Aichi Chiryu

Konoe Suzumiya
Shukusha

Se encontraba sentada de rodillas frente a la pequeña mesa y cruzó los dedos murmurando un bajo 'gracias por la comida' antes de tomar un poco de té. La luz de la tarde se colaba a través de las ventanas y las puertas corredizas abiertas. El vapor del té se elevó en una voluta blanquecina.

—Provengo de la prefectura de Nara—habló serena—. Mi abuela es la gran sacerdotisa de la ciudad de Yoshino, en el templo Kinpusen-Ji. Cuando Nara cayó bajo el mando de los Taira, constantemente llegaban peregrinos y aldeanos al templo pidiendo a los kami la resolución de los problemas consecuentes a la guerra—su tono de voz se tornó algo más áspero. La sangre le hervía en las venas cada vez que lo pensaba. Cada vez que recordaba el dolor y el miedo en sus rostros. Era incapaz de tolerar tal injusticia. Exhaló despacio, buscando calmar sus propias emociones y posó la taza en la mesa—. Entre las saderdotisas había una que destaca por encima del resto. Su nombre era Sora y defendía el templo de bandidos. La diferencia entre ella y el resto de nosotras es que ella estaba versada en la práctica del shugendo.

Dirigió sus ojos violetas hasta los de Rengo buscando en su mirada si conocía sobre tal. El camino de la prueba y el entrenamiento. Constantemente habían acudido interesados al templo para conocer al gran maestro. Pero terminaban marchándose cuando descubrían que ese 'gran maestro' era una mujer. Hizo una breve pausa.

>>Mi abuela no toleraba su presencia y tampoco lo hacían el resto de sacerdotisas. Pero ella protegía el templo de bandidos. Cuando Nara fue asediada, no pude tolerar por más tiempo las injusticias que veía cada día, los peregrinos que buscaban consuelo en los dioses. Mi abuela me pidió que me mantuviera a salvo, lejos de todo mal. Y cuando me decidí a abandonar Nara y luchar contra la tiranía y la injusticia a la que era sometida el pueblo, Sora me entregó una katana y me enseñó los principios básicos del shugendo. Mi cometido no es otro que luchar por lo que es justo.

Agachó la cabeza con sumisión, de rodillas como se encontraba. Los mechones oscuros y lisos le acariciaron las mejillas.

>>Y hubiese sido muy injusto dejarte morir, Rengo.

 

Natsu Gotho

¿Templo? Alentó los pasos de su caminar al escuchar las voces platicando. Sacerdotisa, creencias, rezos... demonios. Sin darse cuenta desde la prefectura de Tsu se movía entre aquellos hilares que permeaban su excepticismo casi con repelús. La fe, la protección, el consuelo...

¿Qué era todo eso, viejo?

En la prefectura anterior había dado con un tipejo particular, extraño por sí solo, y ahora escuchaba a alguien similar, con un discurso extraño.

¿Justicia?

Llegó hasta ellos con el cabello húmedo y el semblante sereno, manteniéndose de pie recostado en una de las columnas, casi ausente pese a intuir que Kuroki no se iría solo porque sí. Sin embargo su presencia en dicho lugar no podía significar más que Takano o Takeda lo habían enviado.

No le concernía de igual forma.

Pero shi.

Pestañeó ensimismado, jugando con los venenos entre la yema de sus dedos por dentro de las mangas al cruzar los brazos, manteniéndose en silencio hasta que la brisa que entró por las ventanas le acariciaron las gélidas mejillas.

 

Shukusha
[Natsu; Kuroki; Konoe; Rengo]

Rengo escuchaba las palabras de Konoe, había algo que resonaba en él con temas como esos —Shugendo... Sora... —repitió Rengo, pues parecía que conocía algo de eso y trataba de recordarlo; pero salió de su ensimismamiento cuando Konoe pronunció su nombre, Rengo sonrió —Eres alguien muy noble Konoe; para ser completamente sincero yo no creía que en las religiones hubiera personas realmente amables con el don de ayudar a los demás sin recibir algo a cambio. Pero si quieres mantenerte lejos de la guerra creo que rescataste a la persona equivocada —mencionó mientras colocaba su katana sobre la mesa, sin ninguna educación —Me dirijo hacia ella ahora mismo —esperó ver una reacción en Konoe pero ella había ocultado su rostro con su propio cabello.

