Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Kou de repente se puso super serio para responderme, manteniéndome la mirada en todo momento e incluso utilizando mi nombre completo en lugar del apodo con el que solía llamarme, y... ¿honestamente? Estaba empezando a entender un poquito porque era que Kou había acabado siendo "jefecito" de los lobos, como bien diría Eguchii. Negué apenas con la cabeza cuando me preguntó si tenía motivos para enfadarse, aunque fue más bien por impulso, y al final solo pude asentir quedo cuando terminó de hablar. No podía decir que me había intimidado porque, a pesar su seriedad, lo único que realmente hizo fue reafirmarme que le gustaba así como era; sí que sentí ciertas cositas intensas, pero en eso era mejor no indagar de momento.

    Después de eso le solté la lista de cosas que hubiera hecho de haber tenido que comportarme, a pesar de que ambos sabíamos que todo eso hubiera sido muy difícil (si no casi imposible) para mí, y a los pocos segundos lo sentí inclinándose hacia mí para dejarme un beso sobre los labios. Fue un toque de nada que le permití sin ninguna clase de problema y, por si todo eso no hubiera sido más que suficiente, el comentario con el que finalizó me plantó la sonrisa más grande del mundo sobre los labios. Me llevé las manos hacia las mejillas en lo que él se separaba, notando como las mismas seguían algo cálidas, y cuando me giré hacia él de nuevo... no pude evitarlo, me tiré encima para poder abrazarlo y dejarle varios besos en la mejilla que pillé más cerca.

    —¡Yo sabía! ¡Mi Kouchii es el mejor que hay! —exclamé, sin poder esconder ni un ápice de mi felicidad, y al menos tuve la decencia de liberarlo al poco rato para no agobiarlo demasiado—. ¡Por cierto! Conseguí que Yutarín me pidiera perdón por haber interrumpido nuestra cita, ¡así que no seas muy malo con él! Y, y... ¿qué tal fue vuestra entrevista? ¡A nosotros nos fue bien! Me tocó con Joey, así que se hizo un poco más entretenida. ¡Ah! Y me tienes que contar cómo fue tu cumple, ¿te lo pasaste bien~?

    quise moverlos pero en el pasillo está mi post so if you wanna uwu
     
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  2.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Me dio algo de risa que me dijera que a ella interrogador le sonaba bien, porque yo lo seguía oyendo bastante raro aunque igual no lo era tanto, ¿las salas estas de interrogatorio no seguían el mismo principio? Digo, al hacer el compuesto de la palabra, a alguien seguro le había sonado extraño alguna vez. En fin, tampoco era tan importante y solo era parte de la verborrea, por lo que dejé el tema allí.

    —Bueno, en eso llevas razón —concedí sin mucho problema a lo de los policías y sonreí con un dejo de culpa al escuchar lo demás, porque llevaba razón—. No te preocupes, cariño, cuando tengas tiempo me avisas y sabes que yo aparezco. Si hay una cosa que me sobra en este mundo es tiempo que dedicarte.

    Igual con los aires que me estaba dando le siguió dando risa, pero sentí sus manos enlazarse detrás de mi cuello y parpadeé con algo de lentitud, el contacto me resultaba agradable. Después le hice la pregunta de la comida, su respuesta no fue demasiado compleja y aunque no había hecho daifuku en la vida, había visto uno o dos vídeos de cómo preparar el mochi que debía ser lo más complejo.

    Love, ¿no te agarró como un poco tarde para darme advertencias sobre los peligros de malcriarte? —atajé ligeramente divertido—. Como seguiré con mi trabajo, ¿de qué quisieras el relleno?
     
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  3.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Cuando soltó tan fresco que le sobraba tiempo para dedicarme fruncí el ceño con ofensa fingida y desenredé los brazos de su cuello, tapándome ambos oídos.

    —¡Vas a dejarme sin orejas, ya basta! —me quejé, sin una pizca de molestia real—. ¡Caníbal!

    Por lo demás, su respuesta había sido predecible. Sabía que Maze seguramente no se enfadaría nunca conmigo si me tardaba en prepararle un almuerzo, eso no quitaba que sintiera la responsabilidad de... informarle el estado actual del plan o, como mínimo, que no lo había olvidado. Dudaba poder superarme o tener la energía para hacerlo, considerando que la vara había iniciado secuestrándolo en el coche y llevándolo a montarnos un picnic frente al lago, pero sería trabajo honesto.

    —Es que hacía mucho no me malcriabas —argumenté al instante, sin darle cabeza a las verdaderas implicancias del hecho, y le rasqué la nuca con mimo—. Hmm... fresa o durazno suena bien, ¿no? ¿A ti de qué te gustarían? Si yo como tienes que comer también tú, está en la constitución de treinta y tres países.

    Su compañía me hacía bien, pero también me pinchaba la piel con agujas diminutas. La ausencia mutua y la distancia no eran casualidad, en gran parte lo consideraba responsabilidad mía y, aún con la certeza de no deberle la información, me sentía un poco en falta. Sentía... que lo estaba engañando, así fuera por omisión. ¿Tenía derecho a estar aquí, recibiendo el tiempo que decía tener para dedicarme, eligiendo el relleno de los daifukus que quería prepararme? ¿Me seguiría tratando tan bonito si conociera la historia completa?

    No le debía una carta firmada con todos mis pecados, pero ¿y la honestidad?

    Era complicado porque también había sentido lastimarlo cuando me alejé la primera vez, entonces ¿qué me quedaba? Seguía suspendida en un terreno intermedio donde no lo apartaba y tampoco le permitía acercarse demasiado. Era cobarde y egoísta. La sensación me golpeó un poco de repente. Estaba allí, justo frente a mí, con su sonrisa tan bonita y toda la paz que siempre me transmitía, y yo... Solté el aire por la nariz y lo atraje hacia mí, dándole otro abrazo. Cerré los ojos en la curvatura de su cuello. No le decía la verdad.

    —Soy una aprovechada, ¿a que sí? —murmuré, con una chispa de humor ambiguo—. Deberías buscarte a alguien que te valore mejor, baby, just saying. You're just too precious.

