Lo poco que me importaba el desconcierto que había en la mirada de este chico a pesar de sus respuestas cordiales casi era digno de ser documentado, incluso si el que se iba a infartar al verme aquí no estaba presente, al menos estaba respondiendo mi curiosidad. No hacía falta que se lo dijera en voz alta a nadie, pero estaba jugando a las siete diferencias con cuatro almas y, como suponía, me estaba costando encontrarlas. El patrón era marcado pues los vicios eran difíciles de dejar. El chiquillo había fruncido el ceño en algún punto y mi sonrisa no se vio alterada por ello, tampoco mis comentarios. Cayden no era una mente maestra académica ni nada, al menos en lo que a mí me concernía pues recién este año habitaba la misma escuela que el idiota, pero eso no quitaba que en otros ámbitos fuese un poco más espabilado. El qué hacer y qué no y dónde lo manejaba con la fluidez de cualquier infractor de reglas, pero justamente para pasarse las reglas por donde no da el sol había que conocerlas, ¿o no? Tal vez alguien debería informárselo a este kohai tan bonito que sonreía al decir su nombre. ¿Y el otro con su attention whore complex? ¿Saltaría en una pierna o barrería el suelo moviendo la cosa al saber que su querido Hubert se ponía suavecito por él? Dios, era un circo completo. Cada pieza que caía empeoraba la complejidad del escenario y sus posibles consecuencias. Por otro lado, Mattsson parecía tener en el rostro los mismos ojos que su dichoso senpai, eso había que reconocerlo. Ya no me refería a lo repentino de mi aparición y la incomodidad que pudiera generar, era la manera en que parecía intentar ir uniendo piezas debido a mi insistencia en desgastarle el nombre al otro. ¿No se había detenido a pensar hasta este momento por qué lo habían apartado de mi vista? Pues ahora le quedaba de tarea imaginar las posibilidades. La conversación de las niñas había seguido discurriendo en paralelo, pero creí notar que Shiori miraba a Hubert un instante luego de que me respondiera lo de que eran buenos amigos. Creía que por Takemori evitó mirarme, para no perder la cordialidad y la paciencia de su carácter, pero debía estarle tocando los ovarios a ella también, ¿verdad? A fin de cuentas era la que me había encajado una bofetada por Usui, seguro sentía que el resto tenía el derecho de abofetearme por lo mismo. —¡Claro! —apañó respecto a la sugerencia de su compañera de curso y entró en modo Kaoru, con la máscara bien puesta—. Puede ser el día que gustes, puedo traer comida para compartir también. Ah, yo soy de la 2-2. Mientras tanto yo arrojé el primer remedo de corte, la primera disonancia, y dejé que la frase respecto a la ineptitud para hacer amigos hiciera lo que tuviera que hacer. Era verdad y mentira en cierto porcentaje, el carácter de la mariposa era cambiante, podía mostrarse afable y dulce con algunas almas, pero al resto del mundo lo mandaba a tomar por culo. Era egocéntrico, caprichoso y manipulador. No creo tener algo que me haga especial. La necedad también era un pecado. Procuro ser amable y ofrecer a los demás un pequeño espacio donde sentirse en paz. Y justo allí se encontraban todas sus respuestas. El comentario me ensanchó la sonrisa, no respondí de inmediato y en su lugar lo dejé terminar de hablar, a la vez pesqué cuestiones en el aire. Desde que le recortaba el nombre al pelirrojo algo que hizo desde la primera vez que lo mencionó hasta lo de la biblioteca, así como sus ademanes formales para un chico de diecisiete años. De manera sutil repasé sus facciones, confirmando que el niño era un gusto a la vista, y me hizo gracia que ninguna de las siluetas que estaba comparando mentalmente tuviera similitud física, por lo que la respuesta seguía siendo de corte más emocional, para sorpresa de absolutamente nadie. —¿Un sitio que sea mi favorito? —Kurosawa empezó a