Explícito Cielo Nocturno [Self-Insert || Long-fic || Experimento]

Tema en 'Literatura experimental' iniciado por Zireael, 7 Septiembre 2017.

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  1. Threadmarks: Capítulo ocho: [Sin Número] El loco. Dirección incorrecta, impulsividad.
     
    Zireael

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    Título:
    Cielo Nocturno [Self-Insert || Long-fic || Experimento]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    5828
    Wikozaky ¡El doble post es lo de menos!
    Sé que quedaste, si la cuenta no me falla, en el capítulo cuatro, pero quiero agradecerte una vez más por usar tu tiempo en leer esta historia. Pero sobre todo por enredarte en ella, en sus personajes y hasta tomarles afecto. Estoy profundamente agradecida contigo.
    Hasta el momento, todos los personajes que he presentado parten de una persona real. Volkov y su familia, Adalet e Iris son dos de mis mejores amigas, Dhaval también es una persona sumamente cercana a mi persona. Incluso los padres de Crow aunque no he profundizado tanto en ellos, igualmente Nalini Király (madre de Chris y Nicole) y un personaje sin nombre del capítulo cinco. Así que como ves, el asunto no se limitó a Christopher y Nicole aunque solo ellos conservan los nombres originales. De hecho por estos personajes en su mayoría es que la historia tiene carácter autobiográfico.

    Me alegra mucho también ver que quoteas párrafos o frases que a mí misma, como escritora, me han encantado, conmovido o estremecido a la hora de ir construyendo esto, porque significa que he logrado mi cometido.
    Veo que, como a Lariebel, te gustó la escena final del capítulo en que Crow es obligada a volar. ¡Es bueno saber que hice un tan buen trabajo! Le tengo muchísimo apego a ese capítulo, como al anterior a esta actualización.

    Me disculpo por tanta palabrería, pero es que no podía venir a publicar sin decirte nada, sería descortés de mi parte.
    Puedes continuar tu lectura a tu ritmo. ♥

    Sin más, que añadir ahí, paso a etiquetar a mis dos lectoras silenciosas ♥ Lariebel y Kaladin. Las quiero, mis niñas.


    En el capítulo anterior dije que la actualización dependería respecto a cómo me sintiera con el resultado de algunas cosas de mi vida personal. Ese algo era el concurso para ingresar a una segunda carrera que no le había comentado a nadie.

    Vengo con este capítulo que no se separa de lo turbio del anterior, pero casi me siento realizada como persona, porque luego de que me aceptaran en la segunda carrera (que era mi primera opción inicial pero no se pudo por otras cuestiones) siento como si se hubiese llenado un vacío importante que tenía desde el terrible 2016. Mañana tendré mis primeros cursos de Diseño Plástico y estoy nerviosa.

    Vengo aquí luego del primer día de mi tercer año de universidad, luego de haber visto lo que será el primer curso de este año correspondiente a mi carrera de Psicología, luego de darme cuenta de que colapsaré con Bases Biológicas de la Conducta I, entre el laboratorio de Neuroanatomía y la parte teórica de Psicobiología; vengo aquí con algo de lo que carecí durante prácticamente todo el 2016: una terrible sed de conocimiento.
    Algún día quiero compartir con ustedes todo esto que estoy aprendiendo, el conocimiento que construí con años de esfuerzo e infinitas lecturas, el talento que perfeccionaré de ahora en adelante.

    El día en sí no sabría decir si fue bueno o malo, creo que fue bastante neutral. No lo sé. En algún punto, luego de que salí de Neuroanatomía, di con la persona que menos quería ver en mi maldito primer día y me jodió el humor porque trajo consigo toda una serie de pensamientos e imágenes mentales con las que no quería lidiar, pero bueno... qué se le va a hacer.
    En parte vine a publicar por fin (tenía el capítulo listo desde hace un par de días) por eso, para distraerme y no pensar tanto en eso que me da vueltas desde el final de semestre del año pasado.

    No sé cuándo volveré a actualizar, quizás luego de Semana Santa y después de eso es probable que no tenga tiempo para dedicarme a Cielo Nocturno, pero será por algo que vale la pena. Espero que para cuando regrese las dos lectoras que me han leído prácticamente desde que esto comenzó sigan queriendo dedicarle tiempo, igualmente mi nuevo lector.

    Hoy no tengo mayores aclaraciones, en realidad creo que solo tengo una.
    Hablé hace algunos capítulos respecto a que hay partes que son pura y meramente ficticias, otras que son híbridos de realidad y ficción. Quiero aclarar que estas ficciones o los híbridos son, por lo general, manifestaciones de mis miedos más profundos. Por lo general, si leen con cuidado, verán que estos siempre giran en torno a un núcleo: abandono. ¿Por qué? Porque soy una persona sumamente ansiosa, sobre todo socialmente hablando, y dependiente.

    Creo que ahora sí eso sería todo.
    Espero que les guste este capítulo. ♥ Sé que la historia avanza bastante lento, pero es porque así lo necesito, porque no quiero perder detalle alguno, porque en realidad esto viene siendo un gran y enorme símbolo. Estoy tejiendo un atrapasueños con tela de araña y plumas de cuervo, con la esperanza de que atrape mis pesadillas y el sol del amanecer las queme.
    Estoy buscando comprenderme a mí misma.

    Me disculpo por cualquier error, como siempre.


    En fin, ¿qué traigo para ustedes hoy?

    Seguimos con Mogwai, esta vez con May nothing but happiness come through your door.


    Y The Other Side de Ruelle.
    I don't wanna leave here without you. I don't wanna lose part of me.
    Will I recover that broken piece?
    Let it go an unleash all the feelings.
    [...]
    It hurts just the same and I can't tear myself away.


    Sin más que decir, nuevamente, ¡qué comience el octavo capítulo de Cielo Nocturno!

    .

    .

    .

    .

    .

    Capítulo ocho.















    Palabras sin sentido. No importaba. Notaba que se estaba perdiendo,
    perdiéndose en aquel grisáceo mundo aterrador, en aquellas brumas
    de sí misma cuya existencia jamás había sospechado hasta entonces.
    Stephen King. Cujo. Página 299.














    [Sin Número] El loco. Dirección incorrecta, impulsividad.



    El aullido del lobo me cala hasta el último de los huesos.
    Me odio, me odio tantísimo porque ese llamado todavía me estremece el corazón.
    Sus ojos amarillos me persiguen sin importar a dónde vaya, aunque el cobarde haya huido. Es mi demonio.


    Me hizo mierda. Me destrozó y convirtió en polvo cada pedazo que quedó en el suelo.
    Y aún así… si volviera, ¿qué haría?
    No lo sé.


    Oh Dios, ayúdame. Quien sea, ayúdeme por favor.

    Todavía lo amo.
    Pero a la vez lo aborrezco.
    Lo amo con cada maldito pedazo de este asqueroso corazón.


    Solo recordar su mirada me hace temblar y no quiero siquiera recordar su voz, pero es inevitable. Luego de la pesadilla que me hizo ver la constelación de la Hidra ya no soy capaz de borrar su voz de mi memoria como creí que había hecho.

    Sé que sigue teniendo poder sobre mí. Sigo a su merced. Podría hacer lo que quisiera conmigo aunque antes se llevara una paliza.

    No puedo creer lo patética que puedo ser.
    ¿Qué caso tiene seguir rechazando este desgraciado sentimiento que no desaparece?
    Fui suya desde el maldito momento en que regresó a mi vida y lo seré hasta que me muera. Hasta que me meta un tiro en la cabeza, me corte las malditas venas, me provoque una sobredosis, salte de un puente o frente al jodido tren.



    Mi mente está cubierta por una densa niebla. ¿Sigo viva?
    Desearía que fuese así, pero dudo tener esa suerte.

    Yo… ¿Por qué estoy pensando en Volkov?

    Siento el corazón latirme desbocado en el pecho, pero no es de miedo, aunque debería sentirlo.
    Sé lo que estoy sintiendo con tanta precisión que me resulta ridículo.
    Después de todo, solo Altan Volkov me descontrolaba el corazón de esta forma.


    Vuelven los ojos del lobo, del color del ámbar. Esta vez tengo que levantar la mirada para encontrar la suya.
    Los ojos grandes y expresivos no cambian, a pesar de haber perdido sus características lobunas. Ahora el ámbar está mezclado con un tono verdoso.


    Quiero echar a correr pero no puedo. No encuentro la fuerza de voluntad para hacerlo.
    No quiero irme, porque he extrañado esa maldita mirada hipnotizante.


    Se acerca con el sigilo de un depredador y soy incapaz de siquiera dar un paso atrás.

    A pesar de su altura sigue teniendo el rostro de un adolescente. Recuerdo lo joven que era y se me cierra la garganta de donde amenaza brotar un sollozo.

    Aunque nunca lo vi en persona mi mente no pierde detalle alguno.
    Lleva una de esas jodidas camisas a cuadros que tanto me gustan.


    Mi autocontrol está en su límite. Deseo lanzarme encima de él y destrozarlo a golpes, deseo lanzarme a sus brazos y llorar como una niña, deseo que apague este maldito calor que empieza a recorrerme el cuerpo y del que es absolutamente responsable.
    Y muy en el fondo, deseo encerrarlo en una burbuja para evitar que alguien le haga daño y para evitar que se haga daño él mismo.


    Sufro porque huyó antes de que pudiese salvarlo, me odio por ello y lo odio a él.
    No pude salvar lo que tanto amaba. ¿De qué sirvo entonces?



    —Altan. —Logro llamarlo por su nombre en un susurro que suena ahogado.


    Ya está lo suficientemente cerca para que pueda tocarlo. La ira arremete, levanto la mano y cuando estoy por estamparla contra su mejilla, la detiene en el aire.
    Con un movimiento rápido me sostiene por el mentón con la otra mano.
    A pesar de la precisión de los detalles, su tacto se siente irreal, como una ilusión.



    —¿Por qué te esfuerzas tanto en odiarme, Melyen? —El sonido de su voz hace que me recorra un escalofrío y me detiene la respiración un momento.


    Intento deshacerme de su agarre, pero no lo logro. No aparta su vista de la mía. Ambos tonos de ámbar chocan y puedo sentir la electricidad aumentando.


    —Cobarde de mierda.


    —Vamos, Melyen, ¿cuál es tu maldito problema? —Acerca su rostro al mío, puedo sentir su respiración. Ahora habla a mi oído—. ¿Por qué no me superas de una puta vez?


    —No puedo. —Me sale un hilo de voz, seguido de una especie de sollozo—. Te amo, hijo de puta.


    —No —sentencia. Vuelvo a sentir su cálido aliento en mi oído. Me arde el cuerpo, siento el calor esparcirse, mezcla de ira y algo más. Las piernas apenas me sostienen—. Me deseas, maldito cuervo.


    Cuando se aparta de mi oído, en medio de nuestras miradas surge un chispazo de compresión. Sonríe con una inocencia de la que carece; es consciente de que estoy derritiéndome como la cera de una vela.


    —No. —En los ojos se le nota que quiere reír ante mi negación.


    —Te crees especial, ¿no es así? —Aprieta el agarre casi al punto de hacerme daño y me empuja contra la pared. Logra arrancarme un gemido que me hace sentir patética de nuevo—. Crees que eres mejor que los demás por negar tus propios deseos.


    —¿Por admitir que no siento ningún deseo por ti? —Lo reto y se me escapa una risa extraña—. Sí, me creo mejor.


    —¿Entonces por qué me miras así, cuervo?


    Veo mi reflejo en sus ojos. Suelta mi mentón por fin y me toma por el cabello, tirando hacia atrás.
    Esta vez me niego a darle lo que busca, aunque no tiene caso.



    —Porque me das asco, traidor de mierda. —La ira está hablando por mí, pero mi cuerpo es incapaz de recuperar su equilibrio. Vuelvo a reír.


    No habla más pero se le escapa una risa altanera.
    Pega su cuerpo al mío, y aunque su calidez es parecida a la de los rayos del sol a través de un vidrio, casi puedo sentir mi fuerza de voluntad caer a sus pies.


    Poder. ¿Solo eso querías? Sí. Claro que sí.
    Lo tienes, joder, tienes absoluto poder sobre mí. Incluso en esta maldita niebla mental.


    Estampa sus labios contra los míos. Intento apartarlo en un último momento de lucidez, pero el desgraciado tiene razón. Lo deseo. Mi cuerpo lo pide a gritos, a él y a nadie más.

    Las lágrimas me resbalan por el rostro.

    Explora mi boca, posesivo.
    Siento cuando me suelta el cabello y me recorre el cuerpo con las manos. Su tacto es suave en comparación a su actitud. Conoce los lugares que me provocan escalofríos y tengo que hacer un esfuerzo extremo por guardar silencio. No soy capaz de siquiera intentar abrir los ojos.


    Se detiene de forma abrupta mientras sus manos se aferran a mi cintura con fuerza.
    Acomoda la cabeza en el espacio entre mi cuello y mi hombro, y su cabello me roza la piel. Su tacto se siente mucho más real ahora.


    Es entonces que caigo en cuenta cómo mi mente aturdida por la bruma ha girado la situación.
    Nuevamente ansiaba el toque mágico que detuviera mi tren de pensamientos y deseos estúpidos.


    Deslizo mis dedos entre su cabello antes de voltear mi rostro para alcanzar a darle un beso en la cabeza. Sigo sin atreverme a abrir los ojos pero sé que no lo necesito.


    —Dhaval. —Aumenta un poco la fuerza de su agarre en torno a mi cuerpo. Siento su respiración como hace unos momentos sentí la de Volkov, pero esta vez en mi cuello. Las lágrimas vuelven a fluir—. Gracias.









    Iris Arany Csonka

    Encendí un par de velas que había en la habitación, con ayuda de la tenue luz de la luna que se filtraba por las cortinas.

    Toda su ropa estaba empapada en sangre, a pesar de que me apresuré algo de ella se había transferido a la cama de Christopher.

    ¿Qué demonios había pasado?

    Tiré el montón de ropa al suelo.
    Tuve que salir por una toalla húmeda para limpiar la sangre que tenía en el cuerpo. Me dediqué a vestirla con la mayor delicadeza que me fue posible y la cubrí con una manta.
    Comenzaba a recuperar algo de color, pero no supe si esa era solo mi idea, su tono normal de piel era de por sí muy claro.
    Se le veía incómoda, inquieta.

    Tomé la ropa sucia y fue entonces que reparé en su gabardina, que estaba hecha una desgracia como el resto de sus cosas. Dudé pero finalmente la tomé también. Tiraría todo eso. No tenía caso intentar lavarlo o repararlo.

    Salí de la habitación, cerrando la puerta con cuidado. Los tres estaban en torno a la mesa con la vela encendida en el centro, casi parecían integrantes de una secta.

    Fui consciente de que ahora mismo no estaba sintiendo la repulsión que, en circunstancias normales, me provocaba la sangre.

    Suspiré, salí a la terraza, tiré todo al bote de la basura y volví a entrar. Me lavé las manos y volteé para verlos por fin. Mi mirada chocó con la de Adalet, tenía los ojos vidriosos.


    —¿Van a decirme qué pasó? —No era capaz de llorar, no sabía ni siquiera qué debía sentir y la pregunta la hice con mayor brusquedad de la que planeaba.


    —Intentó deshacerse de sus alas —respondió mi mejor amiga.


    Noté que Dhaval, sin decir media palabra, se retiró al sofá, donde se recostó mirando hacia el respaldar de este, haciéndose lo más pequeño posible.

    Adalet mantuvo su vista clavada en él y Christopher se cubrió el rostro con las manos.


    —Volverán a surgir —dijo aunque no llegué a comprender hasta que continuó—. De forma igual de violenta que la primera vez.


    ¿Qué? ¿Pero quién le había dicho eso?

    Ío seguía plantado frente a la puerta cerrada, tan quieto que parecía una estatua. La cola le rodeaba el cuerpo.

    Abrí la boca pero lo que iba a decir fue cortado por un grito desgarrador que me provocó una sensación profunda de terror.
    Volví la vista a la habitación, donde el ruido era tal que todo parecía estar cayendo de su lugar. Cuando dirigí mi mirada hacia Adalet la vi cerrar los ojos con fuerza.


    —Han vuelto. —La escuché murmurar casi para sí misma.


    Cuando me di cuenta Christopher estaba haciendo a Ío a un lado, el animal le siseó.
    Abrió la puerta de golpe, los gritos volvieron y la sangre salpicó al guitarrista. En el rostro se le formó una expresión de genuino espanto.

    Dhaval se había adelantado con un sigilo exagerado y pronto estuvo casi junto al primo de Crow. La misma expresión se reflejó en él.

    Tomé la vela que estaba en la mesa y me acerqué para confirmar lo que ya sospechaba ante el comentario de Adalet.
    Melyen había explotado como una granada. Otra vez.


    Melyen "Crow" Király

    Desperté con una sensación de profunda tristeza, aunque de inmediato arremetió un terrible dolor que ya conocía. Eran las malditas alas que había intentado destrozar.

    Me levanté y el dolor me impidió dar más de un par de pasos antes de caer al suelo. Estaba mareada y pronto las lágrimas me corrieron por las mejillas. Era insoportable.
    Sentí la piel rasgarse y grité con una fuerza que desconocía que tenía. La calidez de la sangre se hizo presente una vez más.
    Con cada segundo que pasaba la piel cedía más y más, aumentando el dolor.

    Las extremidades que creí haber destruido habían vuelto a surgir, las sentía chocar contra los muebles y las paredes; las cosas caían de su lugar.
    La luz tenue de las velas desapareció, dejándome sola con el resplandor casi imperceptible de la luna.

    Abrieron la puerta, pude escuchar el lejano siseo de mi corrupto.

    El dolor no daba tregua. Sollozaba de forma incontrolable, sentía que no podía respirar.

    A través del cristal de las lágrimas y con ayuda de la luz de la vela que habían acercado distinguí tres siluetas: Christopher, Dhaval e Iris.

    Esta vez no tuve la suerte de perder el conocimiento. A pesar del dolor, las lágrimas y la mata de cabello negro que me cubría la vista, sabía por qué sus rostros reflejaban ese miedo.
    Extendidas a medias, las alas empapadas en sangre ocupaban casi todo el espacio disponible en la habitación, más grandes que nunca.


    —Adalet. —La susodicha se había acercado sin que nadie se percatara de ello y, desde atrás de los tres, me apuntaba con el arma—. Mátame.


    —No, maldita estúpida —respondió con la voz apagada por el llanto. Parecía estar debatiendo consigo misma—. Pero deberías preparar mejores excusas para despedazarte las alas, porque realmente haces que me den ganas de meterte un tiro.


    Christopher le arrebató el arma de las manos y ella, como si apenas se diese cuenta de lo que había hecho, cruzó los brazos sobre el pecho.

    El dolor se había vuelto palpitante, cálido, asqueroso.

    Intenté levantarme pero no lo logré, las alas se agitaron como acto reflejo, para darme balance. El dolor me recorrió como un relámpago y volví a gritar. Más cosas cayeron de su lugar a causa de la breve ventisca que había provocado y el hecho de que mis alas no tuviesen espacio en la habitación.
    Apenas podía mantenerme separada del suelo con los brazos.

    El miedo se acentuó en la mirada de cada uno, sin que fuesen capaces de hacer algo.
    Pude ver la silueta de Ío moverse tras ellos, como hecho de humo. Los ojos le centelleaban a la luz de la flama.
    Finalmente se acercó y rozó su cabeza contra la mía; ante el cálido tacto del felino las alas se plegaron despacio y dolorosamente.

    Un toque. Eso es todo. Siempre un toque.

    Me dejé caer el suelo boca abajo y el gran gato se acurrucó a mi lado, ronroneado. Por un momento sentí frío, pero pronto su calor corporal lo hizo retroceder.

    Alguien se acuclilló junto a mí. Estuve por hacerme a un lado, pero el miedo a que un relámpago de dolor se hiciera presente me lo impidió. Las lágrimas y mi estado mental seguían empañándome la visión.
    Noté los arañazos profundos en sus brazos.

    Dhaval.

    Extendí mi mano hacia él. Sabía que le había hecho daño.

    Cuando iba a abrir la boca para hablar, noté que me retiraba el cabello del rostro como había hecho una vez hace mucho tiempo.
    Sentí la profunda necesidad de llorar en sus brazos hasta desaparecer.

    Hidra, cuídame, por favor. Después de todo siempre actúas como un hermano mayor.

    Necesitaba pedirle perdón. Perdón por lastimarlo, por molestarlo, por arrastrarlo.

    Por existir. Me cago en la puta. No debería existir.


    —Perdón. —La voz me salió como un sollozo.


    Me abracé a Ío con fuerza y seguí llorando, esta vez en silencio, contra su pelaje.

    La espalda me palpitaba de dolor.

    Sentí el tacto tranquilo de Dhaval en mi cabeza.


    —No hagas que le haya disparado a un jodido agente de las FAL por nada. —Lo escuché decir.


    Deseaba escupir todo lo que había sentido en un lapso de tiempo que ahora no tenía claro, sin embargo, lo que salió de mi boca fue totalmente diferente porque esta vez su toque, en lugar de pausarme, me dio un empujón. Había visto demasiadas cosas que no debía.


    —Tú no tenías que venir con nosotras. —Tenía la garganta lastimada y la voz apenas salió, pero supe que él me había escuchado—. Lo que Adalet hizo fue una estupidez y tú aceptaste, porque estoy hecha de ansiedad y nada más. Porque exploté como una bomba y eso te da lástima. Porque si no cumplías mi capricho antes de que volviese a explotar, te sentirías culpable. La lástima es el único motivo que ha hecho que correspondas a cada una de las estupideces que hago.


    —Melyen, basta. —Quien me interrumpió fue Christopher que se había acercado a mí también, pero yo ya no podía parar.


    —Volví a explotar, Hidra —continué sin apartar la cabeza del pelaje cálido de Ío, su presencia de alguna forma hacía que el dolor diera tregua. Dhaval apartó la mano con que acababa de acariciarme como si le quemara—. Cumpliste mi capricho, puedes largarte sin sentir culpa.


    —Estás sobreanalizando todo —respondió por fin.


    —No.


    —Sí, Crow, es lo que haces todo el maldito tiempo.


    —No estoy sobreanalizando una mierda, Hidra. ¡Es lo que haces tú siempre! —La voz se me cortó un momento—. Todas esas cosas, todo lo que haces por otros… lo haces para sentirte mejor contigo mismo. No lo haces por nosotros. No lo haces por mí.


    Todo lo que le estaba diciendo era porque me dolía hasta el último centímetro del cuerpo, pero sobre todo porque mis emociones descarriladas estaban cansadas de ver en él un ser idealizado, cálido, amoroso y paciente, pero que era incapaz de quererme como yo deseaba.

    No. Como yo necesitaba.

    Había comenzado a reflejar lo que yo era en él, para poder arrancar las raíces que habían crecido a su alrededor.
    Quise creer, que como yo, era un maldito egoísta que solo buscaba el bien de otros para mantener su propia cordura.
    Y ya no soportaba más seguir esperando por una respuesta clara.

    Noté que Dhaval se apartó despacio y salió de la habitación.
    La siguiente en acercarse fue Adalet, quien parecía estar verdaderamente harta de todas las decisiones que yo había tomado desde que salí para volarme la maldita cabeza.


    —Deja de actuar como una hija de puta —dijo en un susurro—, cuando sabes bien que amas cada estúpido fragmento de Dhaval Krall.


    Me separó de Ío con el mayor tacto que le fue posible y me ayudó a levantarme.
    Las alas tocaban el suelo.

    Abrí la boca para hablar, pero la cerré de inmediato. No había pasado ni un minuto y ya me sentía culpable por lo que acababa de decir.


    —Las alas no deberían haber vuelto tan pronto. —Escuché a Christopher hablar atropelladamente mientras Adalet me ayudaba a salir de la habitación.


    —Y tampoco deberían haber surgido de forma tan agresiva la primera vez —añadió Iris—, pero desde ese momento las cosas no encajaron.


    —¿Qué dices? —La atajó él y continuó antes de que respondiera—. Las alas surgen así.


    —No. —Pude notar que le tembló la voz y respondió basada en lo que acababa de intuir—. Es… es por lo general un proceso completamente diferente a lo que han experimentado ustedes dos.


    Con la ayuda de Adalet caminé hasta el baño, donde me dejó para dirigirse al comedor. Abrí el grifo porque sabía que allí el agua no se racionaba como en Claw of Shadow. Me enjuagué las manos durante un buen rato, media adormilada, hasta que no quedó casi ningún rastro de sangre en ellas, o eso creí.

    Joder, con la cantidad de sangre que perdí debería estar muerta hace rato.

    Me apoyé en el lavabo y suspiré.
    Estaba harta de estar cubierta de sangre y ser consciente de ello.

    Volví sobre mis pasos, fui a la habitación que había dejado hace poco más de una hora para internarme en el cafetal y regresé al baño con una nueva muda de ropa. La segunda de la noche.
    Supuse que alguno de ellos se había dado a la tarea de sacar algunas de nuestras pertenencias del auto.

    Actuaba muy despacio, como si me diera miedo dar un paso y caer por un acantilado. Me sentía mareada y el dolor seguía presente.
    Me detuve en el pasillo.
    Dhaval se había hecho pequeño en el sofá, mirando hacia el respaldo de este.

    Había sido una maldita estúpida, una niña insolente que luego del tiempo que teníamos de conocernos finalmente había hecho lo que él esperaba desde un inicio; decirle, en resumidas cuentas, que se fuese a la mierda.
    Recordé que parecía acostumbrado a que la gente se hartara de él, al punto de creer constantemente que era una molestia y me sentí más despreciable que nunca.
    La verdad es que yo podía ser una de las personas que más deseaban su compañía.

    Encendí una nueva vela y la coloqué en un pequeño estante del baño.
    Cerré de un portazo y lentamente me deshice de la ropa que, de nuevo, estaba ensangrentada. La lancé en un rincón.

    Abrí la llave de la ducha y me coloqué bajo el agua helada. Noté que esta se oscureció.
    Tomé una cantidad exagerada de shampoo y me dediqué a lavarme el cabello que se había transformado en una esponja de alambre.
    Me concentré tanto en ello con tal de no seguir pensando que perdí la noción del tiempo y cuando iba a dedicarme a lavar las plumas de mis nuevas extremidades aunque doliera, me di cuenta de que ya habían desaparecido. Tampoco me di cuenta hasta ese momento que había estado llorando.
    Me dediqué entonces a retirar la sangre del resto de mi cuerpo.
    El agua estaba helada, pero dadas las circunstancias era lo único que me mantenía despierta, o consciente.

    Cerré la llave. A tientas busqué una toalla en el mueble junto a la ducha y me envolví con ella cuando al fin la encontré.
    Empecé a vestirme con la misma lentitud con que me había desvestido. Gotas heladas me seguían cayendo del cabello aunque había intentado secarlo lo mejor posible.


    —Salir solo con esta maldita oscuridad es un suicidio. —Adalet estaba hablando. No le di importancia a su comentario, imaginé que hablaba de nuestra inminente huida.


    —No hay forma de movilizarse. Es una estupidez. —Christopher sonaba al borde de perder la paciencia—. Te volarán la cabeza en cuanto pongas un pie cerca de la Gran Área Metropolitana.


    Ese comentario me hizo consciente de lo que estaba pasando.


    —Creo que si no tuviese tendencias suicidas bastante evidentes Melyen no pensaría tanto en evitar que sostenga esa maldita arma. —Supe que su respuesta tenía cierta intención de chiste, pero había fracasado. Tuve certeza de lo que sucedía antes de que siguiera hablando—. Realmente no importa, quiero decir, al parecer ya molesté lo suficiente para que me lo dijeran en la cara.


    Escuché que abrían la puerta principal. Apenas estaba subiéndome los pantalones, maldita sea, y dudaba mucho poder correr siquiera.
    Terminé de vestirme lo más rápido que pude, pero el tiempo corría.


    —¡No puedes irte así! —chilló Iris. No hubo respuesta.


    —Déjenlo —sentenció mi primo. Escuché que movía una de las sillas, supuse que para sentarse.


