Liza White Arrugué la nariz inconscientemente al sentir algo suave y peludito acariciar mi rostro. Fruncí el ceño, manoteando en el aire y me giré, dándole la espalda a dicho estímulo, murmurando en sueños vaya a saber qué cosa. Pero aquella cosa continuó haciéndome cosquillas y me obligó a abrir los ojos, observando a Dante hacer de las suyas con un mechón de mi cabello. Me incorporé entre risas, y tomé la manta de Nikolah con la que me había arropado para lanzársela a la cara como método de defensa. —Buenos días... —bostecé ampliamente, frotando mis ojos con pereza. Parpadeé con lentitud, echando un rápido vistazo a la habitación. Los chicos parecían comenzar a despertar—. ¿Has podido conciliar el sueño? ¡Yo dormí super bien! Nunca me ha venido tan bien descansar, y todo gracias a vosotros. Le sonreí, con ánimos renovados, y me bajé la cama para estirar los brazos al aire, con el sol de la mañana reflejándose en mi cuerpo. Se sentía realmente reconfortante, como si todo el peso que mis hombros sintieron la noche anterior se hubiesen desvanecido de golpe. Correteé de un lado al otro, buscando en mi armario el conjunto que me pondría el día de hoy, mientras cientos de planes recorrían mi cabeza. Quería ir a la torre, al frente batalla, visitar Udan... ¡Tantas cosas por hacer, y toda una vida por delante! —¿Qué planes tienes ahora, Dante? —pregunté, mientras canturreaba hurgando en el armario, dándole la espalda. Me giré hacia él con la ropa entre mis manos, y por alguna razón mi mirada se posó en la manta azulada que se encontraba sobre la cama. Glaceon y Sylveon estaban con los chicos, y estos aún no habían llegado al centro... De repente, una idea cruzó mi cabeza. Nikolah había tenido un detalle precioso conmigo, y qué menos que aprovechar la ventaja de que aún no habían llegado para hacerle algo yo también. Me llevé una mano al mentón, posando mi atención en Dante—. Oye... ¿Por casualidad sabes cocinar? Me gustaría hacer unos dulces para alguien pero me temo que soy demasiado mala en la cocina, y no quiero quemar nada —reí con cierto nerviosismo, apartando la mirada. Era curioso, nunca se me había ocurrido prepararle nada a Bruno, mucho menos a Steve. Definitivamente yo no era muy detallista, ¡pero debía comenzar a cambiar eso!
Dante Miles Sonrió, no recordaba que Liza fuera tan animada al despertar pero claramente le alegraba ver toda esa energía en primera fila —No creí que fuera a domir pero... Creo que me contagiaste el sueño y al igual que tú, dormí muy bien... —Siempre había dormido mejor acompañado y eso lo sabía, aunque poco a poco durante sus viajes solo, había logrado dormir mejor al estar rodeado de sus pokémon. Luego de que Liza se levantara, se obligó a hacerlo entre bostezos, luego estirandose para tratar de activar su cuerpo tan solo un poco más y después, trato de calamar un poco su cabello que parecía cobrar vida entre sus sueños, haciendo que tuviera peinados algo curiosos. —No lo sé... Jamás me pongo planes concretos —Se dirigió a su mochila para sacar las cosas que necesitaba para ese día y aunque estuvo concentrado primeramente en esta, la pregunta lo hizo girarse a verla —, por suerte para ti y yo mismo, se cocinar... Los postres son algo más entretenidos de hacer, la verdad. —Se dirigió al baño, mostrándole la lengua como sinse burlara del hecho de que le había ganado aquel lugar para arreglarse. Pasando unos cuantos minutos, finalmente salió ya algo más despierto y fresco, definitivamente más peinado pero con el mismo tipo de ropa que solía llevar siempre, no le sorprendería realmente que cuando fuera a lienzo a cambiar de ropas, todas terminaran siendo casi iguales. —¿Puedo saber quien es "alguien" ? Porque tengo la ligera sospecha de que no soy yo. —Añadió riéndose un poco para que supiera que estaba bromeando, le parecía tierno que Liza quisiera hacer todo eso.
