Caza Vampiros Encubiertas (SessxRin, InuxKag, SanxMir)

Re: Caza Vampiros Encubiertas (SessxRin, InuxKag, SanxMir)

XII capitulo.
Destino carmesí.

El viento frío como espinas pasaba recorriendo cada cuerpo inerte, despedazados en el suelo, tratando de meterse en ellos, buscando calor perdido…

La sangre roja, como rubí brillante, seguía su rumbo, esparcida en la tierra árida, mojando sus pálidos pies, intentando alcanzarla.

Sus manos temblaban, y las lágrimas salían como ríos desbordados de sus ojos chocolates, derritiendo los espejos de su mirada, nublando todo a la vista….

Sus amigos, familiares muertos….
Inuyasha despedazado…

El grito ensordecedor salió de su boca, el dolor de su alma, desgarrando todo a su paso, devolviéndose como un eco solitario en el desierto árido…


Abrió los ojos y el aire volvió a sus pulmones.
Respiró hondo y trato de controlar su respiración entrecortada, mientras pasaba su mano por sus mejillas, extrañada de que estuvieran mojadas, tal vez el sueño traspasó la barrera de la realidad.

Su corazón palpitaba rápido como el aleteo de un colibrí, y no podía dejar de pensar que ya no quería dormir nunca mas…
Los sueños, (o pesadillas en su caso), la estaban matando, como una astilla en su corazón, imposible de sacar.

Desde que tuvo ese primer sueño, tal y como lo predijo, siguieron viniendo, día tras día, noche tras noche, fielmente, sin cambiar nada, solo hasta hoy.
Este fue el que más le causó estragos, fue tan vivida, tan horrible, su peor pesadilla, su mayor temor.

Necesitaba regresar a su casa, donde Kaede, ella era la única que podría ayudarla, porque tenía el horrible y cruel presentimiento de que lo que tenia, no eran simples pesadillas.
Tan pronto como se levantó, alguien entró a su puerta, interrumpiendo sus cavilaciones.

Cabizbaja y con sus delgados brazos a cada lado, hacia que hasta el más duro hielo se derritiera en un mar de tristeza.

Kagome estiró sus brazos y dejo que ella se metiera en ellos, acunándola, como hacia cuando estaban pequeñas.
La noticia de que Kohaku murió le dio muy duro a las dos, sobre todo a Rin, que era parte de ella, que era como su oxigeno.

Aunque ella creía firmemente que Sesshoumaru no lo mato, ya que en el poquito tiempo que lo conoció, desde lejos, pudo darse cuenta que no era de los que se mueven sin necesidad, hace las cosas por algún motivo, no mata por matar.

Creía que él no pudo ir a buscar a Kohaku simplemente para matarlo, así porque si.
No, eso creía Kagome.

Hace una semana que había llegado Sango, y las cosas no podían ir peor.
La depresión de Rin, sus pesadillas mas frecuentes y vividas, las indirectas de Miroku (que ya sospechaba algo) y ahora la invitación a la reunión con los otros clanes.

Además de eso, la pobre Sango tenía que aguantarse a usar los vestidos extravagantes, cortos y supremamente apretados que Miroku la obligaba a usar, como esos de la época victoriana, solo que muchísimos más cortos.
Y no le quedaba más opción que acceder, ya que la tenía sobornada, porque él era el único que sabe que es una mujer Loba (a parte de las otras dos cazadoras).Si alguien más se enteraba, de seguro la mataban en menos de un segundo.

De pronto, la puerta se abrió, y unas tres mujeres de ojos azules aguamarinas y cabellos lisos negros entran a la estancia, cogiéndolas de los brazos y jalándolas, sacándolas del lugar.

Desconcertadas, acceden sin poner resistencia, ya que saben que nos le van a hacer daño, no si querían acabar muertas.

Subieron y subieron escaleras, pasando por estrechos pasillos, y solo iluminadas por antorchas, hasta atravesar (casi pueden asegurar que las empujaron) a una gran puerta de madera.

El lugar era increíblemente grande, con una grande y ancha ventana de cristal al frente, con la luna en lo alto, iluminando solo una parte de la estancia.
En el centro del lugar, dos grandes espejos enterizos de marco dorado se encontraban instalados, separados cada uno por un metro de distancia.
El lugar solo era iluminado por el fuego de las antorchas colgadas en las paredes.

Una elegante mujer se encontraba observando el cielo negro y espeso, con sus dos grandes ojos dorados ausente.
Dio media vuelta, y sus filosos ojos se clavaron en las dos humanas.

No se movieron ni un centímetro, esa mujer hermosísima hasta el último pelo plateado, podía ser realmente cruel cuando quería, no por nada era la madre de los hermanos Taisho.

