Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Apoyé la punta del pie derecho para ajustar en totalidad el zapato en lo que un empujón me hizo ir hacia adelante, alcancé a poner la izquierda para no darme de cara pero estuve a nada de golpearme, me giré desconcertado más que nada para dar con una chica que había salido de las puertas, suponía. Se ruborizó como toda niña bonita y mi sonrisa apareció de manera afable, restándole importancia.

    —Naj, no me alcancé a golpear ni nada, no te preocupes bebé.

    Me ajusté la mochila luego, bostezando con pereza en lo que volvía a echar un vistazo general del lugar para retornar a ella.

    —Pero ya que estamos, ¿puedo tomarme el atrevimiento de preguntarte dónde está la 3-2? En mi escuela pasada mi clase estaba en la planta baja, no sé si acá es igual o si estoy más perdido que despistado~

    aaaa muchas gracias por caerle, tenía muchas ganas de rolearlo <333
     
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    Zireael

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    Ayer al llegar a casa papá iba entrando también, se le notaba cansado como hace varios días, pero apenas verme extendió los brazos y yo básicamente me le arrojé encima. Me dejó un beso la cabeza, me estrechó y ya luego entramos a la casa; le ofrecí de comer, pero me dijo que había comido afuera y se acostó a dormir. Cuando despertó le comenté el asunto del proyecto, que todavía estaba por decidirse, pero que tal vez optáramos por entrevistarlo a él, accedió sin problema.

    Usé la noche en una tontería que tenía en la cabeza, una verdadera tontería, pero no vi por qué no solo ceder al capricho que serviría para alivianar ciertas cargas propias y ajenas o eso creí. En fin, que tenía una misión.

    A la mañana siguiente iba dándole vueltas al asunto cuando detecté a mi objetivo entre la gente, la mata de cabello rojo llamó mi atención y escarbé el bolsillo del maletín para sacar el mismo sobre que él me había dejado. Apresuré el paso para alcanzarlo, pero regulé la velocidad cuando estuve más cerca y pretendí acomodar el sobre en uno de los bolsillos de su mochila, que venía media abierta.

    Al menos fue la intención, porque todo su cuerpo reaccionó y su mano me alcanzó incluso antes de que terminara de girarse. Me había pescado la muñeca al vuelo y sus ojos chocaron conmigo, pareció molesto al principio, pero al reconocerme relajó las facciones.

    —Si tienes ojos en la espalda no se vale, ¿sabes? —reclamé y estuve por soltarme, pero no me dejó al reconocer el sobre.

    El sol le había arrancado un destello a la hoja metálica del reverso, la mariposa dorada. A él una sonrisa divertida le alcanzó los labios, fue inofensiva en comparación a la prepotencia que había iniciado este intercambio de cartas con el desastre de la piscina.

    —No creí que fuese correspondencia recíproca. ¿Vas a dármelo?

    Seguía sin soltarme a pesar de que su agarre no tenía fuerza así que la estupidez me dio algo de vergüenza, pero asentí con la cabeza y al dejar ir mi mano tomó el sobre. Creí que se lo guardaría, que era lo más decente, pero lo abrió y sacó la hoja para leerla, lo que me hizo quedarme tiesa en mi lugar hasta que terminó. Dobló el papel, lo devolvió a su lugar y se guardó el sobre en el bolsillo del pantalón.

    —Gracias —murmuró antes de empezar a caminar, dando por asumido que iría con él. Había sonado sincero.

    Me desinflé los pulmones, le seguí los pasos y pronto estuvimos en los casilleros. Busqué con la vista a la chica que me había soltado lo de las mariposas, al no verla me sentí más tranquila y me quedé junto a Cayden mientras se cambiaba los zapatos, luego él me acompañó y sentí sus ojos encima, aunque al volver a mirarlo no pude leer algo particular en su mirada. No que leyera algo en la absoluto alguna vez, de allí mis embrollos mentales.

    Are we friends now? —preguntó a pesar de eso.

    Maybe —respondí antes de zambullir la cabeza en la taquilla, con la excusa de los zapatos.


    relleno bien salvaje, ahí quedan los pendejos
     
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    Bruno TDF

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    A juzgar por su posición, la cual llegué a observar al girarme, mi tropiezo lo había arrojado contra su casillero, lo que terminó haciendo que el bochorno ganase tanta fuerza que terminó reflejándose en la piel de mi rostro. Era impropio de mí provocar incidencias de este estilo, siendo que, por lo general, depositaba una gran atención sobre los objetos y las personas que me rodeaban. Me lamenté en mi fueron interno por la escena provocada, pero más me avergonzaba el hecho de la causa de esta escena era el encuentro con Ryuuji. Así y todo, Matsuo seguía sin tener la culpa de nada; era hasta irónico, viendo los derroteros de su personalidad.

    La sonrisa gentil que recibió a cambio me permitió, por lo menos, contar con la certeza de que este chico no había perdido la compostura. Era rubio, sus ojos poseían un espectro de color similar y, a juzgar por sus rasgos, también era de ascendencia extranjera. Aún me resultaba curioso ver personas de diferentes procedencias con tanta cotidianeidad. En todo caso, sus palabras me confirmaron que no se había golpeado, lo que hizo que una sombra de alivio se filtrara en la sonrisa que le devolví. No obstante, mi expresión amagó con borrarse al escuchar el término con el que me interpeló.

    ¿Bebé?

    Moderé el desconcierto con relativa rapidez. Fue más sencillo de controlar que los sentimientos que me habían azotado frente a las palabras de Ryuuji, por lo que la sonrisa prevaleció en mi semblante incluso cuando lo vi bostezar con soltura.

    Lo que me pidió a continuación hizo que sintiera un dejo de curiosidad.

    —No es un atrevimiento —corregí con amabilidad mientras hacía una leve negación de cabeza—. Los salones de tercer año se encuentran en el tercer piso. Como pertenezco a la clase 3-1, cabe la posibilidad de que subamos juntos. Si estás de acuerdo, te pido que me des un momento para cambiar mi calzado.

    >>Ah, y soy Kaoru Nakayama —volví a dedicarle una reverencia, más sosegada esta vez— ¿Cuál es tu nombre? ¿Te acabas de transferir?



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    Al pasar por el patio frontal estuve a punto de quedarme ciego, como dos veces. Primero me encandiló una parejita que parecía estar charlando en una zona apartada, tenían los pelos de un blanco que no conseguirías ni con la mejor lavandina del mundo, ¡había que ver cómo brillaban con el sol, hombre! Encima me pareció que la chica llevaba un pajarito en el hombro, que era tan blanco como ella. Igual no llegué a saborear la idea de acercarme a husmear, porque vi algo igual de brillante que iba más adelante, caminando a un paso tan calmado que daba sueño de sólo verlo (no, no tenía que ver con que me desperté a último momento). Era nada más, ni nada menos, ni nada más, que el mismísimo Gaspy… Cuya melena me dejó tan ciego como los otros dos.

