Por mi cabeza solo se pasaba una persona, no, no era Alpha. Bajé la cabeza tristemente, y mi rostro se apagó. --¿Qué estoy haciendo? -- me pregunté llamando la atención de Spark, el cual, con la boca algo manchada se relamió y se preocupó --No debo ir a por Alpha primero... -- dije agarrando la Ball de mi pokémon volador/dragón --. Spark, vamos a por Dante y que me diga donde está Liza, vamos. Liberé a noivern, subí a él, y decidí ir a por Dante y convencerle de que me lleve con Liza.
Mimi Honda Estaba por responderle a Effy, pues siempre tenía que decir algo para molestarme, de un modo o de otro. ¿Disfrutaba al hacerme enojar o qué? ¿Qué clase de siniestro placer le producía eso? ¿Ella cómo podía saber si la Torre Desafío era demasiado para mí o no? ¡Ugh! ¡Era insoportable! Tomé la almohada de la cama, y furiosa, estaba por arrojársela a la cabeza cuando un molesto sonido me distrajo. Effy me daba ahora la espalda, y parecía muy atenta a algo, que desde mi posición, yo no podía ver. Tampoco es como si me importase, en realidad. Fuera lo que fuese no duró mucho tiempo, pues ella se dio la vuelta enseguida para encararme, con un ligera sonrisa en los labios. —Mimi, al parecer, si ibas a tomar el combate de la Torre Desafío ahora mismo, no podré ir a verlo… —me dijo—. Tengo un torneo en el que combatir. ¿Por qué se disculpaba así, como si fuese una gran pérdida? —¡Como si a mí me importase si fueses o no!—le espeté, y está vez le lancé la almohada. Pero, desgraciadamente, Effy fue más rápida, y desapareció de la habitación antes de que se produjese el impacto. En su lugar, la almohada chocó contra la pared del pasillo y cayó al suelo.
Tuve que regresar la fotografía a su sitio en el cofre, pues a mis espaldas había cesado el susurro de las hojas de Serperior. Me habría gustado seguir admirando un poco más esa pequeña porción del pasado, pero desconocía cómo podía tomárselo Effy si Togepi llegaba a comentárselo. Lo último que deseaba en éste mundo era que se molestara conmigo. Sentí los pequeños brazos de Togepi en mi espalda cuando se asomó desde atrás. Le miré por sobre mi hombro. Mostraba una graciosa expresión de intriga, seguramente le había llamado la atención el hecho de que hubiera estado tanto tiempo con el cofre abierto frente a mí. Reí. —Estaba mirando cómo podíamos acomodar los caracoles y demás —mentí—. Ya lo tengo claro ¿Me los alcanzarías, por favor? —¡Togeprrri! —respondió el pokémon bebé, corriendo inmediatamente hacia los recuerdos. No costó mucho acomodarlos sin que se mezclaran con lo demás, pues la caja-cofre de Effy era bastante espaciosa. Antes de cerrar la tapa, avisté por última vez la foto, disimulando ante el tipo Hada. La Effy de hace seis años me desafió con sus ojos azules. Sonreí una vez más, y guardamos el cofre bajo la cama. Tras dejar todo acomodado, Togepi, Serperior y yo nos retiramos de la habitación. Miré por última vez su hogar, antes de cerrar la puerta. Serperior y Togepi se encaminaron hacia la zona de recepción del Centro Pokémon. Mi inicial, debido a su altura, ignoró un detalle, así como Togepi, que le hablaba: ambos sortearon una almohada tirada en medio del pasillo, justo frente a una puerta abierta. Ladeé la cabeza. Era un elemento bastante inusual para ese lugar. Mi inicial y el pokémon de Effy se adelantaron. Yo, por mi parte, me detuve frente a la almohada, la levanté del suelo y miré hacia el costado, hacia la puerta que seguía abierta. Allí estaba Mimi Honda . En pijama. Despeinada. Con una expresión de enojo. Intenté camuflar mi impresión con una sonrisa amable. Sabía que la entrenadora en crisis era ella, pero lo que no esperaba era encontrarla con esas pintas. Esto no podía depararme nada bueno. —Lamento importunarte —me disculpé, con una pequeña reverencia.
