Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master sixteen k. gakkouer

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    Seguí sus movimientos con cierta curiosidad, estirándome y husmeando adónde decidía relocalizar los imanes. Los fue pegando en una de las paredes laterales, sólo los de welcome, y pensé en estos tapetes de entrada a las casas con letreros similares. Se prestaba para la broma, pero todos estos objetos pretendían transmitir una sensación más cálida, más hogareña de los espacios que habitábamos.

    Le acerqué ambas manos en cuenco cuando me alcanzó el puñado de imanes sueltos y me reí en voz baja, observándolos un instante antes de regresarlos al bolsillo de mi mochila.

    —Mi casa está llena de duendes, sí, lo que es una forma bonita de decir que mamá y yo no perdemos la cabeza porque la tenemos pegada al cuello.

    Su pedido me resultó un poco extraño viniendo de él, pero si lo pensaba con detenimiento no era la primera vez que lo hacía. Recordé el día, en el patio, que me pidió que le pidiera que fuera al campamento, y se me asemejó a un niño pequeño. Eso a un lado, me daba algo de vergüenza la secuencia de cruzar a los casilleros de segundo y abrir mi taquilla con él observando cada uno de mis movimientos. Que sí, que era exactamente lo que yo acababa de hacer, ¡pero aún así!

    —¿Dejarlo en mi casillero no implica por rebote que te pierdas mi reacción? —argumenté, volviendo a recoger sus manos con suavidad, y estiré nuestros brazos hacia los costados, instándolo a agacharse un poco—. Son tus decisiones, Al, no las mías.

    Aquello se lo murmuré en voz baja, viéndolo a los ojos, y le sonreí. Me alcé sobre las puntas de mis pies y le dejé un beso en la mejilla.

    —Me pone muy contenta volver a verte —confesé, regresando a su mirada—. ¿Quedamos en el invernadero?

    No le había consultado a Emi ni a mini Ishi, pero suponía que no tendrían problema y que podría escribirles ahora para despejar dudas. Con todo dicho y hecho, me alejé de su cuerpo y lo dejé ir, rodeándolo con movimientos más bien lentos hasta que desapareció de mi campo visual, y entonces dejé de sonreírle. En mi casillero me esperaban más cosas que sólo un almuerzo, pero eso sería un tema de la Anna del futuro. La Anna de diez minutos en el futuro, quería decir.

    Pero eh, seguía siendo futuro.


    como los vamos a rolear en el receso de por sí no quiero joder tanto con Anna, así que por ahora cierro acá uwu7
     
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    Toda mi atención se la llevo Kai después que le termine de saludar a su primo, el tono que distinguí en él puede que en otro momento fuera hecho que lo mirara con una ceja alzada o vete a saber cuál sería mi reacción más esperada, suponía que usará el diminutivo de su nombre aún no le hacía gracia y era gracioso porque no dejaría de usarlo.

    Entonces le lancé esas palabras a Kai con algo de suspenso agregado en mi tono, ella mencionó algo bromeado, eso hizo que dibujara una sonrisa divertida en mis labios.

    —Para nada —reí—. Supongo que para nuestro caso sería otra clase de preocupación, ¿no? —musite divertida, encontrado la forma de decirle, lo que me había dado cuenta—. No sé qué tan distraída estaba, pero apenas recapacito y, me doy cuenta de que estamos en el mismo grupo de proyecto —observe a Yu de reojo—. No sé si es destino o casualidad, perooo…

    Hice una pausa corta.

    << Se lo agradezco.
     
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    Gigi Blanche

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    La presencia de Fiorella fue una suerte de chispa que capté por el rabillo del ojo, incluso en ese bullicio de gente. Quizá fuera porque ya había pasado tiempo con ella y había almacenado datos como su estatura, contextura física y forma de caminar, incluso sin intención y sin pretenderlo. Yuta leyó en mí lo que yo había leído en el ambiente y ambos nos giramos hacia la chica al mismo tiempo. De primera mano pensé que se había acercado a saludarme sin más y la idea me puso bastante contenta, pues eso significaría que el receso compartido del viernes le había resultado tan ameno como a mí.

    Pero, al parecer, tenía algo que decirme. El suspenso me hizo gracia, aunque también me puso un poquito nerviosa, y aguardé hasta que por fin soltó la bomba. Mis ojos se abrieron, sorprendidos, y alterné la mirada entre Yuta y Fiorella, pero el chico se veía tan perdido como yo.

    —¿Proyecto? —murmuré, el asombro transformándose en preocupación, y me acerqué a Fiorella para enfatizar la urgencia de mi pregunta—. ¿Hay un proyecto activo, Bianchi-san?

    Yuta, a mi lado, frunció el ceño y miró en todas direcciones, como si eso le ayudara a comprender la situación.
     
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    Lo último que habría esperado de mis primeros cinco minutos en este agujero lujoso; era volver a cruzarme las caras con Nakayama. ¿Cuánto pasó de nuestra última y más que “amigable” charla? ¿Medio año o por ahí? Sus ojos de gris metálico fueron estúpidamente obvios al verme pasar, se notaba a kilómetros lo mucho que le jodía mi aparición como el nuevo y flamante estudiante de tercer año. Saboreé la dulce ironía del destino y no pude menos que regalarle una sonrisa irónica, de aquellas que disfrutaba dedicar a la gente que consideraba débil.

    A mí también me jodía su presencia… por motivos completamente diferentes.

    O falló la comunicación, o hubo un cambio de planes, o pasó cualquier otra cosa parecida. Pensé un montón de razones para darle sentido a este embrollo, porque la orden de los superiores había sido clara: “No envíen a las ‘hijas de Kioto’ a la misma escuela que Matsuo y Hayashi”. Lo primero que pensé fue que el tonto de Yoshinori Nakayama sumó otra cagada a su lista, pero... A cuadros me iba a quedar cuando descubriera que la muñequita Frenerich también merodeaba entre estas paredes.