La habían visto una que otra vez, cuando la veían pasar con su elegante paso por unos de los pasillos, caminando como si fuera una diosa.

—Caminen, no se queden ahí paradas como estatuas –dijo moviendo su mano derecha, haciéndose en el medio de los espejos.

Ambas hermanas salieron del trance e hicieron un leve pero rápido asentimiento de cabeza, desplazándose hasta quedar a un metro de lejos de Sakura.

La susodicha soltó un pequeño suspiro y con un chasquido de dedos, dos mujeres entraron a la estancia, cogiendo a Kagome y a Rin, dejándolas a cada una respectivamente al frente de los espejos.

Desconcertadas, se quedaron tiesas al frente de su respectivo espejo.
Con sus altos zapatos de aguja, la mujer de cabellos plateados camino hasta llegar a donde Rin, observándola un poco.

—Sinceramente, no se que ve mi querido hijo mayor en ti –dijo fríamente, pero soltando otro suspiro, como si no tuviera arreglo- otro de los tantos misterios de mi hijo…
Se alejo de la menor y se acerco a la mayor, haciendo lo mismo que con Rin.
—De Inuyasha no me sorprende, siempre ha sido rarito –dijo con una diminuta sonrisa en la boca.

Se dio la vuelta y se dirigió al lugar inicial, ignorante a la mirada asesina de Kagome.

—Intente hacer todo lo posible para que mis únicos hijos desecharan la idea de seguir conservándolas –dijo con una cruel sinceridad- pero son tan obstinados…que no me quedo otra opción que ceder –miro a cada una, a Rin con su cabeza gacha, sin ánimos de ponerle cuidado, y a Kagome con su mirada perdida en el cristal que tenia en frente- como saben niñas –dijo cambiando de tema- están invitadas obligatoriamente –recalco la palabra- a una reunión, y tienen que estar presentables, no con esos harapos viejos –dijo cruelmente arrugando un poco su perfecta nariz, para después chasquear lo dedos.

Dos mujeres entraron de nuevo (no sabían si eran las mismas, porque todas eran muy parecidas), esta vez cada una llevaba un balde grande. Se separaron y echaron el líquido que había dentro de los barriles a los cuerpos de Rin y Kagome.

Los cuerpos de las dos hermanas temblaron de una vez, jadeando ambas, encorvando sus cuerpos un poco, temblando demasiado y rechinando los dientes.

Los cubos de hielo pasaban deslizándose por cada cuerpo, divertidos nadando en el agua helada, que les calaba hasta los huesos.

El desanimo de Rin se esfumó, poniendo esta vez atención.

Las dos mujeres dejaron los baldes a cada lado, y de un tirón arrancaron la ropa vieja de las dos humanas.

Los ojos dorados de la madre se fijaron curiosamente en la ropa interior negra de encajes de ambas jovencitas, pero que deshecho la idea tan pronto como le vino a la cabeza.

—¿P-porrque fue eso? –preguntó Rin molesta, aunque no lo logro, ya que todavía estaba temblando.
—Necesitaban estar despiertas y limpias, ya que las vamos a vestir –dijo sin ninguna emoción, aunque por dentro disfrutaba del dolor de las pobres jovencitas.

Las dos mujeres de antes entraron otra vez, esta vez cada una llevaba un vestido.

Una se dirigió donde Kagome y comenzó a vestirla.
Lo mismo hiso la otra mujer con Rin.

A cada momento las hermanas apretaban fuertemente sus mandíbulas, cerrando los ojos tratando de que se cosieran, el dolor era insoportable.

Sentían como el pecho se les iba a estallar, por la inmensa presión que hacían; no comprendían el porque le ponían un corsé, y menos porque tan ajustado.

Después vinieron los jalones de cabello. Ni siquiera para eso abrieron los ojos, tenían miedo de saber que estaban haciendo con el, pero era tan doloroso, que podían jurar que quedarían calvas y la cabeza se les iba a sacar del cuerpo.

De pronto el dolor cesó, pero aun podían sentir el pecho apretado y un extremo dolor en la cabeza.

Abrieron los ojos, y la sorpresa y el horror las invadió.

Ambas tenían un corsé negro extremadamente apretado, observando el dificultoso movimiento de sus pechos, a causa de la respiración.
Ambas tenían una falda de encaje negro semitransparente, que les llegaba hasta ocho dedos arriba de las rodillas. El encaje dejaba ver el color de la tela que tenían por debajo.

Ambas tenían el mismo vestido, con la diferencia que el color de la tela que tenían debajo del encaje de Rin era de un rojo sangre y el de Kagome un azul oscuro.

Y el peinado.
Eso las hizo abrir los ojos de un modo espeluznante.

