El día anterior había considerado quedarme en mi clase, de hecho sostuve la decisión un rato, pero había visto a Emi pasar y me pregunté si era la mejor idea mantenerme sola. No me gustaba la voz que me susurraba, insistente, cuando me veía empujada a basarme en necesidades en vez de deseos. Decía que era egoísta y que más valía no molestar a nadie si lo que pretendía de ellos era una mera distracción. Me costaba no darle la razón. Aún así, me levanté y salí. En mi camino recordé lo ocurrido y decidí probar suerte, tocando un par de veces suavemente en la puerta de la enfermería. Pierce me dijo que pasara y, al conectar con sus ojos, llevé el índice sobre mis labios. Me acerqué, le dejé un caramelo sobre sus apuntes, de los mismos que le había dado a Jez, y le sonreí antes de irme. Su agradecimiento me alcanzó en el camino. Era una tontería, pero en cierta forma sentía que había descubierto un pequeño secreto y que quizá, sólo quizá, era la única que pudiera encontrar a esta chica ahora mismo. Deambulé un rato por la escuela hasta que noté a Emi con Kashya en el patio y apagué el cerebro, asustando a Em y achuchándola; haciendo el ruido suficiente para silenciar lo demás. Casi sobre el sonido de la campana el movimiento de los alumnos se reinició, y sin ningún motivo aparente vi a la chica, rubia, que salía del observatorio y cruzaba el camino empedrado. A los pocos segundos la siguió Altan y aparté la mirada de golpe, con la opresión en el pecho repentina y acuciante de notar algo que no deberías haber notado. La fruta me supo repentinamente amarga en la boca y la pasé con dificultad. Esperé, queriendo y no queriendo hacerlo, esperé y nadie más salió del observatorio. Intentaba no darle importancia. En casa, mientras hacía los deberes y calentaba el agua y cuando me vi en el espejo antes de ducharme, intenté quitarme las agujas del cuerpo y bloquear la voz que me susurraba, insistente, que la forma de mi nariz era rara, que mi cabello era aburrido, que era un corcho de suelo y debía parecer desde una cría hasta un chiste a ojos de los demás. La chica de ayer se había superpuesto con Welsh, y por otro lado estaba Jez y, si me descuidaba, también aparecía la amiga nueva de Kakeru. No era una rubia alta que parecía modelo ni un hadita de un libro de fantasía. A veces no podía evitarlo, suponía. Suponía, también, que las limitaciones del asma me pesaban más de lo que había estimado en un principio. En cualquier caso, lavé el envase de las frutas y a la noche, antes de irme a dormir, escribí una notita y la guardé en su interior. Yo misma los había apartado a los dos, no me quedaba ningún derecho para creerme la víctima de nada. Los planes se me alteraron al doblar en la fila de casilleros de tercero y ver que Altan ya estaba ahí. Sentí una opresión similar a la de ayer, el corazón se me aplastó contra la garganta y, en un impulso que no razoné, abrí el envase y arrugué la nota dentro de mi puño. Regresé la tapa a su lugar, lentamente, como si hubiese cometido algo irreparable, y me acerqué. Él no tenía la culpa de ninguno de mis líos mentales. Lo de Alisha había pasado hace mil años, yo misma había metido el hocico con Jezebel y lo de ayer podía ser, literalmente, cualquier cosa. —Al. —Busqué captar su atención y le sonreí sin despegar los labios, extendiéndole su envase—. Gracias por la fruta, estaba muy rica. Una vez me liberé la mano, llevé la otra, el puño, a mi bolsillo, y allí solté el papel arrugado. Me sentí... incómoda. —Iba a dejártelo en tu casillero, pero ya que coincidimos de vuelta...
Era posible que el único punto de unión que poseía con Allen fuese que Akaisa nos tocaba los huevos y luego que parecía casi tan bruta social como yo, pero no más. No podía juzgarla en verdad por ir con cara de culo por la vida y que luego le cambiara el rostro cuando se encontraba con... bueno, con su persona, independientemente de lo que pasara en realidad. Por demás, me daba igual, la charla fue lo que fue y el receso terminó, en la vuelta a clase le escribí a papá y jamás se me ocurrió que el timing siguiera siendo la porquería que era siempre. Puede que visto desde afuera, desde una posición elevada y lejos del embrollo que nos rodeaba, de hecho ninguno poseyera derecho a molestarse por nada. Era yo el que se había doblado como un erizo, incapaz de dejar que algo me tocara, y era Anna quien había elegido que retrocediéramos, porque de hecho era lo maduro y correcto. Sin embargo, seguíamos siendo personas y las decisiones no podían resetear nada, elegir algo no devolvía los generadores a cero. No reseteaba lo que podíamos sentir. En cualquier caso, la ignorancia protegía a las personas una buena parte del tiempo, pero del otro lado siempre había alguien ahogándose con un sentimiento y eso era lo difícil de todo, ¿lo difícil de vivir? No era muy esperanzador, la verdad, no cuando a Anna la fruta le sabía amarga y a mí alguien tenía que recordarme que no descansar era un acto de autodestrucción. El gris se podía parecer mucho al negro. Me desperté antes de que sonara la alarma, vete a saber por qué, y por eso terminé llegando algo más temprano a la escuela, nada muy loco. Crucé el patio frontal sin prisa, agradeciendo que el sol no pareciera tan violento, y al llegar a los casilleros me cambié los zapatos con movimientos un poco más fluidos que los últimos días. Al terminar me quedé mirando los imanes que me había dejado de Anna, acomodé una letra que se había deslizado de su lugar y estaba en eso todavía cuando escuché que ella me llamaba. Volteé la cabeza como llamado con silbato, el tiempo de reacción fue tan inmediato que estuvo por darme vergüenza, pero la modulé a tiempo y le dediqué una sonrisa que me suavizó de forma notoria la cara de moco de siempre. Ante su agradecimiento negué con la cabeza para restarle importancia y recibí el contenedor, bajando la vista a él un instante. La sonrisa no se me borró del rostro, ajeno como estaba a su cacao mental. —Me alegra que te gustara —dije todavía mirando la taza, en esa distracción se me perdió el movimiento con el que se deshizo en su bolsillo de la nota que ni sabía que existía—. Dijiste que eran tus favoritas y como vi en la nevera pensé en traerte otra vez. Al regresar la vista a ella la sonrisa se me ensanchó unos segundos antes de que relajara los gestos, metiendo la taza vacía en el locker sin realmente fijarme dónde quedaba. Caí entonces en que había dicho que iba a dejarlo en el casillero, pero que como habíamos coincidido pues me lo daba directamente, fue entonces que estiré el brazo para abrir un poco más la puerta del casillero. —Te habrías dado la bienvenida a ti misma —añadí refiriéndome a los imanes. Quizás no percibí su incomodidad porque yo me la echaba sin saber si hacer algo o no desde la azotea, ni idea, tal vez asumí que siempre estaríamos un poco incómodos. De hecho por eso tardé un poco en formular algo más, por otro proceso de selección ilógico en el que balanceé lo que estaba bien o de lo que podía ser demasiado—. ¿Qué tal la semana, An? Ya sabes, en general. Otro proceso de selección más. —¿Te acompaño a tu clase? Digo, me gustaría, pero solo si tú quieres. Contenido oculto Annita haciendo que me duela el corazón: the saga. Siga leyendo, mi estimada, que