Mimi Honda —¿Hubert?—fue todo lo que alcancé a murmurar, con un tono bajo, extrañado. Era una gran coincidencia que apareciese justo en ese momento, cuando Effy acababa de irse hacía tan sólo un segundo. Fruncí el ceño ligeramente—¿Qué haces tú aquí?—le pregunté. Pero no esperé a que respondiese, pues tan pronto como formulé la pregunta, supe la respuesta. Era una ecuación demasiado sencilla para no verla. Tal vez ni ellos mismos se diesen cuenta, pero yo tenía un don para esa clase de cosas— Hum, Effy... —suspiré, y me llevé la mano a la frente, con dramatismo.—. No sé ni para qué pregunto... Desvié la mirada, y fue en ese preciso momento, cuando mis ojos dieron a parar con el espejo que se hallaba en la pared, sobre la cómoda. Mi expresión cambió de súbito, y palidecí por quinta o sexta vez ese día. La imagen reflejada... ¿era yo?... No... no podía ser. Mi melena rubia estaba hecha un auténtico desastre; el cabello rebelde, enredado, y sin peinar. Y el pijama, que, pensando que nadie iba a molestarme, era dos tallas más grande de lo habitual, casi me cubría las manos en su totalidad, y me conferían un aspecto infantil y diminuto que aborrecía con toda mi alma. ''¿E-eh...?'' Y entonces enrojecí. Fueron segundos, como una fiera al acecho me lancé contra la puerta, y la cerré antes de que Hubert lograse ver nada más. ¡Que horror! ¡Aquello sería una hecatombe para mi reputación! ¡Como si no estuviese ya lo suficientemente hundida! Y además, para más inri,... no podía dormir sin la almohada, después me dolía el cuello y me pasaba todo el día con un humor horrible. Aún peor del que solía tener habitualmente. Nadie quería ver eso. Abrí de nuevo la puerta, un poco, pero sólo mi mano extendida asomó a través de la hendidura. —¿Me das eso?—le pedí.
Golpee la punta de mi pie contra el suelo mientras me mordía el labio inferior, ¿entro o no? Es decir, había estado ahí dos veces y en esas dos, había salido como perdedora y si tenia al menos una pizca de orgullo no me atrevería a entrar a esa torre pero, ¿y si esta vez tenia suerte y ganaba esos benditos puntos que necesitaba?. Torcí mis labios hacia un lado haciendo una mueca de duda, ¿esta vez ganaría? pues eso dependería de mis pokemon y de mi. —Bien...¡Entrare de una buena vez!—exclame antes de correr al interior de la torre desafió.
Mimi se mostró extrañada por mi presencia, reacción lógica. Cuando noté la almohada en el pasillo y la puerta abierta, había considerado el pasar frente a la misma con simulada distracción, ignorando por completo a Mimi para que no se incomodara; pero a último momento consideré que se vería como una descortesía para con ella. Además, me pareció una buena oportunidad para formularle la pregunta de por qué quiso tenerme como su sirviente personal… Pero a razón del escenario que se presentaba ante mí, el interrogante sería postergado hasta nuevo aviso… “¿Qué haces tú aquí?” su pregunta fue susurrante. Sus ojos se tornaron pensativos y, acto seguido, se llevó la mano a la frente, de una manera que me recordó a las obras de Shakespeare “Hum, Effy... No sé ni para qué pregunto...” Fruncí el ceño, preguntándome cuál sería el significado de lo que acaba de decir. Mimi desvió la mirada con esa altanería que ya empezaba a ser, para mí, muy característica de ella. El marco de la puerta limitaba una visión completa de la habitación, pero algo que había en el muro lateral del cuarto, un objeto que escapaba a mi vista, hizo que su expresión cambiara por completo. Empalideció su piel. Instante de suspenso… El rubor comenzó a cubrir sus mejillas blancas, pero no tardó en extenderse al resto de su semblante… No sé cómo ocurrió, pero al segundo siguiente la tenía casi encima de mío, acercándose con la peligrosidad de una fiera. La almohada seguía en mi mano, y un reflejo instintivo hizo que la colocara delante de mí a modo de escudo. Me sentí un gladiador. Mimi cerró la puerta, provocando un estruendo sordo. Suspiré, aliviado de que su lanzamiento hubiera sido para realizar tal acción, aunque tampoco habría tenido sentido que me atacara de la nada… La almohada seguía en mi mano, con su destino ahora incierto… O no… La puerta de la habitación se entornó un poco. Su mano temblorosa asomó, reclamándola. “¿Me das eso?” —Claro —respondí, cauteloso—. Y… Perdóname si te hice pasar un mal momento, no era mi intención. Borraré de mi memoria lo que no te haya gustado que viera. Puse la almohada en su mano.
