Mimi Honda Es curioso, cuando más tratan de calmarte más enervada te sientes... Decidí dar por zanjada aquella discusión, esperando que Rojo se diera cuenta por sí mismo de que su presencia me estaba enfadando por momentos. Suspiré profundamente, conté hasta diez, y me alejé de allí, sin dar más explicaciones. ¡No quería seguir discutiendo, las señoritas no perdían los nervios por cosas así! ¡Era esa ciudad y esa región, me estaba haciendo perder mi altivez característica! Fue entonces cuando noté un suave golpecito en el hombro, y me di la vuelta. No era otra que Liza, aquella chica que se había preocupado por mí antes y que yo había arrastrado tan rudamente hasta aquí. —Mimi voy a ir a dar una vuelta por la ciudad, si necesitas cualquier cosa búscame por la zona. De todas formas luego en la noche nos vemos por el Centro Pokémon, yo también alquilaré una habitación. —me comentó con amabilidad y una sonrisa —Y las habitaciones del centro no están nada mal, te lo digo por experiencia. ¡Nos vemos luego! —¡Oye, espera...!—antes de poder siquiera articular estas palabras, ella se había ido.
—Ya veo...—comenté mirando al Phanpy volver con su dueño, cuando escuché a Blaziken saludarme. Levanté la mirada pero en eso me topé frente a Froslass, quien me extendía una de sus extremidades hacia mi con gesto de diva, y una pequeña gota de sudor me salió en la cabeza. ¿De verdad estaba sucediendo aquello? Quería que...¡ugh! Comportamientos así de verdad que no los soportaba, pero me mantuve tranquila por fuera, como siempre, y extendí mi mano para estrechar la suya ahora con un gesto burlesco en mi rostro. —Encantada de verte de nuevo, Froslass. —bromeé con una sonrisa. —Me alegra ver que sigues como siempre.
Froslass retiró su mano ofendida. Miró a Liza de pies a cabeza y, con indignación, levitó hasta estar detrás de mí. —Disculpa a la "señorita", ya sabes que sus modos no son los mejores... Froslass volteó su cabeza burscamente junto con un "¡Hmph!", pero de inmediatio salió la maternal Togekiss de su pokébola y le dio un sermón muuuy largo (que a decir verdad, hasta a mí me daba un poco de pereza escuchar). —¿Y cómo has estado, Liza? —pregunté, tratando de cambiar de tema para salir de ese "frío bochorno" rápidamente.
Reí por lo bajini al ver a Froslass levitar bastante ofendida detrás de Steve, y una vez recuperé la compostura negué con la cabeza a modo de un "no tiene importancia", llevando mis manos tras la espalda y entrelazando los dedos unos con otros —He estado bastante bien, ¿y tú, Steve?
—¡Bastante bien! He huído de protestantes con ideales confusos, y he comido queso y jamon sobre una deliciosa masa de pan... ya sabes de lo que hablo. Mientras tanto, Togekiss regañaba a la caprichosa Froslass pero ésta se miraba las manos con aburrimiento, tratando de ignorar todo sermón posible. Ante eso, Togekiss le dio un leve golpe en la mano, logrando hacer que la diva de hielo la mirara a la cara, no muy feliz, claro. Y entonces, comenzó una mini-pelea que incluyó lanzamientos respectivos de Viento Féerico y Canto Helado —A veces Froslass es como una niña que conocí en un evento que invitaron a papá hace unos años... —dije llevándome la mano a la cara a modo de "Facepalm". Blaziken por su parte, decidió separar a la maternal y a la diva con una pequeña ráfaga de fuego. —¡Bien, Blaziken! —exclamé. Me dispuse a lanzarle dos Pokélitos a mi fiel inicial, pero éste sólo recibió uno... porque el otro desapareció en el camino *Cof Cof Phanpy Cof Cof*
—Me alegra saber es...espera, ¿qué? —me detuve al escucharlo, mirándolo entre confusa y curiosa. —¿Has huído de protestantes y comido Pizza? Jo, qué buena vida, comparado con eso mi día a día es un aburrimiento. En eso observé la repentina pelea entre Froslass y Togekiss girándome de repente, y como Blaziken ayudó a solucionarlo al instante. No pude evitar reir mientras los miraba a todos; este sí que era un grupito peculiar. —Vaya, pues a mi me recuerda un poco a una chica que acabo de conocer. —respondí mirando a Froslass y recordando el suceso de hace un rato con Mimi. Pero en realidad pese a eso la chica me había caído bastante bien.