Se giró al ver a Kuroki en complicidad, pues sabía que la historia de Konoe se oponía completamente a la de ellos —Konoe, tus creencias chocan por completo con las mías —en ese momento vio a Natsu mientras se acercaba a ellos —Has salvado a alguien quien avanza en un camino de obscuridad — Sabía que si permanecía con ellos podría encontrarse con eventos que una sacerdotisa no podría dejar pasar a ojos cerrados.

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Gigavehl Yugen Insane

 

Konoe Suzumiya
Shukusha

La muchacha levantó el rostro entonces. La guerra. Esa cruenta e injusta guerra. Su expresión mostró cierta conmoción. Sí, la guerra era injusta. Todas las guerras lo eran. No había ganadores, solo vencidos, sangre, hambruna y miseria. Visualizó a Natsu apoyado contra la pared y dirigió nuevamente sus ojos violetas hacia Rengo.

Tensó los labios un momento como si de alguna forma las palabras del samurái contradijeran todo en lo que creía. Y era cierto en cierta forma. Pero tenía una katana. Ella misma tenía un arma y había decidido seguir un camino de prueba constante. No era alguien inocente, incluso si el filo de su arma jamás se había manchado de sangre.

—'La luz no puede ser realmente apreciada si el camino es luminoso'—separó los labios finalmente recitando un frase que había oído hacía mucho tiempo—. Hice lo que consideré justo. Soy incapaz de permanecer ajena al dolor de otros. He visto a mi gente en Nara sufrir por el yugo de los Taira. La guerra es injusta. La guerra es cruel y solo esparce dolor y miseria. Pero mis enemigos son los mismos que los tuyos.

Se llevó un mechón oscuro tras su oreja.

>>Mis creencias... me impiden formar parte de la guerra—dijo y a medida que hablaba su voz se fue apagando como si sintiera estar quebrando y rompiendo todas y cada una de las enseñanzas de su abuela en el templo. Desvió la mirada—. Al menos, deberían hacerlo. Pero en el momento en que acepté la katana que me dio Sora dejé de ser inocente. He visto a mis enemigos como demonios. He sentido rabia e ira en algún momento. No me considero un alma pura aunque sea una Miko. No puedo hacerlo.

 

Natsu Gotho

Sus párpados se cerraron al escuchar a Rengo hablar. Estaba tratando de intimidarla, casi como si estuviese probando si se arrepentía por haberlo sacado del mar. ¿Por qué la confrontaba de buenas a primeras? Ella no tenía nada que ver con ellos, no pintaba ni que pudiese cuidarse sola con creencias ridículas sobre el mundo podrido y nefasto en el que estaban, hablando de justicia y compasión como si aquello si quiera existiera.

Ingenua.

Ir a ojos cerrados sobre el filoso camino señalado por lo que se asemejaba a un demonio no era ni de lejos ir hacia el mismo objetivo, no cuando sus matices eran claramente irreconocibles para seres que se movían entre los tonos grisáceos de no pertenecer a ningún sitio, de dejarse llevar por el ritmo de un pantano lodoso que descendía sobre la gran vertiente de un océano sombrío. Elevó con parsimonia las pestañas, viéndola llevar el mechón tras la oreja. El que mencionara dichas emociones como si fuesen distantes para ella y tan comunes para él lo hizo afilar las pupilas.

Era una mujer... bastante tonta.

—¿Caminarás con los demonios entonces? —murmuró osco.

​

 

Konoe Suzumiya
Shukusha

La pregunta no vino por parte de Rengo y Konoe dirigió su vista hacia la mirada permeada y ambarina del hombre adusto y de aspecto hosco que respondía al nombre de Natsu. Le sostuvo la mirada durande unos breves segundos en silencio y se preguntó qué tan cierto era eso. ¿Caminar con los demonios? ¿No implicaba eso que él se definía como tal? ¿Que Rengo y Kuroki se identificaban como tal?

Seres de oscuridad que habían renunciado hace muchísimo a la luz. Estaba muy lejos de aquello que consideraba correcto.