Mimi Honda Tomé la almohada que me tendió, y cerré la puerta después, en cuanto Hubert terminó su disculpa. Ni una palabra salió de mis labios. Ahora que estaba despierta, y que Effy no iba a poder verme, debía aprovechar para probar suerte en la Torre Desafío. Al menos, si volvía a perder (cosa que sería humillante y deprimente a partes iguales) ella no estaría ahí para reprochármelo. Tan sólo esperaba que no tuviese que pagar para entrar. Definitivamente era horrible esto de no tener dinero. ¿Cómo podía vivir tanta gente así? Se sentía una tan... fuera de lugar. Coloqué la almohada sobre la cama, dejando ésta por hacer, pues nunca la había hecho y no iba a empezar ahora. Y, de todos modos... ¿cómo se hacía una cama? Siempre había sido Marie la encargada de eso. Como no tenía mucho tiempo de peinarme, me arreglé en cabello como pude delante del espejo y me lo recogí, sólo para intentar hacerlo ver un poco más presentable. Me quité el pijama (un pijama que debería haber quemado hace años) y me cambié de ropa, y cuando abrí la puerta, me sorprendió que Hubert siguiese ahí, aunque esto no se reflejó en mi expresión. —¿No vas con Effy?—le pregunté, mientras, ya desde fuera, cerraba la puerta con llave.
Y tan rapido como Alpha llego se fue. Me giré en dirección al C.P, Alpha me había dicho que si veía a una chica rubia de nombre Mimi le dijiera que se tuvo que ir. —¿Mimi?, párese nombre de pokémon —opine en voz alta caminando junto a mi inicial —, ¿me apoyas Ivysaur? —giré a mi acompañante, el cual solo asintió riendo en su idioma. El camino se nos hizo corto hasta el centro pokémon, salude de mano a la enfermera de la ciudad y fui a las habitaciones para poder descansar. Tenia las llaves en la mano derecha, las lanzaba al aire y las atrapaba e la kisma manera para entretenerme un rato.
Cerró la puerta apenas sintió el mullido contacto de la almohada, dejándome rodeado de silencio. No respondió a mi disculpa. Pero por la reacción que tuvo, imaginé que le iba a parecer una idea excelente el borrar de mi mente su aspecto de recién levantada. No debió haber sido agradable para Mimi que la viera así; pero bueno, ha sido accidental. Aguardé un rato en el pasillo, de brazos cruzados y apoyado contra la pared, por si quería decirme algo más. Se sintieron algunos sonidos provenientes del interior del cuarto, lo que me hizo decidir que ella se estaba concentrando en sus cosas y que yo había pasado a un segundo plano. Pero cuando despegué la espalda del muro del pasillo para marcharme, la puerta volvió a abrirse. Mimi, esta vez arreglada, con el cabello recogido, me miró. "¿No vas con Effy?" preguntó al tiempo que cerraba la puerta. Respondí con una sonrisa. —Pensé que Effy iba a estar aquí, contigo —dije con amabilidad—. De todas maneras, su ausencia no me extraña. Ella y yo somos muy inquietos: nos movemos de un lugar para otro constantemente, buscando batalla o aventura. Sé que volveremos a encontrarnos en algún punto de la región, en algún momento. >>¿Y Alpha? —rebatí entonces— ¿Qué tal ha sido viajar con él?