    Pero tampoco le mentía.
     
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  4.  
    Zireael

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    Su queja sobre comerle la oreja me arrancó una risa que estuvo muy cerca de ser una carcajada, puede que tuviera razón, pero no podía importarme menos. Volvía a lo mismo, si lo único que estaba a mi alcance era dedicarle tiempo, bueno, nadie me quitaría ese derecho. Puede que ni ella misma.

    Sonreí cuando me dijo que hacía mucho no la malcriaba, traté de no pensar en lo que implicaba, y atendí a la solicitud haciéndome una nota mental. Me hizo gracia que me preguntara a mí argumentando que también tenía que comer y estaba en la constitución; descansé los brazos en su cintura, dedicándole caricias livianas en los costados y fingí pensarlo.

    —Una vez probé unos de mango, estaban buenísimos —contesté por fin—. Así que traeré algunos de mango también.

    ¿Qué si me iba a gastar el dinero en frutas? Obvio, puede que fuese uno de mis privilegios irrevocables y silenciosos, pero mamá no escatimaba en el dinero que me dejaba para comprar comida y yo tampoco me ponía muy tacaño conmigo mismo. Si no cocinaba, pues pedía express, pero era la misma lógica, de alguna manera digamos que tenía que palear distancias y ausencias. Comía bien, fumaba buena hierba en tanto Míster Intermitente no me hiciera el vacío, salía los findes y pretendía que todo estaba en orden.

    ¿Y lo estaba? Luego de la conversación con Suiren y de que Wickham me cayera encima, pues ni idea. No sabía hasta dónde me duraría la máscara, no tenía idea de qué tanta paciencia poseía en verdad. Puede que ni siquiera fuese paciencia y fuese pura y llana desconexión del mundo, eran pocas las ataduras que sentía y por eso casi nada me implicaba lo suficiente. Eso hasta que habían tocado a Sasha.

    Vete a saber por qué la criatura pensaba que cambiaría algo que supiera todo, no tenía una brújula moral demasiado rígida y el asunto de la armonía, de la calma, ya se había ido un poco a la mierda. Puede que fuese simplista y absurdo, pero tampoco me creía a mí mismo tan frágil e imbécil como para cambiar la manera en que trataba a esta chica por un montón de cosas que, a fin de cuentas, se hacían para sobrevivir u otras que se hacían por diferentes motivos. Sin embargo, tampoco iba a presionarla, muy pocas cosas buenas salían de presionar a las personas.

    La recibí en mis brazos, acaricié su espalda y puede que me lo hubiese soñado, pero lo que dijo fue un poco ambiguo y no me importó lo suficiente. Tampoco le haría caso a su consejo, si debía ser sincero, una parte me entró por un oído y me salió por el otro. Mantuve el abrazo, cerré los ojos y ajusté la posición para alcanzar a besarle la mejilla sin tener que soltarla del todo.

    —¿Y por qué querría buscar más? —murmuré—. Mejor aprovéchate y ya, just saying.

    En el abrazo nos mecí suavemente de un lado al otro, en silencio, y cuando me decidí a regresarle algo de espacio le dejé otro beso, esta vez en la punta de la nariz. Le dediqué una sonrisa de las de siempre, volví a acariciarle los costados de cuerpo y le pellizqué debajo de las costillas con cuidado.

    —¿Subimos juntos, cariño? Solo me cambio los zapatos y nos vamos.


    ese sad fue porque me pudo más la tristeza que el amor por mis niños *c muere* como seguro este también sea mi último post, puedes asumir que sube con ella <3 fue un placer caerle a Sashie uwu
     
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    Zireael

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    Esa mañana recibí un mensaje de Laila diciéndome que no se sentía muy bien, que había tenido una suerte de colapso nervioso otra vez y prefería saltarse la escuela por hoy. Le dije que si necesitaba algo me lo dijera y que si quería podíamos hablar por la tarde, pero que ahora descansara y supuse que aprovechó para dormir, porque no me respondió más. Altan me escribió después que seguro llegaba tarde a la escuela porque se había quedado dormidísimo, así que hice el viaje sola.

    En el metro me coloqué los audífonos, eran de cable, y saqué un libro para ir leyendo en el camino. Por lo general no leía con música, pero a veces encontraba algo así como el soundtrack perfecto y hacía excepciones; de todas formas, la lectura y la música me distrajeron de la ansiedad que sentía. Pensaba de más en el bento extra que traía en el maletín, el que habíamos preparado Nani, mis primos y yo por partes. No sabía si era exagerado, pero era una intención que había tenido pausada por días, esperando que Anne se recuperara del resfrío de verano que la mandó al médico, porque insistía en que ella quería preparar algo de agradecimiento también, pero sin sentir que le estaba tirando mocos encima a la comida aunque usara una mascarilla.

    La niña, con un cariño inmenso que ya no supe si era porque yo les prestaba el libro o por el gesto de Kakeru al dármelo, preparó de estas salchichas cortadas para parecer pulpitos y puso a Isaac acomodarlas en el bento. Nani preparó algunas tiritas de pollo empanizado, yo hice el arroz y acomodé varios tomatitos con una cama de lechuga, ¿hice lo más fácil porque si no quemaba algo? Sí, pero eso nadie tenía que saberlo.

    Los nervios me parecían naturales, no sabía si me estaba pasando de confianzas o cualquier tontería aunque la idea fuese ilógica, pero tampoco quería que la intención se perdiera ni el trabajo conjunto ni la idea del gesto en sí.

    Ya cerca de la escuela guardé el libro, me quité los auriculares y bajé en la estación para hacer el camino a la entrada, cruzando directo a los casilleros. Solo me distraje un momento para ver las nubes en el cielo, que cubrían parte del sol, y seguí caminando. Hice la parada de rigor para cambiarme los zapatos primero y luego me puse a buscar el casillero de Kakeru, al encontrarlo me planté a un lado, apoyando la espalda en las taquillas y me limité a esperar. Balanceé el maletín unos segundos, pero me acordé de la comida casi de inmediato y me detuve, para no ir a dejarle el almuerzo convertido en arroz frito con todo ahí revuelto. Entre los escenarios posibles, si llegaba tarde o algo podía solo acercarme en el receso.


