--Pues por ahi esta la ciudad, y aparte en el desierto hay pokes tipo volador--Le dije sonriendo mientras veia la entrada a la pradera, saque a lucario y este rompio la roca--Vamos--
Contenido oculto (Ya arreglé el asunto con GL, pero antes voy a capturar un Psyduck :p) El mismo Psyduck que hace unos momentos nos había evitado volvió a cruzarse con nosotros. Mi intención inicial fue ignorarlo, pero se me ocurrió que podía ser de ayuda para cruzar las rutas de agua, ya que ninguno de los de mi equipo tenía las capacidades para aprender la MO Surf. Fue así como le prometí que, si se dejaba capturar, le daría todos los onigiris que deseara. Psyduck aceptó gustoso. Dejé dos bolas de arroz en sus manos antes de hacerlo entrar en mi pokébola. El equipo tenía un nuevo miembro. Lampent y Servine mostraron su aprobación.
Una risa fría se alzó desde las sombras. Servine, Lampent y yo cruzamos miradas. Los tres pensábamos lo mismo: no se trataba de un pokémon, sino de un ser humano. Alguien que al parecer llevaba días esperando nuestro paso por la caverna. Nos adelantamos para averiguar de quién se trataba y qué intenciones escondía.
Nos encontramos de frente que un sujeto de pintas bastante peculiares: chaqueta de cuero y pantalones que hacían juego con el resto de la indumentaria; peinado extravagante, sonrisa burlona, de dientes que parecían estar afilados. Se hubiera visto como un hombre temible de no ser por los anteojos de sol que cubrían sus ojos, totalmente innecesarios en esa caverna oscura. Levantó una mano hacia nosotros, enseñando una pokébola. Nos dijo que debíamos vencerlo para llegar al otro lado de la caverna. Sonreí, divertido ante el desafío. Creo que con Servine y Lampent alcanzaría para vencerlo.
Aquel maleante no era un entrenador para destacar. Servine y Lampent derrotaron a sus pokémon sin problemas. Al huir, el sujeto dejó caer algunas barras de chocolate, probablemente robadas a otros exploradores. Con ellas festejamos el pequeño triunfo.
Después de estar un rato esquivando los fantasmas de la Caverna Témpera, fue posible divisar un pequeño punto luminoso entre las rocas más distantes. Aquella debía ser la salida.
Sin embargo, ese pequeño punto de luz no se agrandaba conforme avanzábamos. Al llegar, comprobamos que la salida estaba bloqueada por unas rocas, y que el sol se colaba por una insignificante rendija.
No significó problema alguno. Saqué a Meditite de su pokébola y, con un fuerte Golpe Roca, el pokémon de la meditación despejó el camino. Por fin habíamos llegado a la Pradera Arte.
—Oh, no... ¿dónde me metí ahora?—Exclamé al ver que estaba en una horrorosa cueva oscura—. ¿Staravia? ¿Grovy? ¿Azu? ¿Estan aquí? Los pokémon me respondieron. Suspiré aliviada, por lo menos no estaba sola allí.
Comencé a caminar, probando el terreno con mis pies antes de pisar. No quería tropezarme con nada, todo estaba muy oscuro. La cueva daba un poco de miedo, pero supuse que no había nada que temer allí adentro... Había olor a humedad, y sentía que algo me observaba. Un escalofrío me recorrió el cuerpo...
—¡Ah! ¡¿Qué es eso?!—Exclamé asustada. Miré bien y vi a un Misdreavus delante mio, mirándome con sorna—. Ah, eres un pokémon—suspiré aliviada. Mmm... ¿por qué no atraparlo? No tenía ningún tipo de pokémon efectivo contra él, pero podía intentarlo. Luego de una feroz batalla, pude ganarle y atraparlo. Costó mucho, pero lo logré.
Me preguntaba dónde estaría la salida y si faltaba mucho. La cueva me daba escalofríos, y sabía que algo me estaba acechando.