—Caminar con demonios no te convierte en uno, de la misma forma que caminar con un dios no te hace un dios—explicó con suavidad. Exhaló—. En lo personal, desearía poder purificar a los demonios Gotho-san, no caminar con ellos. Pero lo haré si es necesario para proteger aquello que considero justo.

>>Quiero proteger a mi gente. Quiero cuidar de los que sufren. Si puedo hacerlo, si puedo salvar a las almas inocentes de la oscuridad, no me importa terminar convertida en un demonio. Si es el precio que debo pagar por mis pecados, lo aceptaré con gusto.

 

Natsu Gotho

Sintió su mirada sobre la de él y la sostuvo con simpleza a medida que la escuchaba hablar. No tenía conocimiento sobre cuánto podía ella inmiscuirse, tampoco le interesaba al tener creencias completamente opuestas. No es como si conociera la cabeza de Rengo, sin embargo cargaban un fin en común, siendo lo único que los hacía continuar viajando juntos. Kuroki por otra parte no pertenecía más que a quien le diese la orden de estar en aquella prefectura, el mocoso ya tenía un lugar al cual pertenecer, y aquello tampoco era su asunto.

¿Purificarlos?

Pestañeó con parsimonia. Sonaba determinada pese al tono de voz suave que mantenía al hablar, sin embargo no logró en ningún momento comprender el por qué una niñita como ella tenía aquellos objetivos tan absurdos. El cuidar, el proteger, el resguardar seres que no podían valerse por sí mismos... Debían ser desechados y olvidados, ¿no era ese el ciclo natural de la vida?

Desviarlos del camino como simples piedras estorbosas en el paso.

Se mantuvo en silencio luego de tan solo mirarla por unos breves segundos más con las pupilas afiladas, casi escudriñándola por un segundo para después darse vuelta y echarse a caminar con parsimonia, saliendo del shukusha hacia la casa de armamento.

 

Shukusha
[Natsu; Kuroki; Konoe; Rengo]

Rengo mantenía un rostro de seriedad, nada típico en él; aquel tema le interesaba, viniendo de boca de quien fuera. Sus palabras eran perfectas a sus oídos, sonaban como las enseñanzas de los rollos de estudio, no eran como las tajantes palabras de Itami, ella vivía su religión de una manera distinta, al parecer no tan rigurosa pero si firme en valores.

La pregunta de Natsu fue algo que Rengo no esperaba, podría considerarlos como una prueba o una invitación; algo que ellos hicieron cuando se conocieron en la peor situación posible, calando el terreno enemigo. Pero Konoe no podía ser considerada un enemigo a ojos de Rengo, y por ello trataba de alejarla, como siempre lo hacía con los que se acercaban demasiado.

"Caminar con demonios no te convierte en uno, de la misma forma que caminar con un dios no te hace un dios"

Rengo abrió por completo los ojos, las palabras de Konoe perforaban todos sus sentidos, haciéndolo cuestionarse su situación. Seguramente ella había tenido grandes maestras, no profesaba una religión a base de culpas, sino de entendimiento.

Vio como Natsu avanzó para irse. Lo había colocado en una situación difícil trayendo a Konoe y atrayendo a Kuroki, se sintió culpable al ver que aquello parecía incomodarlo; pero no podía hacer demasiado, estaban allí por una razón.

—Me disculpo en nombre de Natsu; es difícil interactuar con él; pero confío en sus decisiones, también salvó mi vida. Debo muchos favores últimamente—dijo mirando también a Kuroki para después desviarse nuevamente a Konoe —Y retomando lo que has dicho ¿Piensas purificarlos? Estoy seguro que no puedes hacer eso con demonios, si lo intentas puedes volverte loca, no es bueno sacrificar tu mente por intentar algo imposible. Además debes entrenar si deseas ayudar a tu gente —mencionaba torpemente — las plegarias no funcionan, es por eso que te dieron esa katana.

Se acomodó para dejar de parecer tan intrigado con las palabras de Konoe, tomó más té para después dejar la taza descuidadamente cerca de la orilla de la mesa —Creo que los demonios existen para evitar que las personas quieran convertirse en Dioses —mencionó sin ver a ninguno de los dos —Estoy de acuerdo— culminó con una frase vaga, nuevamente parecía responderse a sí mismo.

