Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
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    Fruncí un poco el ceño al escuchar lo de ser políticamente correcta, no por molestia, fue solo que la idea sumó un par de puntos de confusión y me pregunté si mis ofertas, sugerencias o ideas podían pasar por eso con frecuencia. Me gustaba hablar con las personas e involucrarlas, en ese intento más bien lo correcto a veces se me resbalaba un poco y era un problema para los demás y para mí, pero no entraría en explicaciones que nadie pedía.

    Quizás lo natural fuese que las personas dudaran de las intenciones ajenas, la confiada e ingenua era yo y sabía que eso era un problema muy mío. De todas formas, la confirmación de Kakeru de que si Shinomiya no aceptaba no sería personal me tranquilizó un poco más, ni idea de por qué en realidad si tenía interiorizadas ciertas nociones respecto a que las acciones ajenas no eran siempre una reacción directa a uno o un problema personal. En todo caso, asentí cuando dijo que le preguntaría.

    —No le des tantas vueltas tampoco, bueno, hasta donde se pueda —dije antes de dar el tema por concluido—. Lo importante es que la pasemos bonito con el almuerzo.

    Dejó caer el brazo al costado del cuerpo y exhaló, pero renovó la sonrisa. La reflejé una vez más, saqué los brazos de detrás de la espalda y luego de acomodarme el asa del maletín en el brazo sostuve el bento de nuevo para que él pudiera cambiarse los zapatos. Se rio de mi broma y yo fingí una ofensa bastante importante, arrugué las facciones e incliné el cuerpo en su dirección.

    —¿Estás diciendo que no intimidaría a nadie, Kakeru? —apañé, acusadora, pero terminé soltando la risa y regresé a mi espacio—. ¡Me daría mucho miedo! Por eso te estoy liberando, ¿no ves? Si te quedas ahora tiene que ser por voluntad propia y si tienes que jurarlo frente a las autoridades, más te vale hacerlo, no puedes hacer que me vaya detenida con estas pintas. No sobreviviría cinco minutos en una celda.

    Con el cambio hecho le regresé el bento cuando extendió el brazo, luego empecé a caminar después de su invitación.

    —Me dejas una gran responsabilidad, no se vale. Seguro algún espacio exterior para aprovechar el clima, ¡pero a la sombra! Para que nadie le dé un golpe de calor ni nada raro.


    por acá cierro x2

    el chiste de tenerlo de rehén se volvió una realidad JAJAJAJ nos vemos uwu
     
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  2.  
    Amane

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    Entré a la academia frotándome el ojo derecho con el dorso del índice, sin haber podido hacer nada para disimular lo somnolienta que claramente me sentía. Era enteramente mi culpa, pues me la noche anterior me había quedado hasta tarde jugando a videojuegos y, claro, esa mañana me había despertado super cansada; para mi desgracia, pues, no podía quejarme demasiado al respecto. ¿Había sido una decisión sensata trasnochar un lunes? No, por supuesto que no. ¿Le importó mucho a la Riamu del pasado que ganó cinco partidas seguidas? Claramente tenía mejores cosas en las que pensar.

    Así que ahí estábamos, sufriendo las consecuencias de mis acciones.

    Bostecé al introducirme en la hilera de casilleros, sintiendo la imperiosa necesidad de zarandear la cabeza en cuanto terminé de hacerlo, en un claro intento de obligar a despertarme por completo de alguna manera. El gesto me sirvió durante un par de segundos, a decir verdad, porque una vez abrí mi casillero para hacer el cambio de zapatos... otra vez se me quisieron cerrar los ojos para dormirme ahí mismo.

    Iba a tener que tomarme un par de cafés antes de entrar a clase o algo, eh...
     
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    Gigi Blanche

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    Incluso con el calor, el cabello aún no se me terminaba de secar. Hundí la mano y lo sacudí mientras usaba la otra para abrir mi casillero, y sentí las gotitas microscópicas golpearme en la nuca. Suspiré, también, y me quedé un instante quieto antes de empezar a cambiarme el calzado. Estaba en eso cuando noté que alguien se detenía a mi lado y giré el rostro, irguiéndome; si debía ser honesto, la había identificado desde el aroma antes de verla. Era esa clase de chica con un perfume muy marcado, cosa que no terminaba de entender cómo lograban. ¿Sería el tipo de piel?

    —¿Lo quieres? —Pierce alzó una lata de café entre nosotros y, al buscar sus ojos, me sonrió—. A mí me dio calor y tú luces cansado.

    Precisamente esta mañana no me quedaban muchas ganas de echarla. Acepté la bebida, aunque la calidez que emanó contra mis dedos fue poco placentera y me arrugó el ceño. Lo cierto era que llevaba razón: estaba cansado.

    —¿Quién se compra un café caliente con este calor? —critiqué, acercándome la boca de la lata a la nariz.

    —Venía pensando en otras cosas y me traicionó el piloto automático —argumentó, en un tono liviano que no reflejaba molestia ni por la situación ni por mi comentario—. Intenté beberlo de puro orgullo, pero hay peores cosas en la vida que admitir una derrota, ¿verdad?

    Y que me lo dijeran a mí. Una sonrisa ladina surcó mis labios y le di un sorbo a la bebida; estaba más tibio que caliente, la verdad, aunque seguía sin colaborar a la temperatura matutina. De por sí pillaba calor con facilidad y ayer... bueno, ayer había sido un tema.

    —Gracias —murmuré.

    —¿Por darte mis sobras? —replicó ella, divertida.

    No era necesaria la aclaración, ya los dos sabíamos por qué le estaba agradeciendo. Removí la lata, sintiendo el líquido chocar contra sus paredes dentro, y volví a mirar a Sasha.

    —¿Tanto se me nota? —inquirí, genuinamente confundido.

    —¿Que estás cansado?

    Asentí y ella alzó las cejas, relajando el hombro contra la línea de casilleros y cruzando los brazos bajo el pecho. El escaneo que me hizo duró un buen rato, lo suficiente para hacerme sentir incómodo, y no supe si lo prolongó por un motivo real o para molestarme.

    —Supongo —respondió por fin—. Ya te conozco de hace un rato igual, tal vez sea eso. La verdad es que no lo pensé demasiado, sólo te vi y pensé "hey, qué buen destino para el café que me quiero quitar de encima". —La broma le ensanchó la sonrisa y estiró el pie, dándole un toquecito de nada al mío—. So you are tired. Rough night? Even off work?

