Nagi Watanabe —Oh... No te preocupes por eso, senpai —respondió con una sonrisa nerviosa, negando con un gesto de mano—. Estoy bien, creo que los rasmillones ya cicatrizaron, no era nada grave. Cuando Shiori suspiró, la sonrisa de Nagi pasó una expresión preocupada. Dejó salir el aire con suavidad de su nariz. ¿Ambiente tenso?, ¿había ocurrido algo de lo que no se percató? —¿Uh? —volteó a ver quien las había saludado. Era Inuoe—. Buenos días, Inuoe-san —prosiguió al saludo de Shiori, sonriéndole a su compañera de curso, con un tono alegre. Que Inuoe pasara a saludarlas... por algún motivo era una sorpresa agradable. Y gracias a la palabras de Yukie, logró enterarse de que Honda se metió en... ¿Una discusión?. Como para haber puesto tan nerviosa a Inuoe, tuvo que haber sido un verdadero escándalo, ¿no? Suspiró, no le hubiera gustado presenciar eso. Entonces, Yukie exteriorizó una duda que también había cargado. ¿Kurosawa-senpai estaba bien? Volteó a verla, claramente preocupada, expectante a su respuesta. "Si necesitas ayudas, puedes contar conmigo" No era capaz de exteriorizar aquellas palabras.
Qué ingenua había sido al creer que todo acabaría allí. Apenas perdió de vista a su senpai otra voz llegó hasta sus oídos, justo la que no deseaba escuchar de momento, y a pesar de que se ordenó internamente no alzar la mirada un impulso mayor la obligó a alzar el mentón, al menos un poquito. La mirada dispar de Katrina Akaisa la recibió, felina, tensándola en el sitio, a pesar de que su presencia volvió a asemejarse una vez más a la de la joven de la sala de arte. La sensación de peligro que sintió el día anterior... ¿fue cosa de su imaginación? —Sí. Ha sido amable conmigo —murmuró, con voz queda, abrazando la cartera contra su pecho. Aferrarse a ella era la única acción que no la había hecho huir hasta encerrarse en su clase, sin saber qué decir o hacer. El corazón le latía frenético y entrecerró los ojos al escucharla mencionar finalmente lo sucedido ayer. Una parte de sí quería evitarla porque no podía soportar una reprimenda de su parte. Había sido una idiota impulsiva y no había medido la consecuencia de sus actos, pero... no se arrepentía de nada. ¿Debía hacerlo, en primer lugar? "¿Qué habrías hecho si Honda se te iba encima también?" —Nadie merece que le traten de esa forma —atajó, recuperando algo de fuerza en su voz, sin sonar brusca en ningún momento. Clavó su mirada en el piso, jugueteando con la punta de su zapato, y frunció el ceño mientras hablaba—. Me da igual que me hubiesen golpeado. Fue mi culpa meterme, después de todo. Soltó un suspiro contenido, bajando lentamente la cartera de su pecho. El cabello dorado le hizo cosquillas sobre el rostro. >>Pero me hubiese sentido peor si no decía nada.
Asintió ligeramente ante lo que Yukie le contaba sobre Honda y Katrina y suspiró aliviada cuando escuchó a Watanabe decir que estaba bien. —No estaba cuando pasó —dijo mientras pasaba el peso de un pie al otro, respondiendo a lo dicho por la muchacha de cabello esmeralda. ¿Qué iba a pensar Yukie al saber que se juntaba con un montón de problemáticos?—, pero me lo contó Katrina, que fue a quien Honda se le fue encima. Son un poco... Salvajes ambas. Lamento que te hayan asustado, Inuoe-san. Lo decía con toda honestidad, como si incluso de haber estado allí, en vez de haciendo el imbécil, hubiese podido aparecer para detener las provocaciones de Katrina antes de que desatara a Mimi. Dio un respingo cuando la chica le preguntó por su estado, como si no se lo esperara en lo más mínimo, pero volvió a sonreírle. —Estoy bien, sí —respondió sin demora, al sentir la mirada de ambas encima. Mentira no era, ciertamente, de hecho si ignoraba el cansancio físico y la falta de sueño, casi podía sentir algo parecido a alegría en el fondo de sí—, solo no dormí mucho, eso es todo. ¡Mañana estaré perfectamente! Eso sí era mentira en casi un noventa por cierto, no había dormido por destrozar las normas de la escuela. Y a sí misma, vaya. Soltó una risa al escuchar la respuesta de la rubia a su pregunta, no había malicia ni burla alguna, de hecho era una de las risas frescas y livianas que se había permitido al final de la noche en la azotea. Si había alguien que merecía una bofetada y una maldita paliza era ella, sin duda alguna. Fue quien provocó a Honda hasta que su paciencia, de por sí inexistente, reventó como olla de presión. En un impulso extraño, extendió la mano y le revolvió el cabello, fue un gesto algo brusco, pero ciertamente fue mucho más cálido que el par de palmaditas que le había dado a Joey la noche anterior. Preocúpate por si a alguien le haría sentir mal verte salir golpeada, estúpida. Después le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja en un gesto casi maternal, no había en su toque la doble intención de siempre. Jamás le pondría sus asquerosas manos encima a Rachel, no de esa manera. —Entiendo lo que dices —admitió casi en un murmuro—. Solo piensa un poco en ti misma también, Rachel. Contenido oculto pero y esta softness qué
Abrió sus ojos, tomada por sorpresa al escucharla reír como toda respuesta. Una risa cristalina, que desvaneció parte de la tensión que sintió hasta el momento y le hizo bien. Había aguardado todo ese tiempo por... una brusca reprimenda que nunca llegó, en realidad. De repente se sintió aliviada y estúpida a partes iguales, y no pudo controlar cómo su mirada se cristalizaba durante un instante, en el momento en el que la chica llevaba un mechón de cabello tras su oreja. Dios, de verdad que no tenía remedio. —¿No estás molesta conmigo entonces? —se animó a preguntar, aún algo dudosa, esta vez logrando mantener el contacto visual—. Ya sabes, yo no... "Lo que quiero decir es que... admiro cómo defendiste ayer a tu amiga". Se detuvo un instante, como si temiese confirmar sus sospechas. Las palabras de senpai resonaron en su cabeza, volviendo a ponerla en duda. Estaba siendo amable con ella, ¿no? Eso significaba que, al menos, no le desagradaba. No parecía de esas personas que fingían esa clase de cosas, y agradeció enormemente ese detalle. Jugueteó con el mechón que le había recogido, ligeramente ansiosa de repente. >>Oye, Katrina... ¿Somos amigas?
