Interior Casilleros

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Eran las ocho de la mañana, pero yo ya me había llevado una sorpresa y un susto en cosa de minutos, así que cuando la chica se alejó sin siquiera decirme cómo se llamaba quedé descolocada en otra espiral de pensamientos inconexos. Tomé aire, negué con la cabeza y volví a lo mío, ajustándome el maletín en el hombro con intenciones de subir a clase para evitar que más locos me alcanzaran a estas horas de la madrugada.

    Al menos fue mi intención cuando otra chica se acercó, era la muchacha de cabello negro de mi salón, y soltó un comentario sobre que aquí a la gente la picaba una pulga del mal a diario. Me pregunté si lo había dicho también refiriéndose a la estatura de la otra que, sin ofender, era un corcho en todas las de la ley. No me dio la sensación en cualquier caso.

    —Ya lo creo —afirmé con una seguridad que rozó lo exagerado, pero entre Paimon, Cayden y la chica de ojos de gato la verdad es que incluso si no era una pulga de la maldad como tal, sí que tenían una infestación de pulgas de alguna clase. Cada uno era más contradictorio que el anterior—. A este paso voy a comenzar a protestar el lunes, a ver si algo cambia.

    Mientras hablaba había usado las neuronas en segundo plano para recordar su nombre. Tardé un poco, porque seguía sin aprenderme algunos cuando pasaban lista, pero me iluminó que su apellido solo tuviera una letra más que el de David.

    —Manson-san, ¿cierto? —Busqué corroborar aún así.

    Katrina1.png

    Pobre desgraciada, la verdad, parecía descolocada desde el principio y cuando la guié de la manita hasta descubrir el origen de su admirador, que más bien parecía ser un pecador porque el papel señalaba que no lo tirara porque era un disculpa, pareció incluso más extrañada que antes aunque otra emoción le bailó por los ojos. Mi vida escolar funcionaba sin muchos problemas, me enfocaba en tener buenas calificaciones, conseguir un polvo cuando lo necesitaba y comerme todos los espectáculos de estos infelices incluso sin quererlo.

    La mensajería del otro imbécil era, por demás, bastante risible. Por lo general no hacía nada gratis, pero claro que no podía cobrarse a sí mismo.

    A la rubita un chispazo de ilusión, fe en la humanidad o la mierda que fuese se le coló en la mirada, lo percibí antes de que me negara seguir husmeando y tuve que tragarme las ganas de partirme el culo allí mismo. No tenía una pizca de información más de lo que acababa de presenciar, pero no por ello dejaba de ser una escena digna de comedia barata de Netflix. La gente que se hacía ilusiones se llevaba fiascos muy fácil, sobre todo cuando la criatura que sujetaba las ilusiones era equivalente de un bicho de papel.

    Me fui luego de soltarle la advertencia críptica de turno, porque quise tenerle algo de piedad, aunque no creía que fuese a entender nada. Noté a Alisha con Sakai, que era un cuadro bastante cuestionable también, pero me enfoqué en cambiarme los zapatos y estaba en eso cuando un manchón oscuro apareció a mi lado y alcé la vista a la chica golpeteando el zapato izquierdo contra el suelo para terminar de ajustarlo.

    El comentario me estiró una sonrisa en los labios, no se suponía que uno hablara de cadáveres a las putas ocho de la mañana, pero con todo el escenario general el asunto también era simpático a su manera. Cuando desvió la mirada yo observé a la rubia que ya había sido abordaba por otra muchacha que bien podría haberse comido el espectáculo.

    Traté de hacer memoria sobre si había hablado con esta muchacha antes, pero no logré llegar a ninguna parte y acabé por descartar gastarme las neuronas en ello. Igual me distrajo lo siguiente que dijo, lo de mis ojos y la sonrisa se me ensanchó.

    —Al entrar a los museos de insectos lo que atrae primero la mirada son las decenas de pares de alas de mariposa. Vimos un bicho tan frágil y tan bello que no pudimos solo dejarlo volver a la tierra una vez murió, elegimos llenarle el cuerpo de etanol y lo metimos a un cuadro. —La respuesta pecó de asociación libre, así como su comentario—. La única pena que sentimos sería dejarlas desintegrarse.

    Apoyé el cuerpo en la línea de casilleros, parpadeé con algo de pereza y mantuve la mirada en ella. La estupidez que le dije después lo hice porque sí, porque me dio la gana.

    Look as much as you want.

    Tora2.png

    No mucho después de haberme acercado a la chica pasó lo de Akaisa con la rubia, luego pasó Manson y lo dejé todo ser sin más. En mi defensa, ¿quién esperaba algo de mí además de un visto? No era mi problema, la verdad, tenía las advertencias encendidas desde el minuto cero, ya lo demás era necedad y no iba a molestarme corregir nada.

    Welsh se había incorporado apenas le hablé de todas formas, atendió a lo que le dije y echó el peso contra su casillero. Mi gran pesar no causó ninguna reacción, solo la vi ladear la cabeza y repasarme con la mirada antes de estirar la mano para pescarme el cuello de la camisa. Esta vez fui yo el que no reaccionó demasiado, seguí el camino de su mano hasta donde me lo permitió la vista, escuché lo que dijo y tuve que tragarme la gracia.

    La mujer era directa, lo había sido desde el principio, y esa era la gracia de todo el asunto. Soltó que por suerte yo había aparecido para mejorarlo y no sé qué mierdas, preguntó si venía solo, así que asentí con la cabeza aunque la otra ya estaba en su salsa nada más con haberlo notado.

    Sentí sus dedos en la barbilla, la dejé estar y mi indiferencia se quebró por fin hacia alguna dirección haciendo que algo de diversión me alcanzara las facciones. Extinguió la distancia, que tampoco era demasiada para empezar, y me habló al oído, entre toda la estupidez medio giré el cuerpo para enfrentarla un poco mejor, navegué el espacio con la mano, alcancé su cintura porque me vino en gana y fingí pensarme la respuesta.

    —¿Qué venga sin niñera? —solté por la gracia nada más aunque el tono no varió en ninguna dirección real—. Bueno, diría yo que eso deberías juzgarlo tú misma. A mí me parece que depende un poco de la situación.


    las ocho de la mañana, señoras y señores
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Me causó algo de gracia que me siguiera lo que había dicho, le sonreí con amabilidad entre lo que parecía rebuscar en su cabeza algo hasta que dió con mi apellido, asentí. La tenía presente porque mantenía con Paimon, y éste mantenía con Craig, chico al que hasta ahora no me animaba a hablarle. Me parecía muy simpático pero aún así no había logrado preguntarle a Pierce en el trabajo si tenían algo, ya que los había visto un par de veces juntos, pero bueno, seguiría postergando mi interés.

    —Es una buena idea, habrá que ver quién más se nos une a la causa —agregué risueña—. Tengo pensado ir subiendo a clase, ¿vamos juntas?

    Giré el cuerpo entonces, de pasada visual noté que Tora estaba con la muchacha bastante cerca, que no sé cuántos minutos les daba para que se dieran un beso ahí, y me pregunté por qué Ro no estaba con él, no es como si eso influyera en algo pero era raro ver a uno sin el otro, como ayer.

    Como fuese.

    —Ah, y dime Kathe con confianza, no pasa nada.
     