    No contesté de inmediato, le di otro trago al café y terminé de cambiarme el segundo zapato. Usé el tiempo para ponderar si valía la pena o no decirle algo a esta chica, si me quitaría algún peso de encima o sería inútil. A ciencia cierta no había ocurrido nada demasiado... malo, o al menos no era la primera vez que acababa de niñero. El problema eran los motivos, como siempre, que flotaban desordenados y yo no abría la boca. No pedía que los alineara.

    —Tuve que salir de madrugada y ayudar a un amigo, así que dormí poco —compartí en el tono neutro de siempre, aún si en mi fuero interno no hice más que cuestionar la naturaleza de mis propias palabras.

    Amigo. Ayudar.

    —Uf, y encima hoy trabajamos... —Sasha arrugó el gesto y acabó renovando la sonrisa—. Bueno, si al menos fue por un buen motivo entonces puedes pensar en eso, ¿no? Al menos a mí me ayuda a mantener la cabeza clara, reconocer lo que creo que son buenas acciones.

    —Ensalzarse por el mínimo esfuerzo no lleva a ninguna parte —repliqué, cerrando el casillero—. Es obstinado y hasta egocéntrico.

    —Ser demasiado duros con nosotros mismos tampoco lleva a ningún lado. —Su voz sonó más suave y, al mirarla, noté que me sonreía—. ¿Tu amigo está bien?

    Esa era una buena pregunta.

    —Creo que sí —murmuré, aunque no soné muy convencido y fui consciente de ello—. Lo dejé durmiendo en casa, no es la primera vez que tengo que ocuparme de él cuando... cuando se pone imbécil, así que estará bien.

    Había arrugado el ceño, no tanto por molestia sino por... ¿frustración? La situación me jodía. Me jodía que me hubiese estado ignorando por más de una semana, me jodía haber cedido a escribirle y que la respuesta que recibí siquiera hubiera surgido de él mismo. Me jodía haber tenido que buscarlo por el piso de alguien más, que lo trataran como basura frente a mis ojos y saber que había preferido esa mierda a quedarse conmigo. Era triste y patético, ¿y por qué? ¿Para qué? Ahora debía echarme la mañana entera con la duda punzante de si seguiría allí, en mi cama, para cuando regresara de la escuela.

    Kohaku era frustrante, demasiado escurridizo, entonces ¿por qué? ¿Para qué?

    Sounds rough, indeed —compartió Sasha, asintiendo despacio, y al final soltó el aire de golpe—. Bueno, suerte con eso. Las personas pueden ser bien imbéciles, como dices, pero si nos esforzamos por ellos es por algo, ¿no? Algo que tenemos aquí —puntualizó, apoyando la mano en su pecho—, y algo que encontramos en ellos. Y si se pone super tonto zamarréalo un poco, la gente es menos frágil de lo que tememos.

    Menuda sarta de consejos de vida para ser alguien que no tenía puñetera idea del contexto. Por lo general me jodían las personas que se llenaban la boca con pura ignorancia, pero viniendo de ella, en este preciso momento, no me jodió tanto. En algo había llevado razón, ¿cierto? Para bien o para mal, ya nos conocíamos hace un rato. Y por más o menos que pesara en mi consciencia, parecía una buena chica.

    —Lo tendré en cuenta —afirmé, y alcé levemente la lata entre nosotros—. No está tan mal.

    —Pues me alegra que alguien lo disfrute si esa no seré yo —soltó, renovando el ánimo y despegándose de los casilleros, y sonrió amplio—. Nos vemos, Haru~

    Seguí brevemente su recorrido, Pierce fue a su casillero y yo volví a beber del café, moviendo la cabeza de lado a lado para definir cuánto me gustaba su sabor. Era como un... ¿seis sobre diez?

    Suficiente para mí.

    ya que estoy ahí dejo a los dos bc why notto
     
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    Amane

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    El almuerzo con Kohaku del día anterior me había puesto de muy bueno humor, no tenía sentido negar lo que era evidente. Lo que me había contado de sus problemas me había dejado un poco preocupada, también era cierto, pero suponía que debía aceptar que no podía ayudarle si él no quería que lo hiciese... al menos planeaba quedarme con la sensación bonita del almuerzo y su agradecimiento por haberle hecho compañía.

    El día siguiente se presentó tan caluroso como los anteriores, puede que incluso algo más, y pensé que quizás podría ser divertido ir un fin de semana a la playa con los demás. Se lo podría decir a Anna, obviamente, y quizás entre Kenneth y yo conseguíamos arrastrar a Kashya. ¿Querrían Kohaku y Kakeru venir también? La verdad es que sería una salida muy entretenida si acabábamos siendo tantos.

    Pensar en la posibilidad de aquel plan hizo que el viaje a la escuela no se me hiciera tan pesado, y antes de por darme cuenta ya estaba disfrutando del aire acondicionado de la academia. Tras hacer el cambio de zapatos, me asomé a la fila de casilleros de tercero por pura inercia y, para mi sorpresa, la persona que acabó llamando mi atención fue ni más ni menos que Sugawara. Al verlo me acordé de lo que vi en el pasillo, también de que había querido dejarle unas galletas con las que al final me acobardé, y dejé salir un resoplido de molestia. ¿Por qué me costaba tanto hablar con él? Quitando lo de la otra vez, no dejaba de ser un amigo de Kohaku. Bueno, en realidad sí lo sabía... era porque siempre parecía estar molesto y no quería molestarle todavía más. ¡Pero! Eso no solía pararme con otras personas, así que no podía permitir que Haru fuera el primero en romper mi tendencia. Cogí aire, armándome de valor, y me acerqué a su posición con las manos tras la espalda.

    —Sugawara-senpai —le saludé tras llegar a su lado, habiendo levantado una mano para darle un par de golpecitos en la espalda con el índice—. ¡Buenos días! ¿Cómo estás?
     
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    Gigi Blanche

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    Estaba a punto de iniciar mi recorrido hacia la escalera cuando oí mi apellido de una voz femenina, suave, seguida de unos golpecitos en mi espalda. La memoria no me funcionó con tanta calibración como con Pierce, por lo que giré sobre mis talones y, al bajar la vista, reconocí a Hodges. Ahora que lo pensaba, excluyendo el... asunto con Wickham, llevábamos un largo tiempo sin hablar o cruzarnos en absoluto. Lo primero que hice fue despegar la mirada de ella y recorrer las inmediaciones brevemente, un poco confundido. Estaba sola. ¿Había venido a hablarme a mí? ¿Por qué?

