Ciudad Libertad

Liza White

Mi alivio fue grande cuando arribamos en ciudad Libertad sin mayores percances. Portaba con orgullo su título de capital de Gérie, y con razón. Sus edificios, su enorme afluencia, sus luces. A pesar de mis numerosos viajes aún me abrumaba, acostumbrada como estaba a la austeridad y a la sencillez de mi hogar.

Nuestra primera parada fue el Centro Pokémon, y finalmente pude soltar mis pertenencias en la habitación y descansar un poco los hombros. Arceus, estaba agotada. Había sido un viaje extenuante. Pero el colchón era mullido y las sábanas olían a lavanda, y quizás el mundo ya no se veía tan espantoso como antes.

Quise replicar a las palabras de Mimi, recordarle que yo también necesitaba ducharme y que tardaba mucho menos, pero simplemente la dejé ser y me permití cerrar los ojos durante ese tiempo. Amber se trepó sobre el colchón y me obligó a hacerle un hueco, empujándome hacia la esquina dada su enorme figura.

Solté una risita de circunstancias.

—Deberías empezar a asumir que eres una Luxray, ¿sabes? —murmuré y enterré el rostro en su cálido pelaje. Me pareció escuchar una especie de ronroneo bajo. Las luces del centro comercial acariciaban las cortinas y pensé que quizás, y solo quizás, podría darle una oportunidad al día siguiente.

Al menos, para buscar artículos para mis pokémon de cara a la inminente Liga.

 

Mimi Honda

Tarareé una melodía a la que no pude concederle nombre ni identidad mientras dejaba que el agua caliente me cayese por el cuerpo. Probablemente era alguna tonada de piano la cual había recordado inconscientemente. En cualquier caso el tiempo se me fue en eso, en música clásica y en una ducha relajante capaz de disolver todas mi irritación y molestia.

Entre ducharme, vestirme y peinarme quizás tardé un poco más de lo esperado, nada excesivo. Pero conociéndome probablemente fue bastante. Abrí la puerta del baño.

—Entonces, ¿qué tienes pensado para ese cambio de l-?

Las palabras murieron en mis labios cuando vi la escena frente a mis ojos. Amber y Liza se habían quedado dormidas profundamente. Había una enorme paz y tranquilidad en sus rostros y resolví que sería estúpido molestarlas. De modo que me limité a llevarme una mano a la cintura y a soltar un suspiro de circunstancias.

Bueno, qué remedio. La cena fuera sería otro día.

***

—Hey Slowpoke~—la llamé dándole un golpecito ligero en la frente—. Despierta, la cena está servida.

Y señalé la pequeña mesita de café en el cuarto y la caja de pizza sobre esta. Podía haber pedido cualquier otra cosa ya que estaba pero una pizza parecía algo bastante bueno para la ocasión. Por supuesto, la acompañaría con un té por mi parte.

Me bajé de la cama con una ligera risa. El ambiente distendido me hacía sentir cálida por dentro.

—Espero que te gusten las bayas Pinia.

 

Liza White

No supe en qué momento todo se fue a negro. Recordaba la calidez del cuerpo de Amber, el olor a suavizante y el murmullo del agua de fondo. El cansancio terminó por pasarme factura y terminé quedándome dormida, a saber por cuánto tiempo. En determinado momento sentí un golpecito en mi frente y la voz de Mimi se deslizó a través de la bruma de mi consciencia, haciéndome abrir los ojos con lentitud. Sentí los párpados pesados.

—Ngh...

Aún tenía sueño. De hecho hice una mueca de disgusto y me acurruqué aún más, dispuesta a seguir durmiendo. Pero algunas palabras me llegaron lejanas y el olor a comida recién hecha terminó por completar los huecos en blanco. Me erguí con cuidado, conteniendo un bostezo, y permití que al menos Am siguiese dormida en mi cama.

Me recibió entonces una mesita de café, una caja de pizza y un par de bebidas. Nuestra cena parecía haber tenido un repentino cambio de planes, pero no me importaba. Se veía bastante entrañable así.

—¿Por qué no me despertaste? —murmuré, refregándome uno de mis ojos mientras me acercaba. ¿Había preferido dejarme dormir? Qué mona. Abrí la caja de pizza y su olor me recordó que no había comido en bastante tiempo—. Mhm. Mientras no sean Zanama todo está bien.

>>Gracias, cielo.

Decidí tomar asiento en el suelo, sobre la moqueta, y me aproximé a la pequeña mesita. No quería manchar los colchones por accidente y las sillas eran demasiado altas. Noté que había escogido un té y que había recordado mi fanatismo por los refrescos. Nada mal, Honda.

—Ah, ya sé. ¿Qué tal si después vamos a por el postre fuera? —sugerí, tomando un trozo de cartón para colocar la pizza sobre este—. ¿Cómo se llamaba ese dulce que siempre te pides en todos lados...? Estoy segura de que empezaba por "e".

 

Mimi Honda

White despertó poco después, imaginé que fue el olor de la pizza recién hecha la que le recordó que llevaba medio día caminando y que probablemente no había comido nada. Así se acercó a la mesita y tomó asiento en el suelo, sobre la moqueta, a lo que la imité.

Por supuesto que no iba a despertarla con lo feliz y tranquila que estaba durmiendo para bajar a cenar a un lugar atestado de gente. Pedir algo a domicilio hacía el apaño, aunque fuese una cena puramente saturada y grasienta y lo cierto es que de vez en cuando no estaba mal. Además la pizza con el queso fundido y el ligero toque picante de la baya Pinia estaba deliciosa.

