Cementerio

Peligro Montana

—Soy yo quien hace las preguntas, Sherlock.

Dijo la zarigüeya mientras rompía la distancia entre ambos y comenzaba a rodearla mientras la olfateaba.

—Mi instinto me dice que eres una lechuza joven de al menos, quizá, dieciocho primaveras. Estás tensa, nerviosa, tu consciencia no te deja dormir, más pesadillas te acosan... es por eso que vuelves al lugar del crimen. ¿Donde dejaste el cuerpo, lechuza, ah? ¿Dónde lo enterraste?

Se hizo un silencio extraño en el ambiente, tanto que parecía asfixiante, pegajoso. Hasta que Montana comenzó a reírse.

—Dioses, que bueno es Clint Eastwood. ¿Te gustó? Sé que imito muy bien pero creo que me excedí. Peligro Montana. —se levantó la hoja que usaba a modo de parche y mostró el ojo intacto, guiñándole incluso. —Aunque por ti podría ser Batman.

 

Margarita Nieves

Solté un bufido en cuanto acortó la distancia, siguiéndolo luego con la mirada apenas girando mi cabeza. Que me olfateara tan solo provocó que mi garra se tensara aún más alrededor de la manopla, aún oculta en el bolsillo. Si, tenía dieciocho años, estaba tan tensa como nerviosa y las pesadillas...

—Argh —exclamé en otro suspiro pesado, mi pie empezó zapatear el suelo en un tiempo monótono y rapido. Por un momento llegué a escucharlo con seriedad, pero sus últimas palabras tan solo me decían que no podía hacerlo.

En el silencio que se formó no le saqué la mirada de encima, sin poder aflojar la tensión de mis garras, con el corazón aún latiendo algo más rápido de lo normal. ¿Qué diablos haría ahora? Entre cualquier respuesta no esperé su carcajada, en verdad no sabía cómo tomarme eso. Tragué saliva, inhale para exhalar con fuerza, rompiendo un poco mi postura recta.

Mencionó a alguien que no reconocía y me preguntó qué tal su actuación, tan solo atiné a encogerme de hombros. Montana, Peligro Montana era su nombre, algo raro, ¿no? Mi desagrado se reflejó con claridad en mi expresión cuando me guiñó el ojo, inclinándome un poco hacia atrás. Un último suspiro escapó de mis labios, ¿por qué Batman?

—No, gracias —. A pesar de todo no sonaba tan molesta, a esas alturas estaba más extrañada que otra cosa, sin perder cierto nerviosismo. Me tenía que presentar, ¿no?—. Marga... —corté mi hablar, insegura de que decir. Por un momento pensé en darle un apodo o nombre falso, Rita, Gary, hasta Margaret podía valer. Volví a pasar saliva antes de hablar—. Margarita, puedes llamarme así. O Mar, cual prefieras —logré articular las palabras sin trabarme ni tambalear, decidiendo ser honesta.

Mis garras por fin se habían destensado.

>> Visitaba a mi padre —agregué con voz algo plana, apuntando con la cabeza una de las tumbas a mi costado—. Tú aún no me dices qué haces por acá,