    Ni modo, me tuve que poner lentes de sol antes de abalanzarme sobre él para echarle un brazo a los hombros. Fui con tanto entusiasmo que se dobló un poco hacia adelante y se le balanceó un estuche grande que traía en una mano. Si no me equivocaba, era allí donde guardaba tres instrumentos, ¿no?

    —¡Hey, Gaspy! —exclamé— Madre mía, siento que no te veo hace una eternidad.

    —Markus… —dijo mi amigazo, tranquilito como siempre; llevaba sus llamativas gafas oscuras— No pasó tanto…

    —No supe nada de ti desde te fuiste para el cumple de Abby —seguí como si nada—. Llegué a pensar que la borrachera te estuvo durando toda la semana. O que te convertiste en un fantasma.

    —¿Y por qué un fantasma? —preguntó él, me pareció que se le arrugaban un poco las cejas o sólo me lo imaginé, vaya uno a saber— Creo que tienes los conceptos desafinados.

    —Oh, cuánto extrañaba tus metáforas, soy fan —reí mientras alcanzábamos la puerta de la academia, llegando a los casilleros—. ¿Te molesta si te acompaño?

    —No pasa nada…

    Así las cosas, me fui con Gaspy hasta los casilleros de tercer año. Lugar donde me habría quedado ciego por tercera vez, de no tener puestos mis anteojos de sol. Había una chica de cabellos rubios muy claritos, que combinaban a la perfección con la melena super-roja del muchacho que iba que con ella. Me resultó familiar, y sólo cuando me bajé los lente por el puente de la nariz, para verlo al detalle, se me escapó una sonrisa.

    —Hey, a ti te conozco —dije, señalándolo con el dedo.

    Gaspy, que abría su taquilla a mis espaldas, se giró para dedicarle una mirada a estas dos personas. Mantuve los ojos sobre ellos, pensando que hacían buena pareja. De baile, vale decir.
     
    Última edición: 14 Abril 2024
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    La chica hablaba casi tan formal que mi viejo, me pregunté si sería de Japón o qué. No me molestaba ni nada, estaba acostumbrado a amarrarme la lengua y camuflarme con la educación que requería el espacio, pero a la vez estaba tan entusiasmado con un nuevo entorno que no quería empezar como el mojigato que me tocaba ser. Asentí para que se supiese escuchada, sacando del bolsillo del pantalón los aretes que me comencé a colocar, que luego me olvidaba y los terminaba perdiendo por elevado.

    —Kaoru Na-ka-ya-ma —deletreé de mí para mí, confirmando que la niña bonita era Japonesa en su totalidad—, Ervin Dougal, para lo que necesites~

    No imité lo que hacían de dar reverencia, sino que extendí la sonrisa mostrando algo de dientes en el proceso. La chica era como de mi estatura, vete a saber qué les daban de comer a los Japoneses porque en lo que llevaba habían varios tipos hasta más altos que yo; necesitaba ponerme pilas a comer más vitaminas o algo porque no quería quedarme enano~

    —Sí, llegué como el sábado en la tarde pero ya sabes, que la mudanza, que a comprar cama, que la ropa de la escuela, que la mascota, que el dolor de estómago porque la comida del avión fue una porquería. Al menos dieron café de calidad, porque sino me estuviese quejando más —agregué lo último encogiéndome de hombros—. Ah, una cosa, ¿por qué se cambian los zapatos acá y no se vienen con los zapatos que corresponde desde casa?
     
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    Me cambié los zapatos sin demasiada prisa, Cayden se quedó a mi lado luego de la pregunta y se puso a revisar el móvil mientras tanto, sin decir nada más, pero pronto guardó el aparato. Notó antes que yo las siluetas que aparecieron por el pasillo, pues de nuevo se giró antes de que algo pareciera haber anunciado a nadie en realidad, y yo alcé la cabeza mientras me ajustaba el zapato izquierdo golpeando la punta contra el suelo. El chico de cabello negro lo señaló y Cayden se permitió una sonrisa.

    —Ah, Ferrari —dijo y luego reparó en el otro muchacho, el rubio alto de las gafas—. Y tú eres Sóloviov, ¿cierto?

    —¿De qué los conoces? —pregunté un poco confundida.

    —Ferrari bailó en el evento del día que entraste a clases con una amiga, fue muy bueno, y Sóloviov tocó ese día, es del club de música —explicó sin mucha dificultad, regresando la atención ambos, y me señaló un momento—. Esta es Ilana.

    —¡Mucho gusto! —dije haciendo una reverencia un poco repentina, porque no había contado con que él me presentara.

    Me hizo algo de gracia que de repente este chico conociera tantas personas, pero no dije nada al respecto y solo mantuve la atención en los muchachos. No podía decirles nada sobre su presentación porque no la vi, así que ni modo, otro día sería... Aunque no parecía que el día fuese a ser pronto, así yo no lo supiera.

    —Hubby me pasó tus saludos el otro día, que le dijiste Sherlock —añadió Cayden de repente.

    Lo miré con extrañeza y él había hablado con la suficiente soltura para que quedara claro que no estaba pensando demasiado, igual era un poco denso, ¿no? Pobre niño, que me perdonara, pero también era cierto que no parecía una mente maestra ni nada y con esto quedaba claro que, de hecho, no lo era. Costaba mucho fingir que seguía molesta o lo que fuera en estas condiciones, la verdad. Suspiré, extendí la mano para alcanzar a pescarle la manga de la camisa y tiré un poco para llamar su atención.

    Think harder —advertí con suavidad y noté que comprimía un poco las facciones—. That's short for husb-

    No hizo falta que terminara, en la resina de sus ojos apareció un chispazo de una vergüenza tan grande que imaginé que si le daban a elegir entre seguir aquí y hacer un agujero para meterse en la tierra, seguro elegía la segunda sin dudar. Me miró como si acabara de decirle que estaba ofendiendo a mis ancestros, me pareció que murmuraba algo de que no se le había ocurrido a él, pero no dijo nada más y cuando la sangre se le agalopó en el rostro busqué su brazo para instarlo a dar un paso atrás en lo que se le pasaba el colapso.

    Vaya, cualquiera decía que no iba por ahí estableciendo pactos de silencio y otras cosas. Qué desastre de hombre.

    —Fueron ustedes quienes estuvieron a cargo de la presentación y la música entonces —dije junto a una sonrisa—. Me habría gustado verlos.
     
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    Repitió mi nombre completo, deteniéndose particularmente en el apellido para deletrearlo. La sonrisa se extendió algunos milímetros por mi rostro, porque lo inesperado de su acción me resultó entretenido. Intenté moderar esta reacción de la misma forma que hice con el desconcierto, y memoricé su nombre: Ervin Dougal, quien además asistía a la clase 3-2.

