Ciudad Azafrán

Kaoru

Uno no se despertaba cada mañana pensando en que el mundo iba a irse a la mierda, eso seguro, al menos no de la forma tan específica en que se había ido al carajo hoy. Habíamos hecho planes la madrugada anterior, me habían reportado los avances y les había dado instrucciones, pero nunca en mi puta vida se me hubiese ocurrido darles órdenes a seguir en un escenario como este.

Donde nuestro imperio quedaba reducido a cenizas en un parpadeo.

Me había tomado años reformar Azafrán, quería decir, a las bestias de sombras que nos movíamos aquí bajo las narices de la gente normal. Nuevas incorporaciones, expulsiones, encontronazos por mantener el territorio seguro. Un montón de mierdas que había aprendido a hacer desde muy joven, controlador como había sido siempre. Mi trabajo había sido tan cuidadoso que seguía pretendiendo que tenía una vida normal, padres y una hermana que no se enteraban en lo más mínimo de mis trapos sucios.

Todo para volver la cruz de Kanto mi jodido palacio.

Que me llamaran loco, pero sentí algo en el aire, fue una cosa de lo más rara. Fue tensión, fue un silencio de muerte venido de ninguna parte y que fue roto segundos después por un grito, al que le siguieron muchos más. Todas las alarmas se me encendieron y lo mismo pasó con Kemuri, que había caminado a mi lado hasta entonces, acercándonos a la salida norte de Azafrán.

Más temprano que tarde acabé rodeado, el shock inicial me impidió distinguir el estado de las personas, pero Kemuri reaccionó a tiempo arrojando un lanzallamas que me abrió un hueco para echar a correr como un descosido. Esta era mi gente, eran los amigos de mis padres, de mi hermana, eran los familiares de algunos de los niños que casi había criado como mis hermanos en Mako. Tenía que salvar mi propia vida porque la de ellos ya estaba perdida, pero justo ahora no podía procesarlo.

En el camino casi me llevé alguien en banda, retrocedí y solo cosa de un segundo después reconocí su rostro. Lo pesqué del brazo para ponerlo a correr frente a mí, todo para que mi Ninetales siguiera abriéndonos el camino, y fue así que logramos llegar a una casa ya vacía y encerrarnos allí. Sin embargo, estaba claro que este era apenas el principio del fin y noté, quizás demasiado tarde, la mordida que había recibido el chico y un montón de piezas encastraron de golpe. Esta parecía una puta película barata, una pesadilla creada por el mismísimo Darkrai o quién sabe qué cojones.

Pero no podía despertar, por Arceus, no podía.

Traté de sosegarlo, lo que fuese, pero la transformación era rápida y me di cuenta que la poca cordura que conservaba estaba desapareciendo, lo noté en sus ojos, en sus manos al encontrar las mías y obligarme a apuntarlo con el arma. Era el puto líder de Mako, me había encargado de organizar cientos de revueltas y encontronazos con otras pandillas por el poder en la cruz, iba siempre armado y todo el rollo, pero no había disparado a un objetivo vivo en mi maldita vida.

Porque me las daba de rey y como tal, siempre le dejaba el trabajo sucio a mis soldados.

Uno de ellos me estaba pidiendo que lo matara.​

Este chico era relativamente nuevo, no tenía todavía el mismo lazo que con los más viejos y tampoco era uno de los jefes de división, de esas bestias indómitas que usaba como títeres para mostrarle a los demás que los tenía sujetos por los huevos. No era un hermano todavía, pero estaba dentro del grupo porque pronto lo sería y en sus ojos se fundieron los de todos los demás, que ni siquiera sabía ahora si estaban vivos. Fueron los ojos cansados del bufón del grupo y el que era casi su copia en negativo, también los ojos violeta de la que era nuestra reina y el par de ojos amarillos de dos de mis cachorros más queridos. Fueron los ojos de papá leyendo un libro al desayuno, los de mi madre poniendo el arroz frente a él y los de mi hermana contándome del chico que había conocido hace unos meses, al que quería presentarme.

Supe que no podría dejar que ninguno pasara por la desgracia de volverse un cadáver viviente. Incluso si perdía la razón al tener que plantarles una bala en la frente.

Inhalé profundamente y exhalé despacio, escuchaba a Kemuri gruñendo hacia mí, hacia el convertido más bien, como ruido de fondo. Si no lo había atacado era porque sabía que estaba en medio de un debate mental y confiaba en que lo resolvería, pero estaba lista para reducir al pobre desgraciado a cenizas si yo titubeaba un solo segundo.