    Eso nos obligaría a Koemi y a mí a trabajar con cautela, porque no tenían un pelo de tontas. Ya se debían estar oliendo algo raro por la súbita mudanza de sus familias desde Kioto, y más pronto que tarde notarían que pasó justo después del… gran golpe… que hubo allá. Si no iba con cuidado y me pescaban en medio de “ciertas” charlas con la gente de aquí, no tardarían en descubrir lo demás. A Melinda le daría lo mismo, esa estaba más cerca de la oscuridad… Pero Kaoru era demasiado correcta para su propio bien, y eso fue exactamente lo que la condenó en su anterior escuela.

    En fin, que me puse a buscar mi casillero y toda la bola. No tardé nada en ubicarlo, pero luego me dediqué a hacer un repaso del resto, por lo que a vista de los demás debía parecer más perdido que la mierda. Mis ojos recorrieron un buen puñado de nombres, buscando algo. Sólo reconocí a Sóloviov y Nakayama, vaya, pero esos no servían a mi propósito. Recorrí con la mirada los casilleros a mi espalda, leí cada nombre escrito en sus carteles y… Tampoco, nada. Ningún nombre conocido… Ninguna “pieza negra” que me sirviera de apoyo...

    Entonces, una sonrisa irónica curvó mis labios: ya entendía qué ocurría.

    Los putos Chernoff me estaban poniendo a prueba.

    Era típico de ellos, había momentos donde no sabías por dónde coger a ese par de delirantes. Pero daba igual. Si querían probarme, haría lo de siempre: cumplir con ellos. Les debía la vida.

    Sentí que alguien me saludaba, por lo que me giré con la sonrisa socarrona aún pegada en la cara. No era sólo la chica, también se me había acercado un larguirucho. Ladeé la cabeza con un dejo de curiosidad y entrecerré los ojos, ¿cómo era posible que existieran cabellos tan brillantes? ¿Eran naturales, acaso?

    —En realidad ya lo encontré —respondí con simpleza, señalando el casillero de “Ryuuji Matsuo”—. Sólo que me llamó la atención la cantidad de nombres extranjeros, algunos tienen pinta de impronunciables.

    Era una verdad a medias. Aunque no encontré las "piezas negras" y sólo reconocí los apellidos de Sóloviov y Nakayama, hubo otros que sí me sonaron. Con la diferencia de que ellos no sabían quién era yo… Ni a quiénes representaba.

    Repasé un instante los rasgos de la albina y el pelirrojo. Pasados algunos segundos, la sonrisa se me estiró hasta descubrir parte de mi dentadura, donde mis colmillos fueron lo que más destacó. Ligeramente largos y puntiagudos, casi como un vampiro.

    —A ver —dije—. Me apuesto que sus nombres también son de afuera. Venga, señalen sus casilleros sin timidez.
     
    Última edición: 21 Marzo 2024
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    Que soltara lo de que la casa estaba llena de duendes tuvo que ser la cosa más latinoamericana del repertorio, pero escucharlo me estiró una sonrisa ligera mientras le regresaba los imanes que acabó por transformarse en una risa floja al oír que su mamá y ella no perdían la cabeza solo porque la tenían pegada al cuello. Con lo atarantada que era Anna en general eso lo tenía claro, pero me hizo gracia imaginar a su madre en el mismo paquete. Puede que al final, quisiéramos o no, compartiéramos características con nuestros padres que a veces ni nos molestábamos en analizar demasiado a fondo.

    La respuesta a mi pregunta de si me haría perderme su reacción también me hizo gracia, su respuesta hizo que la sonrisa me volviera a revolotear en los labios y recibí sus manos con menos pensamientos rebotando en la cabeza. Me instó a agacharme un poco, así que lo hice y la miré, repasé cada pelo sobre su cabeza, cada pestaña en sus ojos y quién sabe qué más.

    —Pero mira nada más, ya hasta estás dando respuestas inteligentes. Vamos bien —la molesté bastante porque sí—. No puedo debatir contra esa lógica, la verdad.

    Me sonrió y no conté con que fuese a ponerse de puntillas para dejarme el beso en la mejilla, fue tanto extraño como consolador y parpadeé con pesadez. Así como en mi quietud existía una versión más real de mí mismo, creía que en estos momentos existía una versión más estable de nosotros, de Anna y yo. No me refería como una pareja hipotética ni nada de eso, no ahora, lo decía como solo partes de la vida del otro.

    Por eso cuando le dije que no quería que dejara de ser mi amiga no mentía.

    —Te paso a buscar —añadí después de asentir a lo del invernadero.

    La observé irse, seguí su silueta y cuando desapareció de mi vista volví la atención al interior del casillero, con los imanes pegados. Me permití un suspiro bastante importante y me enfoqué en cambiarme los zapatos antes de subir, con el cerebro lento o no, al menos podía funcionar con algo más de normalidad. Era un avance hacia alguna dirección.

    fue hermoso reunir a mis bebés *les hace un altar* uwu thank u so much

    Jez.png

    No me detuve a pensar en la elección de palabras de Cayden porque en general no le buscaba muchos sentidos ocultos a nada en la vida, lo que era una ventaja y una desventaja, pero el chico había dicho casi sin conectar lengua con cerebro que el chico que parecía nuevo podría estar perdido o no. Yo me quedé con la primera posibilidad directamente, sin paradas en ningún sitio, y con esa idea me acerqué al muchacho con el pelirrojo siguiéndome los pasos.

    Cuando le hablé el chico se giró, su sonrisa me recordó un poco a las del amigo de Al, el rubio del otro salón, pero no reaccioné y mantuve la amabilidad de siempre incluso cuando lo noté entrecerrar los ojos. A mí lado percibí que Cayden hundía las manos en los bolsillos, pero no dijo una palabra y de por sí el chico dijo que había encontrado su taquilla, señalándola.

    No tenía manera de saberlo, pero los ojos de mi antorcha de apoyo moral ya habían entrado en funcionamiento, haciéndose preguntas que posiblemente no encontraran respuesta. Su silencio, en todo caso, de repente me recordó más al de Altan de lo usual y me pregunté a qué velocidad pensaba realmente este chico cuando uno lo dejaba solo. Ante la mención de los nombres extranjeros impronunciables por parte de Matsuo repasó los casilleros más próximos con la vista, también me pareció que miró a las personas que se habían conglomerado allí y yo hice lo mismo antes de encogerme de hombros ligeramente.

