetezca hacer antes de irme? Hemos estado haciendo todo lo que proponía, pero nunca te pregunté a ti.
Mimi Honda Tomé el cupcake, mirándolo de cerca una vez más. Era una lástima pensar que Dante prefería las fotografías... aunque algo dentro de mí tuvo el impulso de pedir que me mostrase algunas capturas. ¿Sería más de fotografiar paisajes? ¿O pokémon y personas? Mi concepto de Dante como una persona triste me hacía imaginar fotografías deprimentes en blanco y negro. Cementerios, árboles decrépitos... flores y cartas que evocaban la tristeza y la belleza macabra de la muerte... Quizás era un concepto errado. El cupcake estaba delicioso. La crema batida suave y la masa tierna, sin grumos ni durezas lo hacían especialmente degustable en el paladar. ¡Era una delicia para los sentidos! Solo faltaba un poco de té amargo para que fuese perfecto. Mientras lo comía, masticándolo con la boca apropiadamente cerrada, no podía evitar observar la interación entre Liza y Dante de reojo. Parecían muy cercanos, muy íntimos. Quizás demasiado. ¿Qué tipo de relación los unía? ¿De verdad que eran solo amigos? Sentía que estaba de más en aquella situación. De modo que decidí comentar mis propias impresiones sobre el postre. —Me gustaría guardar un cupcake para Em— Me detuve en seco ante esa propuesta. No, porque no iba a dárselo. ¡Se suponía que iba a mantener las distancias! Aunque estaba segura de que a ella le gustaría... no podía hacer eso. No iba a hacerlo. >>Olvidadlo—sonreí con cierta tristeza.—Emily lo estropearía con una taza de café. Todo el mundo sabe que los postres se deben tomar con té, ¿cierto? ... Qué excusa tan ridícula.
Dante Miles Cuando finalmente pudo probar aquel postre no pudo negar que estaba contento, habían quedado bastante bien y en definitiva había sido buena idea esperar a la crema batida con las frutas y resistir la tentación de tomarlo cuando todavía estaba algo caliente para descubrir finalmente que tal había quedado, si sabía tan bien como olía cuando los había sacado del horno. Y asi se mantuvo degustando aquel postre con una sonrisa despreocupada hasta que escuchó a Liza hablar, ya era momento de las pre-despedidas, imaginaba. —No... Creo que es más que suficiente que por fin pudiéramos comer algo, gracias. —Acaricio con su mano libre su cabeza para corroborar que se encontraba bastante bien con lo que habían hecho y terminó de comer en el momento preciso que escucho hablar a Mimi. —Chocolate con mucha azúcar... —murmuró, él solía tomarlos con chocolate pero, recordaba que a Emi había llegado a prepararle eso para que acompañara algún postre o desayuno, pero no era algo que deberían saber si le pertenecía o no—. Pero ninguna de las dos está mal, aunque no soy fan del té. Rara vez lo tomaba, jamás había terminado de convencerlo del todo.
