Cita El día es hermoso, el cielo azul salpicado de nubes; el mar se agita con tranquilidad. El sol ilumina una isla donde una pareja, un muchacho pescador vestido únicamente con unos pantaloncillos cortos; y una muchacha sacerdotisa vestida con una blusa y falda ceremoniales, y un adorno de madera con la figura de una piraña sobre el cabello; tienen un encuentro planificado, una cita. Una cita, sin charlas, sin acercamientos, únicamente observándose el uno al otro desde la distancia, para no enfurecer a sus clanes al no tener edad para casarse; tal y como llevan haciéndolo desde hace una semana, cuando se encontraron por casualidad refugiándose de una tormenta. El muchacho observa a la bella sacerdotisa desde su bote en el mar, fingiendo que se concentra en pescar, lanzando las redes, flexionando los músculos más de lo necesario. Mientras tanto, la muchacha se desliza sobre la arena de la playa, practicando los pasos de la danza ceremonial de su templo, moviendo su cuerpo con gracia, agitando las caderas un poco más de lo debido por el hombre que sabe la observa. Las miradas de ambos jóvenes se entrelazan, la sonrisa de cada uno llena el corazón del otro de emoción. El calor de sus cuerpos se incrementa, el sudor se desliza por la piel, estremeciéndolos por el contacto con la brisa marina como si se tratara del aliento de su pareja en esa cita. La sacerdotisa siente un cosquilleo en toda la espalda al ver el cuerpo bronceado y tonificado del pescador, sacando un gran número de peces atrapados en la red, la sonrisa de triunfo, la concentración en esos ojos color chocolate, el movimiento de su cabello alborotado color azabache, la dejan sin aliento. Con la respiración agitada, el pescador regresa su atención a la bella mujer, luego de llevar a cabo su trabajo en un golpe de suerte. La mirada intensa del color del mar, el cabello color naranja deslizándose por aquel bello rostro y la sonrisa picara que recibe, lo hipnotizan por completo; ahora es incapaz de retirar la mirada mientras observa la danza. La piel clara ligeramente bronceada de la sacerdotisa se mueve con pasión, resaltando la bella y curvilínea figura que posee, la sonrisa radiante en su rostro permite notar la respiración agitada que la domina. La escena es un deleite para el pescador. Todo termina cuando la sacerdotisa cae rendida, de rodillas sobre la arena, intentando recuperar el aliento, cerrando los ojos cerrados sin dejar de sonreír satisfecha. El pescador también cae sentado sobre su bote, intentando no pestañear para grabar lo que ve, a fuego en su mente. En esta ocasión el tiempo es cruel, su avance es veloz y frustrante, ha pasado una hora desde que comenzó su cita. Y es momento de que regresen a sus hogares para no llamar a atención. Dejándolos con deseo de más, pero sin otra opción que despedirse hasta el día siguiente, acordando tener otra cita con la mirada.
OMG! Yo quiero leer sobre estos dos y sobre su futuro ¿lograrán tener una cita cara a cara sin distancias que los mantengan sólo conversando con la mirada? Ha sido sublime leerlo <3 ¡Un abrazo!