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Gigavehl Insane Yugen

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Casa de armamento
[Natsu; Kenzaburo]

El sitio era pequeño; un anciano estaba atendiendo a alguien más, al acercarse la silueta si hizo conocida, era Kenzaburo; uno de los Minamoto. El anciano reparó en la presencia de Natsu mientras negociaba con Kenzaburo —¿Busca armamento, señor?

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Insane rapuma

 

Konoe Suzumiya
Shukusha

Natsu se marchó del Shukusha sin pronunciar palabra. Todo lo que escuchó por su parte fue la puerta corredera al cerrarse. Se mantuvo un breve instante observando el lugar por el que se había marchado. No parecía ser un hombre de muchas palabras. De hecho su aparente hosquedad le recordaba al carácter desconfiado y huraño de un animal salvaje.

Mapache lo había llamado el propio Rengo.

Tanuki-san.

La voz sosegada del samurái se impuso entonces y Konoe dirigió su mirada hacia él. Le sorprendió escuchar que aquel hombre brusco había salvado alguna vez su vida y se reprochó mentalmente el hecho de haberlo juzgado antes de tiempo. Era brusco como un oso, pero noble como un perro.

—Las plegarias funcionan Rengo-san —replicó con obstinación. Su voz siguió calma pero se impuso algo más brusca y cortante. La firmeza de su tono cruzó la estancia como una saeta helada—. Los dioses escuchan. Pero la voluntad depende de uno mismo. Fueron los dioses quienes me guiaron hasta ti. Pero fue mi voluntad la que me hizo cuidarte.

Había fruncido apenas las cejas y aunque trató de no darlo a entrever sus finas facciones se contrajeron ligeramente. No había sonado como un reproche si no como un claro choque de puntos de vista. Rengo no creía en la voluntad de los dioses y ella era una saderdotisa sintoísta. Evidentemente sus diametralmente opuestas formas de ver el mundo iban a terminar chocando con la contundencia de dos espadas. Suzumiya destensó sus músculos y relajó sus hombros. Su expresión se suavizó.

>>Lo lamento—murmuró—. No pretendía sonar tan brusca. Yo... opino que los demonios y los dioses son entidades complementarias y no opuestas—prosiguió—. De la misma forma que no se puede apreciar la luz sin la oscuridad, el mal es necesario para comprender la importancia del bien. Son dos fuerzas opuestas que dependen y coexisten la una con la otra. Mi misión no es erradicar el mal, es proteger a la gente de su influjo. Todo lo que ansío es poder salvarla. De la miseria, del dolor, del sufrimiento ocasionado por aquellos que decidieron seguir un camino opuesto.

"Has salvado a alguien quien avanza en un camino de obscuridad"

Aquellas palabras resonaron en su mente. Un camino de oscuridad... ¿quién era realmente la persona a la que había salvado? Si los dioses lo habían puesto en su camino... debía significar algo. Pero, oh dioses... ¿qué significaba?

Kuroki se había acercado a Rengo y estaba en ese momento susurrándole cosas al oído que Konoe no pudo escuchar. En cualquier caso, no sentía correcto inmiscuirse en conversaciones ajenas. De modo que aguardó en silencio, sin interrumpir ni hacer ademán alguno por tratar de escuchar y despidió al muchacho con una inclinación de cabeza. Cuando el joven se marchó, Suzumiya regresó sus ojos violetas hasta Rengo.

Tensó los labios y como si se tratase de una manía, algo que hacía cuando se sentía nerviosa o por mera constumbre, se llevó un mechón tras la oreja.

—Prometí permanecer a tu lado hasta que encontraras a tu amigo y lo hice.
Y sin embargo, ahora me siento incapaz de desentenderme. No eres un demonio, Rengo. Lo sé. Y tampoco lo son Gotho-san o Fusatada-san—llevó la palma de su mano a su pecho—. Los demonios perdieron la luz hace mucho tiempo. Aún puedo verla brillar en ustedes.

 

Natsu Gotho

Identificó a Kenzaburo, sin embargo no le miró más de una vez, deslizando las pupilas hasta el anciano para continuar su camino al darse vuelta. No había nada en dicho sitio que pudiese interesarle por ahora, ni siquiera para preguntar quién más del grupo inicial andaba por esos lares.

Poco le importaba a fin de cuentas.

