Caverna Témpera

El tiempo transcurría velozmente cuando estabas entretenido, y eso es lo que los combatientes pudieron sentir cuando, en medio del choque de los ataques, algo pareció resonar entre las paredes de la caverna. Una especie de pitido, como el de una alarma, y de pronto Kai dejó de comandar ataques, y el combate se paralizó. Alzó una mano en señal de disculpa hacia Talía, pues al parecer se trataba de una llamada importante que no podía dejar de atender. Tras responder al videomisor, sus ojos parecieron agrandarse ante una inesperada noticia, y tras un intercambio rápido de palabras, dio fin a la llamada.

El joven se volvió hacia su rival, apenado, y pronto su pokémon regresó a su ball. El combate había sido concluido por el momento.

—Lo lamento, Talía, pero me acaban de notificar que mi equipo me necesita en otro lugar —se sacudió el cabello con cierta exasperación, chasqueando la lengua con disgusto. Parecía estar pasándoselo bien. Su mirada pasó fugazmente por Nikolah, pero al ver su mirada para nada amable clavada en él volvió su atención hacia Talía—. Es una pena que nuestros combates no acaben nunca, pero si lo piensas bien, es una oportunidad más para volver a vernos, ¿no lo crees?

Y su sonrisa, aunque pequeña, le mostró la sinceridad de sus palabras. Dio media vuelta, alzando la mano en señal de despedida, y comenzó a caminar hasta perderse en medio de la oscuridad.

—Hasta otra, chica de la sonrisa dulce.

Sus pasos resonaron por última vez en la distancia hasta perderse por completo.

 

Nikolah Cruz

Mis ojos recuperaron el brillo de una persona viva de improviso. Vaya, había sufrido un espaciamiento bastante importante. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos, horas, días? ¿Habían pasado años? No, no tenía barba, pues la barbilla no me picaba. Aunque la verdad, no sabía que si la barba me iba a crecer en algún momento. ¿Tendría que hacer algo para que me crezca la barba? ¿Me vería bien con barba? ¿A Liza le gustarían los chicos con...? Agité la cabeza. Ya estaba pensando estupideces de vuelta.

Miré a mi alrededor, confundido. Talía seguía enfrentada al otro enano, así que tal vez no había pasado tanto tiempo. ¡¿O tal vez el tiempo se había congelado y en realidad habían pasado años o siglos y todo se había destruido y había ocurrido un apocalipsis y...?! Nah, seguramente no. Sin embargo, parecía que el niño tenía otras cosas que hacer, pues después de atender una llamada con su reloj (vaya, ¿se podía llamar a otra gente con los relojes? ¿Eso no ocurría en las películas de detectives, solamente?), regresó su pokémon a su pokéball, excusándose de que tenía otras cosas que hacer. Debió haber confundido mi mirada de confusión total con una de amenaza, pues después de un fugaz vistazo, desvió su atención completamente de mí para enfocarse en mi hermana. Un segundo, ¿quién era este niño...? ¿Kyle? ¿Se llamaba Kyle? Tal vez. Lo único que hice fue contemplar toda la escena con curiosidad, hasta que el enano se despidió. ¿Chica de la sonrisa dulce? ¿Qué acaso estaba coqueteando con mi hermanita? Qué se creía el alfeñique ese.

Luego de que sus pasos se perdieran, otro sonido llenó el vacío de la caverna. Un sonido grave, gutural, como el gruñido de una bestia dormida, a punto de despertar. Un sonido capaz de ponerle la piel de gallina a cualquiera. Mi estómago estaba rugiendo como un Pyroar utilizando Vozarrón. Bueno, que se le iba a hacer. Sin demasiada ceremonia, tomé a Talía y a Mimo, poniendo a ambos bajo el brazo.

— Lo siento, Tali, pero si sigo así, voy a terminar consumiéndome a mí mismo. Y no creo que quieras ver eso, ¿eh?— dije, soltando una risotada, que fue imitada por Mimo, para luego salir en picada hacia la salida de la Caverna. Vaya, de verdad tenía hambre.

 

Drake Orestes

Ya me había comido seis Kebak de los veinte que había comprado para cuando llegué la cueva.

Tenía que admitir que estában deliciosos. Y más les valía, porque habían salido más caros de lo que esperaba. Luego de recibir la bolsa con la comida y mi tarjeta de regreso, había estado deambulando con Ark hasta notar que estábamos saliendo de la ciudad, y luego más adelante al reconocer la zona y decidir que no había nada malo en estar por estos lares a estas horas.

Ahora me encontraba dentro de la cueva, recostado en el vientre de Ark mientras disfruta a una deliciosa pero cara cena. De vez en cuando deslizaba una mano por el lomo de mi cachorro gigante, y Ark solo meneaba la cola barriendo las piedritas de la cueva como si de una escoba se tratase. Ya le había dado un poco de comida, y sin duda estaba esperando pacientemente que volviera a alimentarlo. Por lo que a mí respectaba, todo mi equipo podía salir a comer. Aún me quedaban catorce.

