Los esfuerzos de Bea eran en apariencia pequeños, pero notorios y quería pensar que era algo que se había logrado entre varias personas, no solo por mí. Cuando se preocupaba por alguien no tartamudeaba, intentaba sonreír y estaba aquí en la hora pico de la mañana entregando regalos, eso hablaba de su carácter, el que existía debajo de esta maraña de miedo. Había que tenerle paciencia y así, lentamente, se veían los resultados. En fin, que cuando le pregunté me respondió y además de las películas con su madre, me mencionó un juego que había estado probando. El nombre no me sonó de nada en realidad, aunque me llamó la atención que dijera que podía gustarme así que supuse que era de alguno de los géneros que le habría mencionado antes. —No me suena. Si quieres me pueden enviar un tráiler o algo, para echarle un ojo. ¿Y qué pelis viste con tu mamá? ¿Te gustaron? —Un poco la bombardeé con las preguntas, pero creía que Bea podía darse cuenta de que no era con intención de abrumarla, sólo me gustaba conversar con ella—. ¿Yo? Ah, vi a mi hermano, ¿te hablé ya de mi hermano? No recuerdo, pero pues se independizó de casa a principios de año y lo veo un poco menos, pero nos juntamos el sábado por la tarde. Esa era la parte del fin de semana que podía contarle, por supuesto, el resto no era apto para niñas inocentes de quince años. La separación que trazaba era evidente para mí porque sabía que existía, para ella sólo había un Rowan y pretendía que fuese así tanto como fuese posible. El espacio escolar lo permitía y si algún día topaba con ella fuera, seguro sería en otro contexto neutro. Luego pregunté por la bolsa y no acabó de sorprenderme que su objetivo fuese Dunn, en vistas de que él le había hecho el obsequio de los stickers el otro día, aunque igual me hizo gracia porque era justo lo que había señalado Tora antes. Tampoco creía que fuese una gran tragedia, todos entendíamos de dónde provenía Bea y no planeábamos contagiarle la peste. Lo que me hizo más gracia, eso sí, fue la manera en que me miró, a la pobre poco le faltó para ponerme los ojos del Gato con Botas. No hacía falta la cara de cachorro mojado, la verdad, pero me dio algo de ternura y di un paso en su dirección para alcanzar a posar la mano en su cabeza. —Claro, sin problema. Seguíamos en mi casillero, así que me tomé unos segundos para ubicarme y seguí el orden de las taquillas. Le indiqué que me siguiera con un movimiento de mano y no tardamos mucho en detenernos frente a la del susodicho, estuve por abrirla por ella, pero no quería hacer todo el trabajo. Esperaba que el chico fuese ordenado, al menos, aunque quién sabe si ya habría llegado. De lo que sabía, solía ser peligrosamente puntual. Me habría hecho gracia saber lo que le estaba pasando por la cabeza ahora, puede que no fuese una locura esa lectura en vistas del receso del viernes, pero ahora no pretendí algo específico al mirarla. Fue una suerte de reflejo con el que di con información que bien podría ser un delirio o una simple asociación sin fundamento. Lo que hice después fue escucharla y negué con la cabeza para afirmar que no me había mencionado a su hermana, en cualquier caso, entendía que estuviera disfrutando el tiempo con ella. Luego me contó que ayer había salido con un amigo, la mención a Copito me hizo retroceder al encuentro con Gaspar en la azotea y todo ese asunto, pero no dije nada al respecto. —Suena a que sí fue más movido. Me alegra que la pasaras bien —convine junto a una risa. Ella tuvo la intención de buscar en su maletín, pero antes de que pudiera procesarlo en realidad noté a Kakeru acercándose y le sonreí cuando ya estaba detenido entre nosotras. Se me ocurrió preguntarle cómo estaba, pero todavía tenía las neuronas espesas y tardé en poner las palabras en orden, él nos saludó con un aire solemne y se giró en mi dirección. A ver, lo del invernadero esta semana había sido mi idea y aún así sentí que me pescó en frío, pero asumí que era más por el desastre reciente. Visto desde fuera no debía entenderse nada, aunque a mí no me costó una pizca leer el mensaje al recordar nuestra conversación, lo que me sorprendió un poco fue la margarita, pero de cierta manera amainó lo que me daba vueltas en el cuerpo como un alma en pena. No tenía idea de que había visto lo que había pasado, claro. Me pregunté si no sería más lógico que bajáramos juntos del salón, pero lo dejé con su teatro y supuse que cualquier duda que tuviera, podría aclararla más tarde. Esperaba sentirme mejor ya de paso. —Quien dice martes, dice lunes —afirmé junto a una risa baja—. Conoces tus flores, muy bien. Te esperaré. Estiré la mano, tomé la flor con delicadeza y le dediqué una sonrisa algo más amplia, puede que también un poco menos ensayada que las que le estaba entregando a Verónica. No tenía pinta de ir a detenerse más de lo necesario, así que lo despedí con un "Nos vemos" acompañado de un movimiento de mano y luego bajé la vista a la flor, dándole vueltas ligeras al tallo entre mis dedos. Me había quedado un poco absorta, la verdad, y el comentario de Vero que me hizo mirarla de nuevo también me obligó a notar de nuevo lo raro que parecía de fuera. Su movimiento de cejas fue sugerente y me dio algo de vergüenza de la nada, pues porque no quería que se hiciera ideas del aire si el chico y yo habíamos hablado una vez nada más. Lo que atiné a hacer fue asentir con un movimiento de cabeza a lo bonito de la margarita y luego de unos segundos de pensamiento, la acomodé en un bolsillo externo del maletín. —Me siento agasajada, vaya —dije usando la palabra pomposa por la gracia e incliné ligeramente la cabeza—. Acepto el obsequio, claro.
