Sobrevolando la ciudad que me había visto crecer, la gran e imponente Ciudad Témpera, detecté algo que me llamó la atención, ¿acaso era... —¡Ey, Hubert! —exclamé, descendiendo suavemente frente al entrenador, que se encontraba justo al límite de la ciudad, al punto que ya casi salía al Claro Pincel. Lo acompañaban, por supuesto, Serperior y Maractus, así como también Plusle se les había sumado—. Me pareció que eras tú… ¿cómo andas?
Me estaba percatando de la tensa animosidad que había entre la joven Honda y Alpha, pero la atención de mis sentidos se centró en la aproximación de un sonido metálico, como de acero hiriendo la frescura del aire. Mientras alguien me llamaba desde la distancia, noté que sobre el camino comenzaba a dibujarse una sombra afilada… Al alzar la vista, vi a Effy descendiendo suavemente frente a mí, casi en cámara lenta. Su camisa ondeó ante el aterrizaje, así como sus cabellos de color sol. “Me pareció que eras tú” dijo ¿Cómo andas? Respondí con una solemne sonrisa, mientras con la mano derecha masajeaba un poco mi clavícula izquierda. Todavía dolía debido a la mala posición en la que pasé la noche, y el traslado de la caja no había sido algo precisamente benefactor. —Muy bien, Effy —dije, mientras los pokémon presentes se saludaban, cada uno a su manera—. Podría decirse que me he tomado unas pequeñas vacaciones aquí en Témpera. Ahora estaba por retomar mis andanzas por la región. Como ya vemos, iba a empezar por el Claro Pincel, uno de mis sitios preferidos después del Bosque ¿Y qué hay de ti?
—Ten.—Le dije sacando al pokémon de mi bolso y entregándolo a Mimi.—¿Feliz? Luego de darle el pokémon empecé a caminar hacía el Centro Pokémon para poder descansar un rato. Voltee la cabeza sobre mi hombro hacía Mimi y le hablé con un: "¿Vienes?"
Una vez toqué el suelo de esta ciudad, no tardé en colocarme las gafas de vuelo de nuevo en la cabeza y devolver a mi pokémon a su ball. --Por lo menos ya puedo meditar tranquila... -- dije llevando mis manos a los bolsillos de mi chaleco, que aunque no fueran grande, me tapaba la parte de las manos que mis guantes dejaban ver. Acto seguido, empecé a caminar
Mimi Honda Tomé la pokéball que Alpha me tendía y la guardé en mi bolso, sin demasiado interés. Aún estaba molesta con él por ser un vago desconsiderado, pero cuando se dio la vuelta, una sonrisa se extendió por mis labios, y salté sobre la punta de mis pies de pura emoción. ¡Ese Petilil sería algún día una hermosa Lilligant, un pokémon de famosos! ¡Y era mía! ¡Ganaría con ella tantos concursos! Y además, ya estaba en Ciudad Témpera, al fin...; había dejado atrás el bosque Pincel y la civilización me recibía de nuevo con todo su maravilloso esplendor. En ese momento, oí unas voces que se me hacían extrañamente conocidas al otro lado del camino, y al dirigir hacia allí mi mirada, divisé la figura de Hubert, y el aspecto regio de esa especie de Ekans verde y enorme que le acompañaba a todas partes. Junto a él, charlando animadamente, se encontraba una joven de rubia melena que reconocí como... ¿Effy? ¿No podía haberse quedado en Ciudad Barniz? ¿Acaso me estaba siguiendo para asegurarse de que cumpliera mi parte de la apuesta? ¡Ugh! ¿Esa era la fe que había depositado en mí? La voz calmada de Alpha me sacó de mis pensamientos. —¿Vienes?—preguntó, dirigiéndome una mirada por encima del hombro. ''Voy, sólo deja de meterme prisa'' Volví el rostro, digna, e, ignorando por completo a la joven pareja de enamorados, me di la vuelta y continúe el camino. Tenía mucha curiosidad por saber que podía ofrecerme una de las grandes Ciudades de Galeia.