La menor tenía dos coletas altas, apretadas hasta el punto de dolerle y con su capul rebelde cubriendo un poco su frente. Le daba un toque infantil.
Mientras que la mayor solo tenía una coleta alta, y aun tenía dolor por todo el cuero cabelludo.

Y por ultimo, dos pares de tacones altos negros.

Parecían tener la apariencia de esas perfectas muñecas góticas, solo que Rin tenia esa apariencia de niña, infantil.


Las dos se retiraron, cada una a su estancia; dándole la espalda a las miradas fijas de los vampiros que las miraban.


Inuyasha estaba horrorizado, ahora definitivamente estaba convencido de que su madre era realmente cruel, más que su hijo mayor.

La pobre Kagome ni siquiera podía respirar bien, eso hacia que su respiración estuviera entrecortada, subiendo y bajando su pecho, con las venas de su cuello brotándose, enmarcando los tubos de piel hasta el borde de deliciosa sangre.

Movió su cabeza bruscamente e ignoró el desierto en su boca.

Nunca había sido un pervertido, eso se lo dejaba a Miroku, pero ¿Quién pensaría que detrás de todos esos harapos viejos, esa campesina de mirada comprensiva tuviera semejante cuerpo? Nadie.

Definitivamente, no era su día.

Salió de la habitación rápidamente, como un borrón, dejando un poco a la cazadora desconcertada, pero volvió tan rápido como que no le dio tiempo de pensar más.
Traía un esmoquin negro y una camisa del mismo color; además de una corbata roja.
Y en su cara, esta bien claro que no le gustaba andar vestido así, le molestaba.
Kagome hubiera reído por la cara del vampiro, de no ser por la mirada severa y seria de él.

Se acercó lentamente, y cogió la muñeca de la joven, mientras deslizaba un objeto suavemente allí.
Se alejó de ella y observó un punto indefinido en la estancia.

La cazadora levantó un poco su muñeca para poder mirar mejor el objeto.
Era una diadema de color cobre, en forma de enredadera, y en el centro había una pequeña bolita blanca como la leche, con un brillo rojo en el centro. Unas diminutas hojas abrazaban la piedra.

—Naraku es un hombre en el cual desconfío mucho –dijo con voz seria, mirándola a los ojos- además de que es un manipulador y falso, toca mantener las apariencias, cosas de mi madre… –bufó- es capaz de meterse en tu cabeza y buscar tus miedos y debilidades, creando ilusiones de las mismas, manipulándote…-miro al vacio y pareció estar recordando algo- esa diadema impedirá que entre en tu cabeza….n-no quiero que te haga daño –termino mirando el suelo.

La cazadora no podía pensar con claridad.
Solo quería abalanzarse contra él y abrazarlo demasiado, y tenerlo allí por un buen rato.

Aunque puso mucho cuidado con la información de ese tal Naraku, lo que mas le importo fue la ultima frase, llena de preocupación y temor, no quiero que te haga daño. No cabía de la dicha, muy pocas veces Inuyasha admitía abiertamente que sentía algo por ella. Aunque lo sabia, no había necesidad de expresarlo, se sentía muy bien escucharlo.

Su mirada era la ternura en todo su esplendor, y a pesar de la sorpresa del vampiro, lo abrazo y musito unas gracias, uno con amor y ternura.

Esté le correspondió al momento y se perdió en el delicioso aroma de su cabello, fantaseando en la inmensa tranquilidad que emanaba la joven.

Y sintió de nuevo, como su corazón de nuevo saltaba en vida, como de nuevo esa llenades lo embargaba, como todo encajaba en su lugar, porque todo se definía cada vez que la tenía en sus brazos.

Pero la burbuja se rompió, por las palabras imprudentes de él.

—Keh, ¿Quién crees que tendrá que enfrentar los instintos asesinos de tu hermana si te llega a pasar algo? Yo, me ahorro el problema –dijo con despreocupación.

Ella se separó y entorno los ojos.
Inuyasha si que era bueno para dañar los buenos momentos.


Con Rin, todo fue totalmente distinto.

Al mayor de los hermanos no se le hacia extraño el comportamiento de su madre, podría llegar a ser realmente cruel.
Para él fue un poco sorpresivo que su progenitora aceptara a las humanas, aunque tener que enfrentar a los dos hermanos ya era mucho.

La vio, y sintió como era engatusado por miles de hilos que lo jalaban.

Caminó lentamente hasta llegar a estar a centímetros de la jovencita, que parecía que se le hubiera olvidado respirar.
Inclinó un poco su cabeza, mientras pasaba su mano por el cuello de la muchacha. Esta abrió los ojos desmesuradamente.
Escondió su rostro en el y luego pasó su fina y filosa lengua por su blanco y terso cuello. Su piel se erizo, como cuando siempre lo tenía cerca.