 

Drake Orestes

Afuera el viento golpeaba con fuerza, y parecía que de un momento a otro iba a caer un chaparrón. Lo ideal habria sido levantarse e ir a casa en ciudad Acuarela, pero simplemente no tenía ganas. Estaba ya recostado, el cuerpo de Arcanine era muy cálido y acababa de comer. Probablemente pasaría aquí la noche.

Ark se giró para quedar con su pancita al aire, con sus patas recogidas sobre su vientre. El pelaje de Arcanine solia ser tan suave que se sentía como agarrar seda, y de su cuerpo se podía notar un calor que solo un Pokémon de tipo fuego podía emitir. Era bastante confortable descansar allí, aún con el duro suelo de la cueva. Y además, no había otro lugar en donde debería estar en ese momento. Donde mi equipo Pokémon estuviera, ese sería el lugar correcto.

 

Drake Orestes

Mientras pequeñas gotas de rocío caían afuera haciendo un sonido relajante, Arcanine ya se había dormido y yo parecía estar a medio camino de lo mismo. Había estado meditando sobre los últimos meses, cuando hablamos luchado contra esa cosa que quería destruirnos y hacernos creer que éramos creaciones suyas. No en ese orden exactamente.

Habían pasado tantas cosas. Técnicamente habíamos estado muertos por un cuarto de hora o así, hasta que despertamos en la Pradera Arte con solo algunos cortes que habíamos obtenido en el ascenso al núcleo, como si nada hubiera pasado allí dentro. ¿Una segunda oportunidad? ¿Suerte? Ni lo sabía ni me importaba, solo tenía que pensar que estaba vivo y que tenia un mundo por delante.

Un mundo con mi equipo, que confiaba en mi y esperaba que llegara lejos. Nunca había sido una persona ambiciosa, pero por ellos era capaz de aspirar al mayor reto que me propusieran. Ahora, para enfrentarlo, tendría que hacerme más fuerte. Mucho más fuerte.

Tenía que acabarse el Drake que solo conseguía ganar por casualidad. Si quería ser el Drake que acorralara a los demás en batalla en vez de ser acorralado, tenía que empezar.

 

Drake Orestes

Mis ojos se abrieron lentamente mientras mi cuerpo reaccionaba de nuevo de su descanso. Me había terminado quedando dormido en aquella cueva, aún recostado de Ark. Los rayos del sol apenas llegaban hasta dónde me encontraba, subiendo la temperatura de la zona en mis brazos que alcanzaba a tocar. Dormir en una cueva no era algo que se pudiera llamar sano o de ensueño, pero el día anterior si que había necesitado desconectarme del mundo. Podía decir que era una buena práctica para hacer al menos una vez al año.

Hiko salió de su pokeball, agitándose para erizar sus plumas hasta que pareció ser el doble de pachoncito de lo que realmente era. Al verme pareció pensar en darme los buenos días, pero luego se lo pensó mejor y se dirigió hacia los paquetes de comida para mordisquear algo de Kebak que había sobrado el día anterior. Prioridades, supongo.

Aún con algo de sueño, decidí que aún era muy temprano y me volví a recostar sobre Ark, para retomar el sueño.

 

Contenido oculto

Hasta aquí me llega la paciencia uwu (? Una vez compre dos repelentes y no los use nunca, así que usaré uno ahora, del post siete al doce.

Drake Orestes

El fuego de la espalda de Cyndaquil nos ayudó a evitar chocarnos con las paredes en la oscuridad mientras avanzábamos por la caverna, unas horas después. Aquel lugar tenía algo intrigante, no era capaz de abandonar la zona tan pronto. Además, ¿Cuántas veces solia pasar por esta zona? La última vez que había venido aquí había capturado a Sableye, y de eso ya había pasado bastante tiempo. Intentaría recorrer el mayor tramo posible.

Por supuesto, eso sí los Zubat no nos volvían locos antes. Al ritmo en el que bajaban en picado a molestarnos con sus dientecitos solo quedarían nuestros huesos en un par de días.

 

Drake Orestes

Esperaba no hubiera Crobat en la cueva, porque sin duda no les gustaría verme acabando con sus crías.

Si las cuevas se tuvieran que llamar según el Pokémon predominante de la zona, casi todas las cuevas tendrían por nombre Cueva Zubat. Era una completa locura intentar moverse entre tantos cuerpecitos queriendo morderte al mismo tiempo.

—¡Lanzallamas!

Momentos desesperados exigen medidas desesperadas. Sólo esperaba no pagar por tantas bajas más adelante.