Conseguí que Spark volviera a ser mi acompañante, ya que cuando se enteró de que era Espeon... --Vale enano chispeante... Tenemos que descansar antes, ya luego lo buscamos ¿vale? -- le pregunté al ratón, el cual asintió --. Y compórtate.
Pasado el tiempo llegamos al centro pokémon, era igual que en cualquier otra ciudad: Edificio blanco de dos pisos con un techo rojo teja. —Descansaré un rato ¿Te parece bien?—Le pregunté a Mimi mientras entrabamos al lugar y le dejaba mis pokémon a la Enfermera.—Con tú permiso iré a dormir. Sin más tomé las llaves que pedí a Joy y subí hacía el segundo piso abriendo una de las habitaciones y tumbandome en la cama.
Asentí con la cabeza; había visto una repetición de la batalla de Hubert en la Torre Desafío, de la cual no había salido airoso… supuse que se había tomado esas "pequeñas vacaciones", como las llamaba, para reflexionar sobre su derrota y mejorar sus estrategias. Conociéndolo, seguro había comprado libros y libros sobre estrategias pokémon hasta quedarse pobre. También saludé alegremente a los pokémon; le devolví una pequeña reverencia a Serperior y reí ante el baile que Maractus realizó a mi alrededor, mientras Plusle festejaba con alegres saltitos. —¿Yo? Pues, recién empezamos una batalla con Brendan, ¡y me dejó en mitad del combate! —declaré, aún algo enfadada por aquel hecho—. Un descaro… también conocí a un entrenador que recién comienza su viaje, Kyo, y me encontré con Dante y Emily en Barniz… y bueno, eso fue todo, aquí me tienes. Aunque… hay algo que debes ver. Y dicho esto, tomé dos pokebolas y liberé a los pokémon que contenían. Starmie apareció, mostrándole a Hubert su nueva forma haciendo girar su estrella trasera, mientras que Clefable dio un salto alto como para demostrar que seguía siendo aquel juguetón Clefairy que se había auto-capturado hace ya tanto tiempo.
Mimi Honda —¿No has dormido ya bastante?—le pregunté, dirigiéndole una mirada de circunstancias. Increíble... se había pasado las tres cuartas partes del camino haciendo el vago... como si no hubiera tenido suficiente... Alpha le dejó sus pokémon a la enfermera, y yo hice lo mismo; Monomaru y Raiden debían estar cansados, y Kichiro debilitado desde el combate en la ruta trescientos uno. Alpha tomó las llaves que la enfermera le tendió—por alguna sospechosa razón era exactamente la misma persona que la del CP de Ciudad Barniz—, y seguí a Alpha con la mirada hasta que desapareció tras las escaleras del piso superior. Y entonces, sonreí. —¡Al cuerno la Torre Desafío, yo quiero ir al Centro Comercial!—grité, alzando el puño en alto. Llevaba casi una semana sin renovar el armario, y Témpera debía tener cosas muy lindas en las tiendas, teniendo en cuenta que era una ciudad más próspera y famosa que la decrépita Barniz. Caminé hasta la salida, pero entonces, la cruda realidad cayó sobre mí como un balde de agua fría, el corazón se me detuvo una décima de segundo, y palidecí de súbito, como si acabase de ver un fantasma. ... Extraje de mi bolso el monedero, aterrada, y lo agité sobre mi palma abierta, pero, de nuevo, y como me temía, no cayó una mísera moneda. Todo mi dinero se había esfumado, pues me lo había gastado en ropa y ahora no tenía nada más que un triste vacío de miseria. ¿Por qué...? ¿Por qué el destino, el Karma o lo que quiera que fuese era tan cruel conmigo? ¡Si yo era un amor de persona! Una profunda aura de depresión se dibujó a mi alrededor, y mi expresión pasó de mostrar una leve y tierna sonrisa a una mueca de profundo horror. ''¿E-eh? N-no me puedo creer que vaya a decir esto, pero...—me dije a mí misma, horrorizada—. Soy pobre. Pobre... ¿Cómo he podido acabar así? Mimi Honda... ¿arruinada? Esto es horrible.... horrible... ¿qué pensarían de mí mis amigas de la Academia de Piano?'' Todo se dibujó negro a mi alrededor. —Señorita—oí la alegre voz de la enfermera Joy a mi espalda, con su usual tono musical de siempre, ajena a como todo mi mundo se desmoronaba a mi alrededor—. Sus pokémon ya están recuperados, puede pasar a... Me volví de súbito, furiosa. —¡Cállese!—le espeté—. ¿No ve que estoy en medio de una crisis? ¡Cielos! Tomé las pokéballs, y decidí optar por una habitación. Tal vez un baño relajante me sentase bien... desde luego, necesitaba algo para aceptar la realidad que se me venía encima. ¿Por qué no había tomado la tarjeta de crédito de papá cuando tuve la oportunidad? Por el amor de Arceus... ¿qué iba a hacer ahora?