Observó las flores en el transcurso de sus pasos hacia el dojo, buscando ranas o nueces vómicas.

 

Kenzaburo

El espadachín oyó las palabras del hombre, dándole un gesto con la mano para que entendiera que aceptaba esa transacción de armas por el oro. Recogió el dinero y cuando sintió las pisadas en su espalda, giró levemente el cuello para observar de reojo: la figura era clara, aquél hombre que acompañó al grupo en Nara y luego en Kamakura. No recordaba el nombre con exactitud pero lo tenía muy visto. ¿Estaba allí por alguna razón? ¿Lo habría enviado Takano para decirle algo? Se quedó esperando, quizá fuera un mensaje críptico... pero nunca llegó. El ronin se giró, con el entrecejo fruncido, y salió tras las pisadas de Natsu.

—Tú. —le dijo con hostilidad. Una mano sobre la empuñadura de su katana. —¿Qué haces aquí? —susurró las palabras dándole un ambiente más amenazante a su porte, si es que se podía pedir más. La mirada acerada de Kenzaburo ya era demasiado para no entender que se trataba de una amenaza encubierta en una pregunta.

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Insane pérdoname por meterte en esto! xD es que Kenzo es intenso! Te doy un juego rápido:
Tenes que lanzar un dado de 20 caras! y tener un resultado de 15 caras o superior para evitar la intimidación!
*Para que funcione el jugador a quien agredas verbalmente deberá lanzar un dado de 20 caras, si su dado es inferior a 15 tu intimidación tendrá efecto.

 

Natsu Gotho

Frenó su andar ante la voz hostil, girando el rostro de perfil con aquel semblante desinteresado impreso ante la acentuación en su persona. Terminó ladeando su cuerpo en igualdad de medida al sentir el aire frívolo recorrer su nuca, casi como si le estuviese hablando una bestia sobre la oreja.

¿Qué hacía ahí?

¿Debía responder a caso?

Pestañeó con parsimonía al estar ya a pocos pasos del dojo. Si a él no le importaba qué hacía en aquella prefectura, ¿por qué al contrario sí? Guardó silencio por unos minutos, volviendo a darle la espalda con una sonrisa sátira en los viriles labios.

—Quién sabe —siseó continuando su camino.

 

Misato Aoyama

Como respuesta obtuve un obsequio y la información de ciertos maestros especializados en perfumería, acerque el frasco para sentir el aroma, era ciertamente interesante, pero debía tener el conocimiento para explotar su potencial; más tarde averiguaría sobre tan extraño arte.

—Muchas gracias por el obsequio y por sus servicios señorita—agradeci con una reverencia para guardar el frasco en los pliegues del hitatare junto al perfume— espero tener suerte encontrando a tan gran maestra.

Así abandone la herbolaria, en medio de la gente inspeccione el frasco pensando en las posibilidades que tendría de dominar tan extraño e interesante arte. Por el momento debía valerme de mis talentos en sigilo y rezar a los dioses por el éxito de la misión.

Eso me recordó mi próximo destino las ruinas en la ciudad, apresure el paso hasta el lugar sagrado y quizás también de una visita al santuario.

 

Kenzaburo

Gruñó y dio un paso hacia delante, empujando con el pulgar la katana, la cual se deslizó unos pocos centímetros de su funda, mostrando su acero escalofriante con un chillido metálico. Se detuvo, mordiéndose la lengua. Miró hacia los lados y quitó el pulgar para que la vaina vuelva a esconder el acero con el que el ronin había teñido tanto de carmesí. Lo vio alejarse, de espaldas a él. Tensó los músculos de su cuerpo y suspiró, retirando todo el aire contenido en sus pulmones. No estaba acostumbrado que un hombre le diera la espalda, ninguno estaba tan loco.

Natsu.

No podía armar un caos allí, debía de permanecer con el perfil bajo. ¿Qué cosa hacía allí ese sujeto tan... intrigante? Quizá podría enviar a Ayame para que le siguiera la pista. De momento iría al comercio, debía de averiguar quién era esa mujer con el mon imperial y si podría significar un problema. Kenzo avanzó hasta el comercio, pasando de tienda en tienda como un transeúnte más. Se detuvo delante de un comercio aleatorio, observando las baratijas. Buscó uno de sake, quizá podría hacer realidad su promesa.