    —Es lo que tiene que sea una escuela internacional. A veces sí cuesta un poco decir algunos nombres —confesé sin mucho problema.

    —No hacemos apuestas que vamos a perder —dijo Cay de repente, se permitió una sonrisa y su tono sonó jocoso a pesar de que hasta ahora decía algo.

    Si tuviera la mínima pizca de contexto de su vida (que parecía casi un privilegio para empezar) y el sentido del humor algo desviado, el comentario de hecho podría haber sido genuinamente gracioso viniendo de un niño acostumbrado a ambientes cuestionables, pero a mí me pareció una cosa dicha en el aire. Me estiré un poco, usé el brazo del pelirrojo de apoyo y cuando ubiqué mi casillero lo señalé con la mano que sujetaba el maletín, Cayden señaló el suyo en la dirección opuesta, por donde yo había llegado y por lo que lo había escuchado cantando antes de ir al mío. Igual y estaban a una distancia que dificultaba leer cualquier cosa.

    —Dunn —apañó Mr. Antorcha por si las moscas y dio su nombre con algo de retraso, luego de quedarse mirando los caracteres en el casillero de Ryuuji—. Cayden.

    —Jez —concedí yo junto a una nueva sonrisa después de soltar el brazo de Cay, pero me di cuenta que ya había empezado con las confianzas y me corregí de inmediato aunque tal vez eso me ponía en la categoría impronunciable, quién sabe—. Vólkov. Es un gusto conocerte, Matsuo-kun, y perdona si te molestamos al aparecer de repente. A veces la gente se pierde un poco al llegar a los casilleros.
     
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    Amane

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    El sol brillaba, los pajaritos cantaban y yo estaba muy, pero que muy contenta aquella mañana. ¡Mi fin de semana había sido genial! Anna, Kohaku, Kakeru y yo fuimos al jardín botánico el sábado por la tarde, junto a un invitado especial que ninguno esperó que hiciera acto de presencia: el gorrión albino de Verónica. Kakeru nos explicó lo que había pasado para que acabara teniendo que cuidar de él durante el fin de semana y, a pesar de todo, pasamos un día muy lindo y entretenido. Por la noche tuvimos la pijamada, con Kashya incluida y, tal y como había anticipado, mi hermano acoplado.

    El domingo tuve que dedicarlo a estudiar, ¡pero lo hice con muchas más ganas que otros días! Además, lo cierto era que no tenía tanto trabajo escolar esos días, pues los profesores solían ser algo menos estrictos cuando teníamos activos los proyectos mensuales. Claro que eso significaba que tendríamos que estar trabajando en eso y, en lo que a mí respectaba, el asunto no estaba avanzando mucho; iba a tener que buscar a mis compañeros en esos días.

    ¡Pero bueno! Eso no estropeó mi buen humor del fin de semana ni de aquella mañana. ¡Y además! Cuando llegué a mi casillero, me encontré con una bolsita de galletas caseras dentro, lo que por supuesto me hizo sonreír con emoción. ¡Era lindo encontrarse regalos de buena mañana!
     
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    Bruno TDF

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    La amabilidad de la albinita alcanzaba unos grados demasiado generosos para un desconocido como yo. Hasta confuso diría, pero esto era mi culpa por dedicar la vida a revolcarme en más de un vertedero humano. La chica, además de querer asegurarse de que encontraba mi casillero, se amoldó para acompañar mi opinión sobre los trabalenguas que algunos llevaban por nombres. Me iba a tener que perdonar, que me simpatizaba la gente que era amable por deporte y toda la cuestión; pues mientras me habló, desvié los ojos repetidas veces hacia su acompañante, aún sonriente y a la espera de que escupiera algo, porque parecía que le habían cortado la lengua.

    "No hacemos apuestas que vamos a perder."

    Alcé una ceja, sin decir nada. Guardé los colmillos tras volver a unir mis labios, pero una de sus comisuras se elevó hasta ladearme la sonrisa, que se negaba a retroceder. Asentí mientras intentaba hallar algún significado más amplio a lo que me contestó. No lo tuve tan claro de todos modos, pero consideré que su respuesta era buena.

    Para tener tanta carita de niño bueno, era sagaz.

    —Si sabes que vas a perder, ya no es una apuesta —repliqué—. Éstas se tratan de arriesgar, y así es más divertido, ¿o no?

    Estaba contestándole en el mismo tono jocoso, con una pizca de desafío. Hacía pasar por broma una realidad más amplia, oculta en las sombras de las sombras, que él no iba alcanzar entre estos casilleros. Eso volvía más sabroso el intercambio. Por mi parte dejé el asunto estar, para ver cómo me seguían el juego de señalar los casilleros. Los carteles no se leían un carajo desde donde estábamos parados, pero asentí al escuchar sus nombres.

    —Así que Dunn y Vólkov… —repetí con lentitud, mientras me rascaba la barbilla—. Bien, al menos sé que con ustedes no se me va acalambrar la lengua —me reí con sorna, aunque luego carraspeé porque la muchacha seguía siendo muy amable y elegí guardar un poco de decencia—. No te preocupes, Vólkov, no me molestan. Hasta diría me hacen sentir importante, como si tuviera un comité de bienvenida o algo.

    Les medio di la espalda y abrí mi casillero, que estaría totalmente pelado si no fuese por los solitarios zapatos que había adentro. No iba a tardar más de tres días en atiborrarlo de porquerías varias, que era penoso penoso verlo así.

    —Imagino que me van a escoltar a mi salón y todo, ¿no? —decía mientras me cambiaba— Que estoy solito.
     
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    El viernes Ko me había hablado de los instrumentos de viento mientras yo los husmeaba, del oboe y la sabiduría de los flautistas por no elegir el camino del masoquismo. Las conversaciones habían acabado chocando y todo me hizo algo de gracia, pero igual el tiempo se acababa así que aceptaron mi escolta, que no había pretendido ser una, pero él bromeó con lo de que me tomaba mis labores de caballero muy en serio y varias nociones de solaparon.

    Igual y sí era una escolta, vete a saber.