    Volví a sus ojos, con la expresión neutra de siempre, y asentí ligeramente en un saludo silencioso. O al menos eso era en mi cabeza.

    —Bien —respondí, y sobre la marcha recordé que se suponía le regresara la pregunta—, ¿y tú?

    Aún si era información que no me interesaba, quería decir. Claro que la de la small talk igual no me la sabía mucho y poco después agregué:

    —¿Precisabas algo?
     
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    Amane

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    Mantuve la sonrisa en todo momento, a pesar de la ligera cuota de nervios que me cayó encima al recibir la mirada del muchacho. Antes de responderme al saludo, sin embargo, él empezó a mirar a nuestro alrededor, y no pude evitar imitarlo con evidente curiosidad. ¿Buscaba a alguien más...? Oh, ¿quizás no había esperado que viniese a hablarle por voluntad propia? Suponía que tenía sentido...

    —¡Bien! Hace bastante calor, pero me gusta cuando está soleado, así que estoy contenta —contesté, recuperando la sonrisa inicial.

    La pregunta que agregó después me hizo ladear la cabeza, nuevamente algo curiosa por la misma. Era una cuestión muy válida, claro, pero no había esperado tener que exponer mis motivos tan pronto...

    >>Uhm... no, no necesito nada —respondí, dejando que algo de timidez se me acabase colando en el tono de voz—. Es solo que... eres amigo de Kohaku y apenas te conozco, así que había pensado que estaría bien hacerlo. Y bueno... creo que no hemos empezado con muy buen pie, así que quería disculparme por eso también.

    No lo había pensado demasiado, pero ya que había acabado pidiéndole perdón, también sentí la necesidad de hacer un reverencia para hacerle saber que lo decía en serio.

    >>Si no es mucha molestia, ¿puedo acompañarte hasta arriba? ¡Podemos ir en silencio, si lo prefieres!
     
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    Gigi Blanche

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    Asentí ligeramente luego de que ella compartiera su opinión sobre el clima, sin encontrar nada necesario o útil para responder. Personalmente sufría bastante más el calor que el frío, era de los que llegaban a salir con una camiseta manga corta en pleno febrero si veía que había sol. El verano, por ende, me caía como una patada en los huevos. Procuraba moverme entre espacios con aire acondicionado y no andar mucho por la calle, pero a veces era inevitable. Al menos mi vida se basaba en actividades nocturnas.

    Pensé que quizá mi cuestionamiento había sido demasiado directo al notar la timidez que la pilló, pero ¿qué se suponía que hiciera? ¿Quedarme en silencio? En fin, no le di muchas vueltas. Hodges mencionó a Kohaku y contuve por los pelos el impulso de arrugar el ceño. Ayer Aria, ahora ella, ¿se habían puesto de acuerdo o algo en recordarme su bendita existencia? Intenté correrme de ese lugar, incluso yo podía darme cuenta que mi mal genio no le correspondía en absoluto a la niña. Aunque ¿era válido el argumento de "eres amigo de mi amigo, así que seamos amigos"? Para la gente simpática, tal vez. Yo no le veía la gracia.

    Al final sí acabé frunciendo el ceño, pero por confusión antes que molestia. Mi gesto se pronunció aún más al verla inclinarse frente a mí. Esto era... innecesario, ¿cierto?

    —¿Con mal pie? —busqué saber, sin atender a su ofrecimiento posterior.
     
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    Amane

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    Quizás podía considerarme afortunada por pasar tanto tiempo con Kashya, pues era gracias a ella que ya no me intimidaban tanto algunas miradas y expresiones tan... poco expresivas. Claro que mi amiga de la infancia no era lo mismo que un senpai con el que apenas había intercambiado un par de palabras, pero para el caso...

    De toda la verborrea que solté, el muchacho pareció solo registrar en una de ellas. Me miró con el ceño fruncido, por lo que mi primera suposición fue que estaba tan molesto que no me iba a perdonar, claro; al final lo que pasó era que estaba confundido, lo que no sabía si era mejor o peor, a decir verdad.

    ¿De verdad me iba a hacer soltar todos los trapos sucios de buena mañana...?

    —Bueno... sí. La primera vez que almorzamos con Ko y tu hermana, por ejemplo, o la semana pasada cuando estuvimos con Wickham-senpai... siento que te puse incómodo en esas ocasiones. No digo que tengamos que ser amigos, obvio, ¿pero al menos me gustaría que nos lleváramos algo bien? Solo que no sé muy bien cómo conseguirlo... —añadí, rascándome apenas la mejilla con algo de vergüenza—. ¿Te gustan los postres, senpai?
     
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    Gigi Blanche

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    Recordé los eventos a los que se refirió conforme los mencionó, el segundo con bastante más claridad que el primero debido a la distancia temporal. Era consciente de que aquella broma suya y de Kohaku no me había sentado del todo bien en su momento, pero habían ocurrido tantas cosas entre medio que se había convertido en un recuerdo lejano y difuso, carente de peso emocional. Los negocios de los fantasmas me consumían una buena parte del tiempo y, aunque me jactara de no pasarla muy bien, lo cierto era que tampoco me comía tanto la cabeza. Estaba ocupado en otros asuntos, eso era todo.

    —¿Qué tuviste que ver tú con lo de la piscina? —repliqué—. Eso fue idea del otro tío, nos arrastró a ambos en la estupidez y ya.

    Puede que fuera una forma poco convencional de pretender que no se preocupara, tampoco me habría sentido cómodo siendo más suave o empático. Lo pensé un poco y regresé sobre el primer punto bastante en contra de mi voluntad.

    —Y sobre aquel almuerzo, fue hace mucho y sólo fue una broma. No lo pienses demasiado.

    El resto de la cuestión se me escapaba de las manos. ¿Llevarnos bien? No diría que nos llevábamos mal, más bien no nos llevábamos en absoluto, y no tenía idea qué se suponía que hiciera para "llevarme mejor" con esta chica. ¿Almorzar juntos? ¿Conversar de vez en cuando? Pero ¿de qué? Ni siquiera había hecho amigos en mi clase. La solicitud me excedía tanto que me quedé en silencio, esperando que ella agregara algo más y me permitiera esquivar una respuesta que seguramente nos habría incomodado a ambos. ¿Que si me gustaban los postres? Bueno, esa era más fácil.