el siguiente también la involucra porque parafraseando a Al el timing es bien cochino *sips tecito de drama* La entrevista con Leslie había sido entretenida, la verdad, así que al menos eso podía rescatarle al proyecto esta vez, nos había permitido conocer a una persona interesante y escuchar de su experiencia aunque fuese en espacio corto de un receso, ya que tampoco iríamos a secuestrar más de la cuenta a la mujer, aunque ella seguro no se molestaba. Por demás, era un pendiente menos en la lista y eso era siempre una ventaja se viera por dónde se viera, no tendríamos que pensar en esto el fin de semana ni nada. El día siguió su curso, yo seguí el curso del día en la ignorancia más bien, y en la vuelta a casa compré algunas cosas en la tienda con un dinero que me había transferido mamá. En la noche me dediqué a preparar unas galletas de fresa, unas que había visto que llevaban de estas frutas freeze-dried, y por la mañana las empaqué con la calma de siempre, tarareando una canción de la que no recordaba ni siquiera el nombre. No tenía bolsas bonitas, vaya, pero metí bastantes en una bolsa de papel y la cerré con cinta, aunque luego le di vueltas con un lazo rojo que guardaba de algún regalo de mi madre, ni idea. En el camino a la escuela me iba durmiendo de pie, supuse que por el clima, y cuando bajé en la estación sacudí la cabeza como si así fuese a sacarme el sueño de encima. Crucé el patio frontal sin prisa, me pareció notar a Shimizu, pero no le llevé realmente el apunte y seguí hasta los casilleros, fui directo al de Sasha. Lo abrí, un poco por desconfianza me tomé el atrevimiento de mover un poco las cosas que hubiera para no dejar el paquete tan a la vista y entonces cerré la taquilla, dando mi misión por terminada. Me desinflé los pulmones entonces, fue un suspiro involuntario y luego me dirigí a mi propio casillero creyendo que había hecho la misión de la semana. Ajeno a las pesadillas que ocurrían a mi alrededor. Contenido oculto soy el sticker de smile in pain ahora mismo
Que me llamaran loco, pero este chico tenía la mirada un poco en la mierda, ¿no? Creí darme cuenta cuando le sonreí luego de levantarme, pero seguía siendo yo y ni siquiera le pregunté al pobre desgraciado si se sentía bien, tampoco podía hacer milagros por los límites ajenos. Una cosa era querer meter la nariz en los asuntos de Sasha porque éramos amigos y otra husmear en la vida de Suiren, que aunque era amable parecía igual de distante que yo. Igual me siguió la tontería que le dije, lo que me hizo reír por lo bajo y dejé la cosa morir allí de momento. Cuando volví sobre mis pasos aceptó el porro, hice un sonido afirmativo cuando dijo que se fumaría lo que quedaba y me resigné a que posiblemente me quedaría el fin de semana sin hierba, si Cayden seguía haciéndome el vacío como si fuera el puto Primer Ministro. No conocía otro camello de confianza y no me gustaba fumar mierdas de dudosa procedencia. —No pienses que me gusta tanto la caridad igual, es parte del agradecimiento por haberme contado esto —dije regresando a las cosas serias un instante, luego levanté el almuerzo y mientras abría la puerta dije algo más, sin saber que llevaba más razón de la que me habría gustado—. No te quedes mucho aquí arriba, handsome. Ya sabes, los rayos ultravioleta y esas mierdas igual te van a tostar hasta las ideas. See ya, Sui. Al despedirlo dejé la azotea, al puerta se cerró tras de mí y bajé las escaleras con una sola misión en mente: asomarme a la clase de Sasha. Mantuve la calma, al menos de la mente hacia afuera, me acerqué a la 3-1 y mi mirada se detuvo en el que sabía que era su lugar, solo para darme cuenta de que ni siquiera estaban sus cosas. El estómago se me volteó, porque antes había visto que los mensajes no le habían entrado, pero había querido no adelantarme a nada y ahora solo sentí que los escenarios posibles me dieron vueltas en la cabeza a una velocidad ridícula. Pensé en sus hermanos, su padre y luego tuve que forzarme a pensar que tal vez estaba enferma, pero es que para que Sasha faltara a la escuela se me ocurrió que debía estar prácticamente muriéndose o algo. Me saqué a mí mismo de la espiral de ideas a la fuerza, pasé a la 3-2 a dejar el almuerzo que no había tocado y luego me asomé en la 3-3. Fue prácticamente un reflejo, una acción involuntaria y casi desesperada. Noté de inmediato la cabeza de Shimizu, el cabrón estaba desparramado en su pupitre como si le hubiesen dejado ir golpe con un sartén en la nuca y aunque fue cosa de un instante, creí que le temblaba el cuerpo a pesar del clima que hacía, también me dio la sensación de que estaba empapado en sudor. Traté de usar las mismas neuronas que parecía capaz de usar Suiren, el imbécil parecía estarse muriendo de una fiebre, si iba y le decía algo... Iba a volverse loco, el maldito hijo de puta. Lo peor del caso es que ni él ni yo podíamos hacer nada desde aquí y él iba a arrojarme su frustración encima, otra vez, porque la regulación emocional se la dejaba en casa todos los días. Acabé descartándolo, sin saber si lo que estaba haciendo era bueno o no, y bajé en el ascensor hasta la planta baja. Enderecé los pasos al casillero de Sasha, lo abrí y saqué las galletas que había medio escondido temprano. No hice nada con ellas en realidad, me las quedé en la mano y apoyé el peso del cuerpo en las taquillas antes de sacar el móvil del bolsillo. Me dediqué a mirar los mensajes por lo que me pareció una eternidad, solo eso, bien consciente de que si no los recibía pronto iba a estar trepando por las paredes antes de darme cuenta. Contenido oculto te quoteé porque le contesté algo a Suiren de cierre, pero lo demás en relleno bien descarado jashje
La conversación con Yutarin había acabado mejor de lo que había empezado, lo que en definitiva era motivo más que suficiente para quedarme tranquila con su presencia por ahí; el problema, por otro lado, era que no llegaba a ser suficiente para distraerme de todo lo demás. Podía parecer estúpido, y seguramente cualquier otra persona no le daría tantas vueltas a un detalle tan pequeño, pero cuando se me metía algo en la cabeza... Acabé llegando a casa convencida de que Kou había empezado a odiarme. Pasé el fin de semana bastante triste, a quién iba a engañar, y eso implicó que no tomara las mejores decisiones del mundo. Primero fui a visitar a Thi, que la pobre no había encontrado la manera de hablar con sus padres y el estrés de todo aquello era lo que había hecho que acabara enfermando; no creí haber sido la mejor compañía para ella, pero lo intenté con todas mis fuerzas y... bueno, ¿al menos no estuvo sola? Cuando volví a casa, ya entrada la noche, llamé a Hitoshi para que viniera y, a pesar de que lo había ghosteado con ganas hasta entonces, el idiota no tardó nada en plantarse en mi casa. Y ahora me sentía fatal, claro, porque seguía con las mismas ideas en la cabeza y, además, también me sentía una traidora. ¿Tenía sentido? Absolutamente ninguno, pero estaba yo para procesar lo que sentía con lógica. Suspiré, dejando mis zapatos dentro del casillero, y eché un vistazo a mi alrededor, a los alumnos que andaban preparándose para clase y hablando de sus fines de semana con los demás. Contenido oculto una ri-chan para quien la quiera (?)