Spark se puso a corretear, como si fuera un Pikachu de nuevo. --Veo que gusta correr de nuevo-- dije sonriendo Spark sonrió ampliamente y siguió con lo mismo. --Se me antoja ir por ahí y comprar algo para picar... De mi bolsillo saqué una tarjeta dorada, y cierta persona la conocía. --Venga ratita, hora de comprar dulces.
En lo que Effy me ponía al tanto de sus aventuras, Alpha y Mimi hicieron que el arbusto pasara a mejor vida para después ingresar al terreno de Ciudad Témpera, a una distancia no muy extensa de nosotros. Me dispuse a saludarles con una amable sonrisa puesto que llevaba tiempo sin verlos, mas siguieron su camino sin percatarse de nosotros… Bueno, hay que decir que esto sólo correspondía a Alpha, pues los ademanes de Mimi no lograron escapar a mi ojo avizor. Volteó su rostro con dignidad y se alejó como tomándonos por inexistentes. Para evitar un nuevo encontronazo con Effy, supuse. ¡Ah! Debía preguntarle por qué, en la apuesta que hizo con Effy antes de la última batalla que mantuvieron, dictó que yo debía servirle en caso de que mi amiga perdiera. Seguía sin comprender muy bien la razón de eso, y debo admitir que la curiosidad quemaba. Solicitaría una explicación en nuestro próximo cruce de caminos. Effy, cuando terminó de hablarme, hizo salir a dos pokémon. Se manifestó la figura de un espléndido Starmie que ante mí hizo gala de su nueva forma, haciendo girar la zona trasera de su cuerpo a toda velocidad; le sonreí con aprobación. Me sorprendía la rapidez de su evolución, dado que no había pasado mucho tiempo desde que lo conocí, cuando Aggron lo mandó a volar por los aires. Plusle se le acercó, admirado, y rió ante el reflejo distorsionado de su rostro en el cristal central del ágil tipo Agua. El otro pokémon era nada más y nada menos que Clefable. Tomó impulso para impresionarme con un salto de considerable altura. Seguía viéndose tan juguetona como la recordaba. —¡Finalmente lo lograste! —la felicité asintiendo con breves aplausos. Maractus se acercó a saludarla: dio vueltas enérgicas alrededor del pokémon, sacudiendo las maracas y cantando algo en su idioma. Por supuesto, no comprendí sílaba alguna, pero tenía buen ritmo y melodía. Serperior los recibió con una pequeña inclinación de cabeza.
—¡Fable fable! —Clefable rió felizmente, entusiasmada por los aplausos de Hubert, y luego se dispuso a saltar a brazos de Hubert… lo hubiese tumbado al suelo de toda su fuerza si Serperior no se hubiese interpuesto en el camino, usando su cola como una barrera para detener el avance de la tipo hada. —Eso estuvo cerca… gracias, Serperior —le sonreí a serpiente de hierba, agradeciéndole su oportuna intervención—. Alguien sigue olvidando que ya no es tan pequeña como cuando era un Clefairy y ahora no es tan liviana como para cargarla… Clefable murmuró unas disculpas en su idioma, que no parecieron nada sinceras por cierto, y se unió al melodioso baile de Maractus. Plusle trepó sobre Starmie y el pokémon estrella comenzó a girar, elevándose, cargándolo y llevándolo a volar sobre nosotros a poca altura, causando gracia en el tipo eléctrico, que reía sin parar. —¿Me acompañas al centro pokémon, Hubert? —le propuse, decidiendo ponernos a caminar hacia allí—. Quiero ver como andan Joy y Togepi… y también tengo que dejar algunas cosas que conseguí durante el viaje.
