Tras calmarse Fosvorito, llegamos a las puertas del Centro Pokemon. Procedí a sacar otras dos pokebolas de mi mochila, las cuales pertenecían a pokémones que fuí agregando a mi equipo durante el viaje. — ¡Duskull, Solosis, salgan! — Exclamé, llamando a mis pokémon. — ¡Du-skull! — Dijo el fantasma. Mi duskull tenía una personalidad extraña, no expresaba emociones y rara vez prestaba atención fuera de batalla. — ¡Solosis! — Mi solosis sin embargo, demuestra mucho apego hacia las personas, aunque creo que tiene una figura rara, lo considero lindo... de alguna manera. — Esta es Ciudad Témpera, trataré de conseguir algo de informacion en el Centro pokémon para seguir nuestro viaje. — Saqué mi reproductor de música y los auriculares. — Quédense cerca de Fosvorito, tú éres el encargado ahora. — Le ordené al pequeño pokemon de fuego, acto seguido entre a obtener indicaciones.
Acostumbraba a dejar libres a mis pokemon de vez en cuando para que no se aburriesen en sus pokebolas, y como siempre estuve rodeado de los pokemon de mi padre, que correteaban libremente por ahi, era normal para mi. Solía dejarlos a cuidado de Fosvorito, al cual los otros dos parecian respetar... o temer, entonces no había problemas, pero tuve que prever que esto pasaría. Este no es mi pueblo natal, es un lugar extraño, cualquier cosa puede pasar, pero no, no lo vi venir... o a lo mejor si. — Bueno, ya conseguí un mapa y la enfermera me dio una habitacion para que descansem— Fuí interrumpido por mi susto al ver que faltaba uno de mis pokémon. — ¡Duskull! ¿¡Duskull!? — Lo llamé desesperado mirando a todas partes. — Fosvorito, ¿¡A dónde se fué Duskull!? — Le pregunté al torchic que me miraba con cara enojada. — ¡Torchic! ¡Tor-chic! — Gritó enojado y salto a picotearme de nuevo. Había olvidado algo sobre Duskull, , acostumbraba perderse cuando lo sacaba, por eso suele ser un problema. — ¡Ay, ay, lo siento! ¿Por dónde se fué? — Les pregunté a los pokémon.
— Solo-sis... — Dijo mi pokémon con forma esferica, dando indicaciones de una forma graciosa, pero no era el momento de bromas. Solosis señalaba al sur, y Fosvorito lo secundaba, asi que hacia ahí debió ir. Según mi mapa, al sur se encontraba la Caverna Témpera, de modo que ése era mi destino. — ¡Gracias, Solosis! Vuelve. — Le dije, metiendolo de vuelta a su pokebola. — Vamos, Fosvorito. — Dije corriendo hacia el lugar, mi pequeño torchic apuro a saltar sobre mi cabeza y a asentir con la suya. — ¡Tor-chic!
Resulta que no hacía mucho que Duskull se había ido, ya que pude divisarlo a lo lejos, yendo, efectivamente a la Caverna Témpera. — ¡Duskull! ¡Vuelve! ¡Duskull! — En condiciones normales lo hubiera alcanzado en segundos, pero dado que estaba cansado por escapar de esos Tauros, mi velocidad y aguante se reducian bastante.
Finalmente vi como Duskull entraba a la Caverna. Momentos despues, llegue al lugar, y completamente resignado, me adentré en busca de mi duskull escapista. — Ahi vamos, Fosforito. — Le dije al pokémon que estaba sobre mi cabeza. — Tor-chic.
Decidí aterrizar aquí. Las manos me dolían demasiado... --Maldita vida...-- murmuré al bajarme de Noivern, la cuál, se sacudió cuando lo hice Me subí las gafas de nuevo a la cabeza, pero maldije el momento en que me toqué los nudillos. --Maldita sea... Espeon se preocupó, al igual que el gran murciélago. Yo sonreí forzadamente a ambos para tranquilizarlos. --No importa, se me pasará. Una rotura en ambas manos no es grave... ¿Verdad?
Salí de la Caverna lentamente dirigiéndome al centro pokémon donde mis pokémon fueron restaurados a su 100%. — Muchas gracias, Enfermera.— le agradecí al mismo tiempo que dejaba las pokéball en el cinturón para luego sacar a Skarmory y alzar nuevamente el vuelo.
Después de que la doctora me vendara mis dos manos por la zona de los nudillos, decidí salir del centro mientras me miraba ambas manos por la parte de arriba. --Última vez que descargo mi irá así...-- dije mientras liberaba a Noivern y montaba sobre él para marcharme
Llegué a la ciudad y fuí directo al centro pokémon a restaurar la salud de mis pokémon. Cuando la enfermera me entregó de vuelta mis pokeballs, le agradecí amablemente y subí a la habitación que me fué provista cuando llegué horas antes. Me di una ducha y desempaqué mis cosas.
Tras un corto vuelo sobre Skarmory, finalmente dimos con mi ciudad natal, la gran Ciudad Témpera… descendimos no muy lejos del centro pokémon, y comenzamos a caminar por un camino largo que sólo yo conocía. Regresé a Skarmory a su pokebola y continuamos andando en silencio hacia nuestro destino, donde Raichu y Arcanine aguardaban, mientras me preguntaba que estaba pasando por la cabeza de Mitsuki en estos momentos, si se animaría a hablar… me imaginé que debía tener muchas preguntas… Contenido oculto @Yellow green forest
—Effy...Como sabes donde están mis pokemon y quien los robo fue mi padre?—le pregunte, la verdad tenia curiosidad.