Un día mas de colegio que, afortunadamente, era del último año de prepa, así que había que hacerlo valer por completo el último trecho de secundaria. Y ver a que puñetera universidad ir. Sumando eso, estaba haciendo un calor particularmente intenso, unos treinta grados por lo menos... ¡A las ocho de la mañana! Bueno, el verano había empezado y se hizo sentir con todo, la pobre Sakuya no era muy amante de las épocas calurosas, así que un viaje a playas, balnearios, piscinas o ríos estaba mas que necesitado, pero al menos una vez entrado al instituto, se agradecía enormemente la presencia del sistema de aire acondicionado, olé que era mas que necesario en la época de verano, si no, se derretía la pobre, es que venga ya, casi a primera hora con treinta grados era como descender a los círculos del infierno con Dante y Virgilio de compañeros. De la misma manera se acercó tarareando un poco a su casillero para abrirlo y ponerse a organizar, parecía ser que pues al fin ese lugar sideral fuera del reino de la realidad ya era un casillero normal, común y corriente producto de ser ordenado. ¡Al fin! Aunque seguían el montón de revistas y mangas dentro de la misma, pero afortunadamente mas organizado y pulcro, bueno, como maid tenía que dar el ejemplo siendo ella misma mas organizada, ¿No? Y empezó a jugar de tin marín con las revistas buscando ver al azar que se llevaría, para irse por los mangas y agarrar uno de los tomos y ver la portada, un isekai de esos que eran tan populares en el momento y que le había gustado. Nada malo con los mundos de fantasía. >>¿Hmm? No me lo he leído del todo. Contenido oculto por aquí me la dejo suelta too ahre
Atravesé el patio frontal a paso calmado, entrecerrando los ojos bajo el intenso resplandor del sol que, al mismo tiempo, nos hacía brillar a nosotros. Copito se encontraba en mi hombro, sus ojitos escarlatas se paseaban entre las personitas que había a nuestro alrededor, de seguro buscando caras conocidas. El pequeñín no me había acompañado en el receso del viernes, durante la grandiosa jornada que tuvimos con las chicas en el dojo, en compañía de Ryuu y Koe-chan; llegué a pensar, divertida, que mi gorrión otra vez se iba a ir de parranda con Fuji y sus amigos, pero apareció en la ventana de mi salón al final de la jornada. Ahora estábamos aquí, bien descansados y listos para una nueva aventurita semanal. Mientras me acercaba al edificio, le tarareaba una suave canción. Mantenía el rostro un poquito girado hacia el chiquitín para que mi voz le llegara más directa. Él aprovechaba la cercanía para darme suaves toques en la mejilla con el piquito, a veces pescándome hebras blancas con las que jugueteaba. ¡Y en cierto momento…! Copito me respondió con un cantito suelto y fugaz, que tuvo el poder de provocar una correntada de alegría que me hizo estremecer ligeramente el cuerpo. Me reí bajito, muy contenta, y continué tarareándole, hasta que llegamos a las puertas de la academia. Una vez allí, tomé a mi querido gorrioncito entre las manos, acaricié con mucho cariño su cabeza y, finalmente, hice que volara hacia el cielo. Su blanca silueta, brillando con la intensidad de una estrella, se perdió alto, bien alto. Me pareció que fue directo a la azotea. Una vez dentro de la academia, me fui derecho y solita hacia mi casillero, pues no detecté a gentecita conocida en la entrada. El movimiento de los estudiantes era constante, incesante, además de que muchas voces atravesaban el aire, cargadas de anécdotas y sabrosos chismes del fin de semana; y justamente por eso, el ambiente también se sentía un cachito lento, un aire tan típico de los lunes, ay. ¡Pero en fin…! El punto es que estuve tan entretenida con el cambio de mi calzado, que el golpe que sentí en el hombro me tomó algo desprevenida. No fue un impacto doloroso, pero sí que se sintió contundente. Me giré con curiosidad hacia el lado de donde vino esta pequeña interrupción y, así, me encontré con los ojos violetas de Ryuu. El muchachote mostraba una sonrisita en la que asomaron sus colmillos inusualmente largos. Tenía el puño cerrado y, en ese momento, lo estaba bajando con lentitud. —Vero-chan~ —Buenos días, Ryuu —dije con una sonrisa amplia, encantada por empezar el día con él; le devolví su saludo físico, dándole un puñetazo muy ligero en el pectoral, que él recibió de buena gana— ¿Qué tal tu finde? —Digamos que fue extremadamente… intenso —respondió, en un tono enigmático que estuvo a nada de ponerme en modo chismosa— ¿Y el tuyo? Quiero creer que estuviste preparándote para nuestro próximo enfrentamiento. Me cubrí una risita detrás de la punta de los dedos. Lo cierto es que no entrenaba los fines de semana, más allá de mis carreras matutinas. El sábado salí con Himari e Isabella, y luego pasé el día en casa de Togashi y Kanade, durante el domingo. Estuvo bien lindo todo. ¡Pero…! Se me dio por hacerme la misteriosa, porque sí. —Quién sabe… —contesté, guiñándole un ojo. —Oh~ —su mirada brilló con una chispa de diversión— ¿Así que también juegas con el corazón de los demás? —dejó escapar un suspiro mientras negaba con la cabeza— Eres una conejita terrible, Vero-chan. Contenido oculto Gigi Blanche Acá te dejo el combo de luz y oscuridad Para mi enorme pesar, mi nueva rutina en la academia Sakura estaba viéndose afectada desde la reaparición de Ryuuji y Koemi. No era mi pretensión volcar la responsabilidad sobre ellos, sin embargo, no podía quitarme de encima las oscuras emociones que me perseguían desde Kioto. Saber que estaban aquí me recordaba, de una manera incesante e insoportable, mi propia debilidad. Me volvía consciente del estado de huida en el que pretendía hundirme, a la que trataba de disfrazar de estoicismo. Consideraba que Matsuo era merecedor de mi rechazo; aunque sabía bien que sus intenciones para conmigo eran buenas, no estaba para nada de acuerdo con los modos en que buscaba resolver las cosas, cayendo de a ratos en la destemplanza. Pero nunca fui justa con Koemi. La profunda culpa me impedía enfrentarla. Al verla el lunes pasado, la alegría que sentí me desarmó en llanto, la había necesitado horrores, pero no sabía cómo dejarla entrar ahora. Luego, sobrevino un sombrío pensamiento que saboteó todo: el de creer que no había hecho más que decepcionarla, que la había lastimado al ignorar todos sus mensajes y que por eso no merecía seguir llamándome su amiga. Había llegado a esta academia con la idea de ser una desconocida para todo el mundo, convertirla en un refugio donde pudiera controlar las distancias, pero ahora… Se me hacía muy difícil. Suspiré, frente la puerta de mi taquilla. Todas las mañanas temía cruzar a Matsuo y recibir sus ironías, su molesto desdén. Sabía que él actuaba así porque también lo había decepcionado, Ryuuji no era de dejar las cosas de lado como lo hacía Koemi. Por un breve instante tuve la suerte de no verlo hoy, aunque no era consciente de que estaba a metros de mí, oculto tras otra hilera de casilleros. Y para colmo, noté un color rosado por el rabillo del ojo. Me giré con cierta alarma al creer que Koemi se había acercado, ya que no iba a saber cómo responder a sus demandas. Pero esta chica… no era ella, además de que su cabello tenía un tono más claro y no estaba atado en trenzas, al ser corto. Tuve la mala fortuna de haberme girado en el mismo instante que la joven miró a su alrededor, por lo que di, sin querer, con sus ojos. —¡Ah, perdona! —exclamé con pena, ruborizándome ligeramente por mi atrevimiento; me incliné hacia ella rápidamente, con una reverencia acorde a la situación— Te reconocí accidentalmente como otra persona, lamento mucho la confusión. Qué vergüenza. No era así de desatenta, me urgía la necesidad de controlar todo lo que me pasaba por dentro. Contenido oculto
Qué calor horrible. Me había pasado el fin de semana en casa, prácticamente abrazada al aire acondicionado, y si puse un pie en la calle fue porque mamá trabajaba los sábados a la mañana y Hanabi me había pedido yogur de fresa. El domingo apareció Ko con una bolsa llena de helados y me preguntó si me había muerto, que no le contestaba desde el viernes. Le dije que sí, me había matado el verano. Una tragedia. El lunes, mis ganas de ir a la escuela estaban en negativo. El chico me había amenazado ayer con que más me valía no empezar a ausentarme y que estaría en la puerta del edificio a las siete. Fue extenuante y tortuoso, pero me las arreglé para despertarme, ponerme el uniforme y desayunar algo; al menos a esta hora no hacía tanto calor, aunque pensar en el receso me daba escalofríos. Ah, qué ganas de dormir tres meses. ¿Se le podía llamar hibernar si no era en invierno? —¿Las clases fueron bien? —le pregunté llegando a los casilleros, dándome cuenta que lo había olvidado, y sonreí al mirarlo de soslayo—. Ishikawa-sensei~ Al principio no me había entendido, con el honorífico se sonrió y, así soltara una de sus risitas bien inocentes, sabía que en el fondo le gustaba que lo llamen así. —Estuvo bien, sí, fue divertido. Anna creció rodeada de música, no creo que le lleve mucho tomarle la mano. Además, cuando se le mete algo en la cabeza... —Parece de las intensas, sí. Habíamos llegado a nuestros casilleros, entre tanto. Hice el cambio de calzado y el simple hecho de tener que agacharme y volver a incorporarme me recordó la pereza que sentía. Suspiré, agotada, y dejé caer la cabeza en el hombro de Ko. —¿No me puedo ir? —me quejé. —Estás a una hora en tren del centro —argumentó, divertido, sin alzar la voz—. Te daría más pereza tener que volver, ¿verdad? —Conque esta era tu verdadera razón para transferirnos aquí... Me separé de su cuerpo con un quejido bajo y él giró el rostro, notando algo. Cerramos nuestros casilleros y nos acabamos acercando a un par de chicos que no tenía vistos de nada. Estaban conversando y apenas los últimos retazos de la voz del muchacho lograron alcanzarnos un segundo antes de que nos detuviéramos frente a ellos. ¿Oí bien? ¿Conejita terrible le dijo a una chica? Oh, dear. —Maxwell-san, buen día —saludó Kohaku a la supuesta Vero-chan, sonriéndole, y le dedicó un asentimiento al muchacho antes de abocarse a ella—. Perdona que te moleste, ¿el viernes le prestaste atención a la clase de mates? El repelús me había quedado asentado en el estómago, pero Ko no me había concedido el placer de corresponder mi mirada y tuve que resignarme a no compartir el disgusto con nadie. Lo escuché hacer la petición y esbocé una sonrisa leve, divertida. —No me digas, ¿Ishikawa-sensei pidiendo apuntes? Ko se rió con cierto tinte avergonzado, aunque vete a saber si era genuino o sólo le hacía gracia montarse el numerito.