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    Zireael

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    Me respondió la tontería ya que de por sí ella la había iniciado y me permití una risa floja que me soltó un poco los nudos del cuerpo, así que cuando me preguntó si subíamos juntas asentí con la cabeza sin demasiada complicación. La muchacha parecía tranquila, aunque supuse que cualquiera me lo hubiese parecido luego de la escena con la punk en tamaño corcho, pero qué más daba.

    —Claro, no veo por qué no —respondí para secundar el gesto y luego sonreí cuando me dijo que podía llamarla Kathe—. Más fácil, Kathe será entonces.

    Di un par de pasos, esperando por si subía de una vez o si tenía algo que hacer en su casillero, porque ni sabía si se había detenido conmigo antes o después de encargarse de sus propias cosas. A mitad del gesto caí en que era muy raro decirle Kathe y que ella tuviera que lidiar con el apellido largo este.

    —Puedes decirme Ilana sin problema.

    te la puedes arrastrar uwu
     
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    —Ahora ¿esta todo bien Stella?

    —Todo bien.

    —¿Segura? Si vuelves a pasar por lo mismo de ayer no importa donde esté vendré.

    Me miro con cierto recelo en lo que entrábamos por la academia, no menciono nada sino que siguió hasta los casilleros de segundo, la seguí por atrás como tenía acostumbrado hacer, no me importaba ser su guardaespaldas personal si mi vida dependía de eso, que ella estuviera a salvo era mi deleite. Eso me hizo recordar a lo de ayer, cuando visite a la señorita Middel había sido entretenido, no podía negarlo, lo que me preguntaba ¿ella se tomaría en serio eso de llamarme cuando necesitará algo?, ¿hasta por un jugo? Y
    a vería.

    —No tienes que cuidarme siempre Enzo.

    —Prometí hacerlo, ¿por qué crees que en el momento que te conocí deje que te quedaras? Te cuidaré con mi vida Stella.

    Sus ojos se entrecerraron, más siguió con lo suyo, se estaba cambiando de zapatos, la esperé sin mucho disgusto por medio cuando termino, apañe su mano y la arrastre conmigo a los casilleros de tercero.

    —Enzo.

    —Mmmm

    —¿Puedes soltarme?, ¿por favor? —fingí demencia por lo general y avance a mi casillero.

    La solté en lo que miraba a mi alrededor hice los cambios correspondientes, en cuanto alce mi vista a ella sus ojos estaban más fríos de costumbre, parpadee estaba ¿exageraba por cuidarla? Para nada. Ella no pertenecía a este mundo, su mamá debió llevársela cuando pudo no dejarlar a cargo del hombre que se hacía llamar nuestro padre.

    Alce una ceja, eso le daba a entender que hablara o si no que no pronunciara nada.

    —Creo que tienes grandes problemas, ¿no? —deje que siguiera—. No soy tu hermana Enzo, bueno a medias, tu padre nunca fue ni será el mío, no deberías de tomarte tantas libertades conmigo, recuérdalo, soy el producto de un eng...

    —No te atrevas acabar esa frase, ¿entendido? —la voz me salió más fría de lo que pretendí, sus ojos me miraron entre sorprendidos y otras cosas más—. Ella necesitó respuestas.

    —No, es Stella, no pretendas cortar mi nombre de esa forma, sabes demasiado bien como lo odio y lo de antes entendido hermanito —sus ojos grises recorrieron el lugar—. ¿Nos vamos? Necesito subir.

    Mis ojos la recorrieron por algunos segundos fijamente, leyendo sus expresiones y más que nada porque necesitaba tranquilizarme, suspire con pesadez, di un vistazo rápido por segunda vez al lugar en eso, distinguí una cabellera roja no necesitaba adivinar para saber de quién era.

    Cayden Dunn.

    —Puedes adelantarte, voy a hablar con alguien —no menciono nada, no quiso saber a quién me refería, lo vi en su rostro, solo dio media vuelta, alzó su mano en forma de hasta luego mientras caminaba hacia el pasillo. Por mi parte metí mis manos a los bolsillos del pantalón, esto iba a hacer un poco entretenido.

    Más que nada, suponía que él sabía quién era yo, por lo contrario de mi sabia muy bien que su información la tenía gracias a Eda y Anastasia. Y supondría que si el en verdad sabía que sombras cargaba a mi alrededor, no tendría que mencionar nada.

    Camine con algo de lentitud, en lo que me paraba cerca del chico, hice sonido antes de estacionarme a su lado, no me servía ahora ser silencioso.

    —Hey Cayden Dunn, ¿no? —el gris frío de mi mirada se fijo en los tatuajes casi visibles en mi brazos, pero aun seguía con las manos en los bolsillos.

    Holisss uwu Zireael
     
    Última edición: 21 Febrero 2024
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    Gigi Blanche

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    La chica esbozó una sonrisa apenas empecé a hablar y su respuesta sirvió como complemento de mi idea, que a su vez se había apoyado en lo que ella dijo. Personalmente no encontraba interés en romantizar o inmortalizar la muerte, no era un capricho que me obsesionara como a tantos escritores. No veía en ella más de lo que había: nada. El corazón se detenía, la vida acababa y el cuerpo se descomponía. Era contundente, no atendía a reclamos y cerraba las puertas, sin importarle ponerse al mundo en contra.

    With pins and needles. En nombre de la belleza se toman demasiadas decisiones. —Le imprimí a mi tono una muy ligera decepción y mi sonrisa, ambigua de por sí, recobró fuerza—. Pero ¿quién soy yo para juzgar?

    Había soltado la tontería de que mirara todo lo que quisiera, comentario en el cual percibí una gran cuota de soberbia, y deduje que esta niña, como muchísimas personas, encontraba demasiado irresistible el sabor de la atención como para removerse de raíz. Mis ojos se mantuvieron en los suyos a todo momento, con la contradicción usual de calma e intensidad, y me acerqué. Consumí parte de la distancia, mi mano acunó su mejilla con delicadeza y, una vez hube afirmado el contacto, la insté a alzar el rostro sólo un par de centímetros. En su mirada danzaban tonos plateados y azulados, eran colores fríos y elegantes; otra contradicción, quizá, con todo lo que esta chica portaba como estandarte. La observé en silencio, consumí aquello que me interesaba y pestañeé con suavidad, esbozando una nueva sonrisa. ¿Qué me diferenciaba del infeliz que disecaba una mariposa y la encerraba en un cuadro?

    —Somos criaturas simples, ¿no? Siempre hacemos y deshacemos en nombre de la belleza.

    Le regresé lentamente el espacio que le había arrebatado.

    —¿Cómo te llamas, lass?
     
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    Zireael

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    La conversación con Arata había sido una mierda rara, había escarbado y se había detenido justo antes de reventar algo que causara la caída de otras cosas, pero se había disculpado, me había sujetado y el pecho se me había aliviado un poco. Me seguía preocupando todo lo mismo de antes, eso había que decirlo, y se le sumaba el cacao mental con el que Hubert parecía atascado aunque me había dicho que mis monólogos le habían aclarado algunas ideas. No creía que hubiese mucha claridad en mi parloteo, la verdad.

