—Stop sulking, girl —resopló Yuta, rascándose el cabello junto a la coleta; era raro oírlo hablar en inglés a voluntad—. No hay nada que puedas hacer. —Pero- —Tú se los dejas, y si acaba internada con una gastroenteritis o algo así, la semana que viene le preparas otros. ¿Ves qué fácil? —¿Por qué comería otra cosa que le deje si la primera la enfermó? —me quejé, molesta, y él se encogió de hombros. —¿Para no ofenderte? A veces la gente hace cosas tontas por motivos tontos. —¿Por eso no paras de decir tonterías? —Oye, dije una sola. —Dos. —¡Una! Nuestra dinámica se había reparado un poco de la noche a la mañana, y yo nunca lo cuestioné. Yuta era así, tendía a responder a impulsos y, cuando el enfado se le pasaba, volvía como si nada. Si acaso yo me había salvado de sus rabietas casi sin excepción hasta la fecha, suponía que había una primera vez para todo. Me daba demasiada pereza buscar algún tipo de respuesta, así que lo acepté y retomamos la rutina usual. Yo sacándolo de la cama por las mañanas, él lanzándome gotitas de agua a la cara, matando el tiempo en un rincón cualquiera de la Academia y echándose siestas a mi lado cada que podía. Era un poco desesperante, pero lo prefería al silencio. Ni noqueado me permitía obviar su presencia con los ronquidos que entonaba. Así, había conseguido relajarme. En cuanto tocó la campana, me dirigí a la puerta de la 3-1 y él meneó la cabeza tras recibir mis ojos, pues ya sabía qué me preocupaba. Llevaba haciéndolo toda la semana. Bajé la caja que sostenía entre mis manos y me vacié el pecho, decepcionada. Se reunió conmigo en el pasillo y me sugirió que le dejara el obsequio en su casillero y ya, que el lunes (y cito, "con suerte") lo encontraría. Quizá debiera regresarlo a casa y seguir probando suerte la semana que viene, pero una parte de mí... No estaba segura, sólo sabía que esa condenada cajita llevaba toda la semana mirándome desde la repisa de mi habitación y quería entregarla. Yuta, por otro lado, sólo debía tener ganas de archivar el tema. —¿No es mucho ausentarse toda la semana? —murmuré, preocupada, empezando a recorrer la hilera de casilleros atenta a los nombres—. Aún si se hubiese enfermado, si fuese un resfrío o algo normal, ¿le tomaría tanto recuperarse...? —Capaz la gastroenteritis ya le agarró. O le dio una infección de oído, de tanto que hablaste de ella. Lo ignoré, pues había dado finalmente con la taquilla de Laila, y la abrí con movimientos precavidos. Se sentía... un poco invasivo husmear en el casillero de alguien más. Deposité mi obsequio con cuidado, sobre sus zapatos de interior, y suspiré bajito mientras lo cerraba. Fue al voltear hacia Yuta que mi semblante se deformó. —¡Yuta! ¿Qué haces? —Inspección. Estaba abriendo taquillas a diestra y siniestra, sin ninguna clase de orden o patrón concreto. Me apresuré encima suyo, pero al llegar a su lado no supe bien cómo detenerlo y empecé a mirar en todas direcciones, con pánico de que alguien nos pillara. ¡Dios, este chico! —Qué aburrido, a nadie le- Ah, galletas. —Recién entonces leyó el nombre en la etiqueta y una sonrisa revoloteó en sus labios—. ¿Oh...? Míralo a Yaboku. A ver... ¿El lobito? Nada. ¡Fujiwara! ¡Tenemos un ganador! ¿Qué es esto? ¿Una pluma? —¡Yuta, basta! —¡Más ganadores! Ikari... Ikari Rowan... ¿De qué barrio era? Mira qué lindos bombones, con dedicatoria y todo. Tora, Tora, Tora... Torahiko, aquí. Nada. Se quedó de brazos cruzados, repentinamente pensativo, y yo lo miré con la intensidad suficiente para perforarle la