Proyecto escolar, ¿no? Sí, esa era parte de mis pequeñas misiones de hoy, hablar con alguien de mi grupo de proyecto al menos para decirle que seguía con vida y pensaba participar. Sonaba como poco, pero sabía que los días estaban compuestos de pequeñas tareas. El equipo eran Kaia, Gaspar, Morgan y Fiorella, bien podía esperar o encontrar a alguno en los casilleros o a dos en clase y luego buscar a los demás, lo que pasara primero. Iba pensando en eso cuando entré al patio frontal, sola, porque Jez me dijo que había tenido una emergencia en casa con su prima, la niña había despertado enferma y no quiso dejarla sola aunque sus tíos estaban con ella. Me dijo que intentaría llegar a las clases de la tarde. —You sure can be a pain in the ass. —Escuché que reclamaba alguien—. ¿Por qué no me contestabas? Te morías y no se daba cuenta ni Dios, ni el teléfono agarraste cuando te marqué. ¿No aprendes que esas mierdas no son buenas para el corazón? Al buscar el origen del altercado, por decir algo, di con el pelirrojo que habían mencionado de arriba a abajo Jez, Vero y Ryuuji. Le estaba hablando a un chico rubio que apenas iba bajándose de una moto roja y el cuadro en sí no calzó con la charla del viernes, porque el de la moto tenía unas pintas de delincuente que daban gusto. —Cay, ya. Perdona, se me olvidó y cuando llamaste estaba ocupado con mamá y entonces cuando terminé se me olvidó de nuevo. Eso pareció bajarle los humos de golpe a Dunn, que bufó y retrocedió medio paso. Creí que le dijo algo más, pero no escuché y el rubio solo negó con la cabeza, al final declinó su oferta de entrar juntos, pero le dio un golpe liviano a Cayden en el hombro antes de que caminara para volver al flujo de estudiantes, donde casi me lleva por delante. Me dio vergüenza que me notara comiéndome todo el chisme, así que busqué algo para disimular y recordé lo de Jez. Un breve intercambio de nombres ocurrió, luego le expliqué lo de la emergencia familiar y tal, al terminar comenzamos a caminar juntos. —¿Es cierto que Vero apaleó a Matsuo el viernes? —Buscó saber, serio, aunque creí que las comisuras de los labios lo quisieron traicionar con una sonrisa. —Voló como muñeco de trapo —confirmé regulando la gracia que me hacía el asunto todavía—. Imagino que Jez te habrá pasado sus saludos. —Y hasta más. Fue extremadamente escueto, ni siquiera amplió la idea, pero imaginé que Jez se habría ido de la lengua y no supe discernir si le importaba o no todo lo que habían dicho sin que estuviera presente. Igual si le importaba ya era muy tarde, las chicas lo habían dejado en el mismo nivel que un perrito. Pobre criatura, la verdad. —¿La conoces hace mucho? A Jezebel —preguntó aunque había sacado el móvil para revisar mensajes mientras entrábamos a los casilleros de tercero. Estaba contestándole, mirándolo aunque él no me estuviese viendo a mí, cuando despegó los ojos de la pantalla un poco de golpe y seguí su mirada que se había suspendido en un grupo más allá, conformado por Morgan, un muchacho de cabello celeste, Vero y Ryuuji. Nos acercamos, fui ensayando mis diálogos mentalmente y noté que Cayden medio asomaba el rostro entre Morgan y el muchacho, dándole un toquecito a él en el costado, fue muy suave. Esperó a recibir la atención de ambos para sonreírles, se le había iluminado la cara, aunque creí notar que intercambió la vista entre ellos y Matsuo como si hubiese querido enviar señales de humo o decir algo. —Buenos días. Aunque el sol se despertó enojado, se ve. Los saludó como si hace tres minutos no estuviera reclamándole a su otro amigo que no le contestaba unos mensajes, luego retrocedió para pasar la atención a Vero y Ryuuji, a ella le sonrió de una forma similar y a Ryuuji, bueno, medio que también. El gesto se le ensanchó un segundo antes de disiparse. —Morning —dijo hacia Verónica, deslizando los ojos a Mr. Apaleado un instante—. Y hola a ti también, Matsuo. No los interrumpo más, solo quería saludar. Nos despidió a todos con un movimiento de mano, al retirarse le dio otro toquecito sutil al chico del pelo de nube, se guardó el teléfono que conservaba en la otra mano y volvió sobre sus pasos hasta su casillero, ya que había pasado directo para efectivamente darles los buenos días. Me dejó a la deriva, el muy simpático, y me quedé congelada mirando a los cuatro antes de saludarlos con una sonrisa, darles los buenos días y luego reparar en Morgan. —Fui abandonada en una misión de campo. —Me lamenté en algo que pretendió ser una broma y sentí muy raro solo hablares sin más—. Perdón por la interrupción, soy Meyer, del salón de Morgan. Venía atenta por si veía a alguien del grupo del proyecto, estamos juntas con Bianchi, Hattori y el otro chico de nuestra clase, Sóloviov. Y eso nada más, podemos conversarlo en otro momento si gustas, solo quise aprovechar que te vi. Que tengan bonito día los cuatro. Hice una reverencia ligera, volví a sonreírles y los despedí yo también. Mi casillero estaba un poco más allá después de todo. Contenido oculto cuando vi mis dados supe que ninguno de estos dos ignoraría esta comitiva JAJAJ los quoteé porque más fácil obvio, pero sigan circulando, mis estimados
No había tenido ningún objetivo específico en mente al pasear la vista por mis alrededores y, por ello mismo, tampoco le di mucha importancia cuando mi mirada se cruzó con la de otra chica que estaba en los casilleros. Al parecer, para ella sí que fue bastante más importante, pues su voz se alzó hasta alcanzarme y, al volver a girar la cabeza en su dirección, me di cuenta que se estaba disculpando conmigo. —No pasa nada, tranquila —le dije junto una sonrisa leve, negando un par de veces con la mano para afianzar más el punto de que no me había molestado. Mi intención inicial había sido subir a clase y, ni idea, seguir siendo miserable en lo que el resto de alumnos iban llegando, pero... ¿quizás me venía bien distraerme un poco? Thi había dicho que hoy vendría a clases, pero la pobre tenía más que suficiente en su plato y no quería echarle encima mis propios problemas también. Así que... >>¿Quieres que te ayude a buscarla? A la persona con la que me confundiste, digo... —me ofrecí, manteniendo la sonrisa ligera en todo momento—. Fue por el pelo, ¿verdad? ¡No hay mucha gente con este color, así que no debería ser difícil encontrarla!
