Centro de Verghal

El varelkraft, al notar cómo se acercaba alguien, alzó la mirada, y se incorporó de inmediato. Dio un par de golpes a los barrotes, rugiendo con ira, y haciendo que la jaula entera se tambalease. El golpe que dio fue seco e hizo que todo el metal resonase con fuerza. Parecía enfadado, joder... muy enfadado.

—¡Grrrraaaah, grrraaah! ¡Comida! ¡¡Comida!!

Claramente estaba hambriento, sí... mucho. Eso explicaba por qué había restos de huesos a sus pies, dentro de la jaula, carcomidos hasta el extremo, y por qué tenía... mordidas en sus propios brazos. Saltaba a la vista que no comía desde hacía mucho, mucho tiempo, pues seguramente el que le alimentaba era la persona allí encerrada con él, alguien de quien ya solo quedaban los huesos, prácticamente. ¿Cuánto tiempo llevaría sin comer? ¿Acaso estaba siquiera "vivo" aún, o ya era un descerebrado? Era difícil discernirlo, pero, de momento, abrir esa jaula sería un suicidio, bien para ellas o... bien para él. Porque no saldría de ahí cuerdo, seguro.

>> Abrir la jaula
>> Dejarlo estar

 

Espella

En la habitación tras las puertas nos encontramos con planos de armas e intentos de las mismas, llevadas acabo por aquel descerebrado que apenas había sido capaz en sus últimos momentos de hacer funcionar media neurona. Aquellos intentos de armas no servían de nada, pero quién sabe, quizá aquel plano que había dejado caer el muerto nos fuese más útil. Con suerte tenía más cerebro cuando estaba vivo.

En cualquier caso encontramos la llave del ascensor allí, lo que nos permitió acceder a la planta superior, dónde un ruidoso Varelkraft se encontraba atrapado en una celda.

—¡Silencio! —le grité cuando colmó mi paciencia con mis gritos, golpeando con la parte baja del puño los barrotes de su jaula.

Me acerqué al pozo a recuperar las pocas energías que había gastado, y tras ello decidí examinar el esqueleto que estaba allí, sentado.

 

Kashya empezó a leer el cuaderno, desgastado y viejo como era. No tardó en darse cuenta de que era una especie de diario, ¿seguramente de la persona que se sentaba ahí, de ese esqueleto? Lo ojeó rápidamente, buscando algo interesante.

Día 25 desde mi nombramiento.
Las cosas empiezan a ir bien ya, por suerte. Me ha costado que esta panda de patanes me respete y acepte que soy el nuevo jefe, pero ya parecen atender a razones. Ser el hijo del fundador no les cayó en gracia, desde luego, pero es lo que hay. A mí tampoco me gusta serlo. Uno piensa que por tener determinado apellido ya te lo dan todo hecho, ¡y nada más jodidamente lejos de la realidad! Que mi padre se entretenga con esa mierda de teatro suyo, ahora que está retirado y muerto del asco. A este taller le hacía falta una mano dura, sin duda.

(...)

Día 42 desde mi nombramiento.
Este taller no da dinero. La artesanía está en decadencia. Cuanto más tiempo pasa, más cuenta me doy de que esto no va bien. El imbécil de mi padre arrastró demasiadas deudas, y claro, ahora me las como yo. ¿"Artista"? Del arte no se come, coño. Como de costumbre, me tendré que quebrar la cabeza para ver cómo sacar esto adelante... pero desde luego, tengo que hacer un cambio radical. Las figuritas de madera y estatuas no se venden. Y el Rey ya no nos hace ni caso. ¿De qué sirve ser de familia noble si ni siquiera podemos conseguir un poco de financiación? Esa época de oro en la que el niñito del Rey le pedía a nuestro taller figuritas de todo tipo ya parece haberse acabado. Ahora no hacemos dinero, joder... ¿qué le ha pasado a ese niñato, a ese Alain, para que ya no recibamos ni un solo encargo?