Mimi Honda Asentí ante las palabras de Hubert. Era interesante su tono de voz al hablar de Effy; apasionado, pero sin llegar a rozar el fanatismo. Para un oído experto como el mío, detalles tan nimios no podían pasar desapercibidos. Estaba segura, o tenía la total certeza, de que entre ambos había un sentimiento, que, al menos por parte de Hubert, iba más allá de la amistad... ... Pero tampoco es como si fuese algo de mi incumbencia, de todo modos. —Supongo—le respondí entonces, volviéndome hacia él—. Sin embargo, desde que os conozco os he visto juntos. Siempre—remarqué—. Sencillamente me parece extraño que no la acompañes también a donde quiera que sea que haya ido. Después de todo, sería una oportunidad más de estar con ella, ¿no es cierto? Le respondí, dirigiéndole una mirada de circunstancias, que lastimosamente Hubert no comprendió. Hombres... tan listos para algunas cosas y tan rematadamente estúpidos para otras... Mi expresión volvió a tornarse molesta con sus siguientes palabras. ¿Alpha? ¿Qué pintaba un holgazán de su categoría en la conversación? Me crucé de brazos, y volví el rostro, digna. —¿Qué con él?—dije, molesta—. Sinceramente me da igual donde esté.
Descendí frente al familiar centro pokémon de Ciudad Témpera… el lugar lucía tal y cual lo recordaba, ¿pero por qué lo sentía más pequeño? ¿O era impresión mía? Debía ser lo segundo, no lo arreglaban desde hace siglos… Una vez dentro, Joy se encargó de curar a Dragonite y Blastoise. Me felicitó por haber prestado una gran batalla aún cuando mi compañero fue derrotado y era y sola contra el monstruoso Slaking y la majestuosa Milotic, pero apenas si le hice caso al respecto, sólo asentí con la cabeza y retiré mis pokebolas. Pasé un momento por el hall de entrada y vi a un grupo de entrenadores reunidos alrededor de la gran pantalla; Mitsuki combatía en el interior del volcán contra un poderoso MegaAggron, mientras que Alpha ya estaba allí, preparándose para su batalla. Yo no podía ser menos. Me dirigí hacia mi habitación, pero en el camino vi a quienes parecían ser Hubert y Mimi… ¿seguían aquí después de todo, eh?
"...Desde que os conozco os he visto juntos. Siempre" Mimi puso bastante énfasis a la última palabra al responderme. "Sencillamente me parece extraño que no la acompañes también a donde quiera que sea que haya ido. Después de todo, sería una oportunidad más de estar con ella, ¿no es cierto?" Y me dirigió cierta mirada... Que me obligó a hacerme el desentendido... Cuando le pregunté por Alpha, apartó el rostro con dignidad. Era la tercera vez en pocas horas que me dedicaba ese gesto. Se molestaba más fácil de lo que había calculado. "¿Qué con él? Me da igual donde esté" —Simple curiosidad, sólo eso —repliqué con una pequeña sonrisa—. Alpha es uno de los entrenadores más fuertes de la región, pienso que a lo mejor aprendiste muchas cosas de él, dado que empezaste hace poco tu viaje de entrenamiento.
Continúe mi camino por los pasillos sin dejar de juguetear con la llave, Ivysaur imitaba mi acción con sus latigos, solo que el jugueteaba con mi sombrero rosa. —Al llegar a la habitación hay que ordenar, guardar nuestras cosas y luego devolver las llaves —con la mano libre, la izquierda, había hecho un puño y con cada cosa que nombraba liberaba uno de los dedos para enumerar las cosas —, y hay que buscar a Mimi —otro dedo fuera y solo quedaba mi pulgar guardado —, entonces hay cuatro cosas por hacer el día de hoy. Le mostre una sonrisa para luego contincontinuar nuestro camino al cuarto.