    El caso era que haber escupido algunas cosas, aunque Shimizu no contestara nada que tuviera contenido, había aliviado algo de la presión dentro del cilindro y así cuando llegué a casa me puse a escribirle las disculpas a Ilana con algo más de claridad mental. ¿Por qué coño lo hice a mano? Ni yo sabía, solo me salió así y lo dejé estar. De la mascarada de abril me habían quedado unos pocos sobres, así que doblé la hoja, la metí y escribí en la parte visible al abrir el sobre para que no fuese a tirarlo.

    Al llegar a la academia se me alinearon los planetas, la chica iba distraída de forma que pude acercarme, colar el sobre en una de las bolsas exteriores de su maletín y desaparecer entre las personas como si nada. Llegué a los casilleros antes que ella, me cambié los zapatos y percibí de refilón el intercambio tenso que tuvo con Katrina. No me gustó que se le acercara Akaisa, en lo absoluto, pero no me metí y seguí a lo mío.

    En algún punto luego de cambiarme los zapatos saqué los auriculares de la mochila todavía sin cerrar la taquilla, los conecté y me los dejé colgando del cuello en lo que buscaba alguna canción. No creía haberme demorado tantísimo, pero tampoco me di cuenta cuándo Ilana se fue con Manson o que Katrina estaba hablando con Morgan. Estaba relativamente tranquilo, vamos, pero en algún momento sentí ojos encima y detuve mis movimientos a pesar de que no quité los ojos del móvil.

    Esperé y esperé, como si alguien me tuviera apuntado con una mirilla de francotirador, hasta que percibí la silueta acercarse incluso antes de que hiciera el sonido que me alertó de su cercanía. Se parqueó a mi lado, así que cerré el casillero que tenía todavía abierto con una cuota de fuerza añadida y tuve que luchar contra el impulso de decirle que por qué preguntaba algo que saltaba a la vista con solo mirarme.

    Pretendí no reaccionar, al final elegí una canción al azar con tal de guardar el móvil, aunque seguía con los auriculares en el cuello y el sonido empezó a escaparse por allí. En cierta medida me distrajo, así que ni tan mal, pero no podía cubrir el sol con un dedo ni nada.

    —Tal vez sería más fácil para todos si me pongo un gafete con mi nombre, justo aquí —dije modulando el hastío con el que quise hablar y me señalé el pecho a la altura del corazón—. Pero sí, Lombardi. ¿Qué se te ofrece?

    A ver, mi mal genio había querido formular la pregunta de otra manera, pero eran las ocho de la mañana de un viernes y algo de decencia conservaba, aunque comenzaba a preguntarme hasta dónde iba a durarme. Estaba a otra charla de estas de olvidar la neutralidad de la escuela, la verdad.

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    No sabía a qué respondía la conservación de insectos ni la taxidermia, bien podía ser a la investigación, a la acumulación de cualquier coleccionista o la simple negación de la muerte. Puede que al final diera un poco igual, gracias a los que metían mariposas en marcos teníamos imágenes de referencia. Tal vez por eso le hubiese soltado a la novata la mierda más ambigua de la historia también, la mariposa viva no duraba mucho y para poder mirarla indefinidamente debía matarla. Quizás lo mismo aplicara a cualquier forma de vida.

    Qué predicamento tan grande, sin dudas.

    —¿Quién soy yo para juzgar? —repetí como si fuese un mantra, encogiéndome de hombros—. Ni siquiera preservo insectos para empezar.

    La estupidez de que mirara tanto como quisiera la dejé allí, algo me dijo que ella haría con el comentario lo que le viniera en gana también y por eso cuando se acercó no reaccioné. Esperé, mantuve mis ojos en los suyos y me quedé quieta apenas acunó mi mejilla en su mano, alcé el rostro como me instó a hacer, de paso repasé el tono violeta de sus propios ojos ya que el numerito lo permitía.

    —Toda la historia del arte se basa en ello —atajé a su siguiente comentario y regresé a mi posición cuando me devolvió el espacio que había consumido—. En la corrupción de la belleza con el fin de preservarla.

    Solo entonces me permití una sonrisa, no respondió a nada en particular de lo que hablábamos en realidad. Puede que fuesen mis propios delirios, nada más.

    —Katrina.

    No le regresé la pregunta en sí, todo lo que hice fue mirarla con algo más de intensidad esperando que me brindara un nombre. Este intercambio era casi igual de extraño que el que había tenido con la rubita, pero no iría a quejarme, para nada.
     
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  7.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    El muchacho se mostró bastante indiferente ante mis primeras insinuaciones, lo que podría haberme afectado más en cualquier otro contexto en el que no estuviese con el mood ya jodido de por sí. Me dio bastante igual, pues, y seguí con la tontería hasta que, al final, noté como algo de diversión se le acababa colando en el rostro. Él se tomó su tiempo para pensar una respuesta, aprovechando todo el asunto para alcanzarme la cintura con una mano, y yo le dejé completa libertad para todo, habiéndome separado de él solo lo suficiente para poder seguir viéndole la carita.

    Oh, well. De momento solo puedo decir que me está gustando~ —sentencié con tono liviano, encogiéndome de hombros.

    Podía haber desarrollado más mi respuesta, claro, pero resultó que mi atención se vio atraída por otro detalle más... curioso, digamos. No estaba dándole mucha importancia a nuestro alrededor, pues de por sí imaginaba que más de un alumno se nos quedaría mirando con la escena que estábamos montando ahí en medio, pero hubo un par de ojos que lograron hacerme reaccionar. Fue la mirada de una muchacha morena, que de por sí ya había sentido con anterioridad, y no pude evitar soltar una risa nasal, bastante divertida, mientras volvía a enfocarme en el rubio.

    >>No me digas, Totora, ¿tan poquito en el Sakura y ya tienes admiradoras? Qué problema~ —murmuré, pasando a jugar con un par de mechones de su pelo.

    Hey, podía ser una chica muy perspicaz si me lo proponía.
     
    Última edición: 22 Febrero 2024
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  8.  
    Gigi Blanche

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    La niña trajo a colación la historia del arte en nuestra tan ordinaria conversación matutina. Pestañeé ante el detalle y la escuché con cierta atención, recordando la charla que había tenido ayer con los muchachos en el observatorio. No estábamos manejando perspectivas convencionales ni políticamente correctas, las palabras llegaban a contener un poder similar al de otras herramientas en el orden de ejecución adecuado. Era bien consciente del hecho.

    —Hmm, Katrina —murmuré en voz baja, pronunciando su nombre con el acento gaélico de mi cuna, y detallé la intensidad de su mirada; la detallé y la obvié—. ¿Eres artista?

    No se me daba bien eso de ser obediente. Además, ¿qué importancia tenía mi identidad en este intercambio?
     
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  9.  
    Zireael

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    No había manera de que desperdiciara las oportunidades que me caían del cielo, era sencillamente imposible, y para bien o para mal a veces aparecían como si le pidiera deseos al diablo y me los concediera sin más. La chica había aceptado mi mano en su espacio, como era de esperarse, y puso la distancia suficiente apenas para poder seguir viéndome a la cara.

    La respuesta que me dio me estiró un poco la sonrisa, nada demasiado exagerado, y tampoco pasó a más. No creí que Welsh fuese a fijarse demasiado en los alrededores, pero suponía que la mirada de Manson llamaba un poco la atención de cualquier diablo, excepto la que quizás tenía como objetivo, el asunto fue que le hizo la suficiente gracia para apuntarlo y yo me encogí de hombros. Ella ya me había alcanzado el cabello, así que la dejé hacer lo que le saliera del coño para resumir.