contestarle a la chica y aunque no lo dejó ver, supuse que le costó encontrar una respuesta—. Le guardo mucho cariño a la cocina del club de cocina, valga la redundancia. El patio norte me parece precioso también y la piscina es agradable, sobre todo ahora en verano. ¿Siempre has vivido en Bunkyō? —¿Te sabes lo de que la belleza se encuentra en los ojos del espectador? Una frase común en espacios artísticos, aunque usada un poco a diestra y siniestra. Dejando de lado lo cliché, tiene cierta utilidad en tanto no sea un recurso autocompasivo —comencé hablando en un tono más bajo, un poco más privado, y no le di tiempo de contestarme la pregunta en verdad—. Los ojos que te miran son los que pueden responder qué es lo que te hace especial y a veces la opinión de los espectadores confluye. En la respuesta que me diste sobre tu amabilidad está el posible contraargumento de lo primero que me respondiste. Observa las reacciones de tus espectadores ante tus gestos de amabilidad y allí encontrarás un diminuto reflejo de lo que te hace especial, una pequeña respuesta a preguntas no formuladas, tal vez. Y al por qué fuiste apartado de mi presencia. >>Sobre los lugares... Me gusta la azotea y la sala de arte, el resto me son un poco indiferentes si debo serte honesta. La biblioteca tiene una buena selección, pero no me quita el sueño pasar el tiempo allí —respondí entonces, manteniendo el asunto bastante family friendly—. Así que esa es la respuesta finalmente también, supongo. Los lugares bonitos son aquellos nos gustan y ya, en este caso los lugares que le gustan a la persona que te lleva a ellos. A veces tienen el lugar mental de un santuario.
Dentro del edificio estaba fresco y recién allí fui consciente del calor que había sentido a pesar de la hora, pues los rayos de sol eran intensos a pesar de todo. Hice el camino hacia los casilleros de tercero sin prisa y antes de cualquier cosa, porque a veces se me olvidaba lo que no hacía de inmediato, fui a cambiarme los zapatos. De paso aproveché la taquilla abierta para usarla de apoyo para escribir luego de haber sacado el mismo bolígrafo rosado con que había firmado la tontería. Fuera del sobre blanco cerrado, escribí con cuidado “Podía dártelo directamente, pero así tiene más efecto dramático” y luego de pensarlo algunos segundos, le dibujé una flor, otro remedo de margarita como el que había dibujado en su cuaderno. Apenas terminé cerré el casillero y me puse a buscar el de Kakeru, donde dejé caer el sobre como si la cosa siquiera fuese conmigo. Me fui satisfecha por un trabajo bien hecho y en el trayecto para dejar la fila de casilleros, vi a Mason en la taquilla de Sasha. ¡No fue mi intención! Pero él también estaba escribiendo algo, aunque en un post-it verde, y lo pegó en uno de los laterales del casillero. No pude ver qué decía, pero sí que además dejó un bombón solitario envuelto en papel a la vista de la chica. Estaba terminando cuando mapeó el espacio y, que me llamaran loca, pero creí que lo hizo esperando que nadie lo hubiese visto y con algo de fastidio en los gestos. La emoción fue relativamente sutil, pero se confirmó cuando al verme relajo las facciones y me dedicó una sonrisa algo avergonzada. —¡Tú haz como que no viste nada! —advirtió de inmediato. —Prometido —dije junto a una risa. Lo revisé con la vista de forma que me di cuenta que se había cambiado los zapatos, así que le ofrecí subir juntos. En el camino evité referirme a Northwood o al pasado en general, me limité a hablar del clima y él fue contándome sobre una vecina suya que había adoptado un cachorro y no sé qué. Era extraño, pero seguía siendo el David que recordaba entre los troncos de los árboles y las llamas de la fogata; era tranquilo y amable… y a la vez parecía distante, eso era lo único que había cambiado desde entonces. Contenido oculto Gigi Blanche sé que andas por otros lares, pero for the record nomás uvu Lo que Ilana le dejó a Kakeru fue esto Y lo que Maze le dejó a Sasha (no lo describí porque el pov era de Ila) fue un post-it verde que dice "I didn't forget. Here you have a preview!! Love u" y en su casillero quedó un bombón envuelto en papel rojo