Entró a la academia luego haber corrido para evitar mojarse demasiado cuando el auto de su madre la dejó en la entrada, apenas pasó la puerta se quitó los cascos de los oídos y los dejó alrededor de su cuello, de ellos emergía el ritmo de alguna canción de rock a todo volumen. La cascada castaña oscura, casi negra atada en una media coleta, caía hasta su cintura y enmarcaba su rostro, adornado por el flequillo blanco. Era natural aunque no lo pareciera, heredado de su madre y compartido con su hermana gemela. Sus ojos verdes prácticamente refulgían como dos peridotos, delineados como el ojo de un gato. Llevaba el uniforme desarreglado, no había manera que lo llevara como correspondía, ni en esa ni en ninguna escuela. El lazo que debía ir en el cuello simplemente no estaba, y la camisa blanca estaba ligeramente arrugada, con el primer botón desabrochado, dejando ver un collar de cuero con un dije de media luna. Tampoco se había molestado en abrocharse la chaqueta y llevaba las mangas varios centímetros arriba, arrugadas, en ambas muñecas llevaba una serie de brazaletes de cuero con remaches. Llevaba en la oreja izquierda un pendiente solitario, con un pluma marrón ribeteada de tonos más claros. Tenía todas las pintas de una pandillera hibridada con las malditas gyarus, de alguna extraña manera. Aunque ciertamente era casi tan pálida como Jezebel Vólkov o así la hacía ver aquella melena oscura. Estaba masticando chicle de menta y reventó una burbuja mientras caminaba hacia los casilleros de tercero. Allí detectó dos cabelleras claras, una blanca como su propio flequillo, y otra de un suave tono de púrpura. Se estaban despidiendo de otra chica que parecía bañada en lejía. —Gracias, Bleke. No creo faltar, pero cualquier cosa te aviso —dijo la albina antes de iniciar su camino junto a la otra muchacha unos segundos después. Atrás de ellas había un muchacho que sí reconoció, de cabello oscuro y revuelto; parecía debatirse entre alcanzarlas o no. —Pero qué ven mis ojos —dijo haciendo que el chico diera un respingo, cuando se volteó hacia ella notó que tenía un aspecto bastante penoso, pero eso no la detuvo. Le dedicó una sonrisa de dientes descubiertos que dejó ver sus incisivos particularmente afilados, que le daban un aspecto ciertamente salvaje—, el alumno ejemplar del instituto, Altan Sonnen. Lo vio llevarse una mano al rostro, fastidiado. Inhaló aire con fuerza y exhaló de la misma manera, ciertamente tenía una migraña despiadada. Incluso aunque no hacía sol, la claridad de un día nublado como ese le enviaba punzadas de dolor a través de los ojos. Encima estaba el puto de Wickham haciendo todo ese ruido, como siempre, era un puto loro que no se callaba nunca. Joder, había bebido como un descosido. —¿Qué cojones haces aquí, Tolvaj? —preguntó y su voz sonó como un gruñido. —Me expulsaron~ —Lo atajó como si no fuese nada—. Ya sabes, las escuelas son aburridas, Al-kun. Al-kun. Aquella forma de llamarlo casi le provocó una arcada, ella sabía que lo sacaba de quicio, pero si para algo era buena Eris Tolvaj era para tocarle los cojones a quien fuese. Su personalidad era así, disfrutaba de fastidiar a los demás, de joderlos hasta que alcanzaran el límite, y ciertamente no conocía el control. >>¿Y tú, querido, por qué tienes tan mala pinta? Das pena. —Dime algo que no sepa. Tengo una resaca que hasta que da gusto. —¿Qué dices? ¿Salieron a beber y no me invitaron? —Hizo un puchero. Altan tomó el cable de los cascos y de un movimiento brusco los desconectó del móvil que la chica traía en el bolsillo de la falda, deteniendo la música que le resultaba estridente. ¿Cómo mierda no se quedaba sorda la hija de puta? Ella bufó, cruzando los brazos bajo el pecho. —No era en ningún lado donde pudieran invitarte y pues mejor para mí, eres una puta pesada. —Ah, ¿por qué siempre eres tan brusco, Al-kun~? Tendrías a tantas chicas comiendo de la mano si fueras un poquito menos frío. —Me importa una mierda, maldita diosa de la discordia. Espero que no estés en mi clase, eres un dolor en el culo. Eris. —La 3-2, guapo. —Me cago en mi puta vida —gruñó mientras se cambiaba los zapatos de mala gana. Cerró de un portazo el casillero y comenzó a alejarse. Ella levantó la mano para despedirse aunque no la estaba mirando. —Nos vemos en clase~ —canturreó y solo recibió por respuesta un gesto con el dedo corazón. Volvió a reír cuando Rachel preguntó lo siguiente y negó con la cabeza suavemente, haciendo que su melena teñida se agitase al ritmo de su movimiento. Estaba por seguir su camino cuando la voz de la rubia llamó su atención de nuevo. La nueva pregunta