    Abrí la puerta del baño de golpe. Me dolía cada maldito músculo del cuerpo e incluso los huesos. Salí por el pasillo a tropezones, pero sabía que no lograría mucho teniendo en cuenta lo débil que me sentía.
    Mis amigas intentaron detenerme, apenas podía ponerles algo de resistencia.
    Jugaría mi última carta.


    —¡Ío! —El grito me rasgó la garganta ya de por sí lastimada y se me empañó la vista por incontable vez en esa eterna noche.


    No hizo falta ninguna orden más, el corrupto sabía lo que necesitaba: detener a Dhaval Krall.

    Respondió con un potente rugido y salió de la habitación de Christopher a toda velocidad, nos esquivó y saltó los muebles con la agilidad propia de su especie.
    La rapidez de sus movimientos le daban la apariencia de una sombra, de un verdadero demonio. Después de todo eso era en lo que se había convertido.
    Las garras se le aferraron a la calzada para evitar que resbalara por el giro que había realizado bruscamente para darle alcance al muchacho.

    Un golpe sordo seguido de un grito y gruñidos me informaron que el felino había logrado su cometido.


    —¡Déjame, corrupto de mierda! —Debía estar intentando quitárselo de encima.


    Mis amigas me soltaron por fin y salí de la casa.

    Krall y mi corrupto forcejeaban entre sí, pero noté que el animal no intentaba hacerle daño, solo buscaba retenerlo con el peso de su cuerpo.

    Caminé hasta estar a un par de metros de ellos. Nuevamente nos bañaba la luz de la luna, o eso creí.


    —Suéltalo, Ío —dije casi en un susurro. La criatura se apartó, pero le bloqueó el camino a Dhaval. Estaba entre el corrupto y yo.


    Se levantó con cierta dificultad. Lanzó las pertenencias que cargaba al suelo y no se atrevió a mirarme.


    —A ver, Crow, decide. Quiero continuar mi camino hacia la mierda —escupió con evidente desdén. Tenía la respiración agitada y nuevos raspones.


    —Como si no estuvieras en la mierda desde antes.


    —Hablo en serio.


    —Perdóname —dije con un hilo de voz. Me miró por fin, con el ceño fruncido. Me palpitaban los músculos de la espalda—. Yo… yo a veces olvido que no eres como yo.


    —No somos dos partes de la misma personalidad. —Su respuesta me extrañó—. Algo de cierto puede haber en todo lo que dijiste.


    —No. —Los mareos que habían desaparecido al ducharme estaban regresando—. Porque entonces sí seríamos dos partes de la misma personalidad.


    —Está bien que no me quieras más aquí.


    Me daba la sensación de que estaba conteniendo las ganas de meterle un tiro al gato y decirme que me fuese a la puta mierda.
    Nunca lo había visto enojado, pero deseaba que lo estuviese, porque era mejor que esa extraña comprensión.


    —Dijiste que no era fácil deshacerse de ti. —El mundo me daba vueltas y sentía ganas de vomitar a pesar de tener el estómago vacío—. ¿Por qué ahora te largas tan fácil?


    —Es diferente.


    —No. Mientras yo sea lo suficientemente estúpida para seguir cometiendo estos errores nada es diferente.


    —Déjame largarme de una puta vez, Melyen. —Volvió a apartar la mirada mientras levantaba sus cosas. Sentí un vacío en el pecho, porque la forma en que evitaba mirarme me recordó a la pesadilla que tuve la madrugada en que le revelé mis alas a Chris.


    —No, porque yo sí soy una maldita egoísta. Porque si te vuelan la cabeza por traidor será mi culpa y acabaré por hundirme en la locura que ya de por sí he estado rozando. Porque estoy malditamente aterrada. —Cometí entonces el tercer acto impulsivo de la serie de estupideces que estaba comenzando apenas. Las palabras me salieron en tropel de la boca y las náuseas aumentaron—. Porque te quiero aquí conmigo.


    Dio un paso atrás. El miedo que sentía no hizo más que aumentar. Al final se iría. Se iría aunque eso significara su muerte.
    Sin embargo, cedió. Dio un par de pasos al frente.


    —Suban al auto. —La voz de una de mis amigas nos detuvo en seco.


    —¿Qué?


    —¡Háganlo! —Era Adalet que junto con Iris y Christopher había empezado a meter cosas al maletero a toda prisa. Comida, lo poco que habían bajado, cosas de mi primo y solo ellos sabrían qué más.


    Estuve por abrir la boca para volver a hacer una pregunta, pero entonces reparé en lo que estaba sucediendo… Me di cuenta del cambio de tonalidad en el cielo.
    El tiempo se nos había agotado.


    —¡Sube! —Dhaval se sobresaltó y acató la orden con una sumisión que le desconocía. Al igual que habían hecho mis amigos, lanzó sus cosas al maletero antes de subir—. ¡Ío, al auto!


    Christopher subió, iba a conducir. Iris subió como copiloto.

    Pronto el motor estaba encendido.

    El corrupto se acercó a mí, era consciente de mi estado. Caminó a mi paso hacia el auto y subió al maletero, donde se hizo lo más pequeño posible entre las cosas.
    Fue cuando vi bajo una de las mochilas algo que no sabía que estaba allí: otra de mis gabardinas.
    Era la gris. La saqué y me la coloqué lo más rápidamente que pude, de alguna ridícula forma me hacía sentir segura.

    Adalet fue la última en salir de la casa. Supe que estaba apagando las velas.

    Intenté subir a duras penas, con el mundo dándome vueltas, Dhaval extendió su mano y la tomé porque de otra forma no habría podido. Me haló hacia él. Me senté a su lado, sin darme cuenta de que no le había soltado la mano y que de hecho me aferraba a ella con fuerza. Fue Hidra quien deshizo el agarre.

    Sentí el peso de Adalet al sentarse a mi lado y escuché que cerró la puerta del auto.

    Chris se puso en marcha, nadie preguntó dónde iríamos. Ninguno quería saber la respuesta.

    Para cuando el cielo empezó a aclarar de forma más evidente yo finalmente había caído rendida aunque escuchaba el ronroneo lejano del motor.

    En alguna parte del cafetal, bajo el cielo amoratado, el cuchillo que había sostenido Adalet antes de encontrarme en el claro y abofetearme, brillaba en medio de la hojarasca, la tierra y la sangre.

    Ojalá hubiésemos sabido que salir de casa era tan mala idea como quedarse.
    Ojalá todos estuviésemos muertos.
    Ojalá este mundo nunca se hubiese echado a perder.
    Ojalá mi mente recuperara su dirección.
    Ojalá.
    Ojalá.
    Ojalá.
     
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    Zireael

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    Cielo Nocturno [Self-Insert || Long-fic || Experimento]
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    Tragedia
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    Sé que va a llegar un punto en el que nadie va a leer esta historia, pero qué queda.

    Este capítulo es particularmente corto (tiene sentido, ya me estoy muriendo académicamente) pero creo que tendrá implicaciones interesantes.
    No sé cuándo volveré a actualizar, posiblemente en julio, lol. Esta vez no tengo aclaraciones que hacer.
    Como siempre, me disculpo por posibles errores.

    ¿Qué tenemos para hoy?

    La versión instrumental de O (Fly On) de Coldplay.


    Y, para casi el final del capítulo, un cover por Reoni ft. Nyami de Koukatsu (Original de MARETU con Hatsune Miku).
    Take care of those binded feelings and throw them where you must throw them.

    Ahora sí, ¡qué comience el capítulo!

    .

    .

    .

    .

    .

    Capítulo nueve.














    …al final, lo que empieza siendo una cosa termina siendo otra, significando algo totalmente o simplemente muriendo y desapareciendo.
    Víctor Hugo Acuña Ortega. Historia e Incertidumbre. Página 56.














    X La Rueda de la Fortuna. Acertijos. Sinsentidos. Aproximación de lo inevitable.


    Para cuando la luz del sol se alzó por encima de las montañas, estábamos llegando a uno de los recónditos hoteles diminutos que conocía mi primo debido a los conciertos. Lo reconocí.
    Dada la falta de tráfico y el hecho de que en sí el lugar no estaba lejos, llegamos bastante rápido a pesar del desastre que había causado la oscuridad.
    Quise creer que el lugar era lo bastante pequeño y poco importante como para mantenernos a salvo unos días. Ocultos como ratas. Al menos mientras planeábamos mejor qué hacer.

    Chris estacionó el auto en el pequeño espacio designado para ello. Con mucho trabajo allí apenas cabrían cinco vehículos.
    Bajó y habló con el encargado. No escuché su conversación, estaba aún adormecida y realmente no me sentía en condiciones para esforzarme en escuchar una charla ajena.

    Por un momento el señor pareció bastante escandalizado y fue cuando alcancé a escucharlo mejor. Tenía un acento marcado, sabía que pertenecía a alguna parte de Heritage, porque era ridículamente similar al de Volkov.
    No pude evitar fruncir el ceño, mucho menos después de la alucinación que había tenido con el lobo.


    —Vamos. —Dhaval habló mientras abría la puerta, atendiendo a una seña de mi primo.


    Bajé tras él y tuve la sensación de que iba a desplomarme en el suelo, pero mis piernas lograron sostenerme.


    —Podemos pasar aquí unos días —comentó Christopher.


    Noté que el encargado entraba a la que siempre supuse era una pequeña oficina, para volver con un par de llaves y entregárselas.


    —¿Pero cómo vamos a pagarlo? —Fue lo primero que atiné a decir.


    Hizo un gesto despreocupado con la mano que no hizo más que ponerme ansiosa.


    —¿Y el corrupto? —La que hizo la pregunta fue Adalet, que se abrazaba a sí misma debido al frío del ambiente.


    —Llegué a un acuerdo para que no comente nada —respondió Chris—. Le aseguré que no dará problemas de ningún tipo… porque no fue humano.


    Dudé un momento, pero al final confié en su palabra.

    Me entregó las llaves que estaban debidamente numeradas y regresó para comenzar a bajar las pocas cosas que habían logrado sacar de la casa a último momento.

    Escuché un sonido extraño que supe provenía de Ío.


    —Ven, gatito —dije y animal de inmediato bajó del auto, claramente nervioso—. ¡Rápido, vamos!


    Prácticamente pegado contra el suelo se acercó a mí y entró al pequeño edificio a toda velocidad.

    Escuché que el hombre con acento de Heritage cerraba la puerta de la oficina de golpe.

    Hice el intento de tomar algunas cosas para ayudarle a mis amigos, pero recibí la orden de que siguiera al corrupto y abriese las habitaciones.
    Así lo hice. Eran dos, una junto a la otra, pude ver que estaban conectadas por una puerta. Bastante modestas, cada una tenía una cama matrimonial y una individual, cubierta con sábanas delgadas. En los armarios pude ver algunas cobijas más gruesas.

    Ío se metió en el armario de una de las habitaciones, haciéndose lo más pequeño posible.

    Pronto mis amigos me dieron alcance, colocaron todo en el suelo y en parte de una de las camas grandes.
    Le regresé las llaves a Chris, quien las tomó y volvió a salir.


    —Iré a hablar con él de nuevo —dijo cuando estaba cerca de la puerta.


    Noté que mis amigas salieron tras él, probablemente para darle un vistazo rápido al lugar.


    —¿Vienes? —preguntó Iris antes de salir.


    —No —dije de inmediato—. No me siento muy bien aún.


    La escuché suspirar antes de seguir su camino.

    Me acerqué al armario en que estaba Ío, tomé una de las cobijas y me lancé en la cama matrimonial sin siquiera quitarme los zapatos o la gabardina. Me cubrí casi hasta la cabeza. Los ojos se me cerraban solos.

    Pude ver la silueta de Dhaval revolver entre las cosas. Imaginé que luego saldría también.

    En algún punto me quedé dormida, pero escuchaba la mayoría de lo que sucedía. Pude oír que alguien se acercó a la cama y luego salió, creo que estuvo a punto de cerrar la puerta pero en medio de mi sueño liviano le dije que no lo hiciera. Me ponía nerviosa dormir con la puerta cerrada de día.
    Escuché las voces lejanas de mis amigas y de Chris, también sentí el peso y el calor de Ío al acostarse junto a mí.

    Mi cuerpo adolorido fue finalmente vencido por el sueño y aunque primero no pude descansar profundamente, luego de que Ío subió a la cama, el ruido externo que me llegaba como de otro mundo, por fin se silenció.
    Dormí sin pesadillas. Nadé en la negrura.

    Horas más tarde seguí sin ánimos de salir de salir de la habitación y mucho menos de dejar a Ío solo.

    El atardecer apenas estaba comenzando, el sol empezaba a teñirse de anaranjado.

    Pude notar que Iris dormía profundamente en la cama matrimonial en la que aún había cosas.

    Me levanté e Ío me siguió con sus pasos silenciosos. Me asomé por la puerta que conectaba ambas habitaciones, Dhaval también dormía. Volví a notar los rasguños en su piel.

    Lo herí con mis vidrios rotos.

    Sentí el cuerpo cálido de Ío pegarse al mío y volteé a verlo. Sus expresivos ojos estaban clavados en mí.


    —Anda, discúlpate con él por mí —murmuré sin saber realmente a qué me refería.


    El felino se acercó despacio a la cama donde dormía Krall, quien tenía la mano derecha al borde de esta. Se sentó y lo contempló un minuto, meneado ligeramente la cola, y finalmente frotó su hocico en la mano del muchacho.

    En medio de su sueño, la apartó, pero el animal insistió hasta que finalmente despertó y lo vio; esta vez la retiró de golpe.


    —Dice que lo siente —comenté haciendo que se sobresaltara y mirara hacia mí—. Bueno, que lo sentimos.


    Regresó su mirada a Ío y muy cautelosamente le acarició la cabeza. El corrupto comenzó a ronronear y apoyó la cabeza en el borde de la cama. Dhaval se enjuagó los ojos con la mano libre.
    Sonrió muy discretamente y no pude evitar hacer lo mismo aunque no estuviese mirándome.

    Alguna de todas las emociones que esa simple sonrisa acababa de despertar me dolió, me dolió de una forma absurdamente preciosa.
    Porque sí, el dolor también podía ser bello y, de hecho, tenía la capacidad de crear obras de arte como se asumía en los clichés más baratos sobre los artistas.
    Fue como si otra grieta se hubiese abierto y de ella fluyera algo que no lograba identificar pero que era asombrosamente cálido.

    Lo amo. No hay más remedio.
    Amo cada fragmento que conozco de él.
    Lo sabe, ¿cierto? Sí… creo que sí.


    El cariño se escurre a través de mis grietas como un denso y saturado óleo violáceo. No puedo detener la fuga y él solo intenta limpiar la pintura que comienza a mancharlo.

    Me quedé plantada en la puerta, sin ser capaz de decir nada más.

    Pude ver que Ío estaba por quedarse dormido en la posición tan incómoda en que se encontraba y Dhaval también.
    El gato me miró un momento y le hice un gesto con la cabeza; entonces subió a la cama y se acurrucó junto a mi amigo, quien lo miró extrañado pero no hizo un intento por apartarse.

    Sentí el profundo deseo de acurrucarme junto a ambos. El corazón se me descontroló en el pecho, pero mi lógica empezó a decirme a gritos que aquello era un disparate.
    Inhibí mi deseo a pesar de lo inestable que se encontraba mi mente aún.


    —Descansa —dije dirigiéndome a Dhaval.


    No respondió pero se acomodó para hacerle espacio a Ío.
    Nuevamente una sonrisa se asomó en mi rostro antes de que me dispusiera a salir y cerrar la puerta de conexión.
    Me detuve en medio de la habitación. Iris seguía durmiendo.

    Entre las maletas del suelo, estaban mis pertenencias.
    Cometí entonces una imprudencia. Me dispuse a registrar mis cosas hasta que di con mi celular.

    Quizás debería tirar esto por el inodoro.

    Me senté en el borde de la cama y observé el objeto durante un buen rato, sin siquiera desbloquearlo. Me limité a ver mi reflejo en él, por un momento me costó reconocerme. Las marcadas ojeras y el cabello desaliñado no ayudaban.

    Suspiré y finalmente me dispuse a desbloquear el aparato. La energía eléctrica había vuelto también y las conexiones funcionaban sin mayor problema.

    Las redes sociales me tentaron. Estaban cargadas de noticias relacionadas a la oscuridad.
    Seleccioné el buscador interno de una de ellas y mantuve el pulgar en el aire sin saber qué quería hacer realmente, hasta que una de mis malditas compulsiones me venció. Una “A” apareció en la barra de búsqueda y pronto el sistema completó el nombre de usuario de quien a estas alturas debía haber enterrado: Altan Volkov.
    La cuenta, como casi siempre, se mantenía privada.

    Deja de hacer esto, estúpida de mierda. Es enfermo, es asqueroso, es patético.
    No puedo detenerme hasta dar con algo. No puedo parar hasta hacerme daño.


    Recorrí toda una lista de usuarios relacionados a él. Cuentas privadas y públicas, fotos de mierda, estúpidas de pelo pintado y perforaciones, porros, licor. Una porquería tras otra.
    Llegué entonces a las cuentas más o menos prometedoras; las de los amigos fotógrafos o que se las daban de tales por su formación en Artes.
    Pronto choqué con los ojos ámbar del lobo y el mundo se me detuvo en seco.

    Una tras otra, las fotos no hacían más que recordarme lo que había perdido, lo que no había logrado alcanzar.
    El corazón se me encogía en el pecho con cada segundo que pasaba. La calidez del extraño pero hermoso dolor que había sentido al ver la sonrisa de Dhaval empezó a desaparecer y sentí la tristeza colarse como una ventisca fría.

    Encontré otra cuenta y en ella a la maldita usurpadora. A la segunda de hecho, ¿o era la tercera?
    La desgraciada foto me hacía daño, era como tomar un puñado de vidrios con las manos descubiertas, pero yo no podía quitarle los ojos de encima. No podía dejar de ver ese momento congelado, ese beso que pecaba de actuado y forzado, o eso quería creer.

    Esta muñeca tiene el pelo pintado.

    El pensamiento me hizo fruncir el ceño.
    Cerré todas las aplicaciones, dejé el celular a mi lado y me llevé las manos al rostro. Las lágrimas me quemaban tras los ojos.
    Me sentía mal, sí, me sentía terrible y tenía la garganta hecha un nudo pero había cumplido con mi ritual. La ansiedad, la sensación de peligro, de falta de información, de miedo a lo que no sabía… se había aplacado.

    Me enjuagué los ojos repetidas veces, casi al punto de hacerme daño.


    —Mel. —La voz de Adalet interrumpió mi acción y volteé a verla—. Chris quiere hablar con nosotros cuando todos despierten.


    —Está bien —murmuré sin voltear a verla. Sentí su peso al sentarse a mi lado—. Ada.


    —¿Qué pasa?


    —¿Cómo te sientes?


    —¿Y esa pregunta a qué viene? —De una forma casi ridícula fue como si la escuchara sonreír.


    —No lo sé —admití—. Me preocupas. Todos me preocupan.


    —Hablé con papá desde un teléfono público hace unas horas —dijo en un susurro—. Mamá estaba histérica… quería que volviéramos las tres.


    —Tu madre siempre ha sido muy buena con nosotras, solo está preocupada —comenté y noté que asentía.


    —Las quiere mucho.


    —¿Qué dijo tu padre?


    Sentí que tomaba suavemente mi mano y, como había hecho solo cuando guiaba el camino si estábamos en lugares concurridos y considerablemente ebrias, entrelazaba sus dedos con los míos. Su tacto era cálido en comparación al mío y asombrosamente delicado. Nuestras manos eran casi del mismo tamaño e igual de delgadas.

    Por un momento estuve por apartarme como había hecho Dhaval al despertar y ver a Ío, pero en su lugar sentí el color subir gradualmente a mi rostro.
    Adalet apretó un poco el agarre.


    —Me dijo que soy una cabezona de mucho cuidado pero que nos estará esperando en casa cuando hayamos arreglado las cosas. —En mi mente rebotó la pregunta de qué le habría contado exactamente a su padre. Permaneció unos segundos en silencio hasta que volvió a murmurar algo—. Lo lamento, por golpearte, por apuntarte con un arma… por todo.


    —Gracias —respondí con sinceridad.


    —¿Qué dices?


    —Siempre has estado para sacarme del fondo, desde aquella vez. —Me refería al octubre terrible. Levanté nuestras manos aún unidas y la miré por fin; las ondas naturales de su cabello negro estaban particularmente desordenadas. Me observaba confundida—. Hoy te agradezco por no haberme abandonado a mi suerte ni una sola vez.


    Parpadeó perpleja y en sus ojos pude ver un chispazo de alegría casi infantil. Su mirada oscura se humedeció.


    —Yo diría que esta vez Dhaval también hizo un buen trabajo —comentó entre risas.


    —Lo reconozco. —El sonrojo que había surgido producto del delicado tacto de mi amiga se acentuó—. Lamento las cosas espantosas que le dije.


    —Realmente no las dijiste de forma sincera. Sí las has pensado, porque no encuentras sentido en que invierta su tiempo en ti, pero ni siquiera la parte más ansiosa e inseguridad de tu personalidad es capaz de creerlas.


    —A veces quisiera creerlas.


    —Pero no puedes. —Deshizo el agarre de nuestras manos suavemente—. Está bien que no puedas creer eso. Es bueno que estés segura de que está contigo porque así lo desea y no por un dilema moral.


    —No es tan sencillo.


    —Sí lo es —dijo mientras me daba un pequeño empujón con su hombro—. Dhaval Krall te ha elegido a ti por encima de otras personas u otras cosas en varias oportunidades. No sé qué significará para él eso, pero sé que lo mínimo que implica es que te aprecia bastante.


    —Quisiera que él también tuviera esa certeza —añadí mientras tomaba el celular y lo metía en uno de los bolsillos de la gabardina; luego dirigí mi mirada al techo, del que colgaba una lámpara de luz amarillenta.


    —Ahora la tiene. —Se levantó de la cama y avanzó hacia la puerta—. Le dijiste por fin que lo quieres contigo, sin necesidad de estar borracha.


    Aparté la vista del techo para voltear a verla y me dedicó una sonrisa hermosa, tan dulce y preciosa como solo ella podía ser. Ese sencillo gesto me detuvo el corazón en el pecho y me devolvió algo de la calidez que acababa de perder producto de mi compulsión.

    El color subió a mis mejillas de nuevo.

    Iba a abrir la boca para hablar pero ella se llevó un dedo sobre los labios y señaló la puerta que unía las habitaciones. Escuché el murmullo de pasos.
    La mirada que le dediqué debió hacerle gracia porque tuvo que contener la risa. ¿Nos habría escuchado? Como si leyera mi mente, Adalet negó con la cabeza.

    Dhaval abrió la puerta y pude ver que Ío lo acompañaba, aunque tenía cara de pocos amigos, como cada vez que despertaba. Extendí mis brazos hacia el felino y noté que Dhaval daba un respingo. El corazón antes detenido de golpe, se puso en marcha a toda prisa, porque entendí que había creído que el gesto iba dirigido a él.
    Ío se apresuró y subió a la cama en la que estaba sentada, lo envolví con mis brazos como si fuese un gran peluche. Pronto el motor que era su ronroneo se puso en marcha.


    —Dhaval. —El aludido hizo un sonido para dar a entender que me había escuchado—. Chris quiere hablar con nosotros cuando Iris despierte.


    —Está bien —respondió de la misma forma en que yo lo había hecho minutos antes y permaneció de pie, sin saber muy bien qué hacer.


    Escuché una risa casi maliciosa. Regresé mi vista a Adalet y en sus ojos vi el brillo de una burla provocadora, retadora.


    —Ustedes son graciosos —dijo antes de alejarse por el pasillo, con su cascada de cabello negro como el carbón agitándose suavemente tras ella.


    Se me escapó un suspiro de hartazgo y me limité a continuar acariciando a mi gran gato. Noté que Iris se revolvió en la cama, creí que había despertado pero me equivoqué.

    De repente una hoja de papel se interpuso entre mi rostro y mi corrupto. No logré distinguir las formas que tenía encima de primera entrada, ni siquiera pude separar los colores que veía hasta que quien la extendía frente a mí la alejó un poco. Vi entonces los trazos fuertes y que se repetían uno sobre otro, creando una línea que parecía discontinua en algunos puntos. Vi los tonos rojizos y sumamente saturados, aparentando un cielo.
    Los trazos que vi primero formaban una silueta frente a aquellos colores brillantes que se degradaban de un azul oscuro.
    Reconocí el dibujo porque hace tiempo había recibido una foto. Me reconocí como no había hecho la primera vez que lo vi.

    ¿Por qué has traído esto? ¿Por qué lo tienes contigo aún?
    No. No me lo des. No sé cómo sentirme. Desde el principio fue esto lo que me confundió. No me lo des… pero lo quiero. Lo quiero porque es mío, ¿no es así? Siempre fue mío.
    No entiendo lo que sientes, explícame, habla conmigo. Es irónico, pero no entiendo de esta forma, aunque es la única en la que me puedo expresar.


    Extendí mi mano temblorosa para tomarlo con una delicadeza exagerada y, casi como acto reflejo, aferré la hoja contra mi pecho aunque no con la fuerza suficiente para arrugarla permanentemente. No fui capaz de mirar a la persona a quien pertenecía originalmente, no podía mirar a Dhaval Krall en ese momento.


    —Muchas gracias. —La voz casi se me quedó atorada en la garganta.


    Me revolvió el cabello con delicadeza y luego deslizó su dedo a lo largo de un rizo, de una forma casi distraída, estirándolo como un resorte.
    No pude evitar seguir cada uno de los movimientos de sus manos.


    —Perdón —dijo de repente, sobresaltándome.


    —¿Qué?


    —Por tirar de tu cabello.


    —No me hiciste daño ni nada, está bien. —Me seguía negando a soltar la hoja que acababa de darme, ni siquiera para verla mejor.


    A mis oídos llegó un suspiro proveniente de él y pronto se alejó hacia la puerta. Quise decirle algo más, pero no podía ordenar las palabras… solo lo observé irse.

    Aparté la hoja de mi pecho para mirarla. El maldito idiota se tomaba el tiempo de hacer esas cosas para mí.

    Cuando Dhaval se había alejado lo suficiente, sentí que alguien se apoyaba en mis hombros. Estuve a punto de chillar a todo pulmón.


    —Es bonito. —Era la voz adormilada de Iris—. Este fue el primero que hizo para ti, ¿cierto? Creo que nos lo mostraste.


    —¡Estúpida, no me asustes así! —reclamé, volviendo a aplastar el dibujo contra mi cuerpo, como si no quisiera que nadie más lo viese. Estaba guardando mi tesoro con exagerado recelo.


    La escuché reír pero antes de que pudiese decirle algo más un grito agudo, que supe pertenecía a Adalet, cortó todos mis pensamientos de golpe. Me levanté a toda prisa y corrí hacia el origen de ese espantoso sonido; Iris me seguía los pasos y pronto Ío nos rebasó, actuando en función de mi necesidad.

    El sonido que me llegó después fue el del rugido de mi corrupto y el batir poderoso de unas alas; Christopher. Luego otro grito, esta vez masculino.

    Cuando llegamos, pude ver a mis amigos inmovilizados por aquellos agentes especiales de las FAL, los de las gabardinas con el emblema extraño.
    El encargado del hotel con quien había hablado mi primo, conversaba con quien parecía el líder del grupo armado.

    Christopher había sido noqueado, la sangre proveniente de alguna herida en su cabeza manchaba el suelo; a su lado yacía Ío, igualmente herido. Aún con el dibujo que acaba de darme Dhaval entre las manos, me arrodillé junto a ambos y sentí las lágrimas correrme por el rostro. No me atrevía a tocarlos por temor a hacerles más daño.

    ¿Y si están muertos?

    Fui capaz de notar sus débiles respiraciones.

    El grito que profirió Iris a mis espaldas me caló hasta el último de los huesos.
    Con el rabillo del ojo pude ver que la siguiente en ser inmovilizada fue ella, puso resistencia y sin demora alguna también fue dejada inconsciente. Adalet volvió a chillar y ahora Dhaval era quien intentaba deshacerse del agarre de los agentes con todas sus fuerzas. En medio del calor de mis lágrimas pude notar que se le marcaban las venas del cuello y los brazos.


    —¡Vete, Mel! —ordenó, claramente desesperado—. ¡Vuela!