Liza White Abrí los ojos con ilusión al recibir una afirmativa de su parte: ¡Dante sabía hacer dulces, sí! Quise dar un saltito, pero sentí mis piernas cargadas por el día de ayer, y varias agujetas punzar ciertas partes de mi cuerpo. Quizás tendría que continuar recuperándome poco a poco; después de todo, acababa de volver de la muerte. Le saqué la lengua antes de que se metiese en el baño y me volví hacia el espejo de la habitación, tomando un cepillo y comenzando a pasarlo por mi cabellera rizada. Viéndome detenidamente, noté por primera vez en mucho tiempo que había crecido bastante desde el día que llegué a Galeia (o el día en que me crearon, más bien). Durante estos tres años me había crecido más el cabello, y había ganado algo de altura. Tampoco era tan delgada como antes, y me había logrado mantener en forma con las extenuantes caminatas región tras región. Sentí a Samurott colocar su barbilla en mi hombro, observándome a través del espejo, y le sonreí, acariciando su rostro con mi mano libre. —Los dos hemos crecido mucho en este tiempo, ¿eh? —murmuré, viéndonos allí de pie, juntos. La sombra difusa de una niña y su Oshawott corretearon frente a nuestros ojos, como un espejismo. Tomé mi cabello entre ambas manos, dispuesta a anudarlo en mi coleta de siempre, cuando algo me detuvo. Permanecí un instante viéndome a los ojos, y poco a poco descendí mis manos hasta dejar caer los rizos sobre mi espalda. En ese mismo instante sentí a Dante abrir la puerta del baño—. Estoy pensando que quizás sería buena idea hacerme un cambio, ¿sabes? No lo sé... Algo que demuestre la etapa que he dejado atrás, y el inicio de otra totalmente distinta. >>¿Cortarme el pelo, quizás? ¿Dejármelo suelto? Permanecí unos segundos así, pensativa, hasta que la voz de Dante me atrajo a la realidad. Me giré hacia él, sintiendo mis mejillas enrojecerse por sus palabras. Manoteé en el aire, como si así las alejase de mis oidos. —¡O-oh, claro que también te haré a ti! ¡Jamás te olvidaría! Jo —no pude evitar reír también, cruzándome de brazos al ver que era una simple broma. Por un momento me sentí una mala amiga—. Es para un amigo que conocí hace unos días, se llama Nikolah. Él y yo tuvimos una discusión y... me regaló esa manta de allá a modo de disculpa —acaricié con suavidad mi brazo, agachando la mirada hacia este sin borrar la sonrisa de mis labios—. Me gustaría tener un detalle con él. Y con su hermanita Talía. Quizás unas galletas sería buena idea. >>¿A por qué ingredientes debería ir a la cafetería, Chef Dante?
Mimi Honda No había solucionado nada. No solo no había dejado de pensar en lo que se suponía que no debía pensar... si no que además había perdido cuando afirmé que ganaría. Aquellas malditas drenaminas... Si no hubiera sido por ellas... Era ridículo. Era patético. Mi situación era deplorable y no tenía absolutamente nadie a mi lado en quien apoyarme. No tenía unos brazos a los que acudir ni nadie que me dijese las palabras que necesitaba escuchar. Alguien que me diera consejo y me guiara en medio de la enorme tormenta en la que en cuestión de minutos se había sumido mi vida. Decidí simplemente calmar mis ánimos con un té. El té rojo solía obrar milagros. Solo tenía que sentarme, agregarle un poco de mermelada de bayas zreza y disfrutar del sabor agridulce mientras trataba que mi mente se disolviese. No tenía que pensar en nada. No sabía que demonios hacer. ¿Qué se suponía que debía hacer? Tenía un miedo atroz a perder a Emily. Si le decía como me sentía, si realmente estaba... ¿Qué iba a pensar? ¿Qué iba a decirme? ¿Por qué había pasado esto? ¿En qué maldito momento empecé a verla de esta forma? ¡No era como con Alpha! ¡Si esto salía a la luz podría realmente perderla para siempre! Yo estaba segura de qué sabía bien quién era. De qué sabía bien lo que quería. Pero ahora quería algo que jamás esperé querer. Había aparecido de forma repentina en mi vida, sin avisar. Unos sentimientos que me aturdían, me confundían. Me tenían en un torbellino de emociones constante. Había descubierto algo que cambiaba por completo mi situación con mi mejor amiga. No podía evitar repasar todas mis vivencias con ella, prácticamente desde que nos conocimos... y darme cuenta de que esa clase de sentimientos habían estado siempre ahí, más o menos visibles. Emily siempre había sido especial para mí. Diferente. Prácticamente desde el principio. ¿Pero entonces Alpha? ¿Qué pasaba con él? Suspiré profundamente. Aquella situación me frustraba. No sabía cómo afrontarla, no sabía que hacer. En mi vida me había sentido tan perdida. —Quizás podría volver a casa—murmuré, trémula, removiendo el té con la cucharilla. Me detuve un momento ante ese pensamiento. Sinnoh, ¿eh? Parecían siglos—. ¿Un tiempo lejos de Galeia me ayudaría? Eso... ¿no sería simplemente huir?
Dante Miles Ladeo su cabeza con ligereza al escuchar la propuesta de Liza, imaginandose diferentes estilos que podría tener o se podría hacer aunque su imaginación realmente no era tanta, a fin de cuentas, él era el primero en no cambiar de estilo en lo absoluto. —Te verías linda no importa el estilo que elijas —comentó con tranquilidad, sonriendo a su lado, incluso acomodó un poco su cabello en el caso de que quisiera dejarselo suelto, después decidió colocarle su gorra —, decide lo que te haga sentirte más cómoda, te verás bien. Después de eso notó aquel sonrojo y no pudo evitar confundirse un poco más, pero tampoco le iba a preguntarle nada de aquel tema, menos si se lo presentaba de aquella forma. Seguiría con lo que se supone que era la realidad de aquel asunto. —Quizás esta sea nuestra forma de por fin comer algo de postre juntos, ¿no? —Se alzó de hombros un tanto despreocupado, no sabía que incluso ellos dos se conocían pero... Tampoco era el ser más enterado de lo que sucedía a su alrededor —. ¿Discusión? Hm, no pareceria ser el chico que explota para discutir y... Realmente sería extraño pensar que tú iniciaste algo. Suspiro. —Pero, lo que importa es que están en buenos términos, aunque... Talia no tiene hermanos, hasta... Donde estoy informado. —¿Seria más bien como se llamaban ukita y él? Probablemente, de lo contrario seguro lo hubiera conocido cuando la conoció a ella y no después. >>Depende de lo que quieras hacer, chef Liza, revisemos que te llama la atención, ¿si?