    —Son cosas que pasan, aunque no creo que importe demasiado —dije porque sabía bastaría una disculpa de mentiras para reparar el daño del supuesto ghosteo de menos de un día.

    Al decir la estupidez moví la mano que tenía pegada a su cuerpo, delineé su cintura, descendí a la cadera y medio alcancé su espalda baja. Visto desde fuera esto debía ser hasta incómodo de ver, quería decir, si a uno le importaban esas cosas de decencia y protocolo de los espacios públicos. Se notaba que a ella le daba bastante igual y a mí mucho más.

    —Me parece que sabes que estás por encima de las admiradoras y esas tonterías, ¿o me lo estoy imaginando?

    Katrina1.png

    Estábamos aquí a mitad de los casilleros hablando de bichos muertos y yo encima metí la historia del arte al saco, sin más, porque sentí que la conversación lo permitía o más bien que la chica esta con sus aires de misterio e indiferencia lo permitía. Podía soltar estas cosas como quien comenta que afuera el clima parecía haber mejorado o que había un atasco en tráfico que me había retrasado dos horas.

    En las conversaciones ordinarias también se podían lanzar comentarios pesados como una bala de cañón.

    La chica repitió mi nombre con su acento, no cedió a mi pedido tácito y lo dejé estar. Así como no había formulado la pregunta de regreso, tampoco iba a pretender una respuesta y daba un poco igual. Por ahora se quedaría como la chica de los ojos violeta, bastaba y sobraba, a su manera llamaba bastante la atención.

    —Diría que lo soy —contesté a su pregunta y repasé nuestro intercambio—. Da la sensación de que también lo eres o de que lees y bastante. Suelen hablar diferente a la gente que no toca un libro para nada más que la escuela. ¿Qué piensas del arte en general? En cualquiera de sus formas.
     
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  10.  
    Amane

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    Por lo poco que ya había podido ver del muchacho, supuse que incluso la mención de aquella chica le resultaría bastante indiferente, pero oye, eso no iba a evitar que yo me diese el gusto aun así; de todos modos, tampoco sabía hasta que punto esos dos tenían alguna clase de relación y, para ser completamente honesta, tampoco me importaba demasiado. Tora acabó por confirmármelo... a su manera, claro, aunque su actitud no se salió para nada de lo que había esperado recibir de su parte.

    El tacto de su mano se deslizó hasta alcanzarme la espalda baja, provocando que mi expresión se suavizara cada vez más ante la sensación, y en el proceso también acabé ladeando de nuevo la cabeza, en aquella ocasión con algo de curiosidad al notar que tenía intención de seguir hablando. Lo que terminó soltando me sacó una carcajada de genuina sorpresa y, por supuesto, diversión que se quedó bailando en mis labios una vez terminé sonriendo.

    Well, yeah, I know I am. And aren't you just so smart~? —canturreé, habiendo bajado el tono de voz a medida que mi mano se enredaba por completo en su mata.

    Fue inevitable, really. Mi mirada también había acabado bajando hasta dar con sus labios y estábamos tan, pero tan cerca, que no besarlo habría sido misión imposible. No fue nada demasiado loco, todavía era bastante consciente de que estábamos en los casilleros a las ocho de la mañana, pero fue lo suficientemente profundo y largo como para considerarlo un beso en toda regla. Me sonreí contra sus labios al separarme, dejando la vista en ese mismo punto durante un par de segundos, antes de finalmente librarme de su agarre y hacer el cambio de zapatos como si nada.

    >>¿Me acompañas arriba, entonces? Y me cuentas si tienes algún plan para este finde~

    te la puedes ir arrastrando, if you wanna <3
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    Morgan 2.png

    Me permití ensanchar mi sonrisa ligeramente, aunque con plena satisfacción aún así, al recibir la confirmación de mis sospechas. El gesto suavizó mi semblante, parpadeé casi a cámara lenta y tomé aire por la nariz, liberándolo a una velocidad similar. No había sido una afirmación contundente, en su lugar cargó una cuota de indiferencia y pude oír los engranajes encastrando sutilmente. Las personas tendían a equilibrarse entre sí, fuera adrede o no, era una regla básica para el funcionamiento en sociedad.

    Y los hostigadores tendían a serenarse al no encontrar aperturas ni resistencia.

    Tuve la sensación de que planeaba ampliar su respuesta y aguardé, como era lo usual, sin desviar mi atención de ella. Me lanzó la pelota, mencionó específicamente la afición por la lectura y solté el aire en una muy liviana risa nasal. Vaya, ¿me había dejado tan en evidencia? Qué decepcionante de mi parte. No confirmé ni negué la suposición, el silencio tendía a otorgar y, en cualquier caso, me daban igual las malinterpretaciones.

    Su última pregunta, por otro lado, sí era un poco más interesante. Sonreí, divertida por la coincidencia.

    —¿Qué es el arte, sino formas de expresión? Todo lo demás es lujo y posteridad —cité lo que el muchachito albino había dicho ayer, su voz aún reverberaba en aquel tono indiferente pero cargado de convicción—. Un chico de mi clase dijo eso y estoy bastante de acuerdo. Agregaría, quizá, que el arte es un filtro necesario para canalizar nuestras verdades. Demasiada realidad tiende a agobiar además de ser... aburrida.

    Recordé el ejemplo que había utilizado con Mattsson, pero qué vergüenza reciclar mis propias palabras, ¿cierto? Lo había pensado mientras hablaba, cosa de no dejar tiempos muertos, y proseguí casi al instante.

    —Podría, por ejemplo, decir que te gusta meterte con niñitas inocentes, pero eso no sería atractivo; no cuando puedo destacar la velocidad de su mano al arrebatarte la carta, la suavidad de tu voz al hablar de mariposas muertas, o el disfrute exquisito en tu sonrisa. —Había bajado el tono conforme hablaba y mi sonrisa se ensanchó, encantada—. Quizá nos condenen eventualmente, pero ¿qué hay más puro que despojarnos del corazón y aplastarlo sobre la mesa?
     
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    No había anticipado que me encontraría con Cayden Dunn justamente ahora después de todo estábamos en el mismo salón, pero no pensaba dirigirla la palabra, no hasta que tuviera algún motivo suficiente para hacerlo, pero era un poco irónico y gracioso me conocía demasiado bien como para creer que no lo haría. Y hasta podía suponer que Anastasia y Eda ya le hablaron, no podía decir lo mismo de Jean, a esa chiquilla le importaba muy poco dirigirle la palabra a alguno de ellos.

    En el momento en el que me permití acercármele lo recorrí porque era algo que ya tenía acostumbrado, lo calculador y observador ya era parte de mi naturaleza, era algo que había desarrollado, después de todo en el futuro iba a gobernar sobre una ciudad entera. No podía permitirme ser descuidado.

    Lo que no espere fue el tono con el que distinguí en nada que quería hablarme, lo modero era algo que sabía de sobras, distinguir todo se escuchó en el principio de sus palabras, ¿se había levantado de mal humor? O ¿qué diablos paso aquí? Alce una ceja una sonrisa apareció en mis labios, era esas que demostraban qué la cosa se estaba poniendo seria, en pocas palabras fue entre sarcástica e irónica.