Si bien afirmé la posibilidad de que Dead Cells fuera un título de su agrado, no consideré que a lo mejor Rowan podría conocerlo de antemano. Era un roguelite, pero incluía elementos de metroidvania como Hollow Knight y Ori, juegos que mi senpai había dicho estar jugando la primera vez que almorzamos, y razón por la cual intuí que le gustaría el que le estaba refiriendo ahora. Por lo mismo, a mí se me hizo llamativo que no le sonara de ninguna parte. Pero era algo esperable, ¿tal vez?, el mundo de los videojuegos era muy vasto, sobre todo desde el apogeo de las compañías indies. Asentí a la idea de enviarle un tráiler, me parecía que era la mejor forma de acercarlo al juego, que lo había empezado principalmente porque me atrajo su apartado artístico. Iba explicarle un poco de qué se trataba, más las preguntas sobre las películas me llevó a dar un giro en la intención. P-pero eso no fue una contrariedad, ¡a-aclaro! —Cinema Paradiso y La leyenda de 1900 —respondí—. Películas italianas, del mismo director. Me gustaron, aunque tienen sus partes tristes y… bueno… yo soy muy sensible —admití lo obvio, avergonzada; pero era mejor decir eso, a contar que estuve buena parte con mis ojos vidriosos de tantas lágrimas— A mi madre le gustan mucho las películas, sobre todo el cine europeo; y le hace feliz que la acompañe de vez en cuando. Lo último lo dije con otra pequeña sonrisa, más suave, de la que no fui consciente. La quería mucho. Y me alegraba que también le hiciera feliz que tuviera amigos con los que hablar en la academia, pues ella sufrió tanto como yo mis problemas sociales. Eso sí, aún me costaba lidiar con su idea de invitar a Rowan y Jez a almorzar a casa. Estaba segura de que terminaría invitándolos a ver una película en el living, todos juntos. No sonaba mal, para nada… Sólo es que... necesitaba mentalizarme, ¿tal vez? Alcé la cabeza cuando, al hablarme de su fin de semana, mencionó a un hermano. Mi mirada fue más que nada de curiosidad. Escuché que se había independizado hace relativamente poco y que se habían juntado el sábado por la tarde. —¿La pasaron bien? —busqué saber, por seguir llevando adelante la charla; y movida por la curiosidad, ¿tal vez?, por saber cómo sería el hermano Rowan— Creo que yo tampoco te hablé de mis hermanos mayores. Walter y Daniel se llaman, viven con nosotras. ¿Tu... tu hermano... cómo se llama? Pasado es te intercambio volví a ser consciente de la bolsa en mis manos y de la dificultad en la que me había hallado antes de la cercanía de mis senpai… De la gente a nuestro alrededor… Los nervios quisieron arrebatarme parte de la tranquilidad que había encontrado, pero no había forma de que lograsen dominarme cuando tenía a Rowan conmigo. Igual no pude evitar que mi pedido de ayuda sonara casi a un ruego, pero el chico pronto me guio a lo largo de las taquillas hasta que finalmente nos detuvimos frente a la que llevaba el cartel que rezaba “Cayden Dunn”. Intercambié una mirada con mi senpai para darle las gracias en voz baja. Acto seguido saqué de la bolsa sus Pocky, los cuales… no venían con una nota escrita. Pegado en la parte frontal de la caja… estaba el dibujo de un girasol. Contenido oculto Era sencillo, con los trazos torpes e inseguros de una primeriza. P-pero pensaba que no se veía tan mal, ¿tal vez? S-se notaba que era la flor que le gustaba a Cayden. En el margen inferior había escrito “De Beatriz”, con el mismo lápiz que usé para dibujar. Acomodé la caja en el casillero, que cerré con cuidado, como si cualquier fuerza adicional fuese a despegarlo o romper los pocky. Para cuando me giré a