le detuvo la respiración, recordó la charla al final de la noche del desastre, el beso de Emily en su mejilla, al idiota de Sonnen dándole su lata de gaseosa para que brindara como una chica normal. No se atrevió a mirarla, mantuvo la vista clavada en algún punto frente a ella. ¿Amigas? —No tengo idea —respondió entonces, liberando a su vez el aire contenido en sus pulmones—. No he tenido amigas nunca, así que no sé cómo funciona. ¿Por qué mierda no podía mentirle a Rachel? Había sido igual en la sala de arte, como si aquellos ojos le atravesaran el alma. Como si supiera que si mentía, se daría cuenta. Había decidido irse a clase de una vez junto a Laila hasta que pareció caer en cuenta de algo, había notado a Suzumiya mientras hablaba con Bleke, no parecía muy bien. Al final ella había terminado peor que ella incluso, ¿o no? Se acercó despacio a la muchacha de cabello oscuro y le dio un toquecito en el hombro, apenas para que notara su presencia. —¿Suzumiya-san? —La llamó casi en un murmuro y cuando iba a continuar hablando, Altan pasó junto ambas y le revolvió el cabello sin detenerse siquiera. Hizo un gesto con la mano, solo para indicarle que subiría a la clase. En otras condiciones se hubiese detenido para ver si la chica estaba bien, porque después de la noche desastrosa que había tenido debía estar bastante mal, pero él estaba al borde de la muerte. Ya se acercaría a ella más tarde, si es que se sentía mejor con el paso del día. Después de todo eran iguales. >>¿Cómo te sientes? —siguió Jez, regresando la atención a su compañera. Contenido oculto el puto tocho que me acabo de aventar dios mío, perdón
No intentó disimular el asombro que surgio tras su respuesta, a pesar de que no la estaba mirando. ¿Nunca había tenido amigas? ¿Por qué? ¡Pero si era muy linda con ella! Hizo un pequeño mohín, indignada con el mundo de repente, aunque en el fondo creía tener parte de la respuesta. Al menos, el día de ayer le arrojó cierta luz, por mucho que quisiese negarlo. La observó desde su lugar, detallándola en silencio, y sus palabras le oprimieron el pecho. Todos necesitaban algo de compañía, incluso la solitaria Katrina, por más que intentase reflejar lo contrario. Se ajustó la cartera al hombro, y una idea le iluminó el rostro de repente. —¡Entonces sí hay algo que puedo enseñarte! —apuntó, emocionada. Comenzó a caminar hacia su aula, volviéndose para despedirla con una suave sonrisa—. Ya sabes, a cambio del club de arte. Es más divertido aprender juntas~. La sola idea le hizo sentirse realizada mientras se alejaba, pero no iba a hacerse ilusiones. Después de todo, la última palabra la tenía ella.
Konoe Suzumiya Cerró la taquilla con suavidad procurando no hacer ruido excesivo. Su cabeza parecía estar siendo martillada con fuerza y la luz, aunque ligera, se sentía como si le quemara los ojos. Fuego. ¿Cómo aguantaban ese ritmo de vida? Se le antojaba agotador. ¿Eran otro tipo de humanos? ¿Tenían licor en lugar de sangre en las venas? No lo entendía. Ahora era tan consciente de lo distantes que eran sus mundos. Mas, de algo estaba completamente segura. No volvería a cruzar la línea. Jamás. Había acabado destrozada físicamente y apaleada emocionalmente. Lo único que realmente deseaba era desaparecer. Poder borrar la culpa y el arrepentimiento. Suspiró. El ligero toquecito en su hombro detuvo el tren de sus pensamientos y su cuerpo se congeló. Contuvo la respiración. Pero la voz de Jezebel se deslizó suave, dulce. Sin presiones. ¿Vólkov-san? ¿Sonnen-kun? Se volvió y su larga cabellera oscura acompañó el movimiento. Altan lucía considerablemente desmejorado y pálido. Wickham le había impuesto aquella demencial penitencia de tomar seis shots de tequila. Dios. Y la pesadez emocional en su pecho debía ser bastante similar a la suya. Enamorado de su mejor amiga. Después de todo eran iguales. Regresó su mirada a Jezebel. Había apoyado la espalda contra la línea de casilleros solo por lograr algo de estabilidad —porque se sentía más débil y vulnerable que nunca— y le dirigió una pequeña sonrisa. Leve, apenas una mueca de cortesía. Apreciaba honestamente su amabilidad pero. Se llevó un mechón oscuro tras la oreja y tomó aire lentamente por la nariz. —Como si quisiera morir. Era bastante explicativo por sí mismo. Estaba llena de culpa y arrepentimiento, con el corazón hecho trizas. No sabía que iba a hacer ahora. Guardó silencio durante unos segundos en los que aprovechó para apoyar nuevamente la cabeza contra el casillero y cerrar los ojos. Al menos ella parecía estar bien. >>¿Cómo lo haces Vólkov-san? Aguantar esto. Como lo hacen.