Abrió los ojos y los hilos se rompieron.
Recuperó de nuevo su compostura y sus ojos volvieron a estar fríos y serenos.

Se alejó de ella, mientras pasaba su mano pálida por su cabello platinado, después desapareció.

Las piernas le temblaban, y todavía por sentir la corriente eléctrica desde su cuello hasta la punta de sus pies.
El aire pareció desaparecer, pero después de intentar tranquilizarse, recuperó su respiración, aunque un poco entrecortada.

Fue tan agridulce.
Sensación que te quita el aliento, pero que te da el mayor de las dichas.

Cada vez que lo tenía cerca, su corazón parecía estar gritando, tocando fuerte y rápido como un tambor, la vista se le nublaba, y cada poro de su piel se erizaba.

Y aun así, no podía dejar de querer tenerlo cerca.

Siempre.



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hola!!!
que pena por tardar tanto, perdón perdón, en serio.
ya entre a estudia y el tiempo se achico demasiado, ahora solo me queda un par de horitas.
gracias, mil gracias y millones de gracias por sus comentarios, me incitan a continuar y no dejar botado el fic. gracias y también millones de gracias por sus consejos, intento hacer un fic decente.

les puedo decir que en el proximo capitulo va a dar un giro de 360 grados xD.

como iempre, espero les haya gustado y avisenme si hay Ooc para corregir.

¡GRACIAS!

 

Re: Caza Vampiros Encubiertas (SessxRin, InuxKag, SanxMir)

XIII CAPITULO.
Desconocidos familiares.

Con su vista fija, opaca y con su respiración entrecortada, trataba de poder conseguir un poco de aire fresco.
Pero le era imposible, y esa era la razón por la cual estaba a punto de ahogarse, el oxigeno de aquel lugar era realmente asfixiante, que entraba a sus pulmones como polvo ácido, que le quemaba por dentro.

Aun así, no se quejaba, aguantaría.
Miró al frente, con su vista chocolate perdida en el vacío, su hermana mayor parecía soportarlo mejor.

El recorrido era tranquilo y silencioso, solo interrumpido por los bufidos de Inuyasha, que se notaba más que aburrido.

Se acercaban cada vez mas a su destino, lo podía sentir, el ácido quemaba más, como su corsé que la asfixiaba.

Y el destino.
Mansión, clan Kumo.

La limosina se detuvo, y la puerta se abrió.

La madre de los príncipes salió de primera, liderando la “familia” Taisho.
Sesshoumaru la siguió detrás, con su caminar elegante y sin esfuerzo.

Kagome siguió al lado de Inuyasha, que no dejaba de mirar de reojo el lugar, no era la primera vez que hubiera estado allí, pero aun así, la desconfianza desbordaba.

Y Rin, ella iba al lado de Kagome.

Sus ojos chocolates miraban el lugar, observando los pocos arboles marchitados, arrugados y jorobados, destruyéndose poco a poco por el quemador aire del lugar.

Todo era frío y oscuro, como las nubes negras y rojizas que se alzaban en el lugar, nublando toda luz de luna.
Apuraron su paso, querían entrar ya, el lugar era atemorizante, aunque no podían asegurar que adentro no era peor.

La gran puerta se abrió, dejando salir un poco de la luz artificial que iluminaba el lugar, con sus baldosas blancas y finas, y sus arañas que colgaban en el techo, perfectas, y bellas.

El lugar era perfecto de una familia perfecta y normal.
Aun así no podían ocultar el gran hedor que flotaba, y el ácido en gas.

Un joven apareció, con su cabello negro en una alta coleta, sus ojos negros observándolas, y su piel pálida como todos lo que se encontraban en aquel lugar.
Joven y encantador.

Saludo efusivamente a la dama, que le correspondió con una sonrisa, y los hermanos, lo ignoraron, lo que él reafirmo que eran unos completos maleducados.
Su madre frunció el ceño molesta, la estaban dejando mal.

Sus ojos grandes y hermosos se posaron en las dos bellas jovencitas, que se encontraban mirando fijas en algún punto del lugar.

Sus ojos se abrieron un poco, le resultaba familiar aquellas jovencitas.

Ojos chocolates vivaces, cabellos negros, y pieles un poco trigueñas.

Se volteó e indico que le sugieran.

La sala era grande, de baldosas perfectas y reflejantes como espejos, de paredes pasteles, y un piano de cola en la esquina, con su acompañante, un perfecto y hermoso violonchelo.

Y sus pares de ojos chocolates se fijaron en aquella perfecta niña, que parecía haber sido tallada cuidadosamente, hermosa como muñeca de porcelana, y frágil como flor blanca.

