Cazador de mariposas.

Cazador de mariposas.

Cazador de mariposas.

Gritaba, soñaba y se emocionaba, sólo por una mariposa que él seguía para atraparla. Lo que lo impulsaba a seguirla era ese anhelado deseo de tenerla. Él corría por campos verdes y brillantes, pero en ese momento a él nada le importaba sólo corría y corría para atrapar a aquella mariposa que elegía para seguirla. Entre risas y deseos corría detrás de ella, pero sólo él sabe que es muy peligroso, puesto qué cuando vas detrás de ella no ves sí hay un hoyo o una roca y entonces podrías caerte y lastimarte. Un día eso mismo le pasó, corría y hubo un obstáculo que él no pudo ver, ya qué sus ojos estaban concentrados en aquella mariposa, se cayó y parecía que algo le había pasado en el brazo.

Llegó a su casa, a la casa dónde su madre preparaba la comida. Era una casa modesta pero en la cuál se respiraba un aire de amor y tranquilidad.

-Mamá, creo que me lastimé mi brazo. Es qué perseguía una mariposa-dijo mientras lograba sentarse en un pequeño rincón de la casa.

-Tranquilo, hijo mío no debe ser muy grave-su madre le dio un beso en la frente, mientras habría el refrigerador y sacaba un par de hielos qué acomodaba en una bolsa.

Su madre se dirigía hacía él con la bolsa, parecía que tenía planeado ponérsela a su hijo en su brazo.

-Madre, me dolerá-replicó el niño con cara de capricho.

-Por supuesto que no-besó su frente de nuevo y acomodo la bolsa de hielos en el brazo del niño.

-Ya sé, hoy lo he comprendido hay mariposas buenas que te ayudan, te cuidan y te defienden. Aún así no dejan de existir las que te querrán ver caer. Son como la gente-susurró el niño, parecía que lo había dicho en un nivel tan bajo de voz que su madre no lo había escuchado.

Su madre sólo le dedicó una sonrisa.