    Gigi Blanche tuve un desliz intenso y traté de etiquetarte como Kakeru JAJAJAJS puse la K y me quedé carburando un segundo

    Si por cualquier motivo no pensabas rolear al niño o ibas a hacer otra cosa, as always, don't mind me
     
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  6.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    En lo que cruzaba la entrada principal enganché el dedo en la abertura de la camisa y me la sacudí un poco mientras caminaba, algo acalorado. Venir en coche y con aire acondicionado era muy cómodo, casi un lujo, pero luego de la escenita de ayer prefería... ya no pedirle favores a Hayato. Aún sentía la incomodidad en el cuerpo del volumen al que había traído la música a las ocho de la mañana como si estuviera en una disco. Bueno, siendo justos tal vez no había salido de ese mood siendo que la noche anterior sí había andado de fiesta. Después de todo, la única forma de que estuviese vivo a semejantes horas era por razones como esas.

    —Buen día.

    La voz sonó a mi espalda y, al girar el rostro, Kou ya se me había puesto al corte. El saludo quedó atorado en mi garganta al verlo con el blazer escolar.

    —¿No tienes calor? —indagué, sorprendido, y a él se le dibujó una sonrisa divertida.

    —No hace tanto calor estos días —replicó, echándome un vistazo—. Igual siempre padeciste más el verano que yo.

    —Porque tú tienes aire acondicionado hasta en el baño.

    —¿Eso no tendría que volverme más sensible al calor de afuera?

    Arrugué el ceño y regresé la vista al frente, pensativo. Suponía que... ¿llevaba razón? Sonaba convincente, al menos. No iba a cederle la victoria directamente, de todas formas, así que cambié de tema y sonreí.

    —Ayer almorcé con Ri-chan.

    Noté de soslayo que viró su atención hacia mí y le correspondí el gesto poco después.

    —No perdieron el tiempo, veo —anotó, sin modificar su tono o semblante—. ¿Hablaron mucho de mí?

    —Un montón. Le conté cómo te quitabas los mocos en primer grado.

    Ni siquiera lo conocía desde tan pequeño, qué va. Él se sonrió y una risa ligera le sacudió apenas los hombros. Estábamos alcanzando los casilleros.

    —¿Y me los comía también?

    —Por supuesto.

    Iba a seguir hablando cuando vi a Jezebel y, por cuán quieta se encontraba junto a mi casillero, barajé la posibilidad de que tal vez me esperara a mí. Le sonreí a Kou un instante, en una suerte de aviso silencioso, y mantuve el gesto al detenernos frente a la chica.

    —Buen día —la saludé—, ¿cómo estás?

    Había dudado si Kou se quedaría o seguiría su camino hacia su propio casillero, y acabó eligiendo la primera opción por algún motivo. Se paró a mi lado y saludó a Jezebel con un asentimiento y una sonrisa más bien modesta.


    no worries, le debo un post de desarrollo a Kakeru pero no tiene apuro, puedo dejarlo para otro período sin problema uwu
     
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  7.  
    Zireael

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    Me había quedado junto al casillero esperando, al final empecé a cambiar el peso a la punta de los pies incluso estando recostada a una superficie, fue para regular los nervios y seguí así unos cuantos minutos. Vi a algunas personas pasar, sin más, al final empecé a pensar en que debía ayudarle a mi prima con la tarea al llegar a casa y que tenía que jugar con Isaac, que si no hacía un berrinche.

    Estaba en esas divagaciones cuando percibí una silueta por la línea de casilleros y miré a Kakeru cuando ya iba llegando, venía con otro muchacho, el castaño de la clase de Laila con el que le había tocado en el primer proyecto si no me fallaban las neuronas. Igual no había anticipado que viniera con alguien, como mucho habría esperado a Ishikawa ahora que lo ubicaba, así que me puse más nerviosa de repente. Supuse que a él le habría pasado igual el día que dijo que me dejaba algo en el casillero.

    Entre las neuronas revueltas me despegué de las taquillas, hice una reverencia ligera que fue más para su amigo que para él, porque me parecía demasiado formal saludarlo así luego de las veces que habíamos hablado. Al enderezarme sonreí para ambos, disimulando cualquier cosa.

    —Buenos días. Estoy bien, ¿viste el día? El cielo es de lo más bonito con tantas nubes. ¿Tú cómo estás?

    Habiendo hecho la pregunta y tratando de debatirme cómo proceder ahora que tenía compañía, regresé la atención al castaño.

    —¿Eres amigo de Kakeru? —le pregunté, interesada, y amplié la sonrisa antes de presentarme—. Soy Vólkov.
     
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  8.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    El chico se despidió a lo que hice lo mismo por educación, asintiendo cuando dijo que entrásemos. Enterré la mano libre en el bolsillo luego de ver sus ojos en lo que éste se daba vuelta; ¿no estaba muy temprano para andar fumando? E iniciando semana. No era mi problema ni mucho menos, tan solo la anotación mental no pedida apareció.

    al entrar al edificio el volumen de estudiantes se hizo más visible en los casilleros, dirigiéndome a los de tercero para ubicar el mío, lo abrí sin prisas e hice el cambio de calzado. Con mi madre solía madrugar un poco más por lo que ya me veía sentado en el salón de clase esperando el sonar del timbre o a Paimon, lo que llegase primero.

    —Ya Ilana me prestó uno de sus cuadernos —avisé solo para darle a entender que tampoco estaba tan atrasado, la chica era muy organizada y fácil de entender—. Pero ya que estamos, tengo dudas en matemáticas, ¿hicieron mucho la semana pasada?

    No tenía la intención inicial de pedir realmente sus apuntes, ni siquiera de interactuar con él, pero viendo la situación había cambiado de opinión. Me servía para no molestar nuevamente a Ila, y evitar que Paimon también lo hiciese. Además, seguía pasando lista en mi cabeza hasta que lo ubiqué.