    Pude ver que otro grupo de agentes me rodeaba, apuntándome con sus armas.

    Incapaz de hablar, negué con la cabeza. No podía, no hubiese podido ni aunque lo intentase. Las alas se negarían a salir, lo supe de inmediato. Además, no podía dejarlos, quién sabe qué harían con ellos.

    El siguiente movimiento que hice, aunque no fue suficientemente sospechoso para que abrieran fuego, sí lo fue para que un agente me derribara, aprisionando mi cuerpo contra el suelo. Se me escapó un quejido de dolor.
    El dibujo que sostenía entre mis manos fue a dar un par de metros más allá, extendí mi mano hacia él aunque sabía que era inútil.

    En minutos todo lo que alguna vez consideré parte de mi vida estaba siendo destrozado. La sangre de mi primo, lo más cercano a un hermano que tuve jamás, manchando aquel dibujo que era una de mis posesiones más preciadas, era la prueba máxima de que mi mundo estaba siendo desmembrado frente a mí… Tuve la certeza de que seguirían arrancándole pedazos hasta que fuese una masa irreconocible.

    El cristal de mis lágrimas empezó a distorsionarme la vista. Escuché pasos acercarse.


    —No debían recurrir a la violencia física de no ser necesario. —La recién llegada era una mujer y aunque no podía verle el rostro, reconocí su voz.


    C. Atratus puso demasiada resistencia, señorita Kwok —respondió uno de los agentes. El apellido me confirmó lo que ya sabía y la misma señorita Kwok pareció sorprenderse al reconocer a alguien en mi grupo de rechazados sociales.


    —Maldición —murmuró para sí misma—. Krall, ¿qué haces aquí?


    No hubo respuesta de su parte.
    Kwok no había reparado en mí todavía, pero pronto escuché sus pasos continuar hasta que pasó a mi lado. Se acuclilló unos metros más allá, tomó el dibujo del suelo y me miró por fin. La sorpresa se reflejó en sus ojos que acababan de tornarse vidriosos y pronto otra cosa pasó fugazmente por su rostro de piel trigueña: comprendió por qué él estaba allí.
    No tuvo que expresarlo en voz alta para que me diese cuenta; conocía los gestos de esa muchacha con precisión. Después de todo era mi amiga.


    —Movilicen a los sujetos C. Atratus, C. Corax, H. Rustica y compañía a la base Thánatos de las FAL —dijo mientras se incorporaba. Esta vez evitó mirarnos.


    —¡Aydan! —La voz de Dhaval hizo eco en el lugar—. ¿Qué pretendes?


    La aludida se rehusó a responder.
    Dobló con sumo cuidado la hoja que nos pertenecía y la guardó en uno de sus bolsillos. No supe si lo que había manchado levemente sus dedos era la sangre que se había impregnado a una parte del papel o el pigmento que se había desprendido de este.


    —Kwok. —Su apellido me salió como un sonido ahogado—. No dejes que maten a Ío.


    —¿Ío? —La sorpresa volvió a pasar por su mirada. Ella lo había conocido.


    —El demonio, quiero decir, el animal —añadió Dhaval corrigiéndose a sí mismo de una forma en que casi dio la sensación de que acababa de abofetearse mentalmente. Su respiración era irregular—, es su gato. Aydan, que no lo toquen.


    Tuve la sensación de que la morena había asentido muy levemente.

    Dhaval continuó resistiéndose y finalmente le dieron el golpe contundente para que se quedara quieto.
    Empecé a sollozar como una niña, tratando de quitarme al agente de encima en medio de maldiciones incomprensibles. Bajo la piel de mi espalda sentía como si una criatura se revolviera, furiosa e incapaz de liberarse.
    Sentí un pinchazo en el cuello y el mundo se oscureció, como si me hubiese envuelto en la oscuridad de mis propias alas.

    La caricia en la cabeza que recibí de alguien que no pude identificar, desentonó con aquella terrible escena.

    Me persiguieron los ojos oscuros de Aydan, junto al eco de su voz al preguntar si estaba en lo correcto al decir que me sentía atraída por nuestro amigo en común.

    La persona por la que sentía tanto odio hacia la muñeca era ella.

    Aydan Kwok, quien se refería a mí como su mejor amiga, ya no era solamente la persona que me había sacado directamente aquella información mediante un juego sucio, era la que acababa de enviarnos a una base militar que llevaba el nombre de muerte.
     
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    Maze

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    Al fin, un poco de tiempo libre entre el Estrago y la Cosecha para ponerme un poquito más al corriente con el místico Cielo Nocturno. Es algo así como una infusión de vitaminas para retomar pawa.

    ¿Por dónde empiezo? Estos dos capítulos traen consigo un cambio de ánimos brutal, con respecto al anterior. Un giro esperable, inevitable, pero aún así sorprendente. Y es que aunque estaba mentalizado para sucesos fuertes, no para esos sucesos fuertes. Fue un ir y venir de emociones, de información, de causas que... mindblow.

    El capítulo V lo sentí bastante corto. Extraño, porque el corto fue el VI, pero me sumergí a tal grado que cuando llegué al final tuve esa sensación de que había acabado demasiado rápido. De principio a fin, ha sido uno de mis capítulos favoritos.

    Llegando a esta escena sentí que te habías metido en mi cabeza. Por experiencias personales casi le veía retratado en esta parte y... diablos, viejas heridas que se abren. Supongo que es resultado de una vivencia personal sumamente fuerte que expones aquí, pero antes de que se me olvide, quiero mencionar que me ha encantado la pesadilla. Precisamente por la fuerza de la carga real (Tomados de la mano, rechazo, dolor emocional) que se vuelve de inmediato una carga metafórica (el lobo rompiendo sus alas). Es verdad que puede notarse la vena autobiográfica, pero también hay creación literaria aquí, hay una fuerza artística capaz de revolver el interior de los lectores (viendo los comentarios, no me pasa sólo a mí).
    Oh, plis STOOOOOOOP

    Esto es justo de lo que hablo: soberbio uso de la primera persona (que acá entre nos, es mi menos favorita, pero tú la haces lucir mucho).

    Dhuvalin es un amor!! (Inserte grito de fangirl).

    Oh, al fin sale. Ya me preguntaba de dónde le daría este nombre. Me ha gustado mucho que referenciara a una estrella brillante.

    Y a esto me refería: justo cuando empiezas a soltar más info sobre los rocs y demás... se corta. Y damn, estaba interesante.
    Trauma, trauma, trauma, trauma...
    Off-topic: En mi mente leo Adalet justo como se escribe, pero Ada me acaba sonando como Eida. Cosa rara.
    Más feelings...

    Y... aquí entramos al tema de lo explícito con una escena muy, muy cruenta. No tanto en el aspecto gráfico (en este incluso diría que ese comedida) sino por todo lo que implica, y por un momento de verdad llegas a creer que es el fin de Ío, y aunque al final no fuera así, sí supone un cambio tremendo en las vidas de los chicos, y deja en claro que nada será igual a partir de ahora.
    Esta parte me pareció especialmente buena. Es un solo párrafo, justo al final, que si no lo lees, casi podrías ver las cosas de forma muy diferente... pero está ahí y se siente muy natural, porque el estado mental de Crow es producto de todo lo que ha pasado hasta ahora, y el que llegue a este punto es perfectamente lógico, y lo racionaliza de una forma tan descarnada, tan ideal, que estremece. Sumamente bueno.

    Y... con esto leí dos capítulos más. sólo me quedan tres... muchísimas gracias por compartir con nosotros una historia como esta.
     
    Última edición: 20 Abril 2018
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  4. Threadmarks: Capítulo diez: XVII La Estrella. Confianza, despreocupación, fluidez. Desequilibrio. Frustración.
     
    Zireael

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    Leo
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    Cielo Nocturno [Self-Insert || Long-fic || Experimento]
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    Debería estar cumpliendo con mis responsabilidades, ya sea del foro o académicas, especialmente académicas a decir verdad, pero mi estado anímico es espantoso. Estoy exageradamente ansiosa y estresada, al punto de que sé que no haré las cosas bien por la misma presión que siento de tener que estarlas haciendo. En realidad estaba bien, hasta una cosa mínima me tiró abajo ayer y perdí el impulso para todo.
    Estoy agotada de todo. Así de simple. Incluso las buenas noticias que recibí en estos días se ven opacadas y eso es espantoso.

    En fin, buscando olvidar lo que me hizo sentir mal y volver a equilibrarme para ponerme con mis cosas de nuevo, me puse a corregir el capítulo que tenía listo hace ya un tiempo. Igualmente tengo listo el capítulo once y estuve comenzando el doce, pero se quedará para dentro de un mes y algo, cuando por fin pueda volver al foro como se debe.


    ¿Qué tenemos para hoy?

    Realmente me resultó muy difícil elegir las canciones para este capítulo, teniendo en cuenta que no es particularmente agitado, violento ni nada del estilo. Así que dejaré una canción que me gusta muchísimo.

    Chasing You de Burden Of The Sky.

    I finally found the missing piece of me, the one the starts the fire there's behind my eyes.

    La parte de la canción que coloqué, la deduje a puro listening, así que puede tener errores. (?)

    Y para algún punto, cerca de la mitad del capítulo.
    Wasted Love de Matt McAndrew.

    There's pain and there's glory but this is my story.

    Sin más que añadir, dejo el décimo capítulo de esta cosa que puede tornarse tan repetitiva como mis pensamientos ansiosos.

    .

    .

    .

    .

    .


    Capítulo diez.














    Tú no eres solo tú mismo, ¿sabes? No hay nada en este mundo que sea totalmente independiente. Todos poseemos vínculos con otros y compartimos con ellos a través de estos, por eso… no podemos actuar con total libertad. Y por eso existen la felicidad, la tristeza o el cariño.
    Yuuko Ichihara. xxxHOLiC: Kei.














    XVII La Estrella. Confianza, despreocupación, fluidez. Desequilibrio. Frustración.


    Un celeste pálido, que tiraba más al blanco, me cegó apenas abrí los ojos. Era parecido al color del cielo en un día apagado, cubierto de nubes excesivamente claras. Me lastimaba terriblemente la vista. Prefería la oscuridad absoluta.
    Pronto un dolor de cabeza palpitante se hizo presente. Sentí las terribles ganas de vomitar todo lo que no había comido.

    Tanteé con las manos, intentando ubicarme, aunque la única información que obtuve fue que estaba en una cama. Me incorporé, con el mundo dándome vueltas, y caminé un par de pasos sin saber bien a dónde iba.
    Cuando la vista se me acostumbró un poco más a aquel tono cegador, pude ver una puerta abierta. Era el baño.

    Me tuve que sostener de las paredes para llegar y prácticamente me dejé caer sobre el inodoro. Las entrañas se me retorcieron al punto de que creí que iba a escupir mi estómago, pero en su lugar vomité algo casi parecido a espuma, de una textura extraña e incoloro. No tardé en darme cuenta de que había llorado tanto que lo único que tenía en mi estómago era todo lo que me había tragado entre esos ríos de lágrimas. La última vez que me había sucedido eso fue hace... tres años.


    —Qué recuerdos —comentó una voz a mis espaldas. Sentí como me recogían el cabello con extremo cuidado—. Parece como si te hubieras bebido medio litro de vodka de nuevo.


    —Ojalá —respondí. No contaba con las fuerzas suficientes para comenzar a analizar todo lo que estaba sucediendo, empezando por el entorno extraño celeste pálido; pero supe quién me hablaba—. Tienes vocación para esto de soportar asquerosidades, Aydan.


    —Es bastante oportuno, ¿no crees?


    Otra arcada hizo que nuevamente aquel fluido subiera por mi garganta. Deseaba llorar a gritos.


    —¿Dónde están? —murmuré. Un ligero temblor me recorría el cuerpo.


    —Apenas vi a Dhaval supe que algo andaba mal…


    —No estoy hablando de Hidra ahora, Aydan.


    —¿Hidra? ¿Y a qué viene eso, Mel?


    —¡Responde! —exigí y casi de inmediato me ahogó un sollozo, surgido del dolor, el asco y el hartazgo. Golpeé el inodoro con el puño. Aydan soltó mi cabello y se apartó.


    —Están estabilizando a C. Atratus, debería estar recuperado en un par de días —respondió al fin. Se me dificultó entender a quién se refería.


    —Christopher —corregí.


    —¿Qué?


    —Se llama Christopher —aclaré y volteé a mirarla por fin, con las lágrimas escurriendo. Recordé que había usado un nombre como ese para los tres que éramos Roc—. Es mi primo. La de pelo oxigenado es Iris, te hablé de ella y de Adalet varias veces. Aydan, más te vale no permitir que vuelvan a ponerles las manos encima.


    En su rostro se formó una sonrisa leve que sentí estaba mezclada con lástima.


    —No sabía a quiénes estaban buscando realmente —admitió sin darme tiempo a formular una pregunta y desvió la mirada hacia la puerta—. Me trasladaron a Thánatos como investigadora líder, aunque solo se me permitió el acceso a ciertos datos… Estaban buscando únicamente a C. Atratus, pero desconocía su nombre y relaciones familiares. Luego me dieron la información de que debía estar con otro individuo que apareció hace poco… C. Corax. Debí sospechar cuando se negaron a brindarme más información, pero la necesidad de esclarecer la duda me guió hasta el final del laberinto.


    —Hidra. —La imagen del dibujo me dio una patada mental y los pensamientos comenzaron a dar vueltas como todo lo demás. El llanto se estaba deteniendo de la misma forma repentina en que había comenzado—. ¿Qué saben de Hidra?


    —¿De Krall? —Noté que se encogió de hombros—. ¿Qué sabes tú de Hidra?


    —¿Qué sé yo de él? —Volvió a mirarme directamente y le dediqué una sonrisa cínica. Mis brumas mentales no me dejaban pensar claramente. Las palabras que dije después supe que tenían que haberse quedado en mi mente—. Hidra es mío, eso es todo lo que sé en este punto.


    —Otra cosa que supe en el momento en que te vi a ti. —La carcajada que salió de su boca resonó en el lugar—. Ese idiota decidió acompañarte. Siempre decide hacerlo.


    —¿Acompañarme? —Suspiré y entre carcajadas solté otra cosa que debió quedarse como un pensamiento silencioso—. Dhaval Krall le voló la cabeza a un agente de esos tuyos. ¡Le hizo pedazos el cráneo con una bala, Aydan! Dios mío, fue una escena de película, algo bastante propio de él, a decir verdad.


    —¿Sí? ¿Entonces ahora Krall está en la categoría de los traidores?


    —Los traidores son atractivos —continué sin tener la menor idea de lo que estaba diciendo. Las paredes del baño giraban a mi alrededor—. Hidra es mi traidor favorito. Después de todo, que lo empujara al borde del abismo hizo que se convirtiera en uno, ¿no? Es sano sentirse atraído por algo que uno ha moldeado, como una obra de arte.


    —¿Aunque hayas moldeado tu imagen de Krall a partir de proyecciones? ¡Vaya, pero qué narcisista te has vuelto!


    —Eres una chica lista, Aydan, muy lista. —Esta vez yo reí—. Dime, ¿acaso no somos una especie de ridículo espejo? Tú se lo dijiste, en algunos puntos solo yo soy capaz de comprenderlo. ¿No fui siempre una narcisista de mucho cuidado?


    —Pretenciosos —dijo, sonriendo con cierta burla al usar una palabra que ambos usábamos para definirnos—, eso es lo que son al final del día.


    —A mucha honra —respondí mientras intentaba ponerme de pie, sin éxito.


    —Ten. —Me dio una botella con un líquido oscuro dentro—. Eliminará el efecto de la droga que usaron para traerte.


    La tomé con hartazgo, la abrí y le di un trago largo. El sabor era terrible. Volví a vomitar pero esta vez los giros del pequeño baño se volvieron más lentos, permitiéndome enfocar ligeramente el mundo.
    Dios, de verdad era como una resaca de las peores.
    Le di un trago más a aquella bebida asquerosa y esta vez sí pude mantenerla dentro de mi cuerpo. Puse la botella en el suelo.

    Fui consciente del montón de estupideces que acaba de decirle a Aydan.


    —Mis alas —murmuré aferrándome aún al inodoro.


    —Dhaval me dijo lo que hiciste con ellas.


    ¿Qué tanto han hablado de mí ustedes dos?


    —¿Por qué no pude usarlas cuando tus malditos agentes aparecieron?


    —No responderán voluntariamente hasta que vuelvas a tener algo de confianza en ellas… en ti.


    El silencio nos tragó entonces, porque ambas sabíamos que eso era algo de lo que carecía.
    Podía escuchar el murmullo lejano de máquinas y voces.
    Minutos más tarde noté lo mucho que mi ropa oscura desentonaba con aquella habitación con aire de hospital.


    —Creo que esto es tuyo —dijo mientras me entregaba una hoja doblada, manchada de rojo oscuro, o más bien marrón, en el reverso.


    Al desdoblarla noté que parte de ese líquido casi marrón se había transferido al frente del papel.
    Tomé mi tesoro y volví a aferrarlo contra mi pecho.


    —Ío… ¿Qué hicieron con él? —Tenía el corazón atorado en la garganta.


    —Lo están estudiando, pero no le han hecho más daño. Les dije que sería prudente conservarlo para pruebas experimentales, respecto el control que parecen tener los Roc sobre los corruptos.


    —Nosotros…


    —Thánatos es una base muy particular, Melyen. Creo intuyeron esa diferencia por cuenta propia, ¿no? —Me impidió terminar de hablar—. Surgió como respuesta a la necesidad de comprender a los alados… a ustedes, los Roc de Tétrica. Está directamente asociada a las IAAL de Désir.


    —Somos tus nuevas ratas de laboratorio. —Tuve la certeza de que en unos días solo encontrarían revoltijos de plumas junto a las carreteras.


    —Sí y no —confirmó—. Necesitamos hacer pruebas comparativas, pero también necesitamos agentes con características superiores.


    —No pienso colaborar con quienes desmembraron mi mundo. —La atajé mientras volvía a apretar el dibujo ensangrentado contra mi pecho.


    —No tienen opción. —Su voz denotaba hartazgo. Abrí la boca para objetar pero pronto siguió hablando—. Fue el único acuerdo al que pude llegar para mantenerlos a todos con vida.


    —¿Qué iban a hacer con nosotros?


    H. Rustica, Adalet Bristow y Dhaval Krall son inútiles para los intereses de Thánatos, pero han visto demasiado. Ya C. Atratus debe haberte dicho qué sucede, ¿no? Cómo aparecen camuflados los cuerpos de Roc… o de testigos, en este caso.


    —Pero si Iris es igual, ¿por qué… por qué iban a desecharla de ese modo? —La palabra que acababa de usar era horrible, pero era eso lo que iban a hacer—. Adalet no ha hecho nada tampoco y Dhaval… no sabían…


    —Sí sabían, pero realmente no era una prioridad… una curiosidad tal vez, pero no más. —La escuché suspirar—. Mel, ¿has pensado en la envergadura de las alas?


    —Tiene que ver con la especie del ave e imagino que con otras características corporales de quien tenga las alas.


    —No —corrigió rápidamente—, eso lo dicta la estructura, la coloración y el estudio genético correspondiente. Si bien también está asociado al cuerpo de su portador, por decir algo; resulta, Melyen, que los Roc de gran envergadura son peligrosos y también sumamente interesantes.


    Sentí las alas revolverse bajo mi piel y me dio asco mi propio cuerpo. Deseé con tanta fuerza poder arrastrarme hasta donde fuese necesario con tal de poder llorar en los brazos de mi madre hasta dormir que volví a romper en llanto. Casi pude recordar la suavidad de sus caricias en mi cabello, pero… no pude recordar el tono de su voz. Sollozaba como una niña y comencé a mecerme de adelante hacia atrás, en el que sabía era un intento estúpido por arrullarme a mí misma.


    —Me odio, maldita sea, me odio. —Empecé a golpearme la cabeza una y otra vez contra el borde del inodoro. La hoja que sostenía contra mi pecho por fin se arrugó en pliegues aleatorios—. ¿Es mucho pedir ser normal?


    —Melyen, para.


    —¡Deja de hablar como si no te importara! —chillé—. ¡Ya basta, me repugna que seas así!


    —¡¿Y qué se supone que haga?! ¡No puedes esperar que todos sean tan emocionales como tú! —gritó en respuesta, deteniendo mis golpes en seco por la sorpresa. Cuando volteé a verla noté que estaba reprimiendo las ganas de llorar—. ¡Hice lo que pude para mantenerlos con vida a los dos, porque son mis amigos, porque no podía mantenerte viva solo a ti y dejar a Dhaval morir porque nunca me lo perdonarías! ¡Hice lo que pude para salvar a tu primo, a tus amigas e incluso a tu corrupto, porque sé que para ti no tiene caso vivir sin ninguno de ellos! ¡No puedo hacer más, Crow, es todo lo que está a mi alcance!


    Conseguí levantarme aunque estuve por irme de cabeza al suelo. Aydan dio un paso atrás pero el espacio era demasiado reducido, no pudo apartarse como creí que quería hacer; la envolví entre mis brazos y apoyé mi rostro en su hombro. La tela de su ropa absorbió mis lágrimas.
    Sus músculos se tensaron, pero segundos después sentí que me abrazaba.


    —Lo siento —murmuré tan bajo que dudé que fuese capaz de entender.


    —Vamos —dijo mientras aumentaba la fuerza de su agarre entorno a mi cuerpo—, te llevaré con C. Atratus, quiero decir, con Christopher.


    Deshizo el repentino abrazo y luego de salir del baño caminó despacio hacia la puerta de la extraña habitación.

    Me enjuagué el gusto asqueroso de aquella bebida oscura en el lavabo antes de seguirla y me limpié las lágrimas del rostro con las palmas de las manos húmedas.

    Guardé el dibujo en uno de los bolsillos de la gabardina y sentí en él mi celular. Caí en cuenta del error, de la terrible metida de pata que nos había llevado a esa nefasta consecuencia. Nos ubicaron por ese maldito aparato, por todos, pero principalmente por ese y… la llamada de Adalet.
    Quise lanzar ese pedazo de tecnología inútil por una ventana, pero ya era demasiado tarde para ello.

    Me acerqué a Aydan quien permanecía frente a la puerta sin abrirla. El mundo aún giraba sobre su propio eje, pero al menos ya era capaz de sostenerme en pie más allá de la distancia del baño.

    Noté que se acercó a una silla que había junto a la cama de la que me había levantado y tomaba una prenda oscura. Cuando volvió sobre sus pasos, la estiró y la adelantó hacia mí.
    Era una gabardina negra… con aquel maldito emblema. Efectivamente, se trataba de las garras de un ave enorme.


    —No. No todavía. —Di un paso atrás y estuve por tropezar—. Quiero hablar con ellos primero.


    —No puedo darme el lujo de esperar a eso —insistió—. Tuve que decir que aceptarías antes de siquiera pensar en salir de este maldito cuarto, si te ven fuera sin algo que indique eso, ya sabes qué pasará.


    —¿A cuántos han mantenido aquí con estos mismos trucos sucios?


    —No a tantos como podrías pensar —admitió—. Los Roc… son criaturas solitarias. Pocos son traídos en grupo a Thánatos y muchos menos aceptan cooperar con las IAAL de buenas a primeras.


    Iba a comentar algo, pero me contuve. No pensaba hacerle más reclamos ni arriesgar aún más la única forma de mantenerlos a ellos cuatro con vida.

    Me quité mi gabardina gris y se la di a Aydan, luego tomé la que ella me tendía para ponérmela despacio, con desconfianza. Estaba fría.
    Saqué las cosas que la anterior tenía en los bolsillos y las guardé en la nueva prenda.


    —Vuelves a estar vestida para un funeral —comentó mientras dejaba la gabardina en la misma silla de la que había tomado la otra.


    Ojalá fuese el mío.

    Abrí la puerta y me asomé. Nos recibió un pasillo con la misma apariencia de hospital, es más, de hospital psiquiátrico específicamente.

    El murmullo de voces fue un poco más audible, a pesar de que el lugar parecía desierto.

    Aydan se adelantó para guiarme. Caminamos lo que me pareció una eternidad.
    El ruido se volvía más o menos audible, a veces nos encontrábamos con médicos o enfermeras, otras veces con agentes a los que mi amiga saludaba.

    Finalmente entramos a un nuevo pasillo y, luego de hablar con una enfermera, entramos a una habitación prácticamente idéntica a la anterior.

    Christopher estaba en la cama, acostado boca arriba. Su respiración era pausada. Tenía electrodos adheridos al cuero cabelludo.


    —¿Qué le hacen? —solté de inmediato, acercándome a toda prisa.


    —Tranquila, son solo estudios de rutina. Ya sabes. Además, fueron particularmente violentos con él. Se aseguran de que nada se salga de los parámetros. —Me tranquilizó—. Debería recuperar la conciencia pronto, pero suponemos que sus alas tampoco le serán útiles por un tiempo.


    —Pero él no hizo la misma estupidez que yo.


    Acerqué más la pequeña silla a la cama y apoyé mi cabeza en el borde, junto al brazo de mi primo.

    No te dejaré solo hasta que despiertes. No cometeré el error de no estar contigo.


    —Una revisión física indicó que en algún punto intentó deshacerse de sus alas. Sin embargo, que ahora no pueda utilizarlas, se debe una suposición. No le fueron útiles para defenderse o defenderte, han perdido utilidad para él y a la vez puede que no confíe en ellas.


    El hecho de que me dijera que había intentado destrozarse las alas acababa de opacar todo lo demás. ¿Por qué no me dijo nada nunca?

    Tomé su mano y la sostuve con algo de fuerza. Noté sus uñas mordidas, a la vez que sentí la aspereza de sus dedos de guitarrista y la calidez de su piel.

    Lo amaba profundamente. Era mi hermano… había cuidado de mí luego de nuestra inmensa pérdida, pero aún había cosas que no sabía de él.
    Todos teníamos secretos.
    Uno ama a las personas a pesar de ellos, ¿no es así? Adalet los tiene, Iris los tiene, Dhaval los tiene. Uno ama a las personas con sus secretos, porque las vuelven lo que son.

    Por un motivo que me era ajeno, los recuerdos empezaron a fluir.


    El lugar está repleto, teniendo en cuenta lo pequeño que es. La música electrónica rebota en las paredes y el suelo.

    La tragedia comenzó con una botella, le siguió otra y luego… luego vino el tequila.
    Dios, obviamente mezclar tequila con preparados de vodka es mala idea.


    Siempre supe que era fanática de tomar malas decisiones.


    Observaba las ondas del EEG sin prestarles atención, sin molestarme en comprender qué sucedía con ellas aunque podía llegar a hacerlo. Después de todo, nada indicaba anormalidades.

    Aydan no había vuelto a hablar. ¿Dejó la habitación acaso?


    Seguiré bebiendo. Beberé hasta estallar porque a nadie le importa. Beberé hasta colapsar porque a todos les da igual. Porque a él le da igual.

    Una botella más de esa bebida de vodka abre La Caja de Pandora.

    Caigo en una profunda laguna.

    La música sigue rebotando y da vueltas. Las luces del suelo de la pista de baile son cegadoras. Mi cuerpo se mueve a su ritmo, casi contra mi voluntad. Siento brazos familiares que intentan sujetarme.

    Me acercan una botella de agua.
    Bebo. O no. Sí bebo, pero la botella se pierde.


    Debemos irnos. Lo sé. Ya llegaron a buscarnos.


    La mano de Christopher apretó un poco la mía. Supuse que se trataba solo de un reflejo.
    Continué viendo sin ver las líneas.

    Ya no era capaz de salir de mi tren de pensamiento. Quise que Dhaval estuviera conmigo, pero no estaba allí. No sabía dónde estaba, a decir verdad, y quizás era mejor así.
    No se me ocurrió sacar mi tesoro para calmar mi ansiedad y pausar mi mente. Aunque puede que ver ese papel solo lo hubiese empeorado. No lo sé.


    La bruma cubre la secuencia de recuerdos.

    Ya no hay agua. El auto se detiene. Yo no me detengo con él. Nunca me detengo.

    Lágrimas. Dolor.

    Me quiero morir. Todos estarían mejor si me muriera, obviamente. ¿Qué? ¿Lo dije en voz alta?

    Perdón.

    Pero es que de verdad quiero morirme.