No lo hice.

Sujeté el cañón con firmeza, encontré los ojos del muchacho y le dediqué la sonrisa más tranquila que conseguí, fue una disculpa silenciosa, una despedida también y presioné el gatillo por fin. El sonido hizo eco en la casa vacía, silenció los gruñidos de Kemuri y me dejó con el cerebro vuelto puré. Había acabado con la vida de uno de mis muchachos, había escuchado su pedido, ¿pero a qué maldito precio?

—Cuando hablábamos de morir con honor nunca me referí a esto —murmuré, relajando el brazo izquierdo a un costado del cuerpo y con ello bajando el arma. La sonrisa que le había dedicado también se desvaneció en ese momento—. Espero que encuentres descanso, gracias por haberle servido a Mako.

 

Kaoru

Parpadeé con pesadez, sentí el silencio o lo que se le parecía, surgía de la inminencia del disparo en contraposición con el desastre que ocurría afuera. No duró demasiado, el ruido de los muertos afuera me alcanzó apenas unos segundos más tarde y sentí el frío del arma alcanzarme los huesos de las manos, recordándome que había tenido que disparar mi primera bala real en uno de los míos.

Me quedé estático en mi lugar, sentía el cerebro espeso, denso como nunca en la vida y solo volví al mundo cuando sentí el hocico de Kemuri golpetearme la mano libre. Bajé la vista, la acaricié con aire distraído y algo se me enredó en el pecho al recordar que papá la había traído para mí hace años, cuando no era más que una Vulpix. Shio la había mimado como si fuese un bebé desde entonces.

Sus colas se agitaron, me recordaron a un fuego fatuo, y sus ojos rojizos se desviaron al cuerpo de mi compañero. Entendí el mensaje, era una cosa de mera supervivencia, era lo que quedaba si quería siquiera pretender salir de aquí. Me ajusté el arma en el cinturón, bien consciente de que ahora tenía una munición menos, y me acuclillé junto al cuerpo con intenciones de registrarlo.

Cuando quizás debía estar descompuesto en llanto en alguna esquina de esta casa.

—Kemuri —llamé a la Ninetales, sabiendo que me entendería perfectamente—. Gracias por acompañarme todos estos años, sin importar la de mierdas que anduve haciendo cuando todavía no sabía ni cambiarme los putos pañales seguramente.

Lloriqueó como si no fuese un jodido zorro capaz de quemarme hasta los huesos, sabía que le estaba hablando como si estuviera despidiéndome de ella, pero si por algo me habían reconocido mis cachorros era precisamente por esa anticipación en mis movimientos. Un genuino fin del mundo nunca había estado en mis planes, a pesar de que elaboraba cientos cada mes, por eso no me había podido anticipar a esto.

No había podido despedirme de nadie.

Contenido oculto

que se vengan esos dados de un dígito con los que he vivido durante todo SS

edit: empezando por todo lo alto wtf

 

Kaoru

El primer atisbo de pesar, culpa, tristeza o lo que fuese me alcanzó al ponerme a registrar el cuerpo. Tratéde hacerlo con el mayor tacto que me fue posible, como si me diese miedo lastimarlo, y se me humedecieron los ojos aunque no alcancé a soltar las lágrimas. Tragué grueso, traté de respirar con calma y detuve mis movimientos al encontrar la primera cosa.

Vete a saber tú por qué mierdas este chico andaba una Tabla Llama consigo, puede que pensara dársela a otro de los muchachos o directamente quisiera dármela a mí, independientemente el objeto no había llegado a su objetivo en las condiciones que se planeaba. La dejé a un lado, así seguí revisando bolsillos y di con una sola bala en el bolsillo de su chaqueta.

La giré entre mis dedos, no me la creía porque no tenía puto sentido que cargara una bala consigo así, a menos que la cosa pareciera tan maldita como los mecheros blancos. Ese rollo de que quien tenía un mechero blanco la palmaba, pero ahora era algo como que quien se quedaba con una sola munición se iba directo al más allá.

Negué suavemente con la cabeza, incrédulo, pero recargué la pistola con esa nueva bala y volví a mirar el cadáver. Unos segundos después estiré la mano y le dediqué al chico una caricia en el cabello, liviana, como si pretendiera consolarlo.