Liza White Alcé una ceja mientras Dante acariciaba mi cabeza, sorprendida por su respuesta. Pero finalmente suspiré, sonriendo sin poder evitarlo. Si estaba todo bien para él, podía irme tranquila sabiendo que habíamos conseguido tachar uno de nuestros planes de la lista. Me bajé de un salto de la encimera, habiendo repuesto los ánimos tras degustar uno de los cupcakes, y caminé hacia donde reposaban todos los demás, tras advertirle con la mirada que tomaría un par para quienes ya sabía. Al recibir el asentimiento de cabeza tomé uno de los platos de plástico que Joy guardaba y coloqué cinco de ellos, apilándolos con cuidado para que su decorado no se viniese abajo. Estaban demasiado perfectos como para poder siquiera mover una de las frutas de su sitio. Una vez me aseguré de recoger lo que hubiese quedado aún en medio, me dirigí hacia los presentes. —Bueno... En ese caso creo que ya es hora de irme —murmuré, con una sonrisa apenada. Dejé el plato con cuidado en la mesa y le di un último abrazo a Dante, uno que duró un poco más siendo consciente de que quizás tardaría algo en volverle a ver. Alcé la mirada sin soltarle, frunciendo la nariz con disgusto—. Y espero que no necesitemos de otra catástrofe para poder vernos de nuevo, dentro de poco estaré molestándote de nuevo, ya lo verás —bromeé, separándome finalmente de él, revolviéndole el cabello una última vez antes de darme la vuelta. Tomé el plato y caminé hacia la puerta, pasando cerca de Mimi, y susurré cuando estuve a su lado, de tal forma que solo ella me escuchase—. Suerte. Alcé mi mano una última vez desde la puerta, alegre. —Espero que nos veamos pronto, ha estado bien. ¡Hasta la próxima, chicos! Y así, abandoné finalmente la cocina, tranquila porque sabía que ambos estarían bien por el momento. Caminé con resolución hacia donde la enfermera Joy aguardaba, detrás del mostrador. —Disculpa, enfermera Joy. ¿Podrías hacerme otro pequeño favor más? El último, lo prometo —aseguré, dejando el plato sobre el mostrador cuando hubo asentido ante mi pregunta—. Dentro de poco vendrán por aquí un chico rubio muy alto con una niña rubia, con un Glaceon y un Sylveon acompañándoles. ¿Podrías darles estos cupcakes de parte de Liza? —Por supuesto, déjalo en mis manos —la mujer me guiñó el ojo, cómplice, dejando la bandeja a buen recaudo. —¡Muchas gracias! Por todo, eres muy amable —le dirigí una última sonrisa, alzando mi mano en señal de despedida, e inicié la marcha hacia la salida—. ¡Hasta luego! Pronto acabamos partiendo, Togekiss y yo, hacia el destino que habíamos estado postergando hasta entonces. Ahora que había recuperado las fuerzas sentía que era el momento ideal para estrenarme en el frente, y así lo haría. Mientras tanto, debajo de los cupcakes, un pequeño papel parecía haber pasado desapercibido ante los ojos de los chicos. "Lamento no haber estado ahí para dártelos yo misma, pero espero que puedas disfrutar de este pequeño regalo. Muchas gracias de nuevo por la manta, y te dejo el número de mi videomisor para ponernos en contacto... ¡Para recoger a mis chicas, claro! Nos veremos muy pronto. Con cariño, Liza PD: ¡Mastica bien, y que no me entere de que Tali se queda sin su parte!".
Mimi Honda Dante no pareció entenderlo... a pesar de que era una excusa tan absurda. De cualquier modo me crucé de brazos tras terminar de comer el cupcake, limpiando mis labios ante de migajas con uno de mis pañuelos. ¿Chocolate con mucha azúcar? ¿Con un postre de por sí dulce? Ugh... —Eso es una bomba calórica—le respondí—. Grita diabetes por todas partes. Todo el mundo sabe que el mejor acompañamiento para un postre dulce es un té amargo. Quizás un té rojo o negro... el té rojo tiene propiedades depurativas y diuréticas y evitará que el azúcar de los postres se asiente donde no debe. El té negro es fuerte y aromático... Ah~ me apetece un té. En ese momento Liza dio el aviso de que iba a marcharse. La miré. Yo también tenía planeado irme pronto. Solo tenía que abrir un portal, así que el viaje sería francamente corto. Mientras tanto, no podía dejar de observar sus interacciones con Dante con interés. Definitivamente estaban muy unidos. Quizás demasiado. La forma en la que revolvía su cabello y Dante respondía con sonrisitas tímidas. Algo que no era extraño porque ''tímido'' era una palabra que describía muy bien a Dante. ''Suerte.'' Asentí por lo bajo sin saber exactamente que decir, sintiendo arder mis mejillas. Probablemente debería darle las gracias, era lo más correcto... pero seguía sin creerme que Liza lo supiera antes que nadie. Era tan vergonzoso. Me había pillado en uno de mis momentos vulnerables y se lo había contado. ¿Había hecho bien? Apenas la conocía... Aunque me había consolado y había tratado de hacerme sentir mejor así que suponía que podía confíar en ella. Podía hacerlo. Tener mi confianza ya era algo bastante grande teniendo en cuenta lo reservada que solía ser... Y Liza era una buena persona. Gracias a ella había podido desahogarme. —Suerte...—repetí en voz baja, perdida en mis pensamientos. Sí, iba a necesitarla. Iba a necesitarla para no cruzarme con Emily hasta que no estuviera preparada. Iba a necesitarla para reunir el coraje suficiente para encararla. Iba a necesitarla para tantas cosas... mi pecho se vio estremecido por un suspiro. Sinceramente no quería pensar en ello. No aún. Implicaba demasiadas cosas en las que no quería cavilar. Prefería obviar el tema por el momento, centrarme en mi objetivo más próximo. De modo que, habiéndome hecho con una taza de suave té verde, sin mirarle, me dirigí a Dante nuevamente una vez estuvimos solos. —¿Y bien?—le pregunté entonces, calma, dándole un sorbo a la taza—. Casi os pido que os busquéis un motel... ¿estás saliendo con Liza ahora?