    Dunn, sino mal recordaba era su apellido.
     
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  9.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Quién habría dicho que el niño se volvería tan sociable lejos de mis narices. Que ayer almorzando con Riamu, que ahora esta niña desconocida. Bueno, si lo analizaba dos segundos tenía bastante sentido, a Kakeru nunca se le había dificultado hacer amigos. Se preocupaba mucho por la percepción y las emociones ajenas, lo suficiente para colarse en la mayoría de espacios con la sutileza necesaria para que lo aceptaran sin más. La única desventaja era que, en el camino, se descuidaba a sí mismo. ¿Le valía la pena con tal de encajar?

    Igual llevábamos un buen rato sin hablar y no me creía en el pleno derecho de juzgarlo con tanta liviandad, aún sosteniendo fielmente la idea de que la gente no cambiaba. No sus núcleos, al menos. Tal vez, apoyándome en eso, pretendiera reconocer un atisbo de esperanza en mi preocupación por serle honesto. Ayer lo había pateado y decidí acercarme al verlo entrando, pero resultó estar esta chiquilla esperándolo y no me quedó más remedio que seguir aparcando mis planes. Podría haberme ido, en un escenario normal lo habría hecho, sólo barajé la posibilidad de que esto acabara rápido; aunque, siendo honestos, también la inercia me había traicionado.

    Estaba un poco nervioso.

    Le dediqué una sonrisa de cortesía a la chica y seguí el movimiento de su reverencia sin molestarme en corresponderla. Una vez se hubo erguido mantuve mi atención sobre su rostro, por manía y costumbre más que otra cosa. Mientras ellos se saludaban y hablaban del clima, intenté definir a qué clase iba y si la asociaba a algo. O alguien. Kakeru asintió con cierto entusiasmo y giró el cuello hacia el exterior un segundo.

    —Está lindo, sí, aunque tengo un poco de calor —reconoció, riendo apenas—. El aire del tren en el que vine no funcionaba muy bien y estaba bastante abarrotado. Pero todo bien, por suerte.

    Acababa de estar quejándose y sacudiéndose la ropa como si fuera a derretirse contra el cemento, pero no me apeteció exponerlo. La niña desvió sus ojos a mí y la pregunta que hizo me causó algo de gracia por los motivos incorrectos. ¿Su amigo? Bueno... Noté de soslayo que Kakeru también me miraba y asentí con un segundo de delay.

    —Shinomiya, un gusto —me presenté.

    —Es de mis amigos más viejos, de hecho. —Kakeru había sonreído amplio y se le notaba la alegría en la voz—. Coincidimos aquí pero hemos ido juntos desde la media, aunque siempre, siempre nos toca en clases separadas. Ya es tan trágico que da risa.

    No creía que Vólkov tuviera espacio para preguntar nada con sentido en este contexto, no sin calificar de chismosa. Kakeru le bajó dos rayitas a la emoción, le dedicó una sonrisa mucho más serena y buscó saber, en tono suave:

    —A todo esto, ¿estabas esperando a alguien?

    Ah, por favor. Qué tipo cobarde.
     
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  10.  
    Zireael

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    CaydenDU.png

    Puede que fuese solo mi percepción, pero apenas giré el cuerpo tuve la sensación de que Liam no se movió de su lugar hasta que crucé el portón, que fue cuando creí oír el motor del coche. Su silueta por el rabillo del ojo, antes de perderlo de vista por completo, se me antojó exageradamente oscura y me esforcé por ignorarla de forma consciente. Por demás, se diera cuenta Craig de mi estado o no también me daba lo mismo en tanto no me dijera nada, lo que uno podría asumir que sería el caso. No tenía pinta de meterse en lo que no le importaba.

    Cruzamos el espacio y aunque no dije nada, sí que le puse algo de prisa para no tener al potencial cegatón demasiado rato bajo la claridad de la mañana, por más que fuese sol indirecto. Llegamos a su casillero y en el mapeo inconsciente que no pude filtrar a tiempo ubiqué a Jezebel, Fujiwara y Shinomiya, así que planté la vista en algún punto del suelo en lo que Craig se cambiaba los zapatos. Escuché lo de Ilana y no detuve mis pensamientos, pues ya no conectaba lengua con cerebro.

    She sure did —murmuré en automático—. ¿Matemáticas? Supongo que lo normal, digo no más de lo usual. Aunque no soy bueno con los números, sigo mal los procedimientos y escribo medio feo.

    ¿Me acordaba de lo que vimos en matemáticas? Ni de coña. Me lo había encontrado ciego el lunes, la gracia de Arata había pasado al día siguiente y ya desde antes de eso traía los días medio vueltos borrones de a cachos y era mejor así. Tenía menos tiempo para pensar o podía sentir que pensaba menos, a saber si era verdad, pero pues no iría a decirle nada de eso.

    Se me despertó algo de paranoia de repente, porque sentía todavía el corazón golpearme las costillas y seguro lo sentiría otra media hora, y me pregunté si este solo estaba pretendiendo ni siquiera reconocer mi voz, pero lo dejé así. Esperé a que terminara el cambio y luego enderecé los pasos hacia mi casillero para hacer lo mismo, aproveché para sacar algo de ropa de la mochila y meterla allí bastante apelotada, pero pues aquí el orden no importaba tanto como me importaba en casa. Solo no quería tenerla estorbando en la mochila, también saqué algunas otras cosas y me dejé la mochila a los pies cuando tomé el cuaderno que debía tener la materia de la asignatura de la desgracia.

    Por qué la pedía tampoco importaba demasiado, me limité a pasar las páginas hasta la sección de mates y luego volteé el cuaderno en su dirección. Parpadeé con pesadez, atontado a pesar de todo, y lo miré.

    —Puedes revisar lo que quieras, suponiendo que entiendas algo. Puede que haya un vacío o dos, no estoy seguro.