Su piel más pálida que la de todos en aquel lugar, suave como seda, fría como la nieve.
Sus cabellos lisos y blancos, como cascada perfecta, y sus ojos negros carbón, sin ningún brillo o luz, opacos y oscuros, como agujeros negros.

Sus vestiduras eran un pequeño vestido blanco.

Parecía un ser una perfecta magia.

A pesar de ser tan hermosa y perfecta, parecía no tener vida, era vacía, una hada del infierno.

Si era la frase perfecta para describirla.

—Kanna –dijo Inuyasha, que se encontraba agachado frente a ella, mientras le revolvía su capul blanco, que volvía a su lugar. Sus ojos dorados brillaron con una pizca de ternura.
—Inuyasha –musitó la peli-blanca. Su voz suave y baja, aniñada y musical como murmullo de aire frío.
—Claro, a él si no lo ignoras –interrumpió Byakuya, aquel ser de ojos violáceos.

Esta no respondió, solo se retiró, ignorándolo como siempre.
Él la miro un poco mal.

Su hermana menor era la única que lo dejaba hablando solo, sin dirigirle ni una palabra e ignorándolo.

Las manecillas del reloj siguieron avanzando, lenta y pausadamente, aumentando la tortura, siguiendo con el teatro.

Las notas profundas del violonchelo inundaron el lugar, con la musical música del piano.

Byakuya, el hombre de ojos negros, se acercó donde se encontraban las cazadoras, y le tendió su mano fría y pálida a Rin.

Está miro la invitación cuidadosamente, no estaba segura de acceder.
Levantó su mirada y se encontró la sonrisa de aquel joven peli-negro.

En su interior, en esa parte donde la confusión, las pesadillas, y las imágenes borrosas reinaban, cayó un rayo, iluminando aquel lugar, fotografiando miles de veces aquella sonrisa, que ahora dominaba ese confuso estante.

Porque era familiar.
Pero algo no le encajaba.

Aceptó la invitación, y decidió hacer en la confianza de aquella sonrisa.

Su gélida mano encerró la cálida de ella, uniendo pedazos de imágenes sueltas, sonidos sin ningún sentido, palabras al olvido…
Aquel hilo rojo apareció, y tronó aquella palabra que aparecía siempre en aquel recuerdo extraño y borroso.

¡Onii-chan!

Y ella también pudo sentirlo.

La menor movió su cabeza un poco, tratando de despejarse.
Mientras que él solo atinó a sorprenderse, definitivamente algo faltaba.

Sus pies se movieron, y el baile comenzó.
No mencionaron nada, solo dejaron que las notas profundas y delicadas los encerraran en esa delgada y borrosa burbuja de cristal.


El aire cambio, se hizo más asfixiante, ahogándola.
Volteó su mirada y se encontraron con unos huecos negros profundos, unos ojos vacios y sin fondo, frío y desolado…
El infierno en ojos.

Abrió sus ojos chocolates desmesuradamente, creía que iba a desmayarse, a desfallecer.
Las piernas le temblaban, aun estando sentada, necesitaba urgentemente sujetarse de algo.
Sus manos apretaron rudamente la falda de su vestido, mientras esquivaba la mirada y la dirigía allí, no quería volver a sentir esa sensación de debilidad, de sueño.

Él sonrió de medio lado; aquel dueño de aquellos ojos infernales no podía caber de la dicha, todo marchaba bien, las piezas chocaban entre si y la pobre rosa roja se estaba cayendo a pedazos.

Pasó por el salón, con su caminar de dios de la muerte, vacío, frío y desolado, cruel y malvado. Él era la razón por la cual el aire parecía ser gas ácido.

Naraku.
Ese hombre tenía nombre, y no era muerte, aunque podía ser él.

Todos los ojos fríos de aquel lugar se posaron en aquel ser, el reloj pareció detenerse y las gotas de aguas se congelaron, como la rosas se marchitaron.

Inuyasha se tensó, nunca dejaría aquella desconfianza.

Y ella seguía allí, sentada con sus manos apretadas, tratando de no desfallecer, y buscando la respuesta a su acción.

Su mano pálida y rasposa se apareció en la vista de la oji-chocolate.

No quería aceptar, no.
Pero no tenía opción. Respiró hondo y levantó su mirada valientemente.

Y lo vio de nuevo.
Aquellos huecos desérticos, universos infernales, que le calaban los huesos, como baldes de agua fría.

Respiró de nuevo, y posó su mano en la de él, que miro fijamente aquel brazalete cobrizo; sonrió un poco, Inuyasha era astuto.

La jaló un poco y la pegó a su cuerpo; esta abrió sus ojos de la sorpresa, pero no se altero. La llevo al centro de la sala, y dejo que sus pies bailaran en aquella nube deshabitada y oscura, solo vigilada por los ojos dorados del menor.