(...)

Día 56 desde mi nombramiento.
Ha sido él. El muy cabrón de mi padre es el que seguía tomando encargos del principito, ¿eh? ¡A mis espaldas! Si te retiras, te retiras, ¡me está jodiendo a propósito, lo sé! Eso de "solo confiamos en su arte" es una mierda, ¡excusas baratas! Pero se va a enterar. El Rey se va a enterar. Y mi padre también.

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Día 64 desde mi nombramiento.
Hoy ha llegado un tipo nuevo que quería trabajar con nosotros. Me recuerda mucho a mi padre, y eso me da rabia. Sus ideas son... como las suyas. Alocadas, imprácticas, pero muy bien ejecutadas pese a todo. Hmpf. Es un novato, pero terminé dándole una oportunidad. Tal vez encaje en mi nuevo proyecto... porque no se me ocurre nadie más que pueda crear diseños buenos para lo que tengo en mente... y quizá, con un poco de engaños, logro sacarle a este tipo todas las ideas. Por supuesto, no le voy a pagar ni un centavo más, claro. A ver cómo de pardillo puede llegar a ser... ¿cómo se llamaba, siquiera? ¿Ernest? Bah, a quién le importa.

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Día 80 desde mi nombramiento.
Hoy mi padre se ha enterado de que convertí el taller en una fábrica de armas. No está nada contento. Pero, ¿honestamente? Que se joda. Él estaba en su teatro, y dejó esto en mis manos. Y, aun así, me traicionó y siguió trabajando, quitándome a mi mejor cliente a mis espaldas. Ahora es muy tarde para esas mierdas. Mi nuevo trabajador ha resultado ser tan bueno como esperaba, ¿eh? Sabía que si cogía a un artista y lo ponía a diseñar armas conseguiría lo que quiero, sí. Ya tengo la atención de los varelkrafts. A esos salvajes descerebrados le gustan este tipo de armas absurdas, pero nadie aquí salvo un artista frustrado sabría diseñar cosas que puedan llegar a interesarles. Le pido diseños, me los da, le digo que son una mierda, y me los guardo... y mi "equipo especial" reproduce esos diseños sin que los demás se enteren. Es un negocio redondo. Ahora sí que estoy triunfando, como debía ser. Solo me falta expandirme un poco más... y buscar otros compradores. ¿Quizá los litzel también se interesarían en esto...?


(...)


Día 122 desde mi nombramiento.
Mi padre vino hoy y descubrió mi negocio secreto. Que no puedo traficar con armas a especies enemigas, dice. Que si el Rey se entera será terrible, dice. ¿¡Quién se cree que es!? ¡Yo estoy a cargo! ¡Yo! Él no tiene ni idea... solo yo he conseguido levantar este negocio. Solo yo he conseguido volver a hacer dinero. ¡Su taller era una mierda, su arte era una mierda, él era una mierda! Se atrevió a amenazarme, ¡a mí! Amenazarme con desmantelar todo esto. Hmpf. Gilipollas. Se merecía el cuchillo en la garganta. Ya estaba durando demasiado, en cualquier caso.

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Día 126 desde mi nombramiento.
El cuerpo empieza a oler, joder. Qué asco. Es cuestión de tiempo que la guardia real acuda a preguntar al teatro por mi padre. Sus estúpidas estatuillas tendrán que seguir haciéndose, supongo. Tsk. Pondré al pringao de Ernest a hacer unas cuantas, y listo. Seguro que cuela, aunque sea por un tiempo. Pero tengo que pensar en cómo deshacerme del cuerpo hediondo de mi padre...

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Día 128 desde mi nombramiento.
Es extraño que no hayan preguntado por mi padre. Se rumorea que el Rey lleva un tiempo desaparecido, pero... no esperaba que fuese cierto. Bueno, mejor así. Porque, salvo ese niñito de Alain, no creo que nadie se interese por ese viejo putrefacto de mierda.