—¿Cuánto el sake? —preguntó hosco, más de lo normal; el asunto de Natsu lo había puesto de mal humor. —Vi a una mujer con el mon imperial, espero que el ejército no traiga problemas... —soltó como si fuera un simple turista en busca de alcohol.

 

Shukusha
[Natsu; Kuroki; Konoe; Rengo]


Rengo sonrió y le dió dos golpecitos en el hombro como para que se relajara, no debía de preocuparse tanto; no por él, estaba a salvo —El té siempre reanima el espíritu, siempre estaré para tomar un poco de té contigo—mencionó mientras lo veía irse.

Volvió a girarse hacia Konoe —Ya veo, supongo que también los Dioses me guiaron hacia ti de algún modo — Konoe en verdad era una persona muy interesante para él, hablaba con seriedad y sabiduría, a pesar de que no se veía mucho más mayor que él; algo que lo hizo nuevamente cuestionarse su falta de madurez.

Se confundió al escuchar la disculpa por sus palabras, algo que no pasó por la mente del joven; estaba acostumbrado a respuestas más hoscas y hostiles, algo que Konoe no emanaba hacia él; sólo se limitó a sonreírle mientras ella seguía hablando, pues cada palabra era fascinante.

—Entiendo; eso como en el Taoísmo; la maldad no puede existir sin algo de bondad; así como la bondad no puede existir sin algo de maldad —Rengo cruzó sus piernas y enderezó su espalda; parecía una posición de meditación; pero él no cerró los ojos —Acoge la desgracia como agradable sorpresa, y estima la calamidad como a tu propio cuerpo —recitaba como un pequeño recitaba las canciones infantiles —Sólo quien está dispuesto a entregar su cuerpo para salvar al mundo merece que se le confíe el mundo.

Volvió a relajar su postura par mirar nuevamente a Konoe —Oh, Kuroki; no. Él no es un demonio, él es luz —la corrigió —Por eso escapé de él, sé que si permanece mucho tiempo a mi lado perderá un poco de ese brillo—señaló a Konoe —Y eso también temo ahora contigo — Inhaló con profundidad para exhalar con fuerza —Tanto tú como Kuroki son libres de seguirnos, me gusta la compañía— sonrió soltando una pequeña risa, pues a él le gustaba la compañía; pero a Natsu no.

—Nos verán haciendo cosas que los pondrán incómodos. Es como la situación de despertarse a media noche con ganas de orinar —dijo sin ninguna vergüenza, una mujer cerca de ellos lo escuchó y tosió por la incomodidad de dicho comentario, alejándose para no seguir escuchando —Estás calientito en el futón, y sólo piensas que si te levantas perderás esa comodidad. Pero debes levantare o sino terminarás mojando el futón y estarás más incómodo de lo que estarás con el frío de la noche. Para poder levantarte tienes que pensar en que al orinar sentirás gran alivio, así dejar de pensar demasiado en lo calientito que estás en el futón. Es sacrificar algo por un bien mayor —comenzó a reír.

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Gigavehl Yugen

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Casa de armamento
[Natsu; Kenzaburo]

El hombre hizo la transacción con Kenzaburo, sumamente confundido por lo que acababa de pasar entre esos dos sujetos. Será otro gran chisme que contarle a su mujer por la noche.

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Insane rapuma
Insane ganó con sus dados xD

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Dojo
[Natsu]

Natsu deslizó las puertas del dojo, no había podido encontrar ningún ingrediente interesante por la zona. Y ahora encontraba un dojo vacío; pero el sitio no parecía ser un dojo sin uso, mucho menos uno abandonado. Al parecer las personas hoy descansaban de sus entrenamientos.

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Es domingo! jajajajaa hoy no entrenan xD es un dojo chico así que se dan su día de descanso. Lo siento mucho :P

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Comercio
[Kenzaburo]

Una mujer con bonita sonrisa se acercó a Kenzaburo —Son 15 monedas por la jarra; es un producto local y de alta calidad, le ayudará a reducir el ceño fruncido que trae —dijo sin ninguna preocupación — En cuanto a esa mujer, no sé —hizo una mueca de desaprobación — Parecía una sacerdotisa, o al menos algo así; pero de manera...—Se acercó para susurrar— ...macabra— se alejó nuevamente de Kenzaburo —ya sabe, no muy bien vestida; en cambio su hija es una miko completamente. Yo también espero no causen problemas; ya ve que algunos sacerdotes y sacerdotisas mantienen puestos muy altos en la nobleza, nunca es bueno encararlos si traen el mon imperial.