    Que me hubiese pedido la ubicación de su salón evidenciaba que estaba comenzando una nueva etapa de su vida escolar, pero no me pareció superfluo querer confirmar lo obvio. A decir verdad, con mi pregunta desplegué una pequeña búsqueda de información. De acuerdo a lo que respondiese, seguiría descubriendo los indicios iniciales de su personalidad, pero más me interesaba saber como se sentía respecto de su cambio de escuela. Era un estudiante recién transferido, como yo, lo cual me motivaba a ayudarlo en caso de que lo necesitara. Siempre había sido así, una persona educada y amable, con un corazón que respiraba bondad.

    La bondad que una vez me condenó.

    Los datos que me ofreció Dougal hicieron que alzara las cejas, en muestra de una ligera sorpresa. No porque hubiese expresado algo fuera de lugar. Lo que me había resultado inesperado… fue saber que estaba atravesando un proceso de mudanza, justo como ocurría en mi caso. La enorme coincidencia hizo que bajara la guardia y esta vez no lograse controlar mi reacción, porque cuando comenzó a enlistar cosas de las que quejarse… mi sonrisa se tornó comprensiva, más suave.

    —En esencia, hacemos el cambio de calzado por una cuestión de higiene —expliqué, en respuesta a su interrogante—. Las suelas que usamos diariamente contienen la suciedad de la calle. Al cambiárnoslos en el ingreso de la academia, mantenemos al máximo la limpieza del lugar. Lo mismo se aplica en otros espacios, incluidos los hogares.

    Acto seguido, murmuré un “permiso” y me aproximé a mi casillero, que no quedaba a mucha distancia del suyo.

    —Yo también me he mudado, llegué la semana pasada —dije, en lo que me colocaba el primer calzado reglamentario—. Desde Kioto, mi ciudad natal. ¿De dónde vienes, Dougal-san?



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    Los días subsiguientes al TK Shibuya se derramaron en la línea de tiempo con lentitud, desprovistos de alteraciones. Incluyeron la debida asistencia a las obligaciones académicas, las prácticas en el pesado silencio del hogar y un ocasional encuentro con Sorec y Egin el fin de semana pasado, en ocasión de que éste último no debía atender su destino sobre el cuadrilátero. Me desenvolví en el pentagrama de la vida siguiendo los patrones de siempre, como si fueran las escalas musicales de cualquier instrumento. Sólo una nota, ajena, permanecía vibrando en el corazón de este esquema… Con su tono único y llamativo.

    La de Frank Dubois.

    En los casilleros, mientras iniciaba el intercambio de calzado, mis oídos captaron la conversación con la desconocida de hebras rubias y el pelirrojo que había bailado en el evento. Yo me mantuve en mis propias ondas, en parte aislado de los demás y a su vez no, exhibiendo la serenidad porque la que muchos me tachaban de misterioso, no comprendía por qué. Di pistas de que les estaba siguiendo el paso, asintiendo cuando preguntaron por mi apellido y luego alzando la mano levemente frente a la efusiva presentación de la chica, cuyo nombre resultó ser Ilana. En ningún momento los miré, concentrado en el lento cambio de zapatos.

    —¡Encantadísimo de conocerte,
    Ilanita! O Lanita —respondió Markus con su resonante jovialidad; noté que su voz se modulaba diferente al pronunciar el nombre de la muchacha, como si lo dijera en idioma extranjero.

    Por su parte, el pelirrojo también parecía desenvolverse en una sintonía diferente… porque no nos concedió un nombre con el que dirigirnos a él. Y cuando la pronunciación del “Hubby” surcó el ambiente, giré el rostro en su dirección para mirarlo.

    Ilana también sintió el peso de esa palabra que, a mi ver, era excesivamente grande para estar presente en un entorno como éste. Su reacción fue más expresiva que la que concedí yo, que por lo general no me conmovía lo suficiente para mutar mi expresión impasible. Sin embargo, mayor resonancia tuvo la reacción del pelirrojo de nombre desconocido, pues el tono de su piel comenzó a formar orquesta con su cabellera.

    Markus se rascó la cabeza con clara confusión y se giró hacia mí en un silencioso reclamo de traducción… ¿En serio dominaba el japonés, pero no entendía la musicalidad del inglés? Confuso.

    —Hubby es un término coloquial para referirse al “marido” —informé con suave simpleza.

    Procesó la información por unos segundos, hasta que la picardía le inundó la sonrisa. Las cejas danzaron sobre sus ojos, gesto que le dedicó a la chica y al pelirrojo. Ilana desvió la conversación a tiempo, hablando del evento de baile; mi respuesta fue un asentimiento silencioso y solemne, golpeteé el suelo con la punta de un pie para terminar de acomodar el segundo calzado reglamentario.

    —Oh, descuida, Lanita —dijo Markus entre risas, meneando los hombros con ritmo—. La idea es repetir el evento, aunque ahorita está suspendido hasta nuevo aviso por razones de fuerza mayor. ¿Cuándo volveremos? ¡No se sabe! Pero bueno, ya viste lo que se suele decir: lo bueno se hace esperar.

    En ese momento, finalicé mis preparativos. Cerré la taquilla con suavidad, me eché la mochila al hombro y empuñé el asa de mi estuche de instrumentos de viento. Desde el escudo oscuro de mis gafas, clavé la mirada sobre el pelirrojo.

    —Tu nombre… —pedí— No lo has dicho.

    —Ah, ¿él? —intervino Markus— Si Sherlock le mandó mis saludos, se trata de Watson... —se llevó una mano al mentón, procesando pensamientos— Y a todo esto, ¿alguno se leyó los libros? Porque yo no. Pero si resulta que los personajes originales también son hubbys, me tienen que llamar el amo supremo de los apodos.

    Me encogí de hombros. Dedicaba mucho tiempo a la música como para enfrascarme en libros.


    Me ahogo.
     
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    El muchacho de cabello de dos colores, Ferrari, respondió con entusiasmo y me llamó Ilanita, Lanita después, que sonó más parecido al Lana que usaban mis amigas. Su pronunciación de mi nombre fue completamente distinta desde el inicio, pero no sonó mal ni nada y todo lo que hice fue dedicarle una sonrisa porque eso ocurrió antes de que al señorito aquí presente se le resbalara la estupidez más grande de su día. Apenas era martes y ya empezábamos fuerte, había que ver nada más.

    Sóloviov también notó el... Ni siquiera sabía si llamarlo accidente, ¿era un desliz? Oh dear, lo que podría decir mi padre de un resbalón así en una conversación a las ocho de la mañana y quizás yo debí usar las neuronas para darme cuenta de lo que implicaba, pero no lo hice. El caso fue que el rubio lo notó, porque lo miró y entonces me dio pena no sacar al pobre de la mirilla que le había quedado en el centro del pecho de repente. Era una estupidez, estaba en esta situación por haberlo ayudado aquella noche de por sí y ahora tenía que evitar que se muriera de vergüenza en plenos casilleros.

    No aprendía nunca.