    Y de verdad sería mejor que lo hiciera.

    A nadie le importa.

    Perdón.

    Los hago sufrir.


    La luz se enciende y se apaga.

    Vómito. Espuma. Las lágrimas son saladas.


    Me ahogo.

    ¡Mamá, deja que me ahogue!


    Mamá, quiero morirme. Perdóname, pero quiero morirme. No es tu culpa. Te juro por todo lo sagrado que no es tu culpa.

    Solo deja que me muera. No me rescates, por favor. Déjame morir. Quiero dejar de pensar y de sentir.

    Perdón.

    Ya no quiero vivir. Nunca quise vivir.

    Nicole no está. Me duele. Nicole está bajo tierra; peor aún, está rodeada por concreto frío.

    Altan no está. Nunca ha estado realmente, pero ahora es mil veces peor.

    Duele.

    Perdón.


    A Altan no le importa que me muera, así que dejen que lo haga.
    Altan no tiene salvación.
    Altan ya no me ama pero yo sí lo amo a él. Lo amaré hasta que me muera… por eso quiero matarme, para no amarlo. Amar a este maldito lobo es doloroso. Un dolor que dejó de ser bello hace mucho.
    Es un hijo de puta mal agradecido. Me mataré para que sufra, aunque esté segura de que no le importa.


    Perdón.

    ¿El llanto es solo mío o de alguien más? ¿Quiénes lloran conmigo?


    Las ondas del EEG cambiaron y eso consiguió sacarme de mis pensamientos. Christopher comenzó a despertar. Sus ojos oscuros terminaron por posarse en los míos, con cierto aire perdido. Sentí, una vez más, las lágrimas arderme en los ojos que comenzaba a sentir hinchados. Sin pensar subí parte de mi cuerpo a la cama para envolverlo en un abrazo que no tardó en corresponder a pesar de su estado.


    —¿Estás bien? —Las palabras salieron en tropel y del fondo de mi garganta surgió un sonido ahogado.


    —¿A dónde nos trajeron, Melyen? —Su voz era tan apagada que casi no pude escucharlo.


    Busqué auxilio a esa pregunta a mi alrededor y di con Aydan, quien a pesar de todo no había dejado la habitación.


    —Están en la base Thánatos de las FAL —respondió por mí.


    —¿La asociada a las IAAL?


    —Esa misma, C. Atratus.


    Volví a sentarme en la silla y coloqué mis manos sobre mi regazo.


    —Aydan… es una amiga de la universidad, de mi facultad. Su carrera base es la investigación criminal… Poco después de que la terminó, las FAL la contrataron pero no sabía dónde ni para qué exactamente. Le permitieron trabajar a medio tiempo mientras sigue terminado Psicología —expliqué sin rodeos y muy rápidamente—. Hizo lo posible para evitar que nos hicieran pedazos y nos lanzaran en la periferia de algún bosque.


    La miró con una desconfianza que me pareció casi felina, similar a la que vi en Ío muchas veces antes de que se corrompiera.
    La verdad tenía sentido que no confiara en ella. Ni siquiera yo sabía si podía hacerlo ahora, pero algo me impulsaba a creerle a Aydan, porque, como era evidente, también la quería.


    —Lamento la violencia con la que se dirigieron a ti —añadió la morena.


    Vi que Christopher estuvo por decir algo, pero finalmente se rindió. Supe que no hablaría más sin importar las circunstancias, al menos no con ella.

    Esta vez escuché los pasos de Aydan dirigirse a la salida.


    —Te dejaré descansar, ¿de acuerdo? —Tomé su mano por un instante—. Prometo que luego hablaremos de esto, de ser posible cuando yo también lo tenga más claro. Te quiero.


    Asintió con la cabeza, mirándome, y me dedicó una sonrisa cansada. Fui consciente del agotamiento que reflejaba.
    Me levanté de la pequeña silla y me dispuse a salir, aunque justo cuando estaba por abrir la puerta que mi amiga había cerrado, algo me detuvo.


    —No voy a colaborar con esta gente, Melyen —sentenció con voz plana—. No pienso llevar ese emblema en la espalda.


    —No tenemos opción —volteé apenas para verlo con el rabillo del ojo—. Si no quieres colaborar con Thánatos está bien, pero yo no pienso dejar que se deshagan de ellos y nosotros permanezcamos como ratas de laboratorio y nada más, Buitre.


    —Todo es por ese chico, ¿no es así? —Estaba entrando en un terreno que ni yo conocía con certeza y no me gustaba. Las alas se batieron bajo mi piel de nuevo y de alguna forma sentí que algo dentro de mí siseaba como un gato furioso—. Lo haces para que no maten a tu traidor.


    —Lo hago por los cuatro —corregí—. Porque los cuatro han estado conmigo y para mí, porque se los debo.


    Abrí la puerta y vi a Aydan apoyada en la pared contigua.


    —La próxima vez que decida irse, deja que lo haga, Crow.


    Que se dirigiera a mí de esa forma en ese momento, hizo que una brecha se abriera entre nosotros; sentí que iba a caer de espaldas en el abismo.

    Aydan giró un poco la cabeza. Sabía que estaba esperando atentamente mi respuesta a esa orden.


    —Perdona, pero no pienso hacer caso a semejante estupidez. Dejar que Dhaval se vaya es como dejarlo meter la cabeza en una trampa para osos y aunque parece deseoso de hacerlo por puro gusto a veces, no se me antoja permitírselo.


    —Estás metiendo la cabeza en tu propia trampa de osos. —Lo escuché suspirar con hartazgo.


    —Probablemente —admití, volteando un poco hacia él nuevamente—, pero está bien. Tal vez nunca me lo agradezca… y no importa.


    No pude evitarlo y una sonrisa genuina se formó en mis labios. Noté que Christopher dio un respingo y pude escuchar una risa proveniente de Aydan.

    Hice un gesto con la mano para despedirme y salí por fin, cerrando la puerta tras de mí.
    Caminé un par de pasos sin saber a dónde me dirigía hasta que sentí que me daban un empujón.


    —Vamos. —Era Aydan quien pronto me adelantó—. Hay alguien a quien creo que debes ver.


    —Iris y Adalet…


    —Están bien. Acabo de comunicar que aceptaste la propuesta y las dejaron estar juntas. H. Rustica sigue algo aturdida, más que nada porque está muy nerviosa, al parecer, pero nada grave. Ambas saben que estás bien.


    Continuó guiando el camino hasta que nos dirigimos, finalmente, a un pasillo de conexión entre dos alas diferentes de aquel inmenso edificio.

    Ahora las paredes eran de ese maldito gris apático de la facultad. Tuve la sensación de que el lugar era igual, no solo en color, sino en estructura.

    Junto a las puertas de unos cubículos, en una banca, reconocí el cabello revuelto de quien estaba sentado, con una precisión ridícula, incluso antes de prestar atención a otros detalles, y me detuve en seco.
    Sin siquiera darle tiempo para voltear, reinicié la marcha y para cuando nuestras miradas chocaron, lo envolví en un abrazo extraño, dado que tenía su cabeza a la altura de mi abdomen. Pasé mis dedos entre su cabello y sentí sus brazos aferrarse a mi cintura.


    —¿Cómo estás? —Logré murmurar.


    Antes de que pudiese responder, deshice el abrazo y tomé su rostro entre mis manos como nunca antes había hecho. Le retiré el cabello del rostro y lo examiné rápidamente, obligándolo a mirarme. Noté de nuevo los rasguños en su piel, a los que se les había sumado una venda al borde del cuero cabelludo, cubriendo la herida que supuse le habrían hecho por resistirse. El corazón se me encogió en el pecho. El pensamiento horrible de que habían lastimado a mi niño me rayó la mente con tal fuerza que casi pude sentir la sangre fluir de una herida que, físicamente, no estaba allí; pero lo peor fue la sensación espantosa que no supe reconocer, a la que no supe darle un nombre, aunque sabía que me había consumido antes… cuando lastimaban al lobo.

    ¿Así era como se sentía el terror? ¿Así era como me sentía a diario hace apenas un año atrás? ¿Cómo soporté esto?

    A pesar de la sumisión con que había dejado que hiciera todo eso, de repente sentí que su cuerpo se tensó y recordé que Aydan estaba allí también.

    Retiré mis manos y retrocedí unos pasos, de forma que casi quedé a mitad del pasillo. No me atreví a mirar a la morena ni a Dhaval.

    Quería llorar pero de lo estúpida que era. Quería llorar porque odiaba lo que estaba sintiendo, porque no soportaba esa asquerosa emoción sin nombre, porque aunque la diferencia de edad no era significante, sabía que Hidra no era mi niño ni nada de mi pertenencia realmente.


    —Pero bueno, tan siquiera responde, Krall. —Que Aydan hablara solo para decir eso simplemente empeoró la situación.


    Metí las manos en los bolsillos de la gabardina. Sentí en uno de ellos el dibujo. Los ojos se me comenzaron a humedecer.

    No. No. No. No es hora de llorar por estar sobreanalizando las cosas.


    —Estoy bien —dijo por fin. Luego se dirigió a mí directamente y tuve que mirarlo. Estaba sonriendo levemente, aunque tenía el mismo aire agotado de Christopher—. Solo estaba preocupado, ya sabes. Gracias por preguntar, Melyen.


    Asentí de forma casi imperceptible y creo que notó que estaba al borde de echarme a llorar, porque pareció ligeramente confundido. Por un momento buscó ayuda en la mirada de nuestra amiga en común.


    —¿Le dirás tú o debo decirle yo, Mel? —Fue lo único que pudo decir y, nuevamente, no fue de ayuda.


    Iba a abrir la boca para reprocharle, pero me detuvo el nudo que se me había formado en la garganta.


    —Perdón. —Era Dhaval dirigiéndose a mí nuevamente—. No era mi intención ponerte ansiosa.


    El color subió a mis mejillas y casi estuve segura de que Aydan tuvo que reprimir la risa. A pesar de eso, logré sonreír para él. Se estaba disculpando aunque en realidad no había sido su culpa. Todo estaba bien hasta que recordé, hasta que recordamos, la presencia de Aydan y pude comenzar a darle vueltas a lo que estaba sintiendo.

    En un intento por ocultar el sonrojo ridículo que acababa de aparecer en mi rostro, me senté a su lado, colocando mis manos sobre mi regazo y clavando la vista en ellas. El cabello me cubrió parte del rostro.


    —Está bien —respondí y extendí mi mano izquierda hacia su brazo. Toqué muy suavemente uno de los rasguños que recorrían su piel—. Yo te hice esto, podría decirse que estamos a mano, ¿no? También te dije cosas horribles así que está bien. Estamos bien.


    Fui consciente de lo que acababa de decir, de cómo me había expresado. Era de las pocas veces en que hablaba por los dos, a pesar de pensar así muchas veces. Nosotros. La anterior había sido cuando mi corrupto lo había derribado y habíamos dicho no ser dos partes de la misma personalidad.


    —Supongo que sí.


    De reojo, entre los mechones de cabello, el lenguaje corporal de Aydan me dejó en claro que no comprendía la conversación que acababa de surgir.


    —En fin, la señorita aquí presente —comenté con cierto hartazgo, regresando mi mano a mi regazo—, quiere que te diga la noticia del día. ¡No! ¡La noticia del año, Dhaval!


    —Ya, pero no hagas un drama. —La aludida bufó pero después la escuché reír.


    —¿Le explicaste qué demonios es este lugar?


    —No fue necesario —respondió Aydan—. Al igual que Christopher, al parecer, ya lo sabía.


    —No hay mayor cosa que decir entonces. —Tomé un mechón de mi cabello y lo enrollé alrededor de mi dedo, distraída—. Trabajaremos para Thánatos de ahora en adelante.


    Iba a reclamar como había hecho Christopher, lo noté en el cambio de su respiración. Estaba harto.


    —Fue el único acuerdo al que pude llegar para evitar que los cortaran en pedazos, Krall —interrumpió nuestra amiga—. Ella no quería. Tuvo que aceptar para mantenerte con vida.


    —Mantenerlos —corregí de inmediato, de forma ciertamente algo brusca.


    Sentí la calidez de su cuerpo en el momento en que apoyó su cabeza en mi hombro, ignorando la presencia de Aydan. Cerré los ojos un instante y finalmente recosté mi cabeza en la suya. Deseé profundamente entrelazar mi mano con la de Dhaval, pero sabía que no era una buena idea.

    De inmediato me rebotó el recuerdo de la primera vez que la morena nos vio en una escena similar y casi pude escucharla preguntarnos qué estábamos haciendo.

    No lo sabía. No tenía la menor idea y, como pocas veces sucedía, no me importaba. No saber qué sucedía esta vez no me provocó ansiedad. Me bastaba con que mi amigo me compartiera su calidez como una forma de hacerme saber que estaba conmigo, sin necesidad de hablar.

    La luz de esta estrella era asombrosamente tibia. El corazón de la hidra me hacía sentir en casa; me había costado mucho tiempo darme cuenta de eso. Como cuando estaba con Christopher, Iris, Adalet e incluso Aydan, en ese momento, supe que había un trozo de mi hogar en el corazón de Dhaval Krall, fuera él consciente de ello o no. Y, más importante aún, aunque yo no tuviese un trozo de su hogar en mi propio corazón.
     
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    Maze

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    Me siento mal por haber dejado tanto tiempo pendiente esta historia (mi favorita y la mejor que he leído desde que llegué aquí a Rocketlandia) pero RW y esas cosas, uno acaba postergando las lecturas aunque no quiera (al menos ahora tengo más capítulos para leer, wiiii). Also, como tuve que releer para recuperar el hilo, lo hice en el nuevo skin y con esta clase de historia queda súper cool.

    Puñetazo a la nostalgia. Sabrá hace cuánto que leí esto.

    También, me ha parecido súper acertado el empezar a narrar desde perspectivas múltiples. Es un recurso que también suelo utilizar, y no se me ocurre una mejor forma de contar esta secuencia del suicidio. Es pesada, muy pesada, pero en el buen sentido, porque la carga nerviosa es muy fuerte en este punto y cuesta un poco de trabajo seguir leyendo por esa fuerza ominosa que se ha venido formando hasta llegar aquí. Y creo que es un gran mérito de vuestra parte el escribir algo así; capaz de evocar verdadera angustia en el lector.

    Empezando por Adalet, me ha parecido muy contrastante su punto de vista con la imagen que ofrece desde fuera, pero bien visto, es perfectamente normal: sí, a los ojos de Crow puede parecer serena y confiable, como una especie de oneesan que ejerce un efecto de sosiego con respecto a Iris, Dhaval y la propia Crow, pero no deja de ser una chica, una que está pasando por cosas tremendas con las que no puede lidiar. Y esta voz histérica es la única que podría tener en esta situación.
    10/10

    Y luego tenemos a Dhaval, el chico. Es curioso que, aunque el lenguaje sea tan similar, produzca una sensación tan diferente a las de Melyen y Adalet. Mucho más brusca, una angustia más racional, más... de chico.
    Yeah, like this.

    La parte con Melyen fue súper crack. Es precisamente a lo que me refiero cuando hablo de angustia, y entre el desorden de sus pensamientos puede apreciarse cierta línea de pensamiento, como el hecho de que está claramente superponiendo el recuerdo de Volkov sobre Dhaval. Hay una caótica razón detrás de su sinrazón, y los diálogos desordenados, las frases cortas con las sangrías exageradas y esa falta de cohesión en ser parte del texto dan una imagen muy clara de una mente trastornada.

    Y Chris, ay Chris... el Besto character de Cielo Nocturno. Justamente como Adalet, el contraste entre el interior y el exterior es súper marcado, ¡pero este chico es lindo de sensible!

    Y acabo de notar que por fin alcancé el punto en que iba la historia para cuando empecé a leerla, y tengo caps para seguir leyendo, ¡yay!

    Vaya forma de arrancar, no sabes cuánto me ha gustado esta línea.

    Este capítulo VIII me ha resultado fugaz... quizá sea por la carga masiva del anterior, pero sentí que esas 5k de palabras se esfumaban. Fue un buen aftermath luego de la crisis, con la inevitable confrontación entre Dhaval y Melyen, y además... me llamó mucho la atención esa mención de Iris acerca del despertar de Chris y ella siendo diferente de lo normal. Algo que me resultó curioso es que este cap resuelve poco, y en su lugar lanza más cartas a la mesa, aumentando las interrogantes y la expectativa. Ío siendo sumamente obediente, las pocas verdades que intercambiaron Crow e Hidra, la incertidumbre sobre a dónde irán... Es casi como si la historia recién empezara ahora.

    Puntos extra por la escena con Altan en el sueño/delirio/alucinación/pesadilla/quesadilla. La sentí muy intensa y muy bien lograda, pero por debajo de todo, me queda la sensación de que este Altan no corresponde mucho con la realidad, sino más bien con la imagen mental que Melyen se ha hecho de él.

    Ambos capítulos me han gustado mucho. Os ruego encarecidamente que no abandoneís una historia como esta porque es espectacular.

    Nos vemos en dos caps más. n_n/

    Ah, y te culpo por haberme vuelto fan de Mafumafu.
     
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  6. Threadmarks: Capítulo once: VIII La [In]Justicia. Controversia, disputa, condena a las ofensas. Peligrosa sumisión.
     
    Zireael

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    Cielo Nocturno [Self-Insert || Long-fic || Experimento]
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    Voy a empezar con las menciones aunque sé que, dado el caso, van a ser leídas hasta que alcancen este punto de la historia.

    Kiwi como siempre no me queda más que agradecerte por a pesar de todo continuar leyendo y comentando esta historia cuando tienes tiempo.
    Concuerdo con que este skin va muy bien con Cielo Nocturno, por cierto, y asumo la culpa de que te guste Mafumafu.
    Tenía muchísima curiosidad de qué irías a opinar del capítulo (que ahora no recuerdo el número que es, ¿el siete?) que titulé Vantablack, correspondiente al arcano XIII que por cierto es mi arcano favorito.
    Ese capítulo es, creo, el más denso que escribiré en un buen tiempo. Creo ejemplifica de forma muy cruda (la tendencia suicida en sí misma, el simbolismo de Crow destrozando sus propias alas a los ojos de las personas que más quiere, en un estado cercano a la disociación) uno de los puntos más bajos en los que estuve. Definiría mi salud mental en ese momento con esa sola palabra: densidad.
    No sabría si encajar esa cosa tan espantosa dentro de la depresión mayor o dentro de la distimia que creo podría venir arrastrando desde hace mucho tiempo, con un período particularmente horrible. En fin, que esto de autodiagnosticarse es jodido y muy hipocondríaco, so... voy a parar.
    Las lecturas que haces me parecen muy muy acertadas, incluso en aspectos que yo sé que estoy plasmando pero olvido en el proceso; por ejemplo la superposición del recuerdo de Altan sobre lo que Crow conoce de Dhaval, como si estuviera colocando papel de cebolla encima y calcando, pero también lo irreal que es la imagen del lobo en sí misma (que fue a lo que me quise referir al describir su calidez como rayos de sol a través de vidrio).
    No quiero extenderme demasiado por la hora y porque mañana tengo clase a las 8, así que me limito a agradecerte de nuevo porque tus comentarios, además de tus ratings y los de mis lectoras silenciosas, son los que hacen que quiera continuar con esta historia que a ratos parece chocar con el punto muerto de mis relaciones personales.

    Sin más que decir, empecemos con las cositas correspondientes al capítulo.
    ¿Qué tenemos para hoy?

    Por un momento olvidé la canción que quería colocar en este capítulo en particular.

    Muerte de Martes 13 de Kaiser Moon.

    Otra vez tenemos a Kaiser por acá y por consecuencia, a uno de nuestros personajes principales: Christopher. La belleza de álbum a la que pertenece esta maldita obra maestra (mi favorita, me atrevería a decir) lleva el nombre de Kaiser Mundos, un proyecto gestado en cinco años de arduo trabajo de un grupo de amigos que es más una familia que otra cosa; un proyecto dedicado a nuestra hermanita: Nicole.
    Me siento ridículamente orgullosa de lo que han logrado.
    Si me preguntan, Kaiser debería ser el soundtrack por excelencia de Cielo Nocturno.


    Y como esto no tiene fines de lucro, dejo algo que pertenece al OST de una película que no he visto pero alv, encaja muy bien con Cielo Nocturno.
    Mother de Sinoia Caves (parte del OST de Beyond the Black Rainbow).


    Ahora sí, ¡que comience!

    .

    .

    .

    .

    .


    Capítulo once.














    Cuando lo racional comienza a resquebrajarse, los circuitos del cerebro humano pueden sufrir una sobrecarga. Las neuronas se recalientan y se consumen de fiebre. Las alucinaciones se tornan reales: el lago de azogue donde, por efecto de la perspectiva, las líneas paralelas parecen confluir, existe en realidad; los muertos caminan y hablan; una rosa se pone a cantar…
    Stephen King. La Niebla. Páginas 158-159.















    VIII La [In]Justicia. Controversia, disputa, condena a las ofensas. Peligrosa sumisión.



    Los gritos continúan y no recuerdo ni siquiera cómo comenzaron.

    ¿Qué? ¿Qué dices, papá? ¿Te estás escuchando?
    Estás gritando y arruinándolo todo solo porque mamá habló con un señor y rió de algo que dijo. ¿Qué clase de estupidez es esta?


    Mamá te dice que pares, pero no escuchas. Nunca lo haces.
    Ella cierra la puerta de mi habitación. Incluso nuestro perrito tiene miedo. Todos tienen miedo. Es eso lo que te gusta, porque no sabes lo que es el respeto. Manipulas mediante el terror.


    Ya basta, por favor.

    Duele. Duele. Duele.

    No trates a mamá así. Mamá no merece esto. Ya basta, estás ebrio. Siempre estás ebrio.

    Por favor, para.

    Los gritos me rasgan el cerebro como las patas de un insecto enorme. Es asqueroso. Siento que voy a vomitar. No quiero escuchar esto más.

    Te odio.

    Te odio.

    Te odio.

    Te odio.

    Te odio.

    Ojalá te murieras.


    No lo aguanto, he tenido suficiente. No dejaré que sigas pisoteando a mi adorada madre.
    No recuerdo en qué momento abrí la puerta, no recuerdo cuándo empecé a llorar. Quiero hablar pero solo salen gritos, porque han herido a quien amo durante mucho tiempo y eso me hiere a mí.


    Duele. Las heridas emocionales vuelven a sangrar. El líquido oscuro brota a chorros y lo salpica todo. Cada una de las paredes de mi memoria está pintada de ese color asqueroso; cubre incluso los recuerdos más brillantes porque cuando no me han hecho daño, me lo he provocado yo misma.

    Estoy enfrentando a mi demonio.

    Los gritos vienen y van. Le exijo que deje de hablar de mi madre como si fuese una prostituta barata, se lo pido a gritos porque él no merece a esta mujer. Le grito que no dejaré que la trate así; le grito porque soy incapaz de hablar. Me transformé en un animal furioso.
    Responde, cargado de ira imposible de contener. El alcohol inhibe el poco control que de por sí posee sobre sus emociones.



    —Qué bien entrenada estás. —Ya no grita, está murmurando entre dientes—. Qué bien te entrenó tu madre, Melyen.


    ¿Es eso lo que soy? ¿Un tigre de circo? ¿Así es como me ves? ¿Como una fiera entrenada para estar en tu contra?


    —Nadie tuvo que entrenarme —respondo entre lágrimas. Una risa ahogada brota de mi boca, es una mezcla extraña de miedo y burla retadora—. Después de verte todos estos años y callarme, no necesito estar entrenada. Sé cómo eres.


    Está luchando contra su reflejo. Como un animal que no se reconoce en un espejo.
    Odia lo que estoy haciendo. Odia mi impertinencia, odia mi repentina rebeldía, odia mi falta de sumisión, odia mi actitud irrespetuosa y agresiva. Odia todo eso que él también posee y ahora ve en mí. Odia y ama el parecido que tengo con la mujer que acaba de tratar como una enorme pila de mierda. Lo odia porque me coloca en el otro bando, lo ama porque significa no poseo sus flaquezas.


    Hago que sus emociones luchen entre sí. Lo sé. Lo veo.

    Dice que se irá de casa. Lo da por sentado y no me importa. Quiero que se vaya, quiero vivir tranquila. Cuando pregunto cómo viviremos, me acusa de interesada por pensar en el dinero.
    No es el dinero. Es nuestra salud mental, papá. Nos enfermas.


    Hay una gran laguna en mi mente. Enorme.

    Mamá está en mi habitación. Vemos sin ver una película animada, la casa está a oscuras. Nuestra mascota sigue sin atreverse a acercarse a él. Ha colocado un colchón en el cuarto de huéspedes. Prefiere dormir en el piso que compartir la cama con su esposa.
    Mamá se levanta para hacer algo o revisar si él,
    el demonio, al fin está dormido.


    —Estaba esperando, sentado en la oscuridad —murmura cuando regresa—. Acechando.


    Se queda en mi habitación. Lejos del demonio.

    Busca volver a estabilizar las emociones de ambas, por eso no se va, a pesar de que acaba de ver que puedo transformarme en algo muy parecido a él.

    Te odio, papá.

    Dijiste que te irías… y no te fuiste.
    Una vez más, no cumpliste con tu palabra. Ya no me importa que no te hayas ido, solo no vuelvas a lastimar las destrozadas emociones de mi madre. Nunca más dejaré que lo hagas.


    Mamá me hace prometer que nunca más me interpondré para defenderla.

    Perdona, pero no puedo cumplir con eso.

    No puedo porque te amo. Te amaré hasta el maldito día en que me mate por fin; te amaré incluso en las profundidades del Infierno, porque si existe es allí donde iré a parar.


    Hemos perdido más de lo que hemos ganado, ¿no es así? Siempre ha sido así para todos.

    Han pasado semanas desde que nos trajeron aquí, tiempo en el que solo hemos seguido restando, la única ganancia, que no parece tal, es que sigamos con vida.

    Aydan dijo que pronto nos asignarían trabajo de campo importante, cuando logren que vuelva a usar mis malditas alas inútiles.
    Las de Christopher respondieron por su voluntad un par de días después de estar en este lugar.

    Están hartos de esperar, están hartos de solo poder estudiar las desgraciadas alas como algo imaginario, dado que se niegan a salir.

    Ya habían confirmado su relación con el sufrimiento con sujetos previos, por eso debo recordar estas cosas, para que hagan parte de esos estudios sin sentido. Porque solo me queda cooperar con tal de salvarlos.


    Salvarme no importa.


    No hicieron pruebas en Iris… no les interesa. Ío no responde a las órdenes de Christopher a pesar de ser un Roc, por lo que ya no están tan seguros de qué relación tenemos con los corruptos. Ni siquiera yo lo comprendo ahora.

    Les rogué que los dejaran hablar con sus familias y, sorprendentemente, se los permitieron. No hay nada secreto en Thánatos, excepto por los Roc. Tía Nalini intentó tranquilizar a Christopher, que estaba hecho una fiera; luego intentó ayudarme a mí y lo mismo hicieron las madres de mis amigas. No supe si Hidra tuvo contacto con alguien.

    Los recuerdos bastaban en otros casos de alas que se negaban a salir, hablar de estas cosas con ellos solía ser suficiente, pero conmigo no sirve.


    Yo no tengo arreglo. Siempre lo supe. Lo supe gracias a que el lobo me hizo pedazos.


    Escuché una y otra vez nombres taxonómicos ir y venir, la mayoría de ellos usados en oraciones en pasado.


    Muertos. Todos muertos.


    —No es suficiente —murmuró uno de los investigadores—. No basta con los recuerdos, no harán que salgan.


    —El dolor que las originó ya no está. Esto duele, pero no es lo mismo —añadí. Me enjuagué los ojos con las manos en cuanto sentí las lágrimas correrme por el rostro—, y no tengo la confianza suficiente en mí para que surjan ya.


    Me habían obligado a quitarme la blusa para poder conectar electrodos especializados.
    Bajo la piel desnuda de la espalda volvía a sentir aquella criatura furiosa y, de alguna forma aterrada, que se negaba a salir.

    Escuché un suspiro de hartazgo surgir de los tres allí presentes.


    —Activen la prueba diseñada para el sujeto C. Corax —ordenó la única representante femenina—. Autoricen el acceso.