Solté el aire por la nariz en una suerte de risa sin gracia al escucharla. Era imposible que no recordara el nombre, los pedía cada dos por tres. También lo había mencionado cuando cocinamos cupcakes con Dante.

—Muy graciosa White. Pero también pensé en eso—y así acerqué una pequeña cajita de cartón blanca y la abrí mostrando su contenido. Eran dos masas tiernas rellenas de crema dulce. Sonreí con los ojos cerrados, inocente—. Éclairs.

>>No sabía que querrías de postre así que...—cerré la cajita— éclairs también para ti. No hay de qué~

 

Liza White

Dibujé una sonrisa ligera en mis labios al ver el contenido de la cajita, igual de inocente que ella. Podría haber seguido con la estupidez de que no conocía ese dichoso dulce pero lo dejé estar.

En qué mundo alguien que conociese a esta chica no lo habría visto por defecto.

—Si no querías salir a pasear conmigo solo tenías que decirlo —comenté con los ojos cerrados, con toda la naturalidad del mundo. Era obvio que no hablaba en serio. La pizza aún quemaba un poco pero sabía bien; mi estómago agradeció algo de atención al fin.

Le eché un vistazo a la habitación. El mando de la televisión no quedaba muy lejos, pensé en ponerla de hecho, pero no sentí el silencio incómodo.

Nunca lo hacía realmente.

>>Hey —La llamé entonces. A pesar de que mi atención no estaba en ella si no en el queso que amenazaba con derramarse mi tono abandonó la jocosidad habitual y se tornó algo más serio—. ¿Cómo estás? Ya sabes, después de... todo eso.

La última vez que nos vimos no habíamos pasado nuestro mejor momento ni por asomo. Los eventos en los laboratorios parecían haber propiciado un cambio en ambas, sí. Pero la transición no era fácil.

Nunca lo era.

 

Mimi Honda

¿Por qué no solía comer pizza con lo rica que estaba? ¿Era idiota o algo así? Aunque no fuese muy nutritiva a veces había que ser un poco menos pagmático y más hedonista. Se me escapó otra risa por lo bajo cuando mencionó que no quería salir a pasear con ella. Sabía que bromeaba, eso era bastante típico entre nosotras. No tenía que tomarme las cosas a pecho porque rara vez lo eran.

—Después de... ¿nuestro beso en Atracadero?—cuestioné abriendo uno de mis ojos para cerrarlo después. Oculté parte de la sonrisa jocosa tras el trozo de pizza—. Bien, la verdad. No me importaría repetirlo.

Hasta ese momento.

Aunque estaba claramente bromeando y el ambiente era cálido y distendido su pregunta había tenido un tono distinto y me trajo nuevamente recuerdos de todo lo sucedido con Zach y la energía Dinamax. Mi expresión se ensombreció poco después, dejando atrás la jocosidad en mi voz y dejando la pizza en la mesita suspiré profundamente.

>>Honestamente... no lo sé—dije—. El deseo de Zach era loable, todo el mundo merece ser feliz. Y sin embargo es tan injusto al mismo tiempo forzar a la gente a vivir una felicidad falsa y plástica, incluso si no son conscientes de ello.

Recordaba con perfecta claridad todo lo sucedido en el laboratorio y también lo acontecido con Michael y Melanie. El tema de felicidad a cambio de sacrificio siempre me había parecido un dilema moral terrible. ¿Por qué debían sufrir unos para que otros fueran felices? ¿Por qué Zach había estado dispuesto a renunciar a su propia felicidad por la de los demás? ¿Era acaso tan difícil lograr un equilibrio que beneficiase a todos?

Siempre había sacrificios... y estaba harta.

—Pero para ti es aún peor, Liz—sentencié y busqué sus ojos con esa chispa de preocupación en el pecho—. Tú estabas dispuesta a hacerlo de todos modos.

>>Así que la pregunta correcta aquí es...—escogí mis palabras con cuidado, dispuesta a escucharla si lo necesitaba— ¿cómo estás tú?

 

Liza White

Su primera respuesta fue jodidamente inesperada y logró que la comida se me fuese por mal sitio. Arceus, ¡esperaba de todo menos eso! ¿A qué venía ahora? Tosí, enrojecida por la falta de oxígeno y la propia vergüenza del recuerdo, porque no dejaba de ser vergonzoso, y terminé por darle una patada muy suave bajo la mesa a modo de reproche.

Será idiota.

Le di un sorbo largo al refresco, logrando calmarme medianamente, o al menos hacer el intento. Vale que era la tranquila de las dos pero había temas y temas, y ese era uno de ellos. Aquella noche se nos fue la pinza, eso era todo. Por suerte dejó la estupidez y terminó por responder a mi pregunta.

La escuché con algo más de calma, jugando con la lata entre mis dedos.

—Zach era un visionario para su corta edad, pero también era un mártir —suspiré—. Quizás tan solo hacían falta más personas como él para equilibrar la balanza. No puedes poner el peso del mundo sobre los hombros de un niño y pretender que salga bien.

Y sin embargo había sido tan egoista. Había aceptado sin dudar lo que me ofrecía a pesar del sufrimiento que reflejaban sus ojeras, el brillo vacío en sus orbes. Pero de nada servía lamentarse ahora, no de nuevo. Zach ahora estaba arropado por su familia.

Y nosotros por la nuestra.