    Ya en la clase me agradeció, beso en la mejilla incluido, y comencé a pensar genuinamente en encasquetarle un crimen por lo suavecito que me ponía, pero solo le dije que no tenía que agradecerme, le regresé la sonrisa y me despedí de él. Tan siquiera se había quedado más tranquilo, así que me quedé con esa idea el fin de semana para dejar de espiralar de formas extrañas.

    El domingo recordé la promesa de las galletas frescas que le hice a Anna y Emily, así que molesté a mamá para que hiciéramos una tanda mucho más controlada. Al final salieron justas, así que me di por servido y llegué temprano para dejárselas en el casillero, fue allí donde di con el resucitado. Tenía mejor pinta y le dejó unas cosas a Anna en el casillero junto a mis galletas, así que quise pensar que lo estaban llevando bien, bueno, tanto como podían.

    Me fui a los casilleros de tercero, me distraje respondiéndole unos mensajes a tío Finn y a tío Dev, así que cuando Jezebel apareció y se me quedó mirando estaba apenas terminando de cambiarme los zapatos, sin darme cuenta de que había estado cantando en voz baja. Me tensé, pues porque algunas costumbres no se perdían, pero al reconocerla me calmé e iba a hablarle cuando noté al chico que parecía nuevo. No supe discernir si estaba observando el circo o buscando su casillero, la verdad.

    Seguí a Jez medio porque sí, pero también quizás por algo de desconfianza y me quedé apostado a su lado sin decir nada. Las reacciones del chico me recordaron un poco a Shimizu y cuando sonrió reparé en sus incisivos, filosos, me recordaron a los de Yuzu. De hecho tenía cierto aspecto asilvestrado que me recordaba a ella en general, aunque quizás fuese solo el esquema de color, negro y violeta.

    Mi respuesta le ladeó la sonrisa incluso luego de haber guardado los dientes y yo seguí observándolo, algo hacía ruido, pero no sabía el qué y solo dejé las defensas arriba por default. Lo que dijo ante mi comentario me hizo soltar una risa por la nariz cuando todavía tenía los ojos pegados en los caracteres en su casillero.

    Ryuuji venía de dragón, ¿no?

    —Nunca disfruté del azar, por desgracia —resolví con sencillez y volví la atención a su rostro aunque conservé la sonrisa de no pisar hormigas sin llorar—. Habrá quienes me llamen aburrido.

    ¿Por qué esta conversación se parecía a la que había tenido con el Kasun marca diablo? En fin.

    Dijo que no se enredaría con nuestros apellidos, tuve la sensación de que se estaba comportando por la presencia de Jezebel y le eché un vistazo a la chica. Tenía cierto don de gentes, eso era innegable, pero también medio que era un amuleto. La gente que al menos sabía comportarse a los ojos del público tendía a controlarse con ella, supuse porque era feo hacerle un lío a Usagi-chan.

    —Ahora que lo dices, te asignarán a alguien para que te dé un tour por la escuela, eres libre de aceptarlo o rechazarlo —comentó ella cuando Matsuo se giró hacia el casillero y yo seguí tratando de leer algo en el mundo más allá de la anomalía central que percibía, pero no llegué a ninguna parte—. Te podemos acompañar, claro. Solo me cambio los zapatos y nos vamos.

    No dejó espacio de respuesta, se excusó y se fue a su casillero para hacer el cambio, dejándome solo con el nuevo unos minutos. Hombre, esto me pasaba por escoltar a la gente, de verdad.
     
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    A ver, en lo de ser un sujeto “aburrido” a lo mejor no le faltaba razón. Pero no sería yo quien se fuese a meter en su lío mental, que esa palabra no surgió de mi boca. Lo que sí me llevé fue la primera impresión de que era alguien cauteloso, algo que venía sospechando por la forma en que se mantuvo quieto junto a la chica, antes de abrir la boca. No dejar las cosas libradas al azar podía verse como un instinto de supervivencia, o como el apego por los “senderos” más seguros del día a día. No me parecía mal…

    Como tampoco estaba mal patear el tablero de vez en cuando, tal como hicieron en Kioto.

    Estaba distraído en la misión de ponerme el calzado reglamentario, hasta que Vólkov añadió un dato que me hizo mirarla con el ceño fruncido. ¿Un tour, en serio? ¿Y a quién coño se le ocurrió semejante cosa, a un guía turístico frustrado? Detuve la tentación de reírme en la cara de la muchacha, pero la gracia se me notó en las facciones.

    —Suena a que sería tremendo bodrio para quien le toque ser mi guía, pobre —comenté con aire entretenido—. Aquí te esperamos.

    Lo último fue en respuesta a que se iba a cambiar su calzado antes de escoltarme. Ni siquiera dudó ante mi propuesta de que me acompañaran, con las pintas y aires que me traía encima. Podría haber creído que se trataba de una criatura algo inocente, pero me quedé más con su cortesía. Y gracias debía darle a la suerte por este primer encuentro, que ya me habían advertido que en esta escuela había abundancia de apestados.

    Quien me quedó a mano fue el pelirrojo, a quien no miré mientras golpeteaba el suelo con la punta de los zapatos escolares, para terminar de encajarlos. Al terminar, cerré la puerta de mi taquilla, imprimiendo sobre la misma una firmeza que la hizo sonar de más. Me volteé hacia Dunn.

    —Llevas sangre irlandesa debajo de la piel —dije, mirándolo con detenimiento—. ¿Estoy en lo cierto o voy a quedar como un tonto? No lo sabré si no me lanzo con una buena apuesta —volví a enseñar los colmillos en otra sonrisa—. Aunque quizá tampoco es una apuesta, hombre, que viendo ese cabello de fuego estoy seguro de que la gano. Pero qué más da, ¿no?, mientras la victoria esté de mi lado.
     
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    Definirme como aburrido o no me era más bien indiferente, en general tenía pasatiempos bastante estándar, pero luego me sacabas a la calle y la cosa se torcía. Aún así tenía muy claro que odiaba lo que se salía de mi control, de mi jurisdicción para llamarlo de alguna manera, porque todo lo que alguna vez había salido había desaparecido. Aquello que controlaba permanecía y lo que no se volvía ruinas.