mi senpai, volvía a estar ruborizada. —¿Va… vamos yendo? —pregunté, algo nerviosa, y lo que dije a continuación reveló el motivo de mi repentino estado— ¿Q-qué opinas, Ro-senpai? M-mi dibujo, ¿c-crees que está bien? Fue la primera vez que me senté a dibujar con seriedad, con un objetivo. El acto, sencillo en sí mismo, tenía una gran trascendencia para mí. Era mi incursión en el mundo del arte. La contestación que Ilana concedió a las palabras de Fuji; no hicieron sino incrementar mis niveles de curiosidad. Lo del martes y el lunes, así como la afirmación de que el muchachito conocía bien sus flores. Mi costado más chismoso vibró con insistencia, ante lo cual preferí guardarme para mí el par de preguntitas que habían alcanzado mi mente y que allí se quedaron, revoloteando como pajaritos. Me hizo bastante gracia que no hubiesen tenido reparo en hacer todo eso enfrente mío, que podía hacerme todo tipo de ideas que, al final, no resistí la tentación de expresar con mi movimiento de cejas. Admito que también sentí una sana envidia, porque esto también recordaba a la mañana que avisó a Jez del regalo que le había dejado en su casillero. Se retiró de la misma forma… Sin darme chance de dedicarle una sola palabra... Y eso que en esta ocasión lo noté más confiado, sin timidez. La margarita era divina. De por sí, a mí me encantaban las flores en general, y Copito de igual forma mostraba una predilección especial por ellas. Mi lady se había abstraído un poco mientras la hacía girar entre sus dedos, y no fue hasta mi comentario que pareció reconectar conmigo. Vaya, vaya. Me pareció que mi gesto sugerente le dio algo de vergüenza, y menos mal que no se ruborizó ni nada porque, si no, la que terminaría distraída sería yo. Acompañó la broma sobre mi respectivo obsequio, aceptándolo con una inclinación de cabeza que hizo mecer sutilmente algunas de sus hebras doradas. Sonreí. —En ese caso… —dije, metiendo la mano en el maletín. De allí saqué un folio transparente, que protegía un papel de buen gramaje. Dejé el maletin en suelo, asegurado entre mis tobillos, para así poder enseñar mejor el dibujo que había hecho, sosteniéndolo con ambas sobre mi pecho. Mi sonrisa se amplió. Contenido oculto Era un dibujo de un ciervo, su animal favorito. Caminando sobre un terreno de hierba, con una planta rebosando hojas detrás suyo, como acompañándolo. En su mayoría estaba retratado con grafitos, que usé para las sombras y darle una sensación de volumen y profundidad, aunque en algunas partes tracé líneas de tinta para realzar contornos. Me había costado bastante, hubo más de un bollo de papel que terminó en el cesto de basura. Mis dibujos solían ser más lineales, como minimalistas, pero aquí le metí más empeño de lo usual. —Un lindo ciervo para una dama de Northwood —dije, y bajé el dibujo para dejarlo al alcance de sus manos—. Lo dibujé para ti, durante el finde. Espero que te guste y te recuerde un poquito a tus bosques. Contenido oculto Qué nice que se me dieron las condiciones para presentar ambos dibujos en un mismo post *Pacha meme*