Liza White Cerré los ojos al sentir el contacto de mi buena compañera de viajes, mi característica gorra rosa. Sonreí instintivamente ante las palabras de Dante, y tras unos segundos más mirándome al espejo... decidí sacar el accesorio de mi cabeza. Lo observé entre mis manos, acariciando su superficie vieja y algo desgastada, con cierta nostalgia en la mirada. Cientos de recuerdos se encontraban ligados a aquella prenda, y deseaba atesorarlos para siempre... pero dentro de aquella gorra. Así, caminé hacia donde se encontraba mi mochila, y la guardé dentro de esta, soltando un pequeño suspiro. La primera etapa de mi vida había finalizado en el momento en el que Arceus me devolvió a la vida, y quería recibirla de una forma distinta. Porque yo ya no era la misma Liza que había sido creada por Tau. Había cambiado, redirigido mi existencia hacía donde yo quería llevarla. Y quería demostrarlo con aquel pequeño pero significativo gesto. —¡Claro! Llevamos posponiéndolo mucho tiempo, es el momento perfecto para eso —me volví hacia él entonces, dejando mis rizos danzar libremente sobre mi espalda, y me encaminé hacia el baño con todo listo para empezar un nuevo día. Desde el otro lado de la puerta pude escucharle hablar acerca de la discusión, pero no supe qué añadir. Nikolah, bueno... Tampoco lo conocía demasiado, por no decir casi nada, pero a veces no parecía ser consciente de sus actos. Se dejaba llevar, quizás, pero no lo hacía con maldad. La mirada que me dirigió el día que nos reencontramos me había transmitido lo mismo. Una vez terminé de arreglarme salí hacia la habitación, guardando el resto en mi mochila, y me volví hacia mi acompañante y todos nuestros pokémon, brazos sobre mi cintura, decidida a hacerlo—. ¡Bien! Creo que hacer unas galletas podrían estar bien por esta vez. ¡Oh, oh, mejor! ¡Cupcakes! ¿Podemos hacer cupcakes, Dante? Correteé hacia mi videomisor, tirado en medio de la mesilla de noche, y revisé información acerca de la receta en la red. —Aquí pone que necesitas harina, azúcar, mantequilla, huevos, leche... ¿Crees que Joy nos deje tomar todo de la cafetería? —inquirí, poniendome en pie hacia la puerta, con Leafeon, Umbreon y Espeon siguiendo mis pasos. Me encogí de hombros, divertida—. Bueno, habrá que intentarlo.
Dante Miles No pudo negar que fue extraño ver cómo guardaba aquella gorra en su mochila, el cambio se había manifestado muchisimo antes de lo que hubiera creido y, aunque le habría gustado preguntarle si deseaba guardar aquella gorra en su casa, prefirió no hacerlo. La decisión de guardarla y llevarla consigo o hacer cualquier otra cosa, solo estaba en ella. La esperó en la puerta luego de que sus pokémon se hubieran adelantado en su camino, probablemente al patio del centro pokémon donde siempre solían estar cuando él decidía quedarse en esa clase de lugares, se encontraba bastante tranquilo y de alguna forma emocionado por hacer todo aquello, tener finalmente las salidas que siempre posponían y claro, cocinar de nuevo algún postre que no fuera solo para él, sería algo...en definitiva, nuevo, agradable. —Haremos cupcakes, de eso no habrá dudas —finalmente, salió de la habitación junto con ella y comenzó a caminar por los pasillos —. Y no creo que Joy tenga problemas con eso, mientras limpiemos lo que hagamos luego, no será tan dificil.