Hubert y Mimi estaban charlando… ¿sobre Alpha? ¿En qué cuadraba él en todo esto? Es más, ¿Alpha y Mimi se conocían? Eso era nuevo para mí… Sin querer interrumpir o que Mimi me dijera algo típico de ella sobre mi derrota (porque no respondía de mí si lo hacía), decidí marcharme… pero en eso me topo con Maractus que regresaba hacia su entrenador en compañía de Plusle. Me tomé un segundo y opté por escribir una corta nota en un papel que leía lo siguiente: "Te espero en el campo de batalla de atrás del centro pokémon. -E" Hecho esto, le encargué la nota al nopal, que la aceptó con una amplia sonrisa y un saltito qu expresaba su voluntad. Les sonreí a ambos y me marché al lugar al que había citado a Hubert, pues no le iba a contar lo sucedido en Acrílica adelante de Mimi en un lugar tan ordinario como el pasillo de las habitaciones, no señor.
Mimi Honda Mimi Honda ¿Alpha era uno de los entrenadores más fuertes de la región? No lo parecía a simple vista, en realidad tenía pinta de novato. Sin embargo, y siendo sincera, me resultaba más cómodo pensar que había perdido en combate contra el Glaceon de un entrenador experto que contra el de un entrenador que acababa de empezar. Porque entonces, la humillación sería incluso peor de lo que ya lo era. Además, ahora que lo pensaba, que lo hubiesen invitado a la inauguración de la Torre Desafío en mi lugar tenía mucho más sentido. —Pues no—le respondí a Hubert, sacudiendo la cabeza—. Lo mejor que saqué del viaje con él fueron los nuevos miembros que conseguí para el equipo—descrucé los brazos, mientras rebuscaba algo en mi bolso—. Pero no le guardo rencor, después de todo me dio esto—añadí finalmente, y sonreí, mostrándole la pokéball que me había entregado Alpha a la salida del Claro Pincel—. Un Petilil que será una hermosa Lilligant algún día—saqué otras dos pokéballs—Y un Eevee, y... esto... ése pokémon que se parece tanto a ti y del que ahora no recuerdo el nombre... ¿Lillipup? Hum, como sea. El caso es que viajar con él no estuvo tan mal, después de todo. Supongo que en el fondo es una buena persona.
Resultó un poco desilusionante escuchar la respuesta de que no había aprendido mucho en su viaje; consideraba que Galeia y las personas siempre conllevaban revelaciones interesantes, destinadas a incrementar el cúmulo de conocimientos personales. No obstante, la travesía con Alpha sí había resultado provechosa, pues Mimi enseñó las tres pokébolas de tres nuevos compañeros de equipo. La mención al primero sacó una sonrisa ya que se trataba de un tipo planta, Petilil; su potencial evolución despertaba el entusiasmo de la entrenadora. La obtención del Eevee despertó pequeñas cuotas de intriga, pues en esta región no era común encontrarlos en estado salvaje. Me mostró un tercer esférico, el de un pokémon que, según la chica, se parecía mucho a mí… ¿Lillipup? ¿Por qué cualidad podría haber un parecido entre un Lillipup y yo? Rememoré rápidamente mis lecturas en la biblioteca “Sócrates”: los libros que hablaban sobre éste pokémon coincidían en que eran amigables, inteligentes y valientes. “¿Acaso Mimi está halagándome?” pensé, suspicaz, con una ceja alzada. No. Conociéndola, aquello debía tratarse de una comparación sarcástica. A ver... Los Lillipup suelen ser adoptados como mascotas… ¿Me estaba viendo como una mascota obediente? Definitivamente, debía tratarse de eso… Ahora bien: ¿Por qué esa tendencia suya de verme así? Primero trató de llevarme como su sirviente en la apuesta contra Effy, y ahora esto. Separé los labios para interrogar sobre el por qué de tal parecido. Sentí el sonido característico de Maractus y, antes de que pudiéramos