cara. De un momento al otro frunció el ceño y casi me llevó puesta al regresar sobre sus pasos. —Espera un momento. —Abrió su propio taquilla y sonrió, victorioso—. Ah, más le valía. Bueno, dejando el episodio de... inspección a un lado, si se quedaba en su casillero podía relajarme. Me acerqué y husmeé sobre su hombro, curiosa. Había no sólo unas galletas, sino también una bolsa de bombones, y alcé mis cejas todo lo que los músculos me lo permitieron. La primera era igual a la de Sugawara, ¿cierto? —¿Por qué te están haciendo regalos con esos modales, Yu? —Cierra la boca, ¿no ves que claramente soy un encanto? Me agitó una de las dedicatorias en la cara, haciéndome arrugar la nariz, y entonces la leí, volviendo a sorprenderme. Los dos nos sorprendimos, en verdad. —¿Meyer-san? —murmuré. —¿Se habrá muerto y vino a dejarlos su fantasma? Le dejé ir un coscorrón y sentí un chispazo de ilusión. Mientras Yuta se quejaba y se sobaba la zona, correteé hasta mi casillero y lo abrí sin dudarlo. Allí estaba, una bolsa de bombones igualita a la de Yuta. Sonreí de oreja a oreja, los tomé y me lancé a leer el papelito. ¿Intermitente con la escuela...? Se enlazaba a su ausencia, claro, pero ¿estaría bien? ¿Le habría ocurrido algo grave? La preocupación acabó pisada por la alegría, de todos modos, y me volteé hacia el chico, mostrándole el obsequio. —¡Mira, Yu! La tristeza de ser humano ya se estaba zampando los bombones mientras caminaba en mi dirección. Repasó mi semblante y sonrió más relajado, apoyando una mano en mi cabeza. Su caricia fue hosca, se me aflojó una risilla y acerqué la bolsa a mi pecho, cerrando los ojos un instante. Era... Era el primer regalo que me hacían aquí, en el Sakura, y en general desde que vivía en Japón. Me hacía feliz. —Yu, ¿podrías cerrar la boca al comer? Me arruinas el momento. —Te quejas mucho, ¿lo sabías? —Y me estropeas la coleta. Rodó los ojos, quitándome la mano de encima, y echó su peso contra la línea de taquillas. Se lanzó a la boca el último bombón. —Ahora hablando en serio, probablemente una amiga suya o algo así haya hecho la repartija por ella. —Sí, supongo... —divagué, volviendo a pensar en el contenido de la dedicatoria ahora que la alegría inicial se evaporaba, y lo miré—. A todo esto, ¿de quién eran las galletas? —Ah, eh... Una tía del proyecto. —¿"Una tía del proyecto"? —cuestioné, enarcando una ceja. —Sí, de nombre raro. —Me puso la tarjeta en la cara y apenas llegué a encontrarlo escrito antes de que la quitara—. Nos regaló a Yaboku y a mí, imagina el desperdicio de chips de chocolate. Suspiré, resignada, y lo dejé estar. Este chico no tenía remedio. Regresé la vista a mis bombones, los apreté un poco más entre mis manos y cerré mi taquilla. Volví a la de Laila y recuperé el obsequio que le había dejado. No, no tenía sentido. Prefería prepararle algo fresco para la semana que viene, cuando regresara a la escuela y pudiera disfrutarlo de verdad. Esto... no se suponía que obedeciera a mis nervios o al impulso de quitármelo de encima. Debía ser paciente y aguardar al momento indicado. Al fin y al cabo, hacía esto por ella, no por mí. —Vamos, Yu. Yuta siguió mis movimientos, no dijo nada y sonrió, empezando a caminar a mi lado. Contenido oculto la entrega bait Ya que la tengo, for the funsies dejo la lista de casilleros que abrió Yuta JAJAJA: Fiorella Bianchi Zeldryck Kasun Enzo Lombardi Adara Makris Haru Sugawara Kou Shinomiya Kakeru Fujiwara Rowan Ikari Torahiko Sakai Eun-Bi Hwang Katrina Akaisa Kenneth Thornton