Las gotas se descongelaron y el curso siguió su lento recorrido.

Él la miraba, y aunque la sensación de sueño profundo la invadía, no retiraba la mirada, no iba a perder; si iba a bailar con aquel ser, lo iba a ser con su barbilla en alto.
—No has cambiado en nada –dijo al aire con voz misteriosa.
Ella lo miro con mirada desconcertada, no entendía lo que decía, ¿la conocía?

Él sonrió de lado.
Por supuesto que no le iba a decir.

Sus pies siguieron moviéndose, sin equivocaciones, solo salía, como si ya todo estuviera escrito y planificado.

Uno, dos, tres.
Y la pareja cambio.

Kagome respiro de tranquilidad, se sentía bien no estar con aquel hombre.
Byakuya resultaba ser más agradable. Aun así no pudo evitar mirar de reojo a su hermana, que se encontraba estática, como una asustada pieza de cemento.

Solo ella lo notaba, ya que Naraku la había levantado y comenzado a bailar, sin despegar nunca sus ojos de los de ella.


Rin pego un respingo tan pronto como sintió como se metían dentro de ella, como la atravesaban. Su alma estaba siendo invadida, su mente estaba siendo asaltada por sorpresa, y no podía evitarlo, solo podía quedarse inmóvil.

Y él seguía viajando, bebiendo de aquella dulce y pura alma, absorbiendo su cordura, metiendo sus dedos en su mente, despertando pesadillas.

Aquella mujer había hecho un estupendo trabajo, había sellado todo recuerdo de aquella joven, lo había escondido en el más oscuro rincón de su mente.

El sello era muy fuerte, no podía abrirlo.
Pero sabía que muy pronto no tendría la necesidad de hacerlo, ya que ella misma lo rompería.

Siguió recorriendo, no encontraba nada de ninguna utilidad.
Oh. Se detuvo, algo le llamo la atención.

¿Ese era su miedo?
Pensó con diversión.

Ella lo único que podía ver era las perlas negras de aquel hombre, nada más.
Pero de pronto, todo se volvió blanco.

Miro a su alrededor, no había nada.
Solo blanco.
Siguió buscando, pero no encontraba nada. Comenzó a correr, la frustración y la desesperación habían comenzado a invadirla, pero lograba mantener la calma.

Una espesa neblina un poco más oscura que el blanco reinando en el lugar, comenzó a flotar en el piso, acercándose entre ella, consolidándose.
Una figura comenzó a aparecer en la neblina, borrosa al principio, pero luego tomo forma.

Tan perfecto como Sesshoumaru.
Él la miro, y ella sintió tranquilidad por ese momento.

Pero su mirada ámbar se trasformo en una llamarada de desprecio, y luego dio la vuelta alejándose.

¿Porque? ¿Porque? ¿Porque?
¿Por qué la dejaba sola? ¿Porque la miraba así?

Las lágrimas saladas comenzaron a acumularse en sus ojos, mientras el nombre de aquel peli-plateado se ahogaba en su garganta.

La neblina comenzó a rodearla, mostrándole diversas personas, todas que ella quería, todos despreciándola como él, abandonándola.

Las gotas saladas salían a chorros de sus ojos chocolates, nadando en sus mejillas, mostrando el dolor que su alma sufría.

Sus piernas no dieron para más, y cayó sentada en aquel suelo blanco, sintiendo como cada vez más la neblina se acumulaba a su alrededor, repitiéndose.

Todo la gente que tu quieres, te despreciara, te odiaran, te abandonaran, dejándote sola en medio de la intemperie, y no podrás evitarlo, Rin.

Las palabras, crueles y divertidas, salían de la neblina, repitiéndose siempre, llegando a sus odios, que se colaba en su alma, marcándola.

No supo cuanto tiempo pasó, miles de años para ella, pero nunca cambiaba nada, las misma imágenes, la misma voz, las mismas palabras, el mismo miedo.
Sola.

Se encontraba vacía, las lágrimas se habían secado, pero su alma seguía siendo torturada, sin ninguna piedad.

De repente todo a su alrededor desapareció, quedando de nuevo viendo aquellas orbes negras, regresando a la realidad.

¿Todo fue una pesadilla? Pensaba con incredulidad.
Había llegado el momento en que se había olvidado de todo, y solo se encontraba allí, en ese espacio blanco, como siempre hubiera estado allí.

Las imágenes se acumularon en su mente, recordándole todo.
La fiesta, el baile, Byakuya, aquellas perlas negras…

Comenzó a tranquilizarse, ya que el oxigeno había desaparecido para ella.
Dirigió su vista al brazo que rodeaba su espalda, estaba siendo aprisionada por una pálida mano, fuerte y varonil.
Parecía que no solo la tuviera posada, pero le estaba haciendo fuerza como para quitarle el brazo.