—Mentiría si dijese que no me sentí perdida al salir de allí. Se sentía como si me hubiese liberado de unos grilletes a los que me había acostumbrado inevitablemente... Y ahora que podía avanzar no sabía a dónde ir —Suspendí el trozo de pizza en el aire, tratando de escoger las palabras adecuadas. Seguía teniendo ese revoltijo de emociones dentro de mí pero había perdido bastante intensidad—. Decidí tomarme un pequeño descanso y viajar acompañada durante un tiempo. Creo que fue lo correcto.

La sola presencia de Nikolah había aclarado tanto mi mente, incluso cuando no era eso lo que el chico buscaba. Tenía esa extraña facilidad para hacerme sentir plena cuando estaba a su lado. Podía hacerme una idea de lo que significaba, pero preferí no darle más vueltas.

No era el mejor momento para distracciones de ese tipo, no cuando estábamos tan cerca de completar nuestra misión en Gérie.

>>Por eso me alegra que podamos volver a disfrutar de cosas como estas —confesé, buscando sus ojos de nuevo—. En ese momento parecía el fin del mundo. Pero se ve que todos regresamos a nuestros ejes en un momento u otro.

 

Mimi Honda

Me encogí ligeramente tratando de contener la risa cuando me pateó bajo la mesa. Mi comentario había sido tan inesperado que la pobre había terminado por atragantarse con la comida. Aún así me alivió que lo tomase con naturalidad y que no le diese mayor importancia. Yo no lo veía como un error pero tampoco como algo a lo que hubiera que darle más vueltas. Ella quería resolver sus dudas... y yo que ya no las tenía simplemente la ayudé.

La escuché con calma, paciente y atenta. Podía entender su desazón en el momento, aquel vacío al que había terminado por acostumbrarse pero que le causaba un incomensurable dolor en el alma. La pérdida de alguien querido siempre era un golpe brutal. Aunque Bruno Black no había muerto con la caída desde la plataforma, sí lo había hecho después. Y no había necesidad alguna de volver a remover el pasado.

Relajé mi postura y aquella sonrisa regresó poco después, ligera y pequeña, pero estaba ahí. Sabía quién era esa compañía de la que hablaba Liza. La última persona con la que la había visto, esa que se le acercó poco antes de marcharme yo. En su momento había estado segura de que si había una sola persona en el mundo capaz de devolverla a su eje, ese era él.

El bobo gigante amable con alma de niño.

No mencioné nada, sin embargo. Aunque era perceptiva y tendía a darme cuenta de las cosas que sucedían a mi alrededor bastante rápido, ya la había molestado con la gracia del beso y me parecía suficiente por una noche. Había cosas que era mejor permitir que se dieran solas y se descubrieran a su ritmo.

Tomé la taza de té y la levanté a modo de brindis, considerablemente más aliviada y liviana.

>>Por los buenos momentos y esas personas especiales—dije, le guiñé un ojo, y vacié el contenido de la misma.

***

La noche transcurrió bastante tranquila después de eso. Terminamos de comer y tras un poco de tiempo charlando de cosas sin importancia resolvimos que era hora de dormir. Ambas estábamos agotadas por el interminable camino hasta allí. Por la mañana iríamos a registrarnos en la sede de la Liga y mientras esperábamos su comienzo podríamos hacer turismo por la ciudad. Había varios lugares interesantes.

Ese C.C. Freedom... no se me iba a escapar de las manos.

 

Liza White

Para cuando los primeros rayos del sol se filtraron a través de las cortinas ambas habíamos dejado atrás la seguridad de las sábanas, dispuestas a afrontar un nuevo día. No teníamos una razón de peso para madrugar pero los nervios, ese hormigueo incansable en el estómago era suficiente para tenernos en pie desde bien entrada la mañana. Alistarnos en la Liga era un paso importante (era nuestra primera liga oficial, después de todo), de modo que resolvimos finiquitarlo lo más pronto posible.

Me sorprendió notar que no éramos las primeras en tener esa idea. La afluencia de entrenadores era notable incluso a esa hora y tardamos quizás media hora en ser atendidas. Pero podía decir con orgullo que mi dorsal estaba entre los inscritos. Que nuestro esfuerzo había dado finalmente sus frutos.

Emocionada, contemplé mi nombre en el papel sellado y compartí una sonrisa fugaz con Mimi.

Lo habíamos conseguido.

—Déjame recapitular... —Habíamos comenzado a pasear por las concurridas calles de la macrópolis, dispuestas a hacer algo de turismo mientras tanto. Pero nuestra concepción de turismo parecía ser diametralmente opuesta—. ¿Prefieres empezar por un centro comercial antes que visitar sus monumentos? ¿Qué tiene de interesante? Los hay en todos lados. O casi.

Obviamente había pisado uno, dos, quizás tres centros así en toda mi vida. Era previsible que no captasen mi atención como lo hacían con ella. No me aficcionaba la moda ni la estética usualmente. Pero su emoción por conocerlo era tal que solté un suspiro de circunstancias, cerrando los ojos en el proceso.

Iba a pasar por allí en un momento u otro, ¿qué más daba hacerlo ahora? Además, ya había mencionado que quería un cambio de look.

>>...Muy bien, como sea. Solo no te alejes demasiado, ¿sí? —Me daba bastante vergüenza admitirlo de modo que desvié la mirada hacia cualquier parte—. Me abruman un poco esos sitios.

 

Mimi Honda

Amaneció pronto. De hecho nos despertamos antes de que amaneciera. Habíamos caído dormidas enseguida pero los nervios y la emoción de estar en una nueva ciudad, sede de la próxima Liga, era aliciente suficiente para no dejarnos dormir demasiado. Así nuestra primera parada, por supuesto, fue inscribirnos.