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rapuma compras el sake?

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Ruinas
[Misato]

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Misato fue la primera en llegar a las ruinas, nadie más estaba allí. Se podía distinguir un pequeño pantano que se formó por la destrucción del suelo, haciendo brotar el agua debajo. El templo en construcción de pagoda estaba hundido y abandonado; se podía distinguir que al pie de aquel templo había un sitio para la oración, un pequeño cementerio rodeado de estatuas de zorros.

El clíma húmedo de Chiryu había llenado de moho cada rincón olvidado; aun así, en el puente hay varias ofrendas, así como en cada estatua de zorro.

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Kuno Vizard puedes explorar por tu cuenta o esperar al resto.

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Santuario
[Kuroki]

Kuroki se alejó del Shukusha para encaminarse al santuario; estaba algo retirado de la pequeña ciudad; pero no implicaba grandes esfuerzos físicos como Kamakura. Llegó a aquel lugar, no parecía un sitio fuera de lo común al parecer un templo sintoísta, donde en el arco torii descansaban dos mujeres; una de cabello completamente blanco, así como él, incluso podrían estar rondando la misma edad. Y frente a esa niña estaba una mujer; cabello negro con rostro completamente maquillado. Parecían estar platicando, la mujer reía mientras miraba aquel sitio; la niña sólo asentía.

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Contenido oculto

Gigavehl

 

Misato Aoyama

Con pasos lentos pero seguros llegue a las tan insignes ruinas del templo de Chiryu, nadie más parecía pulular las áreas aledañas; era la única.

Dirigiendo mi vista hasta lo más distante pude distinguir un pagoda casi hundido, la naturaleza podía ser implacable tal cual puede ser maravillosa, los dioses lo sabían mejor que nadie.

—Kitsunes...—note en la base del templo un sitio de oración a la vez de un lugar de descanso para los fallecidos, todo rodeado de los sirvientes de Inari.

—Explorar un poco no hará daño, dioses...apenas quedan estructuras en pie—cruce el puente no sin antes dar una pequeña reverencia frente al arco Torii, ante todo debía respetos al kami al que honre en mi niñez en los campos de arroz, cultivando y cuidando con un cálido atenciones y esfuerzo.

Al llegar al sitio de oración eleve una plegaria por los que yacian en la tierra; al terminar explore con la mirada las numerosas ofrendas que seguramente la gente dejó en su momento.

—Muchos han dejado...demasiadas cosas y...uh será mejor no tocar alguna ofrenda—avance cuidadosa de no pisar nada, muy pronto, solo tal vez, enfrente fuerzas desconocidas cuando pongamos nuestros pies en Tsu.

>>¿Que tanto habrá olvidado en este templo?

 

Konoe Suzumiya
Shukusha

Rengo era... una persona interesante. Interesante era tal vez la forma más apropiada de describirlo. Hablaba solo, no tenía demasiado cuidado y alzaba la voz sin pensar en consecuencias. Era genuino... como un niño.

A Konoe no le desagradaba su compañía. Le resultaba curiosa y al mismo tiempo le preocupaba su estado tanto físico como mental. O al menos lo había hecho. Porque poco después de conocerlo, llegó a la conclusión de que Rengo no estaba loco ni mucho menos. Solo era... Rengo.

Y sin embargo...

—¡R-Rengo-san!

Sus mejillas tomaron el color de las flores de cerezo y abrió los ojos como platos de la sorpresa cuando lo escuchó hacer aquella indecorosa comparación. En su vida había escuchado algo similar, mucho menos en el templo. Su abuela era una mujer seria que regentaba el Kinpusen-Ji con sabiduría y seriedad. Ella se había criado de esa forma.

>>No menciones cosas tan vergonzosas por favor.

Terminó por desviar la mirada, abrumada, incapaz de sostenérsela.

Nunca lograría acostumbrarse.

Oh dioses... qué hombre tan particular.