Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master sixteen k. gakkouer

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    El día anterior había considerado quedarme en mi clase, de hecho sostuve la decisión un rato, pero había visto a Emi pasar y me pregunté si era la mejor idea mantenerme sola. No me gustaba la voz que me susurraba, insistente, cuando me veía empujada a basarme en necesidades en vez de deseos. Decía que era egoísta y que más valía no molestar a nadie si lo que pretendía de ellos era una mera distracción. Me costaba no darle la razón.

    Aún así, me levanté y salí. En mi camino recordé lo ocurrido y decidí probar suerte, tocando un par de veces suavemente en la puerta de la enfermería. Pierce me dijo que pasara y, al conectar con sus ojos, llevé el índice sobre mis labios. Me acerqué, le dejé un caramelo sobre sus apuntes, de los mismos que le había dado a Jez, y le sonreí antes de irme. Su agradecimiento me alcanzó en el camino. Era una tontería, pero en cierta forma sentía que había descubierto un pequeño secreto y que quizá, sólo quizá, era la única que pudiera encontrar a esta chica ahora mismo.

    Deambulé un rato por la escuela hasta que noté a Emi con Kashya en el patio y apagué el cerebro, asustando a Em y achuchándola; haciendo el ruido suficiente para silenciar lo demás. Casi sobre el sonido de la campana el movimiento de los alumnos se reinició, y sin ningún motivo aparente vi a la chica, rubia, que salía del observatorio y cruzaba el camino empedrado. A los pocos segundos la siguió Altan y aparté la mirada de golpe, con la opresión en el pecho repentina y acuciante de notar algo que no deberías haber notado. La fruta me supo repentinamente amarga en la boca y la pasé con dificultad. Esperé, queriendo y no queriendo hacerlo, esperé y nadie más salió del observatorio.

    Intentaba no darle importancia. En casa, mientras hacía los deberes y calentaba el agua y cuando me vi en el espejo antes de ducharme, intenté quitarme las agujas del cuerpo y bloquear la voz que me susurraba, insistente, que la forma de mi nariz era rara, que mi cabello era aburrido, que era un corcho de suelo y debía parecer desde una cría hasta un chiste a ojos de los demás. La chica de ayer se había superpuesto con Welsh, y por otro lado estaba Jez y, si me descuidaba, también aparecía la amiga nueva de Kakeru. No era una rubia alta que parecía modelo ni un hadita de un libro de fantasía.

    A veces no podía evitarlo, suponía. Suponía, también, que las limitaciones del asma me pesaban más de lo que había estimado en un principio. En cualquier caso, lavé el envase de las frutas y a la noche, antes de irme a dormir, escribí una notita y la guardé en su interior. Yo misma los había apartado a los dos, no me quedaba ningún derecho para creerme la víctima de nada.

    Los planes se me alteraron al doblar en la fila de casilleros de tercero y ver que Altan ya estaba ahí. Sentí una opresión similar a la de ayer, el corazón se me aplastó contra la garganta y, en un impulso que no razoné, abrí el envase y arrugué la nota dentro de mi puño. Regresé la tapa a su lugar, lentamente, como si hubiese cometido algo irreparable, y me acerqué. Él no tenía la culpa de ninguno de mis líos mentales. Lo de Alisha había pasado hace mil años, yo misma había metido el hocico con Jezebel y lo de ayer podía ser, literalmente, cualquier cosa.

    Al. —Busqué captar su atención y le sonreí sin despegar los labios, extendiéndole su envase—. Gracias por la fruta, estaba muy rica.

    Una vez me liberé la mano, llevé la otra, el puño, a mi bolsillo, y allí solté el papel arrugado. Me sentí... incómoda.

    —Iba a dejártelo en tu casillero, pero ya que coincidimos de vuelta...
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Era posible que el único punto de unión que poseía con Allen fuese que Akaisa nos tocaba los huevos y luego que parecía casi tan bruta social como yo, pero no más. No podía juzgarla en verdad por ir con cara de culo por la vida y que luego le cambiara el rostro cuando se encontraba con... bueno, con su persona, independientemente de lo que pasara en realidad. Por demás, me daba igual, la charla fue lo que fue y el receso terminó, en la vuelta a clase le escribí a papá y jamás se me ocurrió que el timing siguiera siendo la porquería que era siempre.

    Puede que visto desde afuera, desde una posición elevada y lejos del embrollo que nos rodeaba, de hecho ninguno poseyera derecho a molestarse por nada. Era yo el que se había doblado como un erizo, incapaz de dejar que algo me tocara, y era Anna quien había elegido que retrocediéramos, porque de hecho era lo maduro y correcto. Sin embargo, seguíamos siendo personas y las decisiones no podían resetear nada, elegir algo no devolvía los generadores a cero.

    No reseteaba lo que podíamos sentir.