—¿Te imaginas la chica de la qué estamos hablando es la misma? —dije, seguido de una corta risa. Sé que el mundo es un pañuelo, pero nuuuuuuuuuuuunca tan pequeño... ¿o sí?
—Demasiada.... —susurré. Luego de eso, miré de un lado a otro un poco incómodo... no se me ocurría que decir. ¡Rayos! Era feo cuando uno se quedaba sin tema de conversación.
Me agaché justo al lado del pequeño Phanpy mientras le veía comer un Pokélito tranquilamente, y puse mis dos manos sobre mis rodillas a la vez que éste me miraba y yo le sonreía. —Oye Steve, ¿alguna vez has pensado en evolucionar a Phanpy? —le pregunté alzando la cabeza para verle desde mi posición. —Debe ser verdaderamente fuerte siendo un Donphan.
—Sí, lo he pensado —afirmé—. Pero aún no ha llegado el momento, pero tanto yo como Phanpy estamos entusiasmados con la idea. Phanpy sonrió ante lo dicho mientras terminaba de comer el pequeño pastel.
Era un hecho que Rojo había prometido a Mimi pagarle la estadía en un hotel, algo que no carecía de lógica si uno rememoraba la cantidad de bolsas que la chica llevaba consigo en el centro comercial (que, por cierto, ¿dónde las había dejado, si supuestamente no tenía lugar para hospedarse?): por mucho dinero que trajera consigo, en algún momento su cartera contendría sólo un triste vacío de miseria. Pero lejos de arreglar el hecho de haber querido marcharse sin cumplir lo pactado, Rojo sólo contribuyó a la furia desmedida de Mimi cuando dejó en sus manos unas monedas. Serperior, Plusle y yo permanecimos impasibles y calmados ante la fuerza de su mal carácter, escuchando en silencio todas las palabras que la joven dirigía a Rojo, mientras que Maractus musicalizaba el momento de ira. Al parecer aquello intimidó un poco a Liza, porque tras dirigir unas amables palabras, se retiró del lugar sin llegar a escuchar el llamado de Mimi. Y tras eso, ésta también se alejó, sin decir más. El sol seguía cayendo. Las maracas sonaban suavemente… Crucé miradas con mis pokémon (y el de Brendan), y yo me encogí de hombros, sonriendo. Tomamos la resolución de irnos a cenar al Centro Pokémon; nos marchamos tras despedirnos de Rojo.
Me despedí del chico para finalmente irme a un hospital y entrar -Vale, espero que no sea malo... -entré y esperé a un doctor-
Tomamos una cena liviana antes de alquilar una habitación en el Centro Pokémon. En esos momentos revisaba las anotaciones de mi vieja libreta (en desuso porque había llenado todas sus páginas), pues pensaba aprovechar el momento para capturar otro pokémon, uno que se solía ver en mi región. Plusle y Maractus se inclinaron para espiar la página en la me había detenido, para encontrarse con el dibujo de un pokémon de pequeñas alas y prominente nariz. —¿Plusle? —Es un pokémon que, al menos en Galeia, no se encuentra en el mundo real —les expliqué a mis pokémon, hasta Serperior se había interesado—. Tengo recuerdos muy vagos de haberlo visto en los alrededores de Ciudad Luminalia. Si logramos comprendernos, será muy útil a nuestro equipo. A Plusle y Maractus les pareció una buena idea ya que sonrieron alegremente mientras me decían muchas cosas al mismo tiempo. Serperior se mantuvo, esta vez, al margen. Pagué la comida para después solicitar una llave en la recepción. Con su típica sonrisa, la enfermera Joy me extendió una plateada. *** La mullida cama me esperaba para un merecido descanso, pero Maractus no tardó en llenar de espinas el acolchado cuando se puso a saltar sobre ella, ante la invitación de Plusle. Serperior frunció el ceño ante la escena y me pareció que tenía ganas de regañarlos. Pero como aquello le iba otorgar más aspecto de niñera que de príncipe, desistió. Así que mi inicial y yo nos limitamos a esperar que el cactus el tipo eléctrico cayeran dormidos, fulminados por el desgaste de energía. No tardaron más de quince minutos. Acomodé a Maractus sobre una almohada y Plusle en otra. Retiré el acolchado atestado de espinas, dejándolo prolojamente doblado en un extremo de la habitación. Me recosté en la cama, mientras Serperior se dedicada a mirar por la ventana (¿Alguna vez dormía? Nunca lo he visto en tal situación). Caí dormido al instante. La pulsera rodeaba mi muñeca.