Mimi Honda Daichi y Ai, mis dos Meowstic, se encontraban devorando galletas en el suelo. Habían abandonado sus respectivos esféricos y yo agradecí su compañía ofreciéndoles algunas galletas que no iba a comerme. Mi estómago estaba cerrado. Fue en ese momento que Dex empezó a sonar. En un primer momento me tomó tan de sorpresa que no pude evitar sobresaltarme en la silla. ¿Quién era ahora? ¿Quién demonios me molestaba en mi desayuno? En un primer momento temí que fuese Emily. No sabía con qué cara mirarla, no me sentía capaz de encararla. Pero aunque mis temores no se confirmaron la realidad fue mucho peor. Porque cuando tomé aquella llamada vía holomisor, unos inquisitivos ojos verdes que esperaba no volver a ver en mucho tiempo se cruzaron con mis orbes azules. Su voz, burlona y profunda, solo me lo confirmó. Y ese estúpido apodo. —¡Mii-chan! Matt. Mi ceño se frunció como por inercia. Pude ver a Daichi y Ai alzar la cabeza desde el suelo con curiosidad. En ese momento deseé realmente que lo que Tau nos dijo fuese verdad. Ojalá no tuviese un pasado. —Tú. Matt hizo una mueca. —Tan borde como siempre. Hace años que no nos vemos... ¿no puedes ser un poco más cariñosa con tu hermano mayor? —Muérete Matt. No somos hermanos. Era alto, con el cabello rubio desordenado y unos ojos verdes que parecían saberlo absolutamente todo. Odiaba esos ojos. Eran como los de su madre. Los ojos de mi villano personal. —Pero ahora tenemos algo más en común—prosiguió él, de forma punzantemente molesta—. Una hermana. Sí, con tu sangre y la mía. Es lo que tienen los genes. Ladeó la cabeza con una sonrisa socarrona plantaba en la boca. Ojalá lo tuviera delante para poder borrársela de la cara a base de bofetadas. Me sacaba completamente de mis casillas. En ese momento lo recordé con claridad. La llamada de mi padre hacía meses. La razón de otra de mis crisis. Tenía una medio hermana. Mi padre había... engendrado una niña con esa despreciable zorra. —Miria...—murmuré. —Ah, te sabes su nombre. Eso es... bueno, supongo. ¿No la quieres conocer? —No—repliqué inmediatamente—. Sabes que no quiero tener nada que ver con tu madre o contigo. Si esa pobre niña lleva tu sangre, no quiero saber nada de ella. La parte mala es que también llevaba la mía. Matt hizo una mueca. Otra más mordaz. —Pobre. Yo le he dicho ya como eres. Oh, y te llama Mii-chan claro. >>Tiene ya tres años. ¿De verdad quieres que crezca sin conocer a su hermana de sangre? —Medio-hermana—aclaré. —Lo que sea. Escucha, si no vienes seré yo quien vaya allí. Sinnoh me aburre. Quiero ver mundo aprovechando que tengo el poder y la posibilidad de hacerlo. ¿Eh? No. No. Y un cuerno de Tauros. —No te atrevas a venir aquí. —¿Quién va a impedírmelo? ¿Tú?—se rio—. Venga ya, Mii-chan. Te ves como la mierda. ¿Te pasó una manada de Tauros por encima? En ese momento fui consciente de otra cosa. Mi pobre aspecto físico. No había dormido nada y estaba enfermizamente pálida. Es lo que tiene volver de la muerte. Chasqueé la lengua. —Eso no es asunto tuyo. —Bah. No voy a molestarme en seguir indagando. Supongo que la cutre y pordiosera vida de la plebe es más adecuada para ti ahora. La forma en la que estaba apretando los puños empezaba a resultarme dolorosa. —Cierra la boca de una maldita vez—gruñí más que dije—. Me das asco. ¿Para qué me llamas? ¿Estás buscando problemas? Te daré un consejo Matt, olvídate de que existo. Y entonces apagué el holomisor de un golpe apretando los dientes con rabia. Mierda. Mierda. Mil veces mierda. ¿Por qué la vida se cebaba conmigo? Me levanté de la mesa e ingresé en el centro dispuesta a subir las escaleras. De hecho no estaba andando. Estaba corriendo. Mi mente funcionaba a mil revoluciones por segundo. ¿Matt iba a venir a Galeia? ¿Para qué? Este era mi hogar ahora. Había luchado por él. Había muerto por él como morí por Sinnoh. ¿Qué pretendía, que terminase aborreciéndolo? Era mi refugio. Mi zona de confort. No iba a permitir que lo estropearse. Tan rápido iba y tan poca atención estaba prestando a mi alrededor que choqué de frente con alguien. El impacto me envió directamente al suelo. —¡Agh!—exclamé, harta. Dolorida. Me llevé la mano a la frente frotándola ligeramente con la punta de los dedos. Y entonces alcé la vista para hallar a mi agresor. Mi ceño solo se frunció aún más, si acaso era eso posible. Otra persona que no esperaba ver en bastante tiempo. De hecho, esperaba tener la suerte de no volver a cruzarme con él nunca. Mucho menos en un momento como este, donde me sentía tan perdida y vulnerable. Apreté los labios. Dante.
Lucas Diamond Volé esta vez a lomos de Latios, hasta llegar a ciudad Témpera. Viajé rápido, su velocidad era enorme, tanto que a veces las nubes parecían desaparecer ante nosotros. Desde Témpera pude llegar a la torre sin problemas. Era desde luego uno de los sitios que más había visitado.