    El mundo se empeñaba en demostrar que nunca teníamos control sobre nada en lo absoluto.

    Y que resistirse era propio de masoquistas.

    La mención a los tour que hizo la chica hizo que Matsuo volteara a mirarla con el ceño fruncido, la gracia no tardó en notársele en la cara, pero al menos no soltó la risa frente a ella. Igual una cosa era cierta, sí que sonaba como un bodrio tener que darle el tour a este tipo, pero así como él tenía la libertad de rechazarlo también su guía podía decidir que le importaba bien poco que tuviera que descubrir la escuela por sí mismo.

    Con ciertos individuos, esto de los tour era una mala idea con una mala ejecución, pero no siempre terminaba en fiasco. Suponía que personalidades más maleables podían sacar algo bueno de que les asignaran un lazarillo, como parecía haber pasado con Ilana y el indiferente de Paimon, pero estaba claro que eso no pasaba siempre.

    Jez ni trastabilló a la idea de acompañarlo a su salón, en una mezcla absoluta de amabilidad e ingenuidad, y me pregunté como Sonnen solo podía desentenderse sabiendo que esta niña podía caer en cualquier agujero casi a voluntad. Su personalidad cálida la volvía accesible y su falta de malicia la ponía en riesgo, era una combinación terrible en la escuela. Los adolescentes eran crueles.

    La puerta del casillero de Matsuo sonó de más, le había añadido algo de firmeza al gesto y recibí su mirada cuando se giró hacia mí. Habló, lo soltó de una vez y aunque no alteré las facciones sí que sus palabras se colaron en mi cabeza de inmediato, haciendo que tuviera que sacar todas las palabras de Kohaku del cajón para luchar contra los ecos que no quería enfrentar a estas horas de la mañana.

    No era solo esto.

    No era solo esto.

    Logré enfriar la cabeza a tiempo, lo suficiente para poder pensar como la gente normal y evitar una escena calibre Lombardi, sobre todo porque este tipo seguía siendo una pieza extraña. Había un hilo corriendo en el espacio, quería susurrar algo, pero el idioma de la información que portaba era diferente al que conocía y así acabó por convertirse en ruido. Todo lo que dijo el chico fue terriblemente ambiguo, porque portaba sangre irlandesa en el sentido más llano de la palabra o en el sentido maldito. Eso ya dependía del sentido de su pregunta.

    Suponía que podía tomar mi respuesta como más le gustara.

    —Acertaste —concedí con tranquilidad luego de detallar sus colmillos cuando volvió a descubrir los dientes y sonreí como si la cosa no me hubiese provocado nada en absoluto—. Así que por ahora es seguro decir que no quedaste como ningún tonto, pero tampoco era una apuesta, es cierto. Jugar con el conocimiento de que vas a ganar no es diferente de marcar las cartas de una partida de póker y pierde la diversión.

    Por el rabillo del ojo percibí que Jez se estaba terminando de ajustar los zapatos y tuve que contener una risa. A este paso la escolta acabaría siendo ella, visto lo visto.


    no es cayden ultra sassy ni nada creo, pero es que la normal no me calzaba y no tengo otra a parte de la de scared cay JAJAJA te pasas, ryuuji, son las ocho de la mañana
     
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    Había hecho todo con suspenso, qué me salió de la nada, noté el nerviosismo de Kai, así que dije todo de una vez por todas, pero lo que no espere fue que ellos no supieran lo del proyecto, alce una ceja e intercale mirada entre Yu y Kai parpadee un poco. La chica se acercó a mí para enfatizar la urgencia de su pregunta por mi lado solo le quedo asistir.

    —Sí, hay un proyecto activo —murmuré con calma mirándola fijo—. El proyecto se entrega como máximo hasta el martes treinta de junio, se trata de hacerle una entrevista alguien externo de la institución —mire a mi alrededor—. Si quieren podemos ir a ver al tablón de anuncios —entonces me acordé de que le había tomado foto—. Aunque también le tome fotos.

    Saque mi móvil del bolsillo de la falda y se los extendí.

    >> Las dos estamos juntas —los mire a los dos—. Pensé que tal vez ya se habían dado cuenta, pero supongo que hice bien acercarme —les sonreí fue aquella sonrisa que dada para que los demás se tranquilizaran si tenían alguna preocupación.

    Heyoo uwu, perdón por la demora he estado un poco agripada y recien pude escribir <3..
     
    Última edición: 23 Marzo 2024
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    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP

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    Nadie podría entender por qué se me dio por tirarle lo del irlandés tan de repente, sólo yo sabía mi motivo. Pero, eh, mi extrañeza por la cantidad de extranjeros era evidente, claro, que un “simple” japonés como yo no estaba acostumbrado a ver tanta variedad de rasgos, ni el desfile de nombres raros. No tenía la culpa de que se me mezclara con alguna que otra cosa que merodeaba por mi cabeza; seguíamos siendo jóvenes a punto de salir de la secundaria, así que normal mostrar inquietud de a ratos y meter humoradas con tal de volverla más amena.

    Dunn se me quedó mirando. Yo también hice lo mismo ante la tranquila quietud de su cara de niño, manteniendo la sonrisa frente a sus ojos. Hubo algo de silencio antes de que me respondiera, fue una cosa muy fugaz, pero en ese espacio me pareció ver cómo la amenaza de un incendio surgía detrás del ámbar, que se apagó en cuestión de menos de un segundo. Interesante, cuanto menos. Tanto, como lo fueron las capas de significados detrás de su respuesta; hicieron que una risa baja se me colara entre los dientes, en la que se me mezcló la satisfacción junto con la arrogancia.

    Así que "cartas marcadas", ¿eh?

    —Desde luego, son triunfos vacíos. Pero necesarios —me encogí de hombros—. Retroceder si te sabes perdedor, avanzar cuando todo está a tu favor: es como una sed de control. A veces a uno le dan ganas de romper las reglas del juego con tal de refrescarse, pero… ¿no crees que ahí está lo divertido de verdad...?

    Hablé como si fuera un niño interesado por cometer travesuras o algo. Nuestro intercambio seguía siendo ambiguo que daba gusto, y tenía ganas de ver con qué podía llegar a salirme el pelirrojo antes de que Vólkov regresara con nosotros, que también la había visto terminar de acomodar su calzado.