    Dejé ir el brazo de Cayden apenas estuvo un paso detrás de mí y solo algunos minutos después fui consciente de que ya no detecté la tensión que había percibido el día que le pregunté como estaba, que le toqué la pierna sin pensar. Igual qué hizo luego de que lo arrojé detrás como si fuese una granada militar no fue algo que pudiese ver, solo traté de patear la conversación lejos de él. Sirvió a medias, porque el rubio le explicó el asunto al chico y la mirada con que nos alcanzó Ferrari hizo que Mr. Vergüenza soltara algo muy parecido a un bufido.

    No tenía manera de saberlo, Cayden podía dar algunas cosas por asumidas, pero la suspensión de los eventos tenía que ver con la salud de su amiga. De hecho cuando Ferrari soltó todo el anuncio él regresó a mi lado, recompuesto con cierta rapidez, y al mirar su perfil creí notarle un atisbo de preocupación. No pude asociarlo a nada en particular y se desvaneció, o lo desvaneció, a la misma velocidad. Tampoco preguntó nada.

    —Oh, es una lástima —comenté con genuino pesar—, pero bueno, ¡mucho ánimo para cuando puedan retomarlos! Seguro que el comeback será increíble.

    El rubio pidió el nombre de Cayden, yo asumí que lo conocían porque él los conocía a ellos, pero se veía que no era el caso lo que lo volvía un acosador o un chismoso, si éramos sinceros. Ferrari volvió sobre lo de Sherlock, lo de Hubert, y llegó a la conclusión de que si le había pasado sus saludos entonces eso lo volvía Watson. Admitió no haber leído los libros, pero volvió sobre lo de los mariditos y Cayden carraspeó como si hubiese estado por atragantarse con su propia saliva.

    Pray that it never occurs to him to watch the movies with Downey —dije en un murmuro, Sóloviov entendería, pero Ferrari no—. Yo no los he leído, la verdad, y el Watson en cuestión no tiene cara de leer mucho tampoco.

    I'm praying for my damn soul at this point. —También fue un murmuro, luego suspiró y negó con la cabeza—. No los he leído. Como sea, soy Cayden.

    No creía yo que hubiese que elevar tantas plegarias, la verdad, pero era justo porque seguía sin conocer a este chico más allá de cómo lo había encontrado y algunas cosas más, dispersas. Igual lo poco que iba alcanzando era extraño, quería decir, como que no conectaba con lo demás y complicaba todo en vez de aclararlo.

    —¿Qué instrumentos tocas? —pregunté hacia el rubio.

    Igual sentía una espina de curiosidad por el dichoso club de música.


    graduado de la academia de payasos un martes a las 8 de la mañana
     
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    Insane

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    Vaya, eso de las suelas del calzado me hizo mirarme los zapatos. Los japoneses tenían reglas que por lo que veía se solían cumplir al pie de la letra. Comenzaba a entender porque mi padre tenía tanta afinidad con vivir en un país como este.

    —Será acostumbrarme entonces, ah, y andar en casa descalzo si que se me hace rarísimo, pero si que es cierto que el piso mantiene más limpio.

    A fin de cuentas yo era el encargado de hacer oficio gran parte del tiempo desde que vivía con mi viejo, así que al menos algo bueno había con tantas cosas culturales de acá. Ella murmuró un permiso, la seguí visualmente en lo que llegaba a su casillero, me puse a tararear entonces una de las canciones de David Guetta entre tanto hasta que me habló de nuevo.

    —Ah, leí sobre Kioto en una de las revistas que dieron en el avión, hablaba de los templos y una cosa de Samurais —pestañeé con suavidad, esperándola para comenzar a subir—. Bueno, vengo de varias partes, bonita~ —miré hacia el techo, enterrando las manos en los bolsillos del pantalón—. Digamos que mi último paradero fue en Escocia, un pueblito lo más de feo lleno de gente extraña; mi viejo es escocés, pero aquí entre nos —esperé a qué se acercara para inclinarme un poquito, como chisme de pasillo— Cha bu toil leam a dhol air ais ann~

    La esperé para echarme a andar, pese a que le había soltado algo incomprensible para ella -o eso suponía al ser Gaélico el idioma-, se me antojó divertido.

    >>Cuando seas mi amiga te traduzco, no suena mal la propuesta, ¿no crees? Uy, es que un mundo sin amistades, perezaaa~
     
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    Después de haber llegado junto a la chica, y después de hablarle, me prestó atención a lo que le iba diciendo. En sí, no me molestaba que ella ya tuviera a alguien más para entrevistar lo que había dicho, solo fue una opción, una que tenía que haber pensado muy bien antes de soltarla.

    Habría consecuencias, estaba más que segura, pero a este paso me importaba muy poco. Tenía el derecho de hacerlo después de todo, y el hombre que tenía como padre no era realmente justo. ¿Por qué tenía que serlo yo? ¿Porque pensaba en él? ¿Cuando él nunca lo hacía?

    Tenía que llamarla, tenía su número, así que eso haría.

    Escuche la pregunta que me hizo.

    —Tengo que hablarle, así que lo haré esta noche, —había dicho que podía ser videollamada, entonces ya estaba dicho—. ¿Te parece bien si intercambiamos números?, así podré avisarte.

    Miré a mi alrededor, antes de sacar mi móvil para que lo registrará, así ella podría mandarme un mensaje para registrar el de ella.

    << Puedes registrarte —se lo extendí—. Y si no te molesta, podíamos ir subiendo juntas si quieres.

    Algo que casi nunca pensaba, pero ahora, haría una excepción.
     
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    Amane

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    Al preguntar sobre un posible día para la entrevista, la chica me informó que primero iba a tener que preguntarle a la persona en cuestión. Aquello me pareció lógico, así que asentí con la cabeza en respuesta, y poco después acepté el móvil que me extendió, pues me pareció buena idea que tuviéramos nuestros números guardados para comunicarnos con respecto al proyecto. Registré mi contacto, pues, y le devolví el aparato para que pudiera mandarme un mensaje que me permitiera hacer lo mismo con su número.

    —Claro —acepté su oferta de subir juntas después.

    Hice el cambio de zapatos y le indiqué de podíamos empezar a caminar con la cabeza, todo en silencio.

    no da tiempo a rolear nada más, so ahí lo cierro ya uwu
     
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    No encontré el espacio necesario para aclararle que no estaba obligado a ir descalzo en su casa, porque para ese momento ya me había enfrascado en mi taquilla. En las residencias familiares japonesas, acostumbrábamos a ponernos pantuflas o similares, y los zapatos de calle quedaban en la entrada a falta de unos casilleros. De todos modos, la confusión de Dougal me hizo sentir un leve dejo de ternura. Con el tiempo descubría que nuestra costumbre no sólo buscaba mantener la limpieza de los espacios, sino también hacer que nos sintiéramos más cómodos. Y confiaba en que se adaptaría con rapidez a todo lo que tenía por aprender.

    Si lo hubieran asignado a mi clase, me habría ofrecido voluntariamente para darle el tour por la academia. Shinomiya supo ofrecerme información clara y precisa sobre los espacios del Sakura, por lo que me habría desempeñado bien pese a ser una estudiante recién ingresada.