Asintió sonriente ante la propuesta de Joey de quedar tras las clases en su club. ¿Fotografía? Podría aprovechar para curiosear, todavía no estaba seguro de en qué club meterse, pero aquel ya ganaba puntos tan solo por estar Joey en él. Se volteó junto al muchacho, viendo que la rubia de antes estaba por marcharse. Abrió la boca queriendo disculparse por interrumpir, mas ella no parecía con ganas de seguir allí y él no iba a retenerla. Al ser amiga de Joey podría verla de nuevo, ¿verdad? Esperaba no haberle dado una mala primera impresión. Aunque no es que realmente le importase. —Pero si te lo hubiese dicho, no habría sido una sorpresa —le respondió tras haber encontrado su casillero, y procedió a dejar todo listo para poder dirigirse a su salón—. Pues no, estoy en la 3-2. Intuyo que si mencionaste esa clase, es… porque no vamos en la misma. Se metió las manos en los bolsillos de forma desinteresada y volvió a bostezar. —Ah, disculpa. La verdad es que la emoción de verte me tuvo en vela casi toda la noche. En esos años que estuvieron lejos se dio cuenta que la mayoría de las relaciones no valían la pena, eran superficiales, frías, falsas. Podías divertirte con las personas y pasarlo de puta madre con ellos, pero a la hora de la verdad… nada habría cambiado. Nadie estaría para él en sus peores momentos, y él no estaría para ayudar a nadie tampoco. Tan solo se usaban para alejar la abrumadora soledad. Y eso estaba bien, ¿no? —¿Vamos a clase? Pero ahora tenía de nuevo a Joey junto a él. Contenido oculto Uhmmmm kill me please
La observó con atención, cada movimiento de su cuerpo, cada gesto en su rostro como si buscara leerla como la habría leído Altan, pero ciertamente ella no era así de perceptiva y se le escapaban un montón de cosas, además tenía el cerebro frito. También tenía dolor de cabeza, pero no era ni comparable con el malestar que parecía sentir ella. Sonrió con resignación al escuchar su respuesta. Bueno, ciertamente también se sentía de aquella manera, pero podía disimularlo para atender a Konoe, que después de todo la había ayudado ayer en la pista antes de verse en el desastre de la azotea. Extendió la mano y acarició el brazo de la muchacha con mimo, buscando transmitirle algo de calidez. Cuando habló de nuevo soltó un pesado suspiro. —Me siento fatal —admitió con el recuerdo del beso de Altan en la cabeza—. Podría haber faltado, pero bueno, nunca he sido de faltar a la escuela. Además puedo ignorar mi malestar cuando veo que alguien necesita apoyo. Estaba siendo transparente como siempre. Abrió la cartera, buscó entre sus cosas y sacó una caja de jugo de naranja, estaba algo fría todavía. Lo había tomado de la refrigeradora antes de salir, era de los que llevaban sus primos para el almuerzo en la escuela a veces, y aprovechando que habían varios se hizo con uno. Se lo extendió a su compañera. Ya ella compraría algo en la máquina expendedora. —Toma, necesitas estar hidratada. Si te sientes muy mal, podríamos ir a buscar algo en la enfermería para el dolor de cabeza. —Volvió a sonreírle antes de apartar la vista, recordando que cuando llegó arriba con Altan anoche ella ya no estaba y tampoco la rubia—. No puedo hacer mucho por el malestar emocional, eso sí, pero si necesitas hablar con alguien no tengo problema en escuchar.