    —¿Para todos? Eso sería para las personas normales, ¿no? Para nosotros eso no serviría de nada —en eso incluí a las chicas, cruce los brazos alejándome de él para recostar mi espalda en unos de los casilleros—. De lejos para la gente de mi calaña se nota la peste que llevas encima Dunn.

    En algo se escuchó la frialdad en mi voz, pero en sí todo lo murmuré tranquilo, ese no era el tono con el que generalmente hablaba, no quería problemas, no me había tomado la jodida molestia de acercármele solo para que el ambiente se tornara más serio, más molesto y tenso de lo que ya estaba.

    —Esa pegunta para confirmar tu nombre simplemente fue porque es lo que hace la gente normal cuando es nuevo es un lugar —ladee la cabeza y sonreí con cierta pereza—. Aunque muy bien sabemos entre tú y yo que ninguno de los dos es normal, de alguna y otra manera los dos llevamos el azufre encima, ¿o me equivoco?

    >> ¿Y que se me ofrece? —me permiti una risa nasal—. ¿Acaso uno no puede saludar?
     
    Última edición: 23 Febrero 2024
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    Mi respuesta la hizo sonreír, el gesto le suavizó las facciones y yo le repasé el rostro sin particular disimulo. Tenía un aire de misterio que tal vez venía de lo poco que parecían importarle las convenciones del espacio o de una calma que se parecía más a la indiferencia, no estaba demasiado segura y no era algo de vital importancia. Si acaso solo me sirvió para seguir basándome un poco en prejuicios y soltar lo de la lectura. Además, no era mentira, la gente que no tocaba un libro no hablaba de esta manera.

    No afirmó ni negó, tampoco me importó, pero suponía que el silencio otorgaba. Algunos se echaban la vida afirmando cosas a los gritos y otros las contestaban sin abrir la boca, cada aproximación hablaba de cómo se movía la persona en la vida también o cómo no lo hacía, quién sabe. El caso fue que le hice la pregunta, su sonrisa adquirió algo de diversión y esperé.

    Lo calificó como forma de expresión, algo que había dicho un chico de su clase y en lo que estaba de acuerdo, pero añadió la característica de filtro y una sonrisa me alcanzó el rostro. Canalizaba las verdades, porque podían ser agobiantes y aburridas, pero se me ocurrió que a veces aparecían aquellos que abusaban del uso del filtro y acababan siendo censurados también. ¿Había que expresarse de determinadas maneras? Sí, pero el arte verdadero, el que provocaba algo, muchas veces era de los transgresores.

    La rebeldía era en sí misma una forma de belleza.

    Mientras hablaba pensaban en mis respuestas, en lo que podría añadir, pero ella había hecho lo mismo así que continuó apenas terminó la frase y lo que dijo consiguió hacerme reír. En tono e intención fue una risa muy parecida a la que le había soltado a la novata, si acaso fue más sedosa, entre divertida y satisfecha, pero no interrumpí su hilo de pensamiento. Pasó porque señalar que me gustaba meterme con niñitas inocentes no tenía atractivo, pero que podía señalar la velocidad en que ella había apartado el sobre y mi tono al hablar de las mariposas muertas y mi sonrisa. Sonaba bastante cruel, la verdad.

    —¿Qué puedo hacer cuando la vida se empeña en entregarme fragmentos de la destrucción ajena? —pregunté más bien al aire, con la sonrisa bien pegada al rostro—. Ocurren muchas cosas a nuestra alrededor, grandes o pequeñas, pero el mundo se mueve sin nuestro permiso y lo seguirá haciendo. En semejantes circunstancias, todo lo que se conserva es algo de sentido del humor, uno que no todo el mundo comparte.

    Medio la rodeé, suspiré con algo que se pareció más a la satisfacción que al pesar y me permití una risa baja.

    —La vida está destinada a la condena, solo cambia su forma. Al final todos somos las mariposas en el marco, ¿pero realmente importa?


    luego de que casi tuviéramos que hacer rituales prohibidos para que el foro regresara im SO back *sigue el speech*
    Cayden2A.png

    Para toda esta gente que iba por ahí ordenado no intercambiar palabras conmigo o pensando en no hacerlo, cabía señalar que rompían sus principios con bastante rapidez, tanta que de saberlo me haría preguntarme qué sentido tenía siquiera haberse molestado con esa clase de límites. En lo que a mí me concernía era más fácil solo fingir demencia todo el rato, ¿qué caso tenía hablar?

    Sentí que el cabrón me recorrió con la vista, no me agradó en lo absoluto y tuve que usar neuronas extra para seguir controlando cualquier emoción que quisiera alcanzarme el rostro. Por demás, puede que lo único cierto fuese que me había despertado de mal humor, ¿aunque dependiendo de quién me hablara no estaba de mal humor todo el tiempo? El caso fue que lo noté alzar una ceja, se sonrió y tuve que seguir haciendo un esfuerzo monumental por contener mi mal genio.

    Se nota la peste que llevas encima, Dunn.

    Que justamente este tipo viniera a las ocho de la mañana a señalarme que yo también olía a muerte quiso regresarle a mi cilindro de gas la presión que había perdido ayer en la noche. No pude regular de todo el hastío con el que lo miré, cansado de su mierda en menos de un minuto, y el fastidio se mezcló con la risa de Akaisa que seguía en la línea de casilleros y solo ahora vi que estaba con Morgan. Mapeé el espacio a velocidad cuando reparé en ella, fue involuntario, pero sentí que tampoco lo hice muy bien porque tenía a Lombardi aquí y le metía ruido a mi lectura.

    —¿Vas a darme una cátedra de protocolo social? —pregunté luego de haber tomado aire con algo de fuerza y el tono me salió más resignado que molesto cuando seguí hablando en voz baja—. No me acomodes la charla de normalidad aquí luego de llamarme apestado dos veces en menos de tres minutos, es una contradicción a tu propio discurso. Además es viernes, son las ocho de la mañana y estamos en los putos casilleros de la escuela.

    Ya habiendo guardado el móvil en el bolsillo, con la música saliendo por los auriculares, usé la mano libre para enjuagarme los ojos. Había negado sentirme cansado, pero de repente sentí que estaba agotado y genuinamente prefería estar durmiendo que aquí de pie. Llevaba usando demasiadas emociones para mi gusto desde principios de semana, que el berrinche, ir a ver a Liam, hablar en casa, el favor del club, Sonnen medio muerto y Anna faltando a clase, los grupos del proyecto, el quiebre de Ilana, la conversación con Hubert y la conversación con Arata.

    Tenía ganas de quedarme en casa, apagar el teléfono hasta el lunes y dar la semana por terminada de una vez. Estaba hasta los huevos de este show, igual iba siendo hora de aplicar la de not my circus, not my monkeys.

    Pasaba que el circo era mío y también algunos de los monos.

    —Pero en su defecto, la gente que solo saluda por lo general sigue caminando, Lombardi, y también la gente normal de la que hablas suele preguntar si necesitas algo si te quedas parqueado en tu lugar —apunté tan tranquilo como fui capaz—. ¿Prefieres que reformule la pregunta o mejor me respondes?


    de regreso un día más para destruirle los nervios a mi hijo (?
     
