—Un Misdreavus, excelente Un travieso Misdreavus se cruzó en mi camino, le tiré una ball y lo capturé, tras esto salí de la cueva
Servine y yo mirábamos el caer de la lluvia desde la entrada de la Caverna, la cual nos supuso un refugio muy oportuno al ser parte del camino que debíamos recorrer para llegar a la Torre Dorada. Mi pokémon inicial todavía tenía el vaso con chocolate en sus manos; se había enfriado, pero no impidió que continuase disfrutando de su sabor. En tanto, yo me encontraba tan sumido en mis pensamientos, que aún tenía el paraguas abierto a pesar de que el techo rocoso impedía que el agua se derramara sobre nuestros cuerpos... Pensaba en todos los entrenadores que había conocido hasta el momento; más que nada, en aquellos que tenían un pokémon legendario en su equipo. Mi mente se centraba de forma particular en Effy también: por alguna razón, sentía que no podía quedarme tranquilo hasta derrotarla en una batalla, como si se tratase de una rival de toda la vida. Rival en el buen sentido, porque me caía bien. Pero derrotarla sería como un momento bisagra en mi carrera para ser el mejor maestro pokémon... Para superar a Ian. Todos ellos avanzaban a un ritmo trepidante, me preocupaba no poder alcanzarlos, me... Sentí un golpecito sobre mi hombro. Era Servine, que me invitaba a beber lo que quedaba del chocolate que una vez estuvo caliente. Por su mirada pude deducir que había detectado la gravedad de mis pensamientos; me observaba con una expresión seria, pero que al mismo tiempo me animaba. —Nunca dejaremos de disparar, Servine —le dije, tomando el vaso en mis manos. Nos sonreímos. Vacié los restos de chocolate.
Nos pusimos de acuerdo en que había que continuar avanzando. Nos levantamos de la roca sobre la que estábamos sentados y nos enfrentamos a la impenetrable oscuridad de la caverna. Desde la negrura surgían sonidos siniestros, se oían pasos ágiles que se nos acercaban para después alejarse... Risas... Había leído muchas historias de terror como para sentirme impresionado. Servine, en cambio, se mostraba algo nervioso. Pero al ver que yo me adentraba tranquilamente en la caverna, me siguió, contagiado por un poco de mi confianza.
Con el fin de evitar tropiezos o desagradables sorpresas, saqué a Lampent de su pokébola para que iluminara el camino con su llama.
Un Psyduck apareció bajo el resplandor de la llama de Lampent. Al vernos a Servine, al pokémon fantasma y a mí, se alejó rápidamente fingiendo una jaqueca. Parece ser que se asustó pero quiso retirarse con un mínimo de dignidad.
—Me pregunto quién ganará la final —dije en un momento, sobreponiendo mi voz a las risas malévolas que se escuchaban muy cerca—. A Effy ya me enfrenté dos veces para darme cuenta de su fuerza. Dante sacó sus mejores cartas en el torneo... Será un encuentro muy parejo ¿Ustedes pueden deducir quién se llevará la Medalla Témpera? Servine y Lampent se encogieron de hombros.
Una pequeña figura pasó corriendo junto a nosotros. Lampent alcanzó a iluminarla, para que pudieramos ver que se trataba de un Roggenrola. Servine se estaba poniendo cada vez más nervioso, por lo que acaricié su cabeza para tranquilizarlo.
Saqué a todos mis pokémon de su pokébola, para repartir onigiris que guardaba en mi mochila. En eso se nos acercó un Zubat con actitud amenazante. Scraggy, por pelear, le lanzó su bola de arroz, la cual fue a parar a la boca del pokémon volador. Éste hizo un sonido que interpreté como de gusto, y desapareció en las sombras. A Scraggy le di otro onigiri, pues tengo la costumbre de llevar comida de más, por si se producen pequeños percances como el de recién.
Con el estómago satisfecho, todos volvieron a sus pokébolas, a excepción de Lampent y Servine. Seguimos atravesando la caverna, con sus sonidos inquietantes.
Una pequeña criatura pasó corriendo entre mis piernas. Se trataba de otro Rogenrolla, que desapareció en las sombras.
Súbitamente, sentí una presencia junto a mi oreja derecha. No pude ver de qué se trataba, pues Lampent estaba lejos y las oscuridad era tan densa que me impedía ver más allá de mi nariz. Mi pokémon fantasma, a una llamada mía, se acercó rápidamente para llenar de luz a la misteriosa presencia. En espeluznante ojo de un Duskull no miró con fijeza. Yo me asusté y retrocedí unos cuántos pasos, en tanto que Servine, dando un grito, se fue corriendo a hacia un punto incierto, muerto de miedo. —¡Servine! —exclamé, yendo detrás de él. Si se perdía dentro la cueva, sería un problema importante. El único que no se asustó fue Lampent, que se quedó conversando amigablemente con aquel Duskull.
(@Yellow green forest ) Entramos a la caverna junto a mitsuki --Oye mitsuki que hacias cuando estaba dormido--Le pregunte mientras ninetales corria--
—Pues, estaba viendo la gran batalla final del torneo, entre effy y dante...pero después me aburrí, empece a caminar, te encontré y....pues...ya sabes el resto—le respondí sonriendo.