    —Lo normal —murmuré, hundiendo las manos en los bolsillos del pantalón—. No me disgustan, tampoco me apasionan. ¿Por qué preguntas?
     
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    Amane

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    La verdad era que lo último que había esperado era que Haru me dejara salir con tanta gracia de todo el asunto. Es decir, era cierto que no se veía como una persona conflictiva, pero de ahí a decir que no había contribuido ni un poquito con la idea de Joey del otro día... ¡Pero no me iba a quejar! También pareció querer quitarle importancia a la broma del primer día y el cuerpo se me aflojó junto a un suspiro aliviado, justo antes de dedicarle una sonrisa animada. No sabía si decía todo aquello para mi beneficio o no, ¡pero iba a tomarlo aun así!

    —Dicen que la mejor manera de conquistar a un hombre es a través de su estómago —bromeé al recibir su pregunta final, señalándole el estómago con el dedo índice en el proceso—. Me gusta bastante cocinar, así que a ver si soy capaz de al menos conseguir que te guste un poquito~

    Me llevé la mano al mentón, cruzando la otra bajo mi pecho, y lo inspeccioné de arriba abajo con una expresión considerablemente exagerada, sobre todo teniendo en cuenta que hablábamos de unos simples dulces.

    >>¿Te gusta el chocolate negro más que los otros tipos de chocolate, senpai?
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    Arqueé una ceja al oírla hablar de métodos para conquistar a los hombres y bajé la vista a mi propio estómago en cuanto ella lo señaló. No era tan imbécil de creer que hablaba en serio, eso no quitaba que me sorprendiera un poco su... ¿descaro? Mira que soltarme eso a mí, de toda la gente... Encima luego se lanzó flores y supuse que lo correcto habría sido reírme, pero ¿qué iba a hacerle si no me causaba gracia?

    —¿Qué te gusta cocinar? —pregunté, desviándonos del asunto del chiste por el bien de ambos.

    Poco duraron mis esfuerzos, pues se me quedó mirando como si pretendiera sacarme radiografía y yo fruncí el ceño, manteniéndome quieto. ¿Con qué... iba a salir ahora?

    —¿El semi amargo, dices? —Lancé la vista al techo un instante—. Sí, supongo que sí, me gusta más que el chocolate con leche.

    Una broma se me cruzó de sopetón y mantuve la expresión seria, neutral. ¿Podría haberme cortado? Pues sí, pero en vistas de que la Señorita Confianzas hablaba aquí tan pancha sobre conquistarme...

    —¿Por qué? ¿Dices que parezco amargado?
     
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  12.  
    Amane

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    Una vez más, Haru no reaccionó de ninguna manera demasiado visible a mi pequeño chiste de intentar conquistarlo con comida. De alguien como él, una no reacción solía ser mejor que una mala reacción, suponía; las buenas reacciones eran tan difíciles de conseguir que ni siquiera iba a contarlas para el caso. Así pues, tampoco me inmuté de ninguna manera específica y solo mantuve la posición relajada.

    —Uhm... no sé, me gusta cocinar de todo. Quiero decir, si me preguntas si prefiero cocinar postres o platos normales, no sabría elegir. Supongo que suelo probar más recetas nuevas de repostería, eso sí, ¿así que quizás eso gana por un poquito más? —divagué, encogiéndome apenas de hombros tras decir lo último—. ¡Algún receso deberías venir a almorzar al invernadero con nosotros! Así lo pruebas y me dices qué te parece. Me da la sensación de que tú vas a ser del todo sincero con tu opinión...

    Poco después vino mi inspección del muchacho y, para mi alegría, la confirmación por su parte de que prefería el chocolate negro al chocolate con leche. Dejé salir un 'ajá' emocionado, dando incluso un golpecito con el puño cerrado en la palma contraría, y me sonreí con orgullo. La sensación me duró más bien poco, eso sí, porque justo después me acusó de estar llamándolo amargado y di un pequeño respingo, frunciendo también un poco el ceño. Hacía nada me convencí de que no se enfadaba por las bromas, pero... ¿o acaso se estaba quedando conmigo?

    >>¡N-no digo eso! —acabé por exclamar, moviendo las manos delante de mi cuerpo para enfatizar la negación—. Más bien pareces... ¿bastante serio? Y el chocolate negro le pega a la gente seria. ¡Eso es!
     
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    Gigi Blanche

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    La escuché divagar sobre sus preferencias y no fue hasta que me soltó la invitación que sentí algo concreto, un ligero retumbar contra el pecho. "Nosotros", ¿eh? El invernadero, además... Me preguntaba qué pensaría Kohaku de las libertades que la niña se estaba tomando. Sabía que no se negaría abiertamente, que sin importar el contexto sólo sonreiría y asentiría, y eso era lo más irritante. Alcé levemente las cejas al oírla asumir que mi opinión sería la más honesta. Suponía que tenía un punto, aunque...

    —No suelo ponerme quisquilloso con la comida —murmuré, echando un vistazo a nuestro costado porque sí—. Probablemente esté bien, cocines lo que cocines.

    Regresé los ojos a ella y, aunque no lo dije, completé la idea pensando que tenía pinta de echarle mucho empeño a esas cosas. Luego le solté la broma estúpida con la cara de perro, lo hice adrede y me revolqué un poco en la gracia de verla ponerse nerviosa. Tal vez sonara cruel, pero por una vez en la vida creía estar jalando de un entretenimiento inofensivo. Dejé que se justificara y acabé esbozando una muy pequeña sonrisa, sacando las manos de los bolsillos.

    —Supongo que tienes razón —admití, medio girando el cuerpo y esperando que empezara a caminar para imitarla—. ¿A qué tipo de persona le asignarías los demás chocolates?

    No era una cuestión realmente importante pero, si me basaba en mi experiencia con Aya, podía rellenar esta conversación con preguntas que la hicieran divagar y divagar. Y eso no me molestaba o, al menos, lo prefería a ser quien debiera hablar, desde luego.
     
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    —Hombre, al fin se respira un poco —soltó Kohaku al aire, exhaló hasta el fondo y soltó una risa floja—. Bueno, está húmedo, pero algo es algo.