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    Gigi Blanche

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    La vida en general me resultaba tan indiferente que a duras penas recordaba haberme preocupado en juzgar a alguien. Juzgaba a mi padre, suponía, por sus decisiones morales y su absurda capacidad de ponerle un precio a las cabezas de quienes debía haber amado, pero no creía haber incurrido en el hábito más allá de él. No juzgaba a mamá por haber tardado tantos años en salir de esa relación y tampoco juzgaba la fragilidad, la testarudez de Jenny. Las personas, muchas veces, se convertían en sus propios verdugos, y no eran campos de batalla que me concernieran. Al final del día sólo era una hipócrita, claro, pero ¿quién escapaba de semejante destino? Proteger nuestros núcleos, sus cimientos y motores, era tan humano como odiar y amar. Juzgaba a papá por haber jugado con Hanabi.

    Los demás niños podían reventar, me daba igual.

    —Cada quien protege sus cajitas con recelo —murmuré, pensando en esta noción de los núcleos; que Katrina hurgara en las destrucciones ajenas implicaba una intervención directa en los campos de batalla que yo decía obviar, pero ¿lo hacía realmente?—. A veces es divertido... echar un vistazo dentro, ¿no?

    ¿No me había enviado la foto de Pierce?

    ¿No torturaba a Joey por su pequeño desliz?

    ¿No había pretendido jugar con Hanson, en su momento?

    —Tan tentador que nos pica en el cuerpo —completé, con una sonrisa tan amplia como la suya.

    Ella había suspirado y me había rodeado, trayecto que seguí de soslayo. Me tomé un instante para reducir mi gesto a la sonrisa suave de siempre y medio giré el cuerpo, enfrentándola; recargué la espalda en los casilleros y noté apenas de refilón la presencia de Cayden, cosa que me daba bastante igual. Si acaso hice la conexión y recordé que Ko me había dicho que viniera sin esperarlo. ¿Le ocurría algo? Estaba bastante segura de que sí, pero no veía necesario agobiarlo. Era un chico bastante especial en ese sentido.

    What a pessimist, lassie —la molesté, junto a una risa sutil, y por un instante la voz de Jenny rebotó contra mis oídos concediéndome esas palabras exactas—. Aunque supongo que tienes razón. Es la base del nihilismo, que combinado con el hedonismo... bueno, se convierte en una tendencia peculiar, ¿no crees? Poco agraciada para los demás, pero ciertamente satisfactoria en las manos adecuadas.

    Le concedí una sonrisa serena y me mantuve en sus ojos un par de segundos antes de agregar:

    —¿Qué te gusta pintar?


    si esto no es under the influence no sé qué pueden llegar a soltar being high af
     
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    Zireael

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    Me paseaba en un espectro que se movía de forma constante entre la destrucción absoluta y la indiferencia, lo que pasara con los demás me importaba bastante poco en tanto nadie se metiera conmigo. A pesar de todo, observaba las cosas que pasaban a mi alrededor y hacía con ellas lo que me viniera en gana, quizás fuese por aburrimiento o por simple amor al desastre. Eso nunca me quedaba muy claro.

    Le daba advertencias a las personas, ¿pero por qué? Sabía que seguirían el camino de su destrucción, lo harían siempre y yo me sentaría mirarlo. La confianza, ilusión o control que los otros le entregaban a las personas acababa siempre en estos escenarios. En determinado momento todo estallaba, la gente apilaba cosas y entonces arrasaban consigo mismos o con los demás.

    Adoraba señalar el error y verlos caer de boca al piso de todas formas.

    Su respuesta siguió la línea, una extraña, que habíamos hecho apenas ella escuchó mi comentario. Escucharla hizo que sostuviera la sonrisa, habló de que cada quien protegía sus cajitas, que era divertido echar un vistazo dentro y hice un movimiento de cabeza que pretendió darle razón. Le había preguntado a Kurosawa qué pasaba con Paimon, porque me lo olía, y le había soltado a la novata un mensaje en código cuando me impidió leer la carta. Había entrado, metido la mano y revuelto algunas cosas.

    Tenía su encanto, sin duda.

    —Es imposible negar el placer de ceder a ciertas tentaciones —concedí con simpleza.

    Al moverme había seguido notando la mata de pelo de Cayden en el rabillo del ojo y en un solo vistazo más directo, antes de que ella me llamara pesimista, noté la tensión de su cuerpo. Tuve que contener un poco la diversión que me causó, pues no tenía que ver del todo con el curso actual de la charla, aunque también le eché un vistazo rápido a su acompañante. No me sonaba de ningún sitio, la verdad, así que me desentendí.

    Lo dicho, las mariposas se morían por nada.

    —Si nada posee valor, ¿qué más da buscar solo aquello que brinde placer? —pregunté al aire sin esperar una respuesta como tal, reí por lo bajo y atendí a su pregunta, sin quitarle los ojos de encima—. Recuerdos. La memoria está parchada de manchas de color, claras, oscuras, sobresaturadas o diluidas; lo que ves se almacena en la memoria según valencias emocionales que pueden ser traducidas en el uso del color, en la caos o el orden del boceto. Si te pinto, ¿le daría más importancia al tono de tu cabello? ¿Al violeta de tus ojos? ¿Al color que perciba en esta conversación? ¿Trazaría tu silueta con precisión o lo haría con trazos caóticos? Me gusta pintar el cielo también, siguiendo la misma lógica.

    Parpadeé con calma, la sonrisa se me suavizó y crucé los brazos bajo el pecho. Como antes no había ni afirmado ni negado, bueno, seguí colgada de allí.

    —¿Qué te llama en las letras?


    se pegan un chute de cualquier cosa y viajan a otra dimensión istg
     
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    Gigi Blanche

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    Mientras más hablaba con esta chica, su imagen más me recordaba a la Jenny que había creído conocer en un primer momento. Esa criatura salvaje, irreverente y encantadora que me había fascinado por completo; desde un pedestal, primero, dentro de una jaula, después. Las personas se evaporaban en el tiempo, muchas veces también lo hacían sus pasiones, y compartía la fiel creencia de que se agotaban exponencialmente más rápido aquellos con la impetuosa necesidad de portarse a sí mismos como estandartes. Los rebeldes, los agresivos, los insatisfechos. Aquellos a quienes la ira los cegaba, el rencor los estrangulaba, el dolor los ahogaba. Se batían en un duelo constante contra el mundo, ajenos a que el mundo, despiadado, implacable, sólo utilizaba la táctica más vieja de todas contra ellos.

    Dejar al animal revolverse en su miedo y su furia.

    Hasta agotarse.

    Placer. Katrina utilizó la palabra dos veces y, habiendo simplemente reafirmado mis propias ideas, aguardé a la respuesta a mi pregunta. Igual no debíamos ser dos niñas de preparatoria sosteniendo una conversación matutina sobre muerte, nihilismo, arte y placer, pero en lo que a mí concernía nunca había sido ordinaria. Apática y extremadamente taciturna de pequeña, encontré protección en el silencio y luego sólo robé las características ajenas que habían funcionado en mí. Me puse vestidos, me adentré descalza en bosques oscuros y dancé hasta el amanecer. Le abrí la mente y el corazón a un mundo invisible, uno que prometía secretos capaces de saciar mi aburrimiento. Mi vacío.