Levantó su mirada, buscando el dueño que supuso acabo con su pesadilla.
Los orbes fríos y ámbares de Sesshoumaru atravesaban a Naraku, parándole.

Pero él no lo miraba, seguía con su vista fija en Rin, aunque con una mueca de molestia en su cara, lo había interrumpido.
Comenzó a soltarla, se zafó del aprisionamiento y se desapareció entre la gente.

La oji-chocolate miró a su alrededor, todos seguían bailando, como si nunca hubieran presenciado aquel disimulado enfrentamiento.



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dahh se que me odian, lo se.
tardo mucho, no puse lo que esperaban, pero no podía colocarlo, necesitaba esto primero, no ahora si enserio, el otro capitulo si es el de 360 grados xD

gracias por sus consejos y por seguir esta tonta historia aburrida.
perdon por no contestarle sus comentarios, pero siempre que subo el capitulo, lo hago a la carrera.

me impresiono que no entendieran el capitulo del recuerdo, ¡es un recuerdo! una pista de la verdadera trama de este cuento. no es solo amor y florecitas, tambien hay algo de historia.

¿hay Ooc?¿les gusto?¿me odian xD?

GRACIAS

 

Re: Caza Vampiros Encubiertas (SessxRin, InuxKag, SanxMir)

XIV Capitulo.
Cenizas de flor.

Su cuerpo se tensaba cada vez que los rayos, fuertes y duros, tronaban en el cielo negro y espeso, iluminando por instantes el ambiente, revelando la destrucción.

Y cada vez era más pesado.
Porque cada vez sentían que las estuvieran tragando, sintiéndose raras, como si no fueran ellas mismas.
Querían irse de ese lugar, no querían seguir respirando aquel quemador aire.

La peli-negra menor miró por la gran ventana, llevándose un susto ni el tenaz.
Porque cuando cayó el ultimo rayo, pudo mirar una hermosa mujer de ojos oscuros, fríos y decididos, acompañada de los aullidos de grandes lobos.

Movió su cabeza.
Estaba alucinando.

Observó a su alrededor, mirando cada uno de los rostro pálidos y bellos, unos más que otros, mirando sus ojos claros, distintos a los ámbares de Sesshoumaru.

Y de pronto, antes de que el vaso cayera, los vidrios se rompieron y un gran estruendo trono en aquella fingida mansión.
Y la pudo mirar.
En shock, pero lo hizo.

A ella, tan perfecta y bella, tan amable y fría, Kikyo.
Grácil como una flor de campanilla, y peligrosa como serpiente.

—Lamentamos llegar tarde a la fiesta, pero no recibimos la invitación — dijo divertida una bella mujer de cabellos naranjas y brillantes ojos verdes como hojas de árbol.
—Discúlpanos, pero no invitamos a las sucias lobas –dijo con fingida amabilidad Byakuya.

La oji-verde se tensó y fijo su mirada en aquel vampiro de sonrisa amable.

El aire pareció desaparecer y todo pareció congelarse.
¿Qué estaba sucediendo? Era la única pregunta sensata en las cabezas de las dos hermanas.

—Ayame —pudo pronunciar al fin Kagome. Inuyasha; que se encontraba en una posición de protección con la susodicha, tapándola un poco, la miró de reojo.

La susodicha, como si la hubieran llamado, se volteó y la miro a la dos sorprendidas; aunque los más seguro que lo hubiera hecho por sus extravagantes vestidos.

—¿Qué les hicieron? —preguntó con la preocupación en cada palabra, como si no estuviera rodeada de una manada de vampiros asesinos. Y si, era por los vestidos.
—Eh…umm...eh —musitaba Rin. Por primera vez, no sabía que hacer. Que Ayame interrumpirá no era parte del teatro.
—Puedes salir de ahí Kagome, el teatro se acabó —dijo Kikyo mientras la miraba a los ojos.

¿Qué?
Era lo único que podía concebir la peli-negra azulina, en su mente, y lo único que Inuyasha escuchaba en la suya, con miles de preguntas más.

—¡¿De que esta hablando esa bruja cazadora, Kagome?! ¡Di algo! ¡Diablos! ¡No te quedes callada! —decía alterado Inuyasha, en medio del silencio sospechoso, mientras la sorpresa y la expectación surcaba su rostro.
—Yo…yo —trataba de poder hablar, pero las palabras se quedaban en su garganta. Miró a las otras cazadoras, y supo que no podía hacer nada. Solo la verdad, la cruda y dolorosa verdad.