Me gustaban los videojuegos pero no estaba necesariamente pendiente de ellos, iba dándome cuenta de lo que me salía en redes sociales y si nunca me alcanzaba, pues ni modo. Cuando era más mocoso me metía un poco más en el asunto, pero el tiempo me hizo relegarlo y al reemplazar a mi hermano, pues más de lo mismo. Igual me gustaba cuando algún amigo o conocido me recomendaba algo nuevo, por eso pedí el tráiler. Como fuese, si Bea tuvo la intención de hablarme al respecto, le atravesé el caballo al preguntarle por las películas y aunque le presté atención, no me sonó de nada tampoco, lo que tenía sentido siendo que era cine italiano. De todas formas, me hizo gracia que mencionara que era muy sensible, porque no era difícil imaginar a Bea hecha un caos de emociones por una película. —Bueno, estamos en el mismo bote. No conozco las pelis que dices, pero me pasa con otras y hasta con la cutscene inicial del Ori que me dan mucho sentimiento y acabo lloriqueando —dije junto a una risa ligera. Me dio ternura la forma en que habló de su madre igual, pero eso lo dejé tal cual por temor a avergonzarla de más, sobre todo porque noté su sonrisa y me pareció más inconsciente. Igual pasamos a lo de mi hermano, así que ante su pregunta dije que sí con un movimiento de cabeza y como ella no me había contado de sus hermanos tampoco, le presté su debida atención. —Mi hermano se llama Brennan —concedí con sencillez—. ¿Qué edad tienen tus hermanos, Bea? La pregunta fue más por chismoso que por cualquier otra cosa, la hice antes de que nos pusiéramos a buscar la taquilla del cachorro irlandés. De cierta manera me alegraba haber dado con Bea, no dudaba que habría encontrado el coraje para moverse entre la gente y encontrar su objetivo, pero la tarea era menos tortuosa ahora. Acepté sus agradecimiento silencioso y esperé a que cumpliera su tarea. Una vez el casillero estuvo abierto noté que el chiquillo no había llegado todavía, pues los zapatos seguían allí, también noté algo de ropa un poco apelotada pero nada muy loco. Bea tenía espacio para dejar los Pocky y así lo hizo, pensé que era sólo eso, pero iba acompañado de un dibujo que pude identificar como un girasol. Asentí cuando me preguntó si íbamos yendo y eché un último vistazo al casillero antes de indicarle que empezáramos a caminar. Busqué a Tora con la vista, pero el cabrón sí se había ido a la mierda. —Está lindo, creo que va a gustarle. Mi comentario fue sincero, aunque sabía que había cosas que mejorar. Las líneas eran inconstantes, las llamadas líneas "peludas", pero eran el resultado de la duda. Dejar de hacer trazos de esa manera tomaba tiempo, simplemente, era parte del aprendizaje. —¿Te llevó varios intentos? Contenido oculto Puedes ir arratrándolos btw Acceder a recibir el regalo fue la mejor excusa para hacerme la tonta respecto a la escena que Kakeru y yo habíamos protagonizado tan de repente, así que pude hacerme la tonta con rapidez, aunque no fue el caso con lo demás. Recordé nuestra conversación al ver lo que sacó del maletín y no supe si sentirme contenta o extrañamente incómoda, el sentimiento final bailó entre ambos sin asentarse en ninguno. Observé el dibujo pues lo había sostenido con ambas manos y así pude detallarlo. Era muy bonito, elaborado y cuidado, quizás demasiado y me cuestioné si esta muchacha se tomaría el tiempo de hacer estas cosas si supiera los pensamientos que se me atravesaban de repente. Si supiera, también, la manera en que ciertas cuestiones se solapaban entre sí. Quizás yo no fuese tan buena persona como quería aparentar. ¿Era esta también mi mejor y mi peor versión? Pasara lo que pasara, sintiera lo que sintiera, la sonrisa me alcanzó el rostro y dejé el maletín en el suelo para estirar las manos hacia el dibujo cuando ella pretendió cedérmelo. Mi sonrisa se amplió, pensé en el pequeño escondite que Morgan me había mostrado y mis emociones se aclararon un poco más, la alegría adquirió algo más de nitidez. —Está precioso, Vero —dije con sinceridad con la vista puesta en el dibujo—. ¿No te tomó demasiado tiempo? Se ve super elaborado, no esperaba para nada que fuese así.