Contenido oculto Verónica alzó una ceja apenas pronuncié lo de la “conejita terrible”. Lo suyo fue una reacción de lo más sutil que sirvió por darme por servido, pues entendí que acababa de tomarla por sorpresa y vaya uno a saber cómo interpretaría aquello. En lo que a mí respecta, tan sólo recurrí a un mote que aludía a su apariencia de color predominantemente blanco, el tamaño de bolsillo, sus rasgos suaves y delicados; de manera parecida, veía a Dunn como un zorro por el rojo y la astucia, o destacaba una cosa felina en determinados puntos de Akaisa. Lo de “terrible” iba por las habilidades que me demostró el viernes y porque ahora se le daba por hacerse la traviesa, qué cosas con esta chica. Por cierto, era consciente de otras posibles connotaciones en lo que dije, faltaba más. Ahí radicaba la diversión en muchas de las frases que soltaba a la gente. Un dulce juego de ambigüedad, el encanto turbulento que yacía en la multiplicidad de significados. Cuando le contesté que mi fin de semana fue “extremadamente intenso”, la cosa siguió más o menos ésta misma línea, pues las interpretaciones eran numerosas; fue tierno el interés que manifestaron los ojos azules de Maxwell, y saber que jamás daría con la respuesta correcta. ¿Quién, acaso, podía imaginar lo que pasaba bajo las sombras de Toshima? Ese espectáculo organizado, de violencia y falso altruismo. No tuve espacio para recibir una respuesta, porque al segundo siguiente teníamos dos personas encima. Había que ser ciego para no reconocer a Ishikawa con ese pelo; y sólo cuando se concentró en Maxwell pensé en que uno podía hacer del cielo celeste, y la otra ser su nube blanca, menudo espectáculo de colores. No reaccioné como tal a su asentimiento, pero me fijé en la otra chica con cierta curiosidad. ¿Acaso acaba de buscar una mirada cómplice con su acompañante? ¿Por qué sería, me pregunto~? A Maxwell la sonrisa se le amplió al notar al muchacho, se ve que lo conocía porque lo primero que dijo fue un apodo: —Mini Ishi —sonó de lo más jovial, con una fresca confianza—. Buen día. Giró el rostro hacia la acompañante de Ishikawa, la sonrisita se le tiñó con una curiosidad muy obvia. Pero el otro no le dio tiempo a decir nada, porque pidió apuntes de nuestra clase, se ve. Maxwell se rascó la nuca con una risilla, como quien es atrapada en plena falta. —Me temo que hay un problemita: aquel día tenía la cabeza más puesta en el finde —reconoció sin ninguna vergüenza; vaya, tenemos a una perezosa del estudio por aquí—. ¡Pero…! Tal vez alguien más pueda ayudarnos, ¿verdad, Ryuu? Esta vez me tocó a mí elevar una ceja, al detectar el toque de su codo contra mis costillas. Me giré con el ceño fruncido y la sonrisa ligeramente ladeada, un poco incrédulo debo reconocer. Creo que era la primera vez que alguien me pedía apuntes de la escuela, la gente por lo general tendía a evitarme por mis rasgos asilvestrados. Y razón no les faltaba, qué decir. —Quién sabe… —la parafraseé. Justo en ese momento apareció una cara de niño entre nuestros invitados: Dunn, el querido “leoncito” de Maxwell. Aunque por la forma en que se le suavizó la cara al tocar a Ishikawa, pensé que ahí tuvo más pinta de cachorrito faldero; me limité a sonreírme. También estaba Meyer y me pregunté si acaso no estaría siendo víctima del destino o algo así. Fue un poco chistoso que la dejaran solita, Dunn se marchó con la rapidez de un zorro, dedicándonos un saludo. Laila, por su parte, habló del proyecto escolar que, por fortuna, a mí no me tocaba hacer. Dio la casualidad de que hacía equipo con la chica del pelo negro y ojos violetas como los míos. Ahí supe cómo se llamaba: Morgan. —Igualmente, preciosa —le respondió Maxwell cuando Meyer se despidió; parecía incluso más contenta que hace unos momentos por sólo ver a éste segundo par; yo me limité a responder cada despedida con un leve movimiento de cabeza, y tras eso volví a notar la mirada de la albina—¿Nos vas a dar una manito, verdad? Suspiré con cierto teatro. —Ok, pero sólo por el almuerzo que me convidaste el viernes —respondí con una media sonrisa, luego mirando a Ishikawa— Es lo que valen mis apuntes. Sin dar tiempo a réplicas, girè sobre mis talones. Fui a mi casillero, que no quedaba muy lejos del de Maxwell, y quedé algo apartado del grupo mientras hurgaba en el interior; ya que estaba aprovecharía para cambiarme los zapatos. Así y todo pude notar, de reojo, que la albina volvía a mirar a la otra muchacha, con una sonrisa. —Morgan… Qué nombre tan bonito —decía, sonó bastante sincera si me preguntaban; luego, me llegó el sonido de un leve carraspeo—. Yo soy Verónica Maxwell, compañera de la clase de estos muchachitos, como ya se ha visto. Una sonrisa se trazó en su rostro al momento de responder mis disculpas, hasta se valió de un movimiento de mano para reforzar su punto. Al erguirme tras mi reverencia, la vergüenza se había desvanecido con la misma velocidad a la que me había azotado, y correspondí al gesto de chica con una sonrisa cortés, agradecida con su amabilidad. Me había parecido de mala educación mirarla de la forma en que lo hice, tan repentina y movida por cosas que no tenían que ver con ella. No me enorgullecía por ese descuido y tal sensación perduró, a pesar de todo. Por si no tuviera suficiente con la carga que arrastraba desde los últimos días, su posterior ofrecimiento amenazó con arrojar una sombra sobre mis ojos. Logré atajar esa bruma a tiempo, cubriéndole detrás de una expresión de calma, hundiéndola bajo el temple con el que me estaba forzando a vivir. En respuesta a su idea, negué ligeramente con la cabeza, manteniendo también mi sonrisa amable. Eso sí, el comentario sobre su cabello elevó ligeramente mis comisuras, en el amague de una pequeña risa que me hizo sentir algo mejor. —Muchas gracias, pero no hace falta —respondí, recobrando un poco mi aire solemne—. No quisiera ocupar tu tiempo de esta forma. Además, es posible que esa persona aún no esté aquí. Digamos que… acostumbra a llegar tarde a las clases —mis ojos se desviaron hacia algún lado, y sin querer solté un poco de aire por la nariz, en una especie de risa silenciosa—. Incluso se tarda en regresar al salón después de los recesos. Koemi había sido siempre así, desde que la conocía. Caprichosa, perezosa, con mucho desdén por los horarios y las responsabilidades. Fuimos a las mismas escuelas desde la primaria, allá en Kioto; hasta que su familia debió instalarse en esta ciudad hace algo más de dos años, quedando separadas. Era yo la que debía estarle encima para que no se quedara dormida; no podía hacerlo siempre, por lo que era común que Koemi recibiera regaños constantes de los profesores debido a su irresponsabilidad, pero ella simplemente los ninguneaba y luego se quejaba conmigo, cuando volvíamos juntas. Sacudí ligeramente la cabeza. No era sano recordar. —Lo cierto es que aún me estoy acostumbrando a esta escuela, hay muchos colores —comenté un poco al aire, como para distraerme de la sensación de culpa que quería apretarme el corazón; para bien o para mal, reparé en otro descuido de mi parte— ¡Ah, que no me presentado! Me llamo Kaoru Nakayama, llegué hace relativamente poco. La miré con una sonrisa amable. Fue una invitación silenciosa a que me concediera un nombre con el que dirigirme a ella.