    Jez3.png

    —Bueno, los trenes le quitan lo bonito al día por lo general. Estar metido con un montón de gente en algo que imita una lata de sardinas no suele ser muy divertido hasta cuando el aire sí funciona —apañé junto a una risa.

    No contemplé que mi pregunta implicara algo más porque aunque me ponía nerviosa con ciertas cosas, otras tantas ni siquiera se me pasaban por la cabeza. Vi su intercambio de miradas, pero no lo atribuí a nada y entonces el castaño se presentó como Shinomiya y Kakeru dijo que era de sus amigos más viejos, lo que me hizo alzar las cejas, sorprendida. Preguntar más me dejaba como chismosa, pero igual él me respondió la duda silenciosa del asunto de que estuvieran ambos en esta escuela y volví a sonreír. Me dio algo de ternura la emoción que se le notó, pero jamás iría a decirlo en voz alta, seguro lo mataba de vergüenza.

    —Me alegra mucho poder conocerte entonces, Shinomiya-kun —dije regresando la atención al chico un instante, luego volví a Kakeru—. Aunque lamento la tragedia de las clases separadas, casi parece hecho con cizaña.

    Me había sonreído ya más sereno, la pregunta me hizo caer en que no podía evitar el asunto de por sí y de todas formas di un pequeño respingo, luego asentí con la cabeza. No respondí de inmediato, digamos que me escudé poniéndome a abrir el maletín.

    —Te buscaba a ti —confesé ya habiendo tomado el bento por la tela que lo cubría, un pañuelo verde claro—. Mis primos y yo preparamos algo para ti y quería dártelo, bueno, preparamos suena a manada. Mi tía ayudó porque si no te quemaba la mitad, seguro.

    Estiré el almuerzo en su dirección con algo de timidez que no pude regular a pesar de que Shinomiya estaba allí, de milagro no me alcanzó un bochorno.

    —Quería dártelo temprano porque, bueno, solo me hacía ilusión. Le pusimos bastante, por si quisieras compartirlo, también imagino que podrías llevártelo a casa si ya traías el tuyo. —Busqué su mirada entonces y le sonreí de nuevo—. Espero que te guste.
     
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    Gigi Blanche

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    Kakeru 2.png

    —A veces me gusta pillar el tren —respondí, acoplándome a su risa con bastante naturalidad—. Cuando ganan cierta altura y no van muy llenos, que puedes ver el paisaje de la ciudad por las ventanillas. Sobre todo cuando la luz del sol va parpadeando desde atrás de los edificios, esté amaneciendo o anocheciendo. —Me di cuenta que me había puesto a hablar de cosas algo raras y volví a reírme, ligeramente avergonzado—. No lo sé, es lindo.

    —Suena bien, sí —convino Kou, y la sonrisa se le torció apenas—. No que alguna vez use el tren, claro.

    —Tú calla, niño rico.

    Guardé silencio en lo que los chicos se presentaban entre sí, y sentí algo de alivio inconsciente al darme cuenta que... bueno, que Kou estaba comportándose como un ser humano decente. No me gustaba pensar mal de él, pero sí era un poco especial y con las demás serpientes, por ejemplo, jamás había terminado de encajar. Claro que, si lo analizaba en retrospectiva, esa situación había acabado cruzada por mil eventos más. De por sí habían forzado a Kou a meterse ahí y por motivos bastante rastreros, normal que no se sintiera cómodo y que acabara jugando la carta del crío repelente y estirado. Era su mecanismo de defensa.

    Deficiente e inoportuno, sí, pero ¿quién era yo para juzgar?

    Jezebel dijo alegrarse de conocerlo y Kou alzó levemente las cejas, mas no dijo nada. Volví a reírme cuando regresó a mí y me encogí de hombros, resignado.

    —Ya quemamos todas nuestras posibilidades, lamentablemente —convine—. En otra vida será.

    —¿En otra vida quieres seguir teniéndome cerca? —replicó Kou al instante; sonaba sarcástico pero también divertido—. Qué paciencia.

    No se estaba cortando de molestarme por tener a una desconocida enfrente, se ve. Volví a mandarlo a callar y, al correr la mirada a Jezebel, tanto mi semblante como mi voz volvieron a la normalidad. Imaginaba que... me había estado esperando a mí, sí, pero sentí muy egocéntrico asumirlo a viva voz. Además, imagina que me había equivocado, qué vergüenza. Ella lo reconoció, de todos modos, y seguí sus movimientos en silencio en lo que abría su maletín y extraía algo. Los nervios me cayeron encima, mantuve la vista clavada en el bento y estiré ambas manos para aceptarlo en automático. ¿Me habían preparado un almuerzo? ¿Por... el libro, quizá?

    Alcé la mirada a su rostro, ella encontró mis ojos y esbocé una pequeña sonrisa.

    —Gracias... —murmuré, echándole un vistazo al bento; no sabía muy bien cómo reaccionar o qué sería lo correcto—. Si hay mucho, ¿te gustaría almorzar conmigo?

    No tuve mucho tiempo de reflexionar cómo sonaría, lo solté un poco en la presión de estar a la altura de su obsequio. Kou se mantuvo atento al intercambio pero no dijo nada, y yo me mordí la lengua para no seguir diciendo tonterías innecesarias que pseudo justificaran mi invitación.
     
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    Insane

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    Me causó algo de gracia que dijese que escribía feo. A diferencia de Paimon no solía detallar la caligrafía de los demás, pese a que por mi parte solía tener una letra cursiva y poco legible, o eso decía el moreno cuando husmeaba mis cuadernos por aburrimiento. Cerré el casillero y lo seguí hasta el suyo.

    levanté las cejas ligeramente al verlo meter la ropa ahí amontonada, era un desorden lo que tenía ahí dentro y me pregunté si así mismo era su cuaderno. Quizá no había sido la mejor idea el aprovechar la situación. Aún así lo recibí sin ningún problema, leí por encima las fórmulas y luego regresé ma vista a él tras la oscuridad de los lentes, parecía que se iba a quedar dormido en cualquier momento.