—¡Abre la boca! Ko apenas volteó el rostro y frunció el ceño, extrañado. Se mantuvo en mis ojos, probablemente intentando descifrar mis intenciones, luego bajó la vista por el resto de mi cuerpo y entonces se rindió, girando el cuerpo por completo. Le dio la espalda a su casillero abierto, a la zapatilla que le faltaba ponerse, y obedeció. Sonreí, muy contenta, y desenredé las manos que había mantenido ocultas para poner en su boca un chupetín de ananá. O de piña, según el resto del mundo, ¡pero en Argentina era ananá y ananá sería siempre! Además, ananá sonaba más simpático, ¿a que sí? Ko lo giró, tomándolo del palito, y tras saborearlo un par de segundos sonrió. —¿Regalo de White Week? —arriesgó, tras quitar el dulce de su boca. —Por supuesto, mi querido mini Ishi, es el mejor chupetín que encontrarás en todo Japón. Soltó una risa floja y siguió girando el palillo entre sus dedos, de forma distraída. —¿Son de los que tiñen la lengua? —inquirió, analizando el profundo color azulino del caramelo endurecido. —Por supuesto, mi querido mini Ishi. Chupetín que no te deja la boca de colores, ¿se puede llamar chupetín? —Ah, gran pregunta. —Lo lanzó a un costado, dentro de su boca, y retomó su labor con el calzado—. Gracias, An-chan, pero ¿estuviste estudiando? —¡¿Cómo conecta una cosa con la otra?! —me quejé, visiblemente indignada, y crucé los brazos—. ¿No puedes agradecer y ya? ¿No ves que hice tooodo el camino hasta aquí para darte el regalo que elegí con muchíiisimo cuidado? —Un gran desvío y una enorme decisión, veo, sí. —Una sonrisa danzó en sus labios, cerró su casillero y volvió a recoger la paleta, girándose hacia mí—. ¿Lo tomo como un no? —Soy una señorita muy ocupada, Ishi... y las partes son algo complicadas. La dignidad me tambaleó y mi confesión acabó tintándose de verguenza. Ko había tenido la idea de enseñarme una canción y se había ocupado de imprimirla y todo, pero me estaba costando más de la cuenta. Cuando busqué sus ojos noté que él me miraba con una pequeña sonrisa que pretendía conciliar, pero que a mí me agravó la mezcla de culpa y enfurruñamiento que ya sentía. Parte de mi reacción también venía de la procrastinación. Había intentado estudiarla, sí, ¿me había roto el lomo? Pues no. Ver series había ganado la pulseada una y otra vez mientras la guitarra se me reía desde un rincón en mi habitación. Por eso la había traído ayer a la escuela, ya había comprobado que estudiar sola me costaba un huevo. Era inconstante y me faltaba disciplina. —Las repasamos juntos, entonces —resolvió él sin dificultad—, y si para fines de la semana hay una clara mejoría te compro algo por la White Week, ¿qué dices? —¡Eso es chantaje, mini Ishi! —Prefiero llamarle incentivo —definió, muy convencido, y amagó a darme un golpecito en la nariz con el chupetín—. Y lo importante es que funcione. —¿De por sí no tendrías que regalarme algo a cambio de esto? —Ah, ¿entonces me lo diste con segundas intenciones? —¡Nunca dije eso! Su risa se replicó por el espacio con clara diversión, y en el sonido hubo algo que disolvió mi molestia. Últimamente me sentía un poco más cercana a Kohaku y eso me alegraba. Compartir el club, tocar la guitarra y estudiar juntos se asemejaban a puentes que me permitían acercarme a él. No diría que había un motivo concreto, sólo... no quería que nada cambiara demasiado. Quería que mis amigos siguieran siendo mis amigos, que nada estropeara eso, como... lo que sea que pasara entre él y Emi, o mi situación actual con Kakeru. —Hablando de chantaje