    Asentí cuando dijo que había leído sobre Kioto en una revista del avión, haciendo énfasis en los templos y también los samuráis. Esperaba que la lectura le resultara interesante, la ciudad contaba con una muy rica historia y, hablando objetivamente, era muy interesante, más considerando que en una época fue la Capital Imperial.

    Y antes de que me hablase sobre él, me llamó “bonita”. La suerte de halago me tomó desprevenida y no supe muy bien qué tono darle a mi sonrisa. Si acaso mantenerla cortés, que expresara agradecimiento o algo semejante… No supe qué opción tomé al final. Sólo me ocupé de que mi incomodidad no se notara, y seguí escuchándolo para apartarme de ese lugar. Había dicho que venía de varias partes, frase a la que me aferré para retomar la curiosidad que me había provocado. Lo miré para instarlo a continuar, enterándome así que venía de un pueblo de Escocia que calificaba como feo, siendo que su padre era de ahí… Hubo entonces un silencio que me dio a entender que Dougal se había puesto en plan confidencial, por lo que no vi por qué no acercarme para prestarle mi oído.

    No entendí absolutamente nada de lo que dijo en su idioma extranjero, cosa que habrá notado demasiado en la expresión confusa con la que lo miré. Le noté la diversión en el semblante, pero no percibí la burla que sí notaba en las facciones de Ryuuji. Dougal, quizá, era ligeramente atrevido con sus modos. Sin embargo, la idea de hacernos amigos no era mala propuesta, ahí llevaba razón.

    Un mundo sin amistades era triste, vacío y pesado. Yo había perdido unas cuántas.

    —Podemos dejarlo como un nuestro plan, me interesa saber qué has dicho —concedí tras terminar mis preparativos, viendo que él ya estaba listo para ir hacia el pasillo—. Déjame que te guíe hacia el ascensor.

    En lo que subimos y nos dirigimos a nuestros salones, aproveché para contarle que le asignarían un compañero de su curso para que le diesen un tour por la academia.


    Cierre con Kaoru. Muy agradable tu pibardo nuevo, me cayó muy bien <3

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    La pena con la que Lanita se lamentó fue una auténtica delicia para mis oídos, porque venía a indicar que estaba realmente interesada en ser parte de nuestras aventuras danzarinas. Sacudí la cabeza en unos asentimientos cortitos cuando nos dio ánimos para cuando retomásemos el evento y todo eso, obvio que la escuchaba, pero también le eché una miradita interesada. Además de bonita, también tenía una figura esbelta y un modo suave de expresarse al hablar, pero sobre todo al moverse. No sé ustedes, pero me pareció que esta chica no sólo tenía un enorme interés en los eventos de baile, sino que también tenía mucho potencial. Tendría que considerar otras vías para descubrirlo, porque eventos de baile no habría hasta que tuviera en claro qué onda con Annita.

    Ella me había dicho que pasó por un problema de asma, noticia que desde luego fue inesperada y me dejó patidifuso. No ahondamos en detalles ni nada porque tampoco quería espantar a mis compañera y amigaza con mi insistencia, pero fue escuchar “asma” y entender que debía detener todo hasta saber qué tan grave era o cuándo estaría en condiciones. No hablamos desde entonces y tampoco pude dar con ella, así que no habría más eventos hasta aclarar el panorama. Era lo menos que podía hacer por mi compañera y amigaza de baile.

    Pero bueno, volviendo a la charla, mira nada más al Sherlock, eh, resulta que tiene a alguien que le dice “maridito”. Tremendo galán resultó ser, con lo tranquilito que se veía. Di un montón de cosas por asumidas, sin preguntarle a nadie, y mucho menos al pelirrojo que se presentó como Cayden. En cualquier caso, con mi baile de cejas le hice saber que contaban con todo mi apoyo, no importaba que no me hubiesen invitado a la boda.

    Luego se pusieron a decir cosas en inglés que, por supuesto, no entendí ni jota. Volví a pedirle a ayuda a Gaspy, quien pasó olímpicamente de mí para terminar de acomodar sus cosas. Eso sí, la pregunta de Lanita cachó su atención al instante, si es que… era obvio cuánto le encantaba que la gente se interesara por la música, se parecía a mí con el baile.

    —Mi instrumento principal es la guitarra eléctrica. —respondió Gaspy, con esa cara de póker engalanada por los lentes oscuros—. Sé un poco de piano y batería, pero domino mucho mejor los instrumentos de viento.

    —Flauta traversa, saxofón, clarinete y armónica —enumeré, levantando un dedo por cada instrumento; alcé el quinto, completando mi mano—. También toca la trompeta, ¡y ni se imaginan lo bien que lo hace! Tocó el día del evento para llamar la atención de la gente, fue el encargado de reunir a nuestro fantástico público.

    >>Ahora, si me permiten, iré a cambiarme los zapatos. Porque es obvio que vamos a subir todos juntitos, ¿verdad?

    Cierre con los faloperos (?). Fue cortito pero me reí muchísimo, pobre Cay unu

    Podés asumir que suben juntos y que Markus se la pasó diciendo pelotudeces mientras tanto.
     
    Última edición: 16 Abril 2024
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    Zireael

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    Al salir al pasillo sentí que el estómago se me volvía al revés, tuve que tomar aire y usar muchísima fuerza de voluntad para regular mi propio cuerpo, bajarme la saliva que se me acumuló en la boca con tal de ahorrarme el viaje al baño para, en efecto, vomitar las bilis. Cuando me creí capaz de caminar fui al ascensor, bajé en la planta baja y crucé el pasillo hasta los casilleros.

    Habría podido seguir directo, no traía nada, no pretendía llevarme nada, pero recosté el cuerpo en las taquillas de tercero y respiré. Así como en la mañana no creía estar en condiciones de manejar teniendo en cuenta que era un viaje largo, pero no podía solo pensar en tener que subir a un vagón lleno de gente. Acabaría regresando las tripas más temprano que tarde.

    No quería, pero había seguido dando vueltas alrededor de imágenes y recuerdos inconexos, así que tuve cerrar los ojos con tal de centrar la atención en la sensación del metal en mi espalda, la textura de la tela del pantalón cuando metí las manos a los bolsillos y pude rescatar de un recoveco la canción de Morgan y Kohaku, al menos la melodía aunque no las palabras. Estaba tratando de anclarme a la tierra cuando algo me golpeteó el brazo, así que abrí los ojos una vez más y di con una caja de jugo de naranja.

    —Te vi pasar mientras decidía qué tomar de la máquina. —Reconocí el tono plano de Altan, así que levanté la vista en su dirección, tenía mejor pinta, pero seguía pareciendo cansado—. No estabas en el salón, tampoco tus cosas. ¿Qué coño te pasa ahora? Casi apestas a alcohol de farmacia.

    ¿Había sido siempre tan metiche?

    —Shinzo me llevó a la dirección —apañé ya sin ganas de seguir luchando, incluso tomé la caja de jugo—. No le cuentes a tu viejo, la dire supuestamente no va a decirle.

