One-shot Chocolate [Harvest moon]

Allí estaba ella, escondida detrás de un enorme paquete de alpiste de gallinas ubicado a unos cuantos metros del mostrador de Mirabelle.

Se limpió el sudor con la palma de la mano, remojó sus labios y tomó aire.

Definitivamente lo haría. ¡Sí! No podía acobardarse al último momento. No importaba cuán penosa fuera ella, no fallaría, no como lo había hecho aquella vez, hace tres años.

Lo observó, era alto, su voz era gruesa y su cabello era del color de las nubes. Él estaba hablando con la dueña de la tienda, ofreciéndose a transportar el gran paquete de alpiste a la granja que quedaba al norte de la isla.

Se mordió un poco los labios. ¿Un chocolate estaría bien, verdad? Es que... ella aún no sabía hacer galletas de chocolate, seguía todos los consejos e incluso había ido al concurso de cocina de Pierre, pero al fin y al cabo, el horno terminaba estallando. Aún le debía a Gannon una buena cantidad de dinero por haberlo reparado.

Y hablando de estallar... Sus mejillas estallaron en un fuerte color rojo carmesí cuando sus orbes azules lo vieron: esa sonrisa de medio lado, la manera en la que ocultaba su rostro con su sombrero...

Podía desmayarse en ese mismo momento, su corazón podía salirse y caer al suelo, pero, lo que más quería es que esa sonrisa fuera... para ella.

Suspiró. Y sin haberse percatado de ello, sus labios pronunciaron su nombre.

"Vaughn"

Y la velocidad de sus latidos incrementó. Bajó la mirada y observó el chocolate que había en ella.

"—Es ahora o nunca..." —se dijo.

Pero lo inesperado pasó, el chico de las botas se acercó al gran paquete en el que ella se escondía, sin saber qué hacer, tropezó y cayó sobre la bolsa, todo el alpiste quedó regado en el piso de madera del lugar.

—¿Chelsea? —Fue lo único que pudo decir Mirabelle ante tal sorpresa.

El de cabello blanco suspiró.

La castaña, avergonzada, ocultó su cara en aquellas semillas que yacían en el suelo.

~~~~~~

Después de haber pasado unas cuantas horas, Vaughn y la chica terminaron de limpiar la tienda. Se habrían tardado menos si la muchacha no hubiese decidido limpiar toda la tienda, pero al fin y al cabo se sentía culpable.

Mirabelle y Julia les agradecieron, y ambos salieron de la tienda.

Afuera hacía frío, hacía días que el invierno había llegado, la nieve sólo caía unas pocas veces, por lo tanto, no habían señales de que pudiese venir una tormenta.

—Hmm... La nieve es bonita.

Ella sólo asintió. Levantó su rostro y dejó que algunos copos le tocaran la cara.

—¡Ay! —gritó la chica.

—¿Qué ocurre?

—Quema... —dijo, sobándose la cara mientras sonreía con vergüenza.

Habían pasado tres años desde que lo vio por primera vez, ella lo veía como alguien misterioso, y se interesó en él. Y sin darse cuenta, le hablaba cada vez que lo veía, y le obsequiaba cosas. Para ella no era más que una simple amistad, pero siempre que veía esa sonrisa en él... sentía esa calidez en su cuerpo.

—Vaughn.

—¿Sí?

—Había algo que quería darte. —Metió sus manos, frías como un manto helado, en aquella bolsa. Finalmente encontró lo que buscaba—. Feliz día de acción de gracias.

El chico se quedó contemplando el obsequio, mientras la nieve se fundía en su sombrero.

—Esto es...

—¡Lo siento mucho! Se rompió cuando me caí. —Se rascó un poco la mejilla, riéndose de manera nerviosa—. Te habría dado galletas de chocolate, pero Pierre aún no se ha recuperado desde la última vez en que exploté su cocina —dijo triste.

El muchacho le dio algo aún mejor, le mostró esa sonrisa que no le mostraba a todo el mundo, esa sonrisa pertenecía a ella durante esos segundos.


—Realmente estaba esperando esto de ti, muchas gracias.

Un momento. ¿Eso significaba...?

—Entonces, ¿querías mi regalo?

—Sí. —Se quitó el sombrero y pudo observar su rostro, a pesar de su mueca seria, podía notar la felicidad en sus ojos—. Nunca creí merecerlo, pero, es lindo.

—Yo —musitó, sin saber qué decir.

La de ojos azules corrió hacia él y lo abrazó, esforzándose por no llorar. Era lindo poder sentir la gran diferencia de altura. Era hermoso sentir sus brazos rodeándola, correspondiendo su abrazo, ya no sentía miedo, ya no sentía pánico.

—Yo te quiero.

El muchacho se sorprendió al escuchar aquellas palabras por parte de ella, él simplemente hundió su cabeza en sus hombros, y le susurró al oído:

—Yo también.