Allí estábamos. En el summum de nuestro viaje con nuestras dorsales y nombres escritos en la lista de participantes. La primera Liga de Gérie, nuestra primera Liga oficial. El aura de desafío estaba más que presente en el aire.

Poco después nos encontrábamos paseando por las calles repletas de gente. Ciudad Libertad era enorme, una urbe claramente cosmopolita. Siendo el centro de auge de toda la región y su capital tenía un sinfín de cosas para ofrecer.

—¿Qué tienen de interesantes un montón de monumentos ruinosos?—repliqué mientras mi mirada se iba hacia los escaparates—. También los hay en casi todos sitios. Todo lugar tiene una historia y un pasado ¿no?

Y así, finalmente, alcanzamos el C.C. Freedom. El corazón me dio un vuelco en el pecho nada más cruzamos las puertas. Con sus múltiples plantas llenas de establecimientos, sus zonas verdes y fuentes y su techo abovedado por donde entraba la luz natural el C.C Freedom bien podría convertirse en uno de mis lugares favoritos de toda Gérie. No solo era un lugar perfecto para una adicta a las compras como yo... si no que era bastante estético.

—¡Mira esto!—exclamé exultante de alegría. No podía ocultarlo, estaba igual de emocionada que una niña el día de Navidad. Podía jurar que me brillaban los ojos—. ¡Tiene de todo! ¡Cafeterías! ¡Boutiques! ¡Salones de belleza! ¡Loterías!

Me detuve en ese momento como si hubiera chocado contra una pared invisible y extrañada, porque algo no terminaba de encajar, dirigí mi mirada hacia allí. Enarqué una ceja con suspicacia.

—¿Huh...?

Cerca del puesto había una chica que agitaba una campanita atrayendo la atención de la gente. Su sonrisa amplia e imborrable permaneció inmutable cuando nos acercamos. Intercambié una breve mirada con Liz.

—Buenos días señoritas~—saludó con una voz aguda y una actitud servicial que me recordó a los empleados de mi padre—. ¿Desean probar suerte en la Lotería Freedom? ¡La lotería Freedom siempre tiene premio... excepto cuando no lo tiene~!

E hizo sonar la campanita otra vez.

Las pocas loterías que había visto tendían a ser una especie de ruleta que se giraba y dejaba salir una bolita. Dependiendo de su color— blanco, plata o dorado— se obtenía un tercer, segundo o primer premio. Este tendía a ser un viaje a algún lugar paradisíaco o vales de descuento según la tacañería del local. En aquel sitio, tal y como nos explicó la empleada, no era nada de eso. No tenía nada que ver con el número de identificación de nuestros Pokémon o con la simple suerte de conseguir una bolita de 'x' color... si no con el número de nuestra dorsal. De modo que era un establecimiento reservado solo para entrenadores inscritos en el campeonato de Gérie.

La mía era 033... así que quizás era un poco complicado. Pero me causaba curiosidad. Además era gratis. Me venía bastante bien ya que los fondos de mi tarjeta de crédito estaban destinados a otra cosa.

—¿Por qué no? La suerte y yo no somos muy amigas. Pero ya que estoy aquí...—comenté y le di una vuelta a la ruleta.

 

Liza White

—Las tiendas de los centros comerciales son comunes; los monumentos son únicos de cada lugar, Honda —repliqué, enarcando una ceja—. De ahí lo que los hace especiales.

No le di mayor importancia, en cualquier caso. El mundo se veía distinto a través de cada prisma. Enterré las manos en los bolsillos de mi chaqueta, sintiendo el frío de aquella época del año, y seguí sus pasos de cerca, contemplando mis alrededores con cierta curiosidad.

Parecía una niña de repente y el brillo ilusionado en sus ojos me hizo sonreír por reflejo.

—Tenemos todo el día. Tómalo con calma —le sugerí, suave, cuando logré alcanzar sus pasos de nuevo—. ¿Tienes algún destino en...?

Pero mis palabras murieron en mis labios cuando una chica se nos acercó de repente, ofreciéndonos participar en una especie de loteria. Parpadeé. ¿Había de eso en un centro comercial usualmente? Qué mundo paralelo tan extraño y fascinante era ese.

Aunque seguía sin ver por qué le gustaban tanto.

>>De acuerdo...—murmuré y una vez Mimi acabó hice el intento por mi parte—. Veamos qué tal.

 

Mimi Honda

Casi pude ver una gota de sudor frío descender por la frente de la empleada cuando salieron las bolitas con el número. Tanto en mi caso como en el de Liz. Ninguna estuvo premiada. Ni siquiera con un mísero tercer premio.

—Vaya, parece que no ha habido suerte~—dijo y con una sonrisa de disculpa nos acercó a ambas un paquete de pañuelos—. Tomen por favor, un premio por su participación. ¡Vuelvan pronto~!

¿Para qué eran los pañuelos? ¿Para secarnos las lágrimas? Chasqueé la lengua, irritada, y tomando a Liza de la mano nos alejamos de allí. Aún había un montón de tiendas que visitar y mi patética suerte no iba a fastidiarme el día.

>>Hagamos como que eso no ha pasado—dije como si no fuera la gran cosa y solté su mano para buscar sus ojos, interrogante—. ¿Dónde quieres ir? ¿Algún lugar te llama la atención?

Ante su expresión de circunstancias suavicé mi gesto y llevándome la mano a la cintura solté un suspiro a ojos cerrados.

>>Sé que esto no es lo tuyo pero luego podemos ir a ver monumentos. Antes... hagamos algunas compras. ¿No hay nada que quieras?