    Hizo un sonido afirmativo, se quedó de pie frente a mí y yo me tomé unos sólidos dos minutos para abrir el jugo con tal de darle un trago, me quisieron dar náuseas, pero también el frío me ayudó un poco con la sensación de mareo generalizado que tenía de repente. Bebí tan despacio que Altan debió pensar que en cualquier momento le vomitaría encima, porque dio un paso atrás.

    Gracias debía dar que no había tenido que cuidarme el fin de semana.

    —Sasha —murmuró sin ninguna clase de aviso, el nombre surgió de él como una invocación y reaccioné.

    —No —interrumpí un poco de golpe, soltando el aire por la nariz después—. Mataron al imbécil de mi padre, en casa es todo un desastre.

    —¿Vas a dejarla así?

    Sonnen frunció ligeramente el ceño, confundido con todo el asunto, y como era usual de por sí no detecté en él lástima, pena o nada de esa índole. Tampoco parecía especialmente sorprendido por la bomba que le había arrojado, pero supuse que Altan había sido siempre así. Desde que apareció en primero, en la escuela aquella, con su mala hostia y su desinterés por estudiar.

    No dije nada más, él seguía contrariado como mi forma de proceder, así que me limité a bajar la vista algún punto de su torso con tal de no seguirlo mirando. Volví a beber del jugo, con las neuronas vueltas sopa, pero de repente se me congeló todo el cuerpo. Altan me encontró el cabello con la mano que traía libre, pues en la otra sostenía un té helado, y me acarició como si fuese un niño.

    Alcé los ojos de nuevo, lo miré como si fuese un bicho de otra dimensión y el imbécil me dedicó una sonrisa, fue melancólica que te cagas, pero también comprensiva y por segunda vez en el día sentí que se me caía la vida de las manos. Primero Cay, negándose a dejarme solo y arrastrándome, ahora Altan que optaba por acariciarme en vez de solo largarse. Abrí la boca, volví a cerrarla y tomé aire; él no detuvo la caricia hasta unos segundos después.

    Fue extrañamente cálida para venir de este imbécil.

    —Tú me cuidaste —resolvió de la nada, serio—. Cuando Sugino me reventó a palos me llevaste a tu casa, llamaste a Minami y no dormiste para cuidarme, ¿te acuerdas? Fuiste conmigo al evento de baile de Anna también, así que ya basta. Deja que alguien te cuide, maldito estúpido, o tendré que golpearte.

    A ver, quería ser una broma, pero de repente me pareció completamente capaz de soltarme una hostia con tal de que dejara de ser tan testarudo. Nunca me había peleado con este hijo de puta, pero tampoco se me apetecía. Era alto, tenía más fuerza que yo y el mismo malgenio, si Hikari lo había apaleado era porque había llegado con otros, pero antes de eso él ya había hecho su propio destrozo. No se me apetecía acabar con una nariz golpeada, de nuevo.

    Así que cedí, porque no me quedaban fuerzas en realidad.

    —¿Me haces un favor? —pedí en voz baja, él asintió—. Dejé a Cay en el patio norte para que no se pusiera impertinente con Shinzo o nadie más. Dile que la directora me mandó a casa con el primer strike y no vendré mañana. También que… dile que deje que Sasha termine el día de escuela antes de decirle algo si pretende hacerlo, ¿puedes?

    —¿No se lo dirás tú mismo? A Sasha, digo.

    —Sé que debería, pero ahora mismo con costos llegaré a Shinjuku. Voy a tratar de sacarme esta mierda del sistema, así que no me espera una tarde muy bonita, pasaré sudando como cerdo y vomitando.

    Sonnen asintió una segunda vez, me siguió mirando y me encajó una mano en el hombro para zarandearme sin fuerza real. No lo pensaba demasiado, pero había compartido bastante tiempo con este estúpido y eso, en cierta manera, nos volvía amigos. Quizás no fuese de esos amigos que conservaba de hace años, tampoco se parecía a la amistad que había mantenido con Hikkun, pero no debería quitarle crédito.

    —¿Algo más?

    —No le digas la parte de que el viejo infeliz la palmó. Parecía estar mejor que hace algunos días, tampoco quiero angustiarlo más de la cuenta.

    Despegué la espalda de los casilleros ya un poco más recompuesto y le dejé lo que me quedaba del jugo de naranja porque si bebía más me iba a dar asco y tampoco me lo iba a llevar. Lo aceptó, se quedó en su lugar y me miró hasta que salí del edificio para buscar la moto. Acababa de decir que iba a sacarme la porquería del cuerpo, pero apenas estuve unos metros lejos de la academia, me detuve, saqué otra de las botellas del depósito y me la zampé, era solo para llegar. Iba a tirar todas las demás apenas pudiera, pero tenía que asegurarme de poder llegar.

    Necesitaba salir, como hace cuatro años.


    pau, cuántos rellenos vas a aventar hoy?
    pues los necesarios para salvar esta compañía *la rompía más*
     
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    Amane

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    Con el proyecto más o menos encaminado tras la conversación matutina con Kakeru, me sentí bastante más tranquilo al respecto durante el resto del día; aunque bueno, quizás no sobrara admitir que en realidad no había estado tan preocupado por el proyecto en ningún momento. Sea como fuere, se me había ocurrido algo que iba a requerir bastante de mi tiempo libre aquella tarde, así que el receso tuve que acabar usándolo para ser un alumno decente y adelantar algo de trabajo en la biblioteca, que tampoco me apetecía tener problemas por mis notas ni nada por el estilo.

    Así, a la mañana siguiente llegué a la academia con un par de tulipanes negros, hecho de papel, en mis manos. El asunto me había hecho recibir una mirada de pura extrañeza por parte de Kashya y Emily, pero no vi por donde explicarles todo el contexto de mi decisión y ellas tampoco quisieron preguntar demasiado (quizás Emily sí quiso, pero se aguantó como toda una campeona). Una vez en los casilleros, me di cuenta que la tontería también atrajo más de un par de miradas de los alumnos, pero ah, ¿qué le iba a hacer? Igual no me molestaba ser tanto el centro de atención~

    Mi objetivo fue, claramente, el casillero de Morgan. Conseguirle unos tulipanes negros de verdad estaba siendo una tarea bastante más ardua de lo que podía parecer, y ya le había hecho un dibujo hacía bastante tiempo, así que tuve que darle algo de vuelta a lo que podría prepararle aquella vez en su lugar; una manualidad de ese estilo me pareció adecuado, y realmente esperaba que a ella también le gustara. Como no tenía intención de estropearlas intentando meterlas dentro de su casillero, había venido preparado con un poco de celo, por lo que mi siguiente paso fue pegarlas con cuidado en la puerta de la taquilla y... en fin, eso era todo, en realidad.