advertir su acercamiento, ya se encontraba dando saltitos alrededor de nosotros. Sacudía una maraca en alto. Lo siguió el Plusle de Brendan, quien movía con ritmo el segundo instrumento. Maractus se colocó entre Mimi y yo con brazos en alto. Hizo la reverencia de los músicos que terminan su acto, y me tendió un papel. —¿Qué es esto? —pregunté, tomándolo. Lo desdoblé y leí lo siguiente: "Te espero en el campo de batalla de atrás del centro pokémon" “-E” ¿Effy? ¿Por qué me llamaba a través de un mensaje escrito y no en persona? Miré a Mimi con una expresión seria... —Tendrás que disculparme, pero debo hacer algo. Un placer hablar contigo —era verdad; a pesar de su carácter, no era mala experiencia conversar con Mimi— ¡Nos vemos y suerte en tu entrenamiento! ¡Vamos, compañeros! Me alejé caminando por el pasillo, seguido por mi pokémon y el de Brendan. *** Rodeamos el mostrador del Centro Pokémon. Allí se encontraba Serperior escuchando una larga conversación de Togepi, quien saltaba en el mostrador. Al vernos, nos siguió hasta la puerta que conducía al campo de batalla donde me había citado Effy. Fui el primero en llegar al lugar. Lo recordaba bastante bien, pues aquí había tenido una de las derrotas más duras contra ella, tras la cual dejé entrever la gran admiración que le tenía. La vi en el extremo opuesto. De pie, con las manos entrelazadas tras la espalda, la brisa haciendo danzar su camisa blanca y sus cabellos. Parecía distraída y pensativa. —¿ Effy ? —llamé, cuando me acerqué lo suficiente como para que me escuchara.
Mimi Honda Hubert quiso decir algo, o al menos eso me pareció. Debía sorprenderle, o molestarle que lo comparase con un Lillipup. Pero según tenía entendido, estos pokémon eran muy devotos a sus entrenadores, y era muy fácil para mí comparar su relación con Effy; tan leal, con la que podía darse entre un Lilipup y su entrenadora. Además de que me resultaba divertido verlos de tal forma. Pero antes de poder siquiera pronunciar una sola sílaba, el pokémon de las maracas apareció en escena, de la nada, mientras saltaba y bailoteaba con infantil alegría a nuestro alrededor. Siempre tan feliz y derrochando energía... ¿de dónde la sacaba, de todos modos? Junto a él, apareció también aquel pokémon tan mono que le había regalado dulces a Moo en el centro comercial de ciudad Barniz. Tras una torpe reverencia, el alegre músico tipo planta le tendió un papel a Hubert, del que lastimosamente no pude leer su contenido. Fuera lo que fuese, debía ser importante; pues nada más terminar de leer, el entrenador me dirigió una mirada seria, serena, y se disculpó apresuradamente. —Tendrás que disculparme, pero debo hacer algo. Un placer hablar contigo —dijo, mientras se daba la vuelta para marcharse— ¡Nos vemos y suerte en tu entrenamiento! ¡Vamos, compañeros! —C-claro—es todo lo que alcancé a manejar, pues todo había sido tan deprisa que mi mente no terminaba de procesarlo. Sin embargo, cuando estaba a punto de torcer la esquina, recordé algo que me sería de vital importancia hasta que consiguiese dinero otra vez, y alcé ligeramente el tono de mi voz—. ¡Espera Hubert! ¿La cafetería del centro Pokémon es también gratis?—pregunté—. ¡Es importante! .... No hubo la más mínima respuesta. El pasillo se había quedado completamente en silencio. Un silencio que fue interrumpido un breve instante por el sonido de mi pobre y hambriento estómago. Me encogí sobre mí misma. ¿Cómo esperaba sobrevivir un día entero con sólo un trozo de pastel de chocolate envuelto en plástico? ¡Aquello era absurdo! Y ahora que me paraba a pensarlo, estaba hambrienta... —... Iré a buscar a Alpha—murmuré.