    Oscilaba sobre esa fina línea desde entonces.

    Dijo que disfrutaba de pintar recuerdos, pues los recuerdos siempre se alojaban atravesados por nuestras propias emociones. Había leído al respecto en algún momento; incluso si parecía una obviedad a primera vista, lo importante no solía ser arribar a grandes descubrimientos sino adquirir consciencia de aquello que, aún sin desconocer, permanecía oculto a nuestros ojos. Que Katrina pintara sus recuerdos implicaba precisamente eso. Una noción de entidad, de reconocimiento y existencia. Podíamos echarnos la vida entera bastardeando la realidad y, al final del día, ser ésta a su vez nuestro deseo más recóndito. Era la vanidad de cualquier artista.

    Validar su existencia.

    —La estimulación —resolví ante su pregunta—. He probado y desechado cualquier cantidad de estímulos, pero los libros siguen siendo lo único incapaz de aburrirme. Las letras crean mundos dentro de nuestras mentes que no he encontrado replicados en ningún otro tipo de arte. La pintura, la música, si acaso son para mí complementos de los cimientos que construyen las palabras. La realidad se vuelve algo más soportable cuando despegas los ojos de las páginas y puede haber monstruos antiguos durmiendo en las profundidades del océano, o pequeñas criaturas escurridizas espiándote entre los arbustos, o gigantes condenados dentro de monolitos de piedra. —Me encogí de hombros, tranquila, y solté el aire por la nariz—. Es más divertido así.

    No creía en todo eso con tanta necedad como otras personas, no me aferraba a una esperanza tan vana, pero salpicar el mundo de fantasía era sumamente encantador a su manera. Repasé sus palabras en mi mente, las formas en que podría pintarme, y recordé el boceto que me había obsequiado Kenneth. Ah, los artistas.

    —Sería interesante verlo —murmuré, serena—. Mi existencia en tus recuerdos.
     
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    Suponía hasta cargar que Dunn se había levantado con humor de perros, tres mierdas me importaba para ser sincero, no me complicaba la vida, no con esto tenía cosas más importantes como para hacerlo. Alce una ceja y sonreí con cierto sarcasmo e ironía, ¿qué yo qué? Tenía demasiadas cosas, las cuales necesitaban de mi atención como para querer venir a enseñarle a este imbécil algo de protocolo social.

    No dije nada, no me detuve y tampoco me moleste en hacerlo, realmente me convenía quedarme callado aunque no fuera lo mío, como tenía la jodida costumbre, recorrí el lugar, por ahí distinguí el cabello pelirrojo de Fiorella pero sin Adara, otra vez. Ayer no había aparecido y hoy tampoco, no mucho después, por puro destello visualicé el cabello albino de Anastasia justo a Eda.

    Lo que dijo después me causó gracia, eso de aparentar ser una persona normal no iba con lo mío, lo sabía de sobra, pero me deleitaba con todo lo que tuviera en frente por puro gusto.

    —En resumidas cuentas eso de ser gente normal no va conmigo —no me moleste en observarlo—. ¿Qué tan bien se te da en formular preguntas con el humor que te cargas Dunn?

    Eso no me importaba en lo absoluto.

    Enzo es bueno destruyendo nervios a la gente y cualquier otra cosa(? , en sí es su especialidad.
     
    Última edición: 29 Febrero 2024
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    Zireael

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    Puede que me divirtiera demasiado con la desgracia ajena teniendo en cuenta que en el fondo no era diferente, me entretenía con la rebeldía de otros, el rechazo a un destino tan sencillo como que el mundo hacía con nosotros lo que le placía, ¿pero me causaba la misma gracia cuando era yo la víctima? ¿Cuándo era mi esfera la que detonaba y no podía reconocerme en los espejos? En lo absoluto, pero me importaba tres mierdas.

    Me había cortado el cabello de princesa, había desaparecido el rubio y me había cubierto de humo, había usado a las personas que me servían para algo y lo seguiría haciendo. No era diferente de Sonnen con su cara de muerto y su mala hostia eterna, tampoco del saco de nervios que era Cayden y su cilindro de gas, siempre demasiado cerca de una flama, ni de Kurosawa con su desastre y puede que la lista siguiera hasta volverse una pesadilla, ¿pero qué importaba? Cuando eran ellos los que cedían a las fuerzas de sí mismos y no yo.

    Era una ilusión, ni más ni menos.

    Quizás debía seguir cuestionándome la naturaleza de este intercambio a estas horas, pero no tenía caso alguno. Por lo general sostenía charlas bastante aburridas con las personas, iba de fiesta, conseguía lo que me sirviera y regresaba por dónde había venido. Era conveniente, pero también a veces se tornaba extremadamente aburrido, por eso un cambio de ritmo resultaba agradable incluso si moralmente no tenía sentido. Suponía que a la novata le seguiría provocando escalofríos ver lo que mi comentario al aire había causado, pero yo estaba bastante entretenida aquí.

    Era un capricho, como lo era el arte.

    Respondió a mi pregunta, le presté atención y en algún punto cerré los ojos unos segundos, concentrándome solo en el sonido de su voz. Los mundo que facilitaba la lectura eran unos de los más complejos, surgían de lugares recónditos de cabezas ajenas, de conocimientos, recuerdos y experiencias que no nos pertenecían, pero nos alcanzaban. No leía tanto como pintaba, eso debía admitirlo, pero también era cierto que al sacar la cabeza de un libro la forma en que veía el mundo cambiaba. Por algún motivo imaginé que la chica, si la metieran a un libro, acabaría por ser una hechicera.

    —Vaya mundo aburrido en el que viviríamos sin los libros —exclamé cuando volví a encontrar el violeta de sus ojos—. Sin el privilegio que nos otorgan los escritores de entrar a planos que desconoceríamos si ellos así lo estipularan.

    Su apunte de que sería interesante ver su existencia en mis recuerdos me estiró otra sonrisa en el rostro, fue más suave aunque no perdió su aire felino y ladeé apenas la cabeza. La melena corta siguió el movimiento.

    —Algún día podría pintarte con tal de averiguarlo —ofrecí con una sencillez que rozó lo absurdo y reí por lo bajo, aunque señalé hacia el pasillo con un movimiento de cabeza—. ¿Subes?


    CaydenS.png

    Cualquiera diría que me había despertado del lado incorrecto de la cama, algo que era y no era cierto. Si bien tenía el cerebro vuelto papilla no me había levantado con ganas de decirle a la gente hasta de lo que iba a morirse, si me topaba con alguien conocido todo habría salido bien, pero como los que se empeñaban en caerme apestaban a azufre tanto como yo mismo, pues era esto lo que pasaba.

    De nuevo, para pensar que se la sudaba el protocolo social y su enseñanza se había mandado un speech muy de gratis, pero yo no leía mentes así que daba igual. A nuestro alrededor seguían llegando personas, la cabeza albina de Anastasia me alcanzó por el rabillo del ojo y reconocí la silueta de Diekmann, así que las lecturas se me siguieron yendo a la mierda. Había demasiado ruido en este espacio, lo había desde hace días, era una estación de radio llena de hormigas de estática.

