Microrrelato Celópata [Trastornos]

Yup, participo en mis propias actividades.
Tratorno usado: Síndrome de Otelo.

N/A: Contenido sensible. Se recomienda discrección.

***

Ha vuelto a mirar el móvil. La charla estaba siendo distendida hasta entonces. El café es fuerte como te gusta. Pero repentinamente se vuelve mucho más amargo de lo usual en tu garganta.

—¿Quién es?—preguntas.

Ella duda. Lo ves en sus ojos como busca apresuradamente una respuesta que la salve. Como si tú no supieras la verdad. Deja el móvil boca-abajo sobre la mesa.

Boca-abajo. Ah, mierda. Mala señal.

—Anabel—dice con una sonrisa trémula—. Quiere que quedemos esta tarde.

Anabel.

Es una amiga cercana, no es la primera vez que la menciona. Tratas de racionalizar la respuesta. Tratas de creerla. Pero estás tan, tan, taaan harto de que te mientan en la cara.

Joder.

Ella está tomando café también. Dos cucharadas de azúcar. Normalmente solo es una, un poco removido. Agitado esta vez. Espumoso.

Tus dedos tamborilean sobre la mesa.

Tac.

Tac.

—¿Anabel?—repites. Hay cierta pesadez en tu voz.

—Sí cariño, Anabel. Mi compañera del trabajo ¿Morena de ojos verdes?

—Ya.

Mentirosa. Es tan mentirosa. ¡Mírala, si se ha pintado los labios con un tono más fuerte de rojo! Y esos zapatos. Oh mierda, esos zapatos son nuevos. Estás seguro de eso. Está más atractiva de lo normal y sabes que no es para ti. No es para ti. Claro que no.

Dos años de relación a la mierda. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que no eres suficiente para ella? ¿Es por qué has empezado a ir al gimnasio? ¿Es porque le cotilleas el móvil cada vez, a escondidas, cuando no te ve?

—¿Cuando?

—¿Cuando qué?

Resoplas.

—Que cuando vas a volver.

—Yo que sé Alex. Joder, no empieces ¿eh?

Joder no empieces.

Esbozas una sonrisa torcida, sardónica. Qué irónico es todo.

Mírala como trata de desviar la conversación. Parece tensa. Pero es porque es una mentirosa, por supuesto. Tú estás siendo un novio cariñoso y preocupado. Tú eres un amor. ¿Qué hay de malo en preocuparse por quién se ve con tu novia? ¿Hay algo de malo es seguirla a escondidas? ¿En usar el botón de re-llamada para ver con quién habló? No hay nada mal en la relación. Nada. Nada de nada. No hay nada grave es ser precavido. Te evitas disgustos.

La mala es ella.

—Anabel—repites. Y casi te ríes de nuevo. Te inclinas hacia delante en la mesa—. Déjame ver el móvil anda.

—No.

¿Cómo que no?

—Venga, ¿no es Anabel? ¿Tu amiguita del alma? ¿Por qué no admites de una vez que me pones los cuernos?

Su expresión cambia, se deforma. La has pillado con las manos en la masa. Perra mentirosa.

—¿Qué cojones Alex?—se levanta de la silla—. ¡No te estoy poniendo los cuernos!

—¿Es el tipo de la gasolinera? ¿Ese que te sonrió al devolverte el cambio? ¿El hijo de la vecina que siempre te saluda?

—¡Por dios, tiene diez años!

—Además de infiel, pederasta. Joder Elena, qué asco.

Ella frunce el ceño, los labios. Coge el móvil con fiereza y lo sujeta en la mano. Lo oculta de ti.

—Vete a la mierda—espeta—. Estoy harta de tus celos.

Aquella es la última vez que la ves. Pero no te ha dejado, no. Se ha ido con otro. Ni Anabel ni hostias. Nunca fuiste lo bastante bueno para ella.

***

El síndrome de Otelo es un trastorno caracterizado por unos celos enfermizos, como los que presenta el protagonista de esta historia. Las personas que lo sufren, generalmente hombres, creen que su pareja le es infiel y sienten celos de casi todo, por lo que este trastorno también recibe el nombre de celotipia. Los afectados son incapaces de ver que sus celos son extremos ni tener en cuenta la gravedad de sus actos.