    Como escurrirse entre las redes que envuelven el mundo —completé en voz baja.

    No sé si será tan sassy en el post, pero esa cinta de Cay me pone muy u///u
     
    Última edición: 24 Marzo 2024
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    Zireael

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    Quedarme atascado en lo ambiguo de sus palabras no suplía a ningún propósito real, no era útil ni necesario, así que con la pizca de nitidez mental que poseía también me saqué a mí mismo de esa espiral. Fue como intentar quitarle un hueso a un perro, eso sí, sentí mi propia resistencia, pero seguí sacando palabras de los cajones y fui capaz de aflojar la mandíbula.

    Hasta que no diera pistas sobre el tinte de su pregunta no tenía caso reaccionar como había hecho la semana pasada, así que todo lo que restaba era quedarnos en el espacio intermedio. Era una deformación de la neutralidad de la academia, Matsuo había arrojado una bala sobre la red y las conexiones se habían doblado en otras direcciones para soportar su peso.

    Mi respuesta le vino en gracia como era de esperar de la gente que salía del molde de Arata. En su defecto también sirvió un poco de espejo, su gesto era arrogante de por sí y yo, bueno, a veces era un grano en el culo también. Podían preguntarle a Sonnen, a Shimizu y a Ilana.

    —¿Lo divertido de quebrantar la ley? —cuestioné todavía con la cara de cordero degollado bien puesta—. Puede ser. Las reglas limitan el movimiento, ¿no crees? Y aun así romperlas no significa dejar todo al azar.

    La rebeldía era una forma extraña de control sobre uno mismo.

    Había completado su idea en voz baja y reí, no pude evitarlo. La noción de la red acercó más su figura a las sombras, incluso si no pertenecía a ningún lugar todavía, y entonces mi sonrisa absorbió algo de la arrogancia que había percibido en él. Algo del teatro de niño bueno se cayó a mis pies en el proceso.

    —No hay escapatoria —resolví con simpleza, la mierda fue terriblemente ominosa, pero me dio igual.

    Las manos invisibles no nos dejaban ir, atacaban los centros de nuestro mundo y las cuerdas de la red apretaban hasta ahorcar. ¿Y nosotros qué hacíamos? Bueno, era relativo. Ciertas promesas también limitaban el movimiento, pero nos mantenían a salvo de nuestra propia violencia. Evitaban que nos suicidáramos como bombas que solo buscaban reducir un objetivo a cenizas.

    No dije nada más, Vólkov reapareció junto a mí y la miré, suavizando la sonrisa como si nada. Ella reflejó el gesto, volvió la atención a Ryuuji y también le sonrió.

    —Ya estamos. Podemos ir subiendo cuando quieran.


    oh boy oh boy y la jezzie toda ajena a esto JSJAJA

    te los puedes ir arrastrando si gustas, bru uwu
     
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    Gigi Blanche

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    Escuché a Verónica hablar sobre su disciplina, lo hice con genuino gusto y curiosidad, pese a lo que podía considerarse una escasa intervención de mi parte. Era un universo ajeno para alguien como yo y no me refería a las artes marciales, sino a cualquier campo donde otro crío de mi edad se esforzara y cosechara logros personales. Había crecido con recursos limitados, me había limitado a ser amable y no estorbar al resto. Había pretendido cumplir expectativas ajenas y... no mucho más. Mirar al futuro era un poco aterrador.

    —Tienes una nueva sensei, entonces —recapitulé, destacando lo que me permitiera decir algo más o menos decente, y le sonreí—. Ve contándome cómo avanza, Shiro-chan. Y si tienes un torneo, también. Puedo ir a verte.

    Acompañé aquella idea de una sonrisa un poco más amplia y finalmente ingresamos a los casilleros. Copito alzó vuelo y seguí su trayectoria un par de segundos, encegueciéndome por un instante con el sol. Acompañé a Verónica a su casillero y junto a él apoyé el hombro, escuchándola. Su mención de la prueba de valor me hizo alzar las cejas y soltar una risa ligera que asumía plena culpabilidad. Habíamos compartido grupo con Kenneth, cierto, se me había olvidado. En sí, el campamento no era un gran recuerdo para mí. La había conocido a ella, era verdad, pero me costaba darle a las cosas buenas la importancia que merecían.

    Tendían a mancharse con facilidad.

    Fui asintiendo conforme me contaba de sus compañeros, que eran el muchachote con mala suerte del bosque y un chico de su clase. Su pregunta me hizo fruncir apenas el gesto, pensativo. No lo había reflexionado hasta ahora. ¿Conocía a alguien que valiera la pena entrevistar? Suponía que sí. Estaba Hayato, que había escalado de fundar un club ilícito y mugroso a codearse con la yakuza local. Estaba Frank, un extranjero expulsado de su familia que se coló en el seno del enemigo y comenzó a amasar una pequeña fortuna. Eh, también estaba Yaboku, el crío taciturno y misterioso que jamás hablaba de su pasado en Osaka y se había ganado la plena confianza del Quebrantahuesos. ¿Y qué tal Kou? Muy buenas opciones de entrevista, sin duda, si la revista se vendiera en el inframundo o algo.

    —Pues no. —Técnicamente no era mentira, y de todas formas no me habría pesado; el oficio implicaba mentir a diario, fuera directo o por omisión—. Mamá trabaja en una tienda sin más, y papá en una cadena frigorífica. Supongo que podrían hablar de calcetines o de carne, pero considerando la escuela en la que estamos seguro tengo compañeros más prometedores.

    Lo dije con liviandad y, una vez ella acabó con su calzado, le indiqué con una mirada que ahora intercambiáramos papeles.
     
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    Bruno TDF

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    Fuji siempre había sido muy atento conmigo, por eso no dudaba de que estaba conectado con mi conversación. Su silencio no me contrariaba ni mucho menos, y hasta diría que era comprensiva con eso… porque otra vez me había convertido en un enérgico torbellino de palabras, nadie podía detener mi labia cuando se tocaban estos temas.