    Inmediatamente después, la pared contigua se deslizó silenciosamente, permitiendo ver una ventana y a través de ella una pequeña habitación del celeste pálido del ala hospitalaria del edificio.


    —Todo el tiempo esto ha sido… ¿Una cámara de Gessell?


    Ninguno respondió. Era innecesario.


    —Traigan al sujeto —dijo ahora uno de los investigadores.


    La puerta de la habitación visible a través de la cámara se abrió de golpe. El sonido hizo que me sobresaltara. Escuché gruñidos, golpes y maldiciones combinadas.
    Lanzaron al otro lado de la habitación a una criatura… a Ío. La sangre que tenía impregnada en el pelaje manchó la pared. Lo escuché quejarse de dolor.

    Me levanté a tropezones de la camilla en la que estaba sentada y me avalancé sobre la ventana, golpeándola con todas mis fuerzas. Los cables se tensaron.


    —¡Ío! —chillé hasta casi lastimarme la garganta. Un agente entró a la habitación y le disparó un dardo a mi corrupto. El aullido que emitió fue espantoso—. ¡Ya basta, Aydan dijo que no le harían nada! ¡Déjenlo!


    Las lágrimas empezaron a ahogarme. Golpeaba el vidrio con los puños cerrados, a pesar de que sabía que era inútil.
    La bestia bajo la piel de mi espalda se batía furiosa.


    —Aydan Kwok te mintió, Corax. —Era otra vez la mujer.


    —¡No! —Volví a chillar.


    No era capaz. Aydan no me mentiría, o eso quise pensar, pero me sentía traicionada, engañada.

    Un dardo más y otro aullido de dolor.


    —Aumenten el nivel —ordenó de nuevo aquella maldita.


    El agente se acercó a Ío, que ni siquiera intentó defenderse y se limitó a hacerse aún más pequeño. Podía escuchar su respiración fuerte, buscando el oxígeno que le faltaba, su pecho subía y bajaba con rapidez. Noté las gotas perladas que rodaron desde sus ojos y se mezclaron con su sangre.

    Una patada logró arrancarle otro aullido. Sin demora, le siguieron más.

    El sonido horrible del cuerpo de mi corrupto siendo aplastado como una masa de carne y sus quejidos cada vez más apagados me rasgaban el cerebro como los gritos de mi padre. Las nuevas paredes que se estaban levantando en mi memoria se salpicaron de aquel líquido viscoso y oscuro. Las cicatrices se reabrieron, se crearon nuevas heridas palpitantes y sentía la sangre fluir de ellas.

    Estaba llorando a gritos y sentía que me estaba lastimando las manos al intentar romper aquel maldito vidrio. Iban a matarlo, iban a matar a mi gatito frente a mis ojos. Lo harían pedazos como en una de mis pesadillas. La imagen del pequeño Ío destripado, antes de que fuese un corrupto, me golpeó con tal fuerza que tuve la sensación de que me habían sacado el aire de un golpe.


    —El siguiente…


    No. No otra orden.


    El agente salió y pronto entró nuevamente, arrastrando a alguien inconsciente: Dhaval Krall. Lo dejó caer casi junto a Ío, en el suelo manchado de sangre, como si se tratara de una bolsa del mercado.
    El corazón se me detuvo en el pecho y me causó un dolor punzante que volvió a sacarme del cuerpo el aire que ni siquiera había conseguido recuperar.


    —Ejecuten el traidor. —Los tres investigadores hablaron al unísono, como una máquina.


    El agente desenfundó un arma diferente… y apuntó.

    El grito que brotó de mi garganta rebotó en la habitación. La emoción sin nombre no me dejó ser consciente del dolor.

    La sangre salpicó todo nuevamente, pero esta vez de forma papable, y pronto la sentí fluir despacio, gota a gota. Con el impulso de mis nuevas extremidades, me avalancé sobre los monstruos que habían ideado esa maldita tortura. Escuché cosas caer a mi alrededor como en las ocasiones anteriores; los cables que tenía unidos a mi cuerpo se rompieron, no sin antes arrastrar la máquina a la que estaban unidos.

    Los hombres pudieron hacerse a un lado, pero ella, esa perra, no tuvo tiempo. Estaba demasiado cerca. El batir de mis alas le agitó el cabello en direcciones aleatorias.
    La tomé por el cuello. Tenía el rostro cubierto de sangre, pero sus ojos no reflejaban nada.

    Extendí las alas todo lo que me fue posible y las adelanté hacia ella. La sangre goteaba sobre ambas y a nuestro alrededor; la sentí escurrirse hacia mi pecho.
    El rostro me ardía.


    —Ya lograste lo que querías. —La azoté contra la pared, arráncandole un quejido—. No vuelvan a tocar a mi corrupto.


    Apreté el agarre alrededor de su cuello y volví a golpearla. Esta vez sus ojos sí reflejaron algo: miedo.


    —Prueba finalizada. El sujeto C. Corax vuelve a tener control sobre sí mismo —escuché que decía uno de los otros.


    Nunca oí la detonación del arma… pero ya no podía parar.


    —No vuelvan a tocar a Hidra —continué y el siguiente golpe fue aún más fuerte. Clavé mis uñas en su piel—. No vas a lastimar a mi niño, Bruja.


    No fui consciente de la forma en que me había referido a él y mucho menos de cómo la había llamado a ella. Ya no sabía lo que hacía.

    Uno. Dos. Tres. Cuatro. La golpeé hasta dejarla inconsciente.

    Los restantes le pidieron ayuda a agentes, porque no fueron capaces de separarme de ella. No ahora que tenía mis las alas.


    No ha tenido suficiente. Ponerla a dormir es un regalo simplemente.


    La sangre que comenzó a fluir ya no era mía. Se formó un enorme charco.
    No me di cuenta cuándo sacaron a Dhaval y a Ío de aquella habitación manchada de sangre como mis manos.
    Cuando aparecieron los agentes para separarme de la investigadora, ya era inútil.


    C. Corax. —Los agentes me habían inmovilizado y uno de los investigadores tenía un aparatejo tecnológico que tomaba notas por él. Sentía la sangre resbalarme por el rostro y las manos, la propia mezclada con la ajena. Era asqueroso, pero se me escapó una extraña risa grave—. Sujeto extremadamente propenso a la violencia. Presenta un historial de ansiedad por separación…


    —¿Eso es lo que han averiguado en unas cuantas semanas? —Logré comentar, con evidente desdén. Sentí el sabor metálico de la sangre en la boca. Realmente el investigador no me estaba prestando atención, pero daba igual—. ¿O han sacado algo de los expedientes familiares, malditos cerdos? ¿De mis amigos acaso?


    —Sufrió de violencia de índole sexual. Se le suma un historial familiar de trastorno depresivo mayor. Abuela materna ingresada dos veces en la unidad psiquiátrica de Martyrdom, motivo sin definir. Padre alcohólico no diagnosticado; con rasgos de personalidad límite y personalidad narcisista. Madre con personalidad depresiva. —Levantó la vista un momento y sonrió condescendiente a pesar de que estaba en un cuarto lleno de la sangre de su colega—. El sujeto fue incapaz de responder a la terapia a la que responden sus pares, por habituación. Presenta marcadas características de la personalidad límite y de la personalidad dependiente; además de posible ansiedad social. Episodio depresivo mayor a la edad de 17 años que se extendió hasta gran parte de sus 18 años. Presenta constantes actitudes autodestructivas y directamente suicidas. Atentó contra sí misma hace un mes.


    —¿Algo más que añadir?


    —Presenta el polimorfismo val66met relacionado a los primeros Roc provenientes de Désir, que liga el cambio en la secuencia de aminoácidos con aspectos como las conductas suicidas y la introversión, y por consecuencia con la aparición de las alas, que también podría estar vinculado a las anomalías estructurales presentes en el cerebro ansioso.


    —¿Po...limorfismo? —Lo atajé y de alguna forma me dio la sensación de que esa información no debía haber sido puesta a mi alcance—. ¿El uno porciento de la población está maldita?


    El tipo hizo una seña y los agentes me arrastraron de regreso a la habitación que se me había asignado, en el ala de aquel gris apático espantoso. Se fueron sin demora.

    Dentro me estaba esperando Aydan.


    —Lamento lo que…


    —¡No quiero escuchar excusas de mierda, Aydan! —chillé a todo pulmón—. ¡Dijiste que no iban a tocar a ninguno y eso incluía al gato!


    —No me informaron nada.


    —¡Pues vas a tener que empezar a enterarte por tu cuenta de las cosas, joder! —Estaba realmente furiosa. Estaba tan enojada que sentí que iba a vomitar en cualquier momento—. ¡Saca información, sabes bien cómo hacerlo!


    —Mel, por favor. Cálmate. —Intentó acercarse, pero di varios pasos atrás—. No tengo poder aquí.


    —La puta madre se va a calmar, Aydan. —Fui consciente de que ni siquiera me permitieron volver a vestirme. Me cubrí el pecho con los brazos. La tela del sostén estaba húmeda por la sangre—. Lo usaron como saco de boxeo, Aydan, a mi maldito gato. Sonaba como una bolsa de carne… Es solo… no es más que un bebé. Tiene siete putos años pero es mi bebé y lo hicieron trizas. ¡Le pusieron sus asquerosas manos encima!


    Ya no sabía si hablaba del gato o de Dhaval Krall y ser consciente de ello hizo que ahogara un sollozo.


    —Está vivo. —Tampoco tenía claro a quién se refería mi amiga.


    —¿Y debo aplaudirles por dejarlo vivo? —Las plumas de las alas se erizaron—. Esto no es diferente de todo de lo que se acusó a la APA hace siglos, Aydan, estás cooperando con… con torturas, ¿y para qué? Maldita sea, no es solo que hayan molido a mi corrupto a golpes, ¡iban a volarle la cabeza a tu amigo! ¡Ya no importa lo que yo sienta por él, ni que sea una enferma obsesiva, dependiente y todo lo que anotaron hoy sobre mí que ya sabía; sucede que también es tu jodido amigo! ¡¿Piensas que él dejaría que nos hicieran lo que tú acabas de dejar que le hicieran a él?! El mismo idiota que acepta ir a beber con nosotras aunque no sea lo suyo, el que está aquí porque lo arrastré conmigo, el que le voló la cabeza a un agente de las FAL porque no le dejé opción, el que fue a buscarme cuando quise arrancarme las malditas alas aunque mi plan inicial era despedazarme el cerebro, el que se quedó aunque le dije que era un maldito egoísta igual que yo…Ese muchachito que ni siquiera sabía cómo sostener un cigarrillo hasta que lo aprendió de mí… Tú misma lo dijiste. Él es bueno, Aydan, es excesivamente bueno. Está arruinado emocionalmente, pero es bueno… y dejaste que lo usaran en esa prueba asquerosa.


    Mi ira fluía sin control y ya no podía siquiera retenerla dentro mi cuerpo. Corrí al baño e incapaz de levantar la tapa del inodoro, vomité en el lavabo. Sentí mis manos resbalarse por la sangre y tuve que sostenerme con más fuerza de la planeada. De alguna forma increíble, contuve las ganas de llorar a todo pulmón.


    —Me fastidia que se pongan tan a la defensiva cuando se trata del otro. —La escuché decir desde afuera del baño—. Mataste a una investigadora.


    Tenía peores cosas de las que preocuparme.


    —A la defensiva dices. —La voz apenas me salió—. Iban a volarle la cabeza, maldita estúpida.


    —Melyen.


    —¿Qué demonios quieres?


    —¿Quién fue?


    —¿De qué hablas? ¿Quién fue de qué? —Aquel cambio abrupto de tema no hizo más que aumentar mi molestia. Me ardía la garganta.


    —Todo lo que anotaron, el informe… me lo enviaron. ¿Quién fue la persona que abusó de ti?


    Guardé absoluto silencio por varios minutos. Se me seguían resbalando las manos del lavabo, lentamente. Una gota de sangre cayó, manchando la cerámica blanca.


    —Ya no importa…


    —Es por eso, ¿cierto? Por eso eres así… ¿Fue tu padre? ¿Algún tío?


    Se me escapó una risa ronca.


    —Papá nunca me puso una mano encima, Aydan, y creo que eres consciente de ello porque lo conociste. Ni siquiera para castigarme. Papá… podía ser muchas cosas, pero no un depravado sexual. Él hubiese sufrido muchísimo de haber sabido quién era la persona que me tocaba, que me pedía guardar ese sucio secreto que yo no sabía lo espantoso que era.


    —Mel, no tienes que guardarlo. Ya no más.


    —Iris lo sabe —dije y aunque no la estaba mirando supe que se sintió excluida—. Lo sabía Volkov y también alguien anterior a él.


    —¿Tu madre? —Estaba hablando de forma excesivamente pausada, algo extraño en ella. Recordé que Aydan no sabía los detalles de lo sucedido con Volkov y quizás era mejor así.


    —Nunca se lo dije a mamá tampoco.


    —¿A Dhaval?


    —¿Estás loca, Aydan? ¿Por qué le contaría algo como eso a él? Hay cosas que Dhaval no necesita saber; creo que tiene suficiente con haberse dado cuenta de lo mucho que me aborrezco a mí misma y lo mucho que odio vivir en sí. —Volví a callarme por varios minutos. Separé las manos del lavabo y las miré, como las había mirado semanas antes en mi regazo y como recordaba, de forma borrosa y confusa, haberlas mirado antes de destrozarme el ala derecha—. Fue mi abuelo.


    La escuché suspirar.


    No necesito tu lástima. No la quiero.


    —¿Por qué nunca le contaste a tus padres?


    —Sentía que no iban a creerme —admití—, y cuando entendí qué era la cosa tan horrible que me estaba haciendo, simplemente no me acerqué a él nunca más si no había alguien ahí presente. Según yo con eso solucionaba todo, pero, como siempre, fui una maldita ilusa.


    —Tu madre te hubiese apoyado.


    —Lo supe muchos años después. —Volví a reír—. Papá también lo hubiese hecho… él sabía que su padre era un cerdo.


    —Eso lo distorsionó todo, ¿no?


    —Destrozó todo lo que entendía del mundo. —Levanté la vista hacia el techo—. Mi visión de las figuras masculinas perdió nitidez. Por años creí que todos iban a hacerme daño, porque los dos que debían darme protección fueron quienes más me dañaron. Mi abuelo por ser un cerdo, papá por ser un maldito bebedor y abusador psicológico que usaba el miedo para controlarlo todo. Los miserables por los que me sentía atraída, eran por demás abusivos y los que no, eran acosadores o sencillamente alimentaban mis inseguridades. Dejé de preocuparme por mi apariencia, con tal de alejar a cualquiera porque me daba miedo que hicieran lo que hizo mi abuelo. El contacto humano me daba miedo y por eso no quería separarme de mamá.


    —La ansiedad por separación y la futura ansiedad social…


    —Luego de haber descuidado mi apariencia fue cuando todo se vino abajo y comencé a odiarme, porque me sentía espantosa. Sabía, o me aseguraba de creer, que nadie se iba a sentir atraído por mí. Por eso me escudé con las relaciones a distancia, porque creía que se aferraban a mi personalidad más que a mi aspecto, con el que estaba profundamente inconforme. Luego llegó Dhaval… y me dispuse a probarlo, porque estaba cargada de resentimiento hacia Volkov. Hice que se aferrara a mí pero a la vez yo me aferré a él y comencé a idealizarlo. Si no me corresponde, me lo tengo merecido, porque solo comencé jugando, aunque luego desarrollé por él un profundo cariño.


    —Por eso te comparas con ella constantemente, por eso la odias tanto… por eso no has reclamado tu maldito lugar —Aquello me confundió y me asomé para mirarla. Me observaba, sin lástima, sino con una extraña comprensión. Sabía quién era esa ella a la que se refería—. Lo lamento, Mel, lamento haberte dicho eso aquella vez. Lamento haber jugado con tus inseguridades de esa forma.


    —Está bien —dije a pesar de sentir el deseo de llorar nuevamente—. Es mi culpa por haberme obsesionado y por estar echada a perder; por ser un montón de vidrios rotos.


    Abrió la boca para hablar pero casi de inmediato la cerró.


    —Tienes que arreglarte a ti antes de pensar en los demás —añadió aunque supe que eso no era lo que iba a decir inicialmente—, pero también necesitas cerrar todos los círculos que has dejado abiertos y eso incluye el de Dhaval.


    —Ya lo sé.


    —Sabes qué debes arreglar pero no quieres —continuó—. Debes comenzar a hacer cosas por ti… cosas que nunca hayas hecho pero desees hacer. No debes decirme cuáles son, solo piensa en ellas.


    Estuve por decirle qué era eso que nunca había hecho pero sentía la necesidad de hacer para cerrar un círculo, deseaba decírselo pero me callé porque no iba a ser capaz de externalizarlo sin sentir asco hacia mí misma por tener unas competencias sociales tan ridículamente malas.

    Deseaba expresarle mis sentimientos a alguien por fin, el profundo cariño que había desarrollado y por qué… sin importar si era correspondida. Quería decir lo que sentía directamente por una vez en mi vida; pero me daba muchísimo miedo. Era incapaz de hablar de mis sentimientos sin echar a llorar por temor a que me hicieran sentir mal por ellos. Era por eso no le había dicho a Dhaval Krall lo que verdaderamente sentía por él, al menos no sin estar pasada de tragos y aún así era muy ambiguo. Le había dicho que lo quería conmigo luego de haberme despedazado las alas, pero no era eso lo que deseaba decirle.

    Me odié por millonésima vez en mi vida.

    Aydan me dejó sola minutos después, para permitirme calmarme y asearme. Dijo que hablaría con todos nosotros al día siguiente, pero realmente no quería escuchar nada que tuviera que decirnos.


    El viento aúlla en la azotea. Me revuelve el cabello y agita la gabardina con aquel maldito emblema en la espalda… tiene los agujeros que permiten salir las alas.

    Las siento surgir despacio, pronto atrapan la ventisca y debo corregir su posición para que no me tiren del edificio.

    En el cielo nocturno brillan las constelaciones y se reflejan en la oscura laguna que está unos metros más allá. Es un enorme espejo.

    Doy un paso adelante, acercándome al borde. Otro más. Subo la pared que impide que caiga al vacío, que de hecho siento en el estómago.
    Cierro los ojos y me dejo caer en picada, como un remedo de halcón. El viento me chilla en los oídos.


    Extiendo las alas en toda su envergadura al mismo tiempo que abro los ojos. Choco con la mirada oscura de Hidra, apenas un par de metros antes de tocar el suelo.
    También tiene ojos de lobo… lo sé desde hace mucho. Avanzo a mi propia trampa, la penumbra entre las fauces del depredador. Me ofrezco como presa para esos desgraciados canes, lo he hecho durante casi toda mi adolescencia, siempre lo supe pero recién lo acepto.
    Ven, Hidra, cómeme. Desgarra mi vida.

    Cuando al fin alcanzo tierra firme, el escenario cambia y ahora estamos de nuevo en una de esas habitaciones con apariencia de hospital. Mis alas permanecen extendidas aunque apenas caben en el espacio.

    Estira su mano y, sin darme cuenta, retrocedo un paso, pero por primera vez eso no lo detiene. Alcanza las plumas y las acaricia; una a una se erizan levemente.

    Rodeo su cuello con mis brazos y pego mi cuerpo al suyo. Su piel está ridículamente cerca de mis labios, es suave y cálida.

    La realidad se mezcla con mis anhelos más profundos. Esto ha pasado. Mis labios han estado allí por accidente, por una cuestión de altura, y no le ha dado mayor importancia.

    Siento cómo sus brazos me envuelven la cintura; me aprieta contra su cuerpo, con firmeza. No me hace daño, al contrario, la presión de su cuerpo sobre el mío es lo más placentero que he sentido en mucho tiempo. Tengo que inhibir la profunda necesidad de suspirar ante su cercanía.

    El hecho de que deba estar de puntillas para poder abrazarlo de esa forma hace que pierda balance. Noto que retrocedemos, paso a paso, hasta que algo nos detiene y la pérdida de equilibrio lo separa de mí, haciendo que termine sentado en la superficie que bloqueó nuestro avance; la cama de aquel cuarto gris.

    Me atrae hacia él nuevamente, aferrándose a mi cintura.

    La realidad y mi imaginación siguen fusionándose de forma extraña.

    ¿Qué estamos haciendo?

    Sin darme cuenta subo mi rodilla a la cama, a su costado. Siento su brazo rozar mi espalda baja y, nuevamente, las plumas se erizan.

    No. Ahí no.

    No se da cuenta de lo que hace. No sabe el efecto que provoca, nunca lo sabe.

    Claro que lo sabe, pero el maldito finge que no.

    Se aferra a mí cada vez con más fuerza y la cercanía me obliga a subir ambas rodillas, apoyando mis manos en sus hombros.

    ¿Qué haces?

    Siento en los muslos la calidez de su cuerpo. Quema. Quema de una forma absolutamente deliciosa.

    Buscas mi aprobación, ¿pero respecto a qué?

    No me atrevo a mirarlo. Dejo que siga ocultando su cabeza en mi abdomen a pesar de lo incómodo que resulta, hasta que al fin encuentra la confianza para recostarse en mi pecho. Mi corazón late desbocado y estoy segura de que es capaz de escucharlo.
    Su respiración traspasa la tela de mi blusa.


    No me hagas perder el control, por favor. Me estás dando el poder y realmente dudo que sea lo que quieres.
    No me hagas creer que tengo poder. No hay nada peor que eso.

    Mi mano derecha recorre su nuca y pronto se desliza entre su cabello. Me obligo a separarme de él ligeramente, para mirarlo, y cuando sus ojos oscuros chocan con los míos nuevamente, tiro de su cabello. Su cuello queda expuesto.

    No hay retorno. Nunca hay retorno cuando se trata de mí.

    Estampo mis labios contra los suyos. Fusiono nuestros alientos después de meses de desearlo. Cuando afloja el agarre en torno a mi cuerpo, sus brazos vuelven a rozar mi espalda baja. Tiro de su cabello de nuevo, arráncandole un suspiro que me da acceso a su boca.

    Dije que ahí no.

    Sonrío contra sus labios con tal soberbia que, de verme, no sería capaz de reconocerme.

    Mío.​

    Mío.​

    Mío.​

    Es como si fuese otra persona. Mi personalidad tímida no va con esto, pero… me encanta el poder. Siempre me ha encantado.

    Los pensamientos se desorganizan. Avanzan a toda velocidad.

    Me encanta tener poder sobre Hidra.
    No pone resistencia. Me da acceso a todo lo que tanto he deseado.


    Mío. Mío. Mío. Mío. Mío.​

    Lo obligo a acostarse y apoyo mis manos a ambos lados de su cabeza. Mis alas cubren la luz artificial, generando una gran sombra, en la que sus ojos de lobo brillan como dos perlas negras.

    Eres mío.​

    Nadie me va a arrebatar esto. Ninguna perra sucia.​

    Eres mío.​

    Mi pequeña estrella.​

    Mío.​

    Deja que te haga lo que quiera.​

    Fuiste mío desde el momento en que nos conocimos.​

    Puedo hacer lo que desees.​

    Serás mío hasta que me deseches. Como todos. Haré pedazos tu vida.​

    Sé obediente conmigo.​

    Mío.​

    Y yo lo seré contigo.​

    Mío.​


    Recorro su cuello con mis labios.
    Escucho su respiración agitada y pronto siento sus manos sujetarme los muslos.


    Soy Ícaro y tú eres mi remedo de sol. Mis alas desaparecerán por el calor abrasador de tu atmósfera, sin importar si abres o no las puertas para que pueda alcanzar siquiera a apreciar el núcleo.

    Todo se parcha de rojo. El mismo rojo de la sangre que ha manchado las paredes de mi memoria, fluye despacio, sin dolor. Placer. Eso y nada más.


    Desperté en medio de las deslumbrantes luces de mi habitación gris. El corazón estaba al borde de salirse de mi pecho.
    Me senté de golpe y pasé las manos por mi cabello, prácticamente empapado en sudor.
    El cuerpo me quemaba.

    Cuando finalmente decidí levantarme, fui al baño y me enjuagué el rostro un par de veces. En el pequeño espejo pude notar el enrojecimiento que conservaba en la cara.

    Revisé la hora en el celular. Casi mediodía.

    Tomé la ducha más ridículamente rápida de los últimos días.


    Dios. ¿Por qué después de esa maldita prueba infernal?


    Salí del baño y volví a vestirme. Me coloqué la gabardina que estaba al pie de la cama y salí de la habitación. Aydan iba a hablarnos, o eso había dicho.

    Apenas había dejado el ala de habitaciones cuando tropecé con Dhaval Krall, de forma tan inoportuna como de costumbre.

    Las manos me comenzaron a temblar y tuve que meterlas en los bolsillos. El rostro me ardía.

    Noté lo marcadas que estaban sus ojeras y abrí la boca para hablar.


    —Estoy bien —respondió antes de dejarme formular cualquier pregunta—. Aydan dijo que estabas muy molesta por lo que pasó…


    —No tenían que meterse con ustedes, ese era el trato. —Logré decir y suspiré, tratando de regular mi respiración—. No tienen que ponerte una mano encima para nada.


    En su rostro se formó una sonrisa provocadora, que supe era a modo de broma, pero logró revivir el enrojecimiento que hace apenas unos segundos había superado.


    Mira quién tiene el poder ahora.


    Se adelantó unos pasos y pude ver que llevaba una chaqueta con el mismo emblema de las gabardinas. Luego de lo que habían hecho con él y de esa maldita pesadilla que había montado mi inconsciente, me pareció más pequeño que nunca y me dio asco verlo llevando ese símbolo.

    Quedé plantada en el pasillo y después casi tuve que correr tras él. Supe que debía ir hacia donde estaban los demás.
    Me guió hasta otra ala del edificio, donde había una pequeña sala de audiovisuales.

    Apartado de las caras conocidas de mis amigos, sentado en el borde del escritorio como si fuese un profesor, estaba un hombre joven que no había visto en mi vida. Iba vestido de negro de pies a cabeza y de forma bastante elegante. Llevaba el cabello, del mismo color, peinado hacia atrás.

    Me miró con algo que me pareció desdén, aunque fui incapaz de sostenerle la mirada. Tardé en darme cuenta que de la espalda le surgía un par de alas enorme, de un verde parduzco.
     
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  7. Threadmarks: Capítulo doce: XI La Fuerza. Soberbia, despotismo, carencia de límites.
     
    Zireael

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    Cielo Nocturno [Self-Insert || Long-fic || Experimento]
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    Welp, hace meses que no actualizo. Tuve un bloqueo importante en vacaciones y ahora con la universidad casi no me da tiempo de sentarme a corregir los capítulos antes de subirlos.
    Este capítulo lo tengo listo desde hace cosa de un mes, creo. El capítulo trece va bastante avanzado, pero a como se ve esto, no sería raro que termine por publicarlo en noviembre.
    De paso aprovecho para regresar a Cielo Nocturno a la primera página de Literatura Experimental. (???)

    Apartando eso, mi salud ha estado por los suelos (?) Me resfrié una primera vez, luego tuve una recaída que resultó ser una hermosa faringitis y ahora, cuando parecía estarme recuperando, vengo y paso todo el día con una tos espantosa.
    Al cabo que ni me quería curar. I'm dying, bruh.

    En fin, empecemos con todo lo correspondiente al capítulo.


    ¿Qué tenemos para hoy?

    Honestamente ahora no recuerdo si escribí este capítulo con canciones específicas, así que dejaré dos de la playlist.

    Kicking and Screaming de Burden of the Sky.

    Can't say I didn't try for you, laid my life on the line for you, I damn near almost died for you, beat me down but I survived through.

    The Last Man de Clint Mansell, Kronos Quartet & Mogwai (The Fountain OST)

    Sin más que añadir, ¡que comience el capítulo!

    .

    .

    .

    .

    .​


    Capítulo Doce














    ...¿No comprendes, señor erudito, que yo te gusto y represento algo para ti, porque en mi interior hay algo que responde a tu ser y te comprende? En realidad todos los hombres debían ser espejos así los unos a los otros y responder y corresponderse mutuamente de esta manera, pero los pájaros como tú son todos personas extrañas y caen con facilidad en un encantamiento que les impide ver y leer nada en los ojos de los demás, y ya no les importa nada de nada.
    Hermann Hesse. El lobo estepario. Páginas 94-95.
