Mis aplausos emocionaron a Clefable, generando como efecto de ésta causa el que se arrojara a mis brazos. Como en una filmación a cámara lenta, vi su cuerpo crecido aproximándose a mí: no hacía falta leerse una biblioteca entera para comprender que yo no lograría mantener el equilibrio en cuanto se produjera el contacto. De todas maneras tomé la resolución, en ese breve segundo, de estirar los brazos. Pero Serperior se ubicó delante de mí antes de que hiciera el movimiento y bloqueó el avance del pokémon de Effy con su cola. Sus hojas susurraron cuando evitó que me tumbaran, ante lo cual me sentí agradecido. La acaricié la espalda mientras Effy le daba las gracias a mi inicial, al tiempo que ironizaba sobre el crecimiento de la antes Clefairy. Ésta se disculpó, para luego bailar con Maractus. “¿Me acompañas al centro pokémon, Hubert?” propuso Effy entonces “Quiero ver cómo andan Joy y Togepi… y también tengo que dejar algunas cosas que conseguí durante el viaje.” —Claro —respondí, con Starmie y Plusle volando ligeramente sobre nuestras cabezas. Acompañados por nuestros pokémon iniciamos la tranquila marcha hacia el Centro Pokémon. —¿Me permites ser curioso y preguntar qué son esas cosas que conseguiste? —pregunté a Effy mirándola de soslayo, con las manos en los bolsillos.
—¿Hm? Oh, sólo cosas… —saqué, para demostrar, de mi bolso algunos de dichos objetos. Unas rocas ennegrecidas del Volcán Barniz, unos caracoles que había recolectado de la Isla Caballete, y una postal que leía "recuerdo de Ciudad Barniz" y mostraba una fotografía de la ciudad con el Volcán, el Lago y el Desierto de fondo, además de unos Pidgeys y Pidgeottos volando por los aires. Había otros objetos más dentro, pero con esos bastaba para demostrar mi punto, supuse. —De pequeñas, no sólo a mí me entusiasmaba viajar por Galeia, tanto Joy como yo queríamos hacer el viaje… pero su madre jamás lo permitiría. Su lugar es en el centro pokémon, y efectivamente, tomó el lugar de su madre como enfermera del centro cuando ésta se retiró. Pero siempre le traigo pequeños recuerdos de los lugares a los que voy en cuanto puedo y le traigo algo… —confesé, regresando todo dentro del bolso—. Seguramente pensarás que es algo tonto, pero… oh, mira, llegamos ya. Y en efecto, habíamos llegado al centro pokémon ya. Starmie y Plusle descendieron, aunque Clefable y Maractus no detuvieron sus bailes. Plusle se les unió inmediatamente, pero Starmie se mantuvo al margen, estoico. Serperior parecía querer estar en cualquier lugar menos cerca de sus compañeros de equipo.
Me permitió apreciar lo que traía consigo. Rocas volcánicas, caracoles de las playas de Caballete, una postal de Ciudad Barniz y sus dispares alrededores. A mi vista resultaron ser algo más común de lo que podía esperar de ella, hasta que me confió la razón: “De pequeñas, no sólo a mí me entusiasmaba viajar por Galeia, tanto Joy como yo queríamos hacer el viaje… pero su madre jamás lo permitiría. Su lugar es en el centro pokémon, y efectivamente, tomó el lugar de su madre como enfermera del centro cuando ésta se retiró. Pero siempre le traigo pequeños recuerdos de los lugares a los que voy en cuanto puedo y le traigo algo… “ Ciertamente la vida de las Joy era triste si uno se detenía a reflexionar. Estaban marcadas por un destino que les era imposible eludir; lo mismo para con las oficiales de policía. Imaginé a Effy en sus tiempos de la infancia. Una niña pequeña, inquieta, rebelde, de cabellera intensa y pálida ante los rayos del sol… Mostrando una sonrisa desafiante y recia, como aquella que enseñaba antes de cada batalla. Esta visión me hizo sonreírme, aunque tuve que voltearme un poco para que Effy no lo notara. ¿Cómo era su pasado? Ella continuó hablando: “Seguramente pensarás que es algo tonto” Iba responder que me parecía enternecedor, pero nos interrumpimos al notar que nos hallábamos cerca del Centro Pokémon, lugar al que ingresamos en relativa armonía, exceptuando la danza de Clefable y de Maractus. Un gritito proveniente del mostrador llegó a nuestros oídos. Allí estaba Togepi, recibiéndonos con inmensa alegría. Más a Effy, claro, porque con él me estuve viendo toda la semana.