Se alejó de Inuyasha mientras susurraba un lo siento, solo para que él lo escuchara.
Y él, no podía comprender nada, no podía pensar nada, solo descubrir que había estado engañado todo el tiempo. Aunque no lo aceptaba del todo.

La mayor se acercó a sus compañeras y no pudo mirar a Ayame, porque todo se estaba rompiendo dentro de ella.
Solo pudo aceptar la filosa y peligrosa espada que la susodicha le dio, apretándola fuertemente.

La flor cayó, volando en los suaves y gráciles aires, lento.

Sus ojos marrones se abrieron y se alejó sorprendida, mientras sentía como algo espeso y cálido recorría su mejilla, parando en su boca, con el horrendo sabor de la sangre.

Y todavía no podía caber de la sorpresa.
Lo miró, y supo que todo se había perdido.

Su mirada ámbar era como un bloque de hielo frío y turbulento, lleno de rabia.
Y no bajaba su mano, que rápidamente la había dirigido a la mejilla de la susodicha, lastimándola.

Solo que ésta pudo reaccionar antes.
Pero quedó allí, pequeña y dolorosa, como espina. Un pequeño rasguño, aunque ese tal vez no hubiera sido su propósito.

Y no pudo verlo.
Porque ya no podía entrar, se había sellado, y pudo entender lo que otras personas sentían cuando lo veían.
Nada. Frío.
Y esta vez, rabia.

Dirigió su mano al origen de la sangre, la tocó y frunció el ceño con un poco de tristeza.
Podía entenderlo, pero…
Pero no lo quería hacer.

Lo miró por última vez y esperanzada quiso poder atravesarlo, sentirlo, como siempre. Pero fue inútil, ya nada funcionaba.
Tensó su mandíbula y se dirigió con la cabeza en alto con sus compañeras, y una nueva oz aparecía en su mano.


—Lamentamos la destrucción —Dijo Burlona Ayame, en realidad, solo fingía— y desearíamos quedarnos otro rato, pero venimos de paso —el cinismo resonó en cada palabra, pero ha ninguno le importaba.

Y tan pronto como aparecieron, desaparecieron. Dejando orgullos heridos, rabia e incomprensión.

La ficha cayó, derrumbada por otro más poderoso, imposible de reponerse.

Miró sin importancia en el cielo negro, mientras el líquido cálido y fresco recorría su fría garganta.
Todo estaba saliendo como debería de ser, o como él lo tenia planificado en su cabeza, o como el destino quería hacerlo.

Apretó su mano en puño, y después la abrió, dejando al aire trozos de una flor, un congelada, que se destruyo en su mano, volando sin ningún destino, sola.

Porque así debía de ser.​

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Perdón por lo poquito, pero no me salió nada más.

xXxNaraHina: Que bueno que te gusto, intento siempre actualizar pronto. Gracias por comentar.

Pan-Chan: Porfavor no me mates xD, Aquí te traje la conti, con el giro de 360 grados xD, espero te haya gustado. lo mismo, Gracias por tus comentarios.

xXxHinata: Si, siempre intento dejar a Naraku como es, bien malo xD. Aunque Sesshoumaru se hacía el indiferente, en realidad estaba pendiente. Gracias por comentar.

Luna Sahara: Me encanta mucho Kanna xD, y no quiero dejarla ni como mala, ni como buena, algo neutra, algo nada. Kanna es la única persona que le agrada Inuyasha en ese clan, por lo mismo que dije antes, y Kanna, bueno le da igual xD, pero no lo ignora.
Rin y Kagome estan relacionadas estrechamente con este clan, aunque no lo saben, Upss no debí decir eso xD pero en los próximos capitulos te daras cuenta porque.

si, esto es más fantasia que ciencia ficción. xD bueno, tiene de ambas.

Asurama: ¿Niñita donde estaba metida? xD si, estas en lo cierto en toooodooo lo que dijiste, se que sueno asi, lenta, pesada y repetitiva a veces xD Aunque bueno, no me considero buena en esto, solo trato de presentar algo presentable xD, no se si me hago entender.

Ah, lo del chocolate, es que se me había olvidado los otros colores, me había acostumbrado al primero.

y créeme, me mame intentando identificar el color de ojos de Byakushi, pero no no podía, lo deje a lo que mis ojos creían ver xD. igual el cabello de Sango, Gracias por aclararme.

y si, Sango es una Loba y una Cazadora, lo mismo Ayame.
Aunque yo me confundo cuando estoy escribiendo, en pasado o en presente, bah! intento hacerlo bien. a veces me toca borrar todo xD.

¡Tengo suerte de ser la afortunada de tus torturas! no importan, me gustan xD

Gracias a todos por sus comentarios, gracias Luchy por tus consejos:o

los dejo!