Hecho eso tomé la tabla, me incorporé y llamé a Kemuri, que se acercó con cautela. Le coloqué la tabla alrededor del cuello, aproveché para acariciarla buscando tranquilizarme y cuando me sentí un poco mejor o todo lo que pude en semejante situación, le hice una señal con la mano.

Eso bastó para ponerla en movimiento, se puso a olisquear por la casa y yo me dispuse a registrarla también. Al menos una cosa debía servirme o eso quería pensar.

 

Kaoru

Mientras registraba la casa la mente seguía dándome vueltas, el sonido del disparo, el de los cadáveres afuera, se revolvía con recuerdos inconexos de mi familia y de Mako. Escuchaba sus voces revueltas, todos diciéndome algo distinto; mi padre y Shio me decían que me mantuviese seguro, que no descuidara el estado de mi salud porque sin salud no podía hacer nada más, por otro lado Honeyguide se cagaba en todo, pero me decía que si me quedaba quieto moriría y en el fondo, muy en el fondo, la reina me mandaba a no olvidar nunca quién era, ni en el peor de los momentos.

No era solo una bestia controladora, ¿cierto?

No parecía hecho de fuego como algunos de mis cachorros o como ella.​

Pero tenía una fuerza parecida, instigadora.

En la casa no parecía haber nada que sirviera o nosotros no lo habíamos encontrado, era indiferente, el punto era que no había mucho que sacar de allí. Me quedé en la puerta de una de las habitaciones, apoyé el hombro en el marco y desde allí noté que Kemuri volvía sobre sus pasos hasta el cuerpo de mi compañero. Se sentó no muy lejos de él, cerró los ojos y sus colas se agitaron de nuevo, imitando el movimiento de un fuego fantasmal y una ilusión apareció a su lado. Era y no era la persona que pretendía traer al espacio, reconocí el cabello amarillento con su famoso undercut, los tatuajes y las pintas de motociclista.

La ilusión, la imitación de Honeyguide, se arrodilló junto al muchacho al que le había metido un tiro en la cabeza y unió las manos al frente, haciendo una plegaria antes de pegar la frente al suelo en una reverencia completa. Este tío nunca había sido muy creyente, confiaba en lo que se veía nada más, pero supe que de haber estado allí habría hecho eso. La ilusión se desvaneció al poco tiempo y me acerqué para repetir el gesto. Plegaria, reverencia completa y todo el cuento.

Debemos honrar a los muertos, Kao.

Era lo que decía mi madre siempre, mientras confeccionaba talismanes. Ni siquiera sabía dónde había aprendido a hacerlos.

Al levantarme me quedé quieto en mi lugar, sopesando mis opciones teniendo en cuenta los gimoteos que se escuchaban afuera. Empecé a dar vueltas como un Persian enjaulado en el espacio, de un lado al otro, terriblemente consciente de que debería salir tarde o temprano por recursos, así fuese una botella de agua. No podía quedarme allí y además nada me aseguraba que para la noche algo hubiese cambiado.

Tomé el arma que me había ajustado al cinturón, revisé el cañón por pura manía aún a sabiendas de que estaba lleno gracias a la bala que tenía mi muchacho en la chaqueta y miré a Kemuri con decisión. No nos quedaba de otra, si la palmábamos íbamos a palmarla resistiendo como hijos de puta. Eso también me lo había enseñado uno de los corazones de Mako, el mocoso con pelo de fuego.

—Si nos caen encima vas a tener que quemarlos hasta los huesos —le dije y ella asintió—. Ya no son las personas que conocíamos, ya no más.

No sabía si intentaba convercerla a ella o a mí mismo.

Inhalé profundamente en un intento por ordenar mi mierda, sujeté el arma con fuerza y luego de mirar el cuerpo de mi compañero una última vez supe que ese era mi empujón. Tenía que salir de allí, dejar Azafrán y moverme, moverme hasta una zona menos atiborrada, aunque lo mínimo que podía hacer era ir a revisar la tienda antes.

Aún a sabiendas de lo que podía encontrar allí.

Contenido oculto

diosito soy yo de nuevo

edit 2.0: im shooketh

 

Kaoru

Tenía su gracia que lograra salir de la casa con un sigilo digno de un puto ninja, porque solía moverme de esa forma con frecuencia. ¿No era lo que hacía al llegar a casa como si no liderara una jodida pandilla? ¿Al saludar a los vecinos como si no estuviera organizando robos en las otras ciudades que confluían en la cruz de Kanto? Hombre, es que había que estar muy loco, tenerlos huevos muy grandes o las dos juntas.