—¡Chuki chuki prrriii! Reí en cuanto esa vocecita llegó a mis oídos. Nos encaminamos al mostrador donde Togepi se encontraba, su rostro iluminado en cuanto nos notó ingresar. Saltó a mis brazos en el acto y la recibí con una amplia sonrisa, abrazándola, sosteniendo su pequeño cuerpecito entre mis manos. La retuve en brazos mientras Togepi se apretujaba contra mi, intentando abrazar todo mi cuerpo con sus diminutas manos que no alcanzaban a cubrir ni una pequeña parte de el. —Yo también te extrañé, Togepi —susurré, acariciando al pokémon hada. Caminé con el pokémon en brazos al mostrador, donde Joy nos recibió con alegría. No le di mis recuerdos a Joy en el acto; ya habría lugar y momento indicado para ello. Charlamos un poco de la batalla en la Torre Desafío y nos contó del más reciente incidente; una adolescente, desesperada porque su rival lo derrotó, intentó herirlo físicamente tras la batalla. La situación se contuvo de inmediato, pero lo más destacable fue que se trataba de nada más ni nada menos que Ian el rival de la adolescente… bueno, al menos no había salido nadie herido, supuse, y la torre seguía en funcionamiento. Luego, Joy nos contó de algo que la tenía ciertamente preocupada. Hace unos momentos, una entrenadora había llegado a dejar a sus pokémon con cara de pocos amigos, y Joy intentó animarla con su amabilidad usual, pero ella reaccionó de mala manera y se encerró en su habitación. La enfermera parecía algo preocupada por aquella joven, pero no se atrevía a intervenir… nos miramos con Hubert, ¿acaso debíamos hacer algo nosotros o mantenernos al margen también? —Veremos si podemos hacer algo para ayudar —suspiré finalmente, derrotada. Nunca se podía combatir contra los ojos suplicantes de Joy, y realmente no quería dejarla con la preocupación. La enfermera se animó y luego fue a ayudar a un entrenador que acababa de salir de la Torre Desafío, cargando unos debilitados Weepinbell y Tranquill. Miré ahora a Hubert—. Ugh, ¿ahora tenemos que ayudar, verdad?
Me llamaba la atención que los empleados de la Torre Desafío no hubieran detectado la posesión del hacha por parte de aquella entrenadora que se enfrentó a Ian. Pero no llegué a hacer comentarios sobre lo excesivamente flexible que había resultado ser la seguridad del lugar, pues el tema de conversación derivó en otra jovencita de mal carácter: había abandonado a sus pokémon en el mostrador e increpó de mala manera a Joy cuando ésta intentó animarla… Mi mente comenzó a maquinar de quién podía tratarse… “Ugh, ¿ahora tenemos que ayudar, verdad?” preguntó Effy, dirigiéndose a mí, luego de que Joy fuera a retomar sus labores con dos pokémon que acababan de llegar. Le mostré una sonrisa gentil. —Nunca viene mal tender una mano —respondí—. Pero si quieres, puedo encargarme de esa chica: le devolveré sus pokémon y le pediré que se disculpe con la enfermera Joy —si mi deducción no fallaba, iba a ser mejor que fuera de esta manera.