Dado que nos habíamos visto en muy pocas ocasiones, no se me cruzaba por la cabeza que Ilanita pudiese tener cierto tipo de pensamientos sobre mí. El día que nos encontramos en el pasillo de arriba y la invité a bailar, esta chica había aceptado de buena forma cada uno de mis excesos de confianzas y, además, habíamos tenido una linda fluidez sobre el escenario del salón de actos, moviéndonos como una misma ola en el océano. Atesoraba lo hermoso de aquel baile, así como el tonito tan misterioso e interesante de la charla que mantuvimos al son de nuestros pasos. Tan lejos estaba yo, de imaginar a la tercera persona involucrada entre nosotras. La sonrisa alcanzó sus labios al ver el ciervo sobre el papel, en que además me pareció notar un brillo de alegría cuando éste pasó a sus manos. Su sentimiento fue contagioso, pues mi propia sonrisa ya estaba entrecerrándome los ojos en el momento que me habló, diciendo lo preciosos que era. No perdió ocasión de remarcar lo elaborado de mi obra, ¡y mira…!, la comprendía con creces. Hasta yo estaba un poquitito sorprendida con el empeño que le había metido, pero creía saber la razón de eso. No era solamente un detalle desinteresado, con el que quizá estaba buscando afianzar una futura amistad. —Me ha tomado su tiempo sí, pero… ¿sabes qué, mi lady? —me incliné hacia ella, buscando sus ojos— Tu sonrisa hace que valga la pena cada segundito invertido en este ciervo. Le regresé espacio al recuperar mi posición, sin dejar de mirarla. Pasaron unos pocos segundos en los que sólo me quedé sonriéndole, hasta que terminé cerrando los ojos con algo de solemnidad, entrelazando mis dedos. Liberé un sutil y calmo suspiro. —Lo hice pensando en ti, pero… también en mí —confesé—. Cuando el otro día me mencionaste el pueblo en el que creciste, imaginé lo importante que debe ser para ti, como lo es para mí la ciudad donde fui forjando la persona que soy... Quedan los recuerdos, los anhelos, lugares y personas a las que extrañamos —abrí los ojos—. Quizá estoy mezclando todo, pero no importa —me reí bajito—. El punto es que… Quise darte algo que te hiciera sentir más cerquita de ese lugar que te vio crecer, y por eso tanto empeño.
Teniendo en cuenta que aunque sentía varias cosas como cualquier persona, no se me antojaban demasiado intensas o podía dejarlas en segundo plano con relativa facilidad nunca me había detenido a pensar si algo de eso me volvía hipócrita. La idea me alcanzó ahora, todavía con cable de electricidad de Shimizu enchufado en algún lugar del cerebro, y todo lo que eso implicaba y me pregunté si había otra manera de abordar el asunto o una forma correcta de proceder en realidad, pero no estaba segura. Reconocía las buenas intenciones de esta muchacha en sus ademanes, la fluidez con que había bailado conmigo, su relación con el gorrión y este dibujo, pero un elemento ajeno alteraba eso y ni siquiera era su culpa. Recordé que había pensado que ella sí tenía alas cuando vi la forma en que su cabello se extendía, como un abanico, y como sus colores recordaban al cielo. No sabía si todos estábamos en la misma área de peligro, no sabía nada en lo absoluto, pero quizás por primera vez creí escuchar el chirrido distante de las jaulas suspendidas sobre nuestras cabezas como trampas. Puede que fuese el miedo que me había estampado Shimizu en el cuerpo, pero... ¿No estábamos confiando demasiado en la buena fe del prójimo? La sonrisa de Vero la noté luego al echarle un vistazo a ella, le estaba entrecerrando los ojos y volví a cuestionarme mis propias emociones y las suyas a pesar de que mi alegría había adquirido algo de nitidez. Seguía revuelta con lo demás y una parte de mí quiso dar el intercambio por terminado para escaparme, salir por el agujero en la valla y sentarme en medio del trocito de bosque, sin más. No me gustaba esa sensación, ese anhelo por soledad, pues no era algo común en mí, pero no había mucho que hacer una vez lo reconocía. Su comentario de que mi sonrisa hacía que valiera cada segundo invertido me hizo reír por lo bajo al recibir su mirada, aunque no dije nada al respecto, no hacía falta. No fue que encontrara algo que decir tampoco, si debía ser sincera, lo que apoyaba la teoría de la hipocresía si veíamos cómo me había comportado con Morgan el viernes. El terreno donde ingresó después no me gustó demasiado, en general no me importaba ser sincera con esas cosas, pero ahora... Ahora no quería sumar emociones a las que ya sentía. La sonrisa se me desvaneció un poco, pero la reinicié apenas me di cuenta y me acuclillé para abrir el maletín y acomodar el dibujo entre uno de los cuadernos, para no dejarlo en el casillero donde seguro se me acabaría olvidando al irme a casa. —Es muy considerado de tu parte, gracias. Lo pondré en mi habitación, tal vez debería buscarle un marco —concedí desde abajo mientras acomodaba las cosas, lo del marco fue más bien un pensamiento en voz alta—. Me hará pensar en casa, sin duda. Era verdad y mentira a la vez, seguro me haría pensar en más cosas, pero volvíamos a la lógica inicial de que no hacía falta decirlo. No servía a ninguna función para nadie, ni para mi, así que era mejor dejarlo así. Por ello al erguirme seguía con la sonrisa en el rostro y continuaba siendo la misma persona que había mostrado ser hasta ahora. —¿Subimos juntas? —ofrecí sin detenerme a pensarlo mucho—. Con una parada técnica en la expendedora.