emocional —retomé, sin ninguna clase de sentido—, ayer te vi en el patio con Sugawara. Estaban sentados muy pegaditos, ¿eh~? Su risilla fue mezcla de picardía y diversión, y como si lo hubiese parido supe que se echaría encima la sonrisa de niño bueno. —¿Lo estábamos? —Cien por ciento. —Bueno, fue su cumpleaños, así que quise pasar el receso juntos. —¿Y qué le regalaste? —Lo miré fijamente—. Sí le regalaste algo, ¿verdad? —¡Claro! No soy un monstruo. Unos chocolates, una canción, y... —Sonrió, ya sin ocultar sus intenciones—. Estás pequeñita para saber el resto. —¡Pequeña mis polainas! ¿Hicieron cochinadas? —Anna —se quejó, riéndose, y yo aproveché el espacio para seguir. —¿Fueron a su casa? ¿Cuántas veces lo hicieron? No, espera, ¿no tendrían que haber llegado juntos? ¿Hicieron cucharita? —Miré en todas direcciones y regresé a él—. Siempre tuve una duda, mini Ishi, ¿eres top o bottom? —¡Muy bien! Demasiada azúcar por hoy —sentenció, tapándome la boca con la mano libre—. ¿Y tu White Week cómo viene? Empecé a hablar, pero lógicamente no se entendió una mierda hasta que Ko se movió. —¡Diez puntos! —repetí, olvidándome de mi curiosidad previa—. Ayer Emi me regaló unos bombones de helado super ricos. Quiero regalarle algo también, obvio, sólo que todavía no sé bien qué. Ella se esmera tanto cocinando y preparando cosas para los demás que quiero... quiero estar a la altura, digamos. Mencionar a Emi me hizo preguntarme si acaso planearía obsequiarle algo a Kohaku también. Era lo más probable, y no era lo que me preocupaba exactamente, sino en realidad... —¿Y tú? —cuestioné, él elevó las cejas—. ¿Tienes algún regalo en mente? El silencio inicial me repiqueteó en el cuerpo y tuve que contenerme de escupirle el regaño de turno encima. Me lo querría comer entre dos panes, y no de buena manera, si Emi le regalaba algo y el gran imbécil se quedaba de brazos cruzados; pero, al mismo tiempo, ¿no tenía razón? ¿Era correcto esperar algo a cambio de lo que supuestamente hacíamos de forma desinteresada? A mí me movía una marcada sensación de retribución y lealtad, pero Ko... ¿Cómo era este asunto a sus ojos? ¿Puede que le significara una molestia, más que un evento bonito? —Algo así, supongo —resolvió finalmente, y su mirada se desvió a nuestro costado. La seguí por mera inercia y topé con Kakeru, quien, al parecer, no nos había visto. Estaba varios metros más allá, abriendo su casillero. Habría regresado a Kohaku de no ser porque advertí que recogía un sobre blanco y una sensación extraña me tensó el pecho. Lo miró con atención, le dio la vuelta, y la sonrisa que asomó en sus labios fue... era... Parpadeé, me forcé a pasar saliva y tomé mucho aire. Kohaku me estaba viendo a mí. Exhalé de golpe e intenté sonreírle. —No pasa nada —murmuré; también me lo dije a mí misma—. Sólo me sorprendió, eso es todo. Probablemente sea... Creo que se hizo amigo de la albina de tu clase, Maxwell. Ko arrugó levemente el ceño y le echó otro vistazo a Kakeru, pero yo no me atreví; fue así, al menos, hasta que el semblante de mini Ishi frente a mí se descompuso. Fue breve y sutil, y al girar el rostro noté que Shinomiya pasaba caminando detrás de Kakeru. Éste también advirtió su presencia y se apresuró por cambiarse el calzado, cerrar su casillero y seguirlo, aún con el sobre blanco en la mano. Los vimos desaparecer por el pasillo y un silencio algo pesado se instauró entre Ko y yo. Quería que mis amigos siguieran siendo mis amigos, pero había momentos donde, de repente, todo se sentía tan... complicado. —¿Cuándo nos juntamos a estudiar, entonces? —retomé, tocando su hombro para empezar a caminar. Kohaku renovó su sonrisa sin complicaciones. —Cuando tú quieras, An-chan. Contenido oculto Me hizo gracia lo de Ilana porque ya tenía todo esto planeado de antemano, así que agregarle el sobre fue a nice touch JAJAJA