Ciudad Central Naosuke

Tema en 'Zonas' iniciado por Hygge, 2 Agosto 2017.

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    Hygge

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    Tercera y Séptimo caminaban hacia el centro comercial más cercano, sumidos en un silencio sepulcral que les heló la sangre. Al mirar hacia los edificios, todas las ventanas se encontraban cerradas a cal y canto, y podían sentir las miradas atemorizadas que se escondían tras ellas. Así había sido durante todo el juego de supervivencia, sin embargo esta vez... Se sentía distinto. Ya no parecía haber peligro en las calles desde hacía varias horas, y no parecía que fuese a haberla en kilómetros a la redonda.

    Séptimo fue el que procuró que no volviesen a desviar su atención y continuaron caminando. Fue ahí cuando Tercera notó algo extraño en uno de los edificios que se encontraba a su lado, donde comenzaba a surgir una suave brisa que fue aumentando su intensidad por segundos. Poco a poco, como si de una brecha negra proviniese, una esfera repleta de la más profunda oscuridad comenzó a surgir y a crecer, agrietando las paredes del lugar en el que se encontraba y arrasando todo a su paso como un agujero negro. Pronto, las esferas aparecieron con mayor abundancia, y con ello, iniciaron la destrucción de todo lo que encontraban a su paso. Los gritos de los ciudadanos, alertados por semejante amenaza, no se hicieron de esperar. Sin embargo, los jugadores no tenían tiempo para salvar vidas, ese no era su trabajo.

    Cuarto, quien caminaba por el frondoso bosque que rodeaba la zona de parques, notó cómo los animales comenzaban a inquietarse a su alrededor. Se dice que los animales son los primeros en detectar los desastres naturales, y el niño lo sabía bien. Las aves abandonaron agitadas los árboles y desaparecieron en el cielo, el cual había comenzado a teñirse de tonalidades rojizas que no auguraban nada bueno. Pronto, Cuarto también vislumbró aquellas enormes esferas negras que aparecieron en diferentes puntos del lugar, allá donde alcanzaba su vista. Los árboles, la madera de los parques y todos los objetos de su alrededor fueron absorbidos y destruidos, generando un fuerte viento que mecía sus cabellos y ropas. ¿Qué demonios estaba pasando?

    El techo que cubría el refugio de Décimo sufrió la aparición de otra de aquellas amenazas. El hombre pudo contemplar cómo surgía una esfera extraña que crecía en demasía hasta resquebrajar el techo que se encontraba sobre su cabeza, y todo a su alrededor empezaba a ser dirigido hacia su interior. Al menos, se abrió un boquete lo suficientemente grande como para permitir que el hombre se pusiese a salvo por el momento de aquella nueva enemiga. Sin embargo, palideció al contemplar cómo en el exterior, el caos había sumido a la ciudad. Las personas corrían, gritaban y se lamentaban del daño que miles de aquellas esferas provocaban a su alrededor.

    El ingenio de Octavo permitió ingeniárselas para abrir, mediante un sencillo mecanismo de palanca, las puertas que le impedían el acceso hacia la estación de trenes. El lugar se encontraba desierto, como esperaba, a diferencia de una sombra que parecía pulular a lo lejos, golpeando una máquina expendedora con notoria rabia. El hombre no pareció dudar en querer acercarse, y no le fue difícil sospechar que aquella mujer que veía era una de las jugadoras del aspirante a Dios. Sin embargo, en el instante en el que sus labios pronunciaron las palabras que captaron la atención de la mujer, todo el lugar se resintió ante la aparición de otra de aquellas esferas gigantescas cargadas de oscuridad. Todo a su alrededor comenzó a ser absorbido, y no parecía que el lugar continuase siendo un lugar estable por mucho tiempo.

    Las voces de los ciudadanos hacían eco en sus cabezas:

    "El fin del mundo había llegado".

    Por desgracia, ellos mismos sabían que aquello iba mucho más lejos. No era el fin de su insignificante mundo, sino el fin del tiempo y el espacio tal y como lo conocían. La cuenta atrás estaba llegando a su fin, y ya no había vuelta atrás.

    Deus lo sabía.

    Postrado en su trono, sin fuerzas para erguirse de nuevo, observó con angustia cómo trozos de su cuerpo se desvanecían frente a sus ojos, desapareciendo en el acto. Con la mirada trató de buscar a su fiel ayudante, desesperado por recibir la ayuda suficiente como para asegurar que, en efecto, conseguirían al nuevo dios antes de que todo fuera demasiado tarde.

    Pero Murumuru ya no estaba allí.

    Una sombra negra observaba a cada uno de los jugadores desde lo alto de un edificio, su capa meciéndose al son del viento. El destello rojizo de sus ojos parecía mostrar una gran diversión. Aquella imagen de la pequeña niña que había mostrado hasta ahora se desvaneció hasta dar paso a su verdadera naturaleza. Todo había salido a la perfección, y si los cálculos no le fallaban, quedaba al menos un par de días para la muerte del dios.

    Se relamió los labios, alimentándose del miedo en los ojos de la gente, y sonrió, poniéndose en pie.

    —Ya es hora de darle un fin a este juego —sentenció, su voz carente de emociones—. Hasta ahora me he encargado de controlarles lo suficiente hasta encaminarles hacia donde yo quería. Lo mejor es que continúen creyendo que uno de ellos será el ganador del juego.

    Con un chasquido de sus dedos, teletransportó a cada uno de los supervivientes fuera de aquella ciudad en destrucción, dirigiéndoles hacia una de las realidades creadas por ella misma para asegurar el campo de batalla.

    >>Así será más fácil acabar con todos.


    El rol continuará en la Dead End Zone...


    Damos por finalizada la fase de eliminación de jugadores, adentrándonos en el entorno de la batalla final del rol que crearé enseguida. No os preocupéis porque conservaréis lo que conseguisteis hasta ahora (si Décimo tenía un refugio, aparecerá en una zona segura. Si Octavo llegó con Sexta, aparecerán juntos...). Nekita Lucas Diamond Fabian Juanjomaster Amane
     
    Última edición: 4 Julio 2018
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