    Afirmé con la cabeza frente a su recapitulación. Para ser honesta, todavía no caía del todo en que tenía una nueva sensei de karate. Suponía un gran giro a mi vida aquí en Japón, pues me había mudado con la idea de centrarme en el judo (ah, claro, y en los estudios, ups). El repentino viaje a Hakone era apenas el comienzo de un sinfín de desafíos maravillosos, y tenía energías de sobra para dedicarle a ambas disciplinas.

    —Claro que te contaré todo, y serás el primero en enterarte de futuros torneos —respondí, en lo que nos acercábamos a la puerta de la academia—. ¿Sabes? A los competidores nos dan el derecho de tener dos invitados por torneo, para que vayan a vernos… —lo miré con ilusión— Y siempre habrá un lugar para ti, Fuji. Me encantaría que estés ahí, conmigo.

    Me permití darle un fugaz apretón en su mano al decir esto. Apreciaba muchísimo a este chico, mucho. Hacerlo parte de este sendero, recibir su apoyo… me haría más fuerte sobre el tatami.

    Tras dejar ir sus cálidos dedos, hice que Copito levantara vuelo. La blanca silueta del gorrión se dibujó sobre el cielo, tanto Fuji como yo lo miramos irse. Y, de igual forma… arrugamos la carita por el sol, uy.

    Y con eso, finalmente ingresamos a los casilleros, donde siguió desenvolviéndole la charlita del proyecto mientras me cambiaba los zapatos. Su risa ligera me dio a entender que había olvidado el detalle de que Kenny estuvo con nosotros durante la prueba de valor, ante lo que esbocé una sonrisa amable, comprensiva. Lo cierto es que Kenny se había mantenido calladito la mayor parte de la prueba, por lo que podía pasar algo desapercibido; no para mí, claro, que andaba emocionada por su cabello grisáceo. En cuanto a la pregunta de sus entrevistados, mencionó los trabajos de sus padres, pero concluyó que la academia quizá exigiera algo más.

    Tras escucharlo, ya con mi calzado bien acomodado, lo seguí hasta su casillero. Me mantuve de pie junto al chico. Mientras se cambiaba, revisé una fotografía en mi móvil. Era una imagen del tablón de anuncios, que contenía la información sobre los temas de la entrevista. Economía, Física, entre otras cosas. Me llevé un meñique a los labios, pensativa.

    —Qué lástima. Todos los trabajos deberían ser tomados en cuenta, demandan una cuota de esfuerzo, habilidad y dedicación... —suspiré, aunque una sonrisa se me filtró debido a una ocurrencia— Ni modo, Fuji, si la academia no quiere… seré yo quien entreviste a tus padres.

    Completé la pequeña propuesta con una risa liviana, porque claramente estaba bromeando. ¡Aunque…! Eso sí, creo que no era tan broma: ganas no me faltaban de conocer a su madre en persona.

    —Supongo que estaremos ocupados con nuestros grupos durante la semana —comenté—. Pero si llegas a tener algún tiempito libre, ¿me avisas? Para pasar el rato juntos. Me quedaron bastantes cositas por contarte, eh.

    Faltaban pocos minutos para las clases mañaneras, de modo que no había más remedio que postergar los detalles de mis Veroaventuras.

    Bueno, creo que esto sirve como cierre. Gracias por aceptar rolearlos, espero que podamos repetir pronto con ellos <3

     
    Última edición: 26 Marzo 2024
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master sixteen k. gakkouer

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    La temperatura había bajado un poco y anticipé, o al menos conservé la esperanza, de que hiciera menos calor al mediodía. Disfrutaba mucho el verano, pero claro, en una playa o metida en el mar. Lidiar con las toneladas de cemento hirviendo que era Tokio en las fechas a las que nos acercábamos era una historia diferente. Aún así, lo prefería al invierno. La moraleja de la historia era que había amanecido bonito y estaba de bastante buen humor. Había comenzado a apreciar los lunes, martes y miércoles, siendo los días que no debía encerrarme en un club a rellenar copas, encender cigarrillos ajenos y esperar a que Frank lanzara su puta moneda y decidiera si acapararme o no.

    Ayer me había tocado hacer compras y, como papá se atrasó, también tuve que hacer la cena. Llegué a la noche agotadísima y tuve que dejar la dichosa investigación del proyecto para hoy, que sí o sí debería encargarme. A este paso nos llevaríamos puesta la deadline. Pero bueno, bueno, esos eran problemas para la Sasha del futuro.

    Me alegró la idea de que los planetas se alinearan al llegar a los casilleros e identificar la cabecita de nieve de Suiren, me ahorraba bastante trabajo. Fui directamente a él y aproveché que me daba la espalda para, poniéndome de puntillas, rodearle el cuello. Lo abracé desde atrás, apoyé la barbilla en su hombro y ladeé la cabeza, buscando sus ojos. No iban a cuestionarme las confianzas, ¿verdad?

    Morning, baby —lo saludé, en voz baja, y con suavidad bromeé—. Missed me~?
     
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    Insane

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    Uy, había cruzado el mundo en ese tedioso vuelo, todo fuera por mi padre y las promesas al señor que escuchaba siempre sus oraciones, o algo así le dije antes de salir de casa, pero por Dios, me dolía el culo y no precisamente por una buena semana; esto de pasar de la gran ciudad a un pueblo donde según mi registro de nacimiento marcaba como País originario en un pequeño pueblo olvidado por la existencia humana, para ahora retornar a otra gran ciudad en otro País extraño. Había que ver qué de tanto se cumplía, porque si mi padre regresaba con mi madre ya podía aflojarme un poco el comportamiento de mierda que me tocaba sostener en casa.

    Me aflojé la corbata cruzando el patio frontal, moviendo la nariz ligeramente por el aroma floral que recorría con la brisa suave de la mañana. La primavera según lo que había leído en una de las revistas del vuelo duraba como dos meses acá, aunque me daba bastante igual, pero como dato random se me deslizó por la cabeza.