 

Liza White

¿Un... paquete de pañuelos? ¿Era en serio? Intercambié miradas entre el objeto y la encargada pero no tuve tiempo de reaccionar, pues Mimi me sacó de allí como si no hubiese sucedido ese encuentro en primer lugar. Me dejé llevar como si nada. Definitivamente la dinámica de aquel lugar solo me confundía con cada minuto que pasaba.

Nos detuvimos en mitad del pasillo y le dirigí una mirada de circunstancias. Yo no tenía sitios en mente, venía en calidad de acompañante más que nada.

—Creí que habíamos venido aquí por ti —respondí, sin que sonase como un reproche realmente. Si aquello le hacía feliz yo estaba satisfecha con ello. De modo que ver el foco de repente sobre mí me sacó ligeramente de base—. Pensé curiosear artículos para mis pokémon, pero puedo hacerlo más tarde. Fuera de eso...

Miré a mi alrededor, desorientada, y entonces se me encendió la bombilla. Relajé mis facciones en el proceso.

>>...Creo que algo se me ocurrirá.

***

Si no hubiese tenido a Mimi conmigo probablemente hubiese tardado mucho más en encontrar lo que buscaba. Era un completo laberinto de luces y consumismo en el que había terminado por adentrarme sin ninguna cuerda en mano. No le di demasiados detalles, la conocía lo suficiente como para saber que me pararía los pies de atreverme a hacerlo. De modo que cuando llegamos a Comfey's, una tienda de accesorios y objetos varios, supe exactamente hacia dónde dirigirme.

Le debía una pulsera. El desastre que había causado Nana me correspondía y aunque le restase importancia seguía sintiendo el deber de hacerlo. Ella siempre pagaba todo por mi. Ya era hora de que me dejase hacer lo mismo.

No obstante mi idea inicial terminó por desviarse de su cauce cuando descubrí algo más. Algo que captó mi atención por completo. Eran... pulseras a juego. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza algo así. Lo único que compartía era mi amuleto de la suerte, ese collar con forma de corazón que también tenía Destiny.

Quizás...

—De acuerdo, extiende la muñeca y cierra los ojos.

Habíamos abandonado la tienda pero en ningún momento le permití que viese de cerca de lo que se trataba. Sabía que era un accesorio, obviamente, pero nada más. Obedeció un poco a regañadientes, pero no aceptaría otra respuesta de su parte, de modo que no le quedó más remedio que dejarse hacer. Coloqué su nueva pulsera en su muñeca después de hacer lo propio con la mía.

Eran pulseras a juego, con los símbolos del yin y el yang. En lugar de los pequeños puntos habituales que conformaban lo bueno en lo malo y viceversa, se encontraba una llama azul y, en la otra, roja. Eran pulseras de Zekrom y Reshiram, los pokémon de mi región natal; tan opuestos entre sí que de alguna forma funcionaban.

Era casi una alegoría de nosotras mismas, ¿no?

>>Zekrom, el pokémon defensor de los ideales —Señalé su parte, de color negro con la flama azul. Hice lo propio con la mía; blanca y roja—. Y Reshiram, el pokémon defensor de la verdad. Polos opuestos, pero que a su vez forman parte de un todo —Ladeé el rostro, observando su expresión con curiosidad—. ¿No suena perfecto para nosotras?

 

Mimi Honda

¿Se le ocurriría algo? ¿Entonces no tenía nada particular en mente? Fuera como fuere la seguí. Caminaba con bastante seguridad a pesar de que aquel lugar era como un océano profundo y desconocido para ella. Fue entonces que llegamos a Comfey's; un establecimiento de... ¿joyería? Tenían algunos collares en las vidrieras pero parecía más una tienda para accesorios y complementos que una joyería en sí.

Me entretuve observando los escaparates y los distintos artículos expuestos. Había de todo. Colgantes, pulseras, brazaletes, accesorios para el cabello... nada llamaba particularmente mi atención hasta que vi a Liza en el mostrador dispuesta a pagar por el algo. Aunque intenté no me dejó ver de qué se trataba. Arceus, ¿pero por qué tanto secretismo? ¿Le había comprado algo a Nikolah y no quería que lo viese? ¿Era eso?

Sin embargo, cuando salimos de la tienda y me pidió que extendiera la muñeca y cerrara los ojos lo entendí. ¡Lo había hecho! ¿Pero cómo de terca podía ser? En un primer momento me negué a hacer ninguna de las dos cosas. La miré fijamente, obstinada, incluso podría decir que un poco molesta porque se hubiera gastado su dinero en una estupidez para mí y me crucé de brazos.

—¿Me has comprado una pulsera?— repliqué.

Pero insistió, como no. Hasta me llevé un idiota gratuito en algún momento. Refunfuñé algo, terca, pero finalmente y a regañadientes accedí y terminé por extender el brazo y cerrar los ojos. Pronto sentí un tacto frío en conjunción con el movimiento ligero de sus manos. Cuando se separó abrí los ojos.

En efecto se trataba de una pulsera. Era el símbolo del yin con una llama pequeña y azul. Confusa, no sabiendo a qué se refería exactamente la miré y descubrí una pulsera muy similar—pero de colores opuestos— en su muñeca.

—Has... ¿comprado pulseras a juego?—murmuré cuando finalmente logré encontrar mi voz. Por algún motivo, que no hubiera sido algo solo para mí si no para ambas me hizo sentir una ternura y calidez ridícula. No tardé en sentir aquel ardor característico en las mejillas y terminé ruborizada—. Y-yo no... no sé qué decir...