Dante Miles Continuó sus pensamientos de forma bastante tranquila, la forma en la que podrían hacer los postres, los sabores, si podían tener relleno o no, si los quería decorar, era una actividad que disfrutaba con demasía y ahora compartirla con Liza le parecía increíble. Podrían disfrutar prácticamente de otro tiempo que podría resultar bastante divertido y podrían olvidarse de todo tema que les causaran problemas para solo pasar un buen rato y eso, claro, le agradaba. —¿Crees que...? —Y alli sintió como chocaba contra alguien, rápidamente dejó de prestarle atención a Liza para buscar a la persona que había afectado con cierta preocupación, preocupación que terminó por desaparecer cuando notó quien era. Su rostro se volvió serio y sin decir nada, se inclinó hacia el frente para poder ayudarla a levantarse con delicadeza, busco alguna clase de malestar y al no encontrarlo, sus manos tan solo terminaron en sus brazos para apartarla del medio del pasillo. —Lo siento —le dio una rápida sonrisa y de nuevo buscó la mirada de Liza de forma tranquila, invitándola a caminar con un movimiento de cabeza —, ¿crees que sería bueno comprar fruta para decorar?
Mimi Honda Cuando quise darme cuenta estaba de nuevo en pie, en la pared del pasillo. Pero mi expresión no cambió en ningún momento. Ni cuando me ayudó a incorporarme ni cuando se disculpó. Apenas sí me prestó atención. Lo seguí con la mirada, tanto a Dante cómo a Liza y fue entonces que escuché aquella pregunta: "¿Crees que sería bueno comprar fruta para decorar?" ¿Decorar? ¿Fruta? ¿Iban a hacer un pastel o algo así? En un primer momento aparté vehementemente la idea que se abrió paso en mi cabeza. No, era una idea ridícula. Era una estupidez. ¡Yo no quería tener nada que ver con Dante...! Pero cuando quise darme cuenta me había adelantado y sujetaba a Dante por la camiseta. Lo único en que podía pensar es que necesitaba mantener mi mente ocupada. Tampoco quería estar sola. Y aquella era quizás la mejor manera de tener ambas cosas. —Dejadme ir con vosotros—murmuré. Mi voz era baja, casi inaudible. Y mis ojos incapaces de hacer algún tipo de contacto visual estaban ocultos tras mi flequillo. Me mordía el labio inferior con fuerza—. No... no pienso soltarte si dices que no. Intenté imponer seguridad en mi voz pero fue totalmente inútil. Mi voz era baja, trémula y carecía de toda fuerza, aunque yo trataba de sonar amenazante. Se produjo un largo silencio. Un silencio en el que me mantuve allí, quieta, pensando en la estupidez que acababa de cometer. Pensando en Emily. En Matt. En el tremendo lío que era ahora mi mente y en lo probablemente desesperada que debía estar. Alcé la mirada y tiré de nuevo de su camiseta. >>... Di algo cretino. No te quedes ahí callado sin más.
Liza White Mordí mi labio inferior al asomarme tras la espalda de Dante, preocupada e incómoda a partes iguales. El destino quería jugarnos una mala pasada, y como atraída por nuestra conversación de anoche, Mimiko Honda apareció en el hall de entrada, chocando contra el cuerpo de Dante. Por inercia quise intentar ayudarla, pero fue el chico quien se encargó de hacerlo. Le dirigí una rápida mirada a Mimi, preocupada por su aspecto. Parecía que, a diferencia de nosotros, no había pasado una buena noche. Pero las palabras de Dante hicieron que desviase mi atención hacia él y asentí, dubitativa, siguiendo sus pasos sin saber qué decir. Me volví hacia Mimi una última vez antes de darle la espalda, dirigiéndole una pequeña sonrisa, pero esta me ignoró. Estaba demasiado centrada en la presencia de mi acompañante, y así lo demostró. "Dejadme ir con vosotros. No... no pienso soltarte si dices que no". —Mimi... —murmuré, apenada. Apenas podía alzar la mirada, y parecía presionar los dientes sobre sus labios con fuerza. Mis pies se movieron solos, y caminé hacia donde se encontraban, sin poder aguantarlo más. Tomé con delicadeza las manos de la joven, separándolas con suavidad de la camiseta del ajeno, y me coloqué frente a ella sin soltárselas, dirigiéndole una sonrisa serena que intentaba transmitirle calma. A pesar de que yo no era su interés allí, mi instinto protector me obligaba a querer ayudarla... A querer ayudarles, a ambos—. ¿Quieres hacer cupcakes con nosotros? Estábamos a punto de dirigirnos hacia la cocina a por ingredientes, sería genial que nos acompañaras. Con cuidado solté sus manos, sin querer ocupar su espacio personal ni mucho menos irritarla con un contacto que no quería, y sin borrar mi sonrisa le hice un gesto con la cabeza para que nos siguiera. Me volví hacia Dante, disculpándome con la mirada. Sabía que sería incómodo, pero... No podía dejarla ahí. Era superior a mí. A pesar de que Mimi y yo no fuésemos más que conocidas, no podía dejarla sola con ese lamentable aspecto. Quizás, en el fondo, intentaba aprovechar la situación para relajar de una forma ínfima la relación entre ambos. Disipé el silencio alzando la voz de nuevo, interesada, mientras los tres nos adentrábamos en la cocina tras pedirle el debido permiso a Joy. —¿Has tenido alguna experiencia antes haciendo dulces, Mimi?