    XI La Fuerza. Soberbia, despotismo, carencia de límites.


    —Es una estupidez. —El comentario lo había hecho Christopher.


    —Enviar Roc a buscar a otros Roc. —Suspiré con pesadez—. ¿Para qué? ¿Para repetir lo que hicieron ayer? ¿Qué más quieren saber de nosotros que no sepan ya?


    Crucé los brazos sobre el pecho. Casi podía sentir la calidez de la sangre en mis manos.


    —¿No lo entiendes todavía, Király? Somos peligrosos… por estar enfermos. —Era el hombre de las alas. Le dio un par de toques a su cabeza con el dedo; era obvio a lo que se refería. Sonrió con soberbia antes de seguir hablando—. Luminous no puede permitirse que una manada de locos con alas anden por ahí como si nada, ¿o sí?


    Pensé en Iris y deseé profundamente abofetearlo a pesar de no conocerlo.
    Mis amigos se mantenían en silencio. Sabían que estaba a punto de explotar.

    Iris no es como yo.


    —No pueden meterlos a todos aquí —sentencié.


    —¿No?


    —Todos en este mundo estamos echados a perder —dije y luego se me escapó una risa—. No pueden encerrarlos a todos sin saber si tienen alas o solo son unos fenómenos.


    —Pruébame —escupió con aire retador. Su sonrisa era diferente, casi satisfecha—. Ahora soy tu superior.


    —No seguiré órdenes de un maldito loro —respondí haciendo referencia a sus alas verdosas, con una impertinencia que no era normal en mí.


    Alguno de mis amigos tosió. Me dio la sensación de que la forma en que actuaba los había tomado por sorpresa al punto de causar que alguno se ahogara con su propia saliva o en un intento de reprimir la risa.


    —No me informaron que te gustaba desafiar la autoridad tan directamente, Crow. —Que se dirigiera a mí de esa forma me hizo mirarlo con desprecio—. Además, tienes las manos de una trabajadora meticulosa… bajo las reglas apropiadas.


    —Supongo que entonces sabes lo que eso significa, ¿no? —Crucé los brazos bajo el pecho, ocultando las manos. En medio de nuestras miradas surgió un chispazo, mezcla de comprensión, desprecio y, ciertamente, algo de rebeldía—. Tus estúpidas reglas no se adaptarán a mí.


    —Te adaptas a toda regla que asegure la supervivencia de lo que amas —dijo, dando en el clavo.


    Alguien avanzó un par de pasos, con el rabillo del ojo creí que era Iris, como si se adelantara para ir a estamparle la cachetada que tanto deseaba darle yo.


    —Nombre. —El hombre de las alas me miró con cierta confusión—. ¿Cómo se supone que debo llamarte?


    N. Notabilis —respondió casi de inmediato.


    —No quiero tu clasificación taxonómica. —No sabía por qué estaba siendo tan altanera. Identifiqué la especie que se le había asignado—. Quiero un nombre de verdad, Kea.


    —¿Aunque le diste el nombre de una constelación al traidor? Vaya, ¿no te parece un capricho? —Estaba acabando con mi paciencia. Sonrió con soberbia una vez más y respondió por fin—. Ákos Tozier.


    —Tozier. —Sus ojos eran tan oscuros como la ropa que llevaba y vi reflejado en ellos algo que no supe identificar. Pude escuchar que alguno de mis amigos se acercaba nuevamente—. No puedo asegurar obediencia… de ninguno de ellos. Aunque sepas cómo conseguir la mía.


    —Melyen, no tenemos por qué. —Era Dhaval. Me habló casi al oído y el corazón se me descontroló en el pecho.


    Aquella cosa que no logré identificar en la mirada del maldito loro se acentuó de inmediato.
    Sentí el impulso de apartar a Dhaval, algo que no había sentido antes. Estaba demasiado cerca y ese extraño tipo, esa criatura, nos estaba leyendo como a un libro abierto.
    Sin embargo, mi reacción fue diferente. Retrocedí hasta que sentí la calidez de su cuerpo y prácticamente noté que se tensaba por un momento.


    —Te recuerdo que tengo una palabra que cumplir con tal de mantenerlos con vida, Krall —murmuré y cuando volteé, su mirada chocó con la mía que, sin darme tiempo a regular mi propia reacción, se deslizó a sus labios. La forma brusca en que retiró la vista me hizo saber que lo había advertido.


    —Veo que ya conocen a Tozier. —Aydan acababa de entrar a la sala y no había tardado en hacer notar su presencia.


    —Por desgracia —comenté mientras me colocaba detrás de mi amigo, abandonando casi totalmente la actitud impertinente que había mantenido hasta entonces.


    —No comiences con esa actitud, Melyen.


    —No me dijeron que tendría a una insolente, Kwok.


    —No considero que seas el más apropiado para hablar de insolencia, Tozier, ¿o sí? Después de todo, por eso estás aquí —respondió la morena sin dudar. No comprendí a qué se refería—. Tendrás que acostumbrarte. No parece a gusto contigo, así que no tolerará tu mierda. No tardarás en ver el otro extremo de su personalidad.


    Hablaba de mí como si se tratara de algún raro animal salvaje, poco acostumbrado al contacto humano y ciertamente arisco.


    —Acabo de verlo. —La atajó y pude notar que clavaba su vista en Dhaval.


    Aydan notó ese detalle y me dirigió una mirada de reproche. Fui incapaz de sostenerla y sin darme cuenta volví a acercar mi cuerpo al de Hidra, rozando su brazo.


    —¿Es cierta esa estupidez de ir a buscar Roc? —La voz delicada de Adalet hizo que Tozier finalmente desviara la mirada del muchacho.


    —Era lo que hacía el grupo de Kwok hasta que Hidra decidió volarle la cabeza a alguien, ¿no?


    El aludido volvió a tensarse a mi lado.
    De nuevo mi paciencia rozó rápidamente su límite y me adelanté un par de pasos.
    Ese remedo de cotorra no tenía derecho a usar ese nombre.


    —Cosa que no hubiese sido necesaria si no hubiesen amenazado al gato —respondí tajante.


    —Error. —En el rostro del hombre se formó una sonrisa de hiena y retrocedí los pasos que había avanzado—. No hubiese sido necesaria si no lo hubieras arrastrado contigo hacia el precipicio con tal de proteger un maldito corrupto.


    Iba volver a avanzar, pero el agarre de Dhaval en mi brazo me detuvo.
    El rostro me ardía, al igual que las lágrimas de rabia que intentaba contener. No hacía falta que me echara eso en cara. Tenía muy claro que se había manchado las manos de sangre por mi culpa.


    —Es suficiente —dijo Aydan para luego suspirar con evidente hartazgo.


    —¿Se supone que debo tomar el lugar de tu equipo con un grupo de niños indisciplinados, Kwok?


    —Rechazados sociales —escupí—. Eso es lo que somos ahora. Indeseables, ¿no es así? Tres Roc, uno que mató a una de sus investigadoras, un traidor y una testigo…


    —¿Cavey? —El loro dejó salir una risa—. Tenemos mejores investigadores que ella… realmente es fácil de sustituir.


    Estaba al borde de explotar. Odiaba cómo funcionaban las cosas allí.
    Todo era reemplazable, desechable; incluidos nosotros.
    Sentí que Dhaval apretaba el agarre alrededor de mi brazo y finalmente retrocedí, con un nudo en la garganta.


    C. Atratus no formará parte del equipo.


    —¡¿De qué demonios estás hablando, Kwok?! —Sorpresivamente, quien estalló fue precisamente él. Ahora fui yo quien se aferró al brazo de Dhaval. Llevaba tiempo sin ver a Christopher tan alterado—. ¡¿Dices que la vas a enviar sola, con este estúpido pajarraco pedante?!


    Me sentí extremadamente pequeña. Antes de dar tiempo a alguna posible respuesta, solté el brazo de Hidra y prácticamente corrí hacia mi primo, quien me aferró contra él. Me envolvió entre sus brazos, apretándome contra su pecho casi al punto de hacerme daño.


    —Puede cuidarse sola, ¿o acaso lo pones en duda? —La voz de Tozier solo hacía que mi ira creciera y ya no era capaz de retenerla. Aunque no me estaba mirando directamente, lanzó un dardo que dio justo en el blanco—. ¿Dónde se fue tu rebeldía, Crow?


    Mi primo me aferró con aún más fuerza contra su pecho, deslizando sus dedos entre la maraña de mi cabello. Aunque hubiese reaccionado violentamente a aquel comentario, no me habría soltado.


    —¡Ya basta! —Una orden contundente dada por Iris me dio la sensación de que el loro había cerrado la boca de golpe.


    —Ninguno va a cooperar con esta mierda que busca Thánatos, Aydan. —La voz grave de Dhaval se sumó a la reacción de la rubia oxigenada—. Sin importar las estúpidas condiciones que le hayan impuesto a Crow y que ella, en su necedad, haya aceptado.


    No eres quién para llamarme necia, Hidra, pero ahora no reclamaré por eso.


    —Ninguno va a trabajar con este remedo de cotorra impertinente si no cambia su actitud —añadió Adalet. No tenía que verla para poder saber la expresión severa que debía tener en su rostro—, pero más importante, ninguno cooperará con este plan asqueroso si Christopher no está incluido en el equipo.


    Aydan se mantenía al margen. Me atreví a deshacer el agarre de mi primo y el mío propio, para mirar a Tozier a pesar de que las lágrimas me ardían en los ojos. Por un motivo que me era ajeno, pareció sobresaltarse.


    —Király… —dejó el apellido en el aire.


    —Has escuchado las condiciones. —Lo siguiente lo dijimos ambos Király al unísono—. Los dos o ninguno.


    La sonrisa de hiena volvió a surgir en su rostro y esta vez el hombre se dirigió a Aydan.


    —Informa arriba que si quieren que el equipo de búsqueda vuelva a operar, exijo que C. Atratus forme parte de él. —La morena se sobresaltó y la forma en que lo miró le sacó una carcajada que me caló hasta el último de los huesos—. Los niños han demostrado que conocen y defienden las prioridades de su cuervo, contrario a ti al no detener la idea de Cavey… Necesitarán al buitre, porque Hidra no puede contenerla solo, ¿cierto? Y las prioridades de este cuervo pueden ser peligrosas…


    Mi amiga iba a abrir la boca y me sorprendió increíblemente que lograra cerrarla, para luego salir de la sala.

    El loro batió brevemente las alas, creando una suave brisa.


    —Ellos no necesitan contenerme —logré murmurar.


    —Hidra ha tenido que sujetarte y si Buitre no te hubiese estado aferrando contra él, mi comentario habría bastado para que, como mínimo, explotaras al fin y me gritaras, ¿o me equivoco? Deben contenerte porque, como anotaron ayer, eres particularmente propensa a la violencia.


    —Es tranquila —interrumpió Dhaval atrayendo la atención de Tozier—, es realmente tranquila.


    —¿Qué tan seguro estás? —Volvió a sonreír con soberbia—. Es agresiva consigo misma, ¿cierto?


    —Quizás. —Se estaba mostrando excesivamente receloso respecto a algo que era obvio.


    —Que conozcas el lado tranquilo de su personalidad y lo defiendas a pesar de saber que mató a alguien —dijo y pude ver que Hidra frunció el ceño—, porque es justo lo que acabas de hacer; dice mucho de ambos.


    —Que analices a las personas de forma tan descarada dice mucho de ti también —añadí mientras me pasaba el dorso de la mano por el rostro con más fuerza de la que planeaba, sentí que me había hecho daño—. No puedes inhibirlo, ¿cierto? Ni te interesa. Te gusta la sensación de poder que te brinda el conocimiento. Sé cómo es eso… Y lo ambiguo que puede tornarse tu dominio en las manos apropiadas. Ahora mismo nadie tiene poder sobre ti, ¿no? No hay nadie fuera de esta sala que haga que te interese contenerte.


    Como sí hay alguien en esta sala que tiene poder sobre mí.

    La sonrisa altanera desapareció de su rostro y pasó al mío. Comenzaba a sentir los principios de una migraña. Pude notar con el rabillo del ojo que Hidra me había mirado un momento, justo cuando hablé de la ambigüedad que existe en el poder que otorgado por el conocimiento. No. El poder otorgado por la soberbia.


    —Veo que sabes jugar, niña. ¿Te sentiste atacada o acaso sentiste que lo estaba atacando a él?


    Con un movimiento de cabeza me retiré parte del cabello del rostro.


    —No realmente. Además creo que Hidra puede responderte aún con más desdén que yo si se sintiera atacado, no es como si tuviese que defenderlo. —Logré decir aunque era obvio que había respondido en defensa de Dhaval—. Simplemente debe quedarte claro que aquí las cosas no se harán únicamente a tu manera, Tozier.


    No le di tiempo para que pudiese responder, metí las manos en los bolsillos de la gabardina y con paso firme, aunque quizás exageradamente orgulloso, salí de la sala. Sentí las miradas de todos en la espalda y me llegó el sonido del batir de alas del loro.

    Cuando salí, Aydan estaba unos metros más allá, parecía que recién había terminado una llamada.

    Aire. Necesito aire. Estoy exhausta.

    Mi caminar orgulloso se convirtió casi en una huida con tal de tomar el ascensor que estaba cerca de la morena. Presioné el botón sin siquiera prestarle atención a mi amiga y entré en él con una rapidez que a cualquiera le hubiese parecido extraña. Por suerte estaba vacío.
    Nos encontrábamos en el quinto piso. Toqué el botón correspondiente al primero y, justo cuando las puertas estaban por terminar de cerrarse, Aydan se filtró con el sigilo de un felino. De inmediato clavó su vista en mí.


    —Tu comportamiento allí no fue normal. —Por alguna razón el tono con el que lo dijo me hizo sentir que ella sabía algo que yo ignoraba.


    —Ya lo sé.


    —Tozier notó lo que pasa entre ustedes. Sea lo que sea.


    —El único estúpido que no lo nota es el mismo Hidra, Aydan, tampoco es algo por lo que deba aplaudirle a ese loro.


    Escuché que reprimió la risa.


    —Sí y no.


    —No estoy de humor para tus juegos. —La cabeza me palpitaba.


    —Nunca estás de humor para nada.


    —Vaya descubrimiento.


    Las puertas del ascensor se abrieron y salí con la misma rapidez con la que había entrado, seguida por mi amiga. Apresuré el paso para salir del edificio y me recibió una pequeña plaza. Parecía que se avecinaba una tormenta, el cielo estaba parchado de nubes, pero aun así era excesivamente blanco. Sentí la luz atravesarme la cabeza como un dardo.
    Me senté en una de las bancas y suspiré. Siempre terminaba agotada mentalmente cuando debía tomar el control de ese tipo de situaciones.


    —Aceptaron la condición de Tozier.


    —¿Cuándo comenzamos?


    —En una o dos semanas. Puede que antes de eso les asignen algún trabajo sencillo, para observar cómo se desempeñan.


    Desde la banca en la que estaba podía ver el interior del edificio. Tozier salió del ascensor y avanzó hacia alguna de las otras alas con paso firme. Noté que llevaba una caja de cigarrillos en la mano.


    —Envían a los grupos de búsqueda cuando los sujetos anteriores mueren, ¿no? —Mi amiga dio un respingo y supe que había acertado—. Ninguno ha durado lo suficiente para que puedan comprobar sus hipótesis… y los que viven es porque aceptan buscar a sus pares con tal de conservar sus vidas, como Ákos, pero en ese punto dejan de someterlos a pruebas.


    —Comprenderlos podría ayudarnos a comprender a los corruptos.


    —No hay nada que comprender. —Se me escapó una risa—. Los corruptos y los Roc estamos echados a perder.


    —Hidra se puso a la defensiva cuando Ákos hizo referencia a tus tendencias violentas —dijo mientras se sentaba a mi lado—. No es la primera vez que lo hace cuando se trata de ti. Pienso que él no considera que estés echada a perder, Mel, al menos no del todo. También pienso que es un idiota que no acepta lo que siente.


    —¿De qué hablas?


    Clavó su vista en el cielo grisáceo antes de responder.


    —Solo hago suposiciones, ya lo sabes. —Suspiró con pesadez—. No logré confirmar nada el año pasado, menos lo lograré ahora mismo.


    No me digas nada más.
    No juegues conmigo.
    Mejor no hables.
    Cállate, maldita sea.

    Me quiere. Lo sé.
    Por supuesto que no lo hace, maldita estúpida.
    Sí lo hace. Lo sabes, pero te da miedo equivocarte, ¿no es así? Por eso no lo aceptas.
    No me quiere.
    Sí me quiere.
    No. No te confíes. Lo único que harás es lastimarte.


    ¿Y qué estoy haciendo justo ahora?

    Lastimarme. Lastimar a todas esas versiones de mí.
    La aterrada. La insegura. La perdida. La narcisista. La arrogante. La impertinente. La descarriada. La buena. La dolida. La responsable. La rencorosa. La perfeccionista. La herida. La evasiva. La esto y lo otro.
    Todas y cada una de ellas. Me lastiman y las lastimo por depender de sentimientos intensos.


    Me llevé las manos a la cabeza y suspiré de la misma forma que mi amiga.
    Dios mío, estaba pensando con demasiada rapidez.

    Prefieres negar el hecho de que Dhaval Krall siente algo por ti que exponerte al mínimo porcentaje de error. Prefieres destruir todo el sistema que ponerlo en riesgo

    ¿Creías que estabas saltando al vacío por él?
    Estúpida. Ingenua. Ridícula.
    Estás encerrada. No saltas por nadie realmente.


    ¿Creías que él dejaría un pozo parchado de sangre en tu memoria?
    Estúpida. Ingenua. Ridícula.
    El pozo lo has cavado tú misma, con tus propias manos… Con esos dedos delgados con aspecto de garras. Has rasgado sus paredes con ese maldito pico con bordes de sierra.
    La sangre podrá ser suya también, pero el pozo es tuyo y ya estaba lleno de sangre de lobo.

    Aydan siguió hablando, pero yo dejé de escuchar en algún punto.
    El corazón me latía a toda velocidad, las manos me sudaban y la cabeza no hacía más que palpitarme de forma dolorosa.
    Asentía a pesar de no prestar atención.


    —No estás escuchando, ¿cierto?


    Negué con la cabeza.


    —La migraña me está matando.


    —Vamos —dijo mientras se ponía de pie—. Te buscaré algo para eso.


    —¿Qué era lo que decías?


    —No importa.


    Me guió de nuevo dentro del edificio, por el mismo camino que había seguido Tozier.
    Llegamos a un área de cubículos y Aydan entró a uno con el número trece en la puerta.

    Era extremadamente reducido, pero se notaba que era su espacio. Había varias suculentas en el escritorio y un pequeño peluche de panda junto a su laptop cerrada.
    Abrió uno de los gabinetes y revolvió sus cosas hasta que dio con un paquete de pastillas con varias faltantes. Me lo entregó de inmediato y luego se sentó tras el escritorio.


    —¿Te quedarás? —Atiné a preguntar. Asintió con la cabeza—. Gracias. ¿Estás segura que lo que me decías antes no era importante?


    —Sí, no te preocupes. Ya ni siquiera yo recuerdo qué era —respondió para luego reír un momento—. Ve a tomarte eso y descansa. Bueno, todos deberían hacerlo. No estaría mal que se tomaran un tiempo de ocio.


    —No es como que sepamos a dónde ir en este maldito lugar, Aydan.


    —Ni siquiera necesitan salir. —Sus ojos adquirieron un aire felino que no creí que fuesen capaces de tener—. Ala B y C del sótano. Por si acaso quisieran, no sé, beber algo.


    —Joder, qué retorcido es eso de tener espacios que permitan el consumo de alcohol en un edificio que tiene un ala hospitalaria.


    Se encogió de hombros sin mirarme y abrió su laptop.


    —Creo que Thánatos oculta peores cosas.


    —Y te da igual.


    —No realmente, Melyen.


    —Eres el perro de Thánatos y lo sabes, Aydan.


    El juego de palabras resultante fue verdaderamente tétrico. Era el perro de la muerte; nos estaba guiando por su camino, fuese consciente de ello o no.
    La mirada que me dirigió me hizo saber que se había sentido ofendida, pero en ese punto ya no me importaba. Era cierto.
    Aydan Kwok tenía alrededor del cuello una cadena con la placa de las FAL de Thánatos colgando, pero la mano que la sostenía era realmente la de las IAAL de Désir, o en un peor caso, del proyecto Metal Feather directamente.
    Su rara sumisión era extremadamente peligrosa para nosotros, ya lo había confirmado.

    Me despedí y salí del cubículo, cerrando la puerta tras de mí.

    Me dirigí a los baños de esa ala.
    Apenas entré, clavé la vista en el espejo. Tenía el cabello revuelto por el aire de la entrada principal del edificio y la mirada cansada. Saqué una de las pastillas, abrí el grifo para tomar un poco de agua con la mano y poder tragarla. Por un momento se me atoró en la garganta y tuve que beber más.
    Me pasé las manos húmedas por el cabello, en un intento inútil por mejorar su aspecto.
    Volví a humedecerlas y me las coloqué sobre los ojos. El frío del agua hizo retroceder el dolor de cabeza un momento.

    Decidí ir a sumergirme en algún recóndito rincón de la biblioteca.
    Entré por la zona de ingreso del primer piso y subí a la sala del segundo, que contaba con unas pocas mesas. Antes de sentarme tomé un libro de historia al azar, de los que estaban disponibles para todo el mundo.

    Había una sección y bases de datos a las que solo tenían acceso los agentes e investigadores de la base. Incluso si hubiese podido, no habría optado por buscar información de esas fuentes; la cabeza me estaba matando.

    Finalmente me senté y busqué el inicio de un capítulo, pero mi mente no iba a dejarme en paz.

    Altan Volkov.
    El maldito lobo.


    Olvídalo. Solo lee, ¿qué demonios haces pensando en él?

    Lo amé. Lo amo. Lo seguiré amando.

    No, maldita ridícula, solo estás obsesionada.

    Era igual de altanero que Tozier, por eso piensas en él ahora.

    Suspiré mientras leía un párrafo sin siquiera enterarme de nada. Seguí leyendo a pesar de todo. 2650. 2650. 2650. Los peores días oscuros desde que todo comenzó.
    La cabeza comenzaba a pesarme terriblemente.


    —Mel. —El susurro de Volkov brota de un rincón de mi mente que creía inexistente ya. Le sigue un profundo suspiro—. Mel.


    Llega desde otro lugar. Desde el otro lado de una línea, pero me eriza hasta el último vello del cuerpo. Conozco el tono de ese susurro y el significado de ese suspiro.
    Repítelo. Repítelo hasta el maldito día de mi muerte.


    Casi puedo sentir su aliento en mi oído. Su respiración es irregular.
    Su corazón debe ir a toda velocidad.

    Como el mío junto a la Hidra con ojos de obsidiana.

    ¿Quién?

    Dhaval Krall.

    Mis circuitos chispean, su solo nombre los pone al límite, pero la imagen del lobo desvía la corriente en direcciones aleatorias.

    Me necesitas, asqueroso bastardo. Vamos, repite mi nombre.
    Pídeme que apague ese maldito fuego que sé que te recorre el cuerpo.
    Me odias, ¿cierto? Desde hace tiempo lo haces, pero aun así tu deseo no ha muerto y por eso sigues aquí.


    Qué asco, Altan. ¿dónde está tu dignidad?
    Te gusta que te castigue. Te gusta que todo el mundo lo haga, por eso no te vas. Crees merecer todo ese dolor que te estoy causando.


    Qué asco, pero puedo hacerlo si lo deseas tanto... Siempre que llames a mi nombre de esa forma.
    No me van estos rollos.


    ¿Estás segura?

    No.
    Me encanta el poder, sin importar de dónde venga. Me gusta el poder del conocimiento, el del terror y el miedo.


    Ven, desgraciado lobo. Ven y te haré sufrir como tanto parece gustarte.
    Ven y puede que cure tus heridas. Ruégame, como yo lo hice.
    Decide. Puedo ser las dos cosas.
    No.
    En realidad contigo siempre hubo una sola forma de hacerlo, así que ruégame.
    ¡Hazlo!


    La reacción de sobresalto de mi propio cuerpo fue lo que me despertó. Tenía la página del libro que estaba leyendo pegada al rostro, que sentía excesivamente enrojecido.
    De la boca me brotó un suspiro entrecortado.

    Estaba cansada de esos malditos sueños monotemáticos.
    Sin embargo, poco después el recuerdo se desvaneció, como la bruma en las montañas.

    Cerré el libro y me enjuagué los ojos con las manos, quizás de forma algo brusca.

    Realmente necesitaba distraerme, pero sabía que a pesar de las ganas que tuviese de probar un trago de lo que fuese, no era el tipo de relajación que necesitaba.

    Dejé el libro en su lugar y me dispuse a salir. Ya no podía estar más en ese maldito edificio gris apático.
    Volví a huir hacia el ascensor y a salir del edificio hacia la plaza en la que había estado con Aydan luego del altercado con Tozier.

    Inhalé el aire fresco con fuerza, como si hubiese estado aguantando la respiración y caminé hasta las bancas que estaban casi al final, donde comenzaba una pequeña zona con césped.

    Me senté y fui consciente de que el terrible dolor de cabeza aún no desaparecía del todo.

    Como un relámpago llegó a mí el pensamiento de que, después de todo, habíamos perdido el privilegio que era nuestra educación superior.
    Mis amigos habían perdido más que yo, ¿cierto? Sus familias, la institución que les permitía prepararse para el futuro, sus hogares, la poca libertad que les quedaba… Todo.
    Christopher acababa de perder a su segunda familia y el esfuerzo de años.

    Mientras tanto… ¿Yo qué había perdido realmente? No demasiado. Había ganado un gato corrupto, perdido una universidad y el remedo de libertad que poseía, ¿pero eso en qué se comparaba a todo lo que ellos habían terminado sacrificando por mí, sin saber si era ese su deseo?

    Me sentí asquerosa, egoísta y estúpida.

    Alguien se sentó junto a mí. Tardé en darme cuenta que se trataba de aquel pajarraco altanero.
     
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  8. Threadmarks: Capítulo trece: XIIII Templanza. Conversión, ambivalencia, inestabilidad.
     
    Zireael

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    Well, como dije, era muy probable que publicara el siguiente capítulo en noviembre.
    Me resfrié una tercera vez, lel. Mis defensas dan pena.

    No tengo mayor cosa que decir hoy.

    ¿Qué tenemos esta vez?

    Dos canciones de LP, una cantante que me recomendó una de mis mejores amigas y que me enamoró.

    When we're high.

    There was a time, there was a life I was inside my head.
    [...]

    I'd swallow the moon and the stars to follow the beat of your heart.


    Y Switchblade.
    I always knew that you’d cut me someday, I fell in love with a switchblade and I know that you did the same.

    Sin más que añadir, ¡qué comience!

    .

    .

    .

    .

    .
    Capítulo Trece.














    Su mente parecía despejada, sí, pero había vuelto a él esa sensación de flotar desconectado, ese aislamiento. Otra vez ascendía como el plateado globo de un niño. Tenía conciencia del miedo, pero era opaco, poco importante, si lo comparaba con la horrible sensación de haberse soltado de sí mismo.
    Stephen King. Tommyknockers. Página 204.















    XIIII Templanza. Conversión, ambivalencia, inestabilidad.


    ¿Quién soy realmente? ¿Qué soy? ¿Por qué me aferré a un ave maldita?

    Soy algo que no tiene nombre. Un amalgama de dolor autoinfligido y profundo miedo a ser abandonada.
    Soy una criatura que se niega a ser tocada a pesar de desearlo de forma enfermiza.

    ¿Y qué más?

    ¿Qué? ¿Acaso hay algo más?


    Sí.

    Deseo lastimar y ser lastimada, ¿no es así?

    No. No es eso.

    Quiero poder. Quiero ejercerlo y que lo ejerzan sobre mí. Obedecer está en mi carácter, pero una parte de mí está cansada de eso y quiere ser obedecida por otros.

    ¿Qué soy entonces?

    Un amalgama, ya lo dije.

    ¿Y por qué me aferré a ese estúpido pájaro?

    ¿Al cuervo? Es bello, ¿o no?