    —Parece que quiere llover —convine, alzando la vista al cielo.

    El movimiento me comprimió el gesto, de una u otra forma la resolana seguía siendo fuerte, y de regreso le lancé al chico un vistazo de soslayo. Puede que la actitud de ninguno de los dos hubiese cambiado sustancialmente, aún así me sentía diferente. Más... un poco más liviano, tal vez. Ayer, al regresar de la escuela, comprobé que Kohaku se había quedado en casa; no sólo eso, también me sentó y por fin abrió la boca. Me eché la noche en el Paraja retrocediendo en el tiempo, comprendiendo y enlazando las cientos de incógnitas que habían permanecido flotando sobre su cabeza durante meses. El nombre que había repetido como imbécil estando enfermo, las anécdotas que iniciaba e interrumpía a medio camino. Las sonrisas de compromiso. Había perdido a su hermana y la simple idea, la simple proyección, me aterraba.

    —Estás de mejor ánimo —anoté, y él asintió con una gran sonrisa.

    —Me siento mejor. Por fin pude dormir bien, no sé cuántos días llevaba despertándome cada media hora.

    —Me di cuenta. —Una sonrisa me torció la boca—. Estabas completamente atravesado cuando llegué.

    —Me hubieses corrido.

    —Eso hice, y ni te enteraste.

    Aún en la terraza del edificio me había pedido quedarse una noche más, sólo una, prometiéndome que hoy regresaría a su casa después de clases. El asunto era más bien una conveniencia suya, yo tuve que pirarme al trabajo y para cuando llegué, evidentemente, el tío estaba en el quinto sueño. Al menos habíamos podido desayunar juntos y con la noche atrás, con algunas horas de sueño encima, me pareció que los dos veíamos las cosas un poco diferentes. Más claras.

    —¡Ah, qué bueno es volver! —dramatizó ampliando los brazos, como si se hubiese ausentado un mes, y me miró con una sonrisilla—. ¿Y bien? ¿Qué cosas super interesantes ocurrieron mientras yo me abrazaba a un balde?

    La pregunta me arrancó una risa floja e ingresamos al espacio de los casilleros. Soltó la tontería porque sí, mira que a mí me interesarían las estupideces que pasaran entre un montón de adolescentes; a duras penas salía de la 3-3. Lo irónico del asunto era que, precisamente por eso, sí había acabado comiéndome un pequeño espectáculo.

    —¿Maxwell? —inicié, notando cómo captaba la atención de Kohaku al instante—. Ayer estaba durmiendo en su mesa con una sukajan puesta, una que la doblaba en tamaño, dicho sea de paso.

    Busqué sus ojos de refilón y la sonrisa del cabrón se estiró con una mezcla de incredulidad y diversión. Tal vez no me enterara de mucho, pero lo relacionado a Kohaku, para mi fortuna o desgracia, lo tenía bastante presente; y sólo se me ocurría una persona que se pasara el código de vestimenta por los huevos con ese tipo de chaquetas.

    —Mira tú —concedió, risueño, y utilicé su interés para seguir ampliando el panorama.

    —Aún si hubiesen quedado dudas, el tipo apareció y salió rajando apenas la vio. —Una mueca de diversión asomó en mi boca—. Una suma sencilla, diría. Aunque ¿un miércoles? Qué pereza.

    —No se habrán aguantado las ganas. —Soltó una risilla y nos detuvimos en mi casillero para que hiciera mi cambio de zapatos; él se apoyó sobre su hombro—. Curioso, igual. Pensé que le iban personas más... masculinas.

    —Y menos infantiles. —Kohaku me miró con cierto reproche, por superficial que fuera, y yo me encogí de hombros—. ¿Cuántos diminutivos cuela por oración? Perdí la cuenta para el segundo día. A la niña le ofrecería leche con galletas antes que cualquier otra cosa, pero para gustos, colores.

    Volvió a reírse y se cruzó de brazos, meneando la cabeza.

    —Es un poco infantil, sí —concedió, mucho más suave que yo, y arrugó el ceño—. Y a todo esto, ¿qué hacía con la sukajan puesta? Ayer hizo un calor horrible.

    —¿Ostentar su trofeo? —arriesgué en automático, cerrando mi casillero, y Kohaku soltó otra risa floja—. Una tía vino a buscarla y se fue con la mierda puesta, sólo le faltaban las flechas encima de la cabeza. La verdad, no culpo a Dunn por haber huido.

    —Igual tú eres demasiado discreto, Haru. No sirves de parámetro. —Hicimos parada en su casillero y esta vez fui yo quien se apoyó allí—. Tienes que comprender a la juventud, tal vez era su primer... lo que sea, y estará desbordando de felicidad. Hay que conservar la pureza de los corazones, ¿no?

    —Luego pregúntale a tu amigo qué pureza habrán conservado a mitad de semana.

    Sabía que estaba siendo particularmente filoso, pero ¿por qué se suponía que me contuviera? Decir esa clase de cosas era casi liberador y al imbécil a mi lado le hacían gracia, fin de la historia. Al final del día no tenía nada en contra de Maxwell, sólo me ponía en el lugar de Dunn y... bueno, de por sí cruzaría el Pacífico a nado antes de enredarme con una tía del estilo. No me agradaba la gente que intentaba hacerse amiga hasta de los postes de luz, como si necesitaran que el mundo entero los amara.

    Kohaku conservó la sonrisa, en todo caso, y estaba por decirme algo cuando una voz femenina nos atravesó.

    —¡Mini Ishi!

    Hiradaira apareció hecha un torpedo y se colgó de Kohaku casi como un koala. El abrazo estuvo a nada de mandarlos a la mierda y solté el aire de golpe tras comprobar que no sería el caso. Se rieron, él le correspondió y la niña regresó al suelo, aunque se aferró a sus brazos y percibí la contracción fugaz en el semblante de Kohaku. Debía dolerle el moretón, pero no dijo nada.

    —¡No sabes, Ko! ¿Viste que ayer íbamos a juntarnos a tocar en la sala de música?