    That's edgy of you, lad —solté respecto a lo de que ser normal no iba con él, lo dije en inglés porque sí. Mira que viniera a decirlo yo, con esta personalidad de attention whore, era bastante cuestionable, pero no tenía ganas de examinar esa clase de detalles—. El humor que cargo dice.

    Tuve que regularme otra vez, esta criatura estaba pecando del mismo tocahuevismo que Arata y sabía que no tenía caso luchar, pero era justamente eso lo que me tenía tan molesto. Aunque también era cierto que me molestaba por cualquier mierda desde que tenía uso de razón, así que puede que ni tuviera que ver con él del todo. Por esta clase de estupideces cuestionaba hasta el lado afable de mí mismo era real o no.

    —Las respuestas obvias me dan un poco de pereza. —Tomé aire por la nariz, lo solté y me encogí de hombros, hablando en un susurro otra vez—. Me estás estirando demasiado una conversación que no quiero tener. Así que como no vas a decir qué coño quieres o no quieres nada en lo absoluto más que tocar pelotas, se acabó la charla. Me gusta ahorrar tiempo en la vida.

    Giré el cuerpo, no esperé una respuesta y agradecí mentalmente haber cerrado el casillero antes, porque si no se me habría resbalado un portazo que no venía al caso. Eché a andar y apenas unos pasos más allá hablé sin importarme donde estaba, aunque quizás fue un error de mi parte. Solo pensé en mi fallo inconsciente cuando las palabras ya me habían salido de la boca.

    —Saluda al resto de la nobleza apestada por mí —dije refiriéndome a Anastasia, Diekmann y Dios sabría quiénes más, aunque la primera iba al salón con nosotros—. See you, Dark Lord.

    Reparé en Katrina y Morgan otra vez, pero sentí los ojos de Akaisa encima un instante suficiente para desviar el rostro. Esta chica era siempre una inconveniencia, si seguía teniendo contacto con ella era porque compraba con regularidad, pero nada más. Había bastado chocar con sus ojos un instante para leer el mensaje de "Oh, he already snapped".


    Mr Destructor-de-Psiques vs. Mr No-me-hables-que-hago-snap no estaba destinado a durar mucho, debo admitir (?
     
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    Gigi Blanche

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    Verla cerrar los ojos me causó una satisfacción silenciosa y suavicé mi tono adrede, como quien intenta dormir a un niño o, quizá, recitar un encantamiento. Describí escenarios concretos y experiencias que habían corrido por mi piel una, dos o veinte veces, y que aún así jamás habían perdido el atractivo. Se lo había mencionado al niño, Mattsson, el otro día. En la oscuridad había descubierto un refugio, un consuelo. Era una oda al misterio y a las infinitas posibilidades de aquello que se extendía más allá de nuestros sentidos.

    Me había permitido el pequeño placer, también, de recorrer sus facciones. Las cejas delgadas, el maquillaje sobre las pestañas, sus pómulos níveos y el tinte escarlata enmarcando su rostro. Por un breve instante me pregunté, también, si aquel negro de hollín sería su color de cabello natural. Al recibir su mirada de regreso, sin embargo, mis pensamientos se evaporaron y volví a enfocarme en sus ojos. Habló de la dicha de conocer los mundos de los escritores y me sonreí, asintiendo suavemente. No tenía nada tan importante como una novela escrita ni una saga de libros pensada, tendía a intercambiar ideas y distraerme con facilidad, pero aún así lo tomaría como un cumplido.

    Su ofrecimiento me resultó por demás satisfactorio, así fuera una invitación sencilla y sin consecuencia alguna. Permití que el gusto se filtrara en mi sonrisa, no lo disimulé ni mitigué, y preguntó si subiría. Pestañeé con calma, respiré y despegué la espalda de los casilleros, acercándome a ella.

    Even though I wonder... —murmuré, recorriendo su silueta con la vista brevemente, y me sonreí con clara diversión—. ¿Antagonista? ¿Villana? ¿Víctima? ¿Qué dirían las palabras sobre ti, lass?

    Me mantuve en sus ojos un par de segundos, en silencio, hasta que retrocedí. Aproveché el movimiento para echarle un vistazo a la hora en mi móvil, que permanecía en el bolsillo de mi falda, y confirmé que me quedaban unos pocos minutos.

    —No —respondí con sencillez al hecho de si subiría, alcé el rostro para encontrar sus ojos y me quité el cabello del frente con un movimiento leve de cabeza—. Nos vemos, Katrina.

    Giré sobre mis talones con calma y me alejé de ella, sin molestarme en dar explicaciones pertinentes. La realidad era que tenía planeado pasar por la biblioteca antes de subir a clase, pero ¿a que el misterio no lo hacía más divertido? Al menos para mí, claro, que era lo único que me importaba.


    perdón la tardanza, me enfermé y estuve ayer y ante ayer absolutamente muerta jsjs

    por acá cierro, obvi, i enjoyed this weird lil moment between the btooom gals
     
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    Zireael

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    Escritora
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    Noté que cuando cerré los ojos su voz se suavizó, se volvió un arrullo incluso si no se sabía si pretendía realmente eso o conjurar un hechizo, pero no importaba demasiado. Solo la escuché y aunque el tema como tal nunca surgió, lo cierto era que tal vez fuese otra cosa en la que le habría cedido razón y lo hacían muchas otras personas. En la oscuridad, del tipo que fuese y a los motivos que respondiera, muchos encontrábamos consuelo. Nos refugiábamos en ella y allí podíamos existir sin demasiadas exigencias o antes otras distintas a las que enfrentábamos a la luz del día.

    Consuelo y euforia dirían algunos.

    Al volver a abrir los ojos ella sostuvo mi mirada, como venía siendo normal, su sonrisa volvió y la reflejé un poco sin darme cuenta. No tenía manera de saber que mi comentario podía tomarse como un cumplido, aunque era cierto que muchos lectores acababan por convertirse en escritores. Se tomaban la libertad de recitar sus propias palabras, de moldear sus mundos y forjar algo nuevo luego de haber absorbido toda esa información. A su manera, todos los escritores eran también alquimistas.

    Lo siguiente que dijo me sacó una risa floja, nasal, y me encogí de hombros restándole cualquier importancia. Nadie se había detenido a escribirme más allá de expedientes académicos en donde siempre todo se limitaba a cuestiones superficiales. No había mucho que señalar en esa clase de archivos.

    —Quizás algún día también pueda averiguarlo, who knows —contesté con el mismo dejo de diversión.

    En cualquier caso, dijo que no subía así que cuando se despidió hice un movimiento con la cabeza que tuvo la misma intención. En algún punto de los intermedios la mata de pelo de Cayden pasó, mis ojos respondieron a la distracción, así que choqué con su mirada que me evitó antes de que quizás pudiera procesarlo y sonreí para mí misma. Predecible por demás.

    See ya, Murasaki —dije hacia la chica.

    A falta de un nombre solo la había llamado con el color que encontré en su mirada, algo a lo que tampoco le di mucha importancia. La vi irse, me quedé allí plantada unos segundos y luego abandoné los casilleros, solo para hacer una parada en la expendedora antes de subir.

    Tan siquiera molestar a la novata me había facilitado una buena conversación.


    No pasa nada. Espero que estés mejor <3

    Muchas gracias por caerme, lo disfruté mucho juju
     
    • Fangirl Fangirl x 2

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