Mimi Honda Esperé alguna respuesta de Dante por minutos, sintiéndome estúpida. Me sentía tan tonta haciendo eso... ¿cómo de desesperada podía estar? ¿En qué momento mi cabeza decidió que algo así saldría bien? Noté mis ojos aguarse a medida que el tiempo transcurría. Pero entonces sentí un tacto cálido y como mis manos eran separadas con suavidad de la prenda. En un primer momento quise librarme del agarre siendo consciente de que debía inspirar lástima. De que me veía lamentable. No quería que nadie se compadeciese de mí, era un golpe brutal a mi orgullo. Me hacía sentir rabia. Me molestaba profundamente. Pero las manos de Liza eran cálidas y sus palabras pronto me hicieron dejar de luchar. Después de eso todo ocurrió muy deprisa. Así que iban a hacer cupcakes... No supe cuando fue que respondí afirmativamente a la pregunta de Liza. ¿Quería hacer cupcakes con ellos? Quizás sonaba extraño, pero sí. Quería hacer cupcakes con ellos. Quería tener mi mente ocupada, cuanto menos pensase mejor. De modo que acepté, por supuesto. Preguntamos a Joy si nos dejaría usar la cocina de la cafetería y tras una respuesta afirmativa simplemente entramos en la sala. ''¿Has tenido alguna experiencia antes haciendo dulces, Mimi?'' —¿Huh? No—respondí. Desvié la mirada sintiendo mis mejillas arder cuando la vergüenza empezó a abrirse paso—. Te parecerá ridículo pero no sé cocinar. Murmuré aquello en un tono apenas audible, completamente avergonzada. No sabía cocinar, nunca había tenido la necesidad de hacerlo. Como una señorita de clase alta ignoraba toda lo que tuviese que ver con las tareas domésticas. Ni siquiera sabía como funcionaba un maldito microondas. —Pero he probado toda clase de pasteles de alta repostería... por si ese dato inútil sirve de algo.
Dante Miles En ningún momento esperó ser detenido por Mimi, se mantuvo quieto sin cambiar la expresión seria que sabía que tenía y que Liza no podía ver en esos momentos. ¿Cómo podía decir que quería ir con él luego de todo lo que hizo? No tenía ninguna clase de sentido todo aquello, incluso si realmente se sentía tan mal como se veía, dudaba que le hiciera algún bien estar cerca suya. Incluso sabía que no quería hablar o dirigirle la palabra hasta que sintió como Liza apartó aquella mano, obligándose a girarse para saber lo que sucedería a continuación, esta vez con un gesto más neutral pero de igual forma, sospechoso. No quería confiar en Mimi. Aunque, en el momento que escuchó a Liza invitarla a su actividad no pudo ocultar su gesto de sorpresa por los primeros segundos, incluso luego de que la mirada de Liza se encontrara con la suya. No le gustaba, ¿siquiera podrían hacerlo de forma tranquila? Esperaba que sí, porque de nuevo, lo que menos quería es que Liza lo viera discutir como Emily lo hizo o se quedara en medio de ambos como sucedió con Astrid. Era muy complicado. —...Vamos a la cocina entonces —murmuró pasándose una de sus manos por su cabello, ya no se podía dar marcha atrás —. Les enseñaré a las dos lo mejor que pueda, no es... La gran ciencia, supongo, lo más difícil será encontrar lo que quieran usar... Y así, volvió a caminar por el pasillo para guiar el camino, a fin de cuentas, no sería la primera vez que utilizaria la cocina. Contenido oculto: Sorry(? Si quedan raro es porque lo hago entre clases para que no se atrasen <3
Liza White "¿Huh? No. Te parecerá ridículo pero no sé cocinar" —No me parece ridículo... porque yo tampoco sé —me sinceré, soltando una suave risa, mientras caminábamos en dirección hacia la mesa que nos habían permitido usar—. De hecho no tengo un buen recuerdo de la última vez que intenté hacer algo, pero... Aquí estamos. Habrá que enfrentarnos a ello, ¿sí? Me di cuenta en ese entonces de que era incapaz de dejarme vencer por el silencio. Cada vez que este nos acorralaba yo alzaba la voz, aparentando normalidad, pero en el fondo preocupada por mi papel en aquella extraña escena. Sentía que mis manos sujetaban un filo hilo que podía quebrarse en cualquier momento, detonando otra discusión que no estaba dispuesta a dejar salir. Dante merecía dejar ese tema enterrado, y Mimi necesitaba paz y compañía. Y yo intentaba con todas mis fuerzas brindar el equilibrio necesario para que la situación fluyese con calma, aunque aquello me costase tiempo y esfuerzo. Pero ninguno de los dos discutiría en mi presencia, sería mi reto personal. —¡A la orden, chef Dante! —exclamé entonces, depositando sobre la mesa un papel escrito con prisa frente a los dos. Me volví hacia ellos, alzando un pulgar, y me giré hacia los armarios comenzando la recolecta—. Me he tomado la libertad de apuntar los ingredientes, lo único que cambiaría sería la cobertura y el glaseado, pero eso lo dejo en tus manos. >>Mimi, ¿puedes traer la harina junto a la sal y el azúcar del armario de allá? >>Y Dante, ¿podrías mirar qué frutas tiene Joy aquí? Podemos ir a comprarlas a la tienda de al lado, en caso negativo. Yo por mi parte correteé en busca de los huevos, la leche y la mantequilla. No fue difícil encontrarlas, pero de lo emocionada que estaba quise sujetar todo a la vez y al llegar a la mesa casi pierdo más de un huevo por el camino. Debería tener más cuidado, quizás por eso me fue tan mal la última vez... ...¡Aunque nadie me dijo que la sopa podía quemarse!