Dante Miles —Cuídate mucho por favor...—murmuró correspondiendo su abrazo, había sido un tiempo relativamente corto en el que se habían visto, pero tan siquiera agradecía que había podido verla un poco, porque así, sin que lo hubiera planeado la había podido ayudar, ella lo había podido escuchar y finalmente se habían desecho de una de las cosas que tenían en su lista imaginaria que tanto tiempo llevaban aplazando —, no vayas a otra catastrofe hay muchas otras formas de vernos... Rio con levedad cuando sintió que le revolvía el cabello antes de retirarse, una pequeña pizca de normalidad antes de quedarse con Mimi, solos, sin ninguna clase de mediadora que les hiciera de escudo, ¿aquellos cupcakes podrían servir como un muro para él ahora o simplemente todo se desmonoraría? No lo sabía con seguridad y eso lo inquietaba. —Yo estoy perfectamente con una bomba o sin una bomba de azucar...—Se revisó incluso el cuerpo sin tomarle mucha importancia, realmente no solía cambiar mucho si comía demasiado o no, si tenía cientos de bombas de azucar o no, aunque si había llegado a estar demasiado delgado —, y solo he tomado té verde... Cuando llegaba a desayunar arroz, bueno, a veces lo hacía. Desconocía los demás colores o sabores que este podía tener. "¿Y bien? Casi os pido que os busquéis un motel... ¿estás saliendo con Liza ahora?" La pregunta en sí lo tomó por sorpresa, pero no una sorpresa buena de las que le agradaban, no, era todo lo contrario. ¿Estaba repitiendo lo mismo que había pasado con Astrid de una manera más tranquila o solo era una gran y absurda coincidencia? —¿Por qué siempre me ves parejas en cada amiga que tengo? —Preguntó serio, incrédulo incluso —, no voy yendo a cada parte de Galeia cambiando de pareja como si no significara absolutamente nada. —Pasó una de sus manos por su cabello, dudaba que la conversación tomara un rumbo adecuado. —A Liza la quiero muchísimo, sí, pero es parte de mi familia, desde que comenzamos a conocernos más siempre ha sido así —suspiró —, mi única pareja ha sido Emily y...no quiero a nadie más que a ella, eso es lo único que debería saber y probablemente asumir.
Mimi Honda Dejé la taza de té a medias sobre la mesa. Repentinamente ya no me apetecía beber. —¿Emily?—murmuré repitiendo sus palabras. Sentí una presión en la boca del estómago, un frío gélido recorriéndome las venas—. ¿Aún la quieres? Apreté los labios. Mi primer deseo fue arrojarle el té caliente por encima ya que lo tenía a mano, pero logré contenerme a duras penas. ¿Qué diablos me estaba contando ahora? Tensé los puños sobre mis muslos, porque empezaban a temblarme por la ira que se apoderaba de mis sentidos. Él decidió romper su relación. Él hizo sufrir a Emily con esa decisión. ¿Por qué me decía ahora que la seguía queriendo? ¿Pretendía joderme? Dejé escapar una risita irónica, sardónica. —¿Ah?—inquirí—. Es una broma ¿no? Se lo dejaste muy claro. Que preferías que fuéseis amigos. Le rompiste el corazón. ¿Cómo tienes la poca vergüenza de decir que aún la quieres después de todo lo que le hiciste pasar? Contenido oculto Pues como que esto no va a acabar bien (?)