Rodeó el cuello de Daichi con un brazo y lo atrajo hacia él, revolviéndole el cabello mientras lo arrastraba hacia las escaleras. ¡Venga, que iban a llegar tarde! —¡Qué coincidencia! Yo también estuve en vela... pero por otras razones~ —Se sonrió, risueño, y sacudió un poco a Daichi—. Eh, bombón, cuéntame qué tal. ¿Tienes novia? ¿Ya debutaste? ¿Estás soltero? ¿Puedo hincarte el diente~? Se carcajeó ante su propia broma, guardando la mano libre en el bolsillo, y siguieron caminando con calma por las escaleras y pasillos de la institución. Contenido oculto chale perdón el post de mierda, inspi where are you. Also, bby, si quieres puedes rolear directamente en el pasillo de la tercera planta <3
Konoe Suzumiya El cálido y delicado tacto de sus dedos sobre la piel descubierta de su brazo la sobresaltó ligeramente. Su cuerpo se tensó pero se relajó inmediatamente bajo el roce tácito y conciliador. Solo buscaba cierta cercanía emocional, poder transmitirle apoyo. La miró, sin embargo, cuando mencionó que se encontraba fatal. Ella incluso siendo tan perceptiva ni siquiera lo había notado. Quizás por su palidez, porque su piel tenía esa tonalidad de por sí. Nívea. Quizás porque ella si parecía, de hecho, un lienzo en blanco. El color regresó a sus mejillas cuando le entregó aquella cajita de zumo. Se sintió en cierta forma ajeno porque siempre era ella la que cuidaba de otros. Ese era su rol. Y sin embargo era simplemente cálido permitirse por un momento ser el centro de las atenciones de alguien. Dejarse cuidar. Le agradeció con honestidad y sostuvo el zumo entre ambas manos. Frío. Irónicamente solo sintió calidez por dentro. Y entonces dudó. Vaciló un instante cuando dijo que la escucharía. Vaciló porque necesitaba que alguien lo hiciera, que alguien oyese todo lo que su corazón roto tenía para decir, pero no quería inmiscuir a Jezebel en sus propios problemas. Además, eran muy similares a los de Sonnen. Era como cruzar una línea invisible. Permitirse dar el paso. Nunca le había costado tanto dejar entrar a otros. ¿Por qué repentinamente le asustaba? Se mordió ligeramente el labio. Inspiró y cerró los ojos. Le pidió a su corazón calmarse pero desoyó toda petición. Déjate cuidar Konoe. Está bien de vez en cuando. >>Hay... alguien que me gusta—empezó. Con un tono ligero, casi un suspiro contenido. Su voz sonó calma como el susurro del viento entre las hojas o las gotas de lluvia contra el cristal de las ventanas— pero esa persona no siente lo mismo por mí. Le gusta su vida tal y como es ahora. Le gusta su libertad, incluso si está exenta de sentimientos. No puede permitirse amar y no puede permitir que nadie la ame. Las imágenes de la noche anterior le cruzaron la mente como un flashback repentino. Difusas, pero las recordaba con perfecta claridad. Detalló el tacto cálido de sus labios. Su cuerpo contra el suyo, incluso si fue un solo instante. Y el ligero temblor de sus manos. >>Siento que tiene miedo. Tiene miedo a involucrarse, tiene miedo porque en su mundo sentir, permitirse experimentar algo más que placer físico es un pecado. De modo que se contiene incluso si quiere cruzar la línea. No puede usarme como al resto incluso si se lo permito... porque sabe que la amo. Abrió los ojos en ese momento, entrecerrados, quizás por el dolor martilleante en su cabeza, tal vez por el dolor emocional. Tal vez por ambas cosas. ¿Quién iba a entenderla mejor? Wickham podía coartar su inquietud como mejor sabía hacerlo. Opacarla en una cama una y otra vez hasta que todos los problemas se disolviera como un azucarillo en una taza de té. Pero Konoe iba mucho más allá. Ella podía ver a través de ella... como si estuviese hecha de cristal traslúcido. —Tiene miedo, exactamente igual que yo. Miedo a cambiar, miedo a perder lo único bueno y puro que tiene como si fuese una obra de exposición a la que tienes permitido ver pero no tocar. Algo sagrado e incorruptible. Pero... eso es una vil mentira. Soltó una risa sin gracia por la nariz. Sardónica. >>Desde el momento en que decidí salirme del plan establecido y verla como algo más todo se pudrió. No hay nada que salvar. Yo no soy un lienzo en blanco, Volkov-san. Pero ella no quiere ver eso. Ni siquiera era necesario ser tan audaz y perceptivo como Sonnen para poder verlo. Su actitud esquiva, su excusa... tal vez no quería lastimarla. No quería involucrarla en su mundo, desde el primer momento se había rehusado a que diese tan solo un vistazo. Los sentimientos lo cambiaban todo. Todo tomaba un sentido distinto. Todo se teñía de un tono diferente y las cosas dejaban de ser lo que habían sido hasta entonces. Los sentimientos eran jodidos. Inspiró profundamente y se permitió una sonrisa ligera. Sus dedos presionaron inconscientemente la cajita de zumo. —Es egoísta. Es egoísta para ambas. >>Pero la entiendo. Por supuesto que lo hago. Es mi mejor amiga. Hizo una breve pausa y entonces se reprochó no haber podido contener ese aluvión de información repentina. ¿Había dicho demasiado tal vez? Podía ocuparse de los problemas de otros pero irónicamente algo se cerraba de forma hermética cuando se trataba de sus propios problemas. Se giró para mirarla por fin, incluso si se sentía tan vulnerable y débil, tan frágil, que temía romperse en pedazos dispersos si se permitía decir algo más. Con esa sonrisa frágil, rota, danzando en los labios. >>Discúlpame Vólkov-san. No quiero hacerte partícipe de mis problemas. Si te retraso más vas a llegar tarde a clase.