Por ahora, me había librado de la horda y con eso me pude acercar a la tienda. El olor que me recibió allí me hizo terriblemente consciente de la realidad, que seguía pareciendo sueño de fiebre, y pronto noté a la persona dentro del establecimiento, bueno, lo que quedaba de persona que era solo el cuerpo. No me quedó más que enviar a Kemuri.

—Vas a tener que ayudarme —dije aunque ya la otra estaba esperando mi orden—. Lanzallamas.


Tipo: Fuego
Nivel: 1
PV: 20/20
CA: 10 (+5)
Equipo: Tabla llama (Si un Pokémon lleva este objeto, los movimientos de tipo fuego que realice doblarán su daño)
Absorbe Fuego: Hace al poseedor inmune a los movimientos de tipo fuego, y se duplica el Daño de sus movimientos de tipo fuego al recibir un ataque de tipo fuego durante un combate. Si se reciben varios ataques de tipo fuego, solo el primero aumenta la potencia de los movimientos de tipo fuego, mientras que los posteriores simplemente serán anulados.

Contenido oculto: Movimientos

Lanzallamas: Causa daño (1d10) y tiene un 30% de probabilidades (se lanza 1d100 y si sale 70 o más lo consigue) de quemar al objetivo.
Potencia: 1d10
Precisión: +5
PP: 14/15
Tipo: Fuego

Pulso Umbrío: Causa daño (1d8) a todos los enemigos en combate y tiene una probabilidad del 30% de hacer retroceder (no actúa en su siguiente turno) al objetivo.
Potencia: 1d8
Precisión: +5
PP: 15/15
Tipo: Siniestro

Viento Aciago: Causa daño (1d6) a todos los enemigos en combate y tiene un 30% de probabilidades (se lanza 1d100 y si sale 70 o más lo consigue) de subirle al usuario 1 punto al Impacto, Daño y CA.
Potencia: 1d6
Precisión: +5
PP: 5/5
Tipo: Fantasma

Onda Ígnea: Causa daño (1d10) a todos los enemigos en combate y tiene un 30% de probabilidades (se lanza 1d100 y si sale 70 o más lo consigue) de quemar a los objetivos impactado con éxito.
Potencia: 1d10
Precisión: +0
PP: 10/10
Tipo: Fuego

 

Kaoru

El lanzallamas de Kemuri fue uno de los más potentes que le vi nunca, si éramos honestos, y eso que nunca se me había dado el rollo este de entrenador profesional y no sé qué. Pulverizó el cadáver, llenando el lugar de un olor a carne quemada bastante insoportable, y en el proceso el calor del ataque también alcanzó a reventar algunas cosas de vidrio.

Incluso cuando nos vimos libres de peligro, escuché que un gruñido bajo le surgía a la Ninetales directo de la garganta, amenazante. Quizás nunca había visto su naturaleza protectora con tanta fuerza como hoy, cuando los peligros que estábamos enfrentando eran de vida o muerte más que nunca antes.

Me acerqué a ella, le dediqué una caricia en la cabeza que buscó sacarla del modo de ataque en el que estaba metida y funcionó a medias, y le indiqué que hiciera lo mismo que en la casa. Mientras ella revisaba la tienda yo podría ver si en el cuerpo había quedado algo, aunque para eso debía haber soportado el fuego y no tenía mucha pinta.

Pero ahora no podía andarme con obviedades.

 

Kaoru

Dicho y hecho, en el cuerpo chamuscado que revisé aguantando la respiración no quedaba pero ni un cargo de conciencia. A pesar de eso, en el desastre que había hecho mi Ninetales con el lanzallamas potenciado una Ultraball rodó hasta mis pies, chocó contra mis botas y llamó mi atención. Estaba ocupada, así que la activé para ver qué pokémon estaba allí y un pajarillo azul voló por la tienda antes de posarse en mi hombro.

Si el mundo se estaba acabando al jodido parecía importarle tres mierdas, no parecía asustado ni confundido y es que quizás todavía no estuviese ni hecho a la idea de tener un entrenador como tal, a pesar de estar metido en una esfera. Estiré la mano en dirección al pokémon, recordaba haber leído un poco y si no me fallaba la memoria este era un Rookidee, de Galar; como fuese el enano intentó picarme los dedos, así que retrocedí.