Según la leyenda de Teselia, Reshiram y Zekrom habían nacido de una misma criatura que después se separó en dos. Eran un todo, dos caras de la mismas moneda. Aunque eran también entidades opuestas se complementaban. White y yo... también lo éramos. Ambas habíamos nacido de la energía vital y ambas éramos totalmente opuestas. Una austera y sencilla y otra consumista y acostumbrada a grandes lujos. Ella era tranquila, maternal y yo errática y volátil, aunque podía fungir de hermana mayor si se daba el caso. Ella era más racional y yo definitivamente más impulsiva. Aunque teníamos algunas cosas en común—porque si no no podríamos aguantarnos— nuestra personalidad, carácter y gustos eran muy dispares. Pero encajábamos de alguna manera; como las piezas de un extraño puzzle.

Bajé finalmente el brazo.

>>... Tonta, te dije que no—murmuré evadiendo a consciencia su mirada. Me había tomado con la guardia baja y experimentaba una extraña mezcolanza de sentimientos contradictorios. Vergüenza, agradecimiento, ternura—. No tenías por qué hacerlo...

 

Liza White

—No hace falta que digas nada —respondí, con aquella suavidad impresa en la voz. Satisfecha bajé mi propio brazo—. Que lo aceptes es suficiente para mí.

No había sido fácil, pero al menos ahora tenía la certeza de que no me lo devolvería si me despistaba. Alcé las cejas, tomada por sorpresa. Observar su rostro teñido por el rubor me arrancó una risa cristalina del pecho, enternecida quizás con la inusual imagen (usualmente era yo quien se ruborizaba), pero no hice ningún comentario al respecto. Aunque me moría de ganas por picarle las mejillas y decirle lo mona que se veía así, tan genuina y auténtica. En su lugar desvié la mirada, y le permití recuperarse el tiempo que hiciese falta.

Después de todo, con o sin ese ambiente jocoso y distendido que nos caracterizaba, al final del día seguía siendo esa clase de boba considerada. Y no pretendía cambiarlo nunca.

Contemplé mi propia pulsera entonces. El hecho de no apegarme a los bienes materiales, tan vacíos y plásticos a mis ojos, hacía que apreciase el más mínimo detalle por sencillo que fuese. Les otorgaba un valor único en el mundo, una experiencia, un recuerdo. Un picnic bajo las estrellas, el olor de las flores que adornan el jardín de casa, una cálida sonrisa en un día gris. Podían regalarme un dibujo horrible y me emocionaría de todas formas porque estaba impregnado de cariño, guardaba un fragmento del alma de esa persona. Algo así me sucedía con el collar que llevaba siempre conmigo; algo similar sucedería con aquella pulsera.

No era una visión muy común del mundo esos días pero con aquel pequeño gesto deseaba compartírselo a Mimi. Ahora que llegaba a su fin, era una muestra de gratitud por todo lo que había hecho por mí durante nuestro viaje en Gérie.

Tan solo esperaba que le llegase el mensaje.

—Espero que hayas tenido tiempo suficiente para pensar nuestro siguiente destino —giré el rostro en su dirección, de espaldas a ella. La afluencia de personas seguía en su auge pero confiaba en que no me perdería a su lado. Le guiñé uno de mis ojos entonces—. Porque llegó tu turno de liderar la marcha.

 

Mimi Honda

Era... una tonta. Siendo algo para ambas no tenía forma alguna de negarme. Además era un detalle precioso. El Yin y el Yang y Zekrom y Reshiram se complementaban como lo hacíamos nosotras. Quizás no fuera joyería fina o un diamante de treinta quilates... pero para mí tenía mucho más valor.

En cualquier caso... ¿estaba segura de que quería que liderase la marcha? Podíamos pasarnos horas allí, entrando y saliendo de tiendas con bolsas de ropa. Era consciente de que a White no le llamaba para la atención nada de eso pero conociéndome sería así, no sabía cuando parar y convertiría nuestro día juntas para hacer turismo en un suplicio para ella. El C.C. Freedom era inmenso, con un sinfín de posibilidades... pero pasar el día entero allí estaba descartado y sería egoísta. Además, podía volver sola en cualquier otro momento y saciar mis ansias de consumismo.

Me mantuve un breve segundo mirándola cuando me dio la espalda, ceja alzada y sopesando mis opciones. Oh, al cuerno. Y entonces abrí mi bolso y tomé a Dex. Sería nuestro guía turístico ese día. Me respondió con su voz robótica usual y sin siquiera pensármelo le pregunté:

—¿Cuáles son los monumentos o lugares turísticos que hay en Ciudad Libertad?

Los resultados fueron claros. El Gran Museo, el Castillo y los Jardines Fénix. El Museo era de construcción relativamente reciente y además de pinturas de artistas gérienses contenía exposiciones sobre el pasado y la rica historia de la región. El Castillo... era un énclave ruinoso y el Parque era un espacio verde y extenso salpicado de flora regional y monumentos.

La decisión por mi parte estuvo clara enseguida.

—Sígueme—le dije liviana, bastante resuelta a pesar de lo mucho que contradecía mis propios intereses esa decisión y pasé frente a ella en dirección a la salida del centro comercial.

Gracias a la inestimable guía de Dex logramos no perdernos en la inmensidad de la macrópolis. La ciudad bullía de vida, era evidente la expectación por la inminente Liga regional. Tras largos minutos de caminata alcanzamos el Parque Fénix. Era tal como había supuesto que sería y tenía varios monumentos que mirar.

Una estatua amorfa, una placa de metal en el centro y los jardines Fénix. Me dirigí por supuesto a los jardines, fragantes y llenos de exhuberancia. En medio de la jungla de acero que era la ciudad los jardines fungían como pulmón con sus caminos empedrados y las bóvedas de cristal llenas de enredaderas... y se me antojaba un lugar casi mágico.