Mimi Honda La respuesta de Liza fue inesperada. No era como si esperase que todo el mundo supiese cocinar y por eso me avergonzase... Quiero decir... Effy no sabía y aparentaba que sí, era de agradecer que al menos White fuese sincera. Estaba segura de que Emily— No, Mimi, no. Céntrate en los condenados cupcakes. —"Mimi, ¿puedes traer la harina junto a la sal y el azúcar del armario de allá?" —¡Sí, voy!—exclamé, con más ánimos de los que hubiese esperado. No tenía razones para estar animada realmente pero de alguna manera formar parte de un proyecto en común que no involucraba científicos locos, asesinatos, aberraciones o el consiguiente colapso de nuestro mundo era algo de agradecer. Y un verdadero alivio. Una escena tan mundana, tan típica... dónde no nos estábamos jugando la vida. Quizás el postre saliese un horror o se quemase o cualquier cosa similar... Pero ese era todo el peligro que corríamos. Y además mantendría mi mente ocupada y activa, lejos de pensamientos que no quería tener. Abrí el armario y tomé los ingredientes. La harina, la sal y el azúcar y dejé los tres sobre la encimera de la cocina. No fue difícil encontrarlos. Recordé vagamente la tortilla de café que le preparé a Drake. Ese adefesio inmundo que él comió de todas formas y mi gesto palideció, ensombreciéndose otra vez. En esta ocasión por el asco y el desagrado. ¡Mis dotes culinarias de verdad eran irrisorias! Ugh. —¿Es todo?—inquirí pues— ¿Qué va ahora?
Dante Miles Asintió en silencio ante la petición de Liza de traer las frutas, era quizás la mejor decisión, cada quien centrarse en una pequeña tarea para mantener una armonía, incluso quizás terminaba ayudando a terminar el postre lo más rápido posible si podía hacer que las cosas que se tuvieran que hacer fueran lo más claras posibles para ellas para que no terminara en algo tedioso, porque en definitiva cocinar algo de malhumor o aburrido no terminaba siendo la mejor idea según su experiencia. Su busqueda fue lenta, recolectando unas cauntas fresas, cerezas, moras azules y, por lo cual tardó más, diversas clases de chocolate. Si ni siquiera había logrado preguntar si querrían los cupckes de otro sabor que no fuese vainilla, bueno, lo menos que podía hacer era tratar de que tuvieran otra clase de sabor en el glaseado. Así pues, con su pequeño mandado y adición extra, acompañados de platos hondos de vidrio y globos para batir dentro de estos y dos mandiles comenzó a dejar todo frente a ellas, aunque la diferencia entre la última cosa que dejó fue que el mandil que era para Liza, terminó sobre su cabeza mientras que el de Mimi lo dejó cuidadosamente frente a ella. —Así no se mancharán...—dio media vuelta y terminó buscando las tazas para la harina y las medidoras para cuando tuvieran que agregar la leche —, pero lo primero que podrían hacer es colocar la mantequilla y el azucar en el plato y batirlos con ese globo de allí —con suerte se haría menos desastre que con la máquina para batir, estaba seguro —, cuando todo esté integrado, bueno, agregarían los huevos. Terminó doblando un poco sus piernas para apoyar sus brazos sobre el espacio de la mesa que quedaba, de esa forma quizás pudiera ver si necesitaban ayuda en algo.
Mimi Honda La respuesta no vino de parte de Liza. Fue Dante quien se acercó, dejando una serie de utensilios frente a nosotras. Un plato hondo, una tela que recordaba haber visto en algún lugar y un... algo extraño con varillas de metal. Supuse que era un batidor... solo que uno manual. —Oh, recuerdo esto—dije tomando la tela y pasándola sobre mi cabeza, atándola después a mi espalda—. Mis sirvientas llevaban uno. Es un delantal ¿verdad? Miré a Dante de reojo. Y mi ceño volvió a fruncirse. Era evidente que no le hacía ninguna gracia mi presencia allí. No hacía falta ser un Luxray con visión de rayos x para verlo. Yo en cambio, no me sentía incómoda... pero su seriedad y el ambiente tenso y diplomático a su alrededor estaba empezando a molestarme. Tomé el batidor y agregué la mantequilla y el azúcar en el bol, como él había dicho. No fue difícil. Quizás esto se me diese mejor de lo que creía. Tomé el batidor sin saber exactamente como sostenerlo... ¿Por arriba? ¿Así estaba bien? Tenía un mango, así que debía estar bien. ¡Arceus, me sentía idiota! En cualquier caso empecé a mover aquel instrumento sobre la pasta que habían hecho la mantequilla y el azúcar en el fondo del bol. —Hmm... Empecé a hacerlo despacio, sin saber muy bien qué demonios estaba haciendo... Pero poco a poco empecé a pillar la técnica. No era tan complicado... Solo tenía que tener el preciso giro de muñeca. Era similar al tenis. Y yo amaba el tenis. ¡Miradme, estoy cocinando! Solo se escuchaba el sonido de las varillas del batidor al chocar con el plato. —Creo que esto está—sentencié minutos después, orgullosa de mi misma. Y entonces me decidí por agregar los huevos. Cascar parecía algo fácil... hasta que me di cuenta de que las cáscaras no iban con la masa. Todo mi rostro evidenció mi frustración—. ¡Tsk! De modo que hice todo de nuevo. El azúcar, la mantequilla... tuve más cuidado esta vez... Y logré una masa compacta y viscosa. Tenía un aspecto horrible pero quizás era ese el aspecto que debía tener. En ese momento volví a mirar a Dante, mi brazo derecho en jarras sobre el mandil. —Muy bien señor Chef— dije. Pero mi tono era hosco y estaba plagado de una sutil ironía—. ¿Qué sigue?