Me di la vuelta cuando escuché la voz que me llamaba; era Hubert, uno de mis más antiguos rivales, pero también podría decir amigo… sí, era un amigo, a pesar de ser un rival. Curioso, siempre pensé que los rivales eran obstáculos que superar, nunca pensé en ellos como alguien con quien podría entablar una relación amistosa… ¿podían ir ambas cosas de la mano? ¿Amistad y rivalidad? —Perdí el torneo —fue lo primero que dije, mirándolo fijamente desde donde estaba, sin inmutarme, aunque sentí que mis puños se apretaban involuntariamente—. Y lo peor… no me lo esperaba. Esperaba ganar. Mi cabeza estaba en las nubes, se me subieron aires de grandeza y creí ser una entrenadora todopoderosa… cuando no soy más que otra entrenadora más. Así que, Hubert… tengo un entrenamiento intenso por delante. ¿Te interesaría venir conmigo? *** Mientras tanto, dentro del centro pokémon, una hambrienta Mimi parecía determinada a abandonar el centro pokémon, cuando Joy la llamó un momento desde el mostrador para que se acercara. Cuando la entrenadora llegó, la enfermera sonrió; parecía algo más calmada, quizás Effy y su buen amigo Hubert habían podido resolver la "crisis". —Espero te encuentres bien… ¿Mimi? Lo mencionó Effy que era tu nombre antes de salir recién —le dijo Joy con gentileza—. Si gustas, antes de marcharte, la cafetería se encuentra abierta y es gratis para entrenadores pokémon… oh, y Effy también me pidió que te hiciera entrega de esto. Le pasó una nota, en un papel similar al que había recibido Hubert, que leía: "Si de verdad quieres ser una entrenadora fuerte, no por un capricho, sino porque es real y honestamente lo que quieres… te ayudaré. Si quieres ser una entrenadora fuerte, encuéntrate conmigo en la parte trasera del centro pokémon en una hora. -E" Contenido oculto @Bruno EVF @Noir
Finalmente, el instinto me indicaba que había gente aquí —Encuentra a quién puedas, Aerodactyl —le ordené al prehistórico Pokémon volador, tras gruñir a modo de afirmación, sobrevolamos la ciudad en busca de propios y extraños—
Effy me dirigió una mirada antes de centrarse, de forma inmediata, en el tema por el cual me había convocado: perdió la final del Torneo Acrílica. Mantuvo una expresión calmada mientras pronunciaba la frase fatídica, pero llegué a notar cómo apretaba los puños. Comprendí entonces el por qué de su mensaje escrito: no quería contar algo así delante de Mimi Honda. Tengo que reconocer que ese resultado era esperable, dado el nivel del equipo compuesto por Ian, Alpha y sus pokémon. Brendan y yo, que los habíamos enfrentado, podíamos dar fe de lo monstruosos que podían llegar a ser. Sin embargo, también había albergado el deseo oculto de que ella ganara, pues sus pokémon eran demasiado poderosos y su victoria era una posibilidad que podía hacerse realidad. Lástima, no fue así. "Y lo peor… no me lo esperaba" siguió "Esperaba ganar. Mi cabeza estaba en las nubes, se me subieron aires de grandeza y creí ser una entrenadora todopoderosa… cuando no soy más que otra entrenadora más. Así que, Hubert… tengo un entrenamiento intenso por delante. ¿Te interesaría venir conmigo?" Interesante... ¿Qué nuevos conocimientos podría depararme ese entrenamiento intenso que Effy estaba preparando? Mi respuesta ya estaba decidida apenas terminó de hablar: —Encantado iré contigo, Effy —respondí, mientras volvía a soplar otra pequeña brisa—. Y... Si no es molestia... Me gustaría pedirte que no te tomes a mal la derrota: como solía decirle mis compañeros de equipo en mis primeros días en Galeia, la derrota enseña incluso más que la victoria. Una sola entre tantos triunfos nunca viene mal. >>Y... No creo que haga falta animarte: eres una de las chicas más fuertes que conocí, no sólo hablando de entrenamiento, y sé que podrás sobrepasar por tí misma el amargo sabor. Solamente agregaré que, al menos desde mi punto de vista, no eres una entrenadora más.