 

Drake Orestes

Seguí caminando por la zona con Hilo en mi hombro y Ark a mi costado. Los Zubat seguían yendo y viniendo a placer, molestandonos bastante. Ark los detenía cada cierto tiempo, pero eran demasiados. ¿Cuando se acabaría esto?

Un borrón paso a nuestro lado, y casi nos caemos del susto. De la nada una gran parte de los Zubat del lado izquierdo había desaparecido como por arte de magia. ¿Que había pasado?

Otro borrón. Menos Zubat. Una sombra pasó frente a nosotros, y para cuándo me di cuenta mi Chatot estaba en peligro.

Hiko chillo mientras unas fauces enormes intentaban romper sus huesos. Aquella enorme boca estaba unida a un cuerpo pequeño con una mirada adorable del otro lado. ¡Era un Mawile!

Al lanzar la pokeball mi intención había sido que Hiko pudiera escapar, pero cuando la pokeball se cerró atrapando a Mawile adentro decidí que las coincidencias no existian.

 

Drake Orestes

Aquella máquina de matar adorable había desaparecido la mayor parte de los Zubat de la zona en donde nos encontrábamos, y ya podíamos ver con mayor claridad.

¿Como era posible que algo tan pequeño pudiera tener semejante apetito? ¿Y que fuera tan sanguinaria hasta el punto de querer comerse a Hiko? Algo estaba claro, tendría que cuidarme las espaldas con este nuevo miembro del equipo.

Seguí recorriendo el interior de la cueva, buscando algo más que me sorprendiera. Empezaba a aburrirme, la verdad.

 

Drake Orestes

Liberé por un momento a la pequeña Mawile para que se fuera acostumbrando al equipo. Parecía ser un poco más pequeña de lo normal, pero eso solo la hacía más ágil. Sus movimientos eran medidos cautelosamente y en cuestión de segundos, y era esta práctica lo que la hacía tan veloz a la hora de atacar.

La Mawile atacó a un par de Zubat más mientras caminabamos. La fauce gigante en su espalda era quien se tragaba todo, y no me interesaba saber si realmente algo de esa comida llegaba a Mawile como tal. Había cosas que era mejor no saber.

 

Drake Orestes

La visita a la cueva estaba terminando ya. Según tenía entendido, al fondo de estos pasajes estaba un lugar ya abandonado donde una criatura poderosa había vivido gran parte del tiempo. Esa cosa que había hecho tanto daño en el pasado había convertido ese lugar en su festin de víctimas. Aunque sabía que ya no se encontraba allí, no quería llegar tan lejos en mi visita a la cueva. Era mejor ir haciendo el camino de regreso.

 

Drake Orestes

En nuestra subida de regreso, un pequeño Gastly intento asustarnos. La única respuesta por parte de Mawile fue dar un profundo salto y cerrar sus fauces a su alrededor.

Ido. Había desaparecido por completo. Llegué a pensar de que Mawile se lo había comido, hasta que unos poros de gas se unieron a otros y el Gastly volvió a formarse, aparentemente ofendido. La respuesta de Mawile fue volver a morderlo.

Y de nuevo. Y de nuevo. Esto iba para largo.

 

Drake Orestes

De nuevo, y de nuevo.

Gastly ya ni se esforzaba en molestarse. Sólo miraba a Mawile con una ceja levantada, esperando a que Mawile se cansara.

Cinco minutos. Diez. Quince. Mawile parecía estar intentando con aún más ganas.

Luego de media hora, Gastly me miró. No había ni un signo de burla en su expresión. Su cara era completamente seria mientras se difuminaba al ser mordido por Mawile y volver a formarse.

Hizo un gesto. Asentí y guarde a Mawile en su pokeball, con lo que el fantasma asintio en respuesta y desapareció definitivamente. Ese Mawile era en realidad perseverante.

 

Drake Orestes

Conseguimos avanzar después de la perdida de tiempo que había generado el intento de ingestión fantasmal de nuestro recién compañero. Mawile seguía algo molesta por la intromisión, como si nos estuviera recriminado que había estado a punto de comerse a ese Gastly. Decidí no hacerle mucho caso.

Mire a mi alrededor, mi mente imaginando encontrar algún tesoro o objeto oculto mientras volvíamos a la entrada. Realmente no podía esperar a salir de aquella cueva, que ya estába empezando a generar un poco de claustrofobia.

 

Drake Orestes

Ya en la entrada de la cueva, pude ver una gran mole cortándolos el paso. ¡Era un Onix!

La batalla fue legendaria...en realidad no. Mawile intento morder al Onix, falló y Onix lo pateó fuera. Sólo fue necesaria lanzar una pokeball para acabar con aquel áltercado, y Onix era mío. Había hecho una mejor historia en mi mente pero los dados eran muy malvados y ya tenía sueño.

Espera...que?