    —Lo revisaré en mi pupitre, leer de pie no es algo que me guste —eché un vistazo hacia el ascensor, parecía que no había estudiantes esperándolo—. ¿Subes? A fin de cuentas vamos al mismo punto.

    Las matemáticas tampoco eran de mis materias preferidas, pero era bastante bueno en ellas, así que si tenía uno, dos o diez vacíos podía notarlo con prestarle la atención suficiente, aunque por su aspecto imaginaba que le daría más o menos lo mismo.
     
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    Zireael

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    Fui asintiendo con una cuota de entusiasmo a la descripción que dio, de hecho los viajes no eran siempre malos, cuando los vagones iban menos llenos y se podía ver el paisaje era bonito y hasta relajante. No solía viajar mucho a horas menos congestionadas, por desgracia, pero eso solo le daba un extra de encanto a poder presenciarlo.

    La intervención de Shinomiya que resultó en un intercambio entre ambos muchachos me sacó una risa, fueron la clase de comentarios que se sueltan en confianza, a mí me lo pareció, y eso reafirmó mi comentario de que me alegraba conocerlo. Añadía un elemento más a la pintura por decir algo. Me llamó la atención que el castaño alzara las cejas ante mi comentario, pero no dijo nada y yo tampoco, pues había regresado a Kakeru.

    —Se gastaron los billetes de lotería intentando dar con el premiado, eso seguro —convine, ligeramente divertida, y observé el nuevo intercambio.

    También tuvo su gracia, sobre todo porque Shinomiya no se estaba ahorrando las intervenciones por mi presencia y de alguna forma me parecía bastante orgánico, siendo que se conocían hace tanto. Igual pronto el cauce de la reunión volvió a lo que concernía, es decir a por qué estaba yo aquí de pie a las ocho de la mañana, y quise calmarme imaginando que no solo yo estaba nerviosa.

    Por como aceptó el bento creí que fue un poco automático, supuse que lo habría pillado en frío, pero apenas supe que lo sujetó lo solté suavemente en sus manos y regresé el brazo a mi espacio. Si hasta entonces el bochorno me había perdonado, cuando vi su sonrisa, aunque pequeña, algo de sangre se me subió al rostro y al escucharlo agradecer negué suavemente con la cabeza. Estaba por decirle que no hacía falta darme las gracias, pero entonces soltó la invitación y la vergüenza me alcanzó con algo más de ganas que antes, sobre todo porque seguía muy consciente de que no estaba solo.

    En sí el foco de vergüenza central venía de que mientras preparábamos todo había contemplado la posibilidad de entregar el bento con invitación incluida de una vez, le di y le di vueltas y luego pensé que mejor se lo daba por sí él tenía otros planes, incluso si me había dicho que no solía ser el caso. Imagina atravesarle el caballo el único día que tal vez había quedado con alguien, podía darme un soponcio por inoportuna. Como fuese, el caso fue que así como me tomó por sorpresa... también me hizo más o menos la misma ilusión que la idea de traerle el bento. Los ratos que había compartido con él los guardaba con cariño porque me parecía un buen chico.

    —Claro que me gustaría —respondí sin poder regular muy bien la emoción aunque había hecho el intento, de pura suerte pude frenar el apelativo cariñoso y pasado de confianza que me había pasado por la mente—. De hecho, pensé en que viniera con invitación directamente, pero al final me acobardé un poco.

    La confesión se me salió bastante de gratis y con tal de no mirar a los dos, suspendí los ojos en el bento y me llevé la mano al flequillo, peinándolo en un intento por distraerme o escudarme. Lo siguiente lo solté un poco atropellada, pero no por ello fue menos sincero.

    —Bueno, ¡eso no importa! El punto es que sí me gustaría y que no hace falta que des las gracias.
     
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    Amane

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    Kohaku no cedió ni un poquito ante mi berrinche, lo que en una situación normal hubiese hecho que me molestara todavía más con el chico. El asunto fue que... bueno, primero me distraje con el imbécil de Aiden y, después, el mismo Kohaku me acabó salvando el culo de las intenciones del otro, así que no podía realmente seguir molesta con él, ¿cierto? Aunque, al mismo tiempo, la mirada que le dedicó al rubio me dejó una sensación bastante extraña en el cuerpo. Sabía que tendría que haberme dado igual, pero venga, podía ser honesta durante un mini segundo de nada y admitir que me seguía molestando pensar en Aiden con alguien más.

    En fin.

    Procuré apartar aquella sensación lo más lejos posible de mi mente y acabé por entrar a la Academia junto a Kohaku, dejando a Aiden atrás. Suponía que si yo le había salvado el culo a Kohaku y ahora él me lo había salvado a mí, técnicamente estábamos en paz, pero yo tenía intenciones de hacerme la loca con tal de sacarle aquellos descuentos que me había prometido. Well! Si no pensaba darme una cita, ¡él se lo perdía! Yo podía conformarme con los descuentos para ahorrarme algo de dinero, honestly.

    —¿Por qué me da la sensación de que querías algo más aparte de agradecerme por ser tu salvadora...? —solté un poco al aire una vez empezamos a adentrarnos en los casilleros y, casi al mismo tiempo, miré al chico de reojo para poder dedicarle una sonrisa ligera.
     
    Última edición: 1 Diciembre 2024
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    Gigi Blanche

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    La conversación de estas criaturas sobre los trenes era un poco un sinsentido. Fui alternando la mirada entre ambos, notando cómo la niña parecía sólo darle la razón a Kakeru y ya, aún a costa de contradecirse, y me surgieron un par de incógnitas. ¿Él se daría cuenta? Y lo más divertido: ¿ella lo hacía? Metí el bocadillo a costa de regular mis propios pensamientos y eventualmente acabamos con la entrega del bento y lo que parecían dos imbéciles en medio de una confesión. ¿Tanto lío por un almuerzo?

    Me sentí fuera de lugar pero tampoco vi apropiado interrumpirlos yéndome, por lo que sólo me quedé ahí, de pie, comiéndome el numerito. Kakeru aceptó el obsequio y la invitó a almorzar con él, y a la niña se le tintaron las mejillas. Me vi forzado a preguntarme cómo se conocían y qué clase de relación tenían estos dos, ya que a simple vista no me quedaba del todo claro.