La miré de soslayo mientras caminábamos, supuse que era el momento de la verdad… debía decirle lo que sabía, no había vuelta atrás ahora. —Lo supe desde el momento en que te vi, que eras la hija de ese hombre… al principio tuve mis dudas, debido a la diferencia de nombres, pero cuando dijiste que tu nombre de nacimiento era Hikari… en ese momento lo supe —comenté, sin detenerme, aunque sí avanzaba un tanto más lento—. Después de que destruyó su pueblo en su región natal, él se mudó a Galeia… más concretamente, a ésta ciudad. Mi ciudad natal. Dudé si decir lo que seguía, sería revelar parte de mi historia, pero realmente no podía callarme ahora. Le debía la verdad a esta chica. Y proseguí con el relato. —Yo me crié en el centro pokémon, y cuando tenía catorce años lo conocí… vino a tratar un Arcanine muy malherido, tu querido Arnine… pero cuando Joy lo curaba, notó que las heridas se las había causado él. Joy lo expulsó del centro y luego liberó a Arcanine en la Pradera Arte pero… yo era curiosa, quería saber porqué hacia esto ese hombre, porqué trató así al Arcanine… de modo que me puse a averiguar más sobre él. Mitsuki… —me volteé y frené de repente para enfrentar a la joven—. Tu padre es un entrenador pokémon muy poderoso, y muy despiadado. Lo he sabido por mucho tiempo, pero no he hecho nada al respecto… puedes odiarme por ello si quieres, pero he regresado aquí para enfrentarlo. Si estás lista… éste es el hogar de tu padre. Hemos llegado.
Abri los ojos sorprendida por lo que me dijo, para luego sacudir mi cabeza y fruncir el ceño--Estoy lista...--dije con decisión, al parecer...no era la única que planeaba enfrentar a mi padre-- haré lo que pueda—le dije.
—Mis pokémon y yo te ayudaremos en lo que podamos… pero esta es tu batalla. Tu batalla final —asentí, a la vez que entrabamos en la pequeña casa de ladrillo expuesto, no muy grande y algo apretada entre dos edificios, aunque pasaba desapercibida a simple vista… el escondite perfecto, oculta a la vista de todo el mundo. Empujé la puerta, que estaba sin cerrojo, como si nos estuvieran esperando, y ambas entramos al recinto. El lugar se encontraba desolado por dentro… desolado y frío. Avanzamos un poco, pero el lugar parecía volverse más oscuro a cada paso… liberé a Tepig y tomé un candelabro que había allí sobre una mesa del hall de entrada. El pequeño usó Lanzallamas para encender las velas y comenzamos a meternos hacia el corazón de la casa...
Seguí a Effy en silencio y viendo mis pokeballs de reojos...no eran lo suficientemente fuertes...pero yo confiaba en ellos y sabia que tal vez, lo lograríamos...y además de que teniamos a Effy y sus pokemon con nosotros.
Mientras seguíamos avanzando, un estruendo se escuchó de repente… nos miramos y aceleramos el paso, hasta que chocamos con una puerta de roble macizo. Mitsuki la abrió con delicadeza y entramos a una enorme sala de estar casi vacía excepto por una silla de cuero marrón, quien diría que era tan grande esta casa, se veía bastante pequeña desde afuera… y sentado en esa silla marrón, se encontraba ese hombre… —Has llegado —le sonrió maliciosamente el hombre al ver a su prógene. Luego frunció el ceño al verme a mí—. No necesitamos interrupciones… seremos sólo tú y yo esta vez, hija mía, sin distracciones ni molestias… un último enfrentamiento final. Antes de que alguna de nosotras reaccionara, el hombre apretó un botón en su silla y el suelo se abrió debajo de mis pies… me volteé hacia Mitsuki antes de que cayera al vacío, todo pareció ocurrir en cámara lenta. —¡Mitsuki! —exclamé repentinamente antes de caer a aquel foso, sin poder hacer nada al respecto… la puerta-trampa se cerró detrás de mí, pero al menos había sido capaz de arrojar antes de caer dos pokebolas a los pies de Mitsuki para ayudarla, Dragonite y Jolteon la ayudarían...
—¡Effy!—exclame al verla caer en esa trampa, cuando note dos pokeballs y eran el Dragonite y el Jolteon de ella, los tome rápidamente antes de ver con el ceño fruncido a mi padre—respondeme esto ¡¿Donde tienes a mis pokemon?!—le dije mientras ponía a los dos pokemon de Effy en mi cinturón.
La caída fue larga, pero no tenía pensado morir allí… antes de caer, liberé a mi Alakazam, el cual aterrizó antes que yo y me descendió con delicadeza con su Psíquico. Aterricé en lo que parecía ser algún tipo de sótano… no tenía más el candelabro, pero recordé una linterna en mi bolso, que había usado para cruzar la Caverna Témpera… iluminé un poco los alrededores y descubrí… —Oh Dios mío… —musité, acercándome a una jaula que se encontraba al fondo de la habitación. El Arcanine de Mitsuki se encontraba aprisionado allí, muy malherido, al igual que el Raichu que parecía estar incluso peor—. Alakazam, ayúdame a liberarlos…