    A ver... los japoneses según también había visto en algunos programas como que hacían un cambio de zapatos y no sé qué, -que debía leer la bienvenida que me había llegado al correo pero me dió mucha pereza-, así que lo único que tenía medio claro era mi clase y que mi casillero estaría marcado con mi nombre. Recorrí el espacio, habían ya algunos estudiantes pero no deparé en nada aún hasta seguir el abecedario. Dougal decía por ahí~ Me frené, deslizando los ámbar por el casillero, lo abrí denotando el calzado que ya estaba acomodado dentro, revisé la talla y estaba perfecto. Parecía que eran muy diligentes aquí dentro. Como fuese, me puse a tararear una canción: I heard that you fell in love, or near enough ♪~ en lo que hacía el cambio de zapatos, imitando al resto.

    Ahí queda a disposición del público (?)

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    Había sido una lástima no haber encontrado una pasta para el dolor de cabeza en la enfermería el día anterior, por lo que las clases se habían tornado más densas y al llegar a casa evité comentarlo con mi madre. No sería quién para preocuparla en sus vacaciones, además, luego de la cena, prender el aire acondicionado de la habitación, ducharme y dormir se me había pasado, supuse que aún así debía sacar la cita de control como antes. Al menos, hoy me sentía mejor, y como me había dicho Paimon, evitar el exterior en lo que seguía la primavera... y el verano.

    Llegué un poco más temprano de lo usual, realicé el cambio de calzado y me puse a revisar un cuaderno de notas que había dejado dentro del casillero, tan solo validando si lo necesitaba o podía desertar por este día de la libreta extra, sin embargo la suavidad de un tacto ajeno me hizo detener la lectura, el perfume me cosquilleó en la nariz en lo que una sonrisa suave me surcaba los labios. Se apoyó en mi hombro y ladeé el rostro para mirarla en lo que me permitía el perfil por el espacio que proporcionaban los lentes; su voz se deslizó con la gracilidad usual.

    —Tanto tiempo, Sash —murmuré en respuesta, exagerando cosa de nada, esperando pacientemente a que me diera el espacio de girarme—. Un poco, quizá.

    No tenía muy presente hace cuanto salimos, pero sí recordaba que habíamos hablado por mensaje de texto la semana pasada, sino tenía los recuerdos alterados.
     
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    Gigi Blanche

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    Digamos que la posición me permitió alcanzar a ver sus ojos detrás de las gafas un instante, al menos hasta que giró el rostro y quedó el espejo negro entre medio. Descendí la mirada a su boca, detallé la sonrisa que curvó sus labios y ladeé un poco la cabeza, satisfecha y contenta con su reacción. Me respondió y, así fuera parte de la broma, mi sonrisa se ensanchó al oír que me había extrañado un poco, quizá.

    Me desenredé, permitiéndole girarse, pero dejé las manos reposadas en sus brazos y me estiré para dejarle un beso suave en la mejilla.

    —Eh, yo ayer te vi —recordé de repente cuando iba a responderle que sí, que era mucho tiempo, y la iluminación repentina me arrancó una risa breve; mantuve un movimiento ascendente y descendente al costado de sus brazos, una suerte de caricia—. Te miré, y te miré, y te miré, te miré tanto que te saqué brillo, pero no me miraste.

    Exagerado, obviamente, tanto como el suspiro que liberé. Subí la vista a su cabello y pensé que la broma igual jalaba, con lo claro y brillante que siempre lucía. Sonreí con un poco más de ganas ante el pensamiento y volví a sus ojos; a las gafas, más bien. Estos días de sol debían molestarle mucho, imaginaba.

    —Venía a recompensarte, pero creo que ahora tú también deberías resarcir el pecado mortal de haberme ignorado, ¿no crees? —agregué sobre la marcha, manteniendo el tono liviano de la tontería.
     
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    Zireael

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    Ayer había salido del aula apenas sonó la campana, almorcé en un rincón del patio norte y cuando la campana anunció el fin del receso volví al salón sin demasiado problema. Me encontré un paquete de pocky en el pupitre, y como solo Zoldryck me dejaba cosas pues se lo atribuí de inmediato, aunque lo guardé en la mochila y al llegar a casa ya me había olvidado del asunto.

    Lo recordé al llegar a la escuela, cuando me metí a la línea de segundo para cambiarme los zapatos y al esculcar el maletín para acomodar los libros me salió la golosina. Suspiré, los abrí, me comí un par antes de guardarlos y luego continué con la pequeña misión de la mañana. Me había dormido demasiado con el proyecto, había visto las listas, pero entre una cosa y otra acabé haciéndome la tonta. No podía seguir dándome ese lujo, encima me tocaba con Emily y me daba pena dejar a la pobre chica solo esperando signos de vida de mi parte.

    Con eso mente busqué su casillero y me quedé a un lado, con la espalda recostada en el metal. Había llegado relativamente temprano, así que dudaba que hubiese llegado y lo más fácil era esperarla. Igual solo esperaba que tuviera alguna opción para la entrevista porque las mías eran inexistentes.


    Amane vengo por la emiliana como quedamos a
     
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  20.  
    Insane

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    Deslizó su tacto a mi brazo por lo que decidí dejar la libreta dentro cerrando el casillero a mi espalda, me giré con la liviandad usual, además sentí sus labios en mi mejilla aunque no me inmuté demasiado más allá de la sensación cálida que me proporcionó, causando cierta gracia lo que dijo después. Solté el aire por la nariz con cierta jocosidad ante su confesión; no había sentido dicha mirada ayer, quizá por el volumen de estudiantes o quien sabe.

    Dijo después que debía indemnizar el hecho de no notarla, alcéas cejas ligeramente pero luego suavicé las facciones, antojándoseme graciosa la situación.

    —Difiero, señorita —murmuré en respuesta, manteniéndome sobre el metal de sus pupilas tras el cristal—. Ayer me viste, me sacaste brillo y no te acercaste pese a ello —enterré la mano libre en el bolsillo del pantalón, siguiéndole el hilo—, parece que debes redimirte de ese abandono, Sash.

    Descansé la espalda contra el metal, solo por unos minutos.

    —Supongo que puedo tomarme el atrevimiento de sugerir que planees un almuerzo para los dos —parpadeé con cierta lentitud, repasando el vinotinto de su cabello—; quizá pueda concederte el probar los palitos de queso que me preparó mi madre esta mañana.
     
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