En medio de la belleza general, sin embargo, no pude evitar fijarme en una parcela. Sus flores estaban marchitas. Y entre todas ellas se alzaba una extraña flor verde y abombada, como un capullo sin florecer aún. A un lado podía leerse la siguiente inscripción:

"Parcela del Señor de l** C****h**.
Mientras duerma, por los s***** de los siglos, solo su F*** O****n** permanecerá en pie. Sea cuando vuelva, regrese y la t*****a pu****q** que recuperen, ambos, su f**m* ****i**l".

Me quité las gafas de sol y las llevé a mi cabeza para leer con más atención la inscripción en la placa. Fruncí el ceño en confusión.

—¿Huh?—murmuré. Las letras estaban borrosas y algunas eran ilegibles por el paso del tiempo. Traté aún así de hacer un esfuerzo por descrifrarlas— ... Mientras duerma, por los siglos de los ¿siglos? solo su flor... permanecerá en pie. Que recuperen, ambos, su forma original...

No entendía nada.

>>¿Dónde está Hubert cuando se le necesita?—rezongué. Me incorporé y busqué los ojos de White—. ¿Qué opinas?

 

Liza White

Enarqué una ceja y me giré hacia ella al escuchar el breve intercambio con su Pokédex. ¿Su destino iban a ser los monumentos ahora? Hubiese apreciado algo más el detalle de no ser porque habíamos entrado en el centro comercial hacía poco más de quince minutos. Colocando los brazos en jarra detuve la marcha mientras me pedía que la siguiese como si nada.

Suspiré.

—La próxima vez que pasemos un día juntas recuérdame hacer un itinerario antes, ¿quieres?


***

Para ser una ciudad tan innovadora y cosmopolita conservaba bastante bien sus raíces en el tiempo. Dex nos señaló los lugares de interés por excelencia y ambas parecimos pensar en lo mismo: los Jardines Fénix. Haberme criado alejada de las grandes urbes había desarrollado en mí una conexión especial con la naturaleza, de modo que contemplar los extensos jardines, la fragancia de sus flores y sus vivos colores influyó considerablemente en mi estado de ánimo. Me permití tomar una amplia bocanada de aire mientras paseaba; casi se sintió como si hubiese estado sumergida en agua durante mucho tiempo.

Siempre era tan refrescante.

—¿Hm?

Aparté la mirada de la lente al escuchar la voz de Mimi. Los Rookidee que intentaba fotografiar sobre la estatua humanoide y amorfa emprendieron el vuelo y giré mi cuerpo en su dirección. Se había acuclillado sobre una curiosa parcela y parecía leer con extrañeza la placa que descansaba a un lado de la misma. Curiosa me acerqué. La inscripción había sido corrompida con el transcurso del tiempo, pero las flores marchitas, el extraño brote que descansaba entre ellas y los huecos vacíos me dieron la información que necesitaba.

—Es la parcela dedicada a Calyrex, el Señor de las Cosechas —le aclaré, y señalé la flor verde frente a nosotras—. Y ese brote abombado de allí es su "corona". Es todo cuanto queda de él después de que abandonara Gérie. Parecen conservarlo con la fe de que algún día regrese y recupere sus monturas, pues solo así estarán completos de nuevo.

Había estado investigando sobre el Guardián de la Naturaleza y las Cosechas en los últimos días. Lion me había mencionado acerca de su existencia y de la posibilidad de que aguardase aún en la región, esperando poner a prueba a un contendiente digno. Sonaba a todo un reto... ¿Pero no eran esos los que me apasionaban?

>>Espera, creo que allí hay algo más.

Intrigada con aquella nueva pista acerca de su paradero regresé hacia la estatua donde había estado haciendo la foto. Efectivamente, la placa hacia referencia al mismo. Leí la inscripción en alto.

"Monumento al Guardián de la Naturaleza, que hizo crecer el Parque Fénix y abandonó su hogar para cuidar de la naturaleza en Gérie. Aquí yace su figura, en su honor, y, frente a él, sus tres ayudantes:

Aquel que, ante el brillo verde, comenzó a crecer.
Aquel que, con su espada mágica, a su señor juró defender.
Aquel que, al venir del norte, a su paso la hierba empieza a emerger".

—La leyenda no decía nada de tres ayudantes —Me rasqué las raíces del cabello, reflexiva. Busqué sus ojos de nuevo—. ¿Crees que esos tres guardianes hagan referencia a los Espadachines Místicos?

 

Mimi Honda

¿Calyrex? Era la primera vez que escuchaba de un Pokémon similar. Pero White parecía bastante informada y la escuché con interés. De modo que aquella parcela del jardín estaba dedicada a él; al Señor de las Cosechas. ¿Qué tipo de Pokémon sería? Tenía cierto aire de misticismo y majestuosidad y claramente era reverenciado en la región. Me perdí en mis pensamientos hasta que oí nuevamente la voz de Liz. Se había dirigido hacia la estatua y mientras ella leía la inscripción yo observé el monumento.

Era una estatua alta, humanoide, con unos brazos extrañamente largos. No tenía rasgos de ningún tipo por lo que resultaba amorfa y frente a ella se encontraban tres plataformas pequeñas y vacías, como si se tratase de alguna especie de altar.

—Es posible—respondí entonces, pensativa. Y me llevé la mano al mentón—. Los dos primeros versos parecen hacer referencia a Virizion y Cobalion. Pero ese último... "Aquel que, al venir del norte, a su paso la hierba empieza a emerger"... no me cuadra con Terrakion. ¿O quizás sea a la inversa?

