—¡Gracias, Liz! —contesté sonriente—. A todo esto, ¿dónde andas? Quisiera tener una batalla... ¿te animas?
Sin perder tiempo, Pidgeotto ingresó volando a la sede del Torneo Acrílica, como había sucedido el día de la batalla con Ian... Me pregunté si habría alguien esperando, o me correspondería a mí tomar ese fugaz papel en la batalla por el Bronce.
—Hmm... yo estaba pensando en el Claro Pincel. Ahí hay más espacio para tener una batalla como corresponde, porque por aquí hay muchas personas corriendo y corriendo a esta hora, ¿te parece bien?
Sonreí al escuchar la respuesta de mi compañera de torneo. Terminando de comer los nachos, salí a las afueras de la ciudad, y con ayuda de Noivern, me fui rumbo al Claro Pincel.
Mi rostro fue acariciado por la calidez del sol una vez estuve en la vereda de la sede. Los transeúntes que se habían reunido frente a la pantalla que transmitiría en el combate mostraron cierta desilusión al verme de pie entre ellos, como un miembro más de la multitud. Habían esperado mucho para ver la batalla por el Bronce, pero deberían esperar un poco más. Me encogí de hombros, único movimiento que se me ocurrió para ofrecerles una disculpa. Me quité el chaleco, la corbata y los guardé en el morral. Desabroché mi camisa, dejando ver la musculosa negra debajo de la prenda, y arremangué la tela que cubría mis brazos; pues hacía bastante calor en la ciudad. Para relajarme, compré tres helados a un señor que los vendía en un puestito rodante, uno para mí y los otros por Serperior y Maractus. En el camino hasta la plaza de la ciudad, Maractus aceptó su helado bailando de alegría. Sin embargo, Serperior, siempre con su expresión serena, declinó la invitación, a lo cual reí. —Creo que debí haber preguntado antes quién quería —dije, rascándome la nuca— ¿Qué será ahora del destino de este bombón helado? Entonces sentí un peso sobre mi hombro que me asustó. —¡Plusle! El pokémon eléctrico de Brendan asintió con entusiasmo, tomando asiento sobre mi clavícula. Miró el colorido envoltorio del helado con un pequeño brillo en sus ojos. Sonreí, y ofrecí el helado ya desenvuelto. —Serperior no lo quiso, imagino que tú sí —le dije. Plusle tomó el postre con una inmensa sonrisa de alegría y se puso a comer.
En la plaza volví a concentrarme en las páginas de otro libro que no tardó en ser terminado. En el desarrollo de la lectura, Shinx había salido de su pokébola para jugar con Plusle y Maractus, no muy lejos de donde nos encontrábamos Serperior y yo. Mi inicial descansaba enrollado sobre su cuerpo, mientras que yo me encontraba recostado sobre él, para leer en una posición entre cómoda y relajante. Shinx y el pokémon de Brendan se comunicaban transmitiendo chispazos eléctricos a través de sus mejillas. En un momento dado, Maractus quiso intervenir en esa conversación y terminó recibió una descarga eléctrica; es sí, un impacto que le hizo más cosquillas que daño. El tipo planta rió y se acercó bailando hasta mí.
Desperté ante el toque de las patitas de Shinx. La tipo eléctrico me sonrió cuando notó que por fin había abierto a los ojos y se alejó corriendo para seguir jugando con Plusle sobre el césped. Me incorporé; Serperior ya no dormitaba, sino que contemplaba concentrado los cielos, en la naturaleza en general. Pero frunció el ceño cuando cuando Maractus pasó bailando frente a nosotros; y otra; y otra vez; estaba bailando alrededor del árbol. Comprendí entonces que Serperior, en realidad, estaba luchando por no perder la paciencia. Debo decir que, si bien las personalidades de Serperior y Maractus son muy dispares, en el fondo se agradan y son buenos amigos. Me levanté, con dos pokébolas en las manos. —Siento mucho tener que meterlos aquí —les dije con una sonrisa apenada—, pero nos vamos a buscar a otros entrenadores, regresen. Tú también regresa, Shinx, podrás seguir jugando más tarde. Los tres pokémon fueron desmaterializados en la típica luminiscencia roja de la pokébola que los absorbió. Acto seguido, saqué a Pidgeotto. —¡Ven, Plusle, nos vamos de aquí! El pequeño tipo eléctrico se emocionó ante la perspectiva de un viaje, y me acompañó asomado desde el interior de mi morral. Nos perdimos en el cielo.
Luego de llegar a la ciudad, entré a la tienda... y vaya que hice una de las mejores compras dentro de mucho tiempo: la famosa y prestigiosa Tarjeta VIP. Era importante saber hacer buen uso de este servicio, pero eso era algo que tenía más que claro; y haré lo posible por sacarle el jugo al máximo... —Bien. Blaziken, Phanpy: Vamos por unas galletas helado para celebrar... ¡porque vamos a despegar de nuevo! —exclamé empuñando mi mano a lo alto. El par de pokémon soltaron un grito de entusiasmo en su respectivo idioma, y a toda velocidad fuimos a una heladería cercana para comer de esos deliciosos sandwiches.
Días después, me encontraba sentado tranquilamente en la plaza, mientras varios de mis pokémon jugaban soltando mucha energía y alegría. Era un día soleado y relajado en ciudad Acrílica. Estaba aprovechando de relajarme antes de mi batalla del torneo, aunque debo admitir que de vez en cuando me aburro por la falta de batallas... Phanpy, Vaporeon, Leafeon, Luxio y Prinplup se correteaban entre sí como si estuvieran jugando a "las traes". Noivern, Togekiss y Metang se encontraban haciendo una carrera aérea; Blaziken y Scizor estaban en una lucha de entrenamiento y Froslass se miraba las manos con vanidad de sobra. Raikou, preferí que se mantuviera dentro de la pokébola, porque sino podría llamar demasiado la atención y eso no podría ser muy recomendable si quería relajarme.
Hubo un momento en que estuve a punto de quedarme dormido, pero... ¡¡Pum!! Pegué un salto del susto al escuchar un ruido. No era nada más ni nada menos que el ringtone de mi Holomisor, tenía una llamada entrante. Apreté el botón para contestar la llamada, y vi que Ukita apareció en forma de holograma. —¡Oh!, ¡hola, Ukita! Pero qué milagro... En eso, Prinplup vio a Ukita en holograma y lanzó una potente Hidrobomba. Yo me precipité y me boté al suelo, logrando esquivar esa potente ráfaga de agua y salvando a mi Holomisor de averiarse. —¡Prinplup! Eso no se hace. No obstante, el pingüino hizo oídos sordos y siguió jugando como si nada. Yo suspiré y volteé a mirar al holograma. —¿Cómo estás? Ha pasado tiempo... —dije volviendo a sentarme en la banca y sacudiéndome la ropa.
Desde Ciudad Barniz, pude ver el holograma de Steve saludándome, y a ese travieso pokémon variocolor que jugaba junto a él, le gustaba picarme la cara. —¿Cómo estás Steve?—saludé.—Veo que tu Piplup evolucionó, pero aún no llega a su última forma como sí lo hizo de Totodile— Esto lo dije de forma algo altanera, sabía que ese pinguino me tenía rencor.—¿Por qué no te vienes a Ciudad Barniz para charlar mejor?
Al escuchar el reproche de Ukita, Prinplup se irritó de manera considerable y preparó su Picotaladro para atacar al holograma. —¡No! —exclamé rápidamente, devolviéndolo a la pokébola—. ¡No metas leña al fuego, Ukita! —añadí, dirigiéndome al remitente. Suspiré aire para tranquilizarme, y luego le dije: —De acuerdo, en unos minutos estoy allá.
Finalmente, varios de mis pokémon quedaron exhaustos (excepto Phanpy, que se encontraba comiendo una galleta dentro de mi mochila), por lo que devolví a todos a sus pokébolas, quedando —aparte del elefantito—, Togekiss y Noivern a fuera... —Bueno, ¿quién quiere volar? Y por primera vez, los dos miraron hacia otro lado para evadir la pregunta. Habían quedado tan cansados que no tenían ganas de nada... Yo suspiré y alcé mi dedo para apuntarlos: —De tin-marín de dos pingüé cucamaraca titere fue... —Luego de realizar el juego de azar, salió Togekiss como la elegida—. Bien, hoy le toca a la maternal Togekiss volar. Togekiss infló sus mofletes mientras que Noivern alzó un ala, soltando un rugido de victoria. Devolví al murciélago a su pokébola, monté sobre el lomo de Togekiss junto a Phanpy, y nos fuimos rumbo a Ciudad Barniz.
Llegué a la ciudad en Cresselia, seguido de Hubert en su Pidgeotto. El pokémon legendario aterrizó suavemente y al bajar le agradecí el paseo, su entrenador había bajado de su volador y se había acercado a nosotros. Saqué a Fósforo de su pokébola para que no se enojara por hacerlo esperar mucho. — Oye, Hubert—me dirigí al chico—¿Cuál es tu meta? —pregunté curioso. Consideraba al entrenador como un amigo, pero nunca habíamos hablado realmente sobre cosas como esas. Me miró un poco pensativo y se llevó una mano al menton mientras caminaba, yo lo seguía de cerca con Fósforo a mi lado. @Bruno EVF
Contenido oculto Aprovecho para cerrar la aclaración: Cresselia no es la guardiana del Hada Soñadora (que así interpreté tu mensaje, Gold xD), sino que es la Guardiana de los Sueños. Su función es velar por la buena "salud" de las imágenes oníricas, la de aportar luz a los sueños que tiene la gente; y allí donde se esté produciendo una pesadilla, Cresselia se encargará de transformarla en sueño placentero. Vendría a ser como la jefa de Gardevoir, quien cumplía la misma función antes de que Hubert la capturara Mis pokémon nos dejaron sanos y salvos sobre la firmeza de la calles de Ciudad Acrílica. Noté la persistencia de los carteles que anunciaban la final del torneo y la batalla por el bronce, pero también era notorio que había menos cantidad. Tal parece ser que la postergación de los encuentros había terminado por hartar al grueso del público, al punto que la atención de las masas tomó otros derroteros. Descendí de la espalda de Pidgeotto y lo regresé a su pokébola. Lo mismo hice con la Guardiana de los Sueños, pues tantos viajes debían haberla cansado. Al mismo tiempo, Serperior y Maractus hicieron acto de presencia; el segundo saludo alegremente a Chad y Fósforo con su danza característica. De pronto, Chad formuló una pregunta muy interesante, mientras hacíamos camino al andar por las calles… Podría haber respondido que mi objetivo en Galeia era consagrarme campeón de la Liga, pero aquella era una respuesta muy básica. No respondía completamente mis intenciones con el futuro… —Mi meta… —comencé pensativo, con la mano apoyada en el mentón— Mi meta en este mundo es conocer, aprender y enseñar… No sé si ya te lo habrá contado Effy, pero yo prácticamente crecí en la enorme biblioteca de un pequeño pueblo de Kalos, donde viví desde los pocos meses de vida. Mi crecimiento estuvo compuesto por lecturas diversas. Me encanta leer, sobre todo aquellos libros que contribuyen a cultivar mi mente… Fui bibliotecario por tres años, época en la que aprendí y enseñé… >>Sin embargo, un día sentí que los libros no desnudaban todo el misterio que la realidad esconde. Mis padres me decían que en la biblioteca estaba todo el material que necesitaba para disfrutar para aumentar mi inteligencia, pero no estuve de acuerdo: hay cosas que los libros no enseñan. Sentía la necesidad de salir a descubrir las tierras bañadas por el sol, vivir nuevas experiencias en carne propia. >>¿Y cómo salir a descubrir lo que la tinta no puede enseñar? Hacerme entrenador pokémon me pareció la mejor opción. Viaje, pokémon, aventura; la combinación perfecta. Y la experiencia, por ahora, está siendo tremendamente satisfactoria. >>Así que esa es mi meta, Chad : adquirir y transmitir todo el conocimiento que se pueda.
Después de una caminata logramos llegar por fin a la ciudad acrílica Emily venía detrás mio, tal vez apreciando su nueva captura, aunque ahora en estos momentos pensaba en como Emily seguiría entrenando y demás para hacerse mas fuerte con alguien que la fuerza... nunca le ha gustado o interesando — Bienvenida a Acrílica Emi
—Me vas a tener que disculpar —le dije a Chad al cabo de un rato de conversación—, pero me retiraré a entrenar un poco. Si gustas, puedes seguirme ¡Hasta la vista, compañero! Volví a liberar a Pidgeotto y, con él, me retiré de la ciudad. Claro, no sin antes regresar a Serperior y a Maractus dentro de sus pokébolas.
Escuché atentamente lo que Hubert me estaba contando, realmente no conocía ciertos detalles sobre su persona y nunca habíamos hablado antes sobre cosas así. — Interesante, creo que...—dije mirando a Fósforo—la mayoría de nosotros empezamos nuestro viaje de entrenadores por la misma razón, conocer y vivir por experiencia propia lo que nos contaban, escuchábamos o leíamos—sonreí levemente. Hubert asintió y seguimos conversando por un rato, luego éste anunció que debía retirarse para ir a entrenar, me invitó pero decidí recorrer la ciudad un poco más antes de irme. Quedando solo junto a Fósforo, aproveché el momento para profundizar sobre la pregunta que le hice a Hubert: ¿Cuál era mi meta realmente? Desde pequeño siempre soñé con vivir las aventuras que mis abuelos me contaban, ser un gran entrenador como solía ser mi papá y tener muchos pero montones de amigos. Esa era mi gran pero a la vez simple meta, ¿era acaso eso suficiente? me cuestiono ahora si habrá algo más. Tal vez eso sea suficiente, digo, ¿por qué debería querer más que eso? Tal vez durante mi viaje descubra algo más, algo que no hubiera descubierto si no salía de mi hogar, algo que me está esperando en algún punto de mi vida en esta región, en este camino que elegí. Fósforo me acompañaba en silencio por las calles de la ciudad, viendome de vez en cuando.