Tras pasadas unas eternas horas finalmente dí con lo que tenía, solo era una gripe común y corriente, pero que se agravó por no haber descansado -Necesito dormir....
Desperté, aunque me pareció que no habían pasado más de dos horas desde que cerré los ojos. No obstante, el pequeño descanso me había sabido reparador. Entonces noté la presencia de Gardevoir en el centro de la habitación. Me dirigió su sonrisa bondadosa al tiempo que acercaba a mí, sosteniéndola con las dos manos, una pokébola. —Gracias —dije, recibiendo el esférico—. Bienvenida al mundo real, Spritzee. La luz roja iluminó nuestra instancia y se materializó en el aire el pokémon de Kalos, dando un gritito de alegría y exclamando obnubilada ante las cosas que su nuevo mundo le enseñaba. Se maravilló con las suaves sábanas, con la lámpara del techo, con el sillón, con mis libros, con Plusle, con las paredes, con Maractus, con Serperior. Todo cuanto veía era nuevo para ella. Y debía parecerle hermoso, porque comenzó a revolotear feliz a lo largo y ancho de cuarto. Spritzee notó el árbol que danzaba con el viento, al otro lado de nuestra ventana. Nuevamente maravillada, voló hasta allí, pero chocó su nariz contra el vidrio, lo que le provocó algo de dolor.
Mimi Honda El cielo había comenzado a oscurecer, tachonando la bóveda celeste de pequeñas estrellas bajas que se desperdigaban por doquier, sin aparente orden ni concierto. La luna, ya visible, presidía con elegancia la estampa nocturna. Soplaba una fresca brisa, que mecía mis cabellos al ritmo de mis pasos. Me había perdido. Nunca lo reconocería en voz alta, pero no tenía la más mínima idea de donde estaba. ¡Y Liza se había ido sin esperarme! ¡Así, sin más! ¡Sin dejarme decir nada! ¿Sería posible...? ¿Qué clase de educación le habían dado a esa chica? Farfullaba entre dientes mientras Moo caminaba a mi lado con cierta pesadez, cansado, y soltando algún que otro pequeño bostezo de vez en cuando. A pesar de estar tan exhausto, seguía siendo irresistiblemente adorable. ¿Cambiaría mucho cuando fuese un Dewott o un Samurott? Hmm... nunca había pensado en eso... Pero entonces, fue el propio Moo el que me sacó de mis pensamientos cuando lanzó su particular grito al aire y señaló con decisión al fondo de la calle. Me detuve. ¡Allí estaba! Bueno, estaban, en plural. Eran dos personas, una chica que reconocí, aunque no la conocía de mucho—o de nada, en realidad— y otro chico en el que en un principio no reparé... pero creí haber visto antes... —¡Liza!—grité, corriendo hasta allí—. ¿Se puedes saber por qué te has ido así como así? ¡No recuerdo dónde está el Centro Pokémon!—no esperé una respuesta, pues me detuve, y me volví de súbito hacia el chico presente. Ese cabello castaño y esos ojos... me sonaba muchísimo esa cara... ¿pero... de qué? ¿Un empleado de mi padre, tal vez? ¡Que digo, si no parecía mucho mayor que yo! Parpadeé lentamente, anonada y confusa—... ¿Te conozco? —fue todo lo que alcancé a decir.
Spritzee miraba sorprendida la superficie transparente que le impedía el paso hacia el exterior; obviamente, aquello también la fascinó, a juzgar por la entusiasta exclamación que profirió. Serperior, viendo que su paz de contemplador había sido interrumpida, regresó a mi lado. A todo esto, sentí el sonido de las maracas y el de un largo bostezo acompañado por chispazos eléctricos. Pensé que Maractus y Plusle habían despertado, pero solo comprobé que estaban moviéndose en sueños. Cresselia salió de su pokébola una vez más. Me saludó con mucho cariño y procedió a acompañar a los dormilones, para que sus sueños fueran más placenteros si cabían. El Hada Soñadora la imitó: se sentó en la cama y tomó a Plusle en sus brazos. Ciertamente, una imagen enternecedora. Mientras tanto, Spritzee seguía luchando contra el vidrio, un tanto irritada por no poder alcanzar el árbol. Me sonreí: supuse que no le llevaría demasiado tiempo acostumbrarse a este mundo. Me levanté de la cama. —Ahora puedes salir —le dije al tipo hada abriendo la ventana. Spritezee revoloteó agradecida alrededor mío y salió al exterior. Se desplazó feliz por el aire, entre las ramas de los árboles, sobre el césped del patio iluminado por la luz lunar, admirando las luces de los faroles callejeros... Hasta que llegó un momento en que se perdió de vista. —¿Spritzee? —llamé. Pero no hubo respuesta...
Contenido oculto El nuevo mundo le parecía asombroso y tan bello como el Hada Soñadora lo había descrito. Dejándose llevar por la suave brisa que hacía susurrar a las hojas de los árboles, Spritzee admiraba la forma de los edificios de Ciudad Barniz, las intensas luces que iluminaban los adoquines de las calles, miraba las vidrieras de las tiendas sin saber exactamente qué era lo que exponían, pero pensando que todo cuanto veía dentro de ellas era bonito. Sentía los murmullos, las risas humanas, palabras de amor de parejas que sentadas en las banquetas de las plazas. Un largo y precioso etcétera. ¿Cómo era que su entrenador llamaba a este sitio? ¿El mundo real? ¿Galeia? Siendo que aquí vivían los que estaban despiertos, ¿por qué no llamarlo el Claro de la Vigilia? Spritzee reía ante todo lo que descubría, encantada. Sin embargo, se alejó sin darse cuenta de la curiosa construcción donde vivía su nuevo entrenador, hasta que se perdió en aquel inmenso bosque de piedra. Pero estaba muy distraída como para preocuparse, y siguió de largo. Sintió entonces que, desde un punto no muy alejado de donde se encontraba ella, alguien gritaba. Giró y vio una brillante cascada de oro sacudida por la brisa. La visión llamó poderosamente la atención de Spritzee, quien de pronto sintió que quería tocar la cascada dorada. Voló suavemente hasta alcanzarla. Posó su piececitos sobre esas hebras de oro. Eran suaves, muy brillantes, de aroma perfumado. El último detalle encantó al pokémon hada, que comenzó a jugar con esas hebras, sin reparar en que se trataba del cabello de una persona: Mimi
Mimi Honda Y, antes de que el chico pudiese contestar, algo me distrajo. Algo que me detuvo en seco, como si mi cerebro acabase de desconectarse. Un pequeño peso sobre mi cabeza, un peso que olía como uno de mis más caros perfumes, pero un peso que, desde luego, no debía estar allí. Fruncí ligeramente el ceño, y levanté la vista. Un extraño ser rosado de enormes ojos y prominente nariz me observaba con lo que parecía ser genuina e innata curiosidad. ¿Pero qué...? —¡Kyaaaah!—chillé, dejando escapar todo el aire contenido en mis pulmones, con los ojos cerrados fuertemente y haciendo aspavientos histéricos y erráticos con los brazos—. ¡Por el amor de Arceus! ¡Quitármelo, quitármelo! ¿Qué es esa cosa? ¡Que horror! Moo corría de un lado a otro, asustado, tal vez por mis gritos, sin saber muy bien que hacer.