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Día 157 desde mi nombramiento
¡Nadie tiene ni idea, nadie! ¡¿Cómo se atreven esos varelkraft a romper nuestro trato?! ¡Yo les proporcionaba mis armas! ¡Yo tenía un negocio con ellos! ¡Yo! ¡Yo era el que les daba armas a esos energúmenos asquerosos sin neuronas! ¡Me deben la puta vida, porque el Rey les podría haber matado hacía siglos! Grr... pero esto no quedará así. Mis hombres ya están preparados. Han aceptado mi "negociación", y mandarán a uno de los suyos. Y mis hombres están preparados para saltarle encima. Si ellos rompen el trato, no habrá más remedio que obligarles a cumplirlo...

(...)

Día 162 desde mi nombramiento.
Ni los varelkraft quieren a los suyos. Desde que secuestré a ese engendro morado, ni uno solo de su pueblo se ha siquiera dignado a venir a por él. El sol desaparece, el Rey aparentemente se ha esfumado, y ahora tengo a un puto cadáver y a un varelkraft en mi garita. Y todo para que no pare de gritarme y golpear los barrotes. Buena suerte, imbécil. Haber aprendido a usar piromancia, es para lo único que valen, y ni eso puede hacer. Que siga pidiendo comida, sí... supongo que le daré de comer, para que no se muera. Aunque espero que le guste la carne podrida. Ya que estoy, me quito dos problemas de una sola vez, ¿no?

(...)

Día 190 desde mi nombramiento.
Están todos locos. Jodidamente locos. Ya no pasan los días, la gente que muere ha dejado de morir y ahora ataca al resto... ¿qué mierda es esta, eh? ¿¡Qué puta mierda!? No... nadie me va a sacar de aquí. A mí no me comerán las entrañas unos muertos. ¡Soy el hijo del mayor artista de Edén! ¡Capataz de esta fábrica! Nadie... me va a sacar de aquí.

(...)

Día 203 desde mi nombramiento.
¿Cuántos trabajadores quedarán aquí? Desde que les encerré, algunos parecen estar medio muertos ya... incluso me han atacado. Pero... la comida se me agota. Y no pienso salir. A mí no me come nadie... yo... me los comeré a ellos. ¿Cuántos... trabajadores quedan...? Carne. ¿Cuántas piernas...?

(...)

Día 21oqwqe deffg nomnbrttyo
No voiuy a moirtur aquirt... ¿y quert mirasd ese estupoiudo vareflkrty? Yo soy grdade, yo sdry un hombndbfre exicfotso... no me vandf a sdacard de aduí. ¡No me vhan as acard!


El resto era... completamente ilegible, no muy diferente a garabatos sin pies ni cabeza.

Espella analizó el esqueleto detenidamente. La persona que murió ahí, a juzgar por la sangre seca a su alrededor, se había autolesionado repetidamente. Posiblemente, habría hasta practicado autocanibalismo en algún punto. Algunos restos de su piel quedaban en su cuerpo, pero pareció haberse atado a sí mismo en la silla, posiblemente para no moverse una vez que empezase a enloquecer, o quién sabe para qué. La cuestión es que esas cuerdas, pese a no limitarle del todo por haber sido él mismo quien se amarró, parecieron bastar para retenerle allí una vez que empezó a volverse descerebrado, y quedó tan, pero tan consumido, que su cuerpo quedó reducido casi hasta los huesos. Como si su propia rabia le hubiese ido consumiendo, acelerando el proceso de descomposición.

No, seguramente no estaba del todo muerto, como no lo estaba nadie que muriese después de la caída de Zalera, pero... desde luego, no iba a moverse en mucho tiempo.

Lo único que perduraba en él eran sus ropas, entre las que destacaba un sombrero pomposo y ajado por el paso del tiempo. Hmm, interesante, sin duda...

Obtienes "Sombrero de capataz".