    ¿Para quién? Es un maldito rechazado.

    Lo del cuervo nunca fue estético, a decir verdad. Me aferré a un ave mal vista porque no soportaba mi propia personalidad. Me puse una máscara y luego quise aprovecharme de sus cualidades y significados positivos, pero era demasiado tarde.

    Cuando el lobo huyó, el colibrí que había descubierto fue tragado por el cuervo en un intento ridículo por evitar que muriese. Sufrí, sufrí por mi propia mano y el cuervo me insensibilizó hasta mucho tiempo después, pero no lo suficiente para desaparecer el enorme resentimiento.

    Me transformé entonces en un cuervo distinto al que había sido durante cinco o seis años, aproximadamente.

    ¿Quién soy entonces?

    Soy un cuervo diferente al de hace apenas unos días.

    Repito, ¿quién soy?

    Me convertí en el cuervo creador del mundo a partir del engaño y el robo. Estoy dispuesta a robar el fuego, el agua y el sol del cielo, de ser necesario. Crearé algo nuevo mediante la redistribución de las cosas.

    Dilo de una vez. ¿Quién soy ahora?

    Yáahl. Ese es su nombre. El Tramposo. El Creador.
    Robaré la luna y las estrellas.

    ¿Las estrellas? ¿No era Sirius una de ellas?

    El estúpido can murió y consumió mis alas en el proceso.

    ¿Te refieres entonces… al corazón de la hidra?

    Lo llevo colgando del pecho.

    Amar tanto terminará por lastimarte, sobre todo porque no decides realmente saltar. Lo amas en silencio, dolorosamente, sin la libertad de demostrárselo.

    Todo lo que amas lo amas de esa manera.

    Amar tan silenciosamente es terrible, ¿no?


    No lo sé. No conozco otra forma de amor. El silencio me da seguridad.

    Has roto tu propio voto de silencio esta vez.

    Lo sé.

    ¿Por qué?

    No lo soportaba más.

    ¿No? ¿Por qué, si tan segura te hacía sentir?

    Quería libertad y esta era incompatible con el silencio. Libertad de huir o quedarme. De renunciar a mis sentimientos o manifestarlos.
    Ahora estoy en el limbo. El silencio hubiese sido una mejor opción.

    No. Rompiste tu voto de silencio por otra cosa.

    Es cierto. Lo rompí porque me sentí correspondida.



    Me acariciaba la cabeza que tenía apoyada en la mesa, con suavidad, lentamente. Su simple tacto, que en otras oportunidades me descontrolaba el corazón, era capaz de adormecerme también. Como bien podía causarme reacciones ansiosas, podía tranquilizarme.

    El alcohol estaba provocándome calor, debía notarlo, eso era seguro.

    De repente su mirada chocó con la mía y fui incapaz de detener el deseo que me impulsó a extender mi mano hacia él. Deslicé mis dedos entre su cabello y estuve por continuar hasta su mejilla, pero la poca cordura que me quedaba me detuvo.

    Sentí como apoyaba ligeramente su cabeza en mi mano. Me recordó a un gato.

    Sus gestos se suavizaron.


    —¿Cómo estás? —Logré decir por encima del sonido de la música y las voces.


    Sus facciones se endurecieron brevemente, pero volví a deslizar mi mano entre su cabello y eso pareció distraerlo.
    Reconocí aquel gesto ansioso, a pesar de ser bastante más discreto que cuando optaba por golpearse hasta que le llamara la atención. Supe lo que iba a responder.


    —Estoy estresado —dijo casi de inmediato.


    —Lo sé, pero me refería a cómo estás apartando eso. —Lo atajé sin detener las caricias. Me enderecé, haciendo que él retirara su mano y le acerqué una botella—. Bebe un poco más.


    Retiré mi mano de su cabello y él le dio un trago largo a la botella. Sumiso, como de costumbre.

    Mis amigas se acercaron luego de haber ido a pedir más bebidas.

    Había detenido aquella escena extraña justo a tiempo. No quería incomodarlo.

    Al final no sé cómo habíamos terminado por salir de Thánatos, con un permiso especial.
    Christopher no estaba muy convencido y de hecho no nos acompañó.

    De alguna forma, fue gracias a Tozier que logramos salir, ¿o no? Lo ubiqué en la barra, solo. Fumaba un cigarrillo.

    Tomé la botella que acababa de alcanzarle a Hidra y le di un trago también.

    ¿Cuántas veces habíamos hecho eso ya desde que nos volvimos cercanos? Era hasta normal, como resulta con toda amistad a la que uno considera de confianza.
    Seguía resultándome sorprendente cómo habían terminado las cosas.

    Miré a mi amigo de reojo. ¿Qué estaba haciendo este chico conmigo sin siquiera inmutarse?
    El pensamiento rozaba lo cliché, para qué mentir, pero la pregunta rebotaba en mi mente.

    Hidra me estaba curando, ¿no era así? Estaba sanando las heridas que tenía por los zarpazos del lobo.
    En realidad, todos mis amigos lo estaban haciendo, si me paraba a pensarlo.
    Sin embargo, Dhaval tenía un efecto diferente. Era mi espejo, algo de él me estaba enseñando a amarme a mí misma. Amaba su introversión, su inteligencia, la calidez de su personalidad aparentemente distante, su nobleza.

    ¿Nobleza? Era eso. Todo este tiempo fue eso.

    El corazón se me detuvo en el pecho un momento y, a pesar de que mis amigas ya estaban allí nuevamente, apoyé mi cabeza en el hombro de Hidra. Sentí miradas encima por un segundo, pero no les di mayor importancia.

    En Hidra vi una nobleza parecida a la mía. Yo era fiel a él, de alguna manera, y él me había comenzado a ser fiel a mí. Era mi amigo, mi mejor amigo, y lo sería por mucho tiempo, porque nos habíamos elegido mutuamente.

    Nuevamente era ridículo que me hubiese tomado tanto tiempo notarlo.


    —Por allí está Tozier —comentó Iris luego de beber un trago de tequila, me había sacado bruscamente de mi línea de pensamiento.


    —Solo, como siempre —añadió Aydan. Bebía cerveza y, a decir verdad, lucía cansada.


    —También en Thánatos estaba solo —dije sin separarme de Hidra—. ¿Debo suponer que es por su actitud de mierda?


    —Más o menos. —La morena le dio un trago a la cerveza—. Sus relaciones familiares no son particularmente buenas, por lo que sé, y tiene poquísimos amigos fuera de Thánatos.


    —Dijiste que su insolencia lo tenía aquí, ¿qué significó eso? —preguntó Hidra de repente, haciendo que me sobresaltara un poco y volteara a verme un momento.


    —Tozier es un traidor, Dhaval —confesó nuestra amiga en común. Lo sentí tensarse y sin darme cuenta llevé mi mano a su brazo—, como tú. Quiero decir, han traicionado al poder por cosas de menor equivalencia, dependiendo de cómo lo veas. Su lealtad los ha llevado a la traición.


    Por un momento volvió a mi mente el pensamiento intrusivo de Hidra despedazándose el cráneo con el arma de mi padre. Tragué grueso, mi corazón inició una apresurada carrera hacia ninguna parte.


    —¿Cuándo? —pregunté mirando de reojo al pajarraco altanero.


    —Poco antes de que ustedes fueran traídos.


    —¿Por qué? —Adalet habló por fin. Giraba una de las botellas sobre su propio eje, despacio.


    —Mel, en realidad creo que tienes más cosas en común con Ákos de lo que crees. —La escuché suspirar—. Defendió a un demonio, a su corrupto. Una gata.


    Apreté el agarre en torno al brazo de Dhaval y él volteó a mirarme de nuevo.


    —¿Por qué iban a matar al corrupto si podía serles útil?


    —Se salió de control, imagino que atendiendo a algún deseo implícito de Ákos. —Aquello me recordó la obediencia de Ío. Todos escuchábamos en silencio, a pesar del ruido de fondo—.Ni siquiera él logró contenerla. Tuvieron que neutralizarla, Ákos mató a dos agentes intentando evitarlo, uno era hermano de una persona que apreciaba mucho y todo se complicó desde entonces. Es cierto que Tozier no tiene a nadie que lo contenga o que haga que le interese contenerse, al menos ya no. Tienes ventaja o desventaja respecto a él, según cómo quieras verlo, pues tienes dos personas que aprecias que te hacen inhibirte.


    Sentí que el color subió a mis mejillas, por suerte la poca iluminación disimulaba eso.


    —¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? —Fue Adalet de nuevo.


    —Su castigo no solo fue un descenso en sus cargos, sino ser responsable del próximo equipo de búsqueda… ustedes. Una manada de rechazados sociales —explicó por fin. Me miró directamente y sin darme cuenta hice el intento de escudarme tras Dhaval—. Me sorprendió lo arrogante y grosera que fuiste con él, a decir verdad, poco después me di cuenta de que solo te sentías atacada por alguien muy similar a ti. Por alguien sediento del poder que otorga el saber. Había olvidado que a pesar de tus conductas autodestructivas, puedes rozar la soberbia. Fue eso lo que te dije antes cuando no estabas escuchándome.


    Volví a tragar grueso y me separé de Hidra. Tomé la botella para beber nuevamente.

    Tenía que seguir mi impulso. Me levanté y, no sin antes deslizar mi mano por los hombros de Dhaval, me dirigí a la barra en dirección al loro. Supe que mis amigos me seguían con la mirada, pronto me llegó a los oídos la voz de Aydan, creí que había mencionado mi nombre pero la música y la distancia no me dejaron escuchar mucho más.

    Me senté junto a él y ordené una cerveza. Reconoció mi voz, pero no se dignó a mirarme, al menos eso intuí de su lenguaje corporal.

    Bebí un poco de la cerveza helada.


    —Tozier, ¿tienes un cigarrillo? —Asintió con la cabeza—. ¿Y bueno?


    Registró sus bolsillos y finalmente tendió hacia mí la cajetilla abierta.


    —¿Fuego, niña? —preguntó aún sin mirarme.


    —No, gracias. —Tomé el cigarrillo y lo coloqué entre mis labios. Saqué de la gabardina el encendedor de Dhaval y lo accioné. Di una calada y exhalé.


    —Fumar no va contigo, ¿no crees? —Lo escuché suspirar—. ¿Algo más que se te ofrezca?


    —No creo que me interese que vaya conmigo o no. Por otro lado, venía a disculparme por mi actitud de mierda, pero no estás ayudándome demasiado. —Fue entonces que me miró con el ceño fruncido—. ¿Qué? ¿Me creías incapaz de disculparme?


    Me giré para poder mirarlo de frente y crucé las piernas. Caí en cuenta de la soberbia de la que hablaba Aydan.
    La soltura con la que hablaba ante un desconocido, porque eso era Tozier, era puro efecto del alcohol.


    —Eres orgullosa —respondió luego de darle una calada a su cigarrillo—. Así que imaginé que disculparte no estaba en tus opciones.


    —¿Por cómo actué en la mañana? —Apoyé el codo en la mesa para poder colocar mi rostro en mi mano. Vi que negó con la cabeza y esta vez yo fruncí el ceño.


    —Por cómo saliste de la sala y por cómo te has colocado solo para hablarme ahora.


    —Lo que haga estando ebria no debería contar. —Se me escapó una risa inmediatamente después de que me excusé aunque no había empezado a sentir los verdaderos efectos del alcohol siquiera.


    —¿No? —Lo vi sonreír, satisfecho consigo mismo—. ¿Ni siquiera lo cerca que te colocas del muchacho ese, Hidra?


    Mi postura perdió balance y tuve que acomodarme en el asiento.


    —Dhaval.


    —¿Qué? —Nuestras miradas chocaron—. Ah, lo entiendo. No puedo usar ese nombre, ¿no es así? Y es probable que no pueda usar Dhaval tampoco, pero me lo estás cediendo.


    Le di un trago a la cerveza que estuvo por irse por el camino incorrecto.


    —No fue lo que dije.


    —No hace falta. Si te hace sentir mejor, no veo que tu cercanía lo incomode —dijo sonriendo nuevamente—. En fin, aceptaré tus caprichos esta vez, Crow. De todas formas Krall me da igual. Supongo que acepto tu disculpa también.


    —Supongo que no debo esperar una disculpa de tu parte, ¿cierto? —Tuve que evitar sonreír como una idiota ante la primera parte de su comentario. Asintió con la cabeza—. Sí, era obvio.


    —Te regresarán a tu corrupto mañana —añadió sin darle mucha importancia.


    —¡¿En serio?! —Se me humedecieron los ojos y sentí que había hablado demasiado fuerte.


    Ákos me miró y por primera vez no había burla, arrogancia ni nada similar en sus ojos.
    Retiró la vista para encender un nuevo cigarrillo y asintió.


    —Estará monitoreado, eso sí —dijo luego de exhalar—. Con un chip ligeramente más avanzando que el que usan en las mascotas. Sabrán su ubicación exacta todo el tiempo, así que no podrán intentar nada raro.


    —¿Qué quieren que hagamos?


    —¿Con el corrupto?


    —No, me refiero a esa estupidez del grupo de búsqueda.


    —Se supone que no debería decirte aún. —Exhaló una nube de humo hacia mí.


    —Se supone, pero lo harás.


    —No necesariamente porque me interese que lo sepas, niña —dijo tan altanero como siempre—. Solo no quiero que tu grupo de inútiles vaya a ensuciar mi nombre.


    —Habla entonces, Kea.


    —Al parecer hace poco apareció otro, en los alrededores de Claw of Shadow. —Me miró esperando mi reacción—. Contrario a C. Atratus y H. Rustica, está causando estragos en las zonas periféricas. Debemos contenerlo o neutralizarlo, de ser necesario.


    —¿Qué saben? ¿O no pueden darme la información como a Aydan cuando nos buscaba?


    Buscó en el bolsillo de su gabardina y me entregó un papel con anotaciones.


    —Conque es una chica. —Le di una calada al cigarrillo antes de seguir leyendo—. ¿Vivía a pocos metros de mi casa?


    —Al parecer. Ahora no sabemos si aún reside ahí. —Lo escuché toser. La tos típica del fumador—. Naomi Rockefeller, ¿te suena de algo?


    Esta vez fui yo quien tosió. Claro que me sonaba de algo, me sonaba de sobra.
    Rockefeller. Naomi.
    Su hermano menor había muerto poco antes de los días oscuros en los que murieron mis padres. Leucemia.
    Sin embargo, no era por eso que la recordaba. Casi pude sentir la presión de sus labios contra los míos… Siendo apenas una niña. Hice una mueca de disgusto.


    —Estudia en mi universidad. Debería estar en cuarto o quinto año de carrera, 23 años. Padres vivos, al menos antes de la oscuridad de hace un mes. Desconozco si tiene más familia cercana viva.


    —Sí, parte de esa información está en esas anotaciones.


    —No la veo hace años, dudo poder reconocerla. —Lo atajé mientras le regresaba la hoja.


    —No hace falta, dado el caso.


    —Claw of Shadow...


    —Se redujo a un barrio bajo, sí. Las FAL lo han abandonado a su suerte, básicamente.


    —¿Y quienes vivían ahí aún?


    —¿Acaso había alguien que te importara, Crow?


    —No realmente.


    —¿Entonces?


    Me encogí de hombros y apagué la colilla del cigarrillo en el cenicero.

    Bebí el último trago de cerveza y me levanté para volver a la mesa en que se encontraban mis amigos. Noté que Tozier me observaba con el rabillo del ojo, así que me despedí con la mano.
    Contrario a lo que esperaba, mi despedida fue correspondida. Agitó brevemente la mano y casi pude ver la sombra de una sonrisa en rostro.
    Sonreí sin darme cuenta y metí las manos en los bolsillos de la gabardina.

    Era cierto. Tozier no me recordaba al lobo, me recordaba a mí misma.


    —Intuyo que no te fue mal, Crow —dijo Adalet en cuanto volví a sentarme con ellos.


    —¿Eh?


    —Sonríes. —Fui consciente de la mirada acusadora de Aydan. Sentí que el dibujo de Dhaval en el bolsillo y la sonrisa que no había notado hasta ahora, se acentuó—. ¿Qué se supone que hiciste?


    —Le pedí un cigarrillo —respondí y en todos noté un gesto claro de “no me digas", así que continué—. También me disculpé con él.


    Estallaron en una carcajada colectiva, incluso Dhaval reía. El color me subió a las mejillas.


    —¡Hablo en serio, Mel! —soltó la morena.


    —¡¿Es que acaso nadie aquí me cree capaz de disculparme?! —chillé indignada.


    —Definitivamente no —dijo Iris en medio de risas.


    Bufé y le di un golpe en el brazo a Hidra.


    —¡Tú eres el que menos debería estarse riendo, me disculpé contigo! —Vi que hizo un intento por retener la risa y me pasó el brazo sobre los hombros, atrayéndome hacia él a pesar de que intenté apartarme. Lo siguiente prácticamente lo murmuré entre dientes—. Incluso te dije que te quería conmigo.


    Lo sentí tensarse por un segundo, pero mis amigas no habían siquiera alcanzado a escucharme. Volvió a reír y me estampó un brevísimo beso en la cabeza que me hizo cerrar la boca por fin.
    Se separó inmediatamente después.


    —Pero qué niña más resentida. —Me había llamado de esa forma al igual que Tozier y sin darme cuenta suspiré con hartazgo.


    —El chiste de la noche, sin duda —añadió Adalet mientras intentaba recuperar el aliento.


    —En fin. —Crucé las piernas bajo la mesa e hice lo mismo con los brazos bajo el pecho—. Obviamente no se disculpó conmigo.


    —¿Y bueno, qué esperabas? —dijo Hidra mientras se retiraba el cabello del rostro—. Te disculpaste tú, ya eso es demasiado pedirle a la vida.


    —¡Pero bueno, Hidra, a ti ya te dije que no puedes opinar! —La mirada que le dediqué hizo que retirara la vista de mí—. A veces eres bien odioso.


    —¡¿Odioso?! —Su tono indignado me obligó a contener la risa y vi que a Aydan le sucedió algo similar.


    —¡No esperaba una puta mierda, solo les estaba contando! —Volvieron a estallar de risa. Rodé los ojos—. Qué difícil es hablar con ustedes.


    —Bien, bien, pero ya deja el drama —dijo Aydan luego de beber un trago de su cerveza—. Supongo que deberíamos alegrarnos, ¿no? Significa que por lo menos sus encontronazos se van a reducir, o eso quiero creer.


    —Me devolverán a Ío —murmuré y sentí la mirada de todos sobre mí. Lo siguiente fue dirigido a Aydan—. ¿Le hicieron algo más?


    —No.


    —Quiero que me digas la verdad, Aydan. Ya te dije que tu maldita sumisión me está tocando los ovarios, porque no eres así. —Lo dije con más coraje del que planeaba y la vi fruncir el ceño.


    —Un rastreador.


    —Ya Tozier me dijo eso.


    —Lo… no sé cómo decirlo. —La vi dudar, buscando palabras—. Lograron regresarlo a la normalidad, no como a la gata de Ákos. Ío es Ío de nuevo, al menos en su gran mayoría, pero su condición es inestable. No saben en qué momento puede volver a corromperse. El rastreador debe lanzar una señal si eso llega a ocurrir.


    —¿Una señal para…?


    —Neutralizarlo, de ser necesario —respondió Dhaval, tomándome por sorpresa. Suspiró al ser consciente de que debía explicarse—. Escuché a alguien hablar sobre los rastreadores y su objetivo. Se los colocan a los corruptos de Roc. La gata de Tozier seguramente tenía uno. No sé si cumplen alguna otra función.


    Apoyé los codos en la mesa y oculté mi rostro entre mis manos. Me llegó el olor a cigarrillo que me había quedado en los dedos. Inhalé aire con fuerza y exhalé de la misma forma.
    Deseaba escupirle a Aydan que todo eso era su culpa, pero me tragué las palabras.

    Me levanté nuevamente.


    —Iré a fumar afuera —dije sin mirar a ninguno y antes de darles tiempo de responder, comencé a caminar hacia la salida.


    —Krall, ¿no irás con ella? —preguntó Aydan, pero no logré escuchar una respuesta de él.


    Cuando crucé la puerta me recibió una fuerte ventisca y la luz amarillenta de los postes de alumbrado público. Caminé un par de metros y me apoyé en la pared mientras registraba los bolsillos del pantalón y la gabardina. Saqué la cajetilla y de ella un cigarrillo, volví a guardarla antes de encenderlo.

    Exhalé el humo, que fue rápidamente arrastrado por el viento.


    Calidez. Su cuerpo es tibio, reconfortante.

    No. La ilusión de nuestro tacto lo es. Sol a través de vidrio.


    —Te guiaré. —El tono bajo de la voz del lobo hace eco. Siento su mano en mi cintura—. Solamente haz lo que yo, ¿vale?


    Asiento débilmente con la cabeza. El corazón me golpea el pecho y la sonrisa en su rostro me revela que nota el color en mis mejillas.
    Sus ojos ámbar me hipnotizan. Una calidez indescriptible me recorre cada centímetro del cuerpo, especialmente el pecho.


    Da un paso y yo retrocedo. Su sonrisa se acentúa. Retrocede y yo avanzo.
    Me atrae hacia sí y continúa guiándome al lento ritmo de la música.


    Su sonrisa es preciosa. Debería sonreír siempre. Su rostro adquiere un aire infantil bellísimo y la luz alcanza incluso los rincones más oscuros.
    El pozo de mi mente se ilumina.
    Siento la necesidad de protegerlo, para que siempre pueda sonreír así.
    Por un momento el corazón se me encoge, como si hubiese sentido un repentino dolor, pero pronto lo olvido.


    Retrocede. Avanzo.

    Me besa la mejilla y luego me hace girar.
    Se me escapa una risa infantil y ahora es él quien se ruboriza.
    Tomo su rostro entre mis manos y rozo mis labios con los suyos, acariciando esa hermosa sonrisa antes de estamparle un beso.


    Uno, dos. Uno, dos.

    Mantenemos el ritmo.

    En el fondo del terrible pozo no hay agua, pero unas diminutas flores de distintos colores han logrado crecer a pesar de la oscuridad. Contrastan con los parches oscuros de las paredes.


    Me deslicé hasta el suelo y ahogué una especie de sollozo.

    Me había comenzado a temblar la mano, la ceniza del cigarrillo cayó a mi lado.

    Era ridículamente doloroso recordar cuánto lo había amado.


    “¿Vas a copiarme? ”

    Sabía que el mensaje tenía tono de broma, pero también había en él una clara intención de herir.

    ¿Copiarlo? ¿Por querer seguir mi maldito sueño?
    ¿Era esa su desgraciada respuesta a mi segundo intento? ¿Era esto lo que recibía por contarle algo importante para mí, una burla y nada más?
    Si yo hubiese hecho exactamente lo mismo cuando me dijo que se trasladaría a una modalidad artística de estudios, de egoísta no me habría bajado, pero él puede hacerlo, puede burlarse. ¿Por qué? ¿Por qué?


    Porque mi estúpido niño se siente amenazado, porque me ha arrebatado las alas… porque se lo permito. Porque soy lo suficientemente idiota para soportar esto, creyendo que lo hará sentir mejor.

    Está bien, lobo. Quédate tranquilo… porque volví a fracasar, pero eso no te lo contaré.
    No te contaré nada más. Te hice suficiente daño y ahora tú me lo harás a mí.



    Aplasté la colilla en el concreto de la acera y me limpié el rostro con el dorso de la mano. Las lágrimas fluían sin que así lo quisiera.
    Aquello era culpa del alcohol y lo que acababa de decir Dhaval sobre Ío. Las emociones y los recuerdos se arremolinaban, como ya era normal, pero no podía detenerlos ni desviarlos.

    Vidrios rotos. Navajas. Eso había sido él… y eso era yo.

    Me rebotó el recuerdo de los profundos rasguños en la piel de Hidra. Cerré los ojos con fuerza, pero ni siquiera eso detuvo las lágrimas. Comencé a sollozar como los niños pequeños.

    Siempre fui una navaja. Incluso estaba lastimando a mi maldito gato.

    Acababa de ser consciente de que Hidra me estaba ayudando a sanar, pero el maldito lobo no desaparecía. Esa estúpida estrella había colapsado, ¿y ahora? Ahora no me dejaba continuar; porque todavía me dolía, porque el amor que sentí alguna vez me seguía lastimando, porque el amor que sentía por el lobo no me dejaba amar a Dhaval completamente. Me sentía culpable.


    —Ten. —Me sorprendió la voz de Tozier y ahogué un sollozo. Me tendió una botella de agua—. Tal vez hablarte sobre el gato no fue buena idea.


    Tomé la botella con mano temblorosa, la abrí y le di un par de sorbos.


    —Tal vez no debí acercarme a pedirte disculpas. —Fue lo único que logré decir, casi entre dientes.


    —¿Eres siempre tan hostil? —Me encogí de hombros—. ¿Y bien, no hay algo que te haga sentir mejor?


    —No —respondí tajante.


    —¿Ni siquiera un postre? —dijo mientras se sentaba junto a mí. Volteé a verlo casi de inmediato, confundida—. Vamos, la vida no es nada sin una buena comida, mucho menos sin un buen postre.


    —Me gusta el cheese cake —murmuré mientras regresaba la vista al frente. Las palabras prácticamente habían salido solas—, pero el que se hornea. El que solamente se refrigera es una maldita estafa.


    —¡Lo sé, lo detesto! —comentó con excesiva energía y se me escapó una risa ronca mientras volvía a pasarme la mano por el rostro.


    —Mi madre hacía un cheese cake delicioso.


    —La mía ni siquiera cocinaba.

     
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  9. Threadmarks: Capítulo catorce: XVIIII El Sol. Altruismo, superación, vanidad.
     
    Zireael

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    Cielo Nocturno [Self-Insert || Long-fic || Experimento]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Tragedia
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    15
     
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    Y aquí estamos, seis meses después. Si ya de por sí en su momento caí en hiatus por culpa del semestre, todo lo que ocurrió después hizo que no supiera qué demonios hacer con esta historia ni hacia dónde orientarla.
    El comportamiento humano puede ser bastante errático, visto desde fuera al menos, y resulta que la gente que me rodea tenía otros planes que alteraron de repente toda la visión que tenía de Cielo Nocturno.
    Pasó una primera vez allá en 2016 y volvió a ocurrir a finales de 2018. Sin embargo, esta vez pareciera que ese cambio fue para bien personal.

    Han sido meses increíbles, para qué decir lo contrario. Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que me parece que todo lo que hizo que naciera Cielo Nocturno ocurrió hace una eternidad, cuando no es así.

    En el hiatus, organicé la timeline, así que la dejo por acá: Línea del tiempo.

    Sin más que añadir, ¿qué tenemos para hoy?

    The Mighty Rio Grande de This Will Destroy You.


    Broken de Repair to Ruin.

    I'm feeling trapped. I'm suffocating. My skies collapsing in.

    Sin más retraso, ¡qué comience!

    .

    .

    .

    .

    .

    Capítulo Catorce.














    Diantres, incluso recordaba esas palabras. La palabra que te hacía transformarte y la que te devolvía a la normalidad.
    ¿Se habría inventado también esas palabras durante sus delirios etílicos? ¿Y se habría inventado también todo aquello que apenas era capaz de recordar: la mágica y maravillosa libertad de la transformación, el espasmo agudo del cambio y la infinita felicidad de sentirse ágil, libre y veloz?
    Anthony Boucher. El Perfecto Hombre Lobo en Criaturas Fantásticas de Neil Gaiman. Página 305.














    XVIIII El Sol. Altruismo, superación, vanidad.

    Ambos dormitábamos, sentía su respiración tranquila y la calidez de su cuerpo.
    Nos rodeaba la oscuridad del pequeño cuarto con aspecto de hospital.
    Me hice pequeña en mi lugar, acercándolo aún más a mí; comenzó a ronronear y como reflejo mis alas aletearon brevemente.

    Mi pequeño Ío.

    Bajo la piel de su cuello sentí un pequeño bulto. El famoso rastreador. Suspiré y besé su cabeza.
    No dejaría que volvieran a tocarlo.

    Por alguna razón me rebotó la conversación con Tozier y me dio la sensación de que no era realmente tan malo, pero no deseaba trabajar según sus órdenes. Me separé cuidadosamente de Ío para después sentarme al borde de la cama.
    Mis alas habían desaparecido.