    Ella al final aceptó, cómo no, y reconoció haberse acobardado. Kakeru soltó una risa breve y, mientras la niña se acomodaba el flequillo, me lanzó un vistazo breve a mí. Yo alcé las cejas, inquisitivo, pero regresó su atención en cuanto Vólkov habló de nuevo. Entre tanto, exhalé por la nariz y paseé la mirada por los alrededores, notando cómo Ishikawa parecía estarse llevando a la rubia de mi clase de regreso al patio. Me causó una mezcla de gracia y aprehensión.

    Tendría que seguir postergando el asunto.

    —Te las daré aunque digas que no hace falta —le respondió Kakeru a la niña, y bajó la vista al bento—. Es muy lindo de tu parte, de veras. ¿A tus primos les gustó el libro, entonces? O sea, ya me dijiste que sí, me refiero a si algún cuento les gustó más que otro.

    Ya no me quedaba tiempo para hablar con él, ni ahora ni durante el receso, así que mi presencia allí era innecesaria. Comencé a virar el cuerpo, tranquilo, y Kakeru volteó a verme.

    —Iré subiendo, nos vemos —me despedí en general.

    Alcancé a oír su "adiós, Kou", me sonó ligeramente dubitativo y cumplí la rutina del calzado antes de empezar a subir. Pobre imbécil, mejor que no se culpara a sí mismo. No era como si me hubiese interesado estar ahí en un primer lugar.
     
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    Zireael

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    Igual visto desde fuera parecía que me estaba ahogando en un vaso de agua, pero tampoco era algo que regulara demasiado bien ya de por sí y quería asumir que al menos Kakeru podría comprender que, bueno, solo estaba nerviosa y ya. A fin de cuentas lo conocía hace poco, podía quedar como intensa o lo que fuese, incluso si no era la intención.

    El caso fue que con lo del flequillo tuve unos segundos para regularme, me limité a respirar y pensar en que no había sido ninguna tragedia todo el intercambio, que en verdad no tendría que haberlo sido en ningún escenario. Miré a Kakeru cuando volvió a hablar y suspiré, resignada, aunque se me escapó una risa al final, en el "no me des las gracias" y el "te las daré de todas formas" todos nos quedábamos atorados.

    —Están encantados. Hace falta recordarles a quién le dejaron el libro de vez en cuando, que si no desaparece de mi habitación —contesté a la pregunta que vino después con tono de broma y enlacé las manos tras la espalda, sujetando el maletín con ambas—. Les gusta mucho uno que se llama El muchacho que fue a buscar al Viento del Norte y otro que es La princesa en la Colina de Cristal, ese es de mis favoritos también.

    Percibí el movimiento de Shinomiya al girarse, se despidió y me sentí un poco extraña por haber absorbido de alguna forma la atención de Kakeru, cuya despedida se tintó de algo de duda.

    —Hasta luego, Shinomiya-kun —despedí al muchacho con un movimiento de mano, luego suspiré y volví a Kakeru—. Perdona por interrumpirlos, a fin de cuentas él venía contigo. ¿Quisieras invitarlo a almorzar con nosotros? Yo no tendría problema.
     
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  17.  
    Amane

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    Cuando me desperté aquella mañana para prepararme como todos los días, lo último que esperé acabar escuchando de parte de Kashya es que en el receso anterior había salido a los bosques que rodeaban el Sakura junto a su hermano y O'Connor-senpai. A ver, tenía que procesar todo aquello... Al parecer, Kashya había estado tranquila en su clase hasta que los senpais la fueron a buscar, Morgan le propuso ir a un "aventura" y acabaron colándose por un agujero que había en la verja de más allá del invernadero.

    —Ka-chan.... nunca pensé que te escucharía contarme cómo te has saltado una regla. ¡Y menos una como esta! —exclamé, sin poder evitar la risilla que se me escapó al finalizar la frase—. No sé si preocuparme o sentirme un poco orgullosa~ —añadí, picándole apenas la mejilla al mismo tiempo.

    —Es culpa de Kenneth —sentenció, con tanta seriedad que no pude evitar volver a reírme en respuesta.

    —Estoy de acuerdo~ —añadí, enganchándome de su brazo para adentrarnos finalmente en la academia.

    Cuando cruzamos la puerta de entrada, sin embargo, tuvimos la... mala suerte de hacerlo justo en el momento en el que Kohaku y Welsh-senpai la cruzaron de manera opuesta. En un principio no quise darle demasiado pensamiento al asunto y hasta tuve intenciones de saludarlos, pero justo antes de levantar la mano para ello, mi vista bajó hasta lo que parecía la unión de las suyas y me interrumpí. Realmente solo pude continuar caminando hasta la línea de casilleros porque Kashya siguió como si nada y acabó arrastrándome con ella, pero... la imagen ya se me había quedado clavada en la retina.

    ¿Por qué siempre tenía que acabar viendo lo que no debía ver?

    mi relleno por finnnn
     
    Última edición: 2 Diciembre 2024
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  18.  
    Gigi Blanche

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    Jezebel me contó de sus cuentos favoritos y yo asentí, bastante contento. Mis conocimientos de la literatura escandinava eran más bien escasos, pero cuando estuve a punto de preguntarle Kou me distrajo anunciando su retirada. Lo despedí en automático y dudé si tal vez debería haberlo incluido mejor en la conversación. Era alguien un poco difícil de predecir, de todos modos, puede que sólo se hubiese aburrido y ya.

    Volví la mirada a la muchacha y esbocé una pequeña sonrisa, sintiendo una mezcla de gracia y resignación al demostrarme que habíamos pensado lo mismo. No creía que nos hubiese interrumpido y prefería pensar que Kou tampoco lo veía así, pero... vete a saber. Llevábamos muchos meses sin hablar, esa clase de distancias me forzaban a dudar de lo que alguna vez creí verdadero.