La dejó pensarse si hablar o no el tiempo que necesitara, sin presionarla siquiera. Se mantuvo allí frente a ella, balanceando el maletín suavemente, sin dejar de sonreír le con suavidad. Realmente la preocupaba, porque bueno a ella la preocupaba todo el mundo a final de cuentas. Quizás hubiera sido mejor que hablara con Altan, era un arisco pero había estado con ella en el aula anoche, debía haberla leído y sabría qué decir, pero no podía pedirle demasiado al cerebro fundido de su amigo en aquel momento. Cuando por fin comenzó a hablar, sus gestos adquirieron algo de resignación. ¿Alguien que le gustaba? Dios, todo estaban jodidísimos, ¿no? Claro que sí. Tomó de entre sus manos la caja de jugo que acababa de darle y la apoyó en la frente de la chica, el frío aunque no era demasiado, debía hacer retroceder algo del dolor al menos unos segundos. —¿No es egoísta también pensar que te trata como un objeto de exhibición? ¿No eres tú misma la que te has colocado en ese lugar? —preguntó con voz suave, no sonaba entrometida ni brusca, eran casi preguntas al aire—. Quizás tenga miedo, es cierto, creo que todos tenemos miedo siempre, en el fondo de nosotros. No creo que se trate de temer corromper algo sagrado como tal, sino más bien que realmente no desea perder a su amiga, incluso si sabe que ahora no eres un lienzo impoluto. Le quitó la cajita de la frente para volver a colocarla en sus manos. >>Quizás yo debí pensar de la misma manera en lugar de ser una tonta impulsiva —murmuró prácticamente para sí, antes de volver a dedicarle una caricia en el brazo y una nueva sonrisa—. No tienes que disculparte conmigo por nada, de verdad. Además, si te preocupa que llegue tarde, siempre puedes subir conmigo, ¿no? Dio un par de pasos, esperando que fuese con ella. Permaneció allí clavada en su lugar, mientras observaba a Rachel irse, con su cascada rubia y los zafiros que tenía por ojos. Cuando se volteó para sonreírle, prácticamente dio un paso hacia atrás y juró que la sangre le había subido al rostro. ¿Ella, aprendiendo algo de una chiquilla? Además, ¿quién decía que debía darle algo a cambio por lo del club de arte? Sacudió la cabeza, buscando sacarse las palabras de la rubia de la cabeza, y se dirigió por fin a su casillero para hacer el cambio antes de dirigirse por fin a su clase. Había terminado enredada con esa chica, sin tener muy claro cómo, porque cuando tonteó en la sala de arte no esperaba en lo más mínimo que luego fuese a lanzarse en su defensa. Nadie hacía eso, nadie lo había hecho nunca. Bufó para sí y subió a la tercera planta por el ascensor. Estaba lloviendo, aparentemente no iba a poder subir a la azotea. ¿Tendría que volver a la sala del club?
Konoe Suzumiya Volvió a sobresaltarse al sentir el tacto frío de la caja de zumo sobre su piel, esta vez su frente, pero enseguida suspiró y cerró nuevamente los ojos. La frialdad de la cajita se sintió como un paño frío para una persona con fiebre. Ah, que agradable. —Ambas somos egoístas a nuestra manera—respondió sin abrir los ojos—. Ella no quiere cruzar esa línea pero no está pensando en como yo me siento. Y yo quiero cruzarla y no estoy pensando en como ella se siente. Sí, era egoísta. Podía ser muy egoísta de hecho. El lienzo no hacía más que mancharse de trazos negros, oscuros, que corrompían su impoluta pureza. Sujetó el zumo entre las manos. >>No es sólo eso. En menor medida me arrepiento de haberle mentido a mis padres y romper las reglas de la academia. De tomar alcohol y embriagarme, de besar a dos chicas por las que no siento nada. Y... >>Quiero que me toques. Y quiero tocarte<< Sus mejillas enrojecieron bruscamente. Ah, Dios. Sacudió apenas la cabeza buscando alejar aquellos pensamientos de su mente, los mechones oscuros, lacios y prolijos acompañaron el gesto. Era mejor si no lo pensaba demasiado. El roce en el brazo ya no le hizo dar un respingo. Parecía haberse relajado, aquella charla, aunque breve, había tenido un efecto calmante. Realmente ella y Jezebel no eran tan distintas. La hermana mayor de todo el mundo. Desviviéndose por aquellos que necesitaban ayuda. Se separó finalmente del casillero cuando tuvo la seguridad de que sus piernas podrían sostenerla y no se iría de bruces contra el suelo. El dolor de cabeza había retrocedido mínimamente tal vez motivado por el estrés y la tensión a parte de la resaca. Ahora que había podido hablarlo el peso sobre sus hombros era más liviano. En un gesto casi maternal a pesar de tener la misma edad acercó la mano y llevó un mechón níveo tras la oreja de la joven. Y le sonrió, gentil. >>Pero hay algo de lo que no me arrepiento—aseveró con honestidad—. Si no hubiera ido a esa fiesta probablemente no te hubiese conocido a ti Volkov-san. O a Sonnen-kun. O incluso a Anna-san. Son cosas que no lamento.