No tenía mucho más que hacer que prestarle atención a estas tres personas, ahora que Ko nos había arrastrado. Noté de soslayo la mirada del muchacho, no le adjudiqué ningún tinte particular y me limité a correspondérsela por unos pocos segundos, sin abrir la boca. Entre tanto, la albina saludó a Kohaku con aquel apodo que le oía a la chiquilla Hiradaira y deslicé los ojos a ella. ¿Siquiera sabía de dónde venía lo de Mini Ishi o se habría robado el apelativo sin más? Ah, ah, qué mal. Recibí su atención, su semblante exudaba una inocencia casi tierna y, como con el moreno, sólo le correspondí el gesto sin abrir la boca. Ko hizo su solicitud de turno y resultó que entre los dos no hacían uno. Mi sonrisa se ensanchó apenas, la pelota le cayó al chico y, bueno, ahora eran tres. El cuadro era bastante gracioso y Kohaku soltó una risa ligera. Quizás estuvo por decir algo, pero de repente la cara de Cayden apareció entre nosotros y logró sorprenderme. Alcé un poco las cejas, girando el rostro de lleno, y él nos sonrió. Su comentario le arrancó otra risa a Ko; una broma interna, supuse. —El sol lleva tres días enojado ya —respondió, liviano. Parecía conocer a todos aquí. Entre Maxwell y Dunn había armado casi todo el rompecabezas del nombre del chico, así como ocurrió con la albina primero, y me hizo su cuota de gracia estar aquí pescando la información que arrojaban de lado a lado como pelota de voleyball. Era de lo que siempre me jactaba, ¿verdad? Si no abría la boca, no existía. —Nos vemos, Cay Cay —despidió Ko al pelirrojo con una sonrisa serena. Eso fue, al menos, hasta que la otra muchacha quedó como cristiano sin vela en el entierro. Por su reacción fui consciente de que los cuatro, probablemente, habíamos virado al mismo tiempo, y le dediqué una sonrisa sencilla. Iba a mi clase, ¿verdad? Resultó que sí pretendía hablarme a mí, pestañeé y fue como sacar la cabeza del agua; los sonidos dejaron de alcanzarme embotados y asentí. Bueno, asentí por asentir, en verdad no tenía muy ubicados a los de nuestro grupo. —Nos rezagamos bastante —admití; ahora ni entre cinco hacíamos uno—. ¿Te busco en el receso? Me pareció, digamos, el mejor plan de acción, considerando su nerviosismo inicial. Hacer el proyecto me daba muchísima pereza, pero suponía que no podría escapar de esta. Se despidió, le sonreí con suavidad, y la alegría de Maxwell destacó sobre el resto. ¿Más conexiones? Me iba a dar jaqueca a este paso. ¿Qué faltaba? ¿Que este chico de aquí fuera mi primo perdido? La albina regresó sobre los apuntes, Matsuo cedió y se retiró a su casillero, no sin antes establecer su precio... o algo así. Kohaku se inclinó hacia Verónica y se cubrió la boca con la mano para murmurarle, confidente: —No entendí, ¿ya le pagaste tú o le tengo que pagar yo? Estaba jugando, no había bajado la voz ni un ápice. Maxwell volvió a reparar en mí, halagó mi nombre, y se presentó con cierta seriedad. Seguí todos sus movimientos con la sonrisa inmutable de siempre, pequeña y relajada. —Es unisex, se relaciona al mar. Puede significar "nacido del mar", "canción del mar", o incluso "círculo marino" —expliqué sin más, verbalizarlo me empujó a reflexionarlo y ladeé apenas la cabeza—. Creo que me gusta más la idea de "círculo marino", como si fuese una congregación o un ritual. Pestañeé, notando que me había ido por las ramas, y mi sonrisa se acentuó. Regresé los ojos a Verónica. —My pleasure, bonnie. También te agradezco, le salvaste el culo a este despistado. Le palmeé el hombro a Ko y él se rió, pero yo mantuve mi vista en la albina. —Verónica —pronuncié, valiéndome del acento gaélico para pronunciar la 'r'—. ¿Y a ti? ¿Te gusta tu nombre, lass?
La chica me dijo que no hacía falta buscar la persona en cuestión y, justo después, siguió explicándome que era probable que ni siquiera hubiera llegado a la academia todavía. La manera en la que hablaba de aquella persona me pareció que era la de alguien que le tenía mucho aprecio, por lo que no pude evitar que mi sonrisa adquiriese un tinte más genuino ante la idea; no tenía forma de saber nada más sobre su relación, pero la verdad era que tampoco importaba demasiado. Asentí con la cabeza ante su negación, de todos modos, y poco después alcé un poco las cejas, en un gesto de ligera sorpresa al escuchar su comentario. ¿Había muchos colores de pelo en el Sakura? Bueno, ahora que lo decía... pues sí. Quizás era lo que tenía estar llena de niños pijos con mucho dinero y mucho tiempo libre, que nos buscábamos todo tipo de tintes para intentar ser el centro de atención. ¡O quizás solo fuera casualidad, quién sabía! —Encantada, Nakayama-san. Yo soy Yumemi Riamu, un placer~ —contesté a su presentación, acompañando mis palabras con una pequeña reverencia, y eché un nuevo vistazo a nuestro alrededor al erguirme, antes de volver a sus ojos—. ¿Dices que eres nueva? ¡Bienvenida! ¿En qué clase estás? ¿Y qué te está pareciendo el Sakura hasta ahora?
Desde el almuerzo grupal con Fuji y nuestras adorables kohais, me habían quedado ganas de volver a tener una que otra charlita con Mini Ishi. El chico siempre me pareció el más guapo del salón 3-3 y, además, en el Jueves de almuercito descubrí su carácter educado, gentil, pero con una tendencia bromista que le sumó una cantidad extra de Veropoints. Por lo que su acercamiento, así fuese sólo para pedir apuntes, acentuó los buenos ánimos que caracterizaban mi espíritu. ¡Y no sólo eso…! Había llegado con una acompañante de lo más bonita: una chica de cabello negro y ojos violetitas como los de Ryuu, que captó inmediatamente mi interés porque no la reconocí; y, además de eso… ¿me pareció que se veía un poquito cansada? Ella correspondió a mi mirada con una expresión inmutable, no hubo reacción visible. Pero pronto nos vimos sorprendidas por la aparición del rostro de mi querido Lionheart y, para más gusto, noté que Mey estaba con él. ¡Uf…! Estuve a nada de soltar un suspiro, del puro gusto que me dio estar repentinamente rodeada por tantos encantos. También sentí muchísima ternura cuando noté cómo el rostro de Cay se iluminó al recibir la atención de Mini Ishi. Me hizo recordar la manera en que sus facciones se habían suavizado el otro día, cuando me comentó que él era su famoso amigo, aquel que tocaba la guitarra; saltaba a la vista lo mucho que lo quería, y pensé que así debía de verme yo cada vez que hablaba sobre Fuji, Jez o Valeria con los demás. Le devolví la sonrisa que nos dedicó, completamente ajena al chiste interno. Y, de haber podido, me habría despedido de Mey con un besito en la mejilla luego de que terminó el fugaz intercambio sobre el proyecto, pero al final me tocó guardármelo para otra ocasión... Así que, recapitulando, ¡muchas cosas lindas en poco tiempo…! Y como yo era más atenta de lo que en verdad parecía, en medio de todo esto, cacé en el aire el nombre de la muchachita que iba con Mini Ishi. Proseguimos con el asunto de los apuntes y, por suerte, Ryuu aceptó pasar los suyos… tras decir que mi almuerzo servía como pago. Le mostré una sonrisa agradecida antes de que se dirigiera a su casillero, pero sólo cuando Ishi se inclinó para preguntarme lo del “precio” de su favor, me quedé pensando un par de segundos. —Buena pregunta —me reí, siguiendo el juego de no bajar la voz para que Ryuu nos oyera—. Lo que dijo fue bastante… ¡ambiguo…! —noté de soslayo que Ryuu se sonreía con satisfacción; se estaba cambiando los zapatos en ese momento, pero nos ponía atención desde su pequeña distancia— Pero descuida, compañero, tengo un pequeño plan para cubrirte —esto último sí que lo dije bajando el tono de mi voz, sólo Morgan pudo escucharlo. Y hablando de Morgan, su nombre me gustó muchísimo. Tanto, que di por seguro que no se lo iba a recortar en ningún tipo de apodo, como hacía con todo el mundo. Y, para añadirle más belleza a la cuestión, su significado estaba relacionado con el mar, según me explicó después de halagárselo y presentarme. Mientras la chica hablaba, le presté devota atención, con una sonrisita dulce curvándome los labios. Lo cierto es que me atraían los nombres que tenían que ver con el mar, el océano y demás; puede que en eso hubiera influido la relación que tuve con Kai en Canadá, y por eso me había gustado tanto conocer el de Kaia-chan cuando me tocó darle el tour. ¡El punto es que…! Morgan dijo que prefería el significado de “círculo marino” porque lo relacionaba a una congregación y un… ¿ritual? Ladeé apenas la cabeza, sin perder la sonrisa. Uy, aquello sonó... ¡misterioso...! Pestañeó como quien se despierta, su suave sonrisa se pronunció un poco más y, con palabritas en inglés, me dijo que era un placer conocerme, diciéndome un boonie que me hizo sonreír un poquito más. También me agradeció por salvar los cuartos traseros de Mini Ishi, provocándome una pequeña risa. Noté el acento cuando dijo mi nombre, ¿británico, quizá? Entonces preguntó si me gustaba, ante lo cual asentí. —Me encanta —respondí, manteniendo la mirada en sus ojos—. Mi nombre, tengo entendido, significa “portadora de la victoria”, también se traduce como “la que alcanza la victoria”. Pero si hablamos de mi caso particular, añadiría que soy una Verónica que hace que los demás también salgan victoriosos. Como, por ejemplo, él —miré a Mini Ishi con una sonrisa divertida—. Diste conmigo y ya no te faltarán apuntes de mates. Un pequeño triunfo para tu día. Ryuu seguía preparando sus cosas, por lo que aproveché para seguir la conversación en lo que lo esperábamos. —Y ya que estamos en tema, ¿qué significa Kohaku? ¿Y por qué Morgan te dice sensei? Una cosa no tenía que ver con la otra, pero eso no iba a detener mi curiosidad. Por la manera en que alzó las cejas, llegué cuestionarme por lo que había dicho sobre la variedad de colores. Quizá estuve fuera de lugar, pero las palabras ya habían sido pronunciadas y no quedó la posibilidad de retractar mi afirmación. Me fue inevitable, puesto que todavía estaba acostumbrándome a la nueva rutina impuesta por mi familia y, sobre todo, a la naturaleza de esta escuela. Mi vida educativa había transcurrido en instituciones que, como la Academia Sakura, también destacaban por su alto costo y prestigio. Pero los alumnados fueron predominantemente japoneses en todos los casos, motivo por el venir a este lugar me suponía cierto choque cultural: tratos menos formales, la ausencia ocasional de honoríficos en los nombres y, además, los rasgos físicos. En otras mañanas que acudí a estos casilleros, había observado ya una presencia importante de personas pelirrojas, rubias, incluso de gente albina; pasando por cabellos azulados o rosáceo. Rompía con la marea cabelleras negras de mis anteriores escuelas, donde el un color distinto solía convertirse en una novedad. Como el rosa de Koemi. La chica optó por no ahondar más y respondió a mi presentación, ofreciéndome su nombra. Le sonreí, cortés como siempre. —El placer es mío, Yumemi-san, y te agradezco por la bienvenida —respondí—. Me asignaron a la clase 3-1. La academia me está pareciendo un lugar… acogedor, supongo. Las personas de aquí son muy amables —me llevé la mano a un mechón de cabello, con el que empecé a juguetear entre mis dedos, en tanto hacía un repaso mental de mis primeros días—. En mi primera mañana aquí, un chico se me acercó al notar que era nueva, y además me acompañó a mi salón. Y la persona que me dio el tour fue educada, tuvo muy buena predisposición al momento de guiarme. El resto de los días fue puro estudio y adaptación. El tour que me había dado Shinomiya no cubrió las instalaciones del Sakura por completo. Como nos habíamos detenido en la sala del club arte a conversar, me ocupé de conocer las otras zonas de la academia por mi cuenta. Obviamente omití ciertos datos, como mis encontronazos con Ryuuji y la incomodidad que me generaban tanto su presencia como la de Koemi. —¿Estás aquí desde primer año o también te transfirieron? —quise saber, por mera curiosidad, para que la conversación fluyera.