    —Ah, sí, perdona que-

    —No te preocupes por eso. —Agitó la mano, prácticamente mandándolo a callar, y tomó las suyas, zarandeándolo con una emoción casi desbordante; observé la sombra violácea que asomaba bajo la manga corta de su camisa—. Bueno, que como no sabía que habías faltado fui igual y me encontré a Fiorella con una amiga suya, Adara, ¿la ubicas? Estuvimos juntas en el campamento, cuando competimos en el armado de las carpas. Nos fue bastante bien, ¿tú participaste de esa actividad? Creo que no te recuerdo. ¡Bueno, que me voy de tema!

    Ya se había ido, siendo exactos.

    —Cuando llegué estaban tocando el piano y cantando, y yo había ido con la guitarra, obvio, así que conversamos un poco y Fiore me propuso tocar algo juntas.

    Se quedó callada, esperando una reacción y con los ojos bien abiertos, como si ese fuera el gran cliffhanger de la historia. Miré a Kohaku, quien sonrió y ladeó apenas la cabeza. No tenía idea, ¿eh?

    —¿Y... tocaron? —arriesgó.

    —¡No! O sea, no pero sí. Al principio les dije que no, fue un impulso porque dije "¿cómo voy a tocar algo yo con estas chicas, si apenas me estoy aprendiendo un par de canciones?". Además Fiore tocó en el evento con Markus, ¿te acuerdas? La tiene mucho más clara que yo, ¡qué vergüenza! Pero al toque me sentí mal, como si me estuviese negando por cobardía, entonces me animé y se me ocurrió una canción con piano y guitarra.

    —¿Y tocaron?

    —¡Sí! —Se rió de pura emoción y volvió a zarandear a Kohaku—. Empecé a tocar Shiver, la empecé a cantar también. ¡No te explico los nervios que tenía! Pero Adara se me unió y Fiore tocó el piano, y cuando quise acordar era un momento super bonito y... y no sé. —Soltó el aire de golpe y sonrió, más tranquila—. Cuando terminó la canción me quedé tan contenta y pensé en ti, porque todo lo que estoy aprendiendo es gracias a ti, y tenía muchas, muchas ganas de verte para agradecerte.

    Se le volvió a colgar del cuello y deslicé la mirada a los alrededores, ligeramente incómodo. Ya había quedado claro que era demasiado discreto, ¿no? Y esta niña estaba armando un show en medio de los casilleros. Kohaku, por otro lado, no parecía afectado. También la abrazó (o a su mochila, más bien), y al separarse fue él quien buscó sus manos primero.

    —Me alegro mucho, mi querida alumna —concedió, solemne, y Hiradaira sonrió de oreja a oreja—. Lo importante no es hacerlo bien, sino intentarlo, ¿no? Y divertirte, claro. Mientras tanto vas aprendiendo.

    La niña asintió con ganas y de repente arrugó el ceño, dándole un giro completo a su actitud.

    —Por cierto, ¿qué te pasó ayer? ¿Te sientes mejor?

    Kohaku tardó un segundo, pero sonrió con suavidad y murmuró un sonido afirmativo.

    —Sí. Ya estoy bien.


    ahí dejo al mess (?
     
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    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    Hombre, ¿y ese cambio de clima? No me disgustaba la lluvia, pero en esta época del año y a esta hora estaba como extraño el asunto. En todo caso, creía tener un paraguas en el casillero, pero no era una certeza así que si para cuando saliera estaba lloviendo a cántaros pues tocaría pedir un uber, pero eso sería un asunto de más tarde. Ahora mismo seguía demasiado dormido para pensar en más de una cosa al mismo tiempo.

    Ayer mamá había entrado a mi habitación, ya algo más ordenada, y había visto la carta de Anna de regreso en su lugar y el pokémon en el escritorio, el que me había ofrecido con todo el descaro aunque eran de Ishi. No dijo nada, pero se quedó un rato y conversamos como seres normales, algo que nos estaba costando incluso luego del otro día. Todo eran baby steps, siempre.

    Igual lo que me vino en gracia fue verla aparecer con un set de estos de bolígrafos de colores pastel, all girly, y decir como quien no quiere la cosa que no sabía qué hacer con ellos porque sólo escribía con azul rojo y negro. No se lo creía nadie, estaban bien cerrados y supuse que, en vistas de algunas cosas que ahora sabía, hizo dos más dos. Seguí su teatro, dije que a Anna le gustaban esas cosas y ella me dijo que se los llevara como si no fuese la intención desde el principio.

    Con eso en mente al llegar al edificio pensé que me cambiaría los zapatos, vería si ella ya había llegado o le escribiría para dárselos, lo que pasara primero. No hizo demasiada falta, apenas entré en la fila de tercero vi la suerte de comitiva, estaba Sugawara con Kohaku y Anna, el cuadro era medio simpático. Sugawara parecía vivir la misma tragedia de todos los introvertidos y de alguna manera terminaba en medio del remolino de energía de otra persona.

    Me acerqué, asomé la cabeza en el grupo y me permití una sonrisa sutil que valió como saludo para los tres.

    —Me dio la sensación de que Sugawara necesitaba back up —solté como si nada aunque estiré la mano para dejarla sobre la cabeza de Anna antes de hablarle a ella—. ¿Buscando a tu sensei a estas horas de la mañana? El hombre debe seguir medio dormido.


    it's me, hi *aparece rodando*
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Me había tomado una muy grosera cantidad de tiempo reparar en la presencia de Sugawara, el amigo de Ko. En mi defensa el chico se había quedado ahí, tan inmóvil que mi visión de dinosaurio no lo detectó. Di con sus ojos mientras mini Ishi soltaba mis manos y abrí la boca para saludarlo cuando sentí algo depositándose sobre mi cabeza. Reconocí la voz de Altan al instante y giré el rostro, teniendo que alzar la vista para dar con sus ojos. Sentí una mezcla de sorpresa y alegría, mas no dije nada.

    —¿Quién no necesitaría back up? —masculló Sugawara tras mi espalda, pero no le llevé mucho el apunte.

    Altan entonces me miró a mí y su comentario me estiró una sonrisa.

    —Es que pasó algo super lindo y me moría de ganas de contárselo a mini Ishi... —Suspendí un silencio para nada intencional y mi sonrisa se amplió aún más al cambiar de tema de repente—. ¿Cómo estás, Al? ¿Todo bien?

    Ko se había quedado callado, probablemente disfrutando de la escena como siempre hacía.
     