Me parecía extraño en cualquier caso. ¿Qué pintaban Pokémon venerados en Teselia en Gérie? Aún más, ¿qué pintaban en Ciudad Libertad, tan patriótica como parecía ser? Si el Guardián de la naturaleza había tenido realmente ayudantes, lo lógico era pensar que se tratasen de Pokémon regionales.

—Quizás haya más pistas allí.

Y así caminé hasta la placa de metal en el centro del parque. Esperaba encontrar más textos crípticos pero todo lo que hallé fue un gran espacio en blanco, como si esperase ser inscrita con algo. Solo había un único nombre, aquel que iba a ser en un principio el campeón de Gérie.

"Finn".

—Es una placa de la fama, al parecer—le comenté a mi acompañante tras una breve inspección—. Aquí grabarán el nombre del campeón de la Liga para la posteridad...

Me llevé la mano a la cadera y le dirigí a Liza una sonrisa desafiante y orgullosa. No estaba particularmente interesada en ganar el título de campeona pero que mi nombre quedara grabado para siempre en un lugar tan bonito no sonaba nada mal.

>>¿Imaginas mi nombre aquí?

 

Liza White

Me hacía ilusión pensar que una parte de mi región pudiese estar conectada con Gérie, pero el último verso no encajaba. Incluso podría relacionar a Keldeo con el segundo, pero las cuentas seguirían sin salir. Mientras Mimi se acercaba al centro del parque saqué un pequeño cuaderno de mi mochila y tomé notas rápidas, que usaría más tarde. El resto de ellas rezaban las indicaciones de mi patrocinador y de todo cuanto encontré en los libros: el Rey solo se dejaría ver en un lugar regio y antiguo, dedicado precisamente a reyes y reinas. El Castillo Libertad... Era demasiada coincidencia.

Alcé la mirada de mis anotaciones, pensativa. Para lograr que apareciese debía demostrar mi fuerza, mi valor y mi estrategia. No parecía casualidad tampoco que se repitiese el número tres. Tres guardianes, tres cualidades, tres estatuas. Quizás aquella visita turística podía ayudarme más de lo que pensaba.

Al acercarme a la placa escuché las palabras de la chica. El título de Campeón quedaba tan cerca, casi podía rozarlo con los dedos... Y sin embargo ya no sentía esa misma pasión por obtenerlo como antes. Quizás iba siendo hora de plantearse nuevas metas. Pero daríamos todo de nosotros para despedirnos en lo más alto.

"¿Imaginas mi nombre aquí?"

—Debajo del mío, quizás —respondí, reflejando su sonrisa con toda la naturalidad del mundo. Más allá de rivales éramos amigas, pero era inevitable que nuestra competitividad saliese a flote en determinadas ocasiones. Esta era una de ellas—. Supongo que solo hay una forma de averiguarlo, ¿cierto?

En el campo de batalla.

Enfrentarnos en la Liga sonaba a un buen broche de oro para nuestro viaje por la región. Y si bien en aquel instante casi parecían saltar chispas entre nosotras, la sonrisa desafiante desapareció de mi rostro al notar un puesto de helados artesanales no muy lejos de nosotras. Casi parecí atraída como un Combee a la miel. Teniendo en cuenta la afluencia turística de aquel lugar era un buen sitio para montar un negocio.

>>¡Ah, helados! —exclamé, y el torneo desapareció de mi mente por completo. No por nada eran una de mis debilidades. Mientras me acercaba al puesto giré el rostro en su dirección, hurgando en los bolsillos de mi pantalón—. ¿Vas a querer uno también, Mims?

 

Mimi Honda

Se me escapó una risa sin gracia por la nariz. Ah, ¿con que esas teníamos? Aunque éramos amigas también éramos rivales y era evidente que tarde o temprano las chispas saltaran.

—Eso lo veremos White.

Ojalá pudiéramos enfrentarnos en la Liga. Los rivales eran seleccionados al azar y con nuestra suerte probablemente no nos veríamos las caras. Tal vez en rondas posteriores. Y aunque no estaba particularmente interesada en ganar estaba dispuesta a que diésemos una batalla memorable. Se lo debía a mi equipo, a mis fans y a mí misma. No importaba quien se pusiera delante.

Fuera como fuere el momento de tensión no duró demasiado. La sonrisa de desafío desapareció de sus labios cuando vio un... ¿puesto de helados artesanales? La situación me tomó con la guarda baja y por unos segundos los engranajes de mi cerebro no lograron funcionar. Hasta que entonces sonreí para mí misma. Ya no era esa sonrisa soberbia ni socarrona, era una de circunstancias. Enternecida incluso.

—Pareces una niña—comenté con un suspiro condescendiente y le di un toque en la nariz con el índice—. Pero está bien, ya que insistes no tengo razones para negarme. No obstante...

Tomé mi tarjeta de crédito.

>>Lo pagaré yo.

Y sin darle tiempo a réplicas compré un cono de baya Latano y Frambu.

***

Después de eso tomamos asiento en uno de los bancos de mármol del parque, a la sombra de los árboles. En una pequeña plaza con una fuente en su centro. El aire llevaba consigo el aroma fresco de las flores y era relajante y agradable.

—Bueno, cuéntame...—empecé a hablar, dándole una probada al helado. Tenía cierto toque ácido que no molestaba para nada con el sabor suave y dulce de la baya Latano—. ¿Qué tal con Nikolah?

Oh sí, había sido totalmente a propósito.