No había estado en mis planes iniciales rascarle apuntes a nadie, me daba tanta pereza que siquiera lo consideré una opción, pero hoy, quizá, amanecí de extra buen humor y al ver a Maxwell en los casilleros se me encendió la lamparita. Aún sin conocer su desempeño académico, pues no podía ser peor que el de Arata, ¿verdad? Haru tampoco le prestaba atención a las clases, el cabrón luego estudiaba dos días y pasaba los exámenes sin problema. Qué envidia. Por fuera de ellos no conocía mucho a nadie de la 3-3. Bueno, con Maxwell apenas había compartido un almuerzo grupal, pero eso nunca antes me había detenido, ¿cierto? Acabé arrastrando a Morgan, aunque más bien ella eligió quedarse, y evité sus ojos al sentirlos encima por el bien de la paz mundial. La quería mucho y se portaba muy bien conmigo, pero era bastante impredecible. En especial cuando estaba aburrida o de mal humor. Características que reunía esta mañana, ya que estábamos. Al final se portó bien, le pedí los apuntes a Verónica y el resto se decantó. El chico de nuestra clase, Matsuo, se alejó y noté que aún oía nuestra conversación. Maxwell aseguró tener un plan para cubrirme y no creía yo que valiera la pena tanto embrollo por unos apuntes, pero tampoco tendía a negar lo que me ofrecían. —Quedo en tus manos, entonces, Maxwell-san —afirmé, acentuando la sonrisa inocente de siempre, en un volumen similar al suyo para seguirle la broma. Las chicas se pusieron a hablar, entonces, y como Morgan siempre era considerablemente más simpática con otras muchachas, pues me relajé. Le eché un vistazo a Matsuo, pensando que se estaba tardando lo suyo, y regresé los ojos a Verónica cuando respondió. Nos compartió el significado de su nombre, también, y reí con ligereza. —Hmm. —Morgan murmuró un sonido reflexivo, cruzando los brazos, repasó a la albina con la mirada superficialmente y ladeó apenas la cabeza—. ¿Dónde está la victoria para mí, entonces~? —Ámbar —respondí por mi cuenta a su pregunta, y me señalé el rostro—. Creo que lo eligieron por mis ojos, aunque la abuela siempre me da explicaciones larguísimas sobre el origen del nombre y todo lo que significa. Volví a reírme, relajando el brazo, y respecto a mi rol de sensei Morgan se sonrió, divertida, aunque sin decir nada. Ah, qué misericordiosa. —¿Recuerdas a Anna, del almuerzo en el invernadero? Le estoy enseñando a tocar la guitarra, por eso. —Ko es el presidente del club de música —agregó, incapaz de contenerse, y se puso de puntillas para pasarme las manos sobre los hombros—. ¿Estuviste en el evento de baile, lass? El del patio norte. Lo organizaron unos niños de segundo y el club de música.
Una chispa de diversión se me coló en el semblante cuando mencionó que le había tocado estar en la clase 3-1, sin poder evitar sentir algo de gracia por la coincidencia. Escuché lo que siguió contándome con atención, asintiendo de vez en cuando con la cabeza para indicarle que estaba atenta, y mientras ella me hablaba de algunos de sus compañeros, mi mente se quedó pensando en la posibilidad de que los mismos fueran personas que yo también conocía. —La gente es muy simpática aquí, sí, sobre todo con los nuevos —confirmé en cuanto ella acabó de hablar, suavizando la sonrisa en el proceso—. Tengo algunos amigos en la 3-1, quizás los conozcas. Y si no, ¡te los puedo presentar! Había hablado poco con esta chica, pero se veía bastante educada y tranquila, así que seguramente se podría llevar bien con Thi; a Joey podría llegar a interesarle por el simple hecho de ser una chica, a decir verdad, y Kou... oh, esa idea no me gustaba nada. >>Nope, llegué nueva a principios de abril. Estuve escolarizada en casa antes de venir aquí, así que fue un cambio muy grande para mí... ¡pero ahora ya lo tengo todo controlado! Por ejemplo... ¿sabes que hay un montón de clubes? ¡De todo tipo, en serio! Yo estoy en el de teatro. ¿Te has interesado por alguno hasta ahora? Contenido oculto queda un día, pero si quieres puedes ir moviéndolas, bru, y hasta donde lleguemos (?)