    Extendí la mano para tocar el interruptor de la luz que estaba cerca de la cabecera de la cama y luego clavé la vista en el pequeño escritorio que habían dejado hace unos días. Había pocas cosas en él; mi celular, un portaminas y un estilógrafo que había conseguido Aydan, pero nada de papel. También estaba el dibujo de Dhaval y una cinta adhesiva de papel.

    Me levanté, giré el dibujo y lentamente corté trozos de la cinta con los dedos, para colocarlos en el reverso. Finalmente lo tomé y lo pegué en la pared.

    No iba a volver a casa y si iba a quedarme ahí necesitaba algo que le quitara ese terrible aire apagado a ese cuarto. Sin embargo, era consciente de que esa sencilla acción marcaba una serie de puntos sin retorno.

    Me quedé de pie, mirando el dibujo, sin saber qué hacer realmente. Me sentía desganada, adormecida, casi mareada.

    La pantalla del celular se encendió y en ella pude leer un mensaje de Aydan: “Tus resultados salieron muy alterados”.

    Por un momento me costó ubicarme y olvidé de qué hablaba, cuando lo recordé se me formó una sonrisa resignada en el rostro. ¿No le había bastado con el informe de los compañeros de Cavey?

    Eran los resultados de una prueba de personalidad estandarizada que me había aplicado hace cosa de una semana.
    Eso era lo que esperaba. Sentí la oscuridad del terrible pozo de mi mente revolverse como algo vivo y casi pude escuchar una carcajada surgir de todas sus direcciones, rebotando en las paredes.
    Sin embargo, los siguientes mensajes de mi amiga me dejaron claro lo escandalizada que estaba.

    Una gráfica, no era más que eso. Le hacía falta una interpretación.

    Una gráfica rota. Fuera de la media.

    Neuroticismo exageradamente elevado.

    Extroversión prácticamente inexistente, al igual que la responsabilidad.

    La oscuridad palpitó.

    ¿Qué diría mamá al respecto? Que me buscaría ayuda, sí, de seguro. Eso había dicho aquel octubre maldito y eso diría ahora, aunque terminara por no ser así. No había dinero para costear terapia.
    ¿No lo había o es que mi miedo era demasiado?
    El miedo controlaba mi vida. Esa era la única verdad.

    Cuervo. ¿Yáahl? No.

    Fui una estúpida al creer que lograría convertirme en un cuervo distinto, porque lo cierto es que nunca fui un ave. Estas alas eran las de un maldito insecto volador de los que tanto aborrecía.
    No era el cuervo ladrón de la luz.
    Era una estúpida polilla que chocaba contra una bombilla hasta morir.

    La masa oscura que llevaba dentro se revolvía, reía y hasta me contagiaba algo de su placer. Era espantoso.

    No me di cuenta en qué momento Ío se había levantado, pero sentí su cola pasar por mis piernas. Lo tomé en brazos y decidí salir de ese cuarto, porque si me quedaba allí iba a enloquecer.

    Me dirigí a otra ala y me senté contra la pared del pasillo, con mi gato en el regazo. Estuve acariciándolo durante largo rato, con los ojos cerrados.

    Me detuvo una caricia en mi cabeza. Cuando levanté la vista topé con los ojos oscuros de Dhaval y con la sorpresa de que ya no llevaba el cabello casi a la altura de los hombros.


    —¿Qué demonios hiciste? —logré murmurar y se me escapó una risa ronca.


    Se encogió de hombros y se sentó a mi lado. Incrédula le revolví el cabello, ahora peinado hacia un lado.


    —¿Cómo estás? —preguntó mientras extendía su mano para acariciar a Ío.


    Recordé la oscuridad y sentí algo presionarme el pecho. A veces sentía la necesidad de hablar con él de esas cosas y, de hecho, a veces lo hacía, pero hoy no era el día.


    —Bien —dije sin darle demasiados rodeos—. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?


    —Tuve que ir a rellenar unos papeles, no sé, formalidades de esta gente. Bajaba caminando al primer piso.


    Asentí y mantuve mi vista al frente. Dejó de acariciar a Ío y antes de que me diese cuenta había deslizado sus dedos entre mi cabello, dedicándome una caricia que, dadas las circunstancias, me resultaba asombrosamente cálida.

    El siguiente movimiento no supe si fue iniciativa suya o mía, pero me llevó a apoyar mi cabeza en su hombro y él, tranquilo, no detuvo su caricia.
    Dudé un momento pero coloqué mi mano sobre su pierna, con una confianza que a cualquiera le hubiese parecido extraña proviniendo de mí, pero aún así no se tensó ni se apartó.


    Nuevamente, ¿qué estábamos haciendo?

    ¿Qué había hecho yo con el Dhaval Krall que conocí hace ya tiempo?

    ¿Qué había hecho él conmigo?

    ¿Qué nos habíamos hecho mutuamente?


    No teníamos nada más que a nosotros, ¿cierto? Ambos sabíamos eso o lo dábamos por sentado, no nos quedaba nada más seguro que la relación que teníamos todos ahora.

    Sin embargo, a pesar de aquella cercanía y aquel pacto silencioso que manteníamos entre ambos, la oscuridad que había palpitado al recibir el mensaje de Aydan, volvió a hacerlo al pensar en lo que sentía por el que ahora con certeza que no era solo mi mejor amigo, sino parte de mi familia.

    Sentí que nunca llegaríamos más allá de eso. Nunca pasaríamos de esas delicadas caricias, de ese afecto sincero que nos profesábamos sin miedo ya. No habría nunca nada más… nunca me permitiría amarlo como deseaba.
    Esa sola idea me provocó un nudo en la garganta y comprendí por qué no me atrevía a siquiera invitarlo a almorzar antes de que todo esto pasara.

    Le expresaba solo una parte de mi afecto sin miedo, el otro fragmento se encontraba totalmente aterrado ante la posibilidad de no ser igualmente correspondido.

    Me separé de él lentamente, sin alarmarlo, y volví a acariciar a Ío. Sentía el deseo de llorar, tuve que respirar profundo varias veces con tal de evitarlo.
    Tomé a Ío en brazos y me levanté con algo de dificultad. Volteé a mirar a mi amigo a la vez que le dedicaba una sonrisa.


    —Debo irme, recordé que al parecer Aydan tenía algo que hablar conmigo. —Mentí, lo cierto es que ya no soportaba lo que estaba sintiendo. Por primera vez, tenía la necesidad de no encontrarme junto a Dhaval. Quería huir y nada más.


    Parecía haberlo tomado por sorpresa, pero se levantó. Tuve que alzar un poco la vista, después de todo me sacaba prácticamente una cabeza de altura.


    —Nos vemos después entonces —dijo mientras se adelantaba un poco para despedirse. No sé si le pareció que iba a escapar, pero en cuanto se acercó para besarme la mejilla, colocó su mano derecha al lado contrario de mi rostro, sosteniéndome, y por un error de cálculo, sentí rozarse las comisuras de nuestros labios.


    Su agarre desató una chispa y aquel roce la esparció en direcciones aleatorias. Evité mirarlo y comencé a caminar por dónde había venido, dejándolo allí.

    Me dirigí en silencio de nuevo al pequeño cuarto.

    Dejé a Ío en el suelo y cerré la puerta. No me molesté en encender la luz nuevamente, caminé hasta la cama y me recosté.

    Era incapaz de contenerlo un segundo más, las lágrimas comenzaron a fluir despacio. Las alas surgieron de la misma forma y me rodearon como una suerte de capullo.

    No sentía más que frustración y odio hacia mí misma.


    Cometí un maldito error. Como siempre.


    Me cubrí los ojos con las manos, como si aquello fuese a detener mis lágrimas y solo conseguí hacerme daño por haber aplicado demasiada fuerza.

    En mí no había más que resignación y amor frustrado. No había más que un maldito dolor sordo. Esa era yo. En eso me había convertido.

    Deseaba profundamente olvidar lo que sentía por Dhaval, ese amor sin dirección alguna y mucho menos un futuro. Sin embargo, era demasiado tarde; no había marcha atrás.
    Inhalé con fuerza, buscando tranquilizarme. Me palpitaban las sienes.


    Es mentira. Te estás autosaboteando.


    Lo cierto era que solo buscaba razones que me bastaran para dejar de sentir cualquier cosa por mi amigo. Por ello existía la muñeca, por ello me negaba a dar algún paso nítido y por ello estaba llorando al creer que nunca podría amarlo plenamente; cuando en realidad ya me lo permitía. Dhaval se había abierto a mí, por más que quisiera creer lo contrario.

    Mi tren de pensamientos de detuvo porque alguien tocó con fuerza la puerta.

    Maldije por lo bajo, encendí la luz y me levanté a abrir. Me recibió el rostro de Tozier y no pude evitar fruncir el ceño.


    —Aydan quiere hablar contigo, Crow. —dijo sin pensarlo demasiado. Noté un atisbo de preocupación pasar por su rostro al reparar en el mío.


    —Dile que iré en un momento. ¿Por qué no me escribió?


    —Lo hizo, no respondiste. Pasaba por su cubículo y quiso que te buscara. —Recordé que mi celular había quedado en el cuarto mientras estuve fuera—. Además, al parecer quieren enviarte lo más pronto posible a Claw of Shadow.


    —¿Por Rockefeller?


    —Sí.


    Suspiré con hartazgo.


    —¿Qué tan pronto quieren que vayamos? —Por un brevísimo momento me pareció ver duda en su rostro—. Tozier, ¿cuándo?


    —Después de que hables con Aydan —respondió con voz plana.


    Volví a suspirar. Me acerqué al escritorio y abrí una de las gavetas mientras Tozier permanecía de pie tras de mí.


    >>Solo Adalet y Krall irán contigo.


    La billetera que estaba por sacar de la gaveta se me resbaló de la mano y volvió a caer en ella.


    —¿Qué dices? —Sin querer se me escapó una risa ahogada.


    —Fueron órdenes de arriba. No quieren enviar tantos Roc, al menos no a Claw of Shadow.


    —Eso… es inconsistente. —Fruncí el ceño, aún sin voltear a verlo—. Aceptaron a Christopher en el equipo y dijeron enviar Roc a buscar otros Roc. ¿Ahora por qué solo iré yo?


    —Iré con ustedes —soltó sin pensar.


    —Eso no responde a mi pregunta.


    Ahora quién suspiró fue él.


    —Creen que Rockefeller podría acceder a ser traída a Thánatos si solo vas tú. Es la primera vez que harán las cosas así, al menos la primera vez en mucho tiempo. Pocas son las veces que los Roc se conocen entre sí, quieren sacarle provecho. —Nada de aquello tenía sentido realmente—. Creen que enviar más personas de las necesarias podría empeorar las cosas.


    Me dio la sensación de que había algo más que tenía que decirme, pero no me dio más información. Cerró la puerta tras de sí y lo escuché alejarse por el pasillo.

    Tomé la billetera de la gaveta y reparé en un juego de llaves que estaba prácticamente al fondo del mueble.
    Nos habían regresado la mayoría de nuestras pertenencias y entre esas estaban las llaves de mi casa. Volteé, tomé la gabardina tirada junto a la cama y me la puse. Regresé, tomé las llaves y junto con la billetera las metí en uno de los bolsillos.

    Me quedé plantada en medio de la habitación; pronto Ío pasó su cola entre mis piernas. Me puse de cuclillas y acaricié al felino, que ronroneó ruidosamente.


    —Volveré pronto, bebé —murmuré antes de incorporarme.


    Le dediqué un vistazo al dibujo de Dhaval antes de salir y tomé un respiro profundo, buscando reorganizar las emociones que me habían alejado de él.


    Emociones sin sentido.

    ¿Qué tan estúpida debo ser para alejarme de él por creer que no seré correspondida?


    Cuando entré al cubículo de Aydan, esta no estaba allí así que regresé sobre mis pasos. Fue entonces que los vi, hablando entre sí con total comodidad, o eso creí hasta que vi la actitud retadora de la morena. Hidra tenía los brazos cruzados sobre el pecho.
    Estaban sentados en una de las mesas de la cafetería que, sorprendentemente, estaba casi vacía. No habían reparado en mi presencia. Escuché mi nombre salir de los labios de Aydan.

    Retrocedí una vez más, quedándome detrás de una columna de concreto. El frío del material me atravesó la ropa.
    No iba a atreverme a interrumpir aquella conversación, pero tampoco iba a huir. Necesitaba comprender qué demonios hacía Aydan al colocar mi nombre sobre la mesa.


    —Siendo honesta, no entiendo por qué no salen juntos. —En las palabras de Aydan había una clara necesidad de retar, de probar, de revolver las aguas. Creí que se iba a echar atrás, harto de las provocaciones, y, oculta como estaba, sentí que los latidos de mi corazón iban a delatarme.

    —Ha mencionado algo al respecto. —Escuchar a Dhaval me resultó más complicado que escuchar a mi amiga, pero me fue posible.


    Fruncí el ceño al percatarme de que se daba cuenta de lo que sucedía, pero se negaba a darme señales claras.
    Tuve que controlar el impulso de salir y darle un golpe en la cabeza, porque la verdad es que aquella incertidumbre me había hecho sufrir y la morena lo sabía, por eso estaba buscando aquella información.


    —¿Y tú qué opinas? —Se me detuvo el corazón en el pecho.


    —No lo sé.


    —¿Qué dices? —Esa sola pregunta fue como un regaño y su efecto resultó casi inmediato. En vez de retraerse como solía hacer, Dhaval Krall abrió la boca, consciente de que estaba poniendo en funcionamiento una suerte de teléfono escacharrado; porque no era estúpido, sabía que Aydan no tardaría en contarme todo aunque, dadas las condiciones, yo lo supiera de primera mano.


    —Que no lo sé, Aydan. Quiero decir, no lo descarto. —Pude escucharlo suspirar—. No quiero arruinarlo todo, ¿acaso no entiendes eso?


    —Pero entonces, ¿sí sientes algo por ella? —Casi pude oír cómo en su rostro se formaba una sonrisa altanera. El silencio de Hidra me pareció eterno.


    —Sí —dijo por fin. El pulso que tenía detenido empezó a avanzar con tanta fuerza que lo sentí golpearme el pecho en su recorrido. No tenía idea de cuándo había sido la última vez que sonreí de aquella forma. El gesto me resultó extraño—. Maldita sea, Aydan, sí pero aún no creo que deba hacer algo al respecto. No hasta que haya arreglado esta mierda conmigo mismo.


    Escuché el movimiento de sillas y no supe si eran ellos quienes estaban levantándose.


    —¿Y crees que ella está dispuesta a esperar hasta entonces? —La voz de Aydan parecía alejarse.


    No escuché una respuesta de parte de Hidra.

    Cuando por fin me atreví a mirar, los vi alejándose en dirección contraria.

    Cerca de diez minutos más tarde, Aydan me dijo que me esperaría en uno de los sillones en un lugar más privado del tercer piso.
    Una vez allí, lanzó una carpeta en mi regazo. La tomé y la abrí, era el informe completo con la interpretación de mis resultados.


    —¿Qué piensas hacer con esta información, Mel?


    —De momento no lo sé.


    La escuché suspirar con pesadez.


    —Prométeme que te comportarás a la altura.


    —¿Qué?


    —Promételo, Mel.


    —Está bien, pero ya deja el suspenso. Me pones nerviosa. —Inhalé con fuerza, profundamente, a pesar de estar prácticamente segura de qué era lo que iba a decirme.


    No estaba segura de querer comentar lo que fuese que estaba por decirme.


    —Tengo la respuesta a tu duda existencial, Mel.


    Tuve que esforzarme por contener la sonrisa que amenazaba con brotar de mis labios.


    —¿Cuál de todas?


    —Deja de hacerte la estúpida. Sabes cuál.


    Fue así como me contó la conversación que yo había escuchado y, gradualmente, la sonrisa volvió a aparecer en mi rostro.

    Lo que sentía era distinto a la alegría, era completa euforia.


    —¡Aydan, debería pagarte por esto! —solté en un tono agudo extraño en mí.


    —A decir verdad, sí. Ahora, sabes que debes mantener la boca cerrada. Tú no sabes nada.


    —Hidra no es estúpido, Aydan. —Reí y la miré directamente—. Sabe que ha puesto a funcionar un maldito teléfono descompuesto.


    Sonrío para sí misma y asintió con la cabeza.


    —Solo compórtate, maldita idiota. —Volvió a colocar la carpeta en mi regazo antes de levantarse del sillón. Había dado un par de pasos, alejándose, pero se detuvo de repente—. Mel, ¿lo amas?


    Sentí que un relámpago me atravesó el pecho.


    —¿Qué?


    —¿Amas a Dhaval?


    —No lo sé.


    —Mentirosa. —Ahora fue ella quien rio—. Dios, si tan solo fueras capaz de verte a ti misma junto a él. Eres… radiante. Porque lo amas.


    —Lo amé desde el maldito momento en que lo elegí como mi mejor amigo —admití por fin, en un susurro que apenas fue comprensible—. No lo amo solo por…


    —No lo amas solo porque quieras cogerte al chico, aunque es contraproducente, porque no tienes que amar a alguien para querer meterte en sus pantalones. Sin embargo, es claro que lo amas por algo más que eso.


    El color me subió a las mejillas de golpe y estuve por ahogarme con mi propia saliva.
    Aquella posibilidad solo me había pasado por la mente en ocasiones que mi estado rozaba el delirio.
    Respiré ruidosamente y mi amiga volvió a reír.


    —Lo amo como las amo a ustedes.


    —Lo sé y él también. —Por fin decidió mirarme nuevamente—. Es ridícula la alegría que provocas en Hidra. Lo he visto cuando te menciono… con solo decir tu nombre deja salir un atisbo de ella.


    —¿Qué dices? —Había perdido el hilo de la conversación.


    —Esa alegría infantil a veces surge en él —añadió y supe exactamente a lo que se refería. Era una alegría preciosa, genuina—, surge también cuando está contigo.


    Sentí algo crecer dentro de mi pecho, un sentimiento mezcla de temor y euforia. Ya no podía seguir negándolo, ya no podía intentar mentirme a mí misma con tal de evitarme sufrir en casos de fracasar, ya no había duda alguna y el terrible fantasma de Volkov retrocedió, llevándose consigo parte de la nitidez de la maldita muñeca.
    Y aún así, dentro de mí había un insistente terror, porque aunque al fin hubiera escuchado de su boca cuál era la verdad, nada me aseguraba que algo fuese a ocurrir. Una parte de mí estaba aterrada ante la posibilidad de que Dhaval huyera a último momento.


    —Vete —dijo, regresando de golpe mi atención a ella. Tenía una sonrisa casi burlona en el rostro—. Te esperan para el viaje a Clow of Shadow por P. Muticus.


    —¿P. Muticus? —Suspiré con cierto hartazgo—. ¿Tienen la suficiente información para asignarle su clasificación?


    —Toma. —Abrió su bolso y me entregó el arma de mi padre, junto con una nueva caja de municiones—. Adalet e Hidra también irán armados.


    No supe qué más decir, recogí la carpeta y me levanté, adelantándome. Deslicé la carpeta bajo la puerta de mi habitación y me dispuse a reunirme con Tozier nuevamente, que esperaba fuera de aquel terrible edificio gris, junto con Adalet y Dhaval. Me recibieron con una sonrisa apagada, cada uno llevaba su respectiva chaqueta que los identificaba como miembros de Thánatos.

    Ákos condujo despacio, en silencio. En unos minutos dejamos atrás el edificio gris.
    Tardamos una media hora en llegar a la autopista, que reconocí como otra de las rutas principales de Tétrica.
    En cerca de hora y media estuvimos llegando al centro de Martyrdom.

    Sentía el corazón atorado en la garganta porque estábamos acercándonos a donde creímos que no volveríamos, estábamos acercándonos a nuestro hogar. Miré el retrovisor, Adalet tenía la vista puesta en el paisaje a través de la ventana y el ceño ligeramente fruncido, Dhaval tenía la vista puesta frente y parecía tenso, noté que balanceaba la pierna derecha.


    —Al parecer Rockefeller sigue viendo en el mismo lugar —añadió Tozier de repente—. La orden es que acudas de inmediato, Crow.


    Esta vez fui yo quien frunció el ceño.


    —No.


    —¿Qué? —No sé si fue consciente de que aumentó la velocidad.


    —Que no. —Bufé. Observé una señal que indicaba que estábamos acercándonos a Claw of Shadow—. Mi distrito, mis reglas, Tozier. Haremos las cosas a mi manera.


    Lo escuché suspirar con hartazgo, a la vez que tamborileaba el volante. Iba a protestar pero sorprendentemente, guardó silencio.

    Tragué grueso cuando el paisaje comenzó a cambiar drásticamente al acercarnos a mi distrito.
    Casas abandonadas, negocios saqueados, algunas pocas personas que habían defendido lo suyo con garras y dientes.
    La oscuridad había hecho estragos.

    Tozier ingresó a la calle correspondiente a mi antiguo vecindario y se detuvo metros antes de mi hogar.


    —¿Qué es lo que quieres? —preguntó Ákos sin mirarme.


    —Mis memorias, Tozier. —Saqué las llaves del bolsillo de la gabardina e inhalé ruidosamente—. Eso es todo.


    —Melyen. —Era Hidra, su interrupción me hizo mirarlo—. Si hay algo que necesites recuperar, puedo entrar a traerlo por ti, no es necesario que entres.


    Sonreí porque aquel sencillo acto despertó en mí la más pura ternura, pero negué con la cabeza.
    Era un idiota bondadoso y lo adoraba por ello.


    —Pero pueden venir conmigo si eso los tranquiliza. Tozier tú…


    —No iré contigo, Crow, sé que no debo. —Sacó la cajetilla de cigarrillos, encendió uno y dio una calada profunda—. Vigilaré.


    Le agradecí mentalmente mientras bajaba del auto. Al acercarme al portón, noté que había manchas de sangre en él y en la acera.

    Suspiré.

    Escuché los pasos de mis amigos al seguirme.

    Sin siquiera tener que mirar el juego de llaves, tomé la que correspondía a ese portón y la inserté, para finalmente girarla. Tuve que tirar hacia atrás para abrir. Retiré la llave del portón, elegí la que correspondía a la puerta principal y repetí el proceso, al abrir me recibió la sala desierta.

    Me quedé plantada allí, observando mi hogar vacío y oscuro, sin saber realmente qué hacer.

    Extendí la mano hacia los interruptores de luz y los accioné, a pesar de saber que no responderían.
    Entré despacio, deslicé la mano sobre la mesa del comedor y luego me desvié a la izquierda, abriendo la primera puerta con la que topé. La habitación de mis padres, oscura y vacía como el resto de la casa, me encogió el corazón.

    Tragué grueso mientras me encaminaba hacia la ventana, cuando estuve lo suficientemente cerca abrí las cortinas, dejando entrar la luz.


    Es lo que mamá hubiese querido.


    Regresé sobre mis pasos y me dirigí a la habitación siguiente, la que hacía las veces de ropero.
    Fue allí donde noté que una fina capa de polvo estaba acumulándose sobre toda la casa.

    Gracias a la poca luz que entraba por una pequeña ventana, me senté frente al tocador y casi mecánicamente revisé los que alguna vez fueron los accesorios de mi madre. Collares, aretes, algunos anillos.

    Topé con el precioso collar precioso collar de ojo de tigre que tía Nalini le había obsequiado hace años y sonreí con resignación, mientras lo acariciaba. Lo tomé con cuidado y me lo ajusté alrededor del cuello, como debí haber hecho hace tiempo.

    Salí de la habitación y me dirigí a la mía, pasando por la cocina donde aún se notaba la sombra de las manchas oscuras de sangre. Me parecía que había pasado una eternidad desde aquel día en que las malditas alas me rasgaron la espalda.

    Abrí la puerta, que por un momento pareció haberse quedado atorada, y me recibió otra vez la oscuridad.
    Nuevamente, abrí las cortinas, dejando entrar la luz y de inmediato mi vista se clavó en los dibujos de la pared; no pude evitar fruncir el ceño.

    Recordé el dibujo de Dhaval pegado en mi cuarto en Thánatos, recordé lo que este le había dicho a Aydan y el fantasma de Volkov, que ya de por sí había perdido fuerza, me pareció aún más fuera de lugar.

    Uno a uno tomé los dibujos y los rompí, dejando caer los trozos al suelo. Solo sobrevivieron unas pocas acuarelas y un par de dibujos sin lobos en ellos, solo el cuervo. Siempre el cuervo.

    Alguien golpeó la puerta un par de veces, cuando me volteé topé con la mirada oscura de Dhaval.


    —¿Estás bien? —Fue lo único que preguntó, haciéndome sonreír nuevamente.


    —Sí, no te preocupes por mí. —Recorrí la habitación con la mirada—. Gracias.


    —Deja de agradecer por todo.


    Suspiré con hartazgo. Me acerqué a él y dudé un momento, pero lo envolví entre mis brazos. No tardó en corresponder a mi repentina muestra de afecto. Apreté el agarre alrededor de su cuerpo en cuanto sentí su aroma.


    —Melyen. —Era la voz de Adalet, atrás de Hidra. Deshicimos el abrazo rápidamente para mirarla—. Al parecer Rockefeller está allí.


    La oración era ambigua, a decir verdad, pero aun así me hizo precipitarme hacia afuera. Retrocedí sobre mis pasos solo para arrojarle las llaves a Adalet y que pudiese cerrar las puertas.
    Salí de la casa y pude ver a Tozier a mitad de la calle, con el cigarrillo entre los labios.


    —En la casa —dijo en cuanto estuve junto a él, señalando hacia el último edificio de la cuadra—. Te cubro, niña.


    Tenía un rifle apoyado en el hombro. Se adelantó, guiando el camino, antes de seguirle los pasos, abrí el auto para tomar el arma de mi padre. Una vez me puse en marcha, pude escuchar como Adalet e Hidra pronto se nos unían.
    Entró a la casa, con el arma preparada. Mientras lo seguía noté el rastro oscuro en el suelo.

    Tozier se detuvo, haciéndonos una seña, y apuntó.

    A mis oídos llegó un ruido repulsivo, húmedo y de repente extrañamente crujiente.

    Una desazón se me instauró en el pecho y antes de darme cuenta, adelanté a Ákos, entrando a la sala de esa casa, que no veía desde hace años.

    La escena que me recibió me revolvió el estómago. El lugar estaba parchado de sangre en prácticamente todas partes. Más allá, cerca de la puerta que supuse daría al patio, vi una silueta que en el momento me pareció carente de forma, antes de que se aclarara de golpe, al reparar en un detalle nimio; una pluma blancuzca tirada a medio camino.

    Era una persona, era Naomi Rockefeller, encorvada sobre un cuerpo cubierto por esas plumas claras. El sonido que había escuchado provenía de ella, arrancando trozos de músculo y masticándolos, el crujir debía provenir de algún cartílago al ser masticado.

    Estaba comiéndose a otro Roc.

    El olor a sangre me golpeó el cerebro de repente.

    Afuera, Adalet estaba vomitando y fue esto lo que hizo que Naomi girara hacia nosotros.

    Ákos estuvo por abrir fuego.


    —¡No! —ordené sin saber realmente por qué.


    La chica clavó sus ojos opacos, más parecidos a los de un ave que a los de una persona, en mí, con la boca cubierta de sangre; en algunas partes del rostro distinguí plumas surgiendo de su piel, de un tono verde metalizado precioso.
    Me di cuenta que de su espalda surgía un gran par de alas, verduzcas en su dorso, aunque resaltaban las plumas primarias de un tono naranja. Estaban extendidas de forma incómoda, doblándose en direcciones extrañas.

    ¿Así era cómo me veía cuando Adalet e Hidra me encontraron en el cafetal?


    —Melyen —habló en un tono tan bajo que me resultó difícil escucharla.


    Intenté acercarme más, apenas consciente de lo que hacía, hasta que alguien detuvo mi avance sujetándome por la muñeca.


    —Hola —murmuré—, Pavoreal.




    Dedicado, sin motivo real porque no hay nada en específico en este capítulo que lo haga diferente a otros, al idiota bondadoso que inspira al personaje de Dhaval Krall.
    Gracias, mi particular musa.

     
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