—Nah, yo me encargó… le prometí que lo haría, después de todo —declaré con pesar, encogiéndome de hombros. El lugar parecía tener mucha más actividad desde que abrió la Torre Desafío, de modo que tuvimos que evitar a un grupo de gente que acababa de ingresar para no interrumpir el paso. Pero antes de ir a la habitación que me había dicho pertenecía a la muchacha, seguida por Starmie (Clefable parecía muy ocupada en menear las caderas cual Shakira como para prestarme atención en este momento), me volví hacia Hubert una vez más. —Pero, ¿puedo pedirte un favor? Si no es molestia… ¿dejarías las cosas que traje en mi habitación? —solicité, sonriendo en cuanto él aceptó—. Es al fondo, Togepi te la indicará por si no sabes cual es. Allí hay una caja donde guardamos Joy y yo todos los recuerdos… por favor, deja mis cosas ahí, ¿sí? Confío en que no andarás espiando todo allí… sino, Togepi me lo contará —reí, mientras el pokémon hada bajaba de mis brazos para indicar el camino, usando su Paranormal para extraer todos los recuerdos que había traído de mi bolso y llevarlos, cargándolos así en dirección a mi habitación. Y finalmente, me encaminé hacia la habitación de arriba.
Las riendas de la situación acabaron por ser intercambiadas y sería Effy quien se dirigiría a la habitación ocupada por la joven que tanto preocupaba a Joy. Dejé escapar un suspiro imperceptible, mientras por dentro deseaba que mi intuición estuviera fallando esta vez. Seguí a Effy después de que la enfermera nos dijera la ubicación de la habitación a la que ella iría a arreglar el problema. Tuvimos esquivar grandes grupos de personas, ya que el Centro Pokémon era un hervidero de actividad. Al llegar a la zona desde donde se podía acceder a los pasillos de las habitaciones, los rubios cabellos de mi amiga parecieron danzar cuando se volvió hacia mí. “Pero, ¿puedo pedirte un favor? Si no es molestia… ¿dejarías las cosas que traje en mi habitación?” La habitación de Effy… —No me molesta: encantado lo haré —acepté, ante lo cual ella sonrió. “Es al fondo, Togepi te la indicará por si no sabes cuál es” Lo sabía, pues todavía recordaba el día en que le pasé una nota por debajo de aquella puerta. Effy prosiguió: “Allí hay una caja donde guardamos Joy y yo todos los recuerdos… por favor, deja mis cosas ahí, ¿sí? Confío en que no andarás espiando todo allí… sino, Togepi me lo contará” Terminó, entre risas… Me daba mucha curiosidad, lo reconozco, pero prefería no hacerla enojar. Togepi se bajó de los brazos de su entrenadora. Haciendo uso de Paranormal, trasladó los recuerdos al fondo del pasillo. Lo escolté junto con Serperior: Maractus, Clefable y Plusle tuvieron que ir a bailar al exterior, ya que entorpecían demasiado el paso de los que asistían al Centro Pokémon; aunque imaginaba que se retiraron bajo el pensamiento de que la gente les interrumpía el baile. Nos detuvimos frente a la puerta, momento en que advertí que no contaba con las llaves. Sin embargo, el acceso se encontraba abierto, a saber si producto de un descuido o porque la enfermera Joy había dejado la puerta abierta a propósito, por si Effy volvía ese mismo día. El tipo hada la movió con sus poderes psíquicos… Pude ver desde mi posición la cabecera de una cama y paredes blanquísimas, y parte de un póster que, al parecer, representaba un paisaje marino. Entramos.
Tras habernos separado de Hubert, eventualmente nuestra caminata nos llevó a la habitación que la enfermera nos había indicado pertenecía temporalmente a la posiblemente-en-crisis entrenadora que había llegado antes que nosotros. Di dos suaves, pero bien audibles, golpes a la puerta en la habitación que no sabía se encontraba Mimi Honda. —¿Hola? —llamé a la puerta, sosteniendo en una mano la diminuta pokebola que me había dado mi amiga—. La enfermera Joy dijo que te encontraría aquí… que en tu apuro olvidaste una de las pokebolas que dejaste a su cargo… Contenido oculto @Noir