    En cualquier caso, la ignorancia protegía a las personas una buena parte del tiempo, pero del otro lado siempre había alguien ahogándose con un sentimiento y eso era lo difícil de todo, ¿lo difícil de vivir? No era muy esperanzador, la verdad, no cuando a Anna la fruta le sabía amarga y a mí alguien tenía que recordarme que no descansar era un acto de autodestrucción. El gris se podía parecer mucho al negro.

    Me desperté antes de que sonara la alarma, vete a saber por qué, y por eso terminé llegando algo más temprano a la escuela, nada muy loco. Crucé el patio frontal sin prisa, agradeciendo que el sol no pareciera tan violento, y al llegar a los casilleros me cambié los zapatos con movimientos un poco más fluidos que los últimos días. Al terminar me quedé mirando los imanes que me había dejado de Anna, acomodé una letra que se había deslizado de su lugar y estaba en eso todavía cuando escuché que ella me llamaba.

    Volteé la cabeza como llamado con silbato, el tiempo de reacción fue tan inmediato que estuvo por darme vergüenza, pero la modulé a tiempo y le dediqué una sonrisa que me suavizó de forma notoria la cara de moco de siempre. Ante su agradecimiento negué con la cabeza para restarle importancia y recibí el contenedor, bajando la vista a él un instante. La sonrisa no se me borró del rostro, ajeno como estaba a su cacao mental.

    —Me alegra que te gustara —dije todavía mirando la taza, en esa distracción se me perdió el movimiento con el que se deshizo en su bolsillo de la nota que ni sabía que existía—. Dijiste que eran tus favoritas y como vi en la nevera pensé en traerte otra vez.

    Al regresar la vista a ella la sonrisa se me ensanchó unos segundos antes de que relajara los gestos, metiendo la taza vacía en el locker sin realmente fijarme dónde quedaba. Caí entonces en que había dicho que iba a dejarlo en el casillero, pero que como habíamos coincidido pues me lo daba directamente, fue entonces que estiré el brazo para abrir un poco más la puerta del casillero.

    —Te habrías dado la bienvenida a ti misma —añadí refiriéndome a los imanes. Quizás no percibí su incomodidad porque yo me la echaba sin saber si hacer algo o no desde la azotea, ni idea, tal vez asumí que siempre estaríamos un poco incómodos. De hecho por eso tardé un poco en formular algo más, por otro proceso de selección ilógico en el que balanceé lo que estaba bien o de lo que podía ser demasiado—. ¿Qué tal la semana, An? Ya sabes, en general.

    Otro proceso de selección más.

    —¿Te acompaño a tu clase? Digo, me gustaría, pero solo si tú quieres.


    Annita haciendo que me duela el corazón: the saga. Siga leyendo, mi estimada, que el siguiente también la involucra porque parafraseando a Al el timing es bien cochino

    *sips tecito de drama*

    Maze.png

    La entrevista con Leslie había sido entretenida, la verdad, así que al menos eso podía rescatarle al proyecto esta vez, nos había permitido conocer a una persona interesante y escuchar de su experiencia aunque fuese en espacio corto de un receso, ya que tampoco iríamos a secuestrar más de la cuenta a la mujer, aunque ella seguro no se molestaba. Por demás, era un pendiente menos en la lista y eso era siempre una ventaja se viera por dónde se viera, no tendríamos que pensar en esto el fin de semana ni nada.

    El día siguió su curso, yo seguí el curso del día en la ignorancia más bien, y en la vuelta a casa compré algunas cosas en la tienda con un dinero que me había transferido mamá. En la noche me dediqué a preparar unas galletas de fresa, unas que había visto que llevaban de estas frutas freeze-dried, y por la mañana las empaqué con la calma de siempre, tarareando una canción de la que no recordaba ni siquiera el nombre. No tenía bolsas bonitas, vaya, pero metí bastantes en una bolsa de papel y la cerré con cinta, aunque luego le di vueltas con un lazo rojo que guardaba de algún regalo de mi madre, ni idea.

    En el camino a la escuela me iba durmiendo de pie, supuse que por el clima, y cuando bajé en la estación sacudí la cabeza como si así fuese a sacarme el sueño de encima. Crucé el patio frontal sin prisa, me pareció notar a Shimizu, pero no le llevé realmente el apunte y seguí hasta los casilleros, fui directo al de Sasha.

    Lo abrí, un poco por desconfianza me tomé el atrevimiento de mover un poco las cosas que hubiera para no dejar el paquete tan a la vista y entonces cerré la taquilla, dando mi misión por terminada. Me desinflé los pulmones entonces, fue un suspiro involuntario y luego me dirigí a mi propio casillero creyendo que había hecho la misión de la semana.

    Ajeno a las pesadillas que ocurrían a mi alrededor.

    soy el sticker de smile in pain ahora mismo
     
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