Este lindo muchachito siguió encantándome con su carácter relajado. Primero me siguió la broma inicial sobre mi “plan”, diciéndome en voz no-baja que dejaba su destino en mis manos; para luego soltar una risa ligera cuando le dije que le había dado un pequeño triunfo a su día, haciendo honor al significado de mi nombre y lo que yo pretendía representar a través de él. Atesoraba estas pequeñas señales para ver hasta dónde podía ir suelta de confianzas, y por ahora me estaba encontrando con un panorama satisfactorio. Mini Ishi simplemente fluía conmigo con mucha facilidad. Morgan también se había permitido alguna bromita suelta y una sonrisa divertida por allá, si bien la veía con un aire mucho más calmo. Sus ojos, violetas como los de mi hermana, me hicieron un rápido repaso después de que les hablara sobre lo que mi nombre simbolizaba. Fue graciosa la sensación que me arrojó su mirada, fue como ser estudiada por un escáner o algo así; en cualquier caso, y sólo por hacer la gracia, apoyé las manos en los costados de mi cadera y me quedé quietecita, como para que pudiera mirar todo lo que quisiera. Entonces habló, preguntando dónde estaba la victoria para ella, y oírla ensanchó mi sonrisa: algo se me había ocurrido cuando le noté el cansancio al principio. Pero si no recibió su triunfo matutino, fue porque Mini Ishi intervino para responder la pregunta que quedó en el aire, sobre su nombre. El suyo significaba “ámbar”, aproveché para repasar sus suaves rasgos cuando se señaló el rostro, pero obvio que escuché lo dijo sobre las explicaciones de la abuela. Según él, eran larguísimas, pero yo encantadísima me sentaría a escucharlas, los dos sentados con un juguito en mano. Cuando surgió el nombre de Annita en la conversación, mi sonrisa volvió a iluminarse fugazmente. Cómo no recordar a esa chica y su alegre energía, que además era tan adorable que daban ganas de abrazarla. Resultó ser que era la mismísima alumna de Mini Ishi en el arte de la guitarra. Morgan aprovechó para añadir el dato, no menor, de que el chico era el presidente del Club de Música y me preguntó si había estado en el evento de baile. —Aquel día me dediqué a realizar la limpieza del dojo, así que no estuve presente —respondí—. Escuché que armaron parejitas con gente del público y todo; me habría encantado ver con quién me tocaba. No soy buena bailando, pero le echo ganas. —Qué multifacética, vaya —la voz de Ryuu se escuchó cerca de mí, en un tono de broma; el muchachote había terminado con sus cosas y estaba de pie en mi costado, y en ese momento me extendió sus apuntes de matemáticas, con esa sonrisa enigmática—. Pero si se repite lo del baile, ten cuidado de no lanzar a nadie por los aires. Me reí bajito y negué levemente por la cabeza. Me habría gustado aclarar a Mini Ishi y Morgan que estaba haciendo referencia a nuestro duelo del viernes, pero iba a ser una explicación larga y nos quedábamos sin tiempo. Además, ya tenía los apuntes, había que agradecer como correspondía. —Gracias por los apuntes, Ryuu —dije, mirando de reojo a Mini Ishi con complicidad—. Ahora podré usarlos para completar los míos, y luego pasarle los míos a todo aquel cuyo nombre signifique “Ámbar” —no sabía si Ryuu realmente pretendía reclamarle un almuerzo a nuestro compañero, pero con esto lo libraba del compromiso. —Oh —alzó una ceja con una sonrisa socarrona—. Así que, además de portadora de la victoria, purificadora de dojos y bailarina, también eres tramposa. Ya veo. Me encogí de hombros con una sonrisa de fingida inocencia. Entonces, volví a mirar a Mini Ishi y Morgan, enérgica como siempre. —¿Qué dicen si subimos juntos? —propuse— ¡Ah! Y mándale mis saludos a Annita cuando vuelvas a verla. Contenido oculto Se me juntaron quilombos y se me vino el tiempo encima nopuedeser. Esto es el cierre con mis retoños, me gustó mucho lo que salió. Gracias por caerles <3
Verónica nos comentó que no había estado presente en el evento de baile por limpiar el dojo y estuve por decirle que lo de las parejas había sido una sorpresa de Anna y Ferrari (y Abby, creía) cuando el chico de nuestra clase regresó a la conversación para responderle. Mantuvieron un intercambio que claramente sólo ellos entendían, la albina recibió los apuntes y armó la secuencia de forma tal que ella quedara entre medio del favor de uno y la solicitud del otro. No hacía falta que lo hiciera, la verdad, dudaba que me hubiese molestado deberle un almuerzo o lo que fuera a Matsuo, pero tampoco vi motivo para quejarme. Para el caso, el moreno siguió enfocando su atención en Maxwell y aguardé un instante de silencio para hablarle. —Gracias, Matsuo-kun —murmuré junto a una sonrisa. En eso sobrevino la invitación de Verónica de subir juntos, me pidió que le extendiera sus saludos a Anna y asentí. Estuve por responder, también, pero se ve que hoy era el día para que todos me ganaran de mano en eso. Sentí a Morgan enredarse a mi brazo y, al mirarla, encontré diversión en su semblante; una diversión lo suficientemente sedosa para esperar el coletazo de turno. —Tenemos que hacer algo, suban primero —anunció, y conforme giraba el cuerpo deslizó su mirada a Matsuo—. Disfruta con tu conejita, Ryuu~ Atendí a sus intenciones de empezar a caminar y me despedí de los otros dos con una sonrisa rápida. Me daba bastante lo mismo subir con ellos o hacerle caso a Morgan, y en líneas generales no tendía a imponerme sobre lo que me caía encima. Me guió hacia el pasillo y en dirección a la cafetería, y la miré de soslayo, divertido. —No te aguantaste, ¿eh? Ella suspiró con teatralidad. —Estaba tan obnubilado con su mascotita, apenas nos dirigió la mirada... Me dio pena arruinarles el momento de calidad~ —Siempre tan bondadosa tú. Soltó una risa nasal y no respondió nada, al menos no relativo a eso. Se detuvo frente al escaparate de postres y suspiró, ladeando la cabeza. —Muy bien, ahora lo importante —dijo—: ¿qué compramos? Contenido oculto por acá cierro con los mushashos as well :D
Faltar a la escuela era tan... raro. No me acostumbraba para nada a la idea de que había pasado un día y medio metida en la cama en lugar de sentada en mi pupitre... pero bueno, suponía que con el tiempo acabaría asumiendo que no pasaba nada por faltar un par de días. Aun así, no dejaba de sentirme un poco mal y, por ello, aquella mañana había acabado madrugando bastante más temprano de lo normal; eso provocó que también llegara relativamente pronto a la academia, claro. Todavía no había mucha gente en los casilleros, de hecho, pero sí se dio la casualidad de encontrarme a Shinomiya en la línea de nuestro curso. Fue todo un encuentro fortuito para mí, porque quería agradecerle personalmente por los apuntes y, ya de paso, aprovechar para conocerlo un poquito más. Estábamos en la misma clase, aunque no le prestaba demasiada atención (a ningún alumno, en realidad), y... bueno, pasaba mucho tiempo con Ri, así que era lo mínimo a hacer como amiga, ¿verdad? —Shinomiya-san, buenos días —le saludé una vez llegué a su lado, haciendo una pequeña reverencia antes de erguirme y dedicarle una sonrisa suave—. ¿Qué tal todo? Ya me dijo Ri que te había devuelto los apuntes y agradecido de mi parte, pero quería hacerlo en persona también. Así que... muchas gracias por dejármelos, me ayudaron mucho. Y si alguna vez necesitas algo con lo que pueda ayudar, me encantaría devolver el favor, así que no dudes en pedírmelo. Contenido oculto Gigi Blanche heyo heyoooo uwu
Desde la entrevista a Teruaki-san nada había cambiado en mi rutina. El fin de semana transcurrió entre las actividades usuales, el lunes simplemente se diluyó y aquella mañana, mientras cerraba mi taquilla, noté que una chica se acercaba a mí por el rabillo del ojo. El color de su cabello la distinguía con facilidad, de por sí la recordaba de un proyecto de clase y además resultó ser una amiga de Riamu. Giré el rostro hacia ella primero, después el cuerpo, y asentí con la cabeza para corresponder a su saludo. —Buen día, Ethans-san —respondí, protocolario. Ella hizo una reverencia completa, movimiento que seguí con la vista, y al extenderme su agradecimiento comprobé que mis sospechas iban por buen camino. Parecía una muchachita educada, por supuesto iba a querer demostrarme su gratitud en persona. Le concedí una pequeña sonrisa y meneé la cabeza casi a cámara lenta. —No fue nada, no te preocupes. Mejor si te ayudaron a no atrasarte. Me había ofrecido buscarla si algún día necesitaba algo, pero ¿qué podría requerir de ella? Me tragué el pensamiento, prefería no ser grosero. —¿Ya estás mejor? —inquirí, habiendo asumido que su ausencia se debió a una enfermedad.
Por lo poco que había podido tratar con el chico, ya sabía que también era una persona educada y bastante calmada, por lo que no me sorprendió para nada recibir la reacción que recibí por su parte. Ensanché un poco la sonrisa cuando añadió que era bueno si sus apuntes me habían ayudado a no quedarme atrás, asintiendo también un par de veces con la cabeza un par para mostrar que estaba de acuerdo con sus palabras; me había parecido un comentario genuino, algo que no tenía porqué haber dicho y que, aun así, decidió añadir. —Sí, ya me encuentro mucho mejor. Gracias —respondí, relajando el semblante para volver a la expresión calmada de antes. Me quedé en silencio un par de segundos después, deslizando la vista a nuestro alrededor mientras sopesaba cómo continuar con la conversación. Es decir... no era como si pudiera soltarle de repente que qué intenciones tenía con Riamu o algo así, después de todo. Tampoco era que quisiera hacerle un interrogatorio al respecto ni nada, pero en fin, ya se me entendía. >>Esta vez no nos ha tocado juntos en el proyecto —acabé retomando después de un rato, con una ligera chispa de diversión añadida en mi tono—. ¿Qué tal lo lleva vuestro grupo?