    Solo quedaba irme a mi casillero y esperar que la chica llegara para ver la sorpresa, claro~

    Gigi Blanche, le dejé un regalito a la esposa uwu las flores se verían algo así, pero imagina que los pétalos son negros, of course /\

    ah, aunque puse en el post que esperaba que ella llegara, pues no hace falta que lo rolees ahora ni nada, don't worry, solo era lo que tenía sentido poner con él (?)
     
    Última edición: 1 Mayo 2024
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    Gigi Blanche

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    En lo que atravesábamos el patio frontal, Ko me fue contando de un manga que estaba leyendo. No era el lector más ávido de libros incluso habiéndolo intentado, pero sí consumía bastante contenido en otros formatos y nos habíamos acomodado en una zona gris de intercambio. Además, ambos sentíamos una inclinación hacia la fantasía y las ambientaciones medievales de estilo europeo, aunque cualquier cosa que calificase como antigua podía llegar a valernos. Estaban las canciones de sus videojuegos, sus mangas y anime, y mis libros y películas.

    Iba bastante atenta a su relato y fue él quien se calló, con la mirada puesta al frente. Al imitarlo noté que había algo pegado a mi casillero y nos acercamos. Su forma de tulipán fue evidente desde lejos, luego advertí que estaba hecha con papel y la despegué con cuidado, quitándole la cinta de la misma forma.

    —Qué bonito —murmuró Kohaku, sincero, pero al instante soltó una risilla y anticipé la estupidez de turno—. ¿Ahora tienes admiradores? ¿Cómo?

    —Podría preguntarte lo mismo.

    Le respondí con la vista puesta en el tulipán, mientras lo giraba suavemente entre mis dedos. Lo acerqué a mi nariz de pura manía, de puro hábito, como las cientos, miles de veces que me había agachado a oler las flores en Blackpark, y cerré los ojos un instante, sin darme cuenta. No poseía ningún aroma, lógicamente, pero en cierta forma fui capaz de imaginarlo. Era dulzón, liviano y refrescante. Ni siquiera sabía a qué olían los tulipanes o si olían a algo en absoluto.

    La sonrisa de Ko se había ensanchado ante mi réplica, lo noté de reojo, y dejó el tema morir. También advertí que miraba alrededor cuando abrí los ojos y repasé la textura de los pétalos apenas con la yema de los dedos.

    —¿Sabes quién fue? —preguntó, curioso.

    —Me hago una idea.

    Giré sobre mis talones y mis ojos se posaron directamente en Kenneth, como si hubiese detectado su presencia en algún momento o como si lo hubiese visto desde que puse pie en los casilleros. O quizá fuera simple coincidencia. Le sonreí a la distancia, aún girando el tulipán entre mis dedos, y la voz de Kohaku me alcanzó desde atrás.

    —Muy bien, entiendo la indirecta. —Sonaba jocoso y el sonido comenzó a alejarse—. Nos vemos después~


    *c revuelca en el suelo*
     
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    Insane

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    Vaya días tan aburridos que estaba teniendo últimamente, o yo me estaba volviendo aburrido, quién sabe. Al menos no estaba perdiendo la costumbre de trotar en la noche con los canes por el barrio, aunque aquí no era que se viese mucho eso, la gente me quedaba mirando raro, o sería por sumarle a toda la vuelta el que estaba cubierto de tatuajes. Bostecé haciendo el cambio de calzando en lo que Zold miraba el móvil, hace rato estaba enchufado con una serie que estaba siguiendo meses atrás y había dejado en pausa, o algo así me dijo.

    El diablillo me comenzó a danzar en la cabeza a lo que solté a modo informativo:

    —No tenía idea de que Kurosawa era amiga del tipo aburrido de mi clase.

    —¿De cuál?

    —Orn Paimon, el que mantiene con Alaska.

    Me miró para luego regresar la atención visual al celular, noté que fue por el hecho de que no sabía si estaba tomándolo del pelo pero me encogí de hombros, apoyando los pies en el suelo para ver si estaban bien ajustado el calzado y estiré la sonrisa, mostrándole la dentadura. Mi hermano meneó la cabeza de manera negativa de igual forma, como desaprobanco el apunte que le estaba dando.

    —Es normal, ella se lleva bien con Craig, así que por rebote también será atenta con el mejor amigo de éste. Además, nosé si no lo has notado, pero ella es amable con la gente.

    —Y bonita, carismática, a ver ¿qué más me has dicho? —noté que me ignoraba como llevaba haciéndolo en casa—. ¿Qué tanto ves? —reclamé avanzando los pasos que nos distanciaban, para darme una imagen de la serie que había mencionado con anterioridad, además como éste tenía puesto los audífonos no escuchaba lo que salía por el aparato—, ¿muertos vivientes? que pereza.

    —The walking dead, estoy retomándolo.

    Relleno y pues ahí quedan
     
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    Zireael

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    Había que ver nada más, Suiren y la chica rubia, que se llamaba Ilana, habían aceptado de buena gana la invitación a comer las crepes que había quedado del almuerzo así que me los llevé a la cocina y todos muy contentos. Era gracioso que a Craig sí le gustara el dulce, mientras su amigo iba por ahí diciendo que comía limones con sal, pero eso era lo de menos, lo importante era que así no había tenido que desperdiciar comida.

    Al llegar a casa había atendido los deberes, pero también me puse a preparar algo mientras pensaba qué cosas podría preguntarle al padre de Emily cuando tuviéramos la entrevista. Lo que cocinó al fina fue un budín de limón bastante sencillo. Habría podido solo comprar algunos dulces, pero seguía sin recuperarme financieramente, por decir algo, del gasto por el vestido de la mascarada incluso si Cayden medio que me había hecho una parte de la caridad, así que tocaba tomar el camino tradicional.

    Cuando estuvo listo dejé una parte para la casa, la otra la corté en rebanadas. Separé cuatro rebanadas, guardé dos en bolsas separadas de alimentos y las dejé en la mesa para acordarme de llevármelas en la mañana. Una era mía, digamos que el postre del almuerzo, la otra era para Zoldryck. El niño iba por la vida dejándome chocolates y accediendo a mis estupideces, lo mínimo que podía hacer era darle algo en compensación.

    Mi idea había sido solo dejarlo en su casillero, pero cuando me metí en las taquillas de tercero no tardé en ubicarlo con su hermano y no me quedó más que tomar la aproximación más directa. Me acerqué a ambos, tranquila, busqué primero a Zeldryck para dedicarle una sonrisa y pronto noté que Zold estaba zambullido en el teléfono y con los auriculares puestos.

    Alcancé a despegarle los audífonos de una oreja con cuidado, me estiré para dejarle un beso en la mejilla y al retroceder le dije buenos días. Volví a mi espacio sin mucha demora, abrí el maletín y saqué ambas bolsitas con los trozos de budín, se suponía que una era mía, pero me pareció raro no dejarle nada a Zeldryck, así que estiré una hacia cada uno.

    —Regalo de media semana. Espero que les guste —dije con una sonrisa.
     