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    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    Nadie podía culpar a Anna por no caer antes en la existencia de Sugawara, el chico tenía una habilidad entre increíble y grosera para convertirse en un vegetal cuando habían varias personas en el espacio que fue lo que pasó en la mesa del campamento. No lo juzgaba porque en cierta medida éramos similares, si era un poco más gente a veces era, bueno, por influencia de Anna. El punto fue que contemplé la posibilidad hasta de que no contestara nada, pero lo hizo y se me escapó una risa por la nariz.

    —Puede que tengas razón —concedí ligeramente divertido—. Tomaré eso como un "Gracias". Además, uno aquí ya tiene práctica.

    La sonrisa de Anna me hizo bien, tan simple como eso, y aproveché el punto de contacto para acariciarle las raíces del cabello con mimo antes de regresar la mano a mi espacio, procurando no dejarla despeinada. Atendí a lo que me dijo y con la para nada disimulada pausa alcé las cejas, ella cambió de tema y me tragué una risa.

    Tendría que preguntar, ¿verdad? ¿Y qué pasaba con Ishi tan calladito comiéndose la película? Deberíamos cobrarle. Al pensarlo le eché un vistazo al niño, como para preguntarle con la mirada si estaba bueno el show, pero pronto volví a Anna.

    —Todo bien. De hecho venía buscando a alguien para dejarle un regalo —dije exagerando el énfasis sin atender al suspenso que me había dejado en bandeja, al menos no de inmediato—. Y eso tan bonito que pasó... ¿Me vas a contar también o ahora es secreto de Estado entre Sugawara, Ishi y tú? Mira que sería muy grosero dejarme fuera.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    El almuerzo en el invernadero había acabado siendo mucho más animado de lo que había anticipado, lo que en definitiva solo podía ser una buena noticia para todo el mundo, ¿cierto? Pierce-senpai solucionó su problema de las flores y Dunn-senpai el suyo de los almuerzos, ¡todo un final feliz! Yo de todas formas pasé por el club de cocina para recoger las cosas que necesitaba, y aquella misma tarde me dediqué a preparar todo lo que había prometido a Sugawara-senpai que le llevaría.

    A la mañana siguiente, Ken llamó a la puerta de mi casa un poco antes de lo que normalmente acordábamos, haciéndome abrirle con la mitad del cuerpo en uniforme y la otra mitad en pijama. La tontería del ramo ya se me había olvidado para la tarde del día anterior con todo lo que tuve que hacer, así que no negaría que me tomó del todo desprevenida verlo plantado con uno entre sus manos de buena mañana; era bastante más modesto que el de Pierce-senpai, ¿pero acaso importaba? Podía haberle dicho que de él no contaba, pero resultó ser una mentira muy grande, porque me emocioné muchísimo aun así.

    Con el inevitable buen humor que aquel gesto me creó, llegamos junto a Kashya a la escuela y ambas nos despedimos de Kenneth, antes de introducirnos en nuestra fila de casilleros. Me cambié rápidamente los zapatos y ni siquiera lo pensé demasiado cuando me dirigí a los de tercero, demasiado enfocada en mi misión como para sopesar la posibilidad de que Sugawara-senpai no estuviera solo. Para cuando me di cuenta de que estaba rodeado de gente, ya era demasiado tarde, claro... ¡Ni modo! Ya me había armado de valor, así que...

    —Sugawara-senpai... —murmuré tras alcanzar su posición y tocarle un par de veces el hombro, queriendo llamar su atención—. Ten. Espero que lo disfrutes...

    Le extendí el saquito que había hecho al envolver el bento y el postre con un trozo de tela, y deslicé la mirada hacia sus acompañantes. Ko y Anna no me daban tanta vergüenza, aunque solo podía imaginar la de cosas que buscarían decirme para molestarme después de aquel, pero la presencia de Sonnen-senpai seguía siendo algo incómoda para mí. Aun así, los saludé a todos con un gesto de mano rápido, así como también pude dedicarles una pequeña sonrisa a los dos primeros antes de alejarme de vuelta a los casilleros de segundo.

    Bueno... no había sido tan malo, ¿verdad?

    Whooosh, una emi-chan fugaz cumpliendo su misión, pero ya os deja en paz uwu7

    Ah, el almuerzo para harurín. La comida ya sabes, onigiris con varias verduras salteadas, pollo rebozado y también un poquito de ensalada, porque hay que tener una dieta variada unu Y el postre... ¡ta-chá! Encontré esta receta de brownies con extracto de naranja, so cumple con el trabajo de investigación de campo que emi holmes hizo hehe
     
    Última edición: 12 Febrero 2025
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    quem

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    En día de ayer había sido muy emotivo en sí apenas sentí que todo lo que pasó, en el tiempo en el que estuvimos en la sala de música, más que nada no esperaba que Anna llegara, yo no era de cantar frente a todo el mundo solo lo hacía frente aciertas personas, esas que me dieran confianza suponía que si lo hice ayer con Anna fue por qué Fiore estaba ahí y más que nada por qué según por lo que vi me pareció una chica tranquila.

    No la conocía.

    Pero me dio esa impresión.

    —Papá, —lo llamé—. ¿Vas a dejarme dentro de la academia? —Eso lo murmuré en lo que bajaba del auto. Normalmente, siempre se detenía y se iba, pero ahora me había acompañado hasta las puertas del Sakura, y eso ya era super extraño.

    No me respondió, más bien siguió caminando hasta que estuvimos realmente dentro del Sakura.

    —¿Papá?

    —¿Qué pasó Ada?

    No dije nada más solo alce una ceja y él frunció el ceño.

    —¿Por cierto, cuando me pensabas decir que Enzo Lombardi estaba aquí en Tokio?

    Respiré entrecortado, ¿cómo se enteró de eso? Di un paso adelante y me interpuse entre la puerta del casillero y él.

    —¿Quién te lo dijo?

    Me miró sus ojos grises iguales a los míos, me miraron con cierta seriedad y frialdad que lo caracterizaba. Parpadeé esperando una respuesta más, no llegó o eso lo pensé, porque lo que dijo después me costó mucho procesarlo.

    —Lo mejor que te puedo decir ahora, Adara, es que te mantengas alejada de todo lo que grite Lombardi, —su mirada rodeó toda la escuela—. ¿Entendido? Tómalo como la sugerencia que él te hizo cuando aún eran amigos.