Le dio un toquecito en el centro de la frente, entre el flequillo, cuando le dijo lo de arrepentirse. No solo Konoe Suzumiya había faltado a la confianza de su familia, ella también, saliéndose a mitad de la noche para ir a meterse a la escuela, beber y terminar besando a su mejor amigo por pura curiosidad, para encajar en el mundo que siempre parecía ir a una velocidad vertiginosa. Sintió que el rostro le ardía cuando la chica le colocó un mechón detrás de la oreja. —Todos cometemos errores, ¿o no? —dijo a pesar de todo, de su propio arrepentimiento y vergüenza—. Estaremos bien en un tiempo, Suzumiya-san. Abrió los ojos con cierta sorpresa al escuchar las siguientes palabras de su compañera y soltó una risa nasal. ¿Que no se arrepentía de conocer a Altan? Bueno, debía ser de las pocas. Era probable que él fuese a la fiesta solo por ella, pero a final de cuentas estaba haciendo amigos o algo así, había aceptado la paleta de Anna, había ido con Konoe a la clase más como un guardián que como cualquier otra cosa y algo había hecho bien al parecer. —También me alegra que nos conociéramos —respondió con genuina alegría, mientras enlazaba su brazo al de la muchacha, confianzuda como podía ser—. Cuando quiera puedes almorzar con nosotros. Contenido oculto pero wey y esta softness no puedo parar
Konoe Suzumiya Se le escapó por primera vez en toda la mañana una risita auténticamente genuina cuando la tomó del brazo y comenzó a caminar de esa forma. Jezebel era luz. Y era simplemente complicado mantenerse en la oscuridad cuando brillaba una estrella tan cerca. Almorzar juntos sonaba demasiado agradable. —Ah, ¡eso sería maravilloso Vólkov-san!—respondió con un tono más vibrante, emocionado incluso—. Hoy está lloviendo así que no podré reunirme con Mamiya-san en el invernadero. Mamiya-san. Debía haberla dejado preocupada después de la conversación telefónica de la noche. Tenía ganas de verla y poder disolver su temor. Por no mencionar que Ai Mamiya era una joven dulce y sofisticada amante de las flores y las novelas románticas... y aún así se la veía siempre tan sola. El invernadero era el único lugar de la academia donde parecía encajar. Como una flor más entre el resto. >>¿Puedo invitarla también si no es abusar? Yukie Inuoe La respuesta de Kurosawa le sacó una pequeña sonrisa de alivio. Watanabe también parecía estar bien a pesar del terrible golpe que se había llevado contra la pista. Era agradable. Probablemente era pronto pero... ¿tal vez podía considerarlas amigas? ¿Dar ese paso y permitirse volver a confiar en alguien lejos del ala protectora de Shichimiya? Aún tenía miedo. Aún le aterraba atreverse a avanzar a ciegas, confiarse demasiado en otra persona y volver a salir lastimada. Le paralizaba como si sus piernas estuviesen hechas de acero fundido. >>Inuoe-san es demasiado buena ¿no? De verdad me da pena~<< Se mordió el labio inferior con fuerza y agitó la cabeza buscando alejar aquellos oscuros recuerdos de su mente. No. Estaba empezando de nuevo. Estaba dando los primeros pasos... no era momento de volver atrás. No volvería hacia atrás... ni siquiera para tomar impulso. Dirigió la mirada a su alrededor y entonces visualizó una cabellera castaña. Llevaba una toalla encima pero los mechones mojados, castaños, se escapaban por todas partes y le enmarcaban el rostro jovial, de delicadas y femeninas facciones. Se le cortó la respiración en la garganta. Había vuelto a olvidar su paraguas. —Satoko-chan—susurró. Apenas fue un soplo. Se giró apresuradamente hacia Watanabe y Kurosawa y se despidió para acercarse a su amiga—. Gracias por la charla Watanabe-san, Kurosawa-senpai. Realmente me alegra verlas bien. ¡N-nos vemos más tarde! Estaba hecha un desastre. Un completo y absoluto desastre. La camisa mojada se trasparentaba pegada a su cuerpo por el peso del agua, oscurecida, y detallaba la piel tierna y húmeda de debajo. Sus senos prominentes de los que podía presumir sin problemas, se apretaban bajo la ligera tela del sostén blanco y las curvas sinuosas y sugerentes. El corazón le dio un salto repentino en el pecho y le lanzó sangre al rostro de tal forma que el calor la mareó. Encontrarte en esas circunstancias a la persona de tus sueños más inconfesables era cuando menos una gran, gran putada. Hubo un cortocircuito y su raciocinio y temple, toda la calma que había logrado gracias a Shiori y a Nagi se apagó como si hubieran desconectado el enchufe de la pared. Sintió la necesidad de sujetarse al casillero abrumada por el calor y la ansiedad repentina. Casi jadeó. No me hagas esto Satoko-chan. Quiero seguir fingiendo que todo está bien entre nosotras. Sus ojos recorrieron las gotas ligeras que le mojaban la piel del cuello y se deslizaban sinuosas hasta perderse entre la línea del escote. La respiración ligera, el ir y venir de su pecho las hacía temblar y escurrirse. Más. Y más. Y... Malditas hormonas. —A-ah—farfulló tan roja como un tomate maduro. Apenas logró sacar algo mínimamente coherente. Boqueó por aire y retrocedió un paso prudencial—. ¡Voy...! ¡Voy a por una toalla a mi taquilla! Su voz sonó como un gritito urgente, evidentemente al borde del colapso. >>¡Mientras tanto cúbrete con algo Satoko-chan! Al menos ya no era la única mojada.
Verla más tranquila eliminó de su cuerpo la tensión que no sabía que tenía, fue como si le quitara un peso de encima. Bueno, siempre invitaba a gente a almozar sin siquiera consultar a los demás, así que ya luego le diría a Altan y a Anna, si es que no tenía otros planes. —Claro, no veo por qué no —respondió con amabilidad. Allí estaba. Jezebel Vólkov, la madre loba, pretendiendo cuidar de todos, brindarles su calidez y protección. Con todo y su apariencia frágil, como de muñeca, podía saltar a defender a quienes hubiesen aceptado su calor. Altan, Laila, ahora Anna y posiblemente la misma Konoe estaban en esa lista.