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    Amane

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    Me había tenido que quedar en mi casillero un rato algo más largo de lo normal, pues tuve que comprobar un par de veces que llevaba todo lo que necesitaba para las clases conmigo, y en ese mismo rato, de forma completamente casual, pude ver de reojo que Morgan también entraba en la zona de los casilleros. Y bueno, ya que tan casualmente habíamos coincidido ahí, ¿por qué no me quedaba a ver cómo reaccionaba por mi sorpresa? Era lo que cualquier persona haría en mi lugar, al fin y al cabo.

    La chica había venido acompañada por su amigo, pero el pobre parecía estar siendo bastante ignorado debido a mi pequeña travesura, y para cuando Morgan finalmente posó su atención en mí, el muchachito ya se había alejado de ella. Le sonreí con amabilidad cuando di con su mirada, me acerqué a paso tranquilo a su posición y miré el tulipán que había conservado en su mano con las cejas ligeramente alzadas, queriendo hacerme el loco antes de saber cuál era su opinión al respecto.

    —Buenos días~ —saludé con calma, habiendo levantando la vista para dar con la suya, y mi sonrisa adoptó una ligera chispa de diversión al señalar con la cabeza la flor de papel—. ¿Y eso? No sabía que te gustaban las manualidades.
     
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    Gigi Blanche

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    Pobre Ko, había olvidado por completo su existencia apenas vi la flor, y lo peor es que ni siquiera se me cruzó la negligencia por la cabeza. En el fondo era una muchachita simple y estas cosas me gustaban bastante, las pequeñas atenciones y las sorpresas. No respondían a nada concreto y tampoco llevaban a un destino predeterminado, sólo aparecían, rasgaban la rutina y volvían los días un poco más amenos.

    No dudé ni por un segundo que se trataba de Kenneth. Lo vi, él sonrió y se acercó hasta mi posición, donde lo esperé con calma. No perdí detalle de su semblante en ningún momento y me resultó ridículamente sencillo anticipar la tontería que diría apenas sus cejas se alzaron. Suponía que empezaba a conocerlo poco a poco.

    Morning, lad —respondí su saludo y seguí girando la flor casi a cámara lenta; me mantuve en sus ojos y mi sonrisa se ensanchó—. No la hice yo. ¿Sabes? La encontré aquí, en mi casillero.

    Afilé apenas la mirada y ladeé un par de centímetros la cabeza, por demás entretenida.

    —¿Qué crees que signifique?
     
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    Insane

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    Estaba como cuatro temporadas atrás que el resto, por lo que luego de las sesiones regulares de estudio con Gen había decidido volver a dedicarme tiempo con la serie, a ver si volvía a coger el hilo, por lo que la sacada de los perros se la estaba dejando en semana a mi hermanos, y ya yo salía a trotar con ellos los fines de semana en la mañana; en el camino continué con el capítulo y luego de hacer el cambio de calzado igual.

    Zeld trató de fastidiarme pero no hizo efecto, volví a escabullirme en lo mío en lo que esperábamos a Gen, que había escrito y tardaría algo más, por lo que no tenía afán de subir. Fue cuando los protagonistas acababan de encontrar un nuevo refugio que me apartaron los auriculares, estuve cerca de hacer una mala cara hasta que sentí el beso y di con el par de ojos anaranjados. El color me alcanzó sutilmente las mejillas, murmuré un buenos días y pestañeé al ver lo que me estaba ¿obsequiando? La sensación cálida en el pecho se me coló sin permiso de nadie y mis facciones se suavizaron.

    —Buenos días —saludé con una sonrisa, recibiendo sin saber qué era—. Gracias, Kurosawa.

    —No te hagas el especial que a mí también me trajo uno —canturreó el otro, sonriéndole en el proceso a Shiori por lo que le di un golpe de nada con el codo en el costado. Fingió dolor y ya luego se rió.—¿Y eso que te acordaste de estos pobres diablos, Shio?~

    Bloqueé el móvil y dejé los audífonos sobre mis hombros, ya sabía que mi hermano me molestaría luego por esto, pero me daba lo mismo.
     
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    Bruno TDF

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    El receso de ayer con Davz tuvo un sabor dulce, lo que no se debía solamente a las cositas ricas que acordamos intercambiar. Estimaba bastante a la gente que poseía una personalidad calmadita como la suya, porque me resultaba encantadora la energía con la que se desenvolvían por el mundo y entre las personas. Llegué a pensar que podría llevarse muy bien con Hubby y con Fuji, que eran muy lindos con el sólo poder de su serenidad. ¿Cómo sería oír una conversación entre estos muchachitos? ¿Lograría resistir la suavidad conjunta de sus voces? Mi mente se había desviado en esta divagación cuando entré a los casilleros, lo cual me dibujaba una sonrisa complacida en el rostro. Al principio, sólo recordé Davz apenas comencé a cruzar el patio frontal, y el resto se hizo solo.


    El motivo: anoche se me quemaron las galletitas que le negocié.

    Había intentado hornear una tanda de trajes de karate, de judo y de taekwondo, todos con cinturón negro. Pero se ve que me pasé con la temperatura del horno (o me distraje con algo en el móvil, ¡vaya una a saber...!) porque este color acabó extendiéndose por buena parte de las figuras, ups. Las zonas que se salvaron no destacaban por su textura y mucho menos por su sabor, ni siquiera Copito mostró interés en las migajas que se desprendieron en mi lucha por despegarlas de la fuente (igual no le hubiera dejado comer, que algunos ingredientes le sentarían mal a su cuerpecito). Al final tuve que venir con las manos vacías, pero con la firme convicción de volvería a intentarlo, tomando este traspié como un buen aprendizaje.

    ¡Pero bueno…! Eso sería para la semana próxima, que hoy mi enfoque estaba puesto en el proyecto. Ya había hablado con Zold, Jackie se encontraba desaparecido en acción y aún restaba dar con Jean y Eun-Bi. Hoy decidí hacer el intento con la segunda. Sabía por el tablón de anuncios que asistía a la clase 3-2, pero no tenía forma de asignarle un rostro, por no mencionar me faltaban Fuji, Jez, Lionheart y mi Lady para pedirles una ayudita.

    Así que mi estrategia consistió en ubicar su casillero, valiéndome del cartel que indicaba su nombre. Fue una suerte que quedara en la misma hilera que el mío, cosa que me permitió estar atenta mientras me cambiaba los zapatos y preparaba el resto de mis cosas. Y mucho mayor fue mi fortuna cuando, en menos de un minuto, una chica muy bonita se detuvo frente a la dichosa taquilla. Cerré la mía con cuidado, mirándola con una sonrisita afable.

    Sin dudas, era ella.

    —¿Eun-Bi? —llamé.

    Al captar su atención, mi sonrisa se amplió un poco más. Señalé el cartel en la puerta de su casillero, para que entendiese de dónde había sacado su nombre.

    —Buenos días —saludé con una jovial desenvoltura, como si no fuese la primera vez que nos veíamos las caras—, compañera de proyecto.


     
    Última edición: 2 Mayo 2024
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