    Enzo nos dijo a mí y a Fiorella que nos alejaramos de él y de su familia después de que la nuestra haya tenido tantas pérdidas, después de que todo se fue abajo y que tan solo con doce años empiece a experimentar la migraña.

    —¿Por qué me dices esto ahora?

    Me miró y supe que no quería decirme lo que sea que estuviera ocultando.

    —¿Por qué, papá?

    —Porque puede que su familia tenga algo que ver con el accidente que acasiono qué perdieras a tu mamá, y tus abuelos en el cual también estuvieron los padres de Fiorella.

    Ladeé la cabeza, mis ojos observaron el cielo y quise en ese momento desaparecer. Espera un momento. Si había entendido bien, y no escuché mal, ¿por culpa de la familia de Enzo perdí la mía? Respiré, fueron más de cinco respiraciones entrecortadas que hice, entonces eso era todo. Por eso él dijo que lo mejor era que ya no le habláramos. Por culpa de ellos, mi mejor amiga sufrió tanto, en el momento en que empezó a tocar piano, por eso mis emociones se alteraron tanto. Todo desencadenó un tsunami dentro de mí.

    La voz de mi papá, silenció todos mis pensamientos.

    —Pero nada está confirmado, Adara, así que, por favor, por lo que más aprecias en esta vida, por una vez en la vida hazme caso —vi la postura del hombre que casi había dado todo lo que tuvo por mí—. Ahora necesito que entres y hagas como si no supieras nada. Te conozco, Adara. Prométeme que no vas a hacer nada, que ponga tu vida en peligro.

    —No puedo prometerte eso, papá. Necesito saber la verdad y sí, la única forma de saberlo es preguntándoselo al propio Enzo, y si tengo que hacerlo, lo haré.

    —Adara.

    —Adiós, papá. —Lo miré por encima del hombro—. Gracias por traerme.

    Caminé hacia los casilleros, saqué y metí, rebusque lo que no necesitaría ahora, estaba completamente perdida en mis pensamientos. El primer audífono llegó a mis oídos, y todo retorno a ese día, cuando conocí a Fiorella, mis viajes a cada país, el cambio drástico de papá por la pérdida de mamá.

    Y, por último.

    La migraña.

    Y todo eso desencadenaba algo horrible, algo muy pesado de manejar.

    Cerré los ojos en algunos momentos y tuve nuevos recuerdos: la primera vez que canté junto a Fiorella, cuando conocí a Jez por el proyecto, el campamento, y lo que pasó ayer en la sala de música.

    ¿Por qué siempre la vida se encargaba de molestar e interrumpir mis momentos más felices?

    Holis, Zireael por aquí esta la niña <33.
     
    Última edición: 12 Febrero 2025
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La de cosas que estaban ocurriendo y apenas nos habíamos cambiado el calzado. El día prometía mantenerse interesante, eso sin lugar a dudas, por lo que al notar la presencia de Altan le dediqué una sonrisa de saludo y decidí quedarme, aún si claramente su motivo de irrupción era Anna; como un efecto cadena, supuse, Haru también se quedó. Su respuesta al comentario del backup me sorprendió un poco, dicho fuera de paso; habría apostado a que no abriría la boca. No disimulé la diversión con la cual le eché un vistazo y que él, muy elocuentemente, respondió con un fruncimiento de cejas. ¿Le habría incomodado la efusividad de Anna? Muy probable.

    La respuesta de Altan pareció venirle en gracia, le curvó una sonrisa fugaz en los labios y regresé mi atención a la parejita de tórtolos... que en realidad ya no lo eran, ¿cierto? Igual no se les notaba. Había algo en la forma que se miraban que escapaba a mi conocimiento y experiencia, pero sabía lo suficiente para recordar, desde mis ojos de crío, que Yuzuki y Kaoru se habían mirado de una forma muy parecida.

    El vistazo que me echó Altan entre medio de la respuesta de Anna fue un poco gracioso y le dediqué una sonrisa de niño bueno que no recibe carbón en Navidad. Anna abrió grandes los ojos y su emoción fue bastante palpable al oír del regalo misterioso, pero al recibir las preguntas que claramente estaba esperando se sonrió y fabricó una expresión muy similar a la mía. A ver, que aprendiera los buenos hábitos de sus senpai, no los malos.

    —Verás... —inició.

    Al ver a Emily se interrumpió de inmediato y se quedó con el saludo tan claramente en la boca que se me escapó una risa nasal. La recién llegada nos pasó como un colectivo lleno y se plantó frente a Haru, lo que, me atrevería a decir, nos sorprendió a todos. Bueno, ayer el chico me había dicho que habían estado hablando de esto, pero no imaginé semejante nivel de diligencia.

    Haru se había quedado tieso, la pobre criatura, y bajó la vista al bento antes de extender las manos. El paquete se veía bastante grande y no me contuve de echarle un vistazo a Anna y Altan, a ver si podía compartir con ellos la gloria de este pequeño chisme. Anna captó mi gesto al instante y por los pelos logré evitar reírme; su cara era una mezcla de shock y horror digna de la posteridad.

    —Gracias —murmuró Haru, en voz baja.

    Los dos tuvimos que fingir demencia (o intentarlo, al menos) en cuanto Emily reparó en nosotros. Yo le sonreí con calma y moví la cabeza en una despedida silenciosa, Anna lo logró a medias. Apenas Emily desapareció, Anna frunció el ceño y su reclamo sonó a capricho de aquí a Canadá.

    —¿Le trae bentos a Sugawara y a mí no? —Se cruzó de brazos, conectó miradas con Haru y alzó el tono—. ¡Yo soy su mejor amiga! ¿Y qué fue eso? ¡Ni siquiera se paró a saludar!

    —Probablemente le dio vergüenza —intenté defender a la pobre niña, riéndome con suavidad.

    —¡Vergüenza es robar! ¡Somos sus amigos!

    No iba a convencerla, lo sabía. Miré a Haru y ponderé internamente si saciar mi curiosidad o tenerle piedad, aunque al final no hizo falta que tomara ninguna decisión. Él mismo buscó mis ojos, murmuró un "te espero arriba" y huyó. Asentí, lo vi alejarse y me giré hacia Anna y Altan.

    —Movidita la mañana, ¿eh? —comenté al aire, divertido—. ¿Decías algo de un regalo, Altan...?


    A ver si eso desenfurruñaba a la criatura.

    qué caos, i love it JAJAJA
     
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