Liza White De un momento a otro, distraída como estaba, todo se volvió negro, y me palpé la cabeza para ver qué me habían lanzado. Recogí entre mis manos un delantal y busqué con la mirada al causante, sacándole la lengua cuando nuestras miradas se cruzaron. Me lo anudé con cuidado sobre mi cintura una vez lo coloqué y me volví hacia los chicos, que habían empezado a intercambiarse información y a acatarla brevemente entre paso y paso. No pude evitar sorprenderme ante tal imagen, observándoles en silencio durante uno instantes. Sonreí, orgullosa, y me acerqué hacia ellos para ponerme manos a la obra. Mientras Mimi se encargaba de la batidora y tras lavarme las manos fui precalentando el horno con sumo cuidado, escogiendo una temperatura adecuada para que la masa pudiese hacerse perfectamente. Una vez escogí la temperatura idónea comencé a hurgar entre los armarios, buscando envases donde poder colocar la masa. Por suerte Joy tenía moldes suficientes para todos, y tomé diez de ellos para nuestros cupcakes. Tras embadurnarlos con un poco de mantequilla para que no se pegasen, pidiéndole antes consejo a Dante, me encaminé a colocar los diez moldes en una de las bandejas que había sobre la mesa. —Eso tiene buena pinta, Mimi —comenté al llegar a su lado, inclinándome para tomar con delicadeza un poco de la masa con mi dedo meñique. La saboreé en mi boca hasta poder tomarle el gusto, y me giré hacia donde Dante había dejado el chocolate y las frutas para señalarlos con la cabeza, aún con la bandeja entre mis manos—. Quizás añadiéndole chocolate o algún que otro ingrediente más adquieran más sabor. Le dirigí una sonrisa a Dante, aguardando su siguiente comando con cierta ilusión, esperando contagiarle un poco con la mirada. Por ahora no íbamos tan mal, ¡parecía algo fácil de hacer!
Dante Miles Asintió ante la pregunta del delantal, no creía que sus sirvientes lo utilizaran para exactamente lo mismo pero tampoco era una respuesta errónea en realidad, se había mantenido mirándola hasta que notó aquel ceño fruncido, haciendo que ahora decidiera concentrarse en Liza por unos cuantos segundos esperando a que así, la rubia volviera a tener una expresión más natural. Si no presenciaba el enojo, no existía. Con eso en mente, no fue hasta que escuchó como colocaba los ingredientes que volvió a reincorporarse para verla, más curioso que nada esta vez por la forma en la que parecía dudar de aquella acción, no mucho después tampoco fue capaz de ocultar la sonrisa que apareció cuando Mimi logró exitosamente unir aquellos dos ingredientes. Los huevos en cambio, no corrieron la misma suerte. Estuvo a punto de añadir que podrían quitarle los cascarones que habían logrado entrar a aquella masa pero, verla tan convencida de inciar de cero lo hizo mantenerse en silencio sin perder esa pequeña sonrisa. —Se puede agregar pedazos de chocolate una vez que todo esté revuelto o... Quizás vainilla... —tomó el bowl donde Mimi había dejado aquel pequeño accidente y con una parte del cascarón, comenzó a sacar cada una de las piezas que allí habían quedado, después tomó el batidor que le había dado a Liza y terminó de incorporarlos —, pero ya tenemos dos masas así que... Pueden experimentar. Ese lo dejó frente a Liza y señaló todos los ingredientes secos y el colador que ahora tenía en sus manos —Se pone todo aquí dentro y colocándolo sobre el recipiente dan pequeños golpecitos para que comience a bajar todo, relativamente fácil. La que tenía en manos se la entregó a Mimi y luego de buscar un poco el segundo se lo entregó a Liza, después para ahorrarle algo de trabajo (y participar un poco más para tranquilidad de Liza) terminó midiendo las cantidades que ocuparían de sus ingredientes secos, colocándolas no mucho después sobre sus coladores. Solo quedaba que se cirniera.