    Invitarlo a almorzar... Mantuve la sonrisa, aunque probablemente se me filtraron las dudas. Balanceé la cabeza hacia ambos lados, como sopesando la idea, y fruncí un poco el ceño.

    —No estoy muy seguro —murmuré, sin saber cómo dibujarlo para que no sonara tan mal—. Tal vez no le interese, pero puedo preguntarle de todos modos.

    Apenas iba reanudando mi amistad con él, no quería que se volviera incómodo o que le resultara muy repentino. Además, bueno, tampoco quería que Jez llegara a sentirse extraña. Aunque... ¿quizá me estuviese equivocando?

    —¿Tú... quieres invitarlo o me lo dices por si acaso? —busqué confirmar, en medio del embrollo mental que tenía.
     
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  19.  
    Zireael

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    Puede que no tuviera que darle tanta cabeza al hecho de que el castaño se hubiese ido, conocía a más de una persona que era un poco complicada de carácter y predecir ciertas cosas se volvía una suerte de misión. Muchas veces las retiradas no eran en sí algo malo, solo era la manera de ciertas personas de hacer las cosas, pero tampoco me podía sentar a hacer suposiciones de ninguna clase porque habíamos intercambiado un par de palabras. Eso sí, había que reconocerle que me había sacado la vergüenza de encima en un parpadeo.

    Cuando Kakeru me miró le regresé la sonrisa con una mezcla de culpa y diversión ligera, más que todo porque me daba la sensación de que los dos nos habíamos quedado aquí tiesos sin saber muy bien si debíamos haber hecho algo mejor. Dejé ir la idea de invitarlo al almuerzo ya que no vi por qué no hacerlo, pero Kakeru dudó hasta que frunció un poco el ceño y me contestó.

    Asentí cuando dijo que podía preguntarle, creí que tenía más sentido que la invitación la hiciera él si su amigo era un poco difícil de tratar y era también él quien debía evaluar si extenderle la oferta tenía alguna razón de ser, quería decir, si no era demasiado salido de la nada o cualquier cosa. De todas formas suspiré y entonces hizo otra pregunta que me dejó claro que estaba en medio de un cacao mental, bueno, estábamos.

    —¿Por si acaso? —reflejé sin darle un segundo de pensamiento a mis neuronas y ladeé la cabeza, confundida—. ¿Por si acaso qué? ¿Por si se nos atraviesa otro bento gigante y no tenemos refuerzos?

    Tomé aire, lo solté y le dediqué una sonrisa tranquila. Suponía que así sonaba yo cuando le daba veinte vueltas a algo.

    —Es amigo tuyo, me gustaría conocerlo más, sí quiero invitarlo —afirmé para sacar del camino cualquier duda al menos de mi lado de la cancha—, pero hacerlo queda a discreción tuya, cariño, si dudas solo piénsalo un rato y si decides decirle y a él no le interesa, no tengo por qué tomármelo personal tampoco. Sé que algunas personas son un poco más complicadas y ya, no es nada del otro mundo.

    Reparé en el apelativo ya demasiado tarde, así que tomé la opción de fingir que no había dicho nada. Volví a balancear el maletín a mi espalda, despacio.

    —Por ahora si quieres vamos subiendo, ya te tuve secuestrado mucho rato, ¿no crees? Alguien acabará llamando a negociación de rehenes si te tengo aquí más tiempo.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Jezebel repitió al instante mis palabras y meneé la cabeza, alzando el brazo para rascarme ligeramente la nuca.

    —No, no, me refería a si me lo habías preguntado por... para ser políticamente correcta, digamos.

    Tal vez calificara de delirio, pero no podía asumir sin más que el motivo de su ofrecimiento me involucraba. Y si... ¿y si quería invitarlo porque le había parecido guapo, o algo así? Las chicas tendían a usar estos aproximamientos indirectos, ¿verdad? Y en la media, luego de que pegó el estirón, las niñas le empezaron a prestar bastante atención a Kou. Por eso me preocupé al notar que había estado a punto de descartar su sugerencia sólo porque a mí me parecía que a él no le interesaría.

    También existía la posibilidad de que nada de eso estuviera ocurriendo, claro. Jez dijo que quería conocerlo porque era amigo mío y, aún si podía no ser enteramente cierto, tampoco tenía por qué ser mentira. Que yo no encontrara los motivos o no los considerara importantes era un problema personal. No me pasó desapercibida la forma en que me llamó, aunque por suerte no reaccioné en ninguna dirección.

    —No sería personal, no —confirmé, priorizando remover esa posibilidad del camino, y solté una risa breve—. Igual y sea yo el único que se inventa los problemas donde no los hay. Le preguntaré luego.

    Kou me lo había reclamado en su momento y llevaba razón, no podía tratarlo como una bomba a contrarreloj si pretendía ser su amigo. Tenía que confiar en él. Dejé caer el brazo, me golpeó el costado del cuerpo y exhalé, asintiendo. Renové la sonrisa y le extendí el bento.

    —¿Me lo tienes un segundo? —pedí, girándome para hacer el cambio de calzado, y me reí con liviandad ante su broma—. ¿Cómo te ves pasando la noche detenida? Entre un montón de tipos tatuados y mujeres que te doblan en tamaño. Quedaría bastante adorable.

    Era una exageración, hasta ahora nunca había visto tanta gente demorada al mismo tiempo en una comisaría, pero lo de los tipos tatuados enormes era real. E intimidaban bastante. Una vez, hace pocos meses, me había comido un garrón y mientras esperaba que Frank me buscara tuve que explicarle a un nigeriano casi tuerto a qué venían las serpientes en la nuca. Casi me meé los pantalones.

    Cerré mi casillero, extendí la mano para que Jez me devolviera el bento y eché un vistazo al pasillo, invitándola a caminar con un movimiento de brazo y una ligera inclinación de cabeza.

    —Si quieres ve pensando dónde te gustaría almorzar. A mí me da bastante lo mismo.


    por acá cierro, nos vemos en veinticuatro horas JAJAJA
     
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