—Joder con el enano, tiene carácter —dije para mí mismo.

Kemuri llamó mi atención, al parecer había tenido suerte también y me entregó varias bayas, luego una botella de agua. Era mucho más de lo que habría estimado, teniendo en cuenta que en la casa no habíamos encontrado nada, pero eso lo compensaba con creces. Ya por lo menos teníamos algunas cosas, con el estado del mundo eso era mejor que nada.

El Rookidee me soltó un picotazo en el costado de la cabeza, como para hacerme ponerle atención de nuevo, y maldije por lo bajo, sobándome el lugar donde me había picado el enano con mala hostia.

—Ya te vale, ¿no? ¿Quieres compañía? —pregunté, trinó en respuesta y yo suspiré—. Pues bien. Bienvenido al club, no sé si tenías un nombre antes, ¿qué te parece Kishi? Tienes pintas de caballero, valiente, medio terco y eso.

Repasé la tienda con la vista, buscando indicios de cualquier otra cosa, quizás quise buscar una sola pista que me dijera que mis padres habían logrado salir o lo que fuese, pero no encontré nada que me lo indicara en ese mapeo espacial. Traté de hacerle mente a dónde podía estar mi hermana, porque recordé que había dicho que iría a pasar el día a lo de una amiga y no sé qué, fuera de Azafrán, pero no fue específica.

Lo mismo de antes, no podía quedarme allí para siempre.

Me enjuagué los ojos con algo de fuerza, regresé a Kemuri a su pokéball, hice lo mismo con el recién bautizado Kishi y volví a tomar el arma. Lo pensé un rato, de verdad que lo hice, y volví a empujarme a mí mismo a dejar el resguardo de la tienda.

 

Kaoru

Para mi propia sorpresa había logrado evitar el grupo de cadáveres de nuevo, que no eran pocos. Tenía la peste pegada en la nariz, era horrible, y comenzaba a provocarme una sensación de asco constante. La sangre fresca olía diferente, no era tan repugnante y bien que lo sabía, porque no habíamos tenido demasiado reparo en derramar la sangre de otros si era necesario.

Me vi obligado a esconderme detrás de unas cajas, con eso dos de los cadáveres me pasaron cerca y contuve una arcada incluso antes de notar la realidad. Tardé unos segundos, pero los reconocí, por Arceus, los reconocí y el alma me cayó a los pies, con ello los ojos se me cristalizaron y esta vez las lágrimas sí se deslizaron por mi rostro en silencio.

Quise salir y meterles un tiro, quise hacerlo para evitarles la maldición de vagar por Azafrán sin descanso a pesar de ya no estar en este mundo, pero sus voces me recriminaron diciéndome que no valía la pena ponerme en ese riesgo porque atraería la atención de todos los demás.

Que pondría en riesgo mi propia vida, esa que ellos habían protegido.

Me acuclillé allí donde estaba, me limpié el rostro con la manga de la chaqueta y traté con todas mis fuerzas de recuperar la compostura. Tenía veintiún años, era la cabeza de una pandilla, había matado a uno de mis chicos y no tenía tiempo para sentarme a llorar a mis padres.

Simplemente no era algo que pudiera hacer ahora.

Parpadeé para volver a enfocar la vista, reparé en la pistola que cargaba y traté de sopesar mis opciones. Podía moverme a las cuatro rutas de la cruz, tres de ellas me llevarían a una de las ciudades y la restante me llevaría a Pueblo Lavanda. Ninguna opción tenía mejor pinta que la otra, las ciudades tenían movimiento humano constante lo que podía significar grupos grandes como el que había en Azafrán y Pueblo Lavanda tenía mayor densidad de muertos desde antes, con la Torre Pokémon. Por ahora todo lo que sabía era que no podía quedarme aquí, corría demasiado riesgo al entrar y salir de lugares.

Ya algo más compuesto me levanté, revisé las calles y comencé a moverme al Este con la misma cautela de antes. La idea era dejar la ciudad por la ruta ocho, en dirección a Lavanda, y encontrar al menos un lugar menos atiborrado para quizás poder pasar la noche.

Contenido oculto

Lloranding desde que inicié este rol, pero eso que me voy a la ruta 8 porque ya estoy perdiendo el toque con el sigilo y son 10 cabrones help