Satoko Shichimiya Mientras me secaba el pelo, había conseguido distinguir la figura de Yukie no muy lejos. Quise acercarme pero me di cuenta de que estaba hablando con Nagi-chan y Kurosawa-senpai así que pensé que sería mejor no entrometerme. De todas formas, parecía que la chica tenía un radar para reconocerme aún sin hacer ruido porque, repentinamente, la vi despedirse de las chicas y acercarse prácticamente corriendo a mi posición. Luego se paró en seco y... volvió a salir corriendo. ¿Eh? ¿Pasaba algo? Ladeé la cabeza, viendo como se alejaba, y seguí con la tarea de secarme la cabeza. ¿Que me cubriese con algo? Bueno, eso era fácil de decir, pero no tenía nada a mano. Saludé a las dos chicas que Yukie había dejado atrás con la mano, sonriente, y volví a centrarme en mi taquilla. Ah, ¿qué iba a hacer...? Papá iba a regañarme si me resfriaba y le hacía perder trabajo por ello... Contenido oculto ¿Cuánto tardaré en hacer que la familia de Satoko sea también, de alguna forma, jodida? (?)
Yukie Inuoe Abrió su casillero y tras permitirse unos segundos para calmarse, para regular los latidos de su corazón, rebuscó entre sus cosas hasta dar con una toalla. Era de las que solía usar después de gimnasia pero estaba limpia y olía a jabón. Tomó también una camisa doblaba que había decidido guardar como respuesto para casos como ese. No era la primera vez y no sería la última. Satoko era despistada, torpe, y ella siempre estaba allí para ofrecerle su mano y cuidarla... incluso si cada vez era más y más difícil ocultarle la verdad. Era realmente un secreto a voces. —Mira cómo te has puesto Satoko-chan...—susurró al regresar aunque no sonó realmente como un reproche. Su voz sonó baja, suave, condescendiente. Su respiración seguía algo agitada y se vio forzada a pasar saliva con dificultad cuando le acercó la toalla y la pasó con suavidad por sus mejillas, su frente y su cuello húmedo secando las gotas de lluvia con cuidado. No es como si fuera a solucionar realmente nada pero cualquier ayuda era poca en tales circustancias. Se había asegurado de no mirarla a los ojos, de mantener su vista bajo su prolijo flequillo verde y dirigirle miradas desde allí, mucho menos directas. La cara le ardía y era simplemente vergonzoso. Se mordió ligeramente el labio—. Vas... v-vas a enfermarte si te quedas con esa ropa mojada. Te he traído también una muda seca, igual te está un poco pequeña pero... deberías ir y cambiarte en el baño. S-si quieres... quiero decir... no quiero obligarte a que lo hagas pero estaría bien si... si... lo hicieras. Tenía el cerebro frito. Habló rápido, de forma atropellada. Incapaz de hacer contacto visual directo. Dio un pasito prudencial hacia atrás y se llevó las manos tras la espalda. Sus dedos apretaron la toalla de forma casi inconsciente. >>Yo... yo te esperaré aquí. ¿Por qué fingir era cada vez más difícil?
Satoko Shichimiya Yukie no tardó en aparecer con otra toalla y simplemente dejé que secase las gotas a su ritmo. No servía de nada decirle que no, de todas formas, y tenía razón en que debía evitar resfriarme. Miré después la camisa que me extendía y no pude evitar sonreír con cierta ternura. Hasta yo sabía que aquella camisa me vendría demasiado pequeña como para poder llevarla con normalidad, y llevarla desabrochada... bueno, parecía ser la moda entre muchas chicas pero prefería no correr ese riesgo. —Gracias por la intención, Yukie-chan, pero creo que sería contraproducente~ —dije, dándole un par de palmaditas en la cabeza antes de girarme con un suspiro y dejar la toalla de nuevo en la taquilla—. Aunque es una buena idea esa, tener ropa de cambio guardada. ¡Debería hacer lo mismo! Cerré el casillero y me giré con una sonrisa hacia la chica. Comencé a caminar entonces, adentrándome al final en la Academia, y giré la cabeza para mirarla una vez estuve un par de metros alejada. >>¿Vamos?
Se despidió de la chica de cabello esmeralda con un movimiento de mano, viéndola alejarse en dirección a su amiga y una sonrisa se formó en su rostro sin permiso. Yukie, al igual que Nagi, le recordaba a un conejillo nervioso. Pero se estaba esforzando, ¿no? Claro que sí, estaba esforzándose muchísimo. No quería que su lugar seguro se transformara en un sitio malo. Todo a su tiempo, ¿no? Suspiro de nuevo, volviéndose hacia la castaña nuevamente. —Supongo que deberíamos ir yendo a clase, Watanabe-chan —dijo sonriéndole—. Podemos vernos más tarde si quieres. Tenía un sueño bestial. Era casi seguro que terminar quedándose dormida a mitad de la clase de nuevo, pero bueno, no había más remedio. Contenido oculto que no se me noten las ganas de rolear cualquier pendejada jujuju