Cerré ojos deseando que lo que acababa de pasar no hubiera pasado, pero al mirar, estaba equivocada. --¿Se quiere matar?
En poco volví a entrar por la ventana y junto a mi una pequeña luz roja. — Gracias, Skarmory.— Reí.— Gracias por preocuparse— Me burlé.
Le saqué la lengua, y decidí recostarme en la cama con las manos tras la cabeza. --No veo la razón por la qué preocuparse.
— Lo que digas, iré afuera.— Reí mientras salía de la habitación dejando la puerta cerrada para luego salir del centro pokémon.
Di un suspiro. --Hijo del demonio... Espeon me miró extrañado, pero luego supo de lo que hablaba. --Creo que podremos pasar la mañana tranquilamente-- dije mientras me ponía en pie para coger mis gafas, guantes y cinturón
Comencé a caminar por la ciudad hasta que recordé algo, necesitaba unos pocos puntos, pero con el cinturón en el cuarto no quedaba opción...a correr. Directamente me dirigí al Gran Desierto.
Como sabía que para la noche quedaba rato, decidí ir a por Charizard, el cual estaba todavía abajo, y para mi suerte custodiando el huevo, felicité al reptil por su trabajo, lo devolví a su ball, y pasé yo a continuar con su labor. Cargué el huevo pokémon, y subí de nuevo al cuarto, donde cerré la puerta y volví a acostarme en la cama, no sin antes dejar el huevo al lado de Espeon, justo en el suelo. --A ver que sale de él... Miré al techo con aburrimiento, pero en seguida, fui quedándome dormida. Algo me dice que no voy a pegar ojo por la noche...
— Aunque...— Me dije a mi mismo empezando a correr al centro pokémon. *** —¡DES!— Grité al estar frente de la puerta golpeándola-- ¡ABRE! ¡UN HYPNO!
Un gritó me despertó sobresaltándome. --¿Qué?-- pregunté, pero al escuchar lo último me asusté --¡Ni de coña! ¡Si está fuera no abro!
— Es broma, pero ¿puedes abrirme?— Le pregunté con una pequeña sonrisa aguantando la risa, menos mal no me veía.
--¿¡Una broma!?-- pregunté cambiando repentinamente mi humor, pero decidí calmarme y respirar hondo. Me acerqué la puerta, y la abrí sólo por esta vez --No me gustan esas bromas...-- le dije un tanto enfadada
— Sí, sí. Mas tarde lo hablamos..— Le dije pasando de ella y tomando mi bolso junto al cinturón sacando a Skarmory y saltando a el desde el marco de la ventana.— Nos vemos, tengo algo que hacer por ahora.— Le hablé empezando a volar con agilidad el viento.
Cerré la puerta de un golpe, y volví a la cama de nuevo. --Será... Decidí no pensar en ello. Cerré los ojos, y volví a dormirme, pero me percaté de algo... Me levanté, y decidí irme a otro sitio. Al salir a la calle, saqué a Noivern y volé a otro lado.
Me encontraba totalmente tranquilo, bebiendo otro jugo de mora, feliz de la vida... Que bebida más excelente: Saludable y deliciosa. De repente, alguien se me pasó por la cabeza... se trataba de un buen amigo del que no había tenido noticias desde hace mucho. Rápidamente, revisé mi lista de contactos del Holomisor, y al encontrar su nombre, decidí llamarlo al instante. —¡Ojalá conteste! —exclamé—. Hace mil años que no sé nada de Ukita.
Desde Ciudad Acrílica... Algo llamó mi atención, era mi videomisor. —¿Cómo se usaba esta cosa?—dije mientras buscaba como contestar, al final lo logré, pero miren quien era... ¡El Gran Ste!—¡Ste!
La llamada fue recibida... ¡Y ahí apareció el holograma del perdido y fugitivo chico! —¡Que milagro, pequeño ingrato! —exclamé riendo—. ¿Dónde y cómo has estado?
—¡Ste!—repetí, feliz de ver y escuchar después de tanto a mi viejo amigo.—Pues, pues, pues, yo, yo, bastante bien sí, tú sabes, necesitaba entrena un poco, cosas de hombres y y estar alejado de todo.—Seguro Ste habría estado entrenando mucho, no quería quedar como un flojo, aunque realmente había entrenado... Quizás exageraba un poco.—¿Y tú amigo, dónde estas? ¡Que voy volando!
—¡Ciudad Barniz, señor! —exclamé. ¡Ahhh! Era genial volver a hablar con aquellos buenos amigos. A pesar del tiempo que había pasado, Ukita seguía igual de alegre e hiperactivo como siempre, lo cual me agradaba bastante.
Busqué con la mirada a Steve, ahí estaba, su gorra roja llamaba mucho la atención desde las alturas. —¡Heeey Ste, por aquí!—grité, mientras Natu me bajaba.