Balduino Wulff. —Creo que comer en una sola comida lo que diez Emboar hambrientos en una semana... Arceus, ¿q-qué clase persona hace algo así? Qué desconsiderado. Mi tono de voz era de puro juicio, adornada encima con un ceño fruncido que acabó por solo desaparecer tras un largo suspiro y otro bocado a la pizza. Al menos su sabor me reconfortaba en medio de este escenario... No seguro, definitivamente. Pero maldije de inmediato mi hambre cuando sus palabras entraron en mí como un puñetazo sorpresivo. Un trozo de masa hizo de mi laringe su hogar perfecto. Tan cómo y plácido que nada más podría entrar, ni un solo centímetro cúbico de aire. ¿Mi respuesta como inquilino? Evidentemente intentar expulsarlo con toses agresivas, ocultándome tras una servilleta y un rostro lleno de rubor que no quería decidir de dónde venía. ¿Del esfuerzo? ¿Sus palabras? Definitivamente sus palabras. ¿¡C-Cómo podía soltar algo así tan de golpe!? Encima con esa carita de ángel que no mata ni un Ninjask, sin siquiera ganar color en esas mejillas que parecían de muñeca. ¡¡E-Era un Mimikyu!! ¡¡Estaba cien por ciento seguro!! ¡¡Una trampa peligrosa que esperaba bajase la guardia para comerme o algo parecido!! No la dejaría. Así que recuperado del escándalo, planté la cara firme y golpeé la mesa. Soy un hombre valiente que sabe cuando imponerse. ¡Le diría todas sus verdades de golpe! ¡Nadie se burla del gran Baldy! —... S-Sí, estoy b-bien... Es tu culpa por decir algo... ¡N-Nunca entraría a tu ha-ha-habitaci-ci-ción! S-Solo pensaba en acompañarte a la re-recepción... Mentira. Solo intenté que mis dedos temblorosos sujetaran frente a mi rostro lo poco que quedaba de vaso y que éste me tapase la cara mientras mis palabras se ahogaban en el hielo y las mentas. En mi vida podría hacer algo así como imponerme... Ugh, era demasiado fácil que jugase conmigo.
Emily Hodges —Supongo que hay gente con mucho apetito... —intenté justificar de alguna manera, suavizando la voz tras haber dejado escapar una risilla divertida. No creía conocer al culpable de tal atrocidad y, aun así, me sentía incapaz de no intentar defenderle de alguna manera; en aquel punto de mi vida, era algo que hacía casi de manera instintiva. Sea como fuere, el misterioso devorador de comida de cafetería quedó atrás y la conversación volvió a centrarse en nosotros; eso, por supuesto, se traducía en Baldy poniéndose nervioso por algo de lo que yo decía. Mi pseudo-acusación le sacó la reacción que habría anticipado, aunque ello no hizo que fuera menos entretenido de ver. El pobrecito se atragantó con el trozo de pizza que estaba comiendo, y si bien me mostré algo preocupada en un principio, rápidamente me percaté de que no había mayor peligro y me permití reír con ligereza, divertida. Alcé un poco las cejas cuando golpeó la mesa tan de repente, a decir verdad, pero la reacción duró más bien poco, pues sus palabras siguieron saliendo en un adorable tartamudeo. >>¿En serio? Entonces supongo que no pensabas invitarme a la tuya, ¿uhm? Qué pena... —me lamenté en voz bajita, haciendo un mohín de pura decepción antes de bajar la mirada. Mantuve el teatro unos pocos segundos, lo suficiente como para que Baldy pudiera terminarse su bebida, y cuando levanté la vista para comprobar que así había sido, lo hice con una sonrisa renovada que nada tenía que ver con la expresión de antes. Cogí un nuevo trozo de pizza, pero en lugar de llevármelo a mis labios, lo extendí en dirección al chico, mirándolo con clara intención mientras se lo acercaba a la boca. >